Notas de la autora: Phew… este me tomó mas tiempo que cualquier otro capitulo que halla escrito para cualquier historia que recuerde. Pero ya está hecho... bien...
Todos comentaron sobre el pelo corto en sus reviews ^_^ No se, pero pensé que se veía realmente bien con él al final del manga. Y sobre por qué... bueno, de eso es de lo que se trata este capitulo.
Así que espero que esto funcione. Dejen reviews, si se sienten inclinados a hacerlo ^^
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Ultima chance para alcanzar la gloria
Capitulo 4: el viaje a casa
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Los pies de Kenshin lo fueron llevando eventualmente al Aoiya. La noche había caído hacia tiempo, y las luces en el interior hacían a las sombras bailar sobre la calle adoquinada. Se preparó y abrió la puerta, listo para los retos que habría de soportar por volver tan tarde.
Pero toda la actividad en el Aoiya se detuvo en el momento en que entró. El restaurante había cerrado no hacia tanto tiempo atrás, así que las únicas personas que se encontraban allí eran los residentes del edificio. Habían estado muy ocupados limpiando hasta que él llegó, pero todo el interés en los quehaceres se perdió de inmediato.
Kenshin vio el rostro familiar en el otro extremo del cuarto y asintió firmemente, contestando la pregunta en el rostro de su camarada. Aoshi lo miró y el mas leve asomo de una sonrisa apareció en sus labios.
"Felicitaciones," dijo Aoshi.
"¿Por que?" preguntó Misao, repentinamente apareciendo de la cocina. "Himura... te cortaste el pelo!" Misao se detuvo y miró a su alrededor. "¿Qué es lo que les pasa a todos?"
"Misao," dijo Omasu, arrodillándose frente a la muchacha, mas baja que ella. "¿Sabes por que a veces las personas se cortan el cabello muy corto?"
Misao frunció el ceño. "¿Para cambiar la forma en que se ven?"
Omasu movió la cabeza de un lado al otro. "A veces. Pero otras veces, es mas simbólico, como si estuvieran cortando parte de si mismos para poder... cambiar algo en sus vidas."
Misao pasó la Mirada de Omasu a Aoshi, y finalmente la volvió a Kenshin, mientras los engranajes de su cerebro trabajaban a toda velocidad. Y entonces, súbitamente, su rostro de iluminó. "¡Al fin!" dijo alegremente, mientras avanzaba a los saltos para abrazarlo.
Su reacción finalmente rompió el hielo y el Aoiya pronto pasó del proceso de limpieza al de celebración. Y las celebraciones continuaron por muchas horas, hasta la hora en que el sol estaba por empezar a escalar el cielo. Solo que no hubo sol. Solo oscuridad ininterrumpida.
La extrañeza del alba fue contestada cuando oficiales de Kyoto aparecieron por las calles gritando advertencias. Un tifón había golpeado a Japón en el norte e iba hacia ellos.
"¿Donde estalló?" preguntó Okina, agarrando a uno de los hombres que pasaban por allí.
"Monte Fuji," replicó. "Mensajeros de Tokio fueron enviados inmediatamente, pero tuvieron el camino plagado de problemas hasta llegar aquí."
"¿Es tan grave?"
El oficial asintió. "Dicen que hasta la montaña misma tembló cuando estalló. Todas las calles están inundadas, los ríos se han desbordado, avalanchas arrasaron con una pequeña villa, todo lo que los mensajeros encontraron fueron ruinas."
Okina asintió y dejó que el hombre siguiera su camino. Volviéndose a la casa, pensó en la mejor manera de transmitir el mensaje. Sus Oniwabanshu ya estaban haciendo preparativos (aunque trataban de hacerlo a pesar de estar en un estado semi-ebrio, lo que probaba que era algo impresionante).
"¿Cuanto tiempo tenemos?" preguntó Shiro, tratando desesperadamente de balancear una tabla de madera, pero fallando miserablemente.
