CAPITULO 3: PERSÉFONE Y ERIKA
Saori siguió el consejo de la diosa, e inmediatamente se trasladó al Santuario de Grecia, para ser protegida por los Caballeros de Oro. Sus caballeros de Bronce la acompañaron.
El corazón de Shun latía con fuerza mientras pasaron por la casa de Aries, pero ésta no dio señales de la presencia de Mu... o de alguien más. Pasó en silencio, por cada una de las 12 Casas, hasta llegar al templo de Atena, donde Saori se quedaría.
Una vez que Saori se quedó ahí, los caballeros de Bronce regresaron a la fundación, donde seguirían viviendo a menos que Atena los llamara a pelear.
El otoño comenzaba a refrescar las noches de verano, y la vida de los caballeros había regresado a la normalidad, excepto por Shun, que seguía triste y melancólico. Una semana después, Mu llegó a la fundación con la joven diosa. La colocaron en una cama en la antigua habitación de Saori, la cubrieron con mantas, cerraron las cortinas y salieron en silencio de la habitación. Antes de salir, Mu besó la frente de la joven.
-Mejorará- dijo Mu- ya ha pasado lo peor. Solo necesita descansar, porque su cuerpo aún no ha aprendido a manejar un cosmo tan poderoso...-
-Mu, ¿tu ya la conocías?- preguntó Seiya, y Shun levantó la vista interesado.
-Sí. El señor Kiddo la mandó a Grecia para que yo le enseñara a...- contestó Mu.
-Ella... ¿estuvo en el orfanato?-
-No lo sé, Shun- dijo Mu- no sé nada de su pasado. El señor Kiddo la mandó para que la enseñara a protegerse- bajó los ojos- Luego supe que ella es la reencarnación de una diosa-.
-¿De qué diosa?-
-De Perséfone, la diosa de la noche, del invierno y del sueño- dijo Mu- Pero basta de charlas. Atena les pide que la cuiden y la protejan.-
-Su deseo es una orden para mí- dijo Seiya. Hyoga y Shiryu asintieron. Shun murmuró un 'sí'.
Mu sonrió.
-Bien. Deben dejarla dormir, y de preferencia que nunca se quede sola. Cuídenla mucho, pues me es muy querida. Que los dioses los protejan- y se retiró.
*************************************************************************
Shun entró a la habitación que había pertenecido a Saori, y donde pasaba ahora la mayor parte de su tiempo.
La joven se veía mucho más pequeña en una cama tan grande. Dormitaba. Sus mejillas estaban sonrojadas, y una lágrima había corrido por su mejilla. Shun la observó. Respiraba regularmente. Tomó su mano derecha y trató de tomar su pulso con el pulgar, y sintió un pulso muy fuerte y rápido.
-Shun- le susurró ella sin abrir los ojos- así no es. Estas tomando tu propio pulso. Mira- guió sus dedos medio e índice y le mostró como se hacía. Ahora sentía un pulso normal- ¿Ves?- abrió los ojos y le sonrió. Shun sonrió melancólico.- ¿Qué pasa?-
-Eres una diosa- dijo Shun, aunque dudando- ¿por qué no me lo dijiste?- y ella suspiró débilmente.
-Mu me dijo que debía guardarlo en secreto-dijo- no es ninguna diferencia...-
-Claro que sí- dijo él- deberías tener caballeros que te protejan y...- pero se interrumpió al ver que ella sacudía su cabeza débilmente.
-No, Shun, soy la noche y el invierno. Y yo no soy indispensable para ninguno de los dos... En cambio, Saori es la luz, la paz y la sabiduría, ella es quien debe ser protegida-.
-Pero...-comenzó, pero Seiya entró a dejar un vaso con leche.
-Hola, ¿cómo te sientes?-
-Bien, Seiya, gracias- respondió ella.
-Me alegro... espero que te guste...- dijo señalando el vaso.
-Te lo agradezco...-
-No es nada. Voy a cenar. Nos vemos- y salió.
Los dos jóvenes quedaron en silencio otra vez, solos.
