La mención de ese nombre por parte de Dohko causó un estremecimiento en Aldebarán que lo recorrió desde la médula... ¡Ares, el dios guerrero del mito!

[b]CAPÍTULO III

RENACIMIENTO[/b]

"¿A...Ares?" preguntó Aldebarán incrédulo. "¿El dios?"

Dohko afirmó con aparente tono frío sus propias palabras.

"Así es, Aldebarán" prosiguió con su tono grave "No encuentro una explicación lógica a lo que está ocurriendo pero aparentemente, tras no concretar su movimiento contra Atenea en esta generación, el dios ha decidido volver a ser un obstáculo en el camino de nuestra diosa."

Pero Aldebarán escuchaba todo esto como ausente atormentado en sus propias dudas y miedos.

"¿Un dios?" El sudor bañó al gigante, un fino rocío cubrió su frente. "¿Yo? ¿Cómo podría hacerlo?"

"Atenea ha ordenado la salida de los Santos de Bronce del Santuario y ha prohibido su involucramiento en peleas en lo consiguiente, Aldebarán..." comentó Dohko sin variar su tono. "Por lo que es apenas comprensible comprender por que tienen que ser sus Santos Dorados los que se vean envueltos en esto..."

Las palabras del venerado Santo de Libra fueron interrumpidas por un súbito comentario de Aldebarán.

"Pero Maestro... ¡yo!" Dijo Aldebarán al tiempo que hablaba como al aire y levantaba su mano como queriendo tocar algo que no estaba allí.

Dohko calló esperando las palabras de Aldebarán, pero este mismo interrumpió su frase.

¿Qué diría? ¿Qué no podía realizar esta misión? ¿Qué sería inútil ahora ante cualquiera ahora que su armadura ni siquiera parecía querer protegerlo?

Un sombrío silencio cayó entre los dos poderosos guerreros, no había que decir por parte de Aldebarán, no al menos, sin admitir su propia deshonra, su propio miedo, y la vergüenza lo impedía.

"Yo confío en tí"

Esta frase vino como una caricia en medio del dolor más grande. Como si un rayo de luz de sol se abriera paso entre la oscuridad y el frío, un cosmo poderosísimo invadió la cámara de la Casa de Tauro. Era como si se abriera por primera vez los ojos al nacer, tan cálido como el abrazo de una madre, y reconfortable.

"¡Este Cosmos!" exclamó Aldebarán levantando la vista con la esperanza en sus ojos, las lágrimas asomando a los ojos de éste... "¡Atenea!"

Como si una estrella hubiese surgido de la nada en medio de la Casa de Tauro, una aparición hizo efecto. Envuelta en luz divina, la mortal conocida como Saori Kido, apareció bañada en toda su gloria ante el desconsolado y perdido Santo del Toro.

"¡Mi Señora!" exclamó Aldebarán arrebatado en felicidad y consuelo. "No... no mi señora, no me mires ahora... no soy digno de tí..."

Finalmente las lágrimas fueron liberadas por Aldebarán y su cara se llenó del torrente de lágrimas, único testimonio de los sentimientos encontrados de Aldebarán. Miedo, vergüenza, consuelo... todo era uno.

"He faltado a tí y a tus preceptos, Señora mía... tú sabes lo que he sentido, lo que pienso, discúlpame por no estar a la altura de esta misión sagrada..."

Atenea avanzó hasta Aldebarán y sonriendo le levantó el rostro, el cual había escondido entre sus manos tras caer arrodillado delante de la diosa. Aldebarán cedió al gentil pero firme gesto y observó la hermosa cara de la diosa.

Lo que encontró allí fué un rostro hermoso envuelto en la misma luz sagrada que la acompañaba, una mirada llena de amor y una sonrisa amplia y sincera.

"Mi Caballero Dorado de Tauro..." dijo Atenea con voz calma "En efecto, sé lo que sientes y piensas, no tienes por que esconder tú rostro ante mí, no has hecho nada de lo que debas avergonzarte..."

"¡Pero mi diosa! ¡Soy tan insignificante... tan inútil!"

