Había pasado ya una semana desde que Xellos le había dicho a Filia lo que,
supuestamente, pensaba de ella. Así que éste se había mantenido al margen
todo lo que había podido. Aún así, cuando se cruzaba con Filia fingía un
comportamiento entre artificial y reservado, siempre con su extraña
sonrisa, pero forzándola un poco más para que los demás le vieran un poco
decaído.
Lo cierto es que para adoptar esta actitud había tenido que ir preguntando a los grupos de teatro que pasaban por la ciudad y había tenido que ensayar largos periodos de tiempo por las noches delante del espejo.
Por parte de Filia, cada día lo tenía menos claro. En su interior, una lucha entre lo racional y lo pasional le hacía sumirse en unos pensamientos que la distraían y no la dejaban descansar.
Era cierto que Xellos estaba muy raro y que no parecía el mismo, pero eso no cambiaba que él fuera el demonio que casi extermina a su raza, ni que fuera un asqueroso Namagomi que siempre la hacía enfadar. Pero... desde ese día, Filia no dejaba de cuestionarse por qué sentía esas dudas y por qué deseaba que lo que había en ese momento entre Xellos y ella fueran más que simples miradas.
Sí, aunque Filia no quería admitir ese sentimiento, deseaba algo más que palabras. Era algo que sólo deseaba cuando se encontraba con Xellos y éste mostraba esa triste mirada, esa expresión de aislamiento, Filia sintió que no quería compartir eso con nadie más.
Estaba pensando en eso acongojada, mientras limpiaba uno de los jarrones de la tienda. Debían lucir brillantes y hermosos en el escaparate para que llamaran la atención de los posibles clientes de los cuales la tienda no carecía en absoluto.
Zelgadis y Amelia habían ido a visitar unas ruinas que había en las afueras de la ciudad, en cuanto a Reena y Gaudy... habían ido a hacer "turismo" a las ciudades vecinas. "Con tal de comer esos harían lo que fuera" pensó Filia. Había logrado distraerse en algo por un momento.
Val, jugaba con unos muñequitos al lado suyo. Era un niño muy bueno aunque a veces un poco charlatán, pero era el "angelito" de Filia y le quería más que a nada, casi como si ella fuera quien le había traído al mundo.
De repente Filia lanzó un grito ahogado que hizo que Val se sobresaltara un poco. -¿Mamá qué pasa?- decía este. La dragona, recuperando un poco la compostura le respondió que no sucedía nada y el pequeño dragón antiguo siguió jugando cómo si tal cosa.
El motivo del susto era que, dentro del jarrón que había cogido ahora había un pequeño papelito doblado en el cual figuraba la letra X.
Con sumo cuidado y gran nerviosismo abrió lentamente la nota en la cual se encontraban, garabateadas las siguientes palabras: "Vaya, vaya, Filia qué sorpresa ¿verdad?, ¿qué crees que habrá entre el plumón y la madera de Reena?"
Era una frase sin sentido, una adivinanza. ¿Qué pretendía ese Namagomi?¿Burlarse de ella, tal vez?. Se quedó un rato pensativa. Y de repente, salió corriendo de la tienda ante un asombrado Val que, aunque no se lo dijera nadie, cerró la puerta de la tienda en señal de que estaba cerrada.
Filia corrió escaleras arriba, pasando por el salón-comedor en dirección a la habitación que ocupaban Reena y Amelia.
Llegó allí casi sin aliento e, impulsivamente, miró entre el colchón y el somier de la cama de Reena. Para su sorpresa había otra nota: "Ooooh... lo siento, inténtelo en otra parte... ¿qué tal en el acero de Gaudy?
Filia resopló, no le gustaba ese juego. Además no tenía ganas de buscar papelitos para que luego ese Namagomi se burlara de ella. Pero pronto, la curiosidad la venció y no pudo resistirse a ir hacia la habitación de Zelgadis y Gaudy.
Una vez allí, se dio cuenta de que no podía ser que, lo que tenía que encontrar, estuviera en la espada de Gaudy, pues éste era espadachín y no se separaba nunca de su, ahora, nueva espada.