-Shun- dijo ella- algo turba tu corazón. Dímelo-
-Es que...-dijo él, dudando de nuevo- tú dijiste... que nuestro enemigo...bueno...que era tu destino unirte a él y...-
-Bueno- dijo ella también un poco triste- Mu dijo que era mi destino. Pero también dice que cada quien hace su propio destino y... Shun... la verdad yo...-
No acabó la frase, porque Shun se había sentado en el borde de la cama, tal y como ella lo había hecho antes; se había inclinado hacia ella y besó delicadamente sus labios, como temiendo lastimarla. Se separaron y se sonrieron.
-No deberíamos hacer esto...- dijo ella.
-Tú empezaste...- dijo Shun.
-Shun, mi corazón no está de acuerdo con mi destino...-
Ella, que aún estaba agotada, cayó en un dulce sueño. Shun besó sus labios de nuevo...
-Diosa, no importa lo que haga, lucharé contra el destino si es necesario...-susurró, y en un sillón, se quedó profundamente dormido...
************************************************************************
Erika y Shun entrenaban en la fundación, con el resto de los niños, cuando Tatsumi llegó como de costumbre, esta vez acompañado de Jabu. Parecía furioso.
-¡Eric! ¿Dónde está Eric?- gritó.
Erika se llenó de valor y dio un paso al frente.
-Aquí- dijo.
-Tráiganlo- ordenó. Dos hombres de traje la levantaron del suelo y la arrastraron a donde estaba Tatsumi. Todos los miraban con creciente curiosidad, y Jabu sonreía satisfecho. Shun lo miró con angustia.
-Así que es cierto- dijo mirándola- ¿quisiste pasarte de lista, niña?- todos hicieron una exclamación de asombro, y Shun sintió miedo. Los hombres no la soltaban y ella forcejeaba y se retorcía inútilmente para liberarse.
-Suéltenme...!!- gritaba. Tatsumi le dio una bofetada y la tomó por la barbilla.
-¿Porqué estás aquí, niña? ¿Qué no sabes que aquí se entrenan hombres? - preguntó.
-Eso no te importa- gritó Erika llenándose de valor. Recibió otro golpe.
-Veo que te crees muy lista. Ya verás. Tal vez si te quito esto...- dijo levantando su camisa. Ella palideció y sin poder evitarlo, comenzó a llorar.
Shun miraba esto asustado. Shun sintió que Shiryu corrió de su lado, y el llanto de Erika lo sacó de su asombro. Por primera vez en su vida, la ira le ganó al miedo, y la compasión a su instinto pacifista.
-¡Déjala en paz!- gritó, adelantándose y poniéndose frente a él. Tatsumi se echó a reír.
-Mira quien te defiende...el más débil...- y empujó a Shun. Éste se enojó y se dirigió a quienes la sostenían, los golpeó y los tiró al suelo. Un murmullo de admiración llenó el lugar.
Shun la tomó por la mano y corrió. Después de un poco, llegaron a un pasillo que terminaba en una puerta...cerrada con llave.
-Estamos atrapados- dijo Shun en voz baja.
Llegaron Tatsumi y sus hombres, seguidos de Ikki, Seiya y Hyoga.
Shun, a pesar del miedo que sentía, se paró frente a Erika, separándola de Tatsumi.
-Hazte a un lado, Shun. Te lo advierto...- dijo sacando una vara. Shun no se movió ni dio muestras de que se movería.
-Bien, tú te lo has buscado...- y comenzó a golpear a Shun, quien le dio la espalda. Shun cerraba los ojos con cada golpe, pero no se movía. Erika lo abrazó y se echó a llorar otra vez.
-Basta- dijo entre lágrimas- déjalo, es a mí a quien quieres...-
Tatsumi no se detuvo hasta que Ikki se enfureció y se colocó entre su hermano y él. Seiya y Hyoga también se colocaron junto a Ikki. Erika abrazaba a Shun y lo cubría de lágrimas. Tatsumi se enfureció.
-Bien- dijo- tengo para todos...- pero la voz de un anciano lo detuvo. Era el señor Kiddo, acompañado de Saori y Shiryu.
-Pero señor, he descubierto que uno de los jóvenes es una mujer...-alegó Tatsumi.
-Gracias, Tatsumi, pero esa no es razón para golpearlos a todos. Déjame hablar con ella. Puedes retirarte-.
