Un día soleado fué el que sirvió de marco a Aldebarán para conocer que había sido finalmente elegido para habitar en el Santuario de Athenea en Grecia.
A sus siete años de edad, Aldebarán alcanzaba una imponente estatura de 1.80 m de altura, por supuesto, esto era porque desde pequeño había sido elegido para formar parte de las tropas de ariete de Atenea.
Este tipo de guerreros requerían una gran fortaleza física, así mismo, como un aspecto amenazador, ya que formaban parte de las tropas que abrían paso a aquellas menos corpulentas pero también poderosas. La manera en que esto se alcanzaba era seleccionando a aquellos jóvenes que por disposición planetaria tenían una tendencia para esto.
Aunque su nacimiento en Brasil podría hacer pensar que el se encontraba demasiado lejos del Santuario y que podía ser fácilmente perdido, lo cierto es que, parte de las tareas llevadas a cabo por los Patriarcas del Santuario en Star Hill, era la de conocer los lugares de nacimiento de aquellos seres que venían a este mundo a servir al Santuario y a la diosa Atenea.
Y fué justamente un grupo de enviados del Santuario los que lograron dar con la familia de Aldebarán.
Inmersos en la pobreza de una favela, los padres de Aldebarán no pusieron grandes objeciones ante la perspectiva de recibir una suma de dinero que les daría una situación cómoda para ellos y los demás hermanos de Aldebarán... tenían la esperanza de volver a ver al pequeño recién nacido en alguna otra ocasión, o quizá, recibir otra oferta generosa por parte de esa gente para conservar al muchacho.
Nunca pasó ninguna de esas posibilidades. No lo conocieron ni supieron nunca del nombre que ese niño recibiera: Aldebarán, el nombre, marcado por la constelación guardiana del pequeño que fué predestinado por eso mismo a ser parte de las tropas ariete del Santuario.
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CAPÍTULO II:
MENSAJES[/b]
En la villa de Atene, lugar de residencia de muchos aspirantes a Santos de Atenea, Aldebarán logró dominar algunas técnicas del combate cuerpo a cuerpo, esto, aunado al hecho de recibir el alimento sagrado de parte del Santuario para lograr a ser un guerrero de gran tamaño: La Ambrosía.
Se cuenta que este néctar divino, era lo que en efecto, hacía de los dioses justamente aquello. La naturaleza de este alimento en verdad resultaría totalmente desconocida en parámetros científicos. Lo único cierto es que, de manera misteriosa, diferentes cantidades de esta eran entregadas al Santuario de Atenea provenientes del Cielo, por algunos explicados, en base a aquella antigua y reconocida alianza conocida de Zeus para con la diosa de la Guerra y la Sabiduría.
Por alguna circunstancia, este alimento, en los humanos que lo reciben, tiene el efecto de lograr cuerpos corpulentos y una resistencia mucho mayor a la de cualquier ser humano común y corriente. En Aldebarán, esto, más un instintivo talento de explosión de Cosmos logró que hiciera que fuera seleccionado para seguir adelante con su entrenamiento para ser algo más que un simple soldado de las Tropas de Asalto del Santuario.
Su característica jovialidad, su instinto nato de justicia y su obstinación en ser uno de los mejores, pronto hicieron de Aldebarán un serio candidato para residir ya como Santo de Atenea, en efecto, en el Santuario de Grecia.
A sus siete años, finalmente, recibió la noticia de que pronto sería entrenado para ser parte de la órden de Santos de la diosa, lo cual lo llenó de grandes alegrías. Soñaba con el grado dorado de la Órden, aunque para sus adentros, Aldebarán era modesto, y sabía que ese camino era dificil para alguien como él, ya que consideraba, esos grados eran inalcanzables para alguien que hubiera sido simplemente entrenado para ser parte de las tropas de asalto del Santuario.
Y en efecto, el camino que le esperaría a Aldebarán sería muy arduo, pero en el camino fincaría grandes amistades y alianzas, y su esfuerzo lo llevarían a ser uno de los más grandes Caballeros de Atenea de entre los 88.
El paso de una villa rústica llena de cabañas de bejuco y madera a una ciudad de belleza espectacular como lo era el Santuario tuvo un efecto grande en los ánimos del joven Tauro, el cual comenzó a soñar de manera más descarada. En cuestión de unos meses, el ya estaba siendo entrenado para ser un Santo de categoría superior al bronce, pero siempre, este entrenamiento era llevado con la mayor de las discreciones.
La vida de un joven en el Santuario no era nada fácil. Con todos sus compañeros como potenciales rivales, en realidad, en ocasiones existían ciertas rencillas y rencores. Varios jóvenes entrenaban en aquellos días en que Aldebarán tenía ya clara su misión de obtener la Armadura Dorada del Toro.
El Patriarca, entrenaba de manera personal, a un jóven de la misma edad de Aldebarán llamado por muchos El Lemuriano, en referencia a su ascendencia. Se hablaba del poder de este joven, pero también muchos hablaban con un dejo de rencor en sus voces... ser entrenado por el propio Patriarca por el hecho de ser Lemuriano eran entre otras, las causas y las suspicacias que rondaban al joven, el cual no era muy bien visto por todos por esta causa.
Sin embargo, a algunos no les importaba en lo más mínimo, preocupados más en demostrar su propio talento para alcanzar el grado máximo.
Entre algunos alumnos había trascendido la noticia de que las Armaduras de Sagitario y la de Géminis estaban ya entregadas, ambas, a jóvenes que eran respetados entre la comunidad y reconocidos como poderosos y honorables guerreros.
Ambos se trataban con amistad y eran, en muchos sentidos, los modelos a seguir dentro del Santuario... ¿quieres ser un Santo Dorado? Aspira a ser como Aiolos o como Saga.
Aiolos y Saga. Ambos nombres evocaban a la mente de quienes lo pronunciaban una fraternidad, una hermandad no de sangre pero si de ideales y de convicciones. Ambos contenderían para asumir el puesto de Patriarca en años venideros, lo que hablaba del nivel terrible de poder del que ambos eran poseedores.
Ambos jóvenes eran el epítome de lo que los demás aspiraban a ser, pero algo enturbiaba el brillo de uno de ellos.
Poseedor del mismo rostro respetado del Santo Dorado de Géminis, aspirante a dicho título inclusive, se paseaba por el Santuario una versión nada honorable de Saga.
Siempre siendo rivales y con una actitud agresiva, Kanon de Géminis era el ejemplo de poder desenfrenado. Entre algunos, era visto como una influencia negativa dentro del Santuario, y se decía que en realidad, se le permitía su permanencia debido al grande poder del que era poseedor, así como por el hecho de ser hermano gemelo del respetado Saga.
Kanon por aquellos días era mucho más temido. Su actitud de rebelde se había acentuado ante la frustración de su pérdida de la Armadura de Géminis a manos de su propio hermano. Kanon no pudo tolerar este hecho. Acusó al Santuario de falta de visión, e incluso, tuvo la osadía de denunciar a su hermano de ser un "malvado" e "hipócrita" cuyos actos heroícos no eran sino una fachada para cubrir sus propios motivos torcidos.
Por supuesto, nadie le creyó. ¿Quién podría pensar de esto más que viniendo de un hermano resentido ante la personalidad tan brillante y justa de Saga?
Saga recibió los insultos de parte de su hermano con un gesto de preocupación y pena. Sabía que dicha actitud no hacía más que deshonrar más a su hermano, y en un acto de nobleza, Saga intercedió por él, pidiendo clemencia en su juicio, y su permanencia en el Santuario para adquirir la Armadura de algún signo de Plata. El Patriarca concedió la petición de Saga, que fué apoyada por Aiolos. En vez de generar un sentimiento de gratitud en Kanon, generó más un sentimiento de rencor y de amargura.
Kanon permaneció dentro del Santuario durante los días siguientes, pero la gente no podía creer que fuera a obtener una armadura, aunque fuera de Plata. En verdad, este hombre temible era repudiado por muchos.
Sin embargo, su "filosofía" de combate y a la vez, un carisma similar al de su hermano gemelo, no lo dejó solo por mucho tiempo. Era común verle acompañado de algunos jóvenes aspirantes tanto a Armaduras de Bronce, como de Plata e incluso de Oro.