Observó la habitación buscando un nuevo indicio. ¿El acero de Gaudy? ¡¡Pero si su espada no estaba!!. Miró debajo de la cama, entre el somier y el colchón, en el armario, en la cómoda... incluso en lugares en los que nunca pensaría que iba a mirar. Por fin, se sentó encima de la cama, cansada y decepcionada.
Entonces notó algo duro debajo de sus nalgas. Entendió de repente que se trataba de la susodicha espada. Filia deshizo la cama ansiosa. Ni siquiera sabía porqué tenía ahora tanto desespero por encontrar la dichosa nota.
Allí, debajo de las sábanas, se encontraba la espada. Con torpeza, Filia la sacó de la funda y pudo comprobar que estaba mellada e inutilizable. Ahora comprendía por qué tanto Gaudy cómo Reena se habían levantado tan pronto esa mañana y por qué se habían ido a pasar la mañana fuera. Iban a buscar una nueva espada que estuviera a la medida del guerrero.
Filia dio la vuelta a la funda y observó cómo un pequeño papel doblado, caía al suelo con ligereza. En éste los garabatos decían: "Estás cerca, Filia, pero aún te falta mucho por aprender pequeña saltamontes... ¿Crees que una dragona tan osada cómo tú tendrá valor para curiosear en el escote de una princesa?" -¡¡Será...!! -Filia se sonrojó ¿qué trastada querría ahora que hiciera?. No podía ir mirando el escote de Amelia, entre otras cosas por que vete tú a saber qué pensaría la pobre chica que no se encontraba en ese momento en la casa.
Al fin, Filia se dio por vencida. No sabía dónde buscar y ya le empezaba a aburrir esa situación. Salió de la habitación asignada por ella misma a los dos espadachines y cuando iba a bajar por las escaleras se detuvo.
Un rato más tarde, una nota fue encontrada por Filia. Estaba enganchada en el escote de uno de los vestidos que Amelia utilizaba. Filia, por su parte estaba harta. Leyó: Vaya, vaya, realmente eres una dragoncita fuerte. Pero ¿porqué no miras en una de las patas de madera del chico de piedra?.
Esto era el colmo. La cabeza le empezaba a doler intensamente. Estaba comenzando a pensar que Xellos había maquinado todo eso para reírse de ella. Claro está, Zel no tenía ninguna pata de madera. -Maldito Namagomi... -Susurró.
Pasaron dos horas. Filia había vuelto a abrir la tienda, ya casi ni se acordaba de las notas extrañas, y pasó una mañana muy agradable al lado de su hijo adoptivo Val.
Así, a la hora de comer, cerró la tienda y se dispuso a hacer la comida. Val jugaba con sus muñequitos al lado de la mesa cuando de repente, pasó algo extraño. -Mamá, ¿qué pone aquí? -Val era muy pequeño pero ya leía algunas cosas. -Ahora no, Val que mamá está cocinando -dijo tiernamente la dragona. -Es que aquí dice cosas muy raras... "Me. has. sor... pren... di... do. Fi... lia.-De pronto Filia comprendió, le arrebató el papel al niño el cual se asustó al ver la brusquedad con la que su madre lo trataba. -¿De dónde has sacado esto?- Chilló. -Estaba debajo de la silla del tito Zel -dijo el niño medio llorando.
Filia estuvo un rato consolando al pequeño dragón y después, cuando éste ya se fue a seguir jugando leyó la nota: "Me has sorprendido, Filia. Nunca creí que llegaras hasta aquí. Ahora queda lo más importante, llegar a la meta. ¿No te has preguntado qué encontrarás allí? Tanto si te lo has preguntado cómo si no la respuesta es sore wa himitsu desu, lo tendrás que descubrir tu misma. Mira debajo del cojín de tu lugar favorito, y allí hallarás el fin".
Filia miró la nota un rato más. Hasta que escuchó voces en el comedor. Era Xellos. Oyó horrorizada cómo el demonio le decía a su pequeño que ella le había dicho que fuera a su habitación a recoger los juguetes que había dejado desordenados y que no bajara hasta que ésta no le llamara.