-Si, señor- y se fue maldiciendo.
Erika aún abrazaba a Shun con todas sus fuerzas y lloraba asustada.
-Ve, niña, el señor Kiddo es bueno. No te va a lastimar...- le dijo Shun dulcemente. El señor Kiddo la miró y le sonrió.
-Ven, niña. Si te sientes mejor, Saori te acompañará-. Saori, de casi 14 años, le sonrió y afirmó con la cabeza. El señor Kiddo miró a Shun y le dijo- y tu, Shun, espera aquí unos minutos, ¿si?-.
Shun afirmó con la cabeza, y Erika desapareció tras el señor Kiddo y Saori.
Ikki miró a su hermano herido. No podía creer lo que acababa de suceder.
-Shun, ¿qué...?- pero el rostro de su hermano menor evitó que terminara de preguntar- oh, Shun, no me mires así... no te van a hacer nada...ni a ella- .
Shun se sentó en el suelo, junto a la puerta. Sus amigos lo imitaron.
Después de un tiempo, Saori asomó la cabeza.
-Shun, mi abuelo quiere hablar contigo-
Shun entró. Vio a su amiga, que ya no lloraba, sentada frente al escritorio. El señor Kiddo le pidió que le dijera lo que había pasado. Así lo hizo, sin omitir el detalle de que él conocía el secreto de Erika. Al final de su relato, el señor Kiddo le sonrió.
-Hiciste bien, Shun. Tu amigo Shiryu vino por mí, porque sabía que este asunto podía terminar mal. Erika se irá en una hora. Saori y yo vamos a arreglar todo. Los dejaremos para que se despidan. Vamos, hija...- dijo, y salió de la oficina, seguida por Saori.
Erika y Shun se quedaron un rato en silencio.
-Lo lamento- dijo Erika, mirando las heridas de Shun- no fue mi intención...esto no debía pasar...yo...- pero Shun negó con la cabeza.
-No es nada-
-Te lo agradezco...me defendiste...y guardaste mi secreto-.
-Te lo prometí, Erika- le dijo, y la abrazó. Sintió su hombro mojado de lágrimas de nuevo.
-Eres mi mejor amigo...-le dijo-yo te...quiero-
Shun la miró. Le dio un pequeño beso en los labios, pero se separó y se sonrojó, asustado de su propio atrevimiento. Al parecer a ella no le pareció mal, porque sonrió. Shun se animó y la besó de nuevo. A pesar de ser dos niños de 10 años, a pesar de que no sabían muchas cosas, hacían lo que el corazón les dictaba.
-No quiero que te vayas, Erika-
-Yo tampoco quiero irme, Shun, pero es necesario. No estaré muy lejos. Te prometo que algún día nos volveremos a ver y...-
-Tal vez...- dijo Shun no muy convencido. No quería pero las lágrimas se empeñaban en salir de sus ojos. Ella se levantó.
-Tú me hiciste una promesa, y la cumpliste; yo te haré otra: algún día nos volveremos a ver...yo no te olvidaré, así que no me olvides...-
-No te olvidaré nunca...-
Entró el señor Kiddo. Shun hubiera querido besarla una vez más, pero se despidió de ella con un abrazo.
-Nunca te olvidaré, princesa...-
Y desde que Erika salió de ahí, no la volvió a ver...
*************************************************************************
Shun despertó con los ojos llenos de lágrimas...
No había olvidado a Erika, pero también amaba a Ana. Recordó su primer beso y sonrió. Tal vez había sido solo un amor de niños, y tal vez Erika ya se había casado... ¿quién sabe?...
El joven caballero miró a la diosa, que dormía. Sus rizos negros adornaban su rostro tranquilo. Una dulce paz llenó el corazón de Shun. Volvió a acostarse en el sillón y el sueño lo envolvió.
A las 3 de la mañana, la mansión tembló y los caballeros despertaron. Una ventana se abrió, y la casa se llenó del sonido de cantos. Cantos femeninos. Cantos lúgubres. Seiya, Ikki, Hyoga y Shiryu salieron de sus cuartos al pasillo. Los cantos provenían de...
-¡Arriba!- gritó Seiya.