Aldebarán volvió a llevarse las manos al rostro escondiéndolo, no, no podía más. Había buscado tan desesperadamente el consuelo de su diosa en las últimas noches que finalmente al tenerla frente de sí, no acertaba a hacer nada, sino a llorar como un niño.

"No soy digno de verte ni estar parado de frente a tí, Señora... he fallado."

Atenea vió al joven Aldebarán desahogar su vergüenza en medio del llanto y sintió un dolor inmenso ante las palabras de su guerrero. No, no era dolor por que el no se hubiera levantado cuando ella lo invitaba a hacerlo, todo lo contrario, era el dolor que el hombre delante de ella tenía en esos momentos: el peso de su supuesta derrota, lo inexorable de su juicio a sí mismo.

"¿No eres digno de estar de pie delante de mí, dices?" preguntó Atenea a Aldebarán anticipando su respuesta.

Sin quitar sus manos del rostro, Aldebarán negó con la cabeza fervientemente.

Avanzando, majestuosamente, Atenea hizo algo que hizo que los ojos de Dohko se abrieran sorprendidos... ¡ella se arrodilló ante Aldebarán!

"¿Y piensas tú que yo soy lo suficientemente digna para arrodillarme junto a tí?"

La voz de ella irradiaba ternura y comprensión... no había piedad, solo un infinito amor que era casi visible.

"¿Me permitirías estar aquí junto contigo?"

Aldebarán quitó sus manos del rostro con sorpresa y observó a Atenea allí, arrodillada junto a él... ¡su diosa! ¡su razón última!

"¡Señora!... ¿qué haces?" preguntó al punto del paroxismo.

Atenea escuchó a Aldebarán con atención y respondió.

"Pidiéndote perdón, Aldebarán." dijo Atenea finalmente.

"¿Qué?" preguntó Aldebarán lleno de sorpresa.

"Tantas veces me has dicho esta noche que no eres digno de mí, mi valiente y amado Aldebarán, que me he llegado a dar cuenta de que yo para tí no soy más que un ícono, una imagen y un ideal, y eso yo no quiero ser, nunca lo he pretendido..." ahora Atenea bajó la cabeza haciéndola de un lado al tiempo que sus ojos se estremecían cercanos al llanto. "Mi misión sobre esta Tierra es proteger a la Humanidad por que yo creo en ella y la amo, pero... ¡qué fracaso el mío al no inspirar un sentimiento más cálido en mis Santos para que se sientan tan presionados!"

Aldebarán no salía de su asombro al ver a Atenea allí, junto a el, arrodillada y pidiendo perdón. Dohko se sentía asombrado... ¡esta Atenea era tan distinta de la que el conociera en su última encarnación!

"Mi valiente guerrero" prosiguió la bella diosa con voz melodiosa "¿qué sería de mí sin ustedes y su nobleza? ¿Sin su valor y entrega? ¿Sin su honor y su dedicación? ¿De qué me sirve ser su diosa si el amor que me profesan es un amor que no sienten correspondido... ¿acaso soy tan egoista? ¿Acaso soy esa imagen exigente y fría?"

Los ojos de Dohko se llenaron de lágrimas... era algo que nunca había anticipado, las palabras de su diosa le tocaron el alma... esto no era menos que un milagro que ocurría delante de él, el misterio de la encarnación de los dioses no era nada comparado a ver a un dios intentando alcanzar la humanidad. ¡Un milagro, no menos!

"Mi misión es proteger a la raza humana pero esta solo consecuencia de mi misión de amarla, lo cual es más importante... ¿es mucho de mi parte esperar un amor correspondido de su parte? ¿Es mucho de mi parte pedir que se me vea con otros ojos?" preguntó Atenea con un poco de angustia. "Aldebarán, yo estoy orgullosa de tí y de tú humanidad, yo no te juzgo indigno de mí, valiente guerrero, al contrario, tú humanidad y tú nacimiento son algo que agradezco a las estrellas, pués has de entender que no soy yo la causa de tú existencia, sino que son ustedes la causa de la mía" Y tomando la cara de Aldebarán con cariño, Atenea prosiguió. "Aldebarán, no te juzgues tan terriblemente, no te atormentes, pués esto yo nunca lo he deseado a nadie ¡ustedes que son no sólo la esperanza de este mundo sino la mía propia! Juzgarse así es fallarse a sí mismo, mi querido guerrero, no a mí." La firmeza de estas palabras eran una caricia más que otra cosa en los valientes Santos. "Pero si acaso yo soy la que ha ocasionado este sentimiento, te pido perdón desde el fondo de mi alma..."

