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Capítulo 22
El Compromiso
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Los personajes de Slayers pertenecen a su creador.
¡Rayos! Este sí que es capítulo y su m*dre. Ejem, sorry, quedó largo... ¿pero eso estaban pidiendo no? Así que no se vayan a quejar. Además, seriamente que estoy un tanto cansada y aunque he leido el cap como diez veces pues seguro y se me pasa algo, así que por favor, me avisan de inmediato ehhh.
Gracias a Wolf Greywords, Zelda M., Zellas Metallium, Fany Metallium, Josué (Hermanito de Fi-chan!!), Lis-chan, Alpha-Jack, Yoko y Zelda. ¿Qué más les puedo decir además de gracias? Ciertamente que me han animado grandemente, muchas thanx. Esta vez les tengo las notas al final porque el cap es largo, así que... on with the story.
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Youki siguió perezosamente a la Emperatriz hasta el interior de su caseta. El lugar comenzaba a resultarle agradable. Impregnado en cada rincón estaba el perfume de esa mujer que lo estaba enloqueciendo poco a poco.
Habían pasado del completo odio, el de ella hacia él claro está, a una especie de extraño acuerdo. Si bien habían unos días en que la Emperatriz no soportaba su presencia, otros días simplemente parecían dos conocidos en silenciosa reunión. Esos eran los días en que podía acercarse tanto como quisiera a ella, conversar incluso. Claro que no traía a colación el tema de su hijo, eso la sacaba de sus casillas en menos de un parpadeo y aunque ver la furia reflejada en esos ojos era la visión más hermosa de todas, prefería una furia diferente.
A veces se preguntaba si al final la Emperatriz lo perdonaría. Lo más probable era que su hijo no lo hiciera, ni siquiera la princesa, ¿pero qué importaba si al final cumplía su propósito? *Larga vida el Rey y a la Reina.* Sonrió ante el imaginario saludo. ¿Quién iba a decirle que educar a los futuros gobernantes de la tierra salvaje iba a ser una tarea tan extenuante? Y lo que faltaba aún...
La Emperatriz no le había dicho ni una sola palabra. De hecho, lo estaba ignorando hacia un buen rato y se decidió actuar en favor del reconocimiento que en esos momentos anhelaba de parte de ella.
"Su Alteza, me siento realmente dolido al saber que me ignora de esta forma tan cruel." Se quejó Youki fingiendo indignación y recostándose perezosamente de uno de los postes que sujetaban la caseta con una postura descaradamente sensual.
"¿Por qué no te desapareces de una buena vez? Me estás estorbando." Gruñó la Emperatriz sin siquiera echarle un vistazo.
"¿Hoy no vas a perseguirme, ni a amenazarme, ni a tratar de atravesarme con esa linda espada?" Le dijo en tono burlón mientras sonreía triunfante al sentir cómo se iban condensando las primeras gotas de enojo en ella.
"Sólo te lo advertiré una vez demonio." Hizo énfasis en la última palabra y entrecerró los ojos mientras se acercaba a unos baúles que tenía arrinconados en una esquina.
"Me llamo Youki, y estoy a su servicio, Alteza." La mujer continuó ignorándolo mientras rebuscaba en uno de los baúles. Youki la observó, los bruscos movimientos resaltando aún más la marcada silueta. Cuerpo de guerrera, con una esencia destructiva rodeándola. Era imposible resistirse a estar cerca de ella. Con paso lento y silencioso se acercó y en el justo momento en que ella se puso en pie con una pequeña bolsa en la mano la sujetó por la cintura.
Para su sorpresa la Emperatriz no hizo esfuerzo alguno por liberarse como en otras ocasiones. Eso debió haber sido señal suficiente para saber que algo andaba mal, pero no era como si le fuera a hacer caso a su subsconsciente en esos momentos. Lentamente la volteó hasta que quedaron cara a cara. "Eres tan hermosa..." Susurró fascinado, perdido en los almendrados ojos y acariciando con la mano algo temblorosa las facciones femeninas.
Zellas entrecerró los párpados, como invitándolo y él no se hizo esperar. Con suavidad acercó su rostro y con suma delicadeza la besó. Cuando los labios de la Emperatriz se abrieron y le permitieron pasar cReyó que perdería la razón. Por unos instantes sus labios saborearon la dulce esencia y cuando Zellas pasó una mano a su nuca para exigirle un beso más profundo todo pensamiento lógico lo abandonó. Un beso tras otro lo hizo pensar que se ahogaba lentamente en un mar de caos y fuego.
La Emperatriz se alejó levemente para respirar y vio cómo la indómita mirada estaba llena de deseo. Aquellos párpados entrecerrados y los labios enrojecidos casi lo hicieron olvidar por qué estaba allí y que la mujer que tenía en sus brazos era de cuidado. Pero no tuvo tiempo de reaccionar a nada cuando Zellas le acercó los labios al oído y le susurró. "Esta es la última vez que juegas conmigo."
Al principio las palabras lo confundieron pero ella levantó una mano llena de un polvo dorado y lo sopló sobre su rostro. Al momento cayó de rodillas totalmente aturdido frente a ella. La vio sacar una daga de entre sus ropas, tomar su mano y pasar el filo por el revés de su brazo, justo sobre su muñeca. Se estremeció levemente pero nada más. La substancia obscura que componía su esencia interior se deslizó en una gruesa gota hasta su codo mientras la hoja de la filosa arma parecía corroerse como si hubiera tocado un ácido. Zellas sonrió y volvió a atraparlo por la nuca, besándolo con furia.
Finalmente lo soltó y se levantó del suelo, dándole la espalda para salir de la tienda. "Es la última vez." Repitió con voz seductora y dándole una guiñada.
Youki se levantó del suelo lentamente, haciendo un gran esfuerzo por mantener el balance. Tardó varios minutos hasta que pudo reunir la energía suficiente para transportarse hasta el castillo de Tougen. Cuando estuvo en su recámara suspiró aliviado, en un momento dado había temido que la mujer lo retuviera como en veces anteriores y esta vez no podía darse ese lujo. Sólo faltaban dos días para la fiesta de cumpleaños de la princesa.
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Filia se paseaba nerviosa de arriba a abajo en su recámara. Lina y Amelia se encontraban con ella. Se suponía que estarían ayudandola a preparar sus cosas para el "Gran Día", pero ninguna se animaba a imponerle el tema a la rubia. Los esfuerzos de sus amigos y los propios de echarle un vistazo al conjuro que sellaría el compromiso habían sido infructuosos y la última vez habían sido castigados severamente por el Rey y la Reina.
"Si tan sólo existiera alguna forma de impedir el compromiso." Musitó Amelia. Lina sólo se encogió de hombros.
"Eso no serviría de nada Amelia. Con o sin hechizo igual van a comprometer a Filia, ¿ne?"
"Tienes razón..." Ambas dieron un largo suspiro. "¿Imaginas que hubiera sido Xellos con quien se fuera a comprometer Filia? Estoy segura de que no estaría tan nerviosa." Se animó a decir con los ojos llenos de corazones.
"No sería diferente Amelia." Dijo de pronto la rubia.
"¿Nani? ¿Por qué no? Xellos es muy diferente a Monuke-san. Es amable contigo, siempre está a tu lado. Cierto que discuten a cada rato pero..."
"Eso es por el collar Amelia. No seas ciega." Susurró Filia. "En el momento en que Xellos se vea libre del collar se irá, desaparecerá de mi vida y regresará con su verdadera familia. Además, tiene que ser amable conmigo y seguirme a todas partes por eso mismo. Por el maldito collar." Cerró los delicados puños y una leve aura dorada la envolvió, aunque sus amigas no se percataron del hecho por no estarla observando en esos momentos.
"No me puedes decir que no sientes nada por él, Filia. Se te nota a leguas que Xellos no te es indiferente." Espetó Lina con celeridad. La princesa se limitó a sonreir con tristeza.
"Lina... ¿Tú crees que es fácil para mí ver a Xellos día a día y saber que es debido al collar que está a mi lado? Quisiera con toda mi alma poder ayudarlo a zafarse de esa maldición pero a la vez sufro porque sé que ese día será un adiós entre los dos. No puedo hacerme ilusiones de esa forma, Lina."
"Pero el amor lo vence todo, Filia. Vence todos los obstáculos, todos los problemas. Derriba las murallas más altas." Ripostó Amelia con la vehemencia innata que la caracterizaba al hablar del amor y la justicia.
"¿Pero y si él no me amara, Amelia? ¿Sería justo? No es como si me pudiera decir que me ama, ni siquiera recuerda quién es. ¿Y si ya está comprometido con alguien? ¿Y si cuando recupera todos sus recuerdos descubre que está profundamente enamorado de otra?" Filia apenas hablaba en susurros por temor a que la voz le fallara ante sus amigas.
"Veo que has pensado mucho en eso." Murmuró Lina cuando finalmente pudo hablar.
"Hai."
"Tienes razón Filia. No lo había visto desde ese punto." Dijo Amelia desconcertada. Las tres volvieron a suspirar profundamente sin decir más.
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Varias habitaciones más alejado, en la sastrería, una nueva costurera era presentada ante el sastre real.
"Bienvenida a Tougen, joven Enjeru. Me place que haya llegado sana y salva." Dijo al tiempo que se acercaba y le tomaba la mano para darle un simple beso. La joven se sonrojó brevemente y luego inclinó la cabeza en una graciosa reverencia.
"Quiero agradecerle el que me haya salvado de manos del villano que me tenía prisionera." Dijo la joven con gratitud.
Youki la observó, realmente la joven parecía un hermoso ángel, sus cabellos color caramelo y sus ojos del color de la miel cuando el sol la ilumina en la mañana. Los mechones levemente rizados adornaban un rostro perfectamente ovalado y su piel hermosa y en apariencia suave como el melocotón. Las mejillas con un perenne tinte rosado.
"Pero no todo ha terminado aún joven Enjeru. Puede mostrarme su gratitud siguiendo las instrucciones que le voy a dar. De esta forma pronto se encontrará acompañada de su prometido y en camino a su hogar." La joven asintió y comenzó a escuchar con atención todo lo que el hombre le indicaba.
