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Capítulo 16

Te Necesito

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Lo de siempre, los personajes de Slayers no me pertenecen ni nada por el estilo.

Le quiero agradecer a Zelda M., Wolf Greywords (ánimos), Vanshie, Lis-chan, MGA_FGA y a Fany. No hay problema si no dejan review corazones, con que lo disfruten es suficiente.

Casi todas están pidiendo por el estostuze final del príncipe de Filia, ejem... siquiera déjenme elaborar un poco.

Como una breve nota, para aquellos que sabían y los que no pues se dan por enterados ahora. Después de la publicación del capítulo 15 de Demon Child, en la madrugada del 8 de este mes falleció uno de los gemelitos de una gran amiga mia. Soy madrina de la niña, fue el niño quien falleció a los 27 días de nacido. Ha sido la peor semana de mi vida, en parte porque me duele lo de la criatura pero más que nada por el sufrimiento de mis dos amigos a los cuales conozco desde hace tanto tiempo que incluso pude ver desarrollar su noviazgo, participar en su boda y ver a su primera hija crecer.

Que Dios le dé fortaleza a esta familia y a nosotros sus amigos valor para ofrecerles consuelo.

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Youki despertó sobresaltado y con un leve dolor de cabeza. Le había parecido escuchar un grito, la princesa tal vez... no estaba muy seguro. Lentamente fue recordando los sucesos de la noche anterior. Observó a su alrededor y no reconoció nada. Estaba tirado sobre unas gruesas pieles, al parecer de varios animales. Probó moverse y sintió las sogas apretar sus muñecas.

"Buenos días." Escuchó una voz aterciopelada saludarlo a sus espaldas. Se volteó suavemente hasta quedar mirando a la emperatriz. Una sonrisa se dibujó en los labios del sastre.

"Buenos días Emperatriz, ¿cómo amaneció su Excelencia esta mañana?" Dijo mientras intentaba hacerle una graciosa reverencia. Zellas levantó una ceja intrigada, ¿aquello era educación o una burla?

"¿Por qué secuestraste al príncipe?" Gruñó cansada al tiempo que acercaba la punta de su espada al cuello del hombre.

"¿Ni siquiera soy digno del desayuno?" Youki sintió la punta de la espada presionar contra su piel, una leve punzada le indicó que el filo ahora probaba su carne. Cerró los ojos e hizo un llamado mental a sus sirvientes, aunque la Emperatriz lo hubiera atrapado no iba a ser tan fácil conservarlo prisionero. "Un poco más, Emperatriz, y perderá al único testigo del paradero del príncipe." Un extraño brillo en su mirada le indicó que la mujer se debatía entre traspasarlo allí mismo o dejarlo con vida.

Zellas pareció meditarlo un rato y retiró la espada pero no sin antes emitir un gruñido de desesperación. "En estos momentos el príncipe está a merced de un mal mayor. Aunque le sea dificil creerlo soy el único que puede protegerlo y mi estadía en este lugar sólo lo pone en riesgo." La sonrisa de Youki se había vuelto una seria línea. El fuego dorado se revolvió salvajemente.

"¡No estaría en riesgo alguno si no fuera por tu culpa!" Gritó furiosa la mujer tomándolo por la camisa y sacudiéndolo con violencia. "¡Quiero a mi hijo de vuelta!" La fiera mirada y el estado de completo caos le decían que veía a la muerte a los ojos, porque en aquellos momentos Zellas era la encarnación de la destrucción contenida en el pequeño cuerpo de una mujer. Una diosa de la muerte.

"Tendrás a tu hijo de vuelta... y con ganancia." Le susurró Youki, nuevamente hechizado por aquella furiosa mirada dorada. "Sólo tienes que esperar un poco más." La respiración parecía escapársele a momentos con ella tan cerca. Se prometió que cuando todo aquello acabara él iba a tomarse el tiempo de disfrutar de esa promesa de muerte y destrucción.