Los cuatro subieron las escaleras hacia la habitación de Saori. Conforme iban subiendo, los cantos se tornaban más claros, más entendibles...
-'Perséfone...Perséfone...'- y se acompañaban de exclamaciones de dolor de Shun...y gritos de una mujer...
-Oh, no- dijo Shiryu- son las sirenas. ¡Vienen por la diosa!-
Llegaron a la puerta y la abrieron.
Había nueve mujeres con armaduras grises y máscaras. Un enorme par de alas surgía de la espalda de cada una. Tres yacían en el suelo. Cuatro atacaban a Shun mientras dos sostenían a la joven, quien no tenía fuerzas para defenderse.
-Déjenme...suéltenme!!- gemía débilmente.
-Vaya- dijo la más grande- llegaron justo a tiempo para despedirse de la diosa Perséfone-.
-¡Ana!- gritó Shun, tratando de liberarse de las cuatro sirenas que lo sostenían y pasaban descargas a su cuerpo a través de sus garras.
-¿Ana?- rió la sirena- Jajajajajaja. Has hecho mal en no decirles el verdadero nombre que te pusieron los mortales, diosa. Pero ya no importa. Ahora solo serás la diosa Perséfone, la esposa del Amo oscuro-.
-No, nunca...suéltenme!!- dijo ella.
Las dos sirenas que sostenían a la diosa entre sus brazos comenzaron a elevarse del suelo.
-Déjala- ordenó Seiya. La sirena rió.
-Olvídalo, caballero. Es su destino, y ella irá con nosotras... ¡Despídete de tus amigos, Erika!-.
Shun abrió los ojos.
-¿Erika?- dijo, y ella asintió tristemente.
Las dos sirenas salieron volando por la ventana.
-¡¡Erika!!- gritó Shun, con los ojos llenos de lágrimas y forcejeando para liberarse de las brujas que lo tenían preso. Una sirena puso su garra en la cara de Shun y le dio una descarga. Shun dio un grito de dolor y cayó al suelo desmayado.
Las 7 que restaban salieron por la ventana, emprendiendo el vuelo. A lo lejos se escuchaban sus cantos...
-'Perséfone...Perséfone...'-
Saori siguió el consejo de la diosa, e inmediatamente se trasladó al Santuario de Grecia, para ser protegida por los Caballeros de Oro. Sus caballeros de Bronce la acompañaron.
El corazón de Shun latía con fuerza mientras pasaron por la casa de Aries, pero ésta no dio señales de la presencia de Mu... o de alguien más. Pasó en silencio, por cada una de las 12 Casas, hasta llegar al templo de Atena, donde Saori se quedaría.
Una vez que Saori se quedó ahí, los caballeros de Bronce regresaron a la fundación, donde seguirían viviendo a menos que Atena los llamara a pelear.
El otoño comenzaba a refrescar las noches de verano, y la vida de los caballeros había regresado a la normalidad, excepto por Shun, que seguía triste y melancólico. Una semana después, Mu llegó a la fundación con la joven diosa. La colocaron en una cama en la antigua habitación de Saori, la cubrieron con mantas, cerraron las cortinas y salieron en silencio de la habitación. Antes de salir, Mu besó la frente de la joven.
-Mejorará- dijo Mu- ya ha pasado lo peor. Solo necesita descansar, porque su cuerpo aún no ha aprendido a manejar un cosmo tan poderoso...-
-Mu, ¿tu ya la conocías?- preguntó Seiya, y Shun levantó la vista interesado.
-Sí. El señor Kiddo la mandó a Grecia para que yo le enseñara a...- contestó Mu.
-Ella... ¿estuvo en el orfanato?-
-No lo sé, Shun- dijo Mu- no sé nada de su pasado. El señor Kiddo la mandó para que la enseñara a protegerse- bajó los ojos- Luego supe que ella es la reencarnación de una diosa-.
-¿De qué diosa?-
-De Perséfone, la diosa de la noche, del invierno y del sueño- dijo Mu- Pero basta de charlas. Atena les pide que la cuiden y la protejan.-
-Su deseo es una orden para mí- dijo Seiya. Hyoga y Shiryu asintieron. Shun murmuró un 'sí'.
Mu sonrió.