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Zellas observó el horizonte ansiosa mientras esperaba pacientemente con las bridas de su caballo en una mano. Tenía sus doradas órbitas fijas en el camino. Su espera fue recompensada cuando a lo lejos escuchó un precipitado cabalgar. Continuó esperando hasta que el hombre estuvo a la vista y su corazón dio un vuelco al ver que el hombre le daba el saludo real de Koubuchi.
El hombre desmontó cerca de ella y al llegar se puso de rodillas frente a ella.
"Mi Señora, el reino de Tougen se prepara para el compromiso de la princesa con el príncipe de Giman. El evento será dentro de dos días y la guardia real estará vigilando el lugar. Sin embargo se espera la llegada de varios gobernantes, será fácil filtrar algunos hombres como sirvientes del palacio y tomar a la princesa de rehén durante la ceremonia misma. La joven no tiene guardia personal. Aunque no veo por qué no podamos atacarlos de la misma forma en que hemos hecho con los demás reinos."
"Guntar, confías mucho en nuestro ejército." Le sonrió la Emperatriz a uno de sus más fieles guerreros. "Pero éste no es cualquier reino. Este reino está protegido de la misma forma en que lo estaba Koubuchi. ¿Llegaste a ver el hombre del cual te hablé?"
"Sí, Mi Señora, el hombre está en palacio. Tiene seis doncellas a su cargo... es el sastre real." Lo dijo un poco dudoso y la Emperatriz lo miró con curiosidad.
"¿Llegó a verte?"
"No. Apenas salió de su recámara una o dos veces en todo el tiempo que estuve. Justo hoy anunció estar un poco indispuesto para atender a algunos de los invitados que solicitaron de sus servicios." Esta vez Zellas sonrió complacida.
"Bien. Entonces regresemos al campamento y preparemos a los hombres." Ambos montaron y partieron velozmente hacia el lugar donde se hallaba el resto de los guerreros de Koubuchi, mientras la noche se cernía con suavidad sobre el boscoso paraje que colindaba precisamente con los jardines del palacio de Tougen.
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Al día siguiente, Youki contemplaba todos los preparativos con una sonrisa velada. La única interrupción que había tenido en todo el día había sido una llamada del Primer Ministro para consultarlo una última vez acerca del conjuro de compromiso. Por lo demás sus doncellas se estaban encargando de cualquier preparativo de último minuto pues no se sentía completamente reestablecido desde el encuentro con la Emperatriz.
Según había calculado, la Emperatriz se encontraba a una semana de distancia del palacio, y eso hacía dos días atrás, por lo que estaba confiado en que la mujer no podría intervenir con sus planes. Estaba bastante confiado, sin embargo, una extraña premonición lo afligía desde el día anterior, como si hubiera en palacio una presencia conocida que no podía distinguir de entre las demás. Se recostó perezosamente del barandal en uno de los balcones desde donde se podía observar el palacete donde se llevaría a cabo la ceremonia.
La brisa parecía traer con ella un perfume conocido. Seguramente conocía a uno que otro invitado a la ceremonia, dado que en todos sus años había conocido muchos gobernantes en su búsqueda por la pareja que traería al mundo a la princesa dragón. Sus cabellos se agitaban suavemente con la gentil brisa y cerró los ojos para disfrutar aquel instante de tranquilidad.
Su mente regresó por instinto a los recuerdos que conservaba de la Emperatriz. "Eres tan hermosa, tan tramposa y seductora que no puedo esperar para volver a encontrarte." Susurró en voz apenas audible. Finalmente decidió regresar a sus recámara y tratar de recuperar sus fuerzas. No bien había cerrado la puerta cuando una figura silenciosa se deslizó entre las sombras del pasillo en dirección a la cocina real.
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Finalmente el gran día había llegado. En el jardín del palacio había un hermoso palacete construido completamente en mármol blanco. Cuatro columnas se levantaban majestuosamente sosteniendo una cúpula de cristal delicadamente trabajada con vitrales multicolores que recreaban escenas de los Campos Elicios. Bajo esa cúpula había una especie de redondel al que se podía llegar por unas amplias escaleras blancas que descansaban sobre un suave declive hasta terminar en el jardín principal. Había suficiente espacio a cada lado de las escaleras como para acomodar a doscientas personas, número que había sido cuidadosamente escogido por el Rey.
Filia se revolvió inquieta en su habitación, las doncellas del sastre habían terminado de ayudarla a vestir y Amelia comenzó a peinar sus cabellos.
"Lina... ¿crees que pueda escapar de esta?" Preguntó la rubia algo compugnida.
"Filia, siempre te has salido con la tuya, ¿por qué no habrías de hacerlo ahora?" Sonrió la peliroja tratando de animarla pero ni ella misma estaba demasiado segura de sus palabras. Observó el hermoso traje de su amiga, un delicado conjunto en tonos celestes, decorado con brillantes que resplandecían a cada movimiento. "Todo saldrá bien Filia, ya verás. Además... es sólo una tonta ceremonia de compromiso, no es tan serio." La rubia no respondió y se limitó a sollozar quedamente. Amelia se apresuró a abrazar a su amiga mientras Lina hacía lo mismo.
"Todo saldrá bien amiga, ya verás que sí." Suspiró Lina con la voz algo quebrada. Apenas faltaban unas horas para que comenzara la ceremonia. Un leve toque a la puerta interrumpió la escena. Luego de componerse un poco, Amelia acudió y abrió la puerta. No bien lo había hecho retrocedió muy asombrada. "¿Quién es Amelia?" La joven morena simplemente despejó el paso para dejar ver al que llamaba. Era Xellos, ni más ni menos.
"¿Puedo hablar con Filia? A solas..."
"Claro Xel. Vamos Amelia." Urgió Lina a la morena.
Xellos se deslizó al interior de la recámara y observó a Filia. Se veía hermosa aún cuando no había levantado la vista para mirarlo.
"¿Filia?" La aludida finalmente levantó la vista, sus ojos estaban levemente enrojecidos y algo húmedos. Al verlo Filia se quedó muy sorprendida. El joven no estaba vestido como era costumbre y usanza de Tougen. Sus ropas eran algo extrañas, si bien le daban un aire claramente exótico. Al ver la mirada que le daba Filia se sonrojó levemente.
"¿Te gusta?" Le dijo al tiempo que daba una vuelta. "Youki dijo que quería tratar algo diferente." Filia lo observó detenidamente, la negra seda cubría suavemente las formas del joven. La túnica brocada le llegaba hasta mitad de pierna y los pantalones, levemente sueltos abajo, se marcaban perfectamente en los muslos y caderas. Un medallón de plata colgaba de su cuello y llevaba sus tan familiares anillos. Por primera vez llevaba los cabellos sueltos, un poco más arriba de la mitad de la espalda y al hacerle una graciosa reverencia algunos mechones se deslizaron al frente cubriendo su rostro.
El corazón de Filia dio un vuelco en su interior. "Te ves muy bien Xellos." Dijo con media sonrisa para luego desviar la mirada. Xellos había crecido en aquel último año, había alcanzado una estatura que sólo el príncipe Gourry sobrepasaba y aunque había pasado la mayor parte del tiempo en el interior del palacio su cuerpo mostraba señales inequívocas de madurez.
"Filia..." Se acercó a ella con calma. Un suave tintineo resonó en la recámara provocado por las esclavas en los tobillos del joven. "Todo saldrá bien." Dijo al tiempo que la tomaba dulcemente de las manos. Ninguno de los dos se atrevía a mirarse y Xellos comenzó a jugar con las manos de Filia como un niño travieso hasta que las tomó más firmemente y se agachó para quedar en la línea de visión de Filia. Aún así la princesa no quiso mirarlo y el joven se llevó las manos a los labios con el único propósito de sentir el calor y el perfume que siempre la envolvía.
"Xellos..." Levantó los negros ojos hacia las profundidades celestes de ella.
"¿Sí?"
"Ha pasado mucho tiempo desde que llegaste aquí. Lamento que aún no haya podido encontrar el hechizo correcto..."
"Ssshhh... ¿Por qué hablas de eso ahora? Yo estoy preocupado por ti y tú sólo piensas en eso." Reclinó la cabeza hasta dejarlo en el regazo de ella. Filia, por instinto, comenzó a acariciar las suaves hebras negras que tanto le agradaban.
"¿Estás preocupado por mí?"
"Hai."
"¿Por qué?"
"Eres mi amiga Filia. Más que eso..." Le sonrió abiertamente. "Me preocupa todo lo que te afecta." La rubia procedió a quitar un mechón rebelde que le caía en los ojos a Xellos. "Si no fueras como eres, estos años hubieran sido un infierno para mí."
"Estás agradecido porque no te he tratado como un esclavo..." La rubia cambió el rostro al sentir una quemante sensación en los ojos y en la garganta.
"Hey, hey... Filia. Mírame." La obligó a mirarlo. "Fi-chan." Le susurró. "¿Piensas que sólo es agradecimiento?" La rubia asintió. "Pues te equivocas por completo." Con suavidad pasó el pulgar por el borde húmedo de las rubias pestañas. "Pienso que si no hubiera sido por el collar no hubiera tenido la oportunidad de conocer a una chica tan extraordinaria como tú."
"Princesa." Dijo Filia en un sollozo.
"Sí, princesa. La más chillona, engreída, mimada y bondadosa que exista." El comentario logró sacarle una ahogada risa a la princesa. "Animate Filia. Esto no es el fin del mundo. Además, aún me tienes a mí... ...y a tus amigos. Siempre estaremos aquí para ti." Filia no pudo contenerse más y lo abrazó con todas sus fuerzas. Xellos le devolvió el abrazo con la misma intensidad, sintiendo que su interior se revolvía dolorosamente sin saber si era por la tristeza de ella o por la suya propia.
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Una mujer elegantemente vestida se acercó a la puerta de la sastrería. Su paso era seguro y estaba acompañado por un delicado tintinear producido por las esclavas que adornaban sus tobillos. Sus etéreas ropas parecían flotar al igual que sus largos cabellos sobre sus descubiertas espaldas.
Había esperado mucho tiempo hasta asegurarse de que el sastre estaría completamente sólo en su recámara. Ni siquiera tocó a la puerta, simplemente se deslizó al interín.