De repente se formó el pandemonio justo fuera de la tienda de la Emperatriz. Youki sonrió, sin esfuerzo aparente sus pies y manos quedaron libres. Zellas no tuvo tiempo de reaccionar cuando el hombre la tomó de la nuca y capturó su boca en un furioso beso. Cuando Youki la soltó se puso de pie de inmediato. "Parece que ya vinieron por mí." Justo en esos momentos tres lobas blancas entraron a la tienda y se interpusieron entre la pareja. Dos jovencitas entraron tras las bestias y saludaron con una leve reverencia al sastre. Zellas pudo ver que los trajes de las jóvenes destacaban hermosos bordados. "Chicas, la Emperatriz se está acercando demasiado rápido a nuestro... palacio. ¿Serían tan amables de retrasarla un poco?" Las dos jóvenes fijaron sus trasnparentes miradas en la mujer y Zellas se puso en guardia de inmediato. "Por favor no vayan a dañar los trajes, me costaron mucho trabajo." Sonrió al tiempo que le daba una guiñada a la Emperatriz y desaparecía.

Las dos jovencitas, ante el asombro de Zellas, se convirtieron en bestias iguales a sus compañeras y con un leve gruñido salieron de la tienda. Pronto en todo el campamento podían escucharse los gritos del ejército de Koubuchi tratando de espantar a los terribles animales que a su paso encendían las tiendas y todo lo que sus cuerpos tocaban. Zellas no pudo controlar un grito de rabia mientras se lanzaba en persecución de ellas.

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Era temprano en la mañana y todos en el pasillo observaban cómo las dos figuras continuaban enfrascadas en lo que parecía ser la pelea del siglo. Los cabellos volaban por todas partes mientras que Lina y su grupo veían cómo la princesa de Tougen y su compañero de juegos continuaban, en las más finas palabras, despellejándose vivos. La intensidad de la pelea había despertado incluso a Monuke, quien se acercó a la puerta a pesar de las miradas de desaprobación del resto del grupo que se mantenían a una distancia prudente.

"Princesa Filia, ¿cómo es posible que se rebaje ante un sirviente de esta forma?" Gimoteó indignado el joven. El único aviso de que algo iba a suceder fue la mirada de Filia. Al instante siguiente una esfera luminosa lo envolvió. Los espectadores del suceso no pudieron más que comenzar a reir como desquiciados mientras el príncipe de Giman, que acababa de recuperar la lisura de sus cabellos pero en contra de la gravedad, se alejaba murmurando incoherencias. Unas leves chispas azules brotando de cuerpo cada vez que daba un paso y lo hacían crispar. Xellos lo observó también pero nada de lo que sucedía a su alrededor le hacía gracia en esos momentos y comenzó a juguetear con sus anillos.

Filia, sin embargo, había recuperado el buen humor. Se sacudió las manos y se volteó a ver a Xellos, una expresión dolida se había anidado en los negros ojos. "¿Podrían siquiera permitirme un poco de privacidad ahora?" Dijo sin quitar la mirada de la princesa. Los demás principes no se hicieron esperar y desaparecieron pasillo abajo.

"¿Podría dejarme sólo, princesa?" Repitió un poco tenso.

"Pero Xellos, sólo fue una reacción. No fue mi intención..." Le dijo un tanto sorprendida por la terquedad del joven en aceptar sus disculpas.

"Filia, por favor. Déjame solo." Le dio la espalda e hizo ademán de alejarse. Filia apretó los puños con fuerza mientras una pequeña lágrima amenazaba con escapársele.

"No, no te voy a dejar solo. Y te ordeno que te detengas." Xellos se detuvo al instante, tanto por la órden como por la sorpresa de que Filia le hubiera ordenado. Ella había prometido no hacerlo nunca, lo había prometido... Se sintió traicionado en esos momentos y en su pecho algo más le dolía, algo que no podía explicar.

La princesa se acercó y se paró frente a él. "Xel-kun, no seas así conmigo. Te necesito." Lo abrazó con fuerza y Xellos sintió que el mundo se le desmoronaba a su alrededor. "Te necesito a mi lado, por favor." Esta vez fue Xellos quien no pudo contener los sentimientos que aquella declaración le causaba.