Aldebarán se sonrojó, las palabras de Atenea estaban llenas de remordimiento y de un arrepentimiento sincero... ¿sólo un ícono? ¿sólo un ideal? Lo que Aldebarán tenía delante de sí estaba muy lejos de ser la Atenea que el en ocasiones se imaginaba como ideal divino. Sin embargo, esa humanidad que demostraba conjugada con su condición celestial eran algo irresistible y algo nuevo... ¡Y pudo comprender el fervor de los Santos de Bronce! Esa diferencia en su calidad de lucha... ¡por eso ellos siempre lograban lo imposible!

"No, Señora..." dijo Aldebarán sonriendo hacia Atenea con una nueva disposición. "Tú no has hecho nada sino mostrarme lo grandiosa que eres, no me pidas perdón... esto no es necesario..." y sonriendo dijo. "¡Creo en tí y en tus palabras, y sobre todo, ahora también vuelvo a creer en mí mismo!"

Levantándose y levantando al mismo tiempo de manera gentil a Atenea, Aldebarán la observó con una sonrisa de satisfacción.

"¡Yo soy Aldebarán!" proclamó en voz alta... la Caja de Pandora de Tauro brilló y se abrió al tiempo que la Armadura Sagrada de Oro de Tauro cubría al gigante al tiempo que el terminaba su frase "¡Santo Dorado de Tauro!"

Dohko sonrió, el espíritu de Aldebarán brillaba como una estrella en el firmamento al tiempo que su propio espíritu se sintió reanimado.

En medio de la transfiguración, el Templo del Toro se iluminó por dentro, y sus velas se encendieron como por prodigio, como había sido reflejo de la oscuridad de su espíritu horas antes, la Casa Zodiacal mostró el brillo intenso de la esperanza renacido en el corazón del valiente Santo de Tauro.

Afuera, la noche daba poco a poco paso a la llegada de la aurora, amanecía al fin en el Santuario.

Atenea observó a Aldebarán llena de alegría.

"¡Nunca más te traiciones, Aldebarán!" y poniéndose de puntas besó la mejilla del Santo al tiempo que le decía "Y no olvido mi promesa hacia tí."

Aldebarán no acertó sino a abrir una vez más sus ojos llenos de sorpresa al tiempo que acariciaba la mejilla que recibiera el regalo de la diosa.

En ese momento, Mú, Santo Dorado de Aries y Aioria, Santo Dorado de Leo entraban a la habitación de Aldebarán... sorprendidos ante la escena, y sobre todo de ver allí a la diosa, se arrodillaron prestos para demostrar su respeto y devoción.

"¡Señora!" exclamaron ambos al tiempo que bajaban su cabeza.

Atenea sonriendo se acercó hasta ellos y los levantó ofreciéndoles a ambos sus manos.

"Yo confío en ustedes... son los mejores, no tengo dudas." Dijo ella regalando un poco de su calor a los espíritus de sus guerreros de Aries y de Leo.

Atenea dió un paso hacia atrás y cerrando los ojos, envuelta en su fulgor divino, abandonó la Casa de Tauro para volver a su propio Templo... y aunque su presencia física dejó de estar allí, su mensaje y su calor se quedaron en los corazones de los guerreros.

Todos observaron durante unos segundos el sitio donde la diosa desapareciera con una sonrisa en su rostro. Aldebarán había renacido. Volviéndose hacia los recién llegados, el joven de Tauro preguntó con sorpresa.

"¡Mú! ¡Aioria! ¡Amigos! ¿Qué hacen aquí?"

Ambos guerreros sonrieron al ver a Aldebarán vestido con la Armadura de Tauro, mirándose uno al otro se acercaron corriendo hasta el y lo rodearon con sonrisas y exclamaciones. Dohko sonrió... ¡chiquillos! No eran más que eso... y esta relativa calma antes de la tempestad era algo que los guerreros tenían que disfrutar también.

