La historia se basa en el Universo Harry Potter, y por tanto, éste personaje y  varios más son de J.K. Rowling and Co. Todos los demás son míos. Gracias por su comprensión... cualquier duda o sugerencia, háganmela saber.

Hechizo Dual.

Capítulo 1: Paseando por las calles de Perú.

-¿Qué hoy en día no hay nada más que hablar sobre Harry Potter? -era la misma queja que todas las mañanas se hacía.

Él era un chico arrogante y sarcástico, alto y delgado; tenía piel apiñonada, como la mayoría de los chicos, y su cabello café oscuro peinado en forma de picos. Sus ojos eran color miel, y tenía una mirada que expresaba una gran astucia. Era un chico bien formado para los 14 años que tenía.

Y esa era la queja que se hacía al leer los titulares que se observaban en el periódico 'El Amanecer Mágico'.

-¿Y de qué iban a hablar? ¿De cómo Celestina Warbeck se viste cada vez más como una ramera? -le contestó aburrida otra muchacha de la misma edad, sentada frente a él, alta también y muy delgada; con el cabello igual de oscuro que el chico y un mechón más claro al frente.

-Por mí que hablen de cómo los dragones del norte de Europa se están extinguiendo, pero que dejen de hablar de ese enano antipático cuatro ojos, que por tener un rayo en la frente se cree el más agraciado del mundo. -respondió el mismo chico, que vestido todavía en su camiseta interior y unos cómodos boxers, desayunaba en una enorme mesa.

-Tienes envidia.

-Sí, sueñas.

-No, tú eres el que sueña ser tan reconocido como él.

Los dos se miraron fijamente unos segundos. Y se formó una sonrisa en los labios de ambos.

¿Envidia a Harry Potter? Por favor.

-Bueno, ya. No vas a ir a reclamarles nada, no hay ninguna otra noticia en el mundo mágico mas que hablar de Potter. -replicó cortantemente la chica, que desayunaba frente a él en su pijama.

-Disculpe, señorita Cristian, señorito Alex...

-Jaime.

-Señoritos... su padre ordenó ir a comprar los útiles escolares para su entrada al colegio, nos vemos después. -anunció a los chicos un señor con un traje negro y camisa blanca, arreglado muy formalmente.

-Está bien Jaime, vete. -contestó secamente Alex, con lo que él dio media vuelta con una reverencia y avanzó hacia la puerta.

Alex comenzó a visualizar lo que haría el resto del día: Quitarse la pijama a mediodía, ver T.V., comer, salir a hacer un poco de skating, tirarse en la cama, ver T.V....

Volteó a ver a su hermana, que, al parecer, pensó justamente lo mismo.

-No, espera, Jaime. Iremos contigo, estar aquí es más que aburrido.

Antes de dar media vuelta, Jaime hizo una mueca que cualquier persona haría con si tuviera un dolor de estómago muy fuerte.

-Pe... pero señorito, no puedo -Jaime contestó rápidamente: Después de todo aún recordaba qué había pasado la última vez que había desobedecido al Sr. De la Torre. A un lado de Alex, Cristian sonrió pícaramente. En ese momento le recordó mucho a un gato que esta a punto de atrapar un ratón.

-Bueno. Bien sabes que cuando nuestros padres no están nosotros somos los señores de esta casa, ¿no? -el mayordomo asintió rápidamente, lo cual no fue necesario: Cristian no esperó su respuesta-. Así que... al no dejarnos ir, estarías desobedeciendo ordenes directas de los señores de la casa -concluyó ella como si acabara de explicar la cosa más lógica del mundo al niño más lento de la clase.

Jaime suspiró, largo y hondo, mientras los gemelos sonrieron y fueron por sus cosas.

Miró derrotado el ahora vacío comedor y murmurando.

-Me pregunto quién odiaría tanto al mundo como para hacer que tuvieran no uno, sino dos hijos.

* * *

Era un caluroso domingo, mientras Cristian miraba aburrida las calles de Lima. Extrañamente le recordaban mucho a los hormigueros que a veces encontraba con su hermano por el patio de la hacienda. Y se movían igual de rápido que las hormigas cuando les echabas agua encima.

Suspiró.

-Muggles. Nunca cambian.

-¿Por qué no podemos aparecernos y ahorrarnos todo esto? -Alex preguntó malhumorado a Jaime, que para variar estaba contento porque no le tocaba andar de Chofer. Con todo el personal de la mansión De la Torre, era el colmo que él tuviera que hacerlo.

-Porque no tienen edad para hacerlo –contestó el sirviente.

Jaime era generalmente el hace-todo de la Familia, y cabe mencionar que hasta de niñera le toco hacerla. Se rió un poco con los recuerdos de Cristian de y su hermano correteándolo con sus varitas (aun sin saber hacer magia, así que las usaban a lo muggle: dándole de golpes con ellas). Abrió los ojos para hallar que sus dos acompañantes lo miraban raramente.