"Suficiente tiempo," dijo Okina. Le lanzó una mirada a Aoshi y luego apuntó la cabeza hacia donde estaba el pelirrojo. Aoshi frunció el ceño y asintió.
Miró al ruroni, mientras Kenshin intentaba martillar un clavo en una tabal. Kenshin hizo una pausa y se volvió, sintiendo que alguien lo estaba observando. Okina fue hacia él y le transmitió la historia, sabiendo la reacción que causaría. Pero Aoshi estaba ahí, y logró atraparlo antes de que traspasara la puerta, con un disparatado propósito.
Okina explicó de nuevo, las condiciones de las rutas, los peligros que había causado la tormenta. Pero era obvio que solo había una cosa en la mente de Kenshin, y que estaba decidido a llevarla a cabo.
Y mientras que Okina se veía igualmente determinado a que no saliera de allí, interiormente pensaba que si un tifón de legendario tamaño no podía detenerlo, que era lo que un pequeño viejo podría hacer?
* * *
Mis pies parecieron alegrarse de la sensación familiar de pisar el suelo de mi dojo, pero mi corazón aun se sentía pesado. La condición de mi casa no ayudaba para nada. Podía ver un gran hueco en el techo, causado por alguna rama errante. El estanque del koi se había inundado, y no tuve el valor de ir a ver en que condición estaba el pez.
Tropecé en el camino y oí pasos detrás mío. Lanzando una mirada rápida miré a Yahiko, su cabeza vendada por la herida que había recibido y preguntándose que debería decir.
Luego de que a tormenta se había desatado, había logrado llegar al refugio y ahí curarnos las heridas de ambos antes de comenzar el descenso de la montaña. Busqué el equipo, pero... pero simplemente se había ido.
Los shinais. Los bokkens. Pero mas que nada los dos juegos de armaduras. No tenía suficiente dinero ni siquiera para reemplazar uno, mucho menos dos. Y sin armaduras, no podríamos pelear en el torneo.
Quería llorar, pero cada vez que miraba a Yahiko… me daba cuenta de que lo habría hecho un millón de veces mas si con eso él podía estar a salvo. Así que no me perturbé por eso, y porque vi el dolor en el rostro de Yahiko y sabía que solo empeoraría las cosas.
El no había dicho nada desde la tormenta y yo no quería forzarlo. Pero cuando atravesó la puerta, lo escuché. Fue la cosa mas horripilante que jamás podía haber imaginado.
"Gomensai," Yahiko sollozó. "¡Es mi culpa!"
No se si fue porque el estaba tomando la responsabilidad de la culpa del asunto, o por el hecho de que estaba llorando, pero la combinación me había enfurecido. Me volví para enfrentarlo, pero él no me dio tiempo y continuó.
"No debería haberte insultado y escapado," dijo. "Si no lo hubiera hacho, aun tendríamos las armaduras y..."
Yahiko era aun un niño. Había pasado por muchas cosas, pero aun era solo un niño de once años. Y yo lo había empujado muy duro en esto. El no debería haberse visto involucrado en esto. Pero yo lo había hecho seguirme, y casi matarse...
"No," dije finalmente, dejándome llorar. "Es mi culpa, no debería haberte hecho ir. No debería haberte involucrado. Restaurar la escuela... eso solo debería haber recaído sobre mi..."
"¡BAKA!" Yahiko gritó repentinamente, la furia reemplazando su pena. "No eres solo tu. La escuela no te pertenece solo a ti. También me pertenece a mi y a Yutaro, y a cualquiera que halla estudiado o vivido aquí."
"Yahiko..." logré articular.
Yahiko endureció su rostro. "Me pediste que luchara a tu lado," dijo firmemente. "Y yo acepté porque esta es también mi escuela, A menos que todo el entrenamiento solo halla sido una farsa." Se cortó.
Sacudí mi cabeza. "No, no lo fue, te necesitaba como compañero... pero siento que te estuve cargando demasiado. No deberías haberte preocupado..."
Yahiko me miró. "¿Es una broma?" preguntó por fin.
