Reena se despertó bruscamente. Había tenido una pesadilla horrible. Se
sentó en la cama sudando y temblando ligeramente de pies a cabeza.
Al principio se había encontrado con un gran trozo de muslo de dragón que se había quedado con ganas de probar (cuando aún no conocían a Filia y no habían derrotado a Fibrizzo). Pero en el momento en que lo iba a degustar, una ávidas manos se lo habían quitado y un segundo después había visto a Gaudy corriendo a trabes de un pasillo muy oscuro, y ella le perseguía en su sueño.
Pero cuando conseguía darle alcance (gracias a una bola de fuego, por supuesto), Gaudy era agarrado por unas cuerdas negras y desapareció, cómo aquélla vez cuándo el amo del infierno lo secuestró. Y ella empezaba a correr a lo largo del pasillo y abría las puertas de las cuales estaba provisto. En cada una de las puertas se encontraba a personas que había conocido, cómo por ejemplo Martina, Zangulus, Shilfield, Amelia o Zel (entre otros), y que, le intentaban decir algo pero no podían porque morían asfixiados en sus brazos, pero Reena sabía que era algo relacionado con el regreso de Shabranigudú y Estrella oscura.
En una de las habitaciones estaba Filia. Entonces, cuando Reena se acercó a ella, Filia se convirtió en Fibrizzo. Pero, en vez del amo del infierno, decía que era el ama de las bestias... de repente, Reena se giró y vio cómo algo, que no pudo describir (incluso después de haberse despertado), le atacó, y entonces había abierto los ojos con un sobresalto.
Estaba obsesionada aún después de tres años desde la última "salvación del mundo" que había realizado. No era la primera vez que tenía esa clase de sueños y por eso Gaudy estaba preocupado de que le hubiese causado un "trauma psicológico" (cuándo por fin descubrió lo que era porque al principio, el espadachín, creía que era un plato de espaguetis).
Le sonaron las tripas. Amelia no parecía haberse dado cuenta de que su amiga se había despertado pues dormía plácidamente. A Reena le sonaron otra vez las tripas. La habitación estaba muy oscura, pero unos rayos distantes la iluminaban de vez en cuando haciendo que se viera tétrica. Por tercera vez le sonaron las tripas a Reena tan fuerte que casi despierta a la ocupante de la cama de al lado.
"La llamada de la despensa" gritaba su nombre. Sabía que era de mala educación coger comida de los demás en casa ajena, pero teniendo en cuenta las circunstancias... no creía que nadie le dijera nada.
Así fue que Reena se levantó todo lo silenciosamente que pudo para no interrumpir los plácidos sueños de Amelia y salió de la habitación.
Reena bajaba las escaleras lo más rápidamente que podía en medio de la luz intermitente de los rayos. La despensa estaba en la cocina y para llegar a ella, debía pasar por el salón- comedor (las dos salas se unían mediante un arco).
Reena casi se cayó de culo cuando dio una traspiés a causa de la falta de luz. Así que, un poco molesta, la hechicera creó una bola de luz entre sus manos para poder ver por dónde iba. Ya había llegado a la parte del comedor, cuando notó la presencia de otro ser en el salón.
Curiosa, se acercó. Tal vez era Gaudy que se le había adelantado con la comida. La pequeña luz de se desprendía de su mano no era suficiente cómo para penetrar mucho en esa terrible oscuridad. Reena tubo un mal presentimiento, y un escalofrío le recorrió la espalda cuando notó que había pisado un líquido tibio. Miró entorno aprovechando la luz de un rayo, y entonces le pareció ver un cuerpo tendido en el suelo.
Reena miró a sus pies alarmada, descubriendo con horror que esa sustancia que había pisado era sangre. Corrió hacia el cuerpo que yacía con los ojos abiertos en el suelo, descubriendo así que éste pertenecía a Filia.
Reena se quedó petrificada. ¿Qué había pasado? ¿Qué hacía Filia allí? y ¿Cómo había llegado la dragona a ese estado?.
Desesperada, la hechicera se acercó a Filia, llamándola por su nombre. Pero parecía que era inútil, parecía que todo estaba perdido, parecía que Filia había... Sacudió su cabeza, negándose a creer lo que, sin duda, pensaba.