Youki yacía recostado en el diván, en la recámara interior de la sastrería. Se sentía muy cansado y algo atontado. Había ordenado a sus doncellas que estuvieran al pendiente de las necesidades de los invitados incluyendo a la nueva doncella, por lo que se hallaba completamente sólo. No quería perderse la ceremonia por nada del mundo, necesitaba estar allí para ver por sí mismo la cara del Ministro, pero apenas podía levantarse. Escuchó el sonido de las campanillas y llamó.
"¿Kimusume, eres tú?" Mantuvo los ojos cerrados tratando de espantar la extraña pesadez.
"Iie." Segundos después sintió el frío de un metal que ya le era conocido. "Nos volvemos a ver." Dijo satisfecha la mujer. Youki abrió los ojos y a pesar de la situación tan desventajosa su mente sólo atinó a darle una apreciativa mirada a la Emperatriz. Finalmente su mente registró lo que significaba la presencia de la mujer en la ceremonia.
"Alteza... Qué gusto verla." Trató de permanecer impasible, aunque sus planes estaban a punto de derrumbarse. No entendía cómo era que la Emperatriz había llegado en tan poco tiempo y sin siquiera sentirla en los alrededores de Tougen. Como si le hubiera leído los pensamientos Zellas le mostró la daga con la que lo había cortado.
"Con esto te encontré y con el polvo dorado debilité todas tus defensas. No es fácil encontrar un conjuro que debilite a un demonio, pero aparentemente aún quedan algunos manuscritos." Sonrió complacida mientras le mostraba la daga con la que había conjurado. Conservaba parte de su obscura esencia impregnada en ella.
"Es por eso que me gustas tanto." Sonrió pícaramente el hombre. Zellas ni siquiera se inmutó, después de tres años de perseguirlo ya estaba acostumbrada a sus comentarios.
"Creo que tenemos una ceremonia que atender. Sería una pena que perdieras el momento en que tomaremos a la princesa de Tougen."
"No..." Trató de levantarse pero la espada en su cuello no se lo permitió. "No debes intervenir en la ceremonia." Le dijo en un tono que Zellas nunca le había escuchado utilizar.
"¿Por qué no habría de hacerlo? Es el momento perfecto." "La libertad de tu hijo está en juego en esa ceremonia. Debes esperar hasta que se termine." Dijo más por impulso que por haberlo meditado.
"Te dije la última vez que no volverías a jugar conmigo." Siseó la Emperatriz apretando la hoja contra el cuello. Youki se permitió un pequeño gemido antes de continuar explicando.
"No estoy jugando, debes esperar a que la ceremonia termine. Es por el bien de tu hijo." Le dio una mirada desdeñosa. El sastre podía sentir la miriada de emociones que se debatían en el interior de la Emperatriz.
"Vamos." Le dijo levantándolo con brusquedad del diván. Tuvo que darle el brazo y permitirle que se apoyara en ella, de otra forma no hubieran logrado avanzar un paso. Pronto se dirigieron hacia el lugar donde se realizaría la ceremonia. Mientras que Zellas iba de punta en blanco, con el distintivo medallón colgando del cuello y una hermosa corona, el sastre iba vestido con ricas ropas bordadas según la costumbre de los nobles de Tougen. Después de todo, había pensado, si tenía que morir ese mismo día lo haría con clase.
Cuando estaban a punto de entrar en el jardín, una de las doncellas del sastre se interpuso en su camino.
"¿Señor?" La joven estaba algo tensa y observaba a Zellas con ojos asesinos. Youki la detuvo con una sola mirada y la joven bajó la cabeza y se apartó de su camino. La Emperatriz no pudo suprimir un gesto de sorpresa ante la inmediata submisión y no pudo aguantar por más tiempo la curiosidad.
"Tus... doncellas... lobas... lo que sean, son muy obedientes. ¿Cómo lo haces?" Youki sonrió graciosamente.
"Sore wa himitsu..." La Emperatriz volteó los ojos.
"Cuando encuentre a mi hijo me voy a asegurar de que no puedas repetir esa frase."
No bien la pareja perdió de vista a la doncella, esta se escabulló entre los invitados en busca de sus hermanas.
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El melodioso sonido de flautas y arpas dio inicio a la tan esperada ceremonia. Al pie de las escalinatas aparecieron sin mucho preámbulo los príncipes. Filia iba colgada del brazo de Monuke quien observaba hacia el palacete con la mirada un tanto perdida. Si la princesa se hubiera tomado el tiempo para fijarse en el joven hubiera percibido un leve temblor, los clarísimos ojos un tanto enrojecidos y una que otra mirada en la dirección donde se encontraba Xellos.
Con paso lento comenzaron a subir las blancas escalinatas mientras los presentes vitoreaban alegremente a los jóvenes. Al llegar al final se detuvieron frente a un hermoso altar circular de plata rodeado de flores y en cuyo centro refulgía una hermosa llama azul.
Según habían sido instruidos, ambos deberían tocar la flama. La primera sería Filia, quien debía tomarla en sus manos y luego de repetir las palabras que el Ministro le indicara, pasaría la llama a las manos de su futuro esposo, luego de pasarla el hechizo debía sellarse con un abrazo.
La princesa suspiró acongojada pero se adelantó hasta la vasija y tomó la llama en sus manos. Se sorprendió un poco cuando no sintió calor alguno. La levantó con cuidado de no apagarla y el Ministro comenzó a recitar el conjuro para que ella lo fuera repitiendo.
Con esta flama azul yo te libero de todo hechizo... para que respondas sólo a mí, así como yo responderé sólo a tí... hasta el día que este compromiso sea innecesario...
Filia terminó de repetir el conjuro y la llama en sus manos se tornó casi blanca, era el momento de pasarla a las manos del príncipe. En el momento en que él la tocara y repitiera el conjuro, un abrazo sellaría el futuro de ambos.
La princesa tembló y sin poder evitarlo dirigió una mirada furtiva hacia las personas que se encontraban reunidas a los lados de la escalinata, entre ellos se encontraba Xellos. El joven le devolvió la mirada con algo de dolor. Era en aquellos momentos en que estaba a punto de perderla de cierta forma que comenzaba a entender lo que sentía por ella y le dolía sobremanera. Vio a la joven observar la llama azul por unos largos momentos mientras que el Ministro comenzaba a impacientarse.
Youki observaba expectante a la joven. Era el momento de madurar para la princesa. Inconscientemente sujetó la mano de la Emperatriz sobre su brazo. La mujer se limitó a continuar observando, sabía que sus hombres esperaban la señal para abalanzarse sobre la princesa en el instante que ella lo decidiera.
Filia le dio vueltas al conjuro y su corazón dio un salto, como si acabara de descubrir la solución a todos sus problemas. El conjuro liberaba a quien lo recibía de todo hechizo... ¿Acaso sería el hechizo que necesitaba...?
Sin pensarlo dos veces la princesa se volteó y bajó apresurada las blancas escalinatas. El Ministro, el príncipe y los Reyes la observaron estupefactos. El silencio que se produjo sólo era marcado por las zapatillas de Filia sobre los escalones. Con la respiración agitada se detuvo finalmente frente a Xellos.
"¡Extiende tus manos!" Le ordenó, Xellos no pudo evitar obedecer, aunque la sorpresa era clara en sus ojos.
"¿Qué haces Filia?" Susurró.
"Voy a romper el hechizo del collar." Musitó y levantó sus manos hacia las de Xellos.
"Pero Filia..." No pudo terminar, la resplandeciente lengua de fuego tocó sus dedos y de inmediato sintió como si todo su cuerpo ardiera. El collar cayó de su cuello y se deshizo como ceniza en el suelo, el rojo cristal humeó hasta consumirse. Cuando la llama desapareció de las manos de Xellos, un murmullo de asombro se fue extendiendo desde la multitud hasta llegar a oidos del Rey y del Ministro.
"Demonio..." Ese era el susurro que se había esparcido. La princesa se estaba comprometiendo con un demonio.
Filia no podía creer lo que veían sus ojos. Los negros cabellos de Xellos eran ahora de un brillante color púrpura, y sus ojos... ahh... sus ojos la hicieron temblar. Eran de un púrpura más vivo que sus cabellos y estaban rasgados como los de un gato. Dio un paso atrás asombrada.
La Emperatriz trató de suprimir un grito de sorpresa, su hijo finalmente estaba a su alcance. Estaba a punto de soltarse del brazo del sastre cuando éste la sujetó con firmeza. "Aún no." Susurró a su oído. La verde mirada la dejó inmóvil en su lugar, era como la promesa de las cosas por venir. "Tu hijo irá a buscarme a mis aposentos cuando todo esto termine, ¿podrías llevarme allá? No me gustaría ser descuartizado frente a los príncipes." Le dijo con media sonrisa. La Emperatriz dudó unos instantes, todo su corazón gritaba por estar con su hijo en esos momentos, pero tenía la impresión de que estaba sucediendo algo realmente importante y que el hombre sabía ya el desenlace.
Xellos sacudió levemente la cabeza y observó a Filia. Ahora podía recordarlo todo. Su mirada entonces se dirigió a la figura del Primer Ministro y la furia en su interior se mostró claramente en una breve obscuridad a su alrededor. Lo señaló con un dedo y todos los presentes siguieron la dirección que apuntaba. "Primer Ministro de Tougen, usted se ha dedicado a engañar a la familia real y hasta este día ha llegado su traición."
El Ministro dejó escapar un grito furioso. "¡Maldito demonio! Yo mismo te devolveré a los infiernos de donde saliste." El hombre desenvainó su espada y se lanzó velozmente al encuentro del joven cegado por la ira.
Xellos no estaba armado, empujó a Filia tras de sí, listo para enfrentar al hombre aún cuando carecía de una espada. Justo a su mano derecha un hombre lo llamó, espada en mano y se la arrojó. El joven la recibió en el aire y de inmediato la desenvainó. Al fijarse vio a Gourry con una sonrisa y haciéndole un signo de victoria.
Se preparó entonces para recibir al Primer Ministro quien cargaba la espada en alto mientras descendía. Esperó pacientemente hasta que el hombre se dispuso a dar el golpe, justo entonces atravesó su espada y sin mucho esfuerzo lo empujó de vuelta. El hombre le devolvió un golpe lateral, Xellos lo detuvo y cada siguiente golpe también. El Ministro lo rodeó jadeando y regresó al ataque. Era evidente que el hombre estaba en desventaja ante la fuerza del joven. Otra defensa de Xellos lo hizo resbalar algunos escalones y quedar con una rodilla en el suelo.