Puede que Filia se estuviera debatiendo entre si le amaba o no, pero no era tonta. Salió lo más rápido que pudo de la cocina, pero Val ya había subido las escaleras como una exhalación. Miró furiosa al demonio. -¿QUÉ TE CREES QUE HACES ASQUEROSO NAMAGOMI?- Y así continuó durante un buen rato mientras el Mazoku hacía intentos vanos para que la dragón dorado se calmara hasta que al fin pudo hablar. -Filia, ¿has mirado ya en el sitio dónde pone la nota? -¡¡ESTOY HARTA DE TUS NOTAS!! -Filia por favor...
Filia le lanzó una mitrada asesina y, acto seguido, se dirigió a su sillón favorito. Alzó el cojín del que estaba provisto dicho sillón y un papel dorado y doblado apareció.
Filia leyó lo que ponía en la tapa: "Enhorabuena, has llegado a la meta Filia, ahora descubrirás el secreto...". Abrió la tapa, y entonces sintió cómo el mundo se derretía y cómo una mezcla de sensaciones le llenaron el corazón: "... el secreto es que te amo."
Filia se quedó un buen rato sumida en un terrible sopor del que no quería despertar. Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa soñadora sin que se diera cuenta. El corazón le latía fuertemente y le faltaba un poco el aire, así que tubo que suspirar.
Xellos supo que era el momento. Ahora debía matarla. Estaban solos, ella estaba de espaldas. Era el momento idóneo, pocas oportunidades así se presentaban en la vida. Se acercó a Filia sigilosamente, y cuando estuvo justo detrás suyo, tan cerca que notaba su respiración, tan cerca que, incluso notaba el aroma de sus cabellos, ella se giró y le abrazó tan apasionadamente que Xellos pronto tubo que dejar de pensar en otra cosa que no fuera Filia.
Sintió que el calor del cuerpo de ésta se metía en el interior del suyo y se fundía con su propio calor. Era una sensación desconocida para el demonio pero totalmente agradable por lo que cometió el terrible error de dejarse llevar por esa pasión.
No sólo esa extraña sensación que no le dejaba apartarse de Filia sentía el Mazoku, sino que se mezclaba con un pensamiento lascivo. Una lujuria que le excitaba de sobremanera, pero que se veía refrenada notablemente por el extraño deseo de estar unido a Filia en ese abrazo.
Esa lujuria, era lo que diferenciaba el amor puro e inocente de la dragona con el del Mazoku. A pesar de sentir lo mismo, era diferente. El sentimiento de ella no necesitaba con tanta necesidad el contacto físico. Pero el que había llenado el alma de él necesitaba esa picardía. Y, aunque ilógico, esa combinación encajaba perfectamente, como las piezas de un rompecabezas. -Yo también te amo -Filia había contestado a la falsa declaración de Xellos, lo que le hizo a éste más mal que bien.
Mientras había amparado a Filia en sus brazos, no se había dado cuenta de que no estaba cumpliendo su misión. Pero ya no tenia valor cómo para matarla. Una ternura, que le sorprendió al encontrarla en su interior, le obligaba a hacer desaparecer esa idea, pero eran ordenes de su ama, debía acabar con la dragón dorado.
Eso le hizo reflexionar sobre lo que pasaría si daban a conocer esa relación. Posiblemente, los matarían a los dos pues, ni a los dragones dorados ni a los demonios les convenía una unión con sus peores enemigos. Ese funesto pensamiento le daba cierto morbo, pero era más fuerte lo que sentía hacia Filia y la abrazó aún con más fuerza en un gesto terriblemente protector.
Los días habían pasado y, poco a poco los otros se fueron dando cuenta de la peculiar relación entre demonio y dragona.
Las opiniones eran variadas: Gaudy no se enteraba de nada. Es mas, ni siquiera le importaban los asuntos de los demás (a no ser que estuviera relacionado con Reena), así que no le dio importancia la hecho.
Después estaba Amelia. Durante esas dos semanas parecía que había cambiado su comportamiento claramente infantil. Pero parecía que lo había estado fingiendo porque, en cuanto supo lo que acontecía, no dejaba de mirar a la pareja ni dejó de dar estúpidos consejitos.