Durante aquellos días, su asociación con Máscara Mortal, un joven ligeramente mayor a Aldebarán, fueron dolores de cabeza para los maestros de algunos de los estudiantes del Santuario.
Su rebeldía y su actitud irritaron a muchos, sobre todo, cuando lejos de desterrar a Kanon, el Patriarca, en una decisión para muchos incomprensible, simplemente se limitó a prohibir el uso de la explosión de cosmo en algunas secciones internas del Santuario, a menos que se concediera esto por parte de maestros con dicho grado, o por parte del propio Patriarca.
Kanon y Máscara Mortal acataron algunas de estas órdenes, pero perder la Armadura de Géminis, desató en el primero, una ola de actos violentos y provocativos, que cada vez eran mayores.
Era como si Kanon estuviera buscando su propia expulsión del Santuario. Como si fuera un suicida al que no le importa jugar con una pistola cargada o con el filo de una navaja al cuello.
Una tarde, ya siendo Aldebarán entrenado para adquirir el grado de Santo Dorado de Tauro, se suscitó un evento que sería trascendental en la vida de muchos aquellos envueltos en este.
Aldebarán, sentado a la mesa, gozaba de su hora de comida tras el exhaustivo entrenamiento al que era sometido de manera diaria. El no prestaba atención a los comentarios que se hacían respecto al joven Lemuriano, al propio Kanon o a Máscara Mortal, Aldebarán era un despreocupado de estos eventos, se sentía demasiado lejano del ojo público como para que esto le rondara por la mente. El destino tenía pensado que debía ser de manera diferente.
Esa tarde tuvo por primera vez la oportunidad de conocer al llamado Lemuriano.
De rasgos muy finos y cabello morado, el aprendiz del Patriarca era una presencia dificil de ignorar. Los dos grandes lunares que denotaban su herencia Lemuriana lo delataban donde fuera. Sin embargo, contrario a lo que el propio Aldebarán hubiera esperado, Mú, como supo que se llamaba, era un niño dócil y más bien reservado. De mirada, casi asustadiza, parecía que el convivir con mucha gente era algo que de alguna manera, lo alteraba... Aldebarán pensó que este muchacho parecía destinado a vivir algún día, por su actitud, en lo alto de una montaña de manera solitaria.
Los ojos alertas de Aldebarán, notaron, que muchos de los comensales en el comedor de los aprendices, se apartaban del camino de Mú, en una expresión franca de rechazo. Mú era un solitario. Aldebarán cerró los ojos sin inmutarse cuando el joven lemuriano, posó por instantes su triste mirada sobre el coloso. Aldebarán no hizo nada más que empujar el resto del contenido de su tazón de sopa con una sonrisa despreocupada. Mú prosiguió su camino, buscando la mesa más alejada en todo el corredor.
Aldebarán tomó entonces el tazón que contenía la carne de sus alimentos cuando unas presencias hicieron que sintiera que su cabello y los vellos de su cuerpo se erizaran...
Todos lo notaron, a la entrada, el imponente Kanon y Máscara Mortal, habían entrado, haciendo arder su cosmo de manera agresiva en un área restringida. Fué esto lo que tomó a Aldebarán (y a todos) más de sorpresa. Volviéndose hacia el origen de dichos cosmos, Aldebarán y los demás fueron testigos de otra más de las acciones que hicieran de Kanon un ser tan rechazado por los demás.
"Miren nada más a quién tenemos aquí..." dijo con voz burlona Máscara Mortal, mientras bloqueaba el camino del jóven Mú con su cuerpo mientras esbozaba una sonrisa.
Mú bajó la vista y se sonrojó. Aldebarán observó todo esto con interés. Mú tenía miedo.
"Nada más y nada menos a 'otro' favorito de Su Santidad... El Patriarca..." dijo Kanon con tono burlón. "¿Cómo va tú entrenamiento para ser Santo Dorado, niño?" Preguntó Kanon con el mismo tono burlón empleado al comienzo.
El niño de cabellos morados no respondió nada. Ni siquiera levantó la vista. Permanecía firme con la idea de pasar justo en el momento en que aquellos dos muchachos se lo permitieran.
"¿Por qué no hablas?" preguntó Máscara Mortal con tono zalamero. "¿No escuchaste que Kanon te hizo una pregunta?"
No hubo respuesta ante la mirada inquisodora y cuestionante de ambos muchachos. Ante la aparente indiferencia de Mú, la indignación del ridículo apareció en ambos bravucones.
"¡Parece que eres un sordo!" dijo Máscara Mortal una vez más agitando su mano y tirando la charola del jóven, la cual cayó con estrépito al suelo. Sin embargo, Mú, no hizo nada.
"Parece un cordero a punto de ser sacrificado." Pensó para sus adentros Aldebarán, sintiendo que su sangre hervía ante este hecho. Volviéndose para ver a los demás, notó que algunos rostros estaban paralizados denotando diferentes emociones. En algunos, el reflejo del miedo de Mú y de ser ellos las siguientes víctimas los hacían festejar la injusticia, mientras que en otros, había una especie de placer, por ver en aprietos a uno de los "favoritos" del Santuario. Aldebarán no encontró simpatía por el jóven en ninguno de ellos.
"¿Por qué no respondes?" preguntó Máscara Mortal cada vez más indignado al no lograr reacción en Mú. Lo volvió hacia sí de manera brusca jalándolo de la ropa y lo levantó ligeramente del suelo. "¡Te estamos hablando!"
Mientras decía esto, Máscara Mortal agitó a Mú en el aire.
"¡Déjalo, Máscara Mortal!" dijo finalmente Kanon a su compinche. Máscara Mortal obedeció la órden del gemelo de Saga con una expresión confusa.
"¿Qué?" preguntó Máscara Mortal. "¿Por qué?"
"Por que no vale la pena cuestionar a un gusano como este..." dijo Kanon al tiempo que propinaba una violenta bofetada en el rostro de Mú, el cuál, cayó pesadamente al suelo, dejando jirones de su camisa en las manos de Máscara Mortal, el cuál, al ver lo hecho, se sonrió lanzando lejos de sí, como con asco, los pedazos de tela de la ropa del Lemuriano. Acercándose a Mú, que permanecía con su vista gacha, Kanon expresó. "Es despreciable aquel que tiene el poder y lo guarda... pero este gusano es peor, por que no poseé ningún poder, ni es nada especial... ¡es tan inútil como el viejo que le enseña!"
Y por primera vez, Mú reaccionó. Volvió su mirada enojada hacia Kanon, y en ella, se reflejaba un profundo disgusto.
"¿Qué?" preguntó Kanon al percibir la reacción de Mú con exagerado interés. "¿Qué te molesta, niñito? ¿Qué diga que no tienes poder o que tú maestro es un inútil anciano?"
Mú apretó su mandíbula. Hubiera querido levantarse, pelear de vuelta, pero Kanon era muy poderoso, y él, él no lo era... ¡Tenía miedo! Siempre solo no podía contar con la ayuda de nadie, solo pudo sostener su mirada desafiante ante Kanon, expresando en ella una ira ardiente.
"¡No me veas así, maldito!" dijo Kanon abofeteando de nueva cuenta el bello rostro de Mú.
El sonido de la bofetada resonó por todo el salón. Hubo algunas risas entre todos. Pero en Aldebarán esto fué un detonante, no podía por su honor, permitir que algo así se efectuase frente de él... ¡no sin hacer nada!
Sobre el salón que es el comedor de aprendices del Santuario, se alza un balcón que proviene de otra sala, donde se sientan a observar a sus educandos, los Maestros de la órden. Justo en ese momento, desde detrás, Saga, Aiolos y el Patriarca salían. Al tiempo que ellos entraban, Aldebarán se ponía de pie.
"¿Por qué no lo dejas ya en paz?" los ojos de todos fueron de sorpresa, pero no tanto como los de Máscara Mortal. Por su parte, Kanon se volvió hacia el jóven gigante con una sonrisa.
"¿Qué es esto?" preguntó con tono burlón. "¿Los gusanos se unen?" Y soltó una carcajada. "¡Déjanos en paz, gordo! Métete en tus propios asuntos si no quieres arrepentirte."
Hubo más risas de parte de los comensales al escuchar la ofensa de Kanon a Aldebarán. Todos dentro de la sala, no habían advertido que estaban siendo observados por El Patriarca, Aiolos de Sagitario y Saga de Géminis desde detrás de la puerta del balcón.