"Kisama. Maldito engendro." Jadeó con dificultad. Xellos se le acercó un poco y levantó la espada listo para la estocada final. Justo entonces un grito de Filia lo hizo girar, en el momento preciso en que Monuke cargaba en su contra. La espada del príncipe se clavó hasta la empuñadura en el vientre de Xellos y el Ministro comenzó a reir como un desquiciado.
"¿Te gusta mi marioneta, demonio?" Filia estaba horrorizada y Enzeru tenía los ojos muy abiertos.
"Lo siento mucho Xellos-san." Le susurró el joven casi al oído. El joven de los cabellos púrpuras respiró de forma entrecortada y una leve gota de obscura sangre bajó por sus labios. Monuke soltó la espada y retrocedió unos pasos, aún controlado por el Ministro. Filia estaba horrorizada ante la escena y apenas podía contener el grito que le traspasaba el pecho.
"De una forma u otra la princesa será mía y tú no serás quien me detenga." Exclamó el hombre levantándose y dirigiendo sus pasos hacia la rubia.
"Jamás." Susurró de forma apenas audible y con precisión tomó la empuñadura de la espada que lo atravesaba, una sonrisa sádica se posó en el juvenil rostro mientras la iba retirando. Era como su propio dolor lo alimentara. El Ministro detuvo sus pasos al escuchar el sonido del metal resonar claramente contra las escalones de mármol. Giró rápidamente y se estremeció involuntariamente.
El chico al que creía derrotado estaba de pie, los felinos ojos refulgiendo como fuego y una sonrisa en sus labios. El aura de obscuridad que había estado reprimiendo crepitaba a su alrededor, congelando lo que tocaba y ennegreciendo el prístino mármol. "Primer Ministro, recuerdo haberle hecho una promesa." La sonrisa se torció malignamente.
Extendió la mano y sin hacer ningún esfuerzo apareció en ella una especie de hoja filosa con una empuñadora hecha de ónix en la forma de un dragón. Una gema roja como la sangre descansaba en las garras posteriores del animal y refulgía. Xellos hizo girar su muñeca y la hoja giró sumisa. "Es tiempo de ajustar cuentas." Sólo hicieron falta dos pasos y la espada quedó clavada en el pecho del hombre, quien al momento pareció consumirse en llamas dando agonizantes alaridos. Con una mirada fría y calculadora el joven esbozó una sonrisa. "Yo siempre cumplo mis promesas Ministro. Siempre." Y de un tirón retiró el arma de su vil envoltura.
El cuerpo cayó de inmediato y continuó consumiéndose. Al girar se encontró con el príncipe Monuke quien lo observaba aterrorizado pero sin atreverse a mover. Monuke no pudo resistir demasiado aquella aura por lo que cayó de rodillas.
"¿Eres tan traidor como el Primer Ministro, Monuke-san?" Enzeru se limitó a bajar la cabeza, sabía que aquel debía ser su fin, era lo que bien se merecía por haber traicionado a su amada Enjeru. Xellos levantó la espada en el aire, dispuesto a dar la estocada final cuando se escuchó un agudo grito proveniente del grupo de espectadores. Una joven de largos cabellos corría escaleras arriba.
"¿Enjeru?" Apenas pudiéndose contener extendió los brazos dentro de los cuales se arrojó la hermosa joven. "¿Cómo es posible, Enjeru?" Por sobre el abrazo Enzeru elevó su vista hasta la de Xellos. El joven sabía que de haber sido el mismo príncipe que había salido contra su voluntad de Koubuchi no habría perdonado la vida del que ahora yacía de rodillas frente a él. Pero bastó una mirada hacia donde se encontraba Filia para que olvidara todo el odio hacia el ex príncipe de Giman y su aura desapareciera absorbida.
Con lentitud se apartó de la pareja y se dirigió a los Reyes. La Reina escogió ese momento para perder el sentido, cayendo en los brazos del Rey. Xellos se dirigó entonces al Rey. Podía sentir el terror que provocaba su sola mirada en el monarca por lo que bajó la cabeza permitiendo que sus cabellos ocultaran en parte su terrible mirada.
"Sus Majestades, lamento tan desagradable incidente, pero su primer Ministro era sólo un traidor."
"¿Quién eres?" Preguntó el Rey con voz temblorosa.
"Soy el hijo de Juu-ou, Emperatriz de Koubuchi, hace tres años fui secuestrado de mi hogar y he sido retenido en palacio contra mi voluntad. No deseo causarles más problemas a sus Majestades, por lo que quisiera regresar tan pronto sea posible al lado de mi madre." Esperó a que el Rey asimilara la información antes de levantar levemente la vista.
El Rey, que aún estaba aterrado, asintió con la cabeza. El príncipe de Koubuchi comenzó a bajar las escalinatas y cuando pasó al lado del cuerpo de lo que una vez había sido el Primer Ministro a una orden suya éste comenzó a arder hasta convertirse en cenizas. Finalmente se dirigió a donde estaba Filia. La joven no pudo evitar retroceder unos pasos con algo de temor.
"¿Filia?" La observó detenidamente, podía sentir el miedo y el terror emanando de ella como nunca antes. Durante esos tres años había olvidado lo que su apariencia causaba en las personas que lo observaban.
"Lo siento, Filia." Susurró.
La princesa recuperó poco a poco la compostura. Se acercó con cuidado al joven y tomó en consideración cada detalle. Así que los cabellos púrpuras que había encontrado una vez en su recámara eran suyos. Levantó temblorosa una mano y acaricio los purpúreos mechones.
"Eres libre..." Dijo finalmente esbozando una sonrisa. "Y no sólo eso... eres un príncipe... realmente eres un príncipe."
Xellos sonrió. "Ya no tienes que preocuparte por el Ministro... Ni por el compromiso. Feliz cumpleaños princesa." Ella le devolvió la sonrisa con complicidad.
"Debo partir Filia, fue un placer haber compartido contigo todo este tiempo." Musitó mientras tomaba las delicadas manos de la princesa y las besaba. Filia se puso roja, era como si una corriente eléctrica la hubiera tocado..
"¡Baka!, no tienes que hacer eso." Le dijo toda ruborizada.
"Yare, yare, Fi-chan, ¿es que nunca me vas a permitir darte un beso en paz?" Sonrió malicioso.
"Baka, eres incorregible." Suspiró. "Te voy a extrañar." Dijo abrazándolo de repente con emoción. El murmullo de voces creció alrededor de los príncipes. Justo en ese momento ambas figuras se vieron envueltas en una llama de fuego azul.
"¿Qué sucede?" Gritó Filia asustada.
"Kuso, el hechizo de compromiso." Dijo Xellos al percatarse de lo que sucedía. El hechizo de compromiso se había completado al abrazarse.
"¿Nani?" Dijo incrédula la princesa.
"El hechizo de compromiso, acabamos de sellar el hechizo." Le replicó Xellos fastidiado. No había podido disfrutar siquiera de su libertad cuando ya estaba bajo otro hechizo.
"¡Noooooooo, no es posible, es absurdo, absurdo, absurdo!" Gritó Filia. "No quiero casarme contigo." Le dijo mientras lo empujaba con el dedo como era su costumbre, los malos cascos cegándola momentaneamente.
"Tampoco yo quiero casarme contigo, eres muy chillona." Ripostó Xellos empujándola con el dedo como ella acababa de hacer.
"No soy chillona, tú eres el tonto, ¡baka!, ¿qué vamos a hacer ahora?" Dijo apretándo los delicados puños.
"No podemos hacer nada." Dijo perdiendo un poco la compostura.
"¿Nani?, no puedo estar encadenada a ti de por vida, es ABSURDO." Rugió Filia sin importarle que la mirada enfurecida de Xellos asustaba a todos los invitados.
"No grites tanto Filia, yo debería ser el más afectado, estaré atado a una princesa chillona de por vida." Dijo entre dientes apenas conteniéndose.
"¡BAKA!" Chilló la princesa y comenzó una pelea de perros y gatos que hizo que todos los invitados de la ceremonia huyeran despavoridos.
Lina, Gourry, Amelia y Zelgadis voltearon los ojos resignados. Aquello había sido una completa regresión.
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Jajajaja, ¿y se piensan que ya se acabó? Esta vez les tengo una conclusión, corta siguiendo el corte tradicional. Espero me digan cómo me quedó, si era lo que se esperaban o al fin y al cabo les resultó diferente. En parte supongo que ya algo se veía venir. Dejé cositas sin explicar, alguna en especial que quieran saber, me la piden para contestarla en el cap final.
Quiero darle muchísimas gracias en especial a Rinita Inverse por su pregunta de rutina: ¿aparecerá Lina? En un principio no pensaba trabajar con los personajes, porque no es fácil para mí desarrollar seis personajes a la vez en primera fila (sin incluir a Zellas) y encima tres adicionales de creación propia y separarlos para que no sean iguales. Pero no creo que haya quedado tan mal.
También mis gracias especiales para Wolf y su adoración por los personajes de las lobitas, lo que me hizo trabajarlas un poco más y darles algo de espacio cuando apenas eran personajes practicamente de relleno. ¡Thanx! Así como el estar pendiente de la historia y sus comentarios acerca de ella.
A todos los que en su momento han leído la historia y me han dejado un review comentando una escena en específico, porque me permitieron fijarme en escenas a las cuales no le había dado tanta importancia por estar centrada en los personajes principales.
A todos los que llegaron a leer, aunque no hayan dejado su review, espero que les haya gustado.
Josué!!! Namagomi es el nick que Filia le tiene a Xellos en la serie, no te voy a decir qué significa en verdad porque al fin y al cabo, para los fans de Slayers la palabra se torna más en un apodo que otra cosa. Pero en pocas palabras significa que estás sacando a tu hermana de quicio, jajajajajaja. Salúdame a Raúl y a tu hermana, que se le extraña un montón, no me olvido de ninguno. Besos ehh!!
A todos se me cuidan mucho y los veo en el epílogo de esta historia. Ja ne!