"Hemos sido llamados por el Maestro hasta acá" respondió Aioria por fin. "¡Pero jamás esperamos encontrarnos con esto!"

"¡Así es!" agregó Mú a la exclamación de Aioria. "Hasta hace algunas horas que estuve aquí todo lucía tan diferente..." Mú observó a Aldebarán y le sonrió. "¡No sabes cuánto me alegra verte así, Aldebarán!"

Ambos amigos se sonrieron como en tantas ocasiones anteriores se sonrieran uno al otro celebrando un logro del otro. La amistad de estos dos Santos era tan fuerte como los pilares de la Casa de Tauro, y tan bella como estos igualmente.

"Jóvenes, en efecto, los he reunido para encomendarles una misión importante" Interrumpió Dohko finalmente.

Los tres escucharon atentos a las palabras del Santo Dorado de Libra, cambiando sus gestos sonrientes por unos de atención y concentración.

"La amenaza del dios Hades es grande, pero por ahora tenemos otra más inmediata y que requiere de nuestra atención." Prosiguió Dohko con la explicación iniciada hacía ya horas.

"¿Tan grave es como para llamarnos a los Santos de Oro, Maestro?" preguntó Aioria asombrado.

"En efecto, la amenaza lo es... se trata de otro dios, del dios Ares." Confirmó Dohko a los temores de Aioria, que no era sino eco de los pensamientos de Mú.

"¡Ares!" exclamó Mú con un estremecimiento similar al sentido por Aldebarán momentos antes "¿Cómo es posible?"

"¿Está en La Tierra?" preguntó Aioria asombrado.

Dohko se dispuso a responder las preguntas de los jóvenes Santos Dorados.

"Aparentemente, pero les diré lo que sabemos..."

Aldebarán, Mú y Aioria cerraron los ojos al tiempo en que en sus mentes, imágenes de un lugar parecido al Santuario se formaban.

"Lo que ustedes están viendo es la Villa de Égida" se escuchó la voz de Dohko al fin. "Dicho sitio está ubicado a los pies del Monte Idhi Oros en la Isla de Creta."

"¿Villa Égida?" se preguntó Mú buscando en su memoria mención anterior de este sitio.

"¿Isla de Creta?" preguntó Aldebarán igualmente.

"¿Por qué se parece tanto al Santuario?" preguntó Aioria al Maestro de Libra, aún estudiando las imágenes que ellos veían en sus mentes.

"Por que es parte del Santuario de Atenea." Respondió Dohko con determinación. "A lo largo del globo, Atenea tiene repartidas Villas, cuya misión es siempre la misma, la protección siempre de la humanidad. La Villa de Égida está poblada por gente que ha huido de sus hogares..."

"¿Huido?" preguntó Mú extrañado. "¿De qué o de quién?"

"Por diferentes motivos, mi joven Mú, por diferentes motivos." Respondió Dohko con paciencia. "En Égida se encuentran refugiados políticos o religiosos, aquella gente que sufre intolerancia en sus hogares y que recurren a nuestra diosa en busca de su ayuda." El Anciano Maestro hablaba de esto con orgullo... la búsqueda de la justicia era algo que el propio Dohko admiraba y que personalmente, como Santo había perseguido. "La Villa de Égida está allí desde hace ya muchos eones. Atenea siempre ha sido compasiva y protectora de sus creyentes, su misión comenzó desde hace ya mucho tiempo, así pués, ahora conocen que la Villa en efecto es parte del Santuario y como parte de éste, se rige por las mismas reglas."

"¿Es decir que ésta como aquí...?" comenzó a preguntar Aldebarán, el cual fué interrumpido por Dohko complementando y respondiendo de una vez por todas la pregunta de Aldebarán.

"Así es. La Villa es invisible a los ojos del mundo, y no solo protege a la Villa sino a toda la Isla, la cual, por esta circunstancia, se ha salvado de diversas catástrofes que la amenazaron en el pasado."

"¿Existe un Patriarca allá? ¿O alguien que canalice la energía de Atenea para efectuar la protección de la Isla?" preguntó Aioria tras unos segundos de meditar las palabras del Anciano Maestro.