"Kanon..." pensó para sus adentros Saga apenado. "¿Hasta cuándo seguirás comportándote de esta manera?"
Las quejas eran ya demasiadas. Kanon se estaba convirtiendo en un problema incontrolable. Tenía que poner un remedio ya.
Aiolos y Saga se observaron entre sí. Como si pensasen lo mismo, ambos asintieron mientras se disponían a brincar en el comedor y detener la pelea.
Pero fueron detenidos por la voz de Patriarca que negó con su cabeza al ser observado de manera curiosa por ambos Santos de Oro.
"No lo hagan. " Dijo el Patriarca. "Quiero ver que ocurre."
"¡Pero Maestro!" exclamó Aiolos. "¡Mú puede resultar gravemente herido! Sin contar con ese muchacho que ahora lo defiende."
"Mú necesita aprender las lecciones del mundo, Aiolos. Esta es una valiosa lección la que debe de aprender... a enfrentar las peleas, y que en ocasiones, una decisión mal tomada, no puede solamente degenerar en un daño para nosotros, sino en un daño en otros."
"Pero Maestro..." interrumpió Saga con tono preocupado. "Mi hermano no hace sino deshonrarme... ya no puedo más."
"Tendrás todo el tiempo del mundo para tratar con él después, Saga... no planeo dejar que esos niños resulten heridos gravemente." Y observando de manera directa al Santo de Atenea, el Patriarca del Santuario concluyó. "Después de todo, ustedes son Santos de Oro, pueden detener que ocurra cualquier circunstancia peligrosa aquí dentro."
Aiolos y Saga se observaron preocupados. Quizá Máscara Mortal, Mú o ese jóven alto pudieran ser simples aprendices, pero Kanon era un guerrero con la capacidad de ser un Santo de Oro...
Mientras esto se desarrollaba de manera no percibida por nadie, debajo Aldebarán detenía el puño de Kanon que disponía a descargar sobre Mú.
"¿Cómo te atreves a detenerme?" preguntó Kanon observando a Aldebarán fuera de sí. "¡No me toques!"
Explotando su cosmo, Kanon lanzó lejos a Aldebarán el cuál, sin embargo permaneció de pie. Los platos y vasos se movieron ligeramente en todo el salón. Kanon observó con sorpresa que Aldebarán seguía de pie ante su pequeña explosión de poder.
"¡Vaya!" dijo sonriendo y ahora olvidando a Mú, el cuál se volvió hacia Aldebarán sorprendido. "Parece ser que después de todo no eres tan insignificante."
Kanon caminó hacia Aldebarán.
"Claro, esto que he hecho no ha sido sino una muy, pero muy mínima exposición de mi poder."
Aldebarán miró a Kanon con una sonrisa y dijo.
"Puede ser cierto... pero sabes que está prohibido explotar el cosmos en algunas secciones del Santuario... ¡y esta es una de ellas!" Una gota de sudor recorrió la frente de Aldebarán, sabía que Saga lo podía superar con facilidad.
Kanon se detuvo y se sonrió con sorpresa. Su sonrisa se volvió una carcajada burlona.
"¿No me digas qué estás dependiendo de ello para salir de este problema?" Dijo finalmente tras reir un rato.
"Son órdenes del Patriarca, Kanon. Y desde que entraste no estás haciendo sino más que pasar por alto esa ley." Respondió Aldebarán intentando evitar una confrontación desventajosa.
Una vez más Kanon rió fuertemente.
"Yo solo sigo las órdenes que quiero... ¡las mías!"
Ahora fué Aldebarán el que sonrió.
"¿No me digas?" Y retadoramente dijo. "Pués espero que por sentido común no sigas adelante... en cualquier momento pueden llegar los maestros a observar nuestro almuerzo."
Moviéndose a la velocidad de la luz, Kanon llegó hasta estar frente a Aldebarán, quien no logró verle, y sorprendido sólo acertó a abrir sus ojos y su boca.
"No seas idiota, niño." Dijo Kanon con fastidio. "Yo no necesito de quemar ni siquiera una fracción de mi cosmo para acabar con un bicho tan insignificante como tú..."
Kanon golpeó a Aldebarán lanzándole en efecto, contra el comedor y rompiendo la mesa y algunos platos. Fríamente, Kanon se aproximó hasta Aldebarán y continuó con su palabrería.
"Hubieras hecho caso a mi advertencia de permanecer ajeno a este asunto, ahora tendré que lastimarte... y lo peor es, ¡que de todas maneras seguiré con Mú!"
Mú observó a Kanon comenzar a golpear a Aldebarán mientras yacía en el suelo con su pie.
"¡Déjalo!" gritó Mú con angustia.
Máscara Mortal le puso el pie en la espalda y negó con su cabeza.
"No te desesperes, Lemuriano, ahora viene a prestarte atención a tí."
Tirado, Aldebarán sintió con dolor algunas de las potentes patadas que Kanon propinara. En actitud defensiva, rechazó algunos golpes, pero nunca cuestionó los motivos que lo llevaron a hacerlo, ni asomó por equívoco una sombra de duda en que lo que había hecho era lo correcto.
Arriba, Saga y Aiolos se disponían a interrumpir la golpiza, pero El Patriarca volvió a negar con la cabeza.
Quedando inerte Aldebarán, Kanon asumió que había perdido el sentido.
"¿Tan pronto?" preguntó Kanon con desilusión. "¡Qué lástima! Realmente creo que entonces te sobreestimé..."
Volviéndose a Mú, Kanon dijo.
"Parece que tienes la virtud de atraer solo a otros seres patéticos alrededor tuyo..."
"¿Qué pasa, Kanon?" se escuchó la voz de Aldebarán mientras se ponía pesadamente de pie. "¿Por qué molestas a Mú?" dijo ahora con voz burlona. "¿Quizá por que has perdido la Armadura de Géminis?"
"¿Qué?" preguntó Kanon indignado al escuchar tal frase.
"¿O quizá por que te gustaría tener la suerte de no tener a un rival mejor que tú que te la quite?"
"¡Te arrepentirás de lo que has dicho!" Dijo Kanon indignado volviéndose violentamente hacia el bronceado infante. "Había sido hasta ahora piadoso contigo, pero ahora sufrirás por quererme ofender!"
Aldebarán cruzó los brazos con confianza y sonrió.
"¿Tú?" dijo sonriendo. "¿Qué me puede hacer un rechazado perdedor como lo eres?"
Kanon no pudiendo soportar más las palabras del jóven, comenzó a correr contra de Aldebarán, tan rápido como la velocidad de la luz. Pero ocurrió algo...
Aldebarán logró observar los movimientos de Kanon como si se estuviera moviendo a una velocidad normal y haciendo arder su cosmo, Aldebarán, rechazó a Kanon con una ráfaga de energía dorada que lo mandó al otro extremo del Salón Comedor, al tiempo que por un instante muy breve, la figura de un imponente toro se viera respaldándole. Aiolos y Saga se observaron con sorpresa uno al otro... ¡el despertar de un Santo!
Todos vieron a Aldebarán con sorpresa, incluido el propio Aldebarán que observaba sus manos lleno de admiración por lo que había ocurrido.
"¿Qué... qué pasó?" se preguntó en voz alta.
Kanon, en apariencia, había perdido su sentido ante el golpe. Máscara Mortal acudió corriendo hasta donde este había caído para auxiliarlo, pero se detuvo al ver que Aldebarán se movía.
Llegando hasta Mú, que lo observaba asombrado, Aldebarán ofreció su mano con una sonrisa y le ayudó a ponerse de pie.
"Ven, Mú" dijo mientras el niño se ponía de pie. "Nunca, nunca, nunca dejes que nadie te pisoteé." Dijo con confianza. "El buen guerrero no es que el recibe los golpes en el suelo, sino el que levanta su mirada con orgullo y enfrenta las circunstancias."
Mú sonrió y dijo.
"Muchas gracias."
Aldebarán acarició la cabeza del niño que tuviera su misma edad, pero al cual no podía evitar ahora ver con un poco de afecto protector... ¡ambos eran unos niños de tan sólo siete años! Con una sonrisa generosa, Aldebarán le sacudió el polvo, aún mientras se volvía hacia donde Kanon cayera.