Capítulo 22
El Compromiso
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Los personajes de Slayers pertenecen a su creador.
¡Rayos! Este sí que es capítulo y su m*dre. Ejem, sorry, quedó largo... ¿pero eso estaban pidiendo no? Así que no se vayan a quejar. Además, seriamente que estoy un tanto cansada y aunque he leido el cap como diez veces pues seguro y se me pasa algo, así que por favor, me avisan de inmediato ehhh.
Gracias a Wolf Greywords, Zelda M., Zellas Metallium, Fany Metallium, Josué (Hermanito de Fi-chan!!), Lis-chan, Alpha-Jack, Yoko y Zelda. ¿Qué más les puedo decir además de gracias? Ciertamente que me han animado grandemente, muchas thanx. Esta vez les tengo las notas al final porque el cap es largo, así que... on with the story.
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Youki siguió perezosamente a la Emperatriz hasta el interior de su caseta. El lugar comenzaba a resultarle agradable. Impregnado en cada rincón estaba el perfume de esa mujer que lo estaba enloqueciendo poco a poco.
Habían pasado del completo odio, el de ella hacia él claro está, a una especie de extraño acuerdo. Si bien habían unos días en que la Emperatriz no soportaba su presencia, otros días simplemente parecían dos conocidos en silenciosa reunión. Esos eran los días en que podía acercarse tanto como quisiera a ella, conversar incluso. Claro que no traía a colación el tema de su hijo, eso la sacaba de sus casillas en menos de un parpadeo y aunque ver la furia reflejada en esos ojos era la visión más hermosa de todas, prefería una furia diferente.
A veces se preguntaba si al final la Emperatriz lo perdonaría. Lo más probable era que su hijo no lo hiciera, ni siquiera la princesa, ¿pero qué importaba si al final cumplía su propósito? *Larga vida el Rey y a la Reina.* Sonrió ante el imaginario saludo. ¿Quién iba a decirle que educar a los futuros gobernantes de la tierra salvaje iba a ser una tarea tan extenuante? Y lo que faltaba aún...
La Emperatriz no le había dicho ni una sola palabra. De hecho, lo estaba ignorando hacia un buen rato y se decidió actuar en favor del reconocimiento que en esos momentos anhelaba de parte de ella.
"Su Alteza, me siento realmente dolido al saber que me ignora de esta forma tan cruel." Se quejó Youki fingiendo indignación y recostándose perezosamente de uno de los postes que sujetaban la caseta con una postura descaradamente sensual.
"¿Por qué no te desapareces de una buena vez? Me estás estorbando." Gruñó la Emperatriz sin siquiera echarle un vistazo.
"¿Hoy no vas a perseguirme, ni a amenazarme, ni a tratar de atravesarme con esa linda espada?" Le dijo en tono burlón mientras sonreía triunfante al sentir cómo se iban condensando las primeras gotas de enojo en ella.
"Sólo te lo advertiré una vez demonio." Hizo énfasis en la última palabra y entrecerró los ojos mientras se acercaba a unos baúles que tenía arrinconados en una esquina.
"Me llamo Youki, y estoy a su servicio, Alteza." La mujer continuó ignorándolo mientras rebuscaba en uno de los baúles. Youki la observó, los bruscos movimientos resaltando aún más la marcada silueta. Cuerpo de guerrera, con una esencia destructiva rodeándola. Era imposible resistirse a estar cerca de ella. Con paso lento y silencioso se acercó y en el justo momento en que ella se puso en pie con una pequeña bolsa en la mano la sujetó por la cintura.
Para su sorpresa la Emperatriz no hizo esfuerzo alguno por liberarse como en otras ocasiones. Eso debió haber sido señal suficiente para saber que algo andaba mal, pero no era como si le fuera a hacer caso a su subsconsciente en esos momentos. Lentamente la volteó hasta que quedaron cara a cara. "Eres tan hermosa..." Susurró fascinado, perdido en los almendrados ojos y acariciando con la mano algo temblorosa las facciones femeninas.
Zellas entrecerró los párpados, como invitándolo y él no se hizo esperar. Con suavidad acercó su rostro y con suma delicadeza la besó. Cuando los labios de la Emperatriz se abrieron y le permitieron pasar cReyó que perdería la razón. Por unos instantes sus labios saborearon la dulce esencia y cuando Zellas pasó una mano a su nuca para exigirle un beso más profundo todo pensamiento lógico lo abandonó. Un beso tras otro lo hizo pensar que se ahogaba lentamente en un mar de caos y fuego.
La Emperatriz se alejó levemente para respirar y vio cómo la indómita mirada estaba llena de deseo. Aquellos párpados entrecerrados y los labios enrojecidos casi lo hicieron olvidar por qué estaba allí y que la mujer que tenía en sus brazos era de cuidado. Pero no tuvo tiempo de reaccionar a nada cuando Zellas le acercó los labios al oído y le susurró. "Esta es la última vez que juegas conmigo."
Al principio las palabras lo confundieron pero ella levantó una mano llena de un polvo dorado y lo sopló sobre su rostro. Al momento cayó de rodillas totalmente aturdido frente a ella. La vio sacar una daga de entre sus ropas, tomar su mano y pasar el filo por el revés de su brazo, justo sobre su muñeca. Se estremeció levemente pero nada más. La substancia obscura que componía su esencia interior se deslizó en una gruesa gota hasta su codo mientras la hoja de la filosa arma parecía corroerse como si hubiera tocado un ácido. Zellas sonrió y volvió a atraparlo por la nuca, besándolo con furia.
Finalmente lo soltó y se levantó del suelo, dándole la espalda para salir de la tienda. "Es la última vez." Repitió con voz seductora y dándole una guiñada.
Youki se levantó del suelo lentamente, haciendo un gran esfuerzo por mantener el balance. Tardó varios minutos hasta que pudo reunir la energía suficiente para transportarse hasta el castillo de Tougen. Cuando estuvo en su recámara suspiró aliviado, en un momento dado había temido que la mujer lo retuviera como en veces anteriores y esta vez no podía darse ese lujo. Sólo faltaban dos días para la fiesta de cumpleaños de la princesa.
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Filia se paseaba nerviosa de arriba a abajo en su recámara. Lina y Amelia se encontraban con ella. Se suponía que estarían ayudandola a preparar sus cosas para el "Gran Día", pero ninguna se animaba a imponerle el tema a la rubia. Los esfuerzos de sus amigos y los propios de echarle un vistazo al conjuro que sellaría el compromiso habían sido infructuosos y la última vez habían sido castigados severamente por el Rey y la Reina.
"Si tan sólo existiera alguna forma de impedir el compromiso." Musitó Amelia. Lina sólo se encogió de hombros.
"Eso no serviría de nada Amelia. Con o sin hechizo igual van a comprometer a Filia, ¿ne?"
"Tienes razón..." Ambas dieron un largo suspiro. "¿Imaginas que hubiera sido Xellos con quien se fuera a comprometer Filia? Estoy segura de que no estaría tan nerviosa." Se animó a decir con los ojos llenos de corazones.
"No sería diferente Amelia." Dijo de pronto la rubia.
"¿Nani? ¿Por qué no? Xellos es muy diferente a Monuke-san. Es amable contigo, siempre está a tu lado. Cierto que discuten a cada rato pero..."
"Eso es por el collar Amelia. No seas ciega." Susurró Filia. "En el momento en que Xellos se vea libre del collar se irá, desaparecerá de mi vida y regresará con su verdadera familia. Además, tiene que ser amable conmigo y seguirme a todas partes por eso mismo. Por el maldito collar." Cerró los delicados puños y una leve aura dorada la envolvió, aunque sus amigas no se percataron del hecho por no estarla observando en esos momentos.
"No me puedes decir que no sientes nada por él, Filia. Se te nota a leguas que Xellos no te es indiferente." Espetó Lina con celeridad. La princesa se limitó a sonreir con tristeza.
"Lina... ¿Tú crees que es fácil para mí ver a Xellos día a día y saber que es debido al collar que está a mi lado? Quisiera con toda mi alma poder ayudarlo a zafarse de esa maldición pero a la vez sufro porque sé que ese día será un adiós entre los dos. No puedo hacerme ilusiones de esa forma, Lina."
"Pero el amor lo vence todo, Filia. Vence todos los obstáculos, todos los problemas. Derriba las murallas más altas." Ripostó Amelia con la vehemencia innata que la caracterizaba al hablar del amor y la justicia.
"¿Pero y si él no me amara, Amelia? ¿Sería justo? No es como si me pudiera decir que me ama, ni siquiera recuerda quién es. ¿Y si ya está comprometido con alguien? ¿Y si cuando recupera todos sus recuerdos descubre que está profundamente enamorado de otra?" Filia apenas hablaba en susurros por temor a que la voz le fallara ante sus amigas.
"Veo que has pensado mucho en eso." Murmuró Lina cuando finalmente pudo hablar.
"Hai."
"Tienes razón Filia. No lo había visto desde ese punto." Dijo Amelia desconcertada. Las tres volvieron a suspirar profundamente sin decir más.
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Varias habitaciones más alejado, en la sastrería, una nueva costurera era presentada ante el sastre real.
"Bienvenida a Tougen, joven Enjeru. Me place que haya llegado sana y salva." Dijo al tiempo que se acercaba y le tomaba la mano para darle un simple beso. La joven se sonrojó brevemente y luego inclinó la cabeza en una graciosa reverencia.
"Quiero agradecerle el que me haya salvado de manos del villano que me tenía prisionera." Dijo la joven con gratitud.
Youki la observó, realmente la joven parecía un hermoso ángel, sus cabellos color caramelo y sus ojos del color de la miel cuando el sol la ilumina en la mañana. Los mechones levemente rizados adornaban un rostro perfectamente ovalado y su piel hermosa y en apariencia suave como el melocotón. Las mejillas con un perenne tinte rosado.
"Pero no todo ha terminado aún joven Enjeru. Puede mostrarme su gratitud siguiendo las instrucciones que le voy a dar. De esta forma pronto se encontrará acompañada de su prometido y en camino a su hogar." La joven asintió y comenzó a escuchar con atención todo lo que el hombre le indicaba.