Acercó su cara a la de la dragón dorado, sólo entonces lo notó. Una muy leve respiración podía sentir en ese cuerpo. Pero era algo que, en breve terminaría si no le ayudaba enseguida.
Reena corrió desesperada llamando a los demás miembros del grupo a gritos. Amelia se despertó suavemente, pero toda felicidad se desvaneció cuando observó que el pijama de su amiga, que había salido corriendo, estaba manchado de sangre. Y, tanto Gaudy cómo Zel, tubieron la misma impresión que la princesa.
Muy pronto, se encontraron Reena, Zel y Amelia en el salón ejerciendo sus hechizos de curación sobre Filia la vida de la cual, se balanceaba sobre un delgado hilo. Val lloraba con desconsuelo. Reena no había podido evitar despertarlo a él también. -Reena, Xellos no está en su habitación.- Dijo inocentemente el espadachín.
-¿Dónde se habrá metido?. En una situación así, es cuando un hombre ha de estar al lado de una mujer -a Amelia le sobresalía una lagrimita mientras decía esas palabras emocionadamente.
Puede que Amelia y Gaudy lo tomaran cómo simple casualidad, pero al anuncio de Gaudy, Zel y Reena habían intercambiado miradas tensas y a la vez comprensoras de la desaparición del demonio.
Reena había empezado a entender. -Gaudy, por favor ve a llevar a Val a la cama, y no te separes de él para nada ¿de acuerdo? -¿Eh? ¿Pero eso por qué? -Preguntó torpemente el espadachín. -Puede que Xellos quiera matarlo a él también.
Gaudy no discutió más e invitó al niño para acompañarlo a su cama. Amelia, por su parte estaba perpleja. -¿Por qué dices eso, Reena? -¿Acaso no está claro? -replicó la aludida. - Filia no está así por capricho. Alguien le habrá atacado. -Y conociendo a Xellos, podemos estar seguros de que ha sido él -concluyó Zelgadis. -Pero si se les veía muy juntos y parecían muy felices... -dijo la princesa en tono de súplica. -Amelia, es un Mazoku. ¡Ma- zo- ku!. Un ser al que le trae sin cuidado el amor, la justicia y todo eso. Parece mentira que lo hayas olvidado. -refunfuñó Reena. -Tienes razón. -Dijo tristemente la princesa. Amelia parecía más refinada desde que se separaron. Y también parecía que no le gustaba tener que admitir una traición por parte de alguien cercano a ella.
Reena se quedó un buen rato pensativa, mientras trataban de curar la gran herida de Filia (la conversación la habían realizado sin dejar de efectuar sus hechizos de curación).
Era muy extraño que Xellos hubiera desaparecido de repente después de esa intentona de asesinato. Conociendo su peculiar forma de pensar, debería estar ahora lamentándose por la sala y haciendo ver que él no había intervenido para nada. Tenía dos motivos para comportarse así, según Reena.
El primero se centraba en ella misma. Sabía que al Mazoku no le convenía tenerla cómo enemiga, y por eso, si dejaba tan claro que el culpable era él, Reena se pondría en su contra.
El segundo motivo era que, si no había planeado hacerse pasar por inocente, entonces, ¿de qué le había servido hacer creer a Filia que estaba locamente enamorado de ella?. ¿para hacerle daño antes de que muriera? No. Era absurdo. Xellos mismo había dicho en una ocasión que no se hace nada por nada. Tenía que haber un motivo en concreto. Una respuesta al inexplicable porqué de su desaparición. Tal vez...
La voz de Amelia le sacó de sus pensamientos. -¿En qué piensas Reena?
La hechicera explicó lo que estaba pensando hacía un momento y mantuvieron una larga discusión sobre Xellos y sus planes. Dialogaron sobre lo que había pasado y lo que sucedería a partir de ahora, pero no llegaron a ninguna conclusión.
Los primeros rayos del alba no habían asomado cuando decidieron que podían trasladar a Filia a una habitación, pues ya tenía mucho mejor aspecto, pero seguía estando muy débil.