Parpadeé. Extraño, todo lo que dije era muy en serio.
"Feh," dijo Yahiko, con sus manos en sus caderas. "Te metes en la vida de todos los demás, les das ayuda aunque no te la pidan, y ahora esperas que yo no haga o mismo."
"Yahiko…" intenté de Nuevo. Pero al verlo con el ceño fruncido, la mayoría de mis argumentos murieron en mis labios. ¿El tenía razón? ¿Yo estaba dando consejos y no aceptándolos?
"Yo enredé todo y perdimos las armaduras. Así que qué VAMOS a hacer para solucionar este lió?" preguntó.
Suspiré y me sequé las lagrimas. Tal vez... tal vez Yahiko tenía razón. "Necesitamos limpiar los destrozos," dije.
"¿Y las armaduras?"
"Las reemplazaremos" dije firmemente.
"¿Tienes el dinero?" preguntó
Quizás Yahiko tenía razón sobre ayudar, pero era demasiado joven para poder ayudar con ciertas cosas. "Todavía no, pero lo tendré."
* * *
La mujer cambió ligeramente la posición de sus brazos para lograr un mejor balance. Luego dejó caer una pálida mano sobre la mercancía.
"Kaoru-chan," dijo al bulto en sus brazos. "Kaoru-chan, mira a tu madre."
La pequeña niña volvió su cabeza hacia la voz, pero sus dedos continuaron jugando con el cabello de su madre. Su propio cabello ondeó un poco cuando se volvió, brillantes ojos azules mirando a la mujer. "¿Nani?"
"Kaoru-chan, hoy estamos aquí por ti. ¿No quieres ayudar a mami a elegir una tela linda para ti?"
La pequeña niña frunció el ceño y miró hacia la mesa.
"¿Por qué?" preguntó.
"Para hermosos kimonos," su madre replicó. "¿Cómo mas vas a impresionar a tu esposo?"
La niñita sacó la lengua, "No esposo."
"Bueno, tal vez no ahora," dijo la mujer, riendo ligeramente, hasta que su risa se transformó en tos. "Pero un día... mira, toca esto."
Kaoru sacó y pus su pequeña mano en la tela blanca. "Suave," dijo.
"Hai," su madre dijo. "Para tu kimono de boda. Lo voy a hacer para ti. ¿No será lindo?" Pero la pequeña Kaoru solo pateó y sacó la lengua de nuevo.
"Está bien, está bien," su madre rió. "Entonces, que tal esta?"
Tomó un retazo de tela y le mostró a su hija el material de un profundo azul. "Entonces le podemos agregar algunos cisnes o grullas o..."
"¡Conejitos!" interrumpió Kaoru.
Su madre sonrió. "O conejitos. O lo que quieras. Porque mi pequeña Kaoru-chan obtiene todo lo que quiera."
"Quiero un bokken como papi!"
Su madre hizo una pausa. "No creo..."
"No le gusto a papi, verdad?" preguntó Kaoru, mirando a sus pies. "El quería un chico."
"¡No, por supuesto que no!" Su madre dijo firmemente. "Cuando naciste, pensé que estaría triste, pero... estaba muy contento."
"¡Pero él siempre grita!"
Su madre la miró tristemente. "Hai... pero eso es solo... su forma de ser." Hizo una pausa. " Mira este, Kaoru-chan."
Levantó la tela roja anaranjada y la sostuvo frente a los ojos de su hija. Y repentinamente todas las tristezas desaparecieron del rostro de la niña, que se iluminó con gran regocijo.
* * *
Mis manos sostuvieron la tela naranja y no pude evitar sonreír. Rojo-naranja... incluso entonces, parecía saber que lo iba a amar. Y debajo de la hermosa seda blanca que mi madre nunca llegó a coser.
Eran sueños olvidados ahora, parte de anhelos y deseos que deje de lado cuando seguí a mi padre y tomé la espada. Pero siempre los había guardado porque... porque tal vez no quería dejarlos ir.