"Existen tres templos ocultos en los picos de las montañas de Creta" dijo éste proyectando las imágenes de los tres templos de la Isla de Creta. "En ella, tres sacerdotisas canalizan el cosmo de la diosa, sin embargo..." calló finalmente en su explicación Dohko con tono grave "En los últimos días la presencia de estas tres sacerdotisas no puede ser captada por el Santuario... ¡la isla por vez primera en milenios está fuera de la protección de la diosa y ella se encuentra preocupada por esta causa!"

"¡Invasores en el Santuario!" pensó Aldebarán indignado. "¡No lo permitiremos!"

"Pero ¿cómo saben que es Ares el causante de esto?" preguntó Mú a Dohko. "¿No será acaso una estrategia de Hades para dejar desprotegido el Santuario?"

Dohko consideró lo que Mú dijera. En efecto, si Mú, Aldebarán y Aioria salían, las Casas del Zodiaco del Santuario que seguían ocupadas (y que servían como primera defensa) quedaban desprotegidas.

"Sabia observación, joven Mú" respondió Dohko satisfecho, la sabiduría y la visión de este joven siempre causaban una grata sorpresa en el anciano. "Pero Atenea ha notado un incremento en la actividad en el Monte Areópago, lugar de residencia de Ares desde la era del mito, por ello pensamos que es este dios y no Hades el responsable de lo que está ocurriendo."

"En cualquier caso..." dijo Aioria preocupado "No me agrada pensar que nos vamos dejando desprotegido El Santuario"

Dohko escuchó a Aioria y comprendió que su hablar irreflexivo no se originaba en una desconfianza que sintiera por sus compañeros Dorados, sino fruto de su preocupación y su propia ansia de lucha.

"Shaka, Milo y yo estaremos atentos a proteger el Santuario, jóven Aioria, confía en nosotros." Los tres santos dorados se avergonzaron un poco ante la posibilidad de que se hubiese interpretado sus palabras como desconfianza, pero ninguno dijo nada. La voz de Dohko se escuchó de nueva cuenta concluyendo la frase iniciada. "No tenemos otra alternativa me parece."

Mú y Aioria bajaron la vista a disgusto, sentían que se dirigían a una trampa por propia elección y regalar la mitad del camino tan adentro como Virgo al Santuario no les satisfacía de ninguna manera. De pronto una carcajada interrumpió sus pensamientos.

"¡Amigos!" exclamó Aldebarán quien era quien reía. "¡[i]Sí[/i] tenemos otra alternativa!"

Mú y Aioria observaron al joven Tauro asombrados y preguntándose ¿qué opción ofrecería Aldebarán que no hubiera ofrecido el Viejo Maestro?.

"¡La alternativa es regresar lo más ráído posible!" Irradiando confianza, Aldebarán se sonrió nuevamente.

Dohko abrió los ojos con sorpresa y se sonrió.

"¡En eso, Aldebarán, tienes toda la razón!"

Aioria observó a Aldebarán y se sonrió junto con el sintiendo que su cosmo se empapaba de la confianza que derrochaba el Santo de Tauro.

"¡Somos los Santos de Atenea, y podemos lograr lo imposible!" Exclamó Aioria haciendo brillar su cosmo.

"¡Vamos a por la amenaza!" dijo Aldebarán lleno de confianza y tomando la iniciativa de comenzar su recorrido hacia la salida del Templo del Toro.

Los Santos dorados del Carnero y del León lo siguieron, al tiempo que el cosmo de Dohko desaparecía. Pero Mú pensó que se enfrentaría quizá con un dios y que esa no era una misión tan fácil como se antojaba aún y con la confianza que Aldebarán y Aioria sentían.

Los tres Santos Dorados caminaron hasta la explanada exterior del Templo de Tauro, la cual ya estaba totalmente iluminada por el sol de la mañana, y usando sus cosmos, los tres dieron un brinco hacia el cielo encaminándose hacia la isla de Creta...

[i]Continúa...[/i]

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Por cierto, y en este episodio en particular recomiendo como música de fondo una suite de Atenea conformada por los temas de Athena Revived, Athena's Theme y Athena's Love...