Con gran dificultad a causa del peso de Filia, la llevaron a la habitación más cercana, y después de una acalorada discusión, decidieron que la dejarían en la cama de Reena para seguir con su cura.
Un rato después, al parecer por el alboroto anterior, Filia abrió, no sin esfuerzo, los párpados que cubrían sus ojos. Se sobresaltó al encontrase allí a tres personas que aparentemente la observaban y trató de levantarse a pesar de no encontrar fuerzas para ello. Zel, hizo que se tranquilizara y volviera a dormir, sin encontrar resistencia por parte de la dragona.
Las luces del alba asomaban en el horizonte cuando, rendidos, Zel, Amelia y Reena decidieron ir a descansar. Filia había mejorado considerablemente, aunque aún faltaba mucho para que la herida se cerrara del todo, podía quedarse unas horas en cama, mientras los "médicos" descansaban.
Zel fue a su habitación a dormir, y la princesa, se tubo que conformar con una habitación libre, pues Reena la echó.
Reena estaba tan cansada como sus dos compañeros, pero no se movería de allí hasta escuchar lo que había pasado. -Filia. -llamó en un suave tono de voz, poco usual en la joven.
La aludida abrió lentamente los ojos color zafiro y, cansadamente los posó sobre los rubíes que Reena poseía cómo órganos vitales de la vista. Aún así, la dragón dorado no habló. No tenía fuerzas para ello. Un dolor cubría su corazón y lo hacía todo miserable, pobre. Un dolor que le hacía pensar que nada era digno del don de la vida, que hacía que los colores le cegaran los ojos un momento para transformarlos en una nítida oscuridad. Un dolor que le hacía recordar el momento más horrible de su vida.
Una lágrima se desprendió de uno de sus ojos y llegó hasta su oreja por el hecho de estar tumbada. -¿Por... por qué lo habéis hecho? -Susurró -¿Está claro no? ¡Somos tus amigos Filia! -respondió en tono amigable la hechicera, eliminándolo inmediatamente al ver la expresión de tristeza que Filia poseía en su semblante,. -No teníais que haberlo hecho... yo... no quería abrir los ojos... nunca más.
Reena se sorprendió ante tal argumento. Esa mujer ahora tumbada en la cama, no parecía la misma que había conocido tiempo atrás. Antes era insegura y un poco cursi, tal vez, pero era un ser que le daba la cara a la vida y no se rendía. El ser que ahora veía, estaba atormentado y exhausto, cansado de arrastrar con su vida y sin ánimos para ver la luz.
Reena no se andó más con rodeos. - Filia, puede que te sea duro explicarlo pero necesito saber qué ha pasado. Así podremos castigar cómo merece al culpable.
Filia abrió los ojos con desmesura un momento, pero pronto el dolor que había en sus ojos se fue mezclando con un odio del que jamás se hubiera encontrado en ningún dragón dorado. Un odio desafiante y que inundaba la mayor parte de su alma, un sentimiento parecido a lo que sentían los Mazoku.
Filia empezó a relatarle a Reena todo lo ocurrido. Desde la falsa declaración de Xellos, hasta su encuentro esa noche, pasando también, por el estúpido juego de las notitas. Aún así, el odio de Filia no podía reprimir las lágrimas que, convirtiéndose en sollozos al recordar las terribles palabras de Xellos al recoger su bastón, mojaban la mullida almohada.
Reena escuchaba sin dar crédito a lo que oía. Había acertado en la idea de que Xellos quería matar a Filia sin que nadie se diera cuenta (o al menos así lo indicaban los hechos). Por tanto, seguía sin comprender la desaparición del demonio, pues eso indicaba que había sido él el culpable de tal salvajada. Aunque tal vez...
Estaba muy cansada cómo para seguir pensando. Decidió dormir un rato y así se lo hizo saber a Filia. -Reena. -Llamó le dragona. -La tienda... hay que abrirla. -No, hoy te tienes que tomar un descanso. -No es eso Reena, ¡ya que vives aquí desde hace un mes, podrías abrir la tienda hoy!
Reena cayó de culo. -Grrrr... muy bien, dentro de un rato, cuando esté descansada abriré la tienda, no te preocupes -Dijo la hechicera apretando los dientes.