Pero ahora no tenia oportunidad. No habían otras opciones. Y yo supe desde el principio que iba a ser así.
Así que tome las múltiples telas y las dejé en una bolsa a mi lado. Esto iba a ser mas que suficiente. Mi madre las había comprado cuando el dojo era prospero y la suma de dinero que valdrían sería mas que suficiente para comprar una nueva armadura, e incluso tal vez para reparar el techo.
Era lo correcto. Era lo único que podía hacer.
No mas sueños infantiles, no mas deseos de una vida que nunca tendría. Yahiko tenía razón, la escuela no era solo mía. La iba a salvar por él, por Yutaro y por todos los que habían estudiado aquí.
Y por esos que vivían aquí.
* * *
Había la combinación de toda las fuerzas y la inteligencia de los Oniwabanshu para convencerlo de esperar a que pasara la tormenta. En realidad había tomado mas de los oniwabanshu distrayéndolo para que Okina lo noqueara con un movimiento ninja.
Kenshin pudo haber estado furioso, pudo haber realmente perdido el control. Pero cuando despertó el sol estaba brillando en el cielo y Misao estaba dándole un boleto para el primer tren a Tokio.
"Llegaras mas rápido así que si te hubieras ido cuando tu querías, de todas maneras," dejó sentado claramente. Y era difícil para Kenshin permanecer enojado ante su cara de jefe oniwabanshu.
"¡Dile a Kaoru que iremos en unos días!" le había gritado mientras el tren salía de la estación. "¡¡Estaremos animándola!! Y tu escríbenos para ver como te va con..."
Pero sus ultimas palabras quedaron cubiertas por el pitido del tren. El simplemente asintió, sabiendo a que se refería, y se dejó caer en su asiento. Sabía a que se refería, pero....
La velocidad del tren le parecía desesperante. Lo único que estaba en s mente era el hecho de que quizás fuera demasiado tarde... pero realmente esta vez. Quizás ya la hubiera perdido. Y aunque no hubiera podido hacer nada, si al menos hubiera estada allí...
El tren se detuvo. Luego de unos momentos de confusión, un conductor fue a explicar a los pasajeros que unos escombros estaban bloqueando los rieles. Algunos mecánicos iban a intentar...
El conductor se detuvo cuando Kenshin se levantó y salió del vagón.
"Señor… por favor, solo espere…" le dijo corriendo detrás del pelirrojo.
Los ingenieros que estaban analizando la situación miraron con sorpresa al hombre que se dirigía hacia ellos. Algunos se alejaron llevando sus hachas con ellos. Kenshin le dirigió una mirada al árbol caído que bloqueaba su camino hacia Tokio y desenvainó su espada.
Hubo un súbito haz de luz. El grupo parpadeó sorprendido. El árbol ya no estaba. No había sido movido ni cortado... simplemente se había ido..
"¿Eso soluciona el problema?" preguntó Kenshin.
El conductor solo asintió y permitió que el hombre volviera a abordar el tren. Los mecánicos tomaron sus hachas y también subieron al tren, sin decir ni una palabra.
Por alguna razón, Kenshin pensó que el tren se movía mas rápido después del incidente. Pero eso no hacia su viaje mas tranquilo. Cuando Tokio asomó finalmente por el horizonte, Kenshin tuvo que hacer un gran esfuerzo para contenerse y no saltar del tren y correr el resto del camino.
Se encontró corriendo por las calles en dirección al dojo. Si no estaban allí, iría al directamente Fuji a buscarlos.
Kenshin vio los daños causados en el área mientras corría, y apenas reparó en ellos. Dando vuelta por esa esquina podría ver el dojo Kamiya. Aun desde ahí podía ver el agujero en el techo.
Empujó la puerta y miró el interior. El dojo estaba en completo silencio. Ellos no estaban ahí, se dio cuenta. Tenía que...
"Oi!"
Kenshin se dio vuelta y miró el porche. El chico murmuró. "¿Kenshin?"
"Yahiko," dijo, con su voz llena de alivio.