"Lo siento Filia... es sólo que..." No pudo continuar, sentía la garganta cerrársele con dolor.

"Yo tampoco quiero separarme de ti." Terminó la princesa por él y tuvo que estrecharla entre sus brazos mientras ocultaba su rostro en los tupidos mechones rubios.

"No podremos estar juntos por mucho tiempo..." Logró susurrar entre leves sollozos el joven.

"Shhh... no hables nada ahora, por favor." Gimoteó la princesa. "Sólo vamos a tratar de estar de buenas mientras podamos." El joven asintió ante la sugerencia de la princesa y ambos se quedaron abrazados por un largo rato.

Cuando finalmente Filia bajó al comedor para desayunar sus ojos estaban enrojecidos y su nariz un poco hinchada. Lina, Gourry, Amelia y Zelgadis la observaron y al notar el estado de la joven se voltearon a mirar con rencor a Monuke, quien ignoró las miradas que recibía.

"Buenos días princesa Filia. ¿Por qué no la acompaña el joven con quien discutía tan acaloradamente esta mañana? Así tendría el gusto de conocer al sirviente a quien la princesa le permite tantos privilegios." El saludo fue frío y calculado. Filia se sintió demasiado agobiada como para dignificar la pregunta con una respuesta. Esta vez fue Amelia quien reaccionó.

"Príncipe Monuke. ¿Cómo es posible que esté tan falto de educación y modales?" Le dijo mientras lo señalaba con un dedo.

"Es la princesa quien está falta de modales, ¿cómo es posible que se atreva a atacar a su futuro esposo?" Monuke levantó la barbilla altaneramente como quien tiene todo el derecho a quejarse de que la lluvia moja.

"¿Futuro esposo? Ni siquiera se han comprometido." Murmuró Lina con disgusto.

"Detalles." Respondió el aludido.

"¿Podrían dejar de hablar de mí como si no estuviera aquí?" Rugió Filia disgustada.

"Es obvio que usted, princesa Filia, carece de los modales y educación correspondientes a su realeza así que por qué habría yo de ser educado..." Monuke había comenzado con otra de sus desacertadas observaciones.

Esta vez fueron cinco hechizos los que recibió el príncipe. Minutos más tarde una humeante figura caminaba por los pasillos del palacio de Tougen en busca de su habitación mientras en el comedor los sirvientes servían el desayuno al resto del grupo.

"Maldita princesa malcriada y su grupo de payasos." Murmuró el joven Monuke mientras iba de camino a su habitación y se sacudía las chamuscadas ropas y lo que quedaba de sus antes largos cabellos. "Esta me la van a pagar, juro que me las van a pagar." Estaba a punto de doblar la esquina para tomar el pasillo que lo llevaría a su habitación cuando recordó la escena de la mañana. Se desvió de inmediato y se adentró en el pasillo donde estaban las habitaciones de la princesa.

La primera puerta que escogió lo llevó a una especie de cuarto de juegos. Observó a su alrededor la decoración. "Al menos no es rosa." Gruñó con desdén y comenzó a rebuscar entre los juegos de estrategia que vio en una esquina.

"¿Quién anda ahí?" Escuchó una voz a sus espaldas y volteó a ver. Se encontró de frente con Xellos.

"Vaya, vaya, si no es otro que el sirviente de la princesa Filia. Uno que no conoce su lugar." Xellos retrocedió un paso y se tocó los anillos inconscientemente, sabía que no podía arriesgarse a un enfrentamiento con aquel personaje sin que Filia o alguno de sus amigos estuviera presente. El collar lo hacía presa fácil de cualquiera que tuviera la costumbre de ordenar cosas. Desgraciadamente en esos momentos al príncipe de Giman se le ocurrió hacer uso de sus excelentes destrezas como monarca.

"Entra y siéntate. Quiero saber por qué la princesa Filia te tiene en tanta estima." Le hizo un gesto hacia la mesa mientras sacaba de entre los juegos de estrategia una simple mesa de ajedrez. Tuvo que obedecer y prontamente se sentó a la mesa sin decir palabra.