"Ahora si me lo permites..." dijo Aldebarán con decisión. "No he terminado." La sonrisa de Aldebarán cambió a una de determinación y decisión.
"¿Qué vas a hacer?" preguntó Mú mientras veía que el gigante caminaba hacia el sitio donde Kanon yacía.
Deteniéndose frente a Kanon, el gemelo de Saga observó a Aldebarán. Aldebarán observó a Kanon y sonriendo ofreció su mano.
"¡Perdón, Kanon!" dijo mientras sonreía. "No sé lo que pasó pero te ofrezco una disculpa... estoy seguro que todo lo que ha pasado puede solucionarse... ¿no lo creés?"
Kanon observó la mano de Aldebarán sorprendido y su sonrisa con disgusto. Levantando la mano, Kanon tomó la de Aldebarán y se levantó.
"¿En verdad?" dijo Kanon con sorpresa... "¡No lo creo!" sin soltar la mano de Aldebarán, Kanon azotó al gigante mientras hacía brillar su cosmo con descontrol. "¡Jamás te perdonaré esta humillación!"
Extendiendo sus manos, Kanon exclamó...
"¡Galaxian Explo...!"
Pero fué interrumpido por un fuerte golpe en el estómago que lo obligó a callar y arrodillarse, un súbito torrente de sangre ahogó sus palabras.
"¿Qué?" preguntó Kanon con sorpresa. Al mirar hacia arriba, un hombre con su mismo rostro lo observaba severamente, ataviado con una magnífica armadura dorada... Saga de Géminis lo había detenido.
"Estoy cansado de tú comportamiento deshonroso, Kanon." Dijo en voz alta Saga que hizo temblar a algunos. "Esta humillación no te la ha dado ni este jóven ni yo... tú te has hecho objeto de ella por tus acciones poco honorables."
Escupiendo sangre, Kanon preguntó.
"¿Qué hermano? ¿Me vas a decir que le dé la mano y me disculpe?"
"No." Respondió Saga con un gesto de dolor que se tornó frío posteriormente. "El que se disculpará seré yo, pero después, ahora yo tengo algo que hacer contigo."
Caminando hacia la puerta del comedor, Saga volvió su rostro hacia Kanon y le dijo de manera retadora y autoritaria.
"¡Ven!"
Kanon se sonrió tras un estremecimiento. Se volvió hacia Máscara Mortal y sonriéndole le dijo.
"El poder es justicia, Máscara Mortal. Los débiles, no merecen compasión."
Kanon salió del Comedor ignorando a los demás.
Mientras tanto, Aldebarán notó que una mano fuerte le ofrecía ayuda para levantarse, tomándola con confianza, el jóven se quedó sin habla al observar el noble rostro que le sonreía.
"¡Señor Aiolos!" dijo con sorpresa Aldebarán. "¡Gracias, Maestro, gracias!"
Aiolos sonriendo le dijo.
"Lo vimos todo, joven guerrero."
Aldebarán escuchó esas palabras con sorpresa preguntándose a quién hacía referencia Aiolos aparte de sí mismo, volviéndose observó que El Patriarca se aproximaba al tiempo que todos se levantaba mostrando su respeto hacia el Mayor de los 88 Caballeros.
"Así es, Aldebarán." Dijo Shión bajo su máscara. "Te agradezco por haber dado una lección no solamente a mi alumno Mú, sino a todos los que presenciábamos este encuentro."
Aldebarán con cara de sorpresa evidente, bajó su mirada al tiempo que se disculpaba.
"¡Maestro! Esa explosión de energía fué sin querer, le juro que yo no supe qué me pasó..."
Aiolos detuvo la charla nerviosa de Aldebarán poniendo su mano en el hombro del joven.
"No te disculpes, Aldebarán, como te lo dije, hemos visto todo. Despertaste el 7° Sentido de una manera asombrosa, pués lo hiciste en aras de encontrar la justicia... ¡en verdad eso es una gran hazaña!"
"¿Lo es?" preguntó Aldebarán con sorpresa. "¿El 7° Sentido? ¿Yoooo?" Preguntó con tono confundido el niño asombrado.
"Así es, joven Aldebarán." Agregó El Patriarca. "Generalmente, un Santo Dorado despierta este sentido en aras de obtener su Armadura, pero tú lo hiciste defendiendo al inocente." Y observando a todos, el Patriarca habló con los demás. "El comportamiento de honor y de defensa del débil son principios que los Santos de Atenea deben observar... no es la búsqueda del poder lo que nos debe de guiar, ni el vano placer de una pelea sin sentido, sino la búsqueda de la justicia."
"En efecto..." agregó Aiolos a las palabras del Patriarca. "Permanecer impasible ante una injusticia es una comodidad que no podemos darnos" dijo al tiempo que observaba entre los comensales perdidos del comedor a su hermano menor Aioria, "pero en este jóven, es un signo de su compromiso y de su bondad, en verdad, todo un gran y honorable guerrero." Y volviéndose hacia Aldebarán, Aiolos preguntó. "¿Qué signo eres, Aldebarán?"
"Es del signo de Tauro." Dijo Shión sin dar tiempo a que el joven hablase.
"¿Tauro?" preguntó Aiolos observando el aspecto de Aldebarán y explicándose su tamaño. "Te ayudaré en tú entrenamiento futuro, si me lo permites."
"¡Será un honor!" Dijo a esto Aldebarán haciendo una reverencia.
"Tú destino es claro, Aldebarán." Agregó Shión. "La Armadura Dorada de Tauro."
Aldebarán se sonrojó. Jamás pensó que en ese día tantas cosas pasaran.
"Nadie sabe que día es el día en que tú destino te pone en camino, mi amigo, cada evento en nuestras vidas es una lección que no debemos de olvidar." Agregó Aiolos con una sonrisa. "Hoy hemos aprendido de tí una lección de justicia y de honor dificil de olvidar... no dejar que nada ni nadie nos pisoteé haciendo olvidar nuestro orgullo, sino levantarnos siempre y encarar nuestro miedo..."
Las palabras de Aiolos resonaron en la mente de Aldebarán en sus recuerdos. Volviéndose hacia el ícono de Atenea, el Santo Dorado de Tauro habló.
"¡Mi diosa! ¿Acaso estás haciéndome recordar esto como mensaje de que debo levantarme y pelear?"
Viendo hacia la figura de la diosa que parecía sonreir siempre, Aldebarán reflexionó unos minutos.
"¿Es qué acaso todavía puedo serte útil?"
Un cosmo interrumpió la meditación de Aldebarán.
"Aldebarán" escuchó el Santo en su mente. "Aldebarán ¿estás allí?"
"¡Esa voz!" exclamó para sus adentros Aldebarán. "¡Es la voz del Viejo Maestro!"
"En efecto, mi jóven amigo." Respondió Dohko con simpatía. "Estoy haciendote un llamado por que la diosa Atenea y yo necesitamos de tus servicios."
"¿La diosa? ¿Usted?" preguntó Aldebarán abriendo sus ojos con sorpresa. "¿Qué desea usted, Maestro?"
Aldebarán se levantó con presteza. Dohko observaba todo con el ojo de su mente.
"La guerra con Hades está a punto de comenzar, amigo mío." Respondió tras un silencio breve Dohko. "Y Atenea necesita tener la seguridad de que sus fuerzas no serán distraidas."
"¿Distraidas?" preguntó sin entender Aldebarán ante las palabras de Dohko. "¿Por qué?"
Dohko respondió.
"Con vestigios de una guerra que no se realizó pero que le quita tranquilidad a Atenea, mi joven Santo de Tauro."
"¿Qué me quiere decir, Maestro?"
"Qué no sólo es la amenaza de Hades la que está poniendo en peligro la paz del mundo, Aldebarán... hay otra en La Tierra en estos momentos, una que creíamos que ya no estaba sobre este."
"¿Una que se creía no estaba sobre éste? ¿De quién se trata, Maestro? ¡Dígame!"
Aldebarán observó hacia el techo de su habitación esperando una respuesta. ¿Una amenaza tan grave como para distraer a Atenea antes de su encuentro con Hades? ¿De quién se podía tratar?
"¿Maestro?" preguntó Aldebarán ansioso esperando la respuesta del Anciano.