"¿Que pasó con tu cabello?"
"¿Donde esta Kaoru-dono?"
Las preguntas surgieron al mismo tiempo, pero por alguna razón, Yahiko tuvo la impresión de que la de Kenshin era mas importante.
"Fue al Mercado…" se detuvo. De cualquier manera no importaba si no terminaba la oración. Kenshin ya estaba a la mitad del camino hacia el mercado.
* * *
"¡Esto es increíble! ¡Es tela de la era pre-Meiji!"
Parpadeé. ¿Eso lo hacía mas impresionante? Esperen… esperen, aquí necesitaba verme muy conocedora sobre esto o no conseguiría tanto dinero.
"Por supuesto," dije. "Es tela de muy buena calidad. Ya he tenido a varios interesados en comprármela, pero ya que eres amigo de la familia desde hace tanto tiempo..."
Debería haberme sentido mal, mintiendo así, pero sabía que la tela era buena. Y era solo una mentirita blanca.
Empezó a darme precios, y por poco me desmayo. Aparentemente el dojo había sido MUY próspero cuando mi madre las compró. Traté de esconder mi sorpresa y empecé a tocar la tela, pero de repente me encontré sosteniendo el kimono rojo-naranja e incapaz de moverme.
"Es un color único," dijo el interesado, mirando mis movimientos.
Me detuve y lo miré. "No puedo venderlas," dije súbitamente. ¡NO! Tienes que venderlo, mi mente gritó
"Te daré el doble de dinero," dijo.
¡Véndela! "Lo siento," dije bajito, "pero no está a la venta."
¡¿Que estas haciendo?! Me gritó mi subconsciente. Es solo ropa, solo...
No, pensé tristemente, sosteniendo las telas contra mi pecho. No es solo ropa. No para mi. No puedo deshacerme de él. No creo que nunca pueda hacerlo.
El hombre me miró y suspiró. "Está bien. Pero si cambias de idea, vuelve aquí, y te ofreceré el mejor precio."
Asentí y tomé el saco de dinero, bastante grande, que me extendía. Me acompañó hasta la puerta, y luego cerró el local, diciendo que necesitaba llevarle eso a clientes de clase muy alta en ese instante.
Me volví y toqué la puerta, pensando en las telas que se estaba llevando, de los sueños que me estaba sacando. Tal vez no tenía mucha fuerza de voluntad. Pero eso no me importó. Aunque solo yo estuviera de mi lado para siempre, no iba a dejarlo ir.
Aun tenía el kimono en mis manos, pero ya tenía dinero mas que suficiente para comprar todo lo que necesitaba y para reparar el techo y... bueno, no iba a sobrar demasiado. Pero desde luego que vendría bien.
Me dirigí para ir al negocio de las armas, pero el viento tomó y agitó la tela de mi mano. Flotó un poco y me cubrió la cabeza por unos momentos, volviendo al mundo una confusa sombra de color rojo.
Traté de quitármelo de encima, pero el viento definitivamente no ayudaba. Y entonces, de repente se me quitó de encima, no por mis manos, sino por las de alguien mas.
"Arigato," empecé, tratando de aclarar mi mente de colores, cuando de repente me di cuenta de que ya no era la tela la que volvía al mundo de color rojo.
"¿Kenshin?" dije, de alguna manera confundida de encontrarlo ahí.
"Kaoru-dono," dijo, con alivio en su voz.
Parpadeé de Nuevo "¿Tu cabello?"
"Ah… yo… yo pensé..."
"Se ve bien," dije con una sonrisa.
"Arigato," dijo con una sonrisa el también.
"¿Tuviste buen tiempo en tu viaje?" pregunté, de alguna manera, mansamente.
"Hai," dijo, " pero oí de la tormenta y..."
"¿No es ella?"
Kenshin y yo nos volvimos y nos dimos cuenta de que había una pequeña multitud mirándonos. Pero la mayoría de ellos, estaban señalándome a mi.
* * *
"Miren, ahí va ella de nuevo."