-Bien. Deben dejarla dormir, y de preferencia que nunca se quede sola. Cuídenla mucho, pues me es muy querida. Que los dioses los protejan- y se retiró.
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Shun entró a la habitación que había pertenecido a Saori, y donde pasaba ahora la mayor parte de su tiempo.
La joven se veía mucho más pequeña en una cama tan grande. Dormitaba. Sus mejillas estaban sonrojadas, y una lágrima había corrido por su mejilla. Shun la observó. Respiraba regularmente. Tomó su mano derecha y trató de tomar su pulso con el pulgar, y sintió un pulso muy fuerte y rápido.
-Shun- le susurró ella sin abrir los ojos- así no es. Estas tomando tu propio pulso. Mira- guió sus dedos medio e índice y le mostró como se hacía. Ahora sentía un pulso normal- ¿Ves?- abrió los ojos y le sonrió. Shun sonrió melancólico.- ¿Qué pasa?-
-Eres una diosa- dijo Shun, aunque dudando- ¿por qué no me lo dijiste?- y ella suspiró débilmente.
-Mu me dijo que debía guardarlo en secreto-dijo- no es ninguna diferencia...-
-Claro que sí- dijo él- deberías tener caballeros que te protejan y...- pero se interrumpió al ver que ella sacudía su cabeza débilmente.
-No, Shun, soy la noche y el invierno. Y yo no soy indispensable para ninguno de los dos... En cambio, Saori es la luz, la paz y la sabiduría, ella es quien debe ser protegida-.
-Pero...-comenzó, pero Seiya entró a dejar un vaso con leche.
-Hola, ¿cómo te sientes?-
-Bien, Seiya, gracias- respondió ella.
-Me alegro... espero que te guste...- dijo señalando el vaso.
-Te lo agradezco...-
-No es nada. Voy a cenar. Nos vemos- y salió.
Los dos jóvenes quedaron en silencio otra vez, solos.
-Shun- dijo ella- algo turba tu corazón. Dímelo-
-Es que...-dijo él, dudando de nuevo- tú dijiste... que nuestro enemigo...bueno...que era tu destino unirte a él y...-
-Bueno- dijo ella también un poco triste- Mu dijo que era mi destino. Pero también dice que cada quien hace su propio destino y... Shun... la verdad yo...-
No acabó la frase, porque Shun se había sentado en el borde de la cama, tal y como ella lo había hecho antes; se había inclinado hacia ella y besó delicadamente sus labios, como temiendo lastimarla. Se separaron y se sonrieron.
-No deberíamos hacer esto...- dijo ella.
-Tú empezaste...- dijo Shun.
-Shun, mi corazón no está de acuerdo con mi destino...-
Ella, que aún estaba agotada, cayó en un dulce sueño. Shun besó sus labios de nuevo...
-Diosa, no importa lo que haga, lucharé contra el destino si es necesario...-susurró, y en un sillón, se quedó profundamente dormido...
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Erika y Shun entrenaban en la fundación, con el resto de los niños, cuando Tatsumi llegó como de costumbre, esta vez acompañado de Jabu. Parecía furioso.
-¡Eric! ¿Dónde está Eric?- gritó.
Erika se llenó de valor y dio un paso al frente.
-Aquí- dijo.
-Tráiganlo- ordenó. Dos hombres de traje la levantaron del suelo y la arrastraron a donde estaba Tatsumi. Todos los miraban con creciente curiosidad, y Jabu sonreía satisfecho. Shun lo miró con angustia.
-Así que es cierto- dijo mirándola- ¿quisiste pasarte de lista, niña?- todos hicieron una exclamación de asombro, y Shun sintió miedo. Los hombres no la soltaban y ella forcejeaba y se retorcía inútilmente para liberarse.
-Suéltenme...!!- gritaba. Tatsumi le dio una bofetada y la tomó por la barbilla.
-¿Porqué estás aquí, niña? ¿Qué no sabes que aquí se entrenan hombres? - preguntó.
-Eso no te importa- gritó Erika llenándose de valor. Recibió otro golpe.
-Veo que te crees muy lista. Ya verás. Tal vez si te quito esto...- dijo levantando su camisa. Ella palideció y sin poder evitarlo, comenzó a llorar.