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Zellas observó el horizonte ansiosa mientras esperaba pacientemente con las bridas de su caballo en una mano. Tenía sus doradas órbitas fijas en el camino. Su espera fue recompensada cuando a lo lejos escuchó un precipitado cabalgar. Continuó esperando hasta que el hombre estuvo a la vista y su corazón dio un vuelco al ver que el hombre le daba el saludo real de Koubuchi.
El hombre desmontó cerca de ella y al llegar se puso de rodillas frente a ella.
"Mi Señora, el reino de Tougen se prepara para el compromiso de la princesa con el príncipe de Giman. El evento será dentro de dos días y la guardia real estará vigilando el lugar. Sin embargo se espera la llegada de varios gobernantes, será fácil filtrar algunos hombres como sirvientes del palacio y tomar a la princesa de rehén durante la ceremonia misma. La joven no tiene guardia personal. Aunque no veo por qué no podamos atacarlos de la misma forma en que hemos hecho con los demás reinos."
"Guntar, confías mucho en nuestro ejército." Le sonrió la Emperatriz a uno de sus más fieles guerreros. "Pero éste no es cualquier reino. Este reino está protegido de la misma forma en que lo estaba Koubuchi. ¿Llegaste a ver el hombre del cual te hablé?"
"Sí, Mi Señora, el hombre está en palacio. Tiene seis doncellas a su cargo... es el sastre real." Lo dijo un poco dudoso y la Emperatriz lo miró con curiosidad.
"¿Llegó a verte?"
"No. Apenas salió de su recámara una o dos veces en todo el tiempo que estuve. Justo hoy anunció estar un poco indispuesto para atender a algunos de los invitados que solicitaron de sus servicios." Esta vez Zellas sonrió complacida.
"Bien. Entonces regresemos al campamento y preparemos a los hombres." Ambos montaron y partieron velozmente hacia el lugar donde se hallaba el resto de los guerreros de Koubuchi, mientras la noche se cernía con suavidad sobre el boscoso paraje que colindaba precisamente con los jardines del palacio de Tougen.
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Al día siguiente, Youki contemplaba todos los preparativos con una sonrisa velada. La única interrupción que había tenido en todo el día había sido una llamada del Primer Ministro para consultarlo una última vez acerca del conjuro de compromiso. Por lo demás sus doncellas se estaban encargando de cualquier preparativo de último minuto pues no se sentía completamente reestablecido desde el encuentro con la Emperatriz.
Según había calculado, la Emperatriz se encontraba a una semana de distancia del palacio, y eso hacía dos días atrás, por lo que estaba confiado en que la mujer no podría intervenir con sus planes. Estaba bastante confiado, sin embargo, una extraña premonición lo afligía desde el día anterior, como si hubiera en palacio una presencia conocida que no podía distinguir de entre las demás. Se recostó perezosamente del barandal en uno de los balcones desde donde se podía observar el palacete donde se llevaría a cabo la ceremonia.
La brisa parecía traer con ella un perfume conocido. Seguramente conocía a uno que otro invitado a la ceremonia, dado que en todos sus años había conocido muchos gobernantes en su búsqueda por la pareja que traería al mundo a la princesa dragón. Sus cabellos se agitaban suavemente con la gentil brisa y cerró los ojos para disfrutar aquel instante de tranquilidad.
Su mente regresó por instinto a los recuerdos que conservaba de la Emperatriz. "Eres tan hermosa, tan tramposa y seductora que no puedo esperar para volver a encontrarte." Susurró en voz apenas audible. Finalmente decidió regresar a sus recámara y tratar de recuperar sus fuerzas. No bien había cerrado la puerta cuando una figura silenciosa se deslizó entre las sombras del pasillo en dirección a la cocina real.
*******
Finalmente el gran día había llegado. En el jardín del palacio había un hermoso palacete construido completamente en mármol blanco. Cuatro columnas se levantaban majestuosamente sosteniendo una cúpula de cristal delicadamente trabajada con vitrales multicolores que recreaban escenas de los Campos Elicios. Bajo esa cúpula había una especie de redondel al que se podía llegar por unas amplias escaleras blancas que descansaban sobre un suave declive hasta terminar en el jardín principal. Había suficiente espacio a cada lado de las escaleras como para acomodar a doscientas personas, número que había sido cuidadosamente escogido por el Rey.
Filia se revolvió inquieta en su habitación, las doncellas del sastre habían terminado de ayudarla a vestir y Amelia comenzó a peinar sus cabellos.
"Lina... ¿crees que pueda escapar de esta?" Preguntó la rubia algo compugnida.
"Filia, siempre te has salido con la tuya, ¿por qué no habrías de hacerlo ahora?" Sonrió la peliroja tratando de animarla pero ni ella misma estaba demasiado segura de sus palabras. Observó el hermoso traje de su amiga, un delicado conjunto en tonos celestes, decorado con brillantes que resplandecían a cada movimiento. "Todo saldrá bien Filia, ya verás. Además... es sólo una tonta ceremonia de compromiso, no es tan serio." La rubia no respondió y se limitó a sollozar quedamente. Amelia se apresuró a abrazar a su amiga mientras Lina hacía lo mismo.
"Todo saldrá bien amiga, ya verás que sí." Suspiró Lina con la voz algo quebrada. Apenas faltaban unas horas para que comenzara la ceremonia. Un leve toque a la puerta interrumpió la escena. Luego de componerse un poco, Amelia acudió y abrió la puerta. No bien lo había hecho retrocedió muy asombrada. "¿Quién es Amelia?" La joven morena simplemente despejó el paso para dejar ver al que llamaba. Era Xellos, ni más ni menos.
"¿Puedo hablar con Filia? A solas..."
"Claro Xel. Vamos Amelia." Urgió Lina a la morena.
Xellos se deslizó al interior de la recámara y observó a Filia. Se veía hermosa aún cuando no había levantado la vista para mirarlo.
"¿Filia?" La aludida finalmente levantó la vista, sus ojos estaban levemente enrojecidos y algo húmedos. Al verlo Filia se quedó muy sorprendida. El joven no estaba vestido como era costumbre y usanza de Tougen. Sus ropas eran algo extrañas, si bien le daban un aire claramente exótico. Al ver la mirada que le daba Filia se sonrojó levemente.
"¿Te gusta?" Le dijo al tiempo que daba una vuelta. "Youki dijo que quería tratar algo diferente." Filia lo observó detenidamente, la negra seda cubría suavemente las formas del joven. La túnica brocada le llegaba hasta mitad de pierna y los pantalones, levemente sueltos abajo, se marcaban perfectamente en los muslos y caderas. Un medallón de plata colgaba de su cuello y llevaba sus tan familiares anillos. Por primera vez llevaba los cabellos sueltos, un poco más arriba de la mitad de la espalda y al hacerle una graciosa reverencia algunos mechones se deslizaron al frente cubriendo su rostro.
El corazón de Filia dio un vuelco en su interior. "Te ves muy bien Xellos." Dijo con media sonrisa para luego desviar la mirada. Xellos había crecido en aquel último año, había alcanzado una estatura que sólo el príncipe Gourry sobrepasaba y aunque había pasado la mayor parte del tiempo en el interior del palacio su cuerpo mostraba señales inequívocas de madurez.
"Filia..." Se acercó a ella con calma. Un suave tintineo resonó en la recámara provocado por las esclavas en los tobillos del joven. "Todo saldrá bien." Dijo al tiempo que la tomaba dulcemente de las manos. Ninguno de los dos se atrevía a mirarse y Xellos comenzó a jugar con las manos de Filia como un niño travieso hasta que las tomó más firmemente y se agachó para quedar en la línea de visión de Filia. Aún así la princesa no quiso mirarlo y el joven se llevó las manos a los labios con el único propósito de sentir el calor y el perfume que siempre la envolvía.
"Xellos..." Levantó los negros ojos hacia las profundidades celestes de ella.
"¿Sí?"
"Ha pasado mucho tiempo desde que llegaste aquí. Lamento que aún no haya podido encontrar el hechizo correcto..."
"Ssshhh... ¿Por qué hablas de eso ahora? Yo estoy preocupado por ti y tú sólo piensas en eso." Reclinó la cabeza hasta dejarlo en el regazo de ella. Filia, por instinto, comenzó a acariciar las suaves hebras negras que tanto le agradaban.
"¿Estás preocupado por mí?"
"Hai."
"¿Por qué?"
"Eres mi amiga Filia. Más que eso..." Le sonrió abiertamente. "Me preocupa todo lo que te afecta." La rubia procedió a quitar un mechón rebelde que le caía en los ojos a Xellos. "Si no fueras como eres, estos años hubieran sido un infierno para mí."
"Estás agradecido porque no te he tratado como un esclavo..." La rubia cambió el rostro al sentir una quemante sensación en los ojos y en la garganta.
"Hey, hey... Filia. Mírame." La obligó a mirarlo. "Fi-chan." Le susurró. "¿Piensas que sólo es agradecimiento?" La rubia asintió. "Pues te equivocas por completo." Con suavidad pasó el pulgar por el borde húmedo de las rubias pestañas. "Pienso que si no hubiera sido por el collar no hubiera tenido la oportunidad de conocer a una chica tan extraordinaria como tú."
"Princesa." Dijo Filia en un sollozo.
"Sí, princesa. La más chillona, engreída, mimada y bondadosa que exista." El comentario logró sacarle una ahogada risa a la princesa. "Animate Filia. Esto no es el fin del mundo. Además, aún me tienes a mí... ...y a tus amigos. Siempre estaremos aquí para ti." Filia no pudo contenerse más y lo abrazó con todas sus fuerzas. Xellos le devolvió el abrazo con la misma intensidad, sintiendo que su interior se revolvía dolorosamente sin saber si era por la tristeza de ella o por la suya propia.
*******
Una mujer elegantemente vestida se acercó a la puerta de la sastrería. Su paso era seguro y estaba acompañado por un delicado tintinear producido por las esclavas que adornaban sus tobillos. Sus etéreas ropas parecían flotar al igual que sus largos cabellos sobre sus descubiertas espaldas.
Había esperado mucho tiempo hasta asegurarse de que el sastre estaría completamente sólo en su recámara. Ni siquiera tocó a la puerta, simplemente se deslizó al interín.