Monuke colocó las piezas del juego sobre el tablero, asignándole las negras al joven. El juego comenzó y no pasó mucho tiempo cuando Monuke se diera cuenta que Xellos era mejor jugador que él. Maldijo en su mente pero luego una sonrisa malévola se mostró en sus labios.

"No me has dicho tu nombre sirviente." El tono en la voz dejaba al descubierto la burla con la que se dirigía al joven.

A Xellos le pareció que su autocontrol pronto desaparecería. Pero aquel era el prometido de Filia, con el cual se desposaría en un futuro la joven. No encontró otra salida más que actuar con cautela. "Xellos."

"¿Sólo Xellos?"

"Hai."

"¿Y qué tipo de sirviente eres... Xellos." Nuevamente enfatizaba aquella palabra. En su interior Monuke se regocijaba de ver cómo el joven palidecía y estaba seguro que era de la rabia.

"Soy el compañero de juegos de la princesa, un regalo de cumpleaños de parte del Ministro para su alteza."

"Oh... Supongo entonces que la princesa podrá conservarte luego de que nos casemos, después de todo... eres sólo un sirviente. Podrías ser de ayuda en el palacio de Giman." El veneno con que hablaba le estaba haciendo daño al joven, tanto que sus manos comenzaron a temblar bajo la mesa. "Sí, creo que podría utilizarte como mi paje personal. Porque cuando la princesa se case ya no necesitará de un compañero de juegos." Poco faltó para que Xellos se levantara de la mesa y estrangulara en aquel mismo instante al príncipe engreído pero un toque a la puerta evitó la situacón a tiempo.

"¡Xellos-san! Aquí está. Le he estado buscando por todo el palacio. Necesito que se mida la chaqueta que utilizará en el próximo baile." Xellos observó con incredulidad al sastre que acababa de entrar por la puerta y luego miró al príncipe de Giman. "Vamos jovencito, no tengo todo el día, de pie." El joven se puso de pie de inmediato y agradeció que el sastre pronunciara la órden que él mismo no podía hacer obedecer a sus piernas. "Discúlpeme Alteza, pero estoy seguro que podrá continuar el juego con el joven Zelgadis, él es mucho más diestro que el joven Xellos en asuntos de estrategia." Le dijo el sastre con zocarronería al fijarse en el juego y ver que las fichas blancas llevaban las de perder. Dejando a un muy airado Monuke rabiando solo.

Xellos siguió entonces al sastre hasta la recámara donde se hacían los trajes y bordados. Suspiró con tristeza y Youki se le quedó viendo un rato antes de hacerlo pasar al interior. Sin decir una sola palabra comenzó a quitarse la chaqueta que llevaba.

"Joven Xellos, ¿qué le sucede?"

"Nada..."

"Seguramente no ha desayunado nada aún. ¿Por qué no acompaña a la princesa y a sus amigos?" Tomó la chaqueta de manos del joven y la colocó sobre una de las sillas.

"No puedo, la princesa tiene... otros asuntos que atender."

"¿Tan temprano en la mañana?"

"Hai."

"Pues... tampoco he desayunado. ¿Por qué mejor no vamos a la cocina real y nos escurrimos por la puerta de atrás? Estoy seguro ue puedo lograr que nos permitan desayunar allí. Luego podemos regresar y se medirá la chaqueta. Además... conozco un lugar en la cocina desde el cual podemos espiar el comedor." Le dijo dándole una mirada cómplice mientras le hacía poner la chaqueta que se había quitado.

Xellos observó la habitación y por primera vez se dio cuenta de que faltaba algo allí.

"¿Y las hilanderas?"

"¿Las hilanderas? Pues... las envié a comprar unas sedas al mercado. Ya sabe joven Xellos, unas sedas especiales para la princesa. Dice que no quiere verse como un algodón gigante."

Por primera vez en toda la mañana Xellos sonrió. "Lo sé." Y con paso lento siguió al sastre hacia la cocina.

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¿Dudas, preguntas, sugerencias, críticas? Todo es bienvenido. Espero que este capítulo les agrade como los demás. Se cuidan mucho y no se desanimen. Ja ne minna-san.