"¿Quien se cree que es, llevando una espada de madera así?"
"Que desperdicio, nunca se podrá casar."
"¿Aunque sea le gustan los hombres?"
"¿Como puedes andar por ahí llevando algo así?"
Una Kaoru de trece años entró en el dojo y se dirigió a la cocina, dejando sus compras ahí. Con un suspiro se dirigió a la sala de entrenamiento, preparándose para la próxima clase.
"¿Todo estuvo bien en tu ida al mercado?"
Kaoru se volvió y vio a su padre parado contra la puerta. "Como siempre."
Hubo una pausa. "Pero no estas enojada."
"Ya no soy una pequeña niñita, Otosan," dijo Kaoru, mirándolo. "Y soy lo suficientemente fuerte como para que eso ya no me importe."
Se volvió y se concentró en preparar todo para la clase que debería enseñar. Su padre frunció el ceño pero lentamente se alejó.
"Sí," dijo suavemente para si. "Eres fuerte."
* * *
Fruncí el ceño. Una cosa era soportar los rumores cuando estaba sola, pero no quería que Kenshin se involucrara en ellos. Tendría que espantarlos rápido para que se fueran de allí.
"¿Que están mirando?" pregunté, sintiendo que mi furia aumentaba.
"¡Es ella!"
"Igual que en el cuadro."
"¿Cuadro?" dije, observándolos. Uno de ellos me mostró el periódico de esa mañana y yo casi me desmayo de la sorpresa.
Había un cuadro mío. Y uno d Yahiko. Y un largo artículo. Tomé el papel y comencé a leer, descubriendo que el artículo explicaba la historia del Kamiya Kasshin Ryu. Como mi padre lo había empezado, y como yo lo sucedí. El problema con Hiruma y como la escuela había perdido su renombre luego de eso. Y como estábamos participando en el torneo para restaurar su honor.
"No entiendo," dije mirando a Kenshin. "¿Quién..."
Pero me detuve, siguiendo la dirección de su dedo que marcaba el autor. Tsunan... era el amigo de Sano. Supongo que pude haberme preguntado porque nos estaría ayudando así. Pero de repente me encontré ocupada con otras cosas.
"¿Acepta mas estudiantes?"
"Debe ser un gran honor pelear en el torneo."
"¿Puede enseñarme el Kamiya Kasshin Ryu?"
* * *
Mi pie desnudo toco el piso de Madera y dejé escapar un pequeño suspiro. La excitación del mercado me había agotado, pero simplemente no podía dormir así como así. Yahiko se había ido por unos momentos para ver los daños causados en el departamento de Sano, y yo necesitaba unos pocos minutos de paz.
Sonreí al recordar como se había ruborizado cuando le enseñé el artículo. Bromeé acerca de eso obteniendo, por supuesto, su usual contestación.
"Entiendo por que no está en primera plana," dijo. "Supongo que pensaron que tu cuadro asustaría a la gente que quisiera comprar el periódico."
Me rindo. Podíamos haber tenido un viaje juntos a Fuji, agotadoras sesiones de entrenamiento juntos, y aun así… aun así Yahiko seguía insultándome. Y yo empezaba a darme cuenta que no quería que fuera de otra manera.
Pero el artículo me había hecho recordar otra cosa. ¡El torneo era apenas en unos pocos días! Teníamos armaduras otra vez, pero eran un poco extrañas, y tomó un tiempo que nos acostumbráramos a ellas. Y Yahiko necesitaba reponerse de su herida en la cabeza.
Caminé unos pasos y me senté en el porche, apoyándome contra la pared derecha. Toda la gente de ese día... ¡si un articulo había causado eso, imaginen lo que causaría que ganáramos el torneo!
Sonreí un poco al pensamiento del dojo lleno de nuevos estudiantes. Había estado vacío por demasiado tiempo. Bueno, no completamente vacío, pensé, mirando a la luz en la cocina.