Youki yacía recostado en el diván, en la recámara interior de la sastrería. Se sentía muy cansado y algo atontado. Había ordenado a sus doncellas que estuvieran al pendiente de las necesidades de los invitados incluyendo a la nueva doncella, por lo que se hallaba completamente sólo. No quería perderse la ceremonia por nada del mundo, necesitaba estar allí para ver por sí mismo la cara del Ministro, pero apenas podía levantarse. Escuchó el sonido de las campanillas y llamó.
"¿Kimusume, eres tú?" Mantuvo los ojos cerrados tratando de espantar la extraña pesadez.
"Iie." Segundos después sintió el frío de un metal que ya le era conocido. "Nos volvemos a ver." Dijo satisfecha la mujer. Youki abrió los ojos y a pesar de la situación tan desventajosa su mente sólo atinó a darle una apreciativa mirada a la Emperatriz. Finalmente su mente registró lo que significaba la presencia de la mujer en la ceremonia.
"Alteza... Qué gusto verla." Trató de permanecer impasible, aunque sus planes estaban a punto de derrumbarse. No entendía cómo era que la Emperatriz había llegado en tan poco tiempo y sin siquiera sentirla en los alrededores de Tougen. Como si le hubiera leído los pensamientos Zellas le mostró la daga con la que lo había cortado.
"Con esto te encontré y con el polvo dorado debilité todas tus defensas. No es fácil encontrar un conjuro que debilite a un demonio, pero aparentemente aún quedan algunos manuscritos." Sonrió complacida mientras le mostraba la daga con la que había conjurado. Conservaba parte de su obscura esencia impregnada en ella.
"Es por eso que me gustas tanto." Sonrió pícaramente el hombre. Zellas ni siquiera se inmutó, después de tres años de perseguirlo ya estaba acostumbrada a sus comentarios.
"Creo que tenemos una ceremonia que atender. Sería una pena que perdieras el momento en que tomaremos a la princesa de Tougen."
"No..." Trató de levantarse pero la espada en su cuello no se lo permitió. "No debes intervenir en la ceremonia." Le dijo en un tono que Zellas nunca le había escuchado utilizar.
"¿Por qué no habría de hacerlo? Es el momento perfecto." "La libertad de tu hijo está en juego en esa ceremonia. Debes esperar hasta que se termine." Dijo más por impulso que por haberlo meditado.
"Te dije la última vez que no volverías a jugar conmigo." Siseó la Emperatriz apretando la hoja contra el cuello. Youki se permitió un pequeño gemido antes de continuar explicando.
"No estoy jugando, debes esperar a que la ceremonia termine. Es por el bien de tu hijo." Le dio una mirada desdeñosa. El sastre podía sentir la miriada de emociones que se debatían en el interior de la Emperatriz.
"Vamos." Le dijo levantándolo con brusquedad del diván. Tuvo que darle el brazo y permitirle que se apoyara en ella, de otra forma no hubieran logrado avanzar un paso. Pronto se dirigieron hacia el lugar donde se realizaría la ceremonia. Mientras que Zellas iba de punta en blanco, con el distintivo medallón colgando del cuello y una hermosa corona, el sastre iba vestido con ricas ropas bordadas según la costumbre de los nobles de Tougen. Después de todo, había pensado, si tenía que morir ese mismo día lo haría con clase.
Cuando estaban a punto de entrar en el jardín, una de las doncellas del sastre se interpuso en su camino.
"¿Señor?" La joven estaba algo tensa y observaba a Zellas con ojos asesinos. Youki la detuvo con una sola mirada y la joven bajó la cabeza y se apartó de su camino. La Emperatriz no pudo suprimir un gesto de sorpresa ante la inmediata submisión y no pudo aguantar por más tiempo la curiosidad.
"Tus... doncellas... lobas... lo que sean, son muy obedientes. ¿Cómo lo haces?" Youki sonrió graciosamente.
"Sore wa himitsu..." La Emperatriz volteó los ojos.
"Cuando encuentre a mi hijo me voy a asegurar de que no puedas repetir esa frase."
No bien la pareja perdió de vista a la doncella, esta se escabulló entre los invitados en busca de sus hermanas.
*******
El melodioso sonido de flautas y arpas dio inicio a la tan esperada ceremonia. Al pie de las escalinatas aparecieron sin mucho preámbulo los príncipes. Filia iba colgada del brazo de Monuke quien observaba hacia el palacete con la mirada un tanto perdida. Si la princesa se hubiera tomado el tiempo para fijarse en el joven hubiera percibido un leve temblor, los clarísimos ojos un tanto enrojecidos y una que otra mirada en la dirección donde se encontraba Xellos.
Con paso lento comenzaron a subir las blancas escalinatas mientras los presentes vitoreaban alegremente a los jóvenes. Al llegar al final se detuvieron frente a un hermoso altar circular de plata rodeado de flores y en cuyo centro refulgía una hermosa llama azul.
Según habían sido instruidos, ambos deberían tocar la flama. La primera sería Filia, quien debía tomarla en sus manos y luego de repetir las palabras que el Ministro le indicara, pasaría la llama a las manos de su futuro esposo, luego de pasarla el hechizo debía sellarse con un abrazo.
La princesa suspiró acongojada pero se adelantó hasta la vasija y tomó la llama en sus manos. Se sorprendió un poco cuando no sintió calor alguno. La levantó con cuidado de no apagarla y el Ministro comenzó a recitar el conjuro para que ella lo fuera repitiendo.
Con esta flama azul yo te libero de todo hechizo... para que respondas sólo a mí, así como yo responderé sólo a tí... hasta el día que este compromiso sea innecesario...
Filia terminó de repetir el conjuro y la llama en sus manos se tornó casi blanca, era el momento de pasarla a las manos del príncipe. En el momento en que él la tocara y repitiera el conjuro, un abrazo sellaría el futuro de ambos.
La princesa tembló y sin poder evitarlo dirigió una mirada furtiva hacia las personas que se encontraban reunidas a los lados de la escalinata, entre ellos se encontraba Xellos. El joven le devolvió la mirada con algo de dolor. Era en aquellos momentos en que estaba a punto de perderla de cierta forma que comenzaba a entender lo que sentía por ella y le dolía sobremanera. Vio a la joven observar la llama azul por unos largos momentos mientras que el Ministro comenzaba a impacientarse.
Youki observaba expectante a la joven. Era el momento de madurar para la princesa. Inconscientemente sujetó la mano de la Emperatriz sobre su brazo. La mujer se limitó a continuar observando, sabía que sus hombres esperaban la señal para abalanzarse sobre la princesa en el instante que ella lo decidiera.
Filia le dio vueltas al conjuro y su corazón dio un salto, como si acabara de descubrir la solución a todos sus problemas. El conjuro liberaba a quien lo recibía de todo hechizo... ¿Acaso sería el hechizo que necesitaba...?
Sin pensarlo dos veces la princesa se volteó y bajó apresurada las blancas escalinatas. El Ministro, el príncipe y los Reyes la observaron estupefactos. El silencio que se produjo sólo era marcado por las zapatillas de Filia sobre los escalones. Con la respiración agitada se detuvo finalmente frente a Xellos.
"¡Extiende tus manos!" Le ordenó, Xellos no pudo evitar obedecer, aunque la sorpresa era clara en sus ojos.
"¿Qué haces Filia?" Susurró.
"Voy a romper el hechizo del collar." Musitó y levantó sus manos hacia las de Xellos.
"Pero Filia..." No pudo terminar, la resplandeciente lengua de fuego tocó sus dedos y de inmediato sintió como si todo su cuerpo ardiera. El collar cayó de su cuello y se deshizo como ceniza en el suelo, el rojo cristal humeó hasta consumirse. Cuando la llama desapareció de las manos de Xellos, un murmullo de asombro se fue extendiendo desde la multitud hasta llegar a oidos del Rey y del Ministro.
"Demonio..." Ese era el susurro que se había esparcido. La princesa se estaba comprometiendo con un demonio.
Filia no podía creer lo que veían sus ojos. Los negros cabellos de Xellos eran ahora de un brillante color púrpura, y sus ojos... ahh... sus ojos la hicieron temblar. Eran de un púrpura más vivo que sus cabellos y estaban rasgados como los de un gato. Dio un paso atrás asombrada.
La Emperatriz trató de suprimir un grito de sorpresa, su hijo finalmente estaba a su alcance. Estaba a punto de soltarse del brazo del sastre cuando éste la sujetó con firmeza. "Aún no." Susurró a su oído. La verde mirada la dejó inmóvil en su lugar, era como la promesa de las cosas por venir. "Tu hijo irá a buscarme a mis aposentos cuando todo esto termine, ¿podrías llevarme allá? No me gustaría ser descuartizado frente a los príncipes." Le dijo con media sonrisa. La Emperatriz dudó unos instantes, todo su corazón gritaba por estar con su hijo en esos momentos, pero tenía la impresión de que estaba sucediendo algo realmente importante y que el hombre sabía ya el desenlace.
Xellos sacudió levemente la cabeza y observó a Filia. Ahora podía recordarlo todo. Su mirada entonces se dirigió a la figura del Primer Ministro y la furia en su interior se mostró claramente en una breve obscuridad a su alrededor. Lo señaló con un dedo y todos los presentes siguieron la dirección que apuntaba. "Primer Ministro de Tougen, usted se ha dedicado a engañar a la familia real y hasta este día ha llegado su traición."
El Ministro dejó escapar un grito furioso. "¡Maldito demonio! Yo mismo te devolveré a los infiernos de donde saliste." El hombre desenvainó su espada y se lanzó velozmente al encuentro del joven cegado por la ira.
Xellos no estaba armado, empujó a Filia tras de sí, listo para enfrentar al hombre aún cuando carecía de una espada. Justo a su mano derecha un hombre lo llamó, espada en mano y se la arrojó. El joven la recibió en el aire y de inmediato la desenvainó. Al fijarse vio a Gourry con una sonrisa y haciéndole un signo de victoria.
Se preparó entonces para recibir al Primer Ministro quien cargaba la espada en alto mientras descendía. Esperó pacientemente hasta que el hombre se dispuso a dar el golpe, justo entonces atravesó su espada y sin mucho esfuerzo lo empujó de vuelta. El hombre le devolvió un golpe lateral, Xellos lo detuvo y cada siguiente golpe también. El Ministro lo rodeó jadeando y regresó al ataque. Era evidente que el hombre estaba en desventaja ante la fuerza del joven. Otra defensa de Xellos lo hizo resbalar algunos escalones y quedar con una rodilla en el suelo.