Y así, mientras la joven pelirroja dormía plácidamente en el lecho, habitualmente ocupado por Amelia, Filia observaba la luz del sol inundar la habitación mientras pensaba con odio y dolor en el ser que le había traicionado.
Al principio se había encontrado con un gran trozo de muslo de dragón que se había quedado con ganas de probar (cuando aún no conocían a Filia y no habían derrotado a Fibrizzo). Pero en el momento en que lo iba a degustar, una ávidas manos se lo habían quitado y un segundo después había visto a Gaudy corriendo a trabes de un pasillo muy oscuro, y ella le perseguía en su sueño.
Pero cuando conseguía darle alcance (gracias a una bola de fuego, por supuesto), Gaudy era agarrado por unas cuerdas negras y desapareció, cómo aquélla vez cuándo el amo del infierno lo secuestró. Y ella empezaba a correr a lo largo del pasillo y abría las puertas de las cuales estaba provisto. En cada una de las puertas se encontraba a personas que había conocido, cómo por ejemplo Martina, Zangulus, Shilfield, Amelia o Zel (entre otros), y que, le intentaban decir algo pero no podían porque morían asfixiados en sus brazos, pero Reena sabía que era algo relacionado con el regreso de Shabranigudú y Estrella oscura.
En una de las habitaciones estaba Filia. Entonces, cuando Reena se acercó a ella, Filia se convirtió en Fibrizzo. Pero, en vez del amo del infierno, decía que era el ama de las bestias... de repente, Reena se giró y vio cómo algo, que no pudo describir (incluso después de haberse despertado), le atacó, y entonces había abierto los ojos con un sobresalto.
Estaba obsesionada aún después de tres años desde la última "salvación del mundo" que había realizado. No era la primera vez que tenía esa clase de sueños y por eso Gaudy estaba preocupado de que le hubiese causado un "trauma psicológico" (cuándo por fin descubrió lo que era porque al principio, el espadachín, creía que era un plato de espaguetis).
Le sonaron las tripas. Amelia no parecía haberse dado cuenta de que su amiga se había despertado pues dormía plácidamente. A Reena le sonaron otra vez las tripas. La habitación estaba muy oscura, pero unos rayos distantes la iluminaban de vez en cuando haciendo que se viera tétrica. Por tercera vez le sonaron las tripas a Reena tan fuerte que casi despierta a la ocupante de la cama de al lado.
"La llamada de la despensa" gritaba su nombre. Sabía que era de mala educación coger comida de los demás en casa ajena, pero teniendo en cuenta las circunstancias... no creía que nadie le dijera nada.
Así fue que Reena se levantó todo lo silenciosamente que pudo para no interrumpir los plácidos sueños de Amelia y salió de la habitación.
Reena bajaba las escaleras lo más rápidamente que podía en medio de la luz intermitente de los rayos. La despensa estaba en la cocina y para llegar a ella, debía pasar por el salón- comedor (las dos salas se unían mediante un arco).
Reena casi se cayó de culo cuando dio una traspiés a causa de la falta de luz. Así que, un poco molesta, la hechicera creó una bola de luz entre sus manos para poder ver por dónde iba. Ya había llegado a la parte del comedor, cuando notó la presencia de otro ser en el salón.
Curiosa, se acercó. Tal vez era Gaudy que se le había adelantado con la comida. La pequeña luz de se desprendía de su mano no era suficiente cómo para penetrar mucho en esa terrible oscuridad. Reena tubo un mal presentimiento, y un escalofrío le recorrió la espalda cuando notó que había pisado un líquido tibio. Miró entorno aprovechando la luz de un rayo, y entonces le pareció ver un cuerpo tendido en el suelo.
Reena miró a sus pies alarmada, descubriendo con horror que esa sustancia que había pisado era sangre. Corrió hacia el cuerpo que yacía con los ojos abiertos en el suelo, descubriendo así que éste pertenecía a Filia.
Reena se quedó petrificada. ¿Qué había pasado? ¿Qué hacía Filia allí? y ¿Cómo había llegado la dragona a ese estado?.