Los que menos aceptaban la unión eran Reena y Zelgadis. Éste último los observaba con desaprobación (sobre todo al Mazoku).
Reena, por su parte, también sentía que había gato encerrado, pero la sinceridad de Xellos la hacía dudar. Aunque sabía que tramaba algo, podía percibir que parte de lo que sentía Xellos, era sincero.
Por otro lado estaba Val, pero el niño parecía no haberse dado cuenta de lo que sucedía.
Así, se habían citado esa noche en el salón. Había sido idea de Filia, además. Xellos había estado apunto de no acudir, pero el respeto y, a la vez, cierto miedo que le tenía a su ama Zelas le hizo dudar de nuevo, y al final, la sed de sangre a la cual cualquier Mazoku esta unido había ganado la batalla.
Todo esto pasó por la mente del demonio en una fracción de segundo. Detrás suyo yacía inerte el cuerpo de Filia rodeado de un gran charco de sangre.
Unas silenciosas lágrimas surcaron las mejillas de Xellos. Las lágrimas eran una mínima expresión del dolor que escapaba al control del demonio. Sentía que había fallado a lo único que le importaba y que ahora, ya nunca podría sentir el calor de ella en él mismo, ya nunca la podría ver reír o enfadarse de esa manera tan caprichosa y que le gustaba tanto, y, además, ya nunca... nunca jamás, la volvería a ver, ni siquiera en su imaginación, dónde sólo se podría reflejar el rostro frustrado y traicionado de Filia justo antes de morir, pues él había sido su cruel asesino.
El plan consistía en quedarse en la habitación asignada y esperar a la mañana para hacer la pantomima y parecer inocente. Pero no se sentía con ánimos. Sabía que algo en su interior se había roto con la muerte de Filia, algo que le dolía más que cualquier herida que jamás le hubieran hecho, y deseaba pensar lejos de allí para saber de qué era.
Así que, aún con lágrimas en los, ahora luminosos, ojos amatistas, desapareció de la sala que ahora encerraba el dolor y la traición de dos almas claramente enamoradas.
Aunque no lo parezca, continuará.
Lo cierto es que para adoptar esta actitud había tenido que ir preguntando a los grupos de teatro que pasaban por la ciudad y había tenido que ensayar largos periodos de tiempo por las noches delante del espejo.
Por parte de Filia, cada día lo tenía menos claro. En su interior, una lucha entre lo racional y lo pasional le hacía sumirse en unos pensamientos que la distraían y no la dejaban descansar.
Era cierto que Xellos estaba muy raro y que no parecía el mismo, pero eso no cambiaba que él fuera el demonio que casi extermina a su raza, ni que fuera un asqueroso Namagomi que siempre la hacía enfadar. Pero... desde ese día, Filia no dejaba de cuestionarse por qué sentía esas dudas y por qué deseaba que lo que había en ese momento entre Xellos y ella fueran más que simples miradas.
Sí, aunque Filia no quería admitir ese sentimiento, deseaba algo más que palabras. Era algo que sólo deseaba cuando se encontraba con Xellos y éste mostraba esa triste mirada, esa expresión de aislamiento, Filia sintió que no quería compartir eso con nadie más.
Estaba pensando en eso acongojada, mientras limpiaba uno de los jarrones de la tienda. Debían lucir brillantes y hermosos en el escaparate para que llamaran la atención de los posibles clientes de los cuales la tienda no carecía en absoluto.
Zelgadis y Amelia habían ido a visitar unas ruinas que había en las afueras de la ciudad, en cuanto a Reena y Gaudy... habían ido a hacer "turismo" a las ciudades vecinas. "Con tal de comer esos harían lo que fuera" pensó Filia. Había logrado distraerse en algo por un momento.
Val, jugaba con unos muñequitos al lado suyo. Era un niño muy bueno aunque a veces un poco charlatán, pero era el "angelito" de Filia y le quería más que a nada, casi como si ella fuera quien le había traído al mundo.