"Se trata de... Ares." Respondió Dohko con acento grave.
[i]Continúa...[/i]
A sus siete años de edad, Aldebarán alcanzaba una imponente estatura de 1.80 m de altura, por supuesto, esto era porque desde pequeño había sido elegido para formar parte de las tropas de ariete de Atenea.
Este tipo de guerreros requerían una gran fortaleza física, así mismo, como un aspecto amenazador, ya que formaban parte de las tropas que abrían paso a aquellas menos corpulentas pero también poderosas. La manera en que esto se alcanzaba era seleccionando a aquellos jóvenes que por disposición planetaria tenían una tendencia para esto.
Aunque su nacimiento en Brasil podría hacer pensar que el se encontraba demasiado lejos del Santuario y que podía ser fácilmente perdido, lo cierto es que, parte de las tareas llevadas a cabo por los Patriarcas del Santuario en Star Hill, era la de conocer los lugares de nacimiento de aquellos seres que venían a este mundo a servir al Santuario y a la diosa Atenea.
Y fué justamente un grupo de enviados del Santuario los que lograron dar con la familia de Aldebarán.
Inmersos en la pobreza de una favela, los padres de Aldebarán no pusieron grandes objeciones ante la perspectiva de recibir una suma de dinero que les daría una situación cómoda para ellos y los demás hermanos de Aldebarán... tenían la esperanza de volver a ver al pequeño recién nacido en alguna otra ocasión, o quizá, recibir otra oferta generosa por parte de esa gente para conservar al muchacho.
Nunca pasó ninguna de esas posibilidades. No lo conocieron ni supieron nunca del nombre que ese niño recibiera: Aldebarán, el nombre, marcado por la constelación guardiana del pequeño que fué predestinado por eso mismo a ser parte de las tropas ariete del Santuario.
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CAPÍTULO II:
MENSAJES[/b]
En la villa de Atene, lugar de residencia de muchos aspirantes a Santos de Atenea, Aldebarán logró dominar algunas técnicas del combate cuerpo a cuerpo, esto, aunado al hecho de recibir el alimento sagrado de parte del Santuario para lograr a ser un guerrero de gran tamaño: La Ambrosía.
Se cuenta que este néctar divino, era lo que en efecto, hacía de los dioses justamente aquello. La naturaleza de este alimento en verdad resultaría totalmente desconocida en parámetros científicos. Lo único cierto es que, de manera misteriosa, diferentes cantidades de esta eran entregadas al Santuario de Atenea provenientes del Cielo, por algunos explicados, en base a aquella antigua y reconocida alianza conocida de Zeus para con la diosa de la Guerra y la Sabiduría.
Por alguna circunstancia, este alimento, en los humanos que lo reciben, tiene el efecto de lograr cuerpos corpulentos y una resistencia mucho mayor a la de cualquier ser humano común y corriente. En Aldebarán, esto, más un instintivo talento de explosión de Cosmos logró que hiciera que fuera seleccionado para seguir adelante con su entrenamiento para ser algo más que un simple soldado de las Tropas de Asalto del Santuario.
Su característica jovialidad, su instinto nato de justicia y su obstinación en ser uno de los mejores, pronto hicieron de Aldebarán un serio candidato para residir ya como Santo de Atenea, en efecto, en el Santuario de Grecia.
A sus siete años, finalmente, recibió la noticia de que pronto sería entrenado para ser parte de la órden de Santos de la diosa, lo cual lo llenó de grandes alegrías. Soñaba con el grado dorado de la Órden, aunque para sus adentros, Aldebarán era modesto, y sabía que ese camino era dificil para alguien como él, ya que consideraba, esos grados eran inalcanzables para alguien que hubiera sido simplemente entrenado para ser parte de las tropas de asalto del Santuario.
Y en efecto, el camino que le esperaría a Aldebarán sería muy arduo, pero en el camino fincaría grandes amistades y alianzas, y su esfuerzo lo llevarían a ser uno de los más grandes Caballeros de Atenea de entre los 88.
El paso de una villa rústica llena de cabañas de bejuco y madera a una ciudad de belleza espectacular como lo era el Santuario tuvo un efecto grande en los ánimos del joven Tauro, el cual comenzó a soñar de manera más descarada. En cuestión de unos meses, el ya estaba siendo entrenado para ser un Santo de categoría superior al bronce, pero siempre, este entrenamiento era llevado con la mayor de las discreciones.
La vida de un joven en el Santuario no era nada fácil. Con todos sus compañeros como potenciales rivales, en realidad, en ocasiones existían ciertas rencillas y rencores. Varios jóvenes entrenaban en aquellos días en que Aldebarán tenía ya clara su misión de obtener la Armadura Dorada del Toro.
El Patriarca, entrenaba de manera personal, a un jóven de la misma edad de Aldebarán llamado por muchos El Lemuriano, en referencia a su ascendencia. Se hablaba del poder de este joven, pero también muchos hablaban con un dejo de rencor en sus voces... ser entrenado por el propio Patriarca por el hecho de ser Lemuriano eran entre otras, las causas y las suspicacias que rondaban al joven, el cual no era muy bien visto por todos por esta causa.
Sin embargo, a algunos no les importaba en lo más mínimo, preocupados más en demostrar su propio talento para alcanzar el grado máximo.
Entre algunos alumnos había trascendido la noticia de que las Armaduras de Sagitario y la de Géminis estaban ya entregadas, ambas, a jóvenes que eran respetados entre la comunidad y reconocidos como poderosos y honorables guerreros.
Ambos se trataban con amistad y eran, en muchos sentidos, los modelos a seguir dentro del Santuario... ¿quieres ser un Santo Dorado? Aspira a ser como Aiolos o como Saga.
Aiolos y Saga. Ambos nombres evocaban a la mente de quienes lo pronunciaban una fraternidad, una hermandad no de sangre pero si de ideales y de convicciones. Ambos contenderían para asumir el puesto de Patriarca en años venideros, lo que hablaba del nivel terrible de poder del que ambos eran poseedores.
Ambos jóvenes eran el epítome de lo que los demás aspiraban a ser, pero algo enturbiaba el brillo de uno de ellos.
Poseedor del mismo rostro respetado del Santo Dorado de Géminis, aspirante a dicho título inclusive, se paseaba por el Santuario una versión nada honorable de Saga.
Siempre siendo rivales y con una actitud agresiva, Kanon de Géminis era el ejemplo de poder desenfrenado. Entre algunos, era visto como una influencia negativa dentro del Santuario, y se decía que en realidad, se le permitía su permanencia debido al grande poder del que era poseedor, así como por el hecho de ser hermano gemelo del respetado Saga.
Kanon por aquellos días era mucho más temido. Su actitud de rebelde se había acentuado ante la frustración de su pérdida de la Armadura de Géminis a manos de su propio hermano. Kanon no pudo tolerar este hecho. Acusó al Santuario de falta de visión, e incluso, tuvo la osadía de denunciar a su hermano de ser un "malvado" e "hipócrita" cuyos actos heroícos no eran sino una fachada para cubrir sus propios motivos torcidos.
Por supuesto, nadie le creyó. ¿Quién podría pensar de esto más que viniendo de un hermano resentido ante la personalidad tan brillante y justa de Saga?
Saga recibió los insultos de parte de su hermano con un gesto de preocupación y pena. Sabía que dicha actitud no hacía más que deshonrar más a su hermano, y en un acto de nobleza, Saga intercedió por él, pidiendo clemencia en su juicio, y su permanencia en el Santuario para adquirir la Armadura de algún signo de Plata. El Patriarca concedió la petición de Saga, que fué apoyada por Aiolos. En vez de generar un sentimiento de gratitud en Kanon, generó más un sentimiento de rencor y de amargura.
Kanon permaneció dentro del Santuario durante los días siguientes, pero la gente no podía creer que fuera a obtener una armadura, aunque fuera de Plata. En verdad, este hombre temible era repudiado por muchos.
Sin embargo, su "filosofía" de combate y a la vez, un carisma similar al de su hermano gemelo, no lo dejó solo por mucho tiempo. Era común verle acompañado de algunos jóvenes aspirantes tanto a Armaduras de Bronce, como de Plata e incluso de Oro.
Durante aquellos días, su asociación con Máscara Mortal, un joven ligeramente mayor a Aldebarán, fueron dolores de cabeza para los maestros de algunos de los estudiantes del Santuario.