"Kisama. Maldito engendro." Jadeó con dificultad. Xellos se le acercó un poco y levantó la espada listo para la estocada final. Justo entonces un grito de Filia lo hizo girar, en el momento preciso en que Monuke cargaba en su contra. La espada del príncipe se clavó hasta la empuñadura en el vientre de Xellos y el Ministro comenzó a reir como un desquiciado.
"¿Te gusta mi marioneta, demonio?" Filia estaba horrorizada y Enzeru tenía los ojos muy abiertos.
"Lo siento mucho Xellos-san." Le susurró el joven casi al oído. El joven de los cabellos púrpuras respiró de forma entrecortada y una leve gota de obscura sangre bajó por sus labios. Monuke soltó la espada y retrocedió unos pasos, aún controlado por el Ministro. Filia estaba horrorizada ante la escena y apenas podía contener el grito que le traspasaba el pecho.
"De una forma u otra la princesa será mía y tú no serás quien me detenga." Exclamó el hombre levantándose y dirigiendo sus pasos hacia la rubia.
"Jamás." Susurró de forma apenas audible y con precisión tomó la empuñadura de la espada que lo atravesaba, una sonrisa sádica se posó en el juvenil rostro mientras la iba retirando. Era como su propio dolor lo alimentara. El Ministro detuvo sus pasos al escuchar el sonido del metal resonar claramente contra las escalones de mármol. Giró rápidamente y se estremeció involuntariamente.
El chico al que creía derrotado estaba de pie, los felinos ojos refulgiendo como fuego y una sonrisa en sus labios. El aura de obscuridad que había estado reprimiendo crepitaba a su alrededor, congelando lo que tocaba y ennegreciendo el prístino mármol. "Primer Ministro, recuerdo haberle hecho una promesa." La sonrisa se torció malignamente.
Extendió la mano y sin hacer ningún esfuerzo apareció en ella una especie de hoja filosa con una empuñadora hecha de ónix en la forma de un dragón. Una gema roja como la sangre descansaba en las garras posteriores del animal y refulgía. Xellos hizo girar su muñeca y la hoja giró sumisa. "Es tiempo de ajustar cuentas." Sólo hicieron falta dos pasos y la espada quedó clavada en el pecho del hombre, quien al momento pareció consumirse en llamas dando agonizantes alaridos. Con una mirada fría y calculadora el joven esbozó una sonrisa. "Yo siempre cumplo mis promesas Ministro. Siempre." Y de un tirón retiró el arma de su vil envoltura.
El cuerpo cayó de inmediato y continuó consumiéndose. Al girar se encontró con el príncipe Monuke quien lo observaba aterrorizado pero sin atreverse a mover. Monuke no pudo resistir demasiado aquella aura por lo que cayó de rodillas.
"¿Eres tan traidor como el Primer Ministro, Monuke-san?" Enzeru se limitó a bajar la cabeza, sabía que aquel debía ser su fin, era lo que bien se merecía por haber traicionado a su amada Enjeru. Xellos levantó la espada en el aire, dispuesto a dar la estocada final cuando se escuchó un agudo grito proveniente del grupo de espectadores. Una joven de largos cabellos corría escaleras arriba.
"¿Enjeru?" Apenas pudiéndose contener extendió los brazos dentro de los cuales se arrojó la hermosa joven. "¿Cómo es posible, Enjeru?" Por sobre el abrazo Enzeru elevó su vista hasta la de Xellos. El joven sabía que de haber sido el mismo príncipe que había salido contra su voluntad de Koubuchi no habría perdonado la vida del que ahora yacía de rodillas frente a él. Pero bastó una mirada hacia donde se encontraba Filia para que olvidara todo el odio hacia el ex príncipe de Giman y su aura desapareciera absorbida.
Con lentitud se apartó de la pareja y se dirigió a los Reyes. La Reina escogió ese momento para perder el sentido, cayendo en los brazos del Rey. Xellos se dirigó entonces al Rey. Podía sentir el terror que provocaba su sola mirada en el monarca por lo que bajó la cabeza permitiendo que sus cabellos ocultaran en parte su terrible mirada.
"Sus Majestades, lamento tan desagradable incidente, pero su primer Ministro era sólo un traidor."
"¿Quién eres?" Preguntó el Rey con voz temblorosa.
"Soy el hijo de Juu-ou, Emperatriz de Koubuchi, hace tres años fui secuestrado de mi hogar y he sido retenido en palacio contra mi voluntad. No deseo causarles más problemas a sus Majestades, por lo que quisiera regresar tan pronto sea posible al lado de mi madre." Esperó a que el Rey asimilara la información antes de levantar levemente la vista.
El Rey, que aún estaba aterrado, asintió con la cabeza. El príncipe de Koubuchi comenzó a bajar las escalinatas y cuando pasó al lado del cuerpo de lo que una vez había sido el Primer Ministro a una orden suya éste comenzó a arder hasta convertirse en cenizas. Finalmente se dirigió a donde estaba Filia. La joven no pudo evitar retroceder unos pasos con algo de temor.
"¿Filia?" La observó detenidamente, podía sentir el miedo y el terror emanando de ella como nunca antes. Durante esos tres años había olvidado lo que su apariencia causaba en las personas que lo observaban.
"Lo siento, Filia." Susurró.
La princesa recuperó poco a poco la compostura. Se acercó con cuidado al joven y tomó en consideración cada detalle. Así que los cabellos púrpuras que había encontrado una vez en su recámara eran suyos. Levantó temblorosa una mano y acaricio los purpúreos mechones.
"Eres libre..." Dijo finalmente esbozando una sonrisa. "Y no sólo eso... eres un príncipe... realmente eres un príncipe."
Xellos sonrió. "Ya no tienes que preocuparte por el Ministro... Ni por el compromiso. Feliz cumpleaños princesa." Ella le devolvió la sonrisa con complicidad.
"Debo partir Filia, fue un placer haber compartido contigo todo este tiempo." Musitó mientras tomaba las delicadas manos de la princesa y las besaba. Filia se puso roja, era como si una corriente eléctrica la hubiera tocado..
"¡Baka!, no tienes que hacer eso." Le dijo toda ruborizada.
"Yare, yare, Fi-chan, ¿es que nunca me vas a permitir darte un beso en paz?" Sonrió malicioso.
"Baka, eres incorregible." Suspiró. "Te voy a extrañar." Dijo abrazándolo de repente con emoción. El murmullo de voces creció alrededor de los príncipes. Justo en ese momento ambas figuras se vieron envueltas en una llama de fuego azul.
"¿Qué sucede?" Gritó Filia asustada.
"Kuso, el hechizo de compromiso." Dijo Xellos al percatarse de lo que sucedía. El hechizo de compromiso se había completado al abrazarse.
"¿Nani?" Dijo incrédula la princesa.
"El hechizo de compromiso, acabamos de sellar el hechizo." Le replicó Xellos fastidiado. No había podido disfrutar siquiera de su libertad cuando ya estaba bajo otro hechizo.
"¡Noooooooo, no es posible, es absurdo, absurdo, absurdo!" Gritó Filia. "No quiero casarme contigo." Le dijo mientras lo empujaba con el dedo como era su costumbre, los malos cascos cegándola momentaneamente.
"Tampoco yo quiero casarme contigo, eres muy chillona." Ripostó Xellos empujándola con el dedo como ella acababa de hacer.
"No soy chillona, tú eres el tonto, ¡baka!, ¿qué vamos a hacer ahora?" Dijo apretándo los delicados puños.
"No podemos hacer nada." Dijo perdiendo un poco la compostura.
"¿Nani?, no puedo estar encadenada a ti de por vida, es ABSURDO." Rugió Filia sin importarle que la mirada enfurecida de Xellos asustaba a todos los invitados.
"No grites tanto Filia, yo debería ser el más afectado, estaré atado a una princesa chillona de por vida." Dijo entre dientes apenas conteniéndose.
"¡BAKA!" Chilló la princesa y comenzó una pelea de perros y gatos que hizo que todos los invitados de la ceremonia huyeran despavoridos.
Lina, Gourry, Amelia y Zelgadis voltearon los ojos resignados. Aquello había sido una completa regresión.
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Jajajaja, ¿y se piensan que ya se acabó? Esta vez les tengo una conclusión, corta siguiendo el corte tradicional. Espero me digan cómo me quedó, si era lo que se esperaban o al fin y al cabo les resultó diferente. En parte supongo que ya algo se veía venir. Dejé cositas sin explicar, alguna en especial que quieran saber, me la piden para contestarla en el cap final.
Quiero darle muchísimas gracias en especial a Rinita Inverse por su pregunta de rutina: ¿aparecerá Lina? En un principio no pensaba trabajar con los personajes, porque no es fácil para mí desarrollar seis personajes a la vez en primera fila (sin incluir a Zellas) y encima tres adicionales de creación propia y separarlos para que no sean iguales. Pero no creo que haya quedado tan mal.
También mis gracias especiales para Wolf y su adoración por los personajes de las lobitas, lo que me hizo trabajarlas un poco más y darles algo de espacio cuando apenas eran personajes practicamente de relleno. ¡Thanx! Así como el estar pendiente de la historia y sus comentarios acerca de ella.
A todos los que en su momento han leído la historia y me han dejado un review comentando una escena en específico, porque me permitieron fijarme en escenas a las cuales no le había dado tanta importancia por estar centrada en los personajes principales.
A todos los que llegaron a leer, aunque no hayan dejado su review, espero que les haya gustado.
Josué!!! Namagomi es el nick que Filia le tiene a Xellos en la serie, no te voy a decir qué significa en verdad porque al fin y al cabo, para los fans de Slayers la palabra se torna más en un apodo que otra cosa. Pero en pocas palabras significa que estás sacando a tu hermana de quicio, jajajajajaja. Salúdame a Raúl y a tu hermana, que se le extraña un montón, no me olvido de ninguno. Besos ehh!!
A todos se me cuidan mucho y los veo en el epílogo de esta historia. Ja ne!