El no iba a decirme a donde había ido, me di cuenta. Casi no había hablado desde que regresamos del mercado, pero yo realmente no sabía que decirle.
Podía leerlo en su cara, que algo estaba pesando en su cabeza. Y su cabello... ¿Qué la gente no decía que las personas cortan su cabello cuando están listos para hacer un gran cambio en sus vidas? ¿Pero que cambio podía ser?
Mi corazón se congeló. ¿Estaba listo para irse? ¿Y si era eso?
La vela en la cocina parpadeó y se apagó. Un segundo después, escuché las suaves pisadas por el porche. Levanté la vista y lo vi, caminando lentamente hasta llegar a donde yo estaba. Se sentó a mi lado y el silencio cayó sobre nosotros.
"Gracias por la cena," le dije, ya no pudiendo soportar ese silencio. "No tenías que hacerlo, apenas has vuelto de tu viaje."
"No importa," replico, mirando en el jardín.
Dejé que la conversación cayera en el silencio otra vez. Realmente no sabía que decir. Aun tenía la idea de que esta conversación fuera la que estaba temiendo desde hacia tanto tiempo.
"Mou, ¿Kenshin?" dije suavemente.
"Hai, Kaoru-dono?"
Hice una pausa. "¿Por que te cortaste el cabello?"
Hubo unos segundos de silencio, que a mi me parecieron años. "Me di cuenta de que lo he tenido desde hace mucho tiempo, pero que me estaba molestando últimamente."
Parpadeé. ¿estabamos hablando sobre cabello? Mi corazón estaba latiendo muy fuerte, como si estuviera tratando de escapar de mi pecho.
"Habían muchas personas interesadas en la escuela hoy," dijo.
Traté de calmar a mi corazón, pero no lo conseguí. "Si," tratando de que me voz sonara normal. "Afortunadamente... tendremos muchos estudiantes pronto."
"Entonces, podría causarte problemas tener aquí a un ruroni, la gente podría decir cosas."
Quería decirle que esas personas se podían ir al infierno. Que nunca me importaría lo que dijeran. Que él podía quedarse cuanto quisiera aquí.
Pero lo mire y capté la mirada en sus ojos, y finalmente entendí. Esto no se trataba para nada de que se fuera a marchar... Volví mi cara hacia el piso, mis manos apretando el hakama.
"Podría ser," dije bajito.
Asintió levemente. "Pensé… pensé que tal vez deberíamos hacer algo al respeto."
Tae-san hubiera estado tan decepcionada. No hubo flores de cerezo, o mariposas volando por ahí. No hubo coros celestiales. Nada de elegantes poemas de amor. Ni siquiera un anillo.
Pero entonces… así era Kenshin, ne?
"Creo…" empecé, sintiendo mis ojos humedecerse. Me detuve y reí un poco. ¿Por qué siempre lloro cuando las cosas me hacen feliz?
"Creo," traté de Nuevo, "que sería una muy buena idea."
Hubo un movimiento a mi izquierda y vi su mano acercándose a mi. Muy cuidadosamente, puse la mía en la suya y me sentí arrastrada hacia él. Me paré, tomando los pasos que necesitaba, y sentí sus brazos alrededor, encontrándome estrechada contra él.
Miré esos ojos violetas y sonreí. El me secó las lagrimas, pero creo que solo lo empeoró. Así que tomé su mano en la mía y la apreté contra mi mejilla. Lo hizo sonreír por un momento. Pero sentí sus dedos estirarse y una calidez extendiéndose por mi mejilla, y su expresión cambió. Tomé aliento y cerré mis ojos, sintiendo su mano acariciar mi cabeza.
Yo nunca iba a ser como Tomoe, pero eso no importaba. Megumi una vez me dijo que yo no podría reemplazarla, pero entonces yo no quise entender. Ella tenía razón, no podía ser un reemplazo. Solo podía ser yo misma. Y eso iba a ser suficiente.
Si, Tae-san, no hubo ninguna de esas cosas que me dijiste que deberían haber. Pero... hubo fuegos artificiales.