Su rebeldía y su actitud irritaron a muchos, sobre todo, cuando lejos de desterrar a Kanon, el Patriarca, en una decisión para muchos incomprensible, simplemente se limitó a prohibir el uso de la explosión de cosmo en algunas secciones internas del Santuario, a menos que se concediera esto por parte de maestros con dicho grado, o por parte del propio Patriarca.
Kanon y Máscara Mortal acataron algunas de estas órdenes, pero perder la Armadura de Géminis, desató en el primero, una ola de actos violentos y provocativos, que cada vez eran mayores.
Era como si Kanon estuviera buscando su propia expulsión del Santuario. Como si fuera un suicida al que no le importa jugar con una pistola cargada o con el filo de una navaja al cuello.
Una tarde, ya siendo Aldebarán entrenado para adquirir el grado de Santo Dorado de Tauro, se suscitó un evento que sería trascendental en la vida de muchos aquellos envueltos en este.
Aldebarán, sentado a la mesa, gozaba de su hora de comida tras el exhaustivo entrenamiento al que era sometido de manera diaria. El no prestaba atención a los comentarios que se hacían respecto al joven Lemuriano, al propio Kanon o a Máscara Mortal, Aldebarán era un despreocupado de estos eventos, se sentía demasiado lejano del ojo público como para que esto le rondara por la mente. El destino tenía pensado que debía ser de manera diferente.
Esa tarde tuvo por primera vez la oportunidad de conocer al llamado Lemuriano.
De rasgos muy finos y cabello morado, el aprendiz del Patriarca era una presencia dificil de ignorar. Los dos grandes lunares que denotaban su herencia Lemuriana lo delataban donde fuera. Sin embargo, contrario a lo que el propio Aldebarán hubiera esperado, Mú, como supo que se llamaba, era un niño dócil y más bien reservado. De mirada, casi asustadiza, parecía que el convivir con mucha gente era algo que de alguna manera, lo alteraba... Aldebarán pensó que este muchacho parecía destinado a vivir algún día, por su actitud, en lo alto de una montaña de manera solitaria.
Los ojos alertas de Aldebarán, notaron, que muchos de los comensales en el comedor de los aprendices, se apartaban del camino de Mú, en una expresión franca de rechazo. Mú era un solitario. Aldebarán cerró los ojos sin inmutarse cuando el joven lemuriano, posó por instantes su triste mirada sobre el coloso. Aldebarán no hizo nada más que empujar el resto del contenido de su tazón de sopa con una sonrisa despreocupada. Mú prosiguió su camino, buscando la mesa más alejada en todo el corredor.
Aldebarán tomó entonces el tazón que contenía la carne de sus alimentos cuando unas presencias hicieron que sintiera que su cabello y los vellos de su cuerpo se erizaran...
Todos lo notaron, a la entrada, el imponente Kanon y Máscara Mortal, habían entrado, haciendo arder su cosmo de manera agresiva en un área restringida. Fué esto lo que tomó a Aldebarán (y a todos) más de sorpresa. Volviéndose hacia el origen de dichos cosmos, Aldebarán y los demás fueron testigos de otra más de las acciones que hicieran de Kanon un ser tan rechazado por los demás.
"Miren nada más a quién tenemos aquí..." dijo con voz burlona Máscara Mortal, mientras bloqueaba el camino del jóven Mú con su cuerpo mientras esbozaba una sonrisa.
Mú bajó la vista y se sonrojó. Aldebarán observó todo esto con interés. Mú tenía miedo.
"Nada más y nada menos a 'otro' favorito de Su Santidad... El Patriarca..." dijo Kanon con tono burlón. "¿Cómo va tú entrenamiento para ser Santo Dorado, niño?" Preguntó Kanon con el mismo tono burlón empleado al comienzo.
El niño de cabellos morados no respondió nada. Ni siquiera levantó la vista. Permanecía firme con la idea de pasar justo en el momento en que aquellos dos muchachos se lo permitieran.
"¿Por qué no hablas?" preguntó Máscara Mortal con tono zalamero. "¿No escuchaste que Kanon te hizo una pregunta?"
No hubo respuesta ante la mirada inquisodora y cuestionante de ambos muchachos. Ante la aparente indiferencia de Mú, la indignación del ridículo apareció en ambos bravucones.
"¡Parece que eres un sordo!" dijo Máscara Mortal una vez más agitando su mano y tirando la charola del jóven, la cual cayó con estrépito al suelo. Sin embargo, Mú, no hizo nada.
"Parece un cordero a punto de ser sacrificado." Pensó para sus adentros Aldebarán, sintiendo que su sangre hervía ante este hecho. Volviéndose para ver a los demás, notó que algunos rostros estaban paralizados denotando diferentes emociones. En algunos, el reflejo del miedo de Mú y de ser ellos las siguientes víctimas los hacían festejar la injusticia, mientras que en otros, había una especie de placer, por ver en aprietos a uno de los "favoritos" del Santuario. Aldebarán no encontró simpatía por el jóven en ninguno de ellos.
"¿Por qué no respondes?" preguntó Máscara Mortal cada vez más indignado al no lograr reacción en Mú. Lo volvió hacia sí de manera brusca jalándolo de la ropa y lo levantó ligeramente del suelo. "¡Te estamos hablando!"
Mientras decía esto, Máscara Mortal agitó a Mú en el aire.
"¡Déjalo, Máscara Mortal!" dijo finalmente Kanon a su compinche. Máscara Mortal obedeció la órden del gemelo de Saga con una expresión confusa.
"¿Qué?" preguntó Máscara Mortal. "¿Por qué?"
"Por que no vale la pena cuestionar a un gusano como este..." dijo Kanon al tiempo que propinaba una violenta bofetada en el rostro de Mú, el cuál, cayó pesadamente al suelo, dejando jirones de su camisa en las manos de Máscara Mortal, el cuál, al ver lo hecho, se sonrió lanzando lejos de sí, como con asco, los pedazos de tela de la ropa del Lemuriano. Acercándose a Mú, que permanecía con su vista gacha, Kanon expresó. "Es despreciable aquel que tiene el poder y lo guarda... pero este gusano es peor, por que no poseé ningún poder, ni es nada especial... ¡es tan inútil como el viejo que le enseña!"
Y por primera vez, Mú reaccionó. Volvió su mirada enojada hacia Kanon, y en ella, se reflejaba un profundo disgusto.
"¿Qué?" preguntó Kanon al percibir la reacción de Mú con exagerado interés. "¿Qué te molesta, niñito? ¿Qué diga que no tienes poder o que tú maestro es un inútil anciano?"
Mú apretó su mandíbula. Hubiera querido levantarse, pelear de vuelta, pero Kanon era muy poderoso, y él, él no lo era... ¡Tenía miedo! Siempre solo no podía contar con la ayuda de nadie, solo pudo sostener su mirada desafiante ante Kanon, expresando en ella una ira ardiente.
"¡No me veas así, maldito!" dijo Kanon abofeteando de nueva cuenta el bello rostro de Mú.
El sonido de la bofetada resonó por todo el salón. Hubo algunas risas entre todos. Pero en Aldebarán esto fué un detonante, no podía por su honor, permitir que algo así se efectuase frente de él... ¡no sin hacer nada!
Sobre el salón que es el comedor de aprendices del Santuario, se alza un balcón que proviene de otra sala, donde se sientan a observar a sus educandos, los Maestros de la órden. Justo en ese momento, desde detrás, Saga, Aiolos y el Patriarca salían. Al tiempo que ellos entraban, Aldebarán se ponía de pie.
"¿Por qué no lo dejas ya en paz?" los ojos de todos fueron de sorpresa, pero no tanto como los de Máscara Mortal. Por su parte, Kanon se volvió hacia el jóven gigante con una sonrisa.
"¿Qué es esto?" preguntó con tono burlón. "¿Los gusanos se unen?" Y soltó una carcajada. "¡Déjanos en paz, gordo! Métete en tus propios asuntos si no quieres arrepentirte."
Hubo más risas de parte de los comensales al escuchar la ofensa de Kanon a Aldebarán. Todos dentro de la sala, no habían advertido que estaban siendo observados por El Patriarca, Aiolos de Sagitario y Saga de Géminis desde detrás de la puerta del balcón.