De repente Filia lanzó un grito ahogado que hizo que Val se sobresaltara un poco. -¿Mamá qué pasa?- decía este. La dragona, recuperando un poco la compostura le respondió que no sucedía nada y el pequeño dragón antiguo siguió jugando cómo si tal cosa.
El motivo del susto era que, dentro del jarrón que había cogido ahora había un pequeño papelito doblado en el cual figuraba la letra X.
Con sumo cuidado y gran nerviosismo abrió lentamente la nota en la cual se encontraban, garabateadas las siguientes palabras: "Vaya, vaya, Filia qué sorpresa ¿verdad?, ¿qué crees que habrá entre el plumón y la madera de Reena?"
Era una frase sin sentido, una adivinanza. ¿Qué pretendía ese Namagomi?¿Burlarse de ella, tal vez?. Se quedó un rato pensativa. Y de repente, salió corriendo de la tienda ante un asombrado Val que, aunque no se lo dijera nadie, cerró la puerta de la tienda en señal de que estaba cerrada.
Filia corrió escaleras arriba, pasando por el salón-comedor en dirección a la habitación que ocupaban Reena y Amelia.
Llegó allí casi sin aliento e, impulsivamente, miró entre el colchón y el somier de la cama de Reena. Para su sorpresa había otra nota: "Ooooh... lo siento, inténtelo en otra parte... ¿qué tal en el acero de Gaudy?
Filia resopló, no le gustaba ese juego. Además no tenía ganas de buscar papelitos para que luego ese Namagomi se burlara de ella. Pero pronto, la curiosidad la venció y no pudo resistirse a ir hacia la habitación de Zelgadis y Gaudy.
Una vez allí, se dio cuenta de que no podía ser que, lo que tenía que encontrar, estuviera en la espada de Gaudy, pues éste era espadachín y no se separaba nunca de su, ahora, nueva espada.
Observó la habitación buscando un nuevo indicio. ¿El acero de Gaudy? ¡¡Pero si su espada no estaba!!. Miró debajo de la cama, entre el somier y el colchón, en el armario, en la cómoda... incluso en lugares en los que nunca pensaría que iba a mirar. Por fin, se sentó encima de la cama, cansada y decepcionada.
Entonces notó algo duro debajo de sus nalgas. Entendió de repente que se trataba de la susodicha espada. Filia deshizo la cama ansiosa. Ni siquiera sabía porqué tenía ahora tanto desespero por encontrar la dichosa nota.
Allí, debajo de las sábanas, se encontraba la espada. Con torpeza, Filia la sacó de la funda y pudo comprobar que estaba mellada e inutilizable. Ahora comprendía por qué tanto Gaudy cómo Reena se habían levantado tan pronto esa mañana y por qué se habían ido a pasar la mañana fuera. Iban a buscar una nueva espada que estuviera a la medida del guerrero.
Filia dio la vuelta a la funda y observó cómo un pequeño papel doblado, caía al suelo con ligereza. En éste los garabatos decían: "Estás cerca, Filia, pero aún te falta mucho por aprender pequeña saltamontes... ¿Crees que una dragona tan osada cómo tú tendrá valor para curiosear en el escote de una princesa?" -¡¡Será...!! -Filia se sonrojó ¿qué trastada querría ahora que hiciera?. No podía ir mirando el escote de Amelia, entre otras cosas por que vete tú a saber qué pensaría la pobre chica que no se encontraba en ese momento en la casa.
Al fin, Filia se dio por vencida. No sabía dónde buscar y ya le empezaba a aburrir esa situación. Salió de la habitación asignada por ella misma a los dos espadachines y cuando iba a bajar por las escaleras se detuvo.
Un rato más tarde, una nota fue encontrada por Filia. Estaba enganchada en el escote de uno de los vestidos que Amelia utilizaba. Filia, por su parte estaba harta. Leyó: Vaya, vaya, realmente eres una dragoncita fuerte. Pero ¿porqué no miras en una de las patas de madera del chico de piedra?.
Esto era el colmo. La cabeza le empezaba a doler intensamente. Estaba comenzando a pensar que Xellos había maquinado todo eso para reírse de ella. Claro está, Zel no tenía ninguna pata de madera. -Maldito Namagomi... -Susurró.