-¿Ya llegamos?

-No estamos ni cerca –respondió Alex, en su actitud de sabelotodo.

-De hecho ya llegamos. -Jaime contestó tímidamente.

Los dos chicos se asomaron por las ventanas del carro. Lo único que se veía era una cuadra de puestos ambulantes, señoras gordas y sin dientes vendiendo frutas, niños limpiando parabrisas, algunos ancianos con las piernas podridas por alguna extraña herida gritando por limosna. Y ni un trazo de magia.

-¿La tienda que buscamos está escondida entre las naranjas? -Preguntó algo preocupada Cristian: No se veía nada parecido a una tienda mágica. A lo mejor en el estante de papayas...

-No. Está adentro. -Jaime señaló a un pasillo a la derecha de ellos, que cruzaba el mercado y del que no se veía donde acababa. A un lado de ella Alex se rió.

-Esto va a ser como un Safari.

-No le veo la gracia, he oído varias historias sobre estos lugares... ¿Sabe, señorita? Dicen que aquí roban niños, te violan, o... ¡te quitan la cartera!.. ¡HEY, ESPÉRENME! –gritó el mayordomo a los dos hombres que ya se encontraban a diez metros de ellos.

* * *

Las cosas definitivamente se estaban poniendo interesantes, razonó Alex. Jaime –después de regresar al lugar donde se encontraban sus patrones, no sin antes reportar a la policía del lugar que dos sujetos estaban inconscientes abandonados en una esquina, bajo el efecto de una gran dosis de alcohol-, valerosamente había tomado el mando de la expedición, guiándolos en el mar de muggles. Siguieron a su intrépido mayordomo convertido en guía hasta llegar a una parte del mercado que se veía remotamente familiar.

Hierbas por todos lados. Esta parte del mercado apestaba a ruda y valeriana. Más mujeres regordetas ofrecían al que se atreviera a pasar "pócimas mágicas" para atraer al hombre deseado. Alex se rió con disgusto. Esto era lo que los magos llamaban trampas muggles. Mujeres con una habilidad para engañar a los incautos, y sin ningún ápice de verdadera magia. Aunque según su madre algunas pociones estaban bien hechas, no es que se pudiera confiar mucho en ella. Ningún mago que se preciara de serlo caería ante esas fraudes.

-¿Cuánto cuesta esa muñequita?- Miró en shock a su hermana, por lo cual no pudo protestar a tiempo para evitar que gastara su dinero en basura.

-Eh... si ya terminaron con sus asuntos, ¿podemos continuar? -Jaime les pregunto apresuradamente, ya que si no había más interrupciones aun podrían llegar a tiempo a la casa y el Sr. De la Torre no se daría cuenta que sacó a sus hijos de su jaula de oro.

Eso es lo que pasa cuando sobreproteges niños, terminan como inútiles, filosofeó un poco.

Entre miles de puestos con trampas muggles, llegaron a una carpa morada. De esas carpas que no dejan entrar ni un rayo de luz, y de las que tienes que levantar una parte para poder entrar. Y eso fue lo que hizo Jaime, para después hacer que sus amos pasaran dentro. Un lugar acogedor. Un fuerte olor a incienso, una mesita al centro con un mantel morado, y una bola de cristal.

-¿Y qué? ¿Tenemos que decir unas palabritas mágicas? -Dijo Alex, poniéndose al frente, posando sus manos sobre la bola–. ¿Ábrete Sésamo, Bibidy Babidy Boo, Avada Kedabra?

-Jamás -Miró consternadamente Jaime a Alex–. Jamás vuelvas a mencionar esas últimas palabras. Jamás. Con su permiso, señorito Alex.

Alex retrocedió, sin saber qué había molestado tanto a Jaime. El mayordomo, mientras tanto, golpeó dos veces la bola ligeramente, la cual comenzó a brillar. Golpeó tres veces más y dejó de resplandecer.

-Antes eran sólo dos veces, pero los muggles se hacen cada vez más precavidos, y ya no creen en la Adivinación.

Al igual que como entraron, los chicos y el mayordomo salieron, pero ahora hacia el lado opuesto que por el que entraron. Alex y Cristian levantaron la mirada.

Oye, no está mal.

Parecía que el mercado "Las Limas" había quedado atrás por kilómetros. El olor a hierbas había desaparecido, mas ahora estaba un olor dulce en el aire. Los puestos eran más amplios, y sin comparar con los puestos de el mercado, que eran sólo cajas y una manta sobre el puesto, estos eran edificios bien construidos. O a lo menos, bien aparecidos.

-Bienvenidos al mercado mágico Citrius, señoritos.