Shun miraba esto asustado. Shun sintió que Shiryu corrió de su lado, y el llanto de Erika lo sacó de su asombro. Por primera vez en su vida, la ira le ganó al miedo, y la compasión a su instinto pacifista.
-¡Déjala en paz!- gritó, adelantándose y poniéndose frente a él. Tatsumi se echó a reír.
-Mira quien te defiende...el más débil...- y empujó a Shun. Éste se enojó y se dirigió a quienes la sostenían, los golpeó y los tiró al suelo. Un murmullo de admiración llenó el lugar.
Shun la tomó por la mano y corrió. Después de un poco, llegaron a un pasillo que terminaba en una puerta...cerrada con llave.
-Estamos atrapados- dijo Shun en voz baja.
Llegaron Tatsumi y sus hombres, seguidos de Ikki, Seiya y Hyoga.
Shun, a pesar del miedo que sentía, se paró frente a Erika, separándola de Tatsumi.
-Hazte a un lado, Shun. Te lo advierto...- dijo sacando una vara. Shun no se movió ni dio muestras de que se movería.
-Bien, tú te lo has buscado...- y comenzó a golpear a Shun, quien le dio la espalda. Shun cerraba los ojos con cada golpe, pero no se movía. Erika lo abrazó y se echó a llorar otra vez.
-Basta- dijo entre lágrimas- déjalo, es a mí a quien quieres...-
Tatsumi no se detuvo hasta que Ikki se enfureció y se colocó entre su hermano y él. Seiya y Hyoga también se colocaron junto a Ikki. Erika abrazaba a Shun y lo cubría de lágrimas. Tatsumi se enfureció.
-Bien- dijo- tengo para todos...- pero la voz de un anciano lo detuvo. Era el señor Kiddo, acompañado de Saori y Shiryu.
-Pero señor, he descubierto que uno de los jóvenes es una mujer...-alegó Tatsumi.
-Gracias, Tatsumi, pero esa no es razón para golpearlos a todos. Déjame hablar con ella. Puedes retirarte-.
-Si, señor- y se fue maldiciendo.
Erika aún abrazaba a Shun con todas sus fuerzas y lloraba asustada.
-Ve, niña, el señor Kiddo es bueno. No te va a lastimar...- le dijo Shun dulcemente. El señor Kiddo la miró y le sonrió.
-Ven, niña. Si te sientes mejor, Saori te acompañará-. Saori, de casi 14 años, le sonrió y afirmó con la cabeza. El señor Kiddo miró a Shun y le dijo- y tu, Shun, espera aquí unos minutos, ¿si?-.
Shun afirmó con la cabeza, y Erika desapareció tras el señor Kiddo y Saori.
Ikki miró a su hermano herido. No podía creer lo que acababa de suceder.
-Shun, ¿qué...?- pero el rostro de su hermano menor evitó que terminara de preguntar- oh, Shun, no me mires así... no te van a hacer nada...ni a ella- .
Shun se sentó en el suelo, junto a la puerta. Sus amigos lo imitaron.
Después de un tiempo, Saori asomó la cabeza.
-Shun, mi abuelo quiere hablar contigo-
Shun entró. Vio a su amiga, que ya no lloraba, sentada frente al escritorio. El señor Kiddo le pidió que le dijera lo que había pasado. Así lo hizo, sin omitir el detalle de que él conocía el secreto de Erika. Al final de su relato, el señor Kiddo le sonrió.
-Hiciste bien, Shun. Tu amigo Shiryu vino por mí, porque sabía que este asunto podía terminar mal. Erika se irá en una hora. Saori y yo vamos a arreglar todo. Los dejaremos para que se despidan. Vamos, hija...- dijo, y salió de la oficina, seguida por Saori.
Erika y Shun se quedaron un rato en silencio.
-Lo lamento- dijo Erika, mirando las heridas de Shun- no fue mi intención...esto no debía pasar...yo...- pero Shun negó con la cabeza.
-No es nada-
-Te lo agradezco...me defendiste...y guardaste mi secreto-.
-Te lo prometí, Erika- le dijo, y la abrazó. Sintió su hombro mojado de lágrimas de nuevo.