Pasaron dos horas. Filia había vuelto a abrir la tienda, ya casi ni se acordaba de las notas extrañas, y pasó una mañana muy agradable al lado de su hijo adoptivo Val.
Así, a la hora de comer, cerró la tienda y se dispuso a hacer la comida. Val jugaba con sus muñequitos al lado de la mesa cuando de repente, pasó algo extraño. -Mamá, ¿qué pone aquí? -Val era muy pequeño pero ya leía algunas cosas. -Ahora no, Val que mamá está cocinando -dijo tiernamente la dragona. -Es que aquí dice cosas muy raras... "Me. has. sor... pren... di... do. Fi... lia.-De pronto Filia comprendió, le arrebató el papel al niño el cual se asustó al ver la brusquedad con la que su madre lo trataba. -¿De dónde has sacado esto?- Chilló. -Estaba debajo de la silla del tito Zel -dijo el niño medio llorando.
Filia estuvo un rato consolando al pequeño dragón y después, cuando éste ya se fue a seguir jugando leyó la nota: "Me has sorprendido, Filia. Nunca creí que llegaras hasta aquí. Ahora queda lo más importante, llegar a la meta. ¿No te has preguntado qué encontrarás allí? Tanto si te lo has preguntado cómo si no la respuesta es sore wa himitsu desu, lo tendrás que descubrir tu misma. Mira debajo del cojín de tu lugar favorito, y allí hallarás el fin".
Filia miró la nota un rato más. Hasta que escuchó voces en el comedor. Era Xellos. Oyó horrorizada cómo el demonio le decía a su pequeño que ella le había dicho que fuera a su habitación a recoger los juguetes que había dejado desordenados y que no bajara hasta que ésta no le llamara.
Puede que Filia se estuviera debatiendo entre si le amaba o no, pero no era tonta. Salió lo más rápido que pudo de la cocina, pero Val ya había subido las escaleras como una exhalación. Miró furiosa al demonio. -¿QUÉ TE CREES QUE HACES ASQUEROSO NAMAGOMI?- Y así continuó durante un buen rato mientras el Mazoku hacía intentos vanos para que la dragón dorado se calmara hasta que al fin pudo hablar. -Filia, ¿has mirado ya en el sitio dónde pone la nota? -¡¡ESTOY HARTA DE TUS NOTAS!! -Filia por favor...
Filia le lanzó una mitrada asesina y, acto seguido, se dirigió a su sillón favorito. Alzó el cojín del que estaba provisto dicho sillón y un papel dorado y doblado apareció.
Filia leyó lo que ponía en la tapa: "Enhorabuena, has llegado a la meta Filia, ahora descubrirás el secreto...". Abrió la tapa, y entonces sintió cómo el mundo se derretía y cómo una mezcla de sensaciones le llenaron el corazón: "... el secreto es que te amo."
Filia se quedó un buen rato sumida en un terrible sopor del que no quería despertar. Las comisuras de sus labios se curvaron en una sonrisa soñadora sin que se diera cuenta. El corazón le latía fuertemente y le faltaba un poco el aire, así que tubo que suspirar.
Xellos supo que era el momento. Ahora debía matarla. Estaban solos, ella estaba de espaldas. Era el momento idóneo, pocas oportunidades así se presentaban en la vida. Se acercó a Filia sigilosamente, y cuando estuvo justo detrás suyo, tan cerca que notaba su respiración, tan cerca que, incluso notaba el aroma de sus cabellos, ella se giró y le abrazó tan apasionadamente que Xellos pronto tubo que dejar de pensar en otra cosa que no fuera Filia.
Sintió que el calor del cuerpo de ésta se metía en el interior del suyo y se fundía con su propio calor. Era una sensación desconocida para el demonio pero totalmente agradable por lo que cometió el terrible error de dejarse llevar por esa pasión.