"Kanon..." pensó para sus adentros Saga apenado. "¿Hasta cuándo seguirás comportándote de esta manera?"
Las quejas eran ya demasiadas. Kanon se estaba convirtiendo en un problema incontrolable. Tenía que poner un remedio ya.
Aiolos y Saga se observaron entre sí. Como si pensasen lo mismo, ambos asintieron mientras se disponían a brincar en el comedor y detener la pelea.
Pero fueron detenidos por la voz de Patriarca que negó con su cabeza al ser observado de manera curiosa por ambos Santos de Oro.
"No lo hagan. " Dijo el Patriarca. "Quiero ver que ocurre."
"¡Pero Maestro!" exclamó Aiolos. "¡Mú puede resultar gravemente herido! Sin contar con ese muchacho que ahora lo defiende."
"Mú necesita aprender las lecciones del mundo, Aiolos. Esta es una valiosa lección la que debe de aprender... a enfrentar las peleas, y que en ocasiones, una decisión mal tomada, no puede solamente degenerar en un daño para nosotros, sino en un daño en otros."
"Pero Maestro..." interrumpió Saga con tono preocupado. "Mi hermano no hace sino deshonrarme... ya no puedo más."
"Tendrás todo el tiempo del mundo para tratar con él después, Saga... no planeo dejar que esos niños resulten heridos gravemente." Y observando de manera directa al Santo de Atenea, el Patriarca del Santuario concluyó. "Después de todo, ustedes son Santos de Oro, pueden detener que ocurra cualquier circunstancia peligrosa aquí dentro."
Aiolos y Saga se observaron preocupados. Quizá Máscara Mortal, Mú o ese jóven alto pudieran ser simples aprendices, pero Kanon era un guerrero con la capacidad de ser un Santo de Oro...
Mientras esto se desarrollaba de manera no percibida por nadie, debajo Aldebarán detenía el puño de Kanon que disponía a descargar sobre Mú.
"¿Cómo te atreves a detenerme?" preguntó Kanon observando a Aldebarán fuera de sí. "¡No me toques!"
Explotando su cosmo, Kanon lanzó lejos a Aldebarán el cuál, sin embargo permaneció de pie. Los platos y vasos se movieron ligeramente en todo el salón. Kanon observó con sorpresa que Aldebarán seguía de pie ante su pequeña explosión de poder.
"¡Vaya!" dijo sonriendo y ahora olvidando a Mú, el cuál se volvió hacia Aldebarán sorprendido. "Parece ser que después de todo no eres tan insignificante."
Kanon caminó hacia Aldebarán.
"Claro, esto que he hecho no ha sido sino una muy, pero muy mínima exposición de mi poder."
Aldebarán miró a Kanon con una sonrisa y dijo.
"Puede ser cierto... pero sabes que está prohibido explotar el cosmos en algunas secciones del Santuario... ¡y esta es una de ellas!" Una gota de sudor recorrió la frente de Aldebarán, sabía que Saga lo podía superar con facilidad.
Kanon se detuvo y se sonrió con sorpresa. Su sonrisa se volvió una carcajada burlona.
"¿No me digas qué estás dependiendo de ello para salir de este problema?" Dijo finalmente tras reir un rato.
"Son órdenes del Patriarca, Kanon. Y desde que entraste no estás haciendo sino más que pasar por alto esa ley." Respondió Aldebarán intentando evitar una confrontación desventajosa.
Una vez más Kanon rió fuertemente.
"Yo solo sigo las órdenes que quiero... ¡las mías!"
Ahora fué Aldebarán el que sonrió.
"¿No me digas?" Y retadoramente dijo. "Pués espero que por sentido común no sigas adelante... en cualquier momento pueden llegar los maestros a observar nuestro almuerzo."
Moviéndose a la velocidad de la luz, Kanon llegó hasta estar frente a Aldebarán, quien no logró verle, y sorprendido sólo acertó a abrir sus ojos y su boca.
"No seas idiota, niño." Dijo Kanon con fastidio. "Yo no necesito de quemar ni siquiera una fracción de mi cosmo para acabar con un bicho tan insignificante como tú..."
Kanon golpeó a Aldebarán lanzándole en efecto, contra el comedor y rompiendo la mesa y algunos platos. Fríamente, Kanon se aproximó hasta Aldebarán y continuó con su palabrería.
"Hubieras hecho caso a mi advertencia de permanecer ajeno a este asunto, ahora tendré que lastimarte... y lo peor es, ¡que de todas maneras seguiré con Mú!"
Mú observó a Kanon comenzar a golpear a Aldebarán mientras yacía en el suelo con su pie.
"¡Déjalo!" gritó Mú con angustia.
Máscara Mortal le puso el pie en la espalda y negó con su cabeza.
"No te desesperes, Lemuriano, ahora viene a prestarte atención a tí."
Tirado, Aldebarán sintió con dolor algunas de las potentes patadas que Kanon propinara. En actitud defensiva, rechazó algunos golpes, pero nunca cuestionó los motivos que lo llevaron a hacerlo, ni asomó por equívoco una sombra de duda en que lo que había hecho era lo correcto.
Arriba, Saga y Aiolos se disponían a interrumpir la golpiza, pero El Patriarca volvió a negar con la cabeza.
Quedando inerte Aldebarán, Kanon asumió que había perdido el sentido.
"¿Tan pronto?" preguntó Kanon con desilusión. "¡Qué lástima! Realmente creo que entonces te sobreestimé..."
Volviéndose a Mú, Kanon dijo.
"Parece que tienes la virtud de atraer solo a otros seres patéticos alrededor tuyo..."
"¿Qué pasa, Kanon?" se escuchó la voz de Aldebarán mientras se ponía pesadamente de pie. "¿Por qué molestas a Mú?" dijo ahora con voz burlona. "¿Quizá por que has perdido la Armadura de Géminis?"
"¿Qué?" preguntó Kanon indignado al escuchar tal frase.
"¿O quizá por que te gustaría tener la suerte de no tener a un rival mejor que tú que te la quite?"
"¡Te arrepentirás de lo que has dicho!" Dijo Kanon indignado volviéndose violentamente hacia el bronceado infante. "Había sido hasta ahora piadoso contigo, pero ahora sufrirás por quererme ofender!"
Aldebarán cruzó los brazos con confianza y sonrió.
"¿Tú?" dijo sonriendo. "¿Qué me puede hacer un rechazado perdedor como lo eres?"
Kanon no pudiendo soportar más las palabras del jóven, comenzó a correr contra de Aldebarán, tan rápido como la velocidad de la luz. Pero ocurrió algo...
Aldebarán logró observar los movimientos de Kanon como si se estuviera moviendo a una velocidad normal y haciendo arder su cosmo, Aldebarán, rechazó a Kanon con una ráfaga de energía dorada que lo mandó al otro extremo del Salón Comedor, al tiempo que por un instante muy breve, la figura de un imponente toro se viera respaldándole. Aiolos y Saga se observaron con sorpresa uno al otro... ¡el despertar de un Santo!
Todos vieron a Aldebarán con sorpresa, incluido el propio Aldebarán que observaba sus manos lleno de admiración por lo que había ocurrido.
"¿Qué... qué pasó?" se preguntó en voz alta.
Kanon, en apariencia, había perdido su sentido ante el golpe. Máscara Mortal acudió corriendo hasta donde este había caído para auxiliarlo, pero se detuvo al ver que Aldebarán se movía.
Llegando hasta Mú, que lo observaba asombrado, Aldebarán ofreció su mano con una sonrisa y le ayudó a ponerse de pie.
"Ven, Mú" dijo mientras el niño se ponía de pie. "Nunca, nunca, nunca dejes que nadie te pisoteé." Dijo con confianza. "El buen guerrero no es que el recibe los golpes en el suelo, sino el que levanta su mirada con orgullo y enfrenta las circunstancias."
Mú sonrió y dijo.
"Muchas gracias."
Aldebarán acarició la cabeza del niño que tuviera su misma edad, pero al cual no podía evitar ahora ver con un poco de afecto protector... ¡ambos eran unos niños de tan sólo siete años! Con una sonrisa generosa, Aldebarán le sacudió el polvo, aún mientras se volvía hacia donde Kanon cayera.