-Eres mi mejor amigo...-le dijo-yo te...quiero-
Shun la miró. Le dio un pequeño beso en los labios, pero se separó y se sonrojó, asustado de su propio atrevimiento. Al parecer a ella no le pareció mal, porque sonrió. Shun se animó y la besó de nuevo. A pesar de ser dos niños de 10 años, a pesar de que no sabían muchas cosas, hacían lo que el corazón les dictaba.
-No quiero que te vayas, Erika-
-Yo tampoco quiero irme, Shun, pero es necesario. No estaré muy lejos. Te prometo que algún día nos volveremos a ver y...-
-Tal vez...- dijo Shun no muy convencido. No quería pero las lágrimas se empeñaban en salir de sus ojos. Ella se levantó.
-Tú me hiciste una promesa, y la cumpliste; yo te haré otra: algún día nos volveremos a ver...yo no te olvidaré, así que no me olvides...-
-No te olvidaré nunca...-
Entró el señor Kiddo. Shun hubiera querido besarla una vez más, pero se despidió de ella con un abrazo.
-Nunca te olvidaré, princesa...-
Y desde que Erika salió de ahí, no la volvió a ver...
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Shun despertó con los ojos llenos de lágrimas...
No había olvidado a Erika, pero también amaba a Ana. Recordó su primer beso y sonrió. Tal vez había sido solo un amor de niños, y tal vez Erika ya se había casado... ¿quién sabe?...
El joven caballero miró a la diosa, que dormía. Sus rizos negros adornaban su rostro tranquilo. Una dulce paz llenó el corazón de Shun. Volvió a acostarse en el sillón y el sueño lo envolvió.
A las 3 de la mañana, la mansión tembló y los caballeros despertaron. Una ventana se abrió, y la casa se llenó del sonido de cantos. Cantos femeninos. Cantos lúgubres. Seiya, Ikki, Hyoga y Shiryu salieron de sus cuartos al pasillo. Los cantos provenían de...
-¡Arriba!- gritó Seiya.
Los cuatro subieron las escaleras hacia la habitación de Saori. Conforme iban subiendo, los cantos se tornaban más claros, más entendibles...
-'Perséfone...Perséfone...'- y se acompañaban de exclamaciones de dolor de Shun...y gritos de una mujer...
-Oh, no- dijo Shiryu- son las sirenas. ¡Vienen por la diosa!-
Llegaron a la puerta y la abrieron.
Había nueve mujeres con armaduras grises y máscaras. Un enorme par de alas surgía de la espalda de cada una. Tres yacían en el suelo. Cuatro atacaban a Shun mientras dos sostenían a la joven, quien no tenía fuerzas para defenderse.
-Déjenme...suéltenme!!- gemía débilmente.
-Vaya- dijo la más grande- llegaron justo a tiempo para despedirse de la diosa Perséfone-.
-¡Ana!- gritó Shun, tratando de liberarse de las cuatro sirenas que lo sostenían y pasaban descargas a su cuerpo a través de sus garras.
-¿Ana?- rió la sirena- Jajajajajaja. Has hecho mal en no decirles el verdadero nombre que te pusieron los mortales, diosa. Pero ya no importa. Ahora solo serás la diosa Perséfone, la esposa del Amo oscuro-.
-No, nunca...suéltenme!!- dijo ella.
Las dos sirenas que sostenían a la diosa entre sus brazos comenzaron a elevarse del suelo.
-Déjala- ordenó Seiya. La sirena rió.
-Olvídalo, caballero. Es su destino, y ella irá con nosotras... ¡Despídete de tus amigos, Erika!-.
Shun abrió los ojos.
-¿Erika?- dijo, y ella asintió tristemente.
Las dos sirenas salieron volando por la ventana.
-¡¡Erika!!- gritó Shun, con los ojos llenos de lágrimas y forcejeando para liberarse de las brujas que lo tenían preso. Una sirena puso su garra en la cara de Shun y le dio una descarga. Shun dio un grito de dolor y cayó al suelo desmayado.
Las 7 que restaban salieron por la ventana, emprendiendo el vuelo. A lo lejos se escuchaban sus cantos...
-'Perséfone...Perséfone...'-