No sólo esa extraña sensación que no le dejaba apartarse de Filia sentía el Mazoku, sino que se mezclaba con un pensamiento lascivo. Una lujuria que le excitaba de sobremanera, pero que se veía refrenada notablemente por el extraño deseo de estar unido a Filia en ese abrazo.
Esa lujuria, era lo que diferenciaba el amor puro e inocente de la dragona con el del Mazoku. A pesar de sentir lo mismo, era diferente. El sentimiento de ella no necesitaba con tanta necesidad el contacto físico. Pero el que había llenado el alma de él necesitaba esa picardía. Y, aunque ilógico, esa combinación encajaba perfectamente, como las piezas de un rompecabezas. -Yo también te amo -Filia había contestado a la falsa declaración de Xellos, lo que le hizo a éste más mal que bien.
Mientras había amparado a Filia en sus brazos, no se había dado cuenta de que no estaba cumpliendo su misión. Pero ya no tenia valor cómo para matarla. Una ternura, que le sorprendió al encontrarla en su interior, le obligaba a hacer desaparecer esa idea, pero eran ordenes de su ama, debía acabar con la dragón dorado.
Eso le hizo reflexionar sobre lo que pasaría si daban a conocer esa relación. Posiblemente, los matarían a los dos pues, ni a los dragones dorados ni a los demonios les convenía una unión con sus peores enemigos. Ese funesto pensamiento le daba cierto morbo, pero era más fuerte lo que sentía hacia Filia y la abrazó aún con más fuerza en un gesto terriblemente protector.
Los días habían pasado y, poco a poco los otros se fueron dando cuenta de la peculiar relación entre demonio y dragona.
Las opiniones eran variadas: Gaudy no se enteraba de nada. Es mas, ni siquiera le importaban los asuntos de los demás (a no ser que estuviera relacionado con Reena), así que no le dio importancia la hecho.
Después estaba Amelia. Durante esas dos semanas parecía que había cambiado su comportamiento claramente infantil. Pero parecía que lo había estado fingiendo porque, en cuanto supo lo que acontecía, no dejaba de mirar a la pareja ni dejó de dar estúpidos consejitos.
Los que menos aceptaban la unión eran Reena y Zelgadis. Éste último los observaba con desaprobación (sobre todo al Mazoku).
Reena, por su parte, también sentía que había gato encerrado, pero la sinceridad de Xellos la hacía dudar. Aunque sabía que tramaba algo, podía percibir que parte de lo que sentía Xellos, era sincero.
Por otro lado estaba Val, pero el niño parecía no haberse dado cuenta de lo que sucedía.
Así, se habían citado esa noche en el salón. Había sido idea de Filia, además. Xellos había estado apunto de no acudir, pero el respeto y, a la vez, cierto miedo que le tenía a su ama Zelas le hizo dudar de nuevo, y al final, la sed de sangre a la cual cualquier Mazoku esta unido había ganado la batalla.
Todo esto pasó por la mente del demonio en una fracción de segundo. Detrás suyo yacía inerte el cuerpo de Filia rodeado de un gran charco de sangre.
Unas silenciosas lágrimas surcaron las mejillas de Xellos. Las lágrimas eran una mínima expresión del dolor que escapaba al control del demonio. Sentía que había fallado a lo único que le importaba y que ahora, ya nunca podría sentir el calor de ella en él mismo, ya nunca la podría ver reír o enfadarse de esa manera tan caprichosa y que le gustaba tanto, y, además, ya nunca... nunca jamás, la volvería a ver, ni siquiera en su imaginación, dónde sólo se podría reflejar el rostro frustrado y traicionado de Filia justo antes de morir, pues él había sido su cruel asesino.
El plan consistía en quedarse en la habitación asignada y esperar a la mañana para hacer la pantomima y parecer inocente. Pero no se sentía con ánimos. Sabía que algo en su interior se había roto con la muerte de Filia, algo que le dolía más que cualquier herida que jamás le hubieran hecho, y deseaba pensar lejos de allí para saber de qué era.
Así que, aún con lágrimas en los, ahora luminosos, ojos amatistas, desapareció de la sala que ahora encerraba el dolor y la traición de dos almas claramente enamoradas.
Aunque no lo parezca, continuará.