"Ahora si me lo permites..." dijo Aldebarán con decisión. "No he terminado." La sonrisa de Aldebarán cambió a una de determinación y decisión.
"¿Qué vas a hacer?" preguntó Mú mientras veía que el gigante caminaba hacia el sitio donde Kanon yacía.
Deteniéndose frente a Kanon, el gemelo de Saga observó a Aldebarán. Aldebarán observó a Kanon y sonriendo ofreció su mano.
"¡Perdón, Kanon!" dijo mientras sonreía. "No sé lo que pasó pero te ofrezco una disculpa... estoy seguro que todo lo que ha pasado puede solucionarse... ¿no lo creés?"
Kanon observó la mano de Aldebarán sorprendido y su sonrisa con disgusto. Levantando la mano, Kanon tomó la de Aldebarán y se levantó.
"¿En verdad?" dijo Kanon con sorpresa... "¡No lo creo!" sin soltar la mano de Aldebarán, Kanon azotó al gigante mientras hacía brillar su cosmo con descontrol. "¡Jamás te perdonaré esta humillación!"
Extendiendo sus manos, Kanon exclamó...
"¡Galaxian Explo...!"
Pero fué interrumpido por un fuerte golpe en el estómago que lo obligó a callar y arrodillarse, un súbito torrente de sangre ahogó sus palabras.
"¿Qué?" preguntó Kanon con sorpresa. Al mirar hacia arriba, un hombre con su mismo rostro lo observaba severamente, ataviado con una magnífica armadura dorada... Saga de Géminis lo había detenido.
"Estoy cansado de tú comportamiento deshonroso, Kanon." Dijo en voz alta Saga que hizo temblar a algunos. "Esta humillación no te la ha dado ni este jóven ni yo... tú te has hecho objeto de ella por tus acciones poco honorables."
Escupiendo sangre, Kanon preguntó.
"¿Qué hermano? ¿Me vas a decir que le dé la mano y me disculpe?"
"No." Respondió Saga con un gesto de dolor que se tornó frío posteriormente. "El que se disculpará seré yo, pero después, ahora yo tengo algo que hacer contigo."
Caminando hacia la puerta del comedor, Saga volvió su rostro hacia Kanon y le dijo de manera retadora y autoritaria.
"¡Ven!"
Kanon se sonrió tras un estremecimiento. Se volvió hacia Máscara Mortal y sonriéndole le dijo.
"El poder es justicia, Máscara Mortal. Los débiles, no merecen compasión."
Kanon salió del Comedor ignorando a los demás.
Mientras tanto, Aldebarán notó que una mano fuerte le ofrecía ayuda para levantarse, tomándola con confianza, el jóven se quedó sin habla al observar el noble rostro que le sonreía.
"¡Señor Aiolos!" dijo con sorpresa Aldebarán. "¡Gracias, Maestro, gracias!"
Aiolos sonriendo le dijo.
"Lo vimos todo, joven guerrero."
Aldebarán escuchó esas palabras con sorpresa preguntándose a quién hacía referencia Aiolos aparte de sí mismo, volviéndose observó que El Patriarca se aproximaba al tiempo que todos se levantaba mostrando su respeto hacia el Mayor de los 88 Caballeros.
"Así es, Aldebarán." Dijo Shión bajo su máscara. "Te agradezco por haber dado una lección no solamente a mi alumno Mú, sino a todos los que presenciábamos este encuentro."
Aldebarán con cara de sorpresa evidente, bajó su mirada al tiempo que se disculpaba.
"¡Maestro! Esa explosión de energía fué sin querer, le juro que yo no supe qué me pasó..."
Aiolos detuvo la charla nerviosa de Aldebarán poniendo su mano en el hombro del joven.
"No te disculpes, Aldebarán, como te lo dije, hemos visto todo. Despertaste el 7° Sentido de una manera asombrosa, pués lo hiciste en aras de encontrar la justicia... ¡en verdad eso es una gran hazaña!"
"¿Lo es?" preguntó Aldebarán con sorpresa. "¿El 7° Sentido? ¿Yoooo?" Preguntó con tono confundido el niño asombrado.
"Así es, joven Aldebarán." Agregó El Patriarca. "Generalmente, un Santo Dorado despierta este sentido en aras de obtener su Armadura, pero tú lo hiciste defendiendo al inocente." Y observando a todos, el Patriarca habló con los demás. "El comportamiento de honor y de defensa del débil son principios que los Santos de Atenea deben observar... no es la búsqueda del poder lo que nos debe de guiar, ni el vano placer de una pelea sin sentido, sino la búsqueda de la justicia."
"En efecto..." agregó Aiolos a las palabras del Patriarca. "Permanecer impasible ante una injusticia es una comodidad que no podemos darnos" dijo al tiempo que observaba entre los comensales perdidos del comedor a su hermano menor Aioria, "pero en este jóven, es un signo de su compromiso y de su bondad, en verdad, todo un gran y honorable guerrero." Y volviéndose hacia Aldebarán, Aiolos preguntó. "¿Qué signo eres, Aldebarán?"
"Es del signo de Tauro." Dijo Shión sin dar tiempo a que el joven hablase.
"¿Tauro?" preguntó Aiolos observando el aspecto de Aldebarán y explicándose su tamaño. "Te ayudaré en tú entrenamiento futuro, si me lo permites."
"¡Será un honor!" Dijo a esto Aldebarán haciendo una reverencia.
"Tú destino es claro, Aldebarán." Agregó Shión. "La Armadura Dorada de Tauro."
Aldebarán se sonrojó. Jamás pensó que en ese día tantas cosas pasaran.
"Nadie sabe que día es el día en que tú destino te pone en camino, mi amigo, cada evento en nuestras vidas es una lección que no debemos de olvidar." Agregó Aiolos con una sonrisa. "Hoy hemos aprendido de tí una lección de justicia y de honor dificil de olvidar... no dejar que nada ni nadie nos pisoteé haciendo olvidar nuestro orgullo, sino levantarnos siempre y encarar nuestro miedo..."
Las palabras de Aiolos resonaron en la mente de Aldebarán en sus recuerdos. Volviéndose hacia el ícono de Atenea, el Santo Dorado de Tauro habló.
"¡Mi diosa! ¿Acaso estás haciéndome recordar esto como mensaje de que debo levantarme y pelear?"
Viendo hacia la figura de la diosa que parecía sonreir siempre, Aldebarán reflexionó unos minutos.
"¿Es qué acaso todavía puedo serte útil?"
Un cosmo interrumpió la meditación de Aldebarán.
"Aldebarán" escuchó el Santo en su mente. "Aldebarán ¿estás allí?"
"¡Esa voz!" exclamó para sus adentros Aldebarán. "¡Es la voz del Viejo Maestro!"
"En efecto, mi jóven amigo." Respondió Dohko con simpatía. "Estoy haciendote un llamado por que la diosa Atenea y yo necesitamos de tus servicios."
"¿La diosa? ¿Usted?" preguntó Aldebarán abriendo sus ojos con sorpresa. "¿Qué desea usted, Maestro?"
Aldebarán se levantó con presteza. Dohko observaba todo con el ojo de su mente.
"La guerra con Hades está a punto de comenzar, amigo mío." Respondió tras un silencio breve Dohko. "Y Atenea necesita tener la seguridad de que sus fuerzas no serán distraidas."
"¿Distraidas?" preguntó sin entender Aldebarán ante las palabras de Dohko. "¿Por qué?"
Dohko respondió.
"Con vestigios de una guerra que no se realizó pero que le quita tranquilidad a Atenea, mi joven Santo de Tauro."
"¿Qué me quiere decir, Maestro?"
"Qué no sólo es la amenaza de Hades la que está poniendo en peligro la paz del mundo, Aldebarán... hay otra en La Tierra en estos momentos, una que creíamos que ya no estaba sobre este."
"¿Una que se creía no estaba sobre éste? ¿De quién se trata, Maestro? ¡Dígame!"
Aldebarán observó hacia el techo de su habitación esperando una respuesta. ¿Una amenaza tan grave como para distraer a Atenea antes de su encuentro con Hades? ¿De quién se podía tratar?
"¿Maestro?" preguntó Aldebarán ansioso esperando la respuesta del Anciano.
"Se trata de... Ares." Respondió Dohko con acento grave.
[i]Continúa...[/i]