Desesperada, la hechicera se acercó a Filia, llamándola por su nombre. Pero parecía que era inútil, parecía que todo estaba perdido, parecía que Filia había... Sacudió su cabeza, negándose a creer lo que, sin duda, pensaba.
Acercó su cara a la de la dragón dorado, sólo entonces lo notó. Una muy leve respiración podía sentir en ese cuerpo. Pero era algo que, en breve terminaría si no le ayudaba enseguida.
Reena corrió desesperada llamando a los demás miembros del grupo a gritos. Amelia se despertó suavemente, pero toda felicidad se desvaneció cuando observó que el pijama de su amiga, que había salido corriendo, estaba manchado de sangre. Y, tanto Gaudy cómo Zel, tubieron la misma impresión que la princesa.
Muy pronto, se encontraron Reena, Zel y Amelia en el salón ejerciendo sus hechizos de curación sobre Filia la vida de la cual, se balanceaba sobre un delgado hilo. Val lloraba con desconsuelo. Reena no había podido evitar despertarlo a él también. -Reena, Xellos no está en su habitación.- Dijo inocentemente el espadachín.
-¿Dónde se habrá metido?. En una situación así, es cuando un hombre ha de estar al lado de una mujer -a Amelia le sobresalía una lagrimita mientras decía esas palabras emocionadamente.
Puede que Amelia y Gaudy lo tomaran cómo simple casualidad, pero al anuncio de Gaudy, Zel y Reena habían intercambiado miradas tensas y a la vez comprensoras de la desaparición del demonio.
Reena había empezado a entender. -Gaudy, por favor ve a llevar a Val a la cama, y no te separes de él para nada ¿de acuerdo? -¿Eh? ¿Pero eso por qué? -Preguntó torpemente el espadachín. -Puede que Xellos quiera matarlo a él también.
Gaudy no discutió más e invitó al niño para acompañarlo a su cama. Amelia, por su parte estaba perpleja. -¿Por qué dices eso, Reena? -¿Acaso no está claro? -replicó la aludida. - Filia no está así por capricho. Alguien le habrá atacado. -Y conociendo a Xellos, podemos estar seguros de que ha sido él -concluyó Zelgadis. -Pero si se les veía muy juntos y parecían muy felices... -dijo la princesa en tono de súplica. -Amelia, es un Mazoku. ¡Ma- zo- ku!. Un ser al que le trae sin cuidado el amor, la justicia y todo eso. Parece mentira que lo hayas olvidado. -refunfuñó Reena. -Tienes razón. -Dijo tristemente la princesa. Amelia parecía más refinada desde que se separaron. Y también parecía que no le gustaba tener que admitir una traición por parte de alguien cercano a ella.
Reena se quedó un buen rato pensativa, mientras trataban de curar la gran herida de Filia (la conversación la habían realizado sin dejar de efectuar sus hechizos de curación).
Era muy extraño que Xellos hubiera desaparecido de repente después de esa intentona de asesinato. Conociendo su peculiar forma de pensar, debería estar ahora lamentándose por la sala y haciendo ver que él no había intervenido para nada. Tenía dos motivos para comportarse así, según Reena.
El primero se centraba en ella misma. Sabía que al Mazoku no le convenía tenerla cómo enemiga, y por eso, si dejaba tan claro que el culpable era él, Reena se pondría en su contra.
El segundo motivo era que, si no había planeado hacerse pasar por inocente, entonces, ¿de qué le había servido hacer creer a Filia que estaba locamente enamorado de ella?. ¿para hacerle daño antes de que muriera? No. Era absurdo. Xellos mismo había dicho en una ocasión que no se hace nada por nada. Tenía que haber un motivo en concreto. Una respuesta al inexplicable porqué de su desaparición. Tal vez...
La voz de Amelia le sacó de sus pensamientos. -¿En qué piensas Reena?
La hechicera explicó lo que estaba pensando hacía un momento y mantuvieron una larga discusión sobre Xellos y sus planes. Dialogaron sobre lo que había pasado y lo que sucedería a partir de ahora, pero no llegaron a ninguna conclusión.
Los primeros rayos del alba no habían asomado cuando decidieron que podían trasladar a Filia a una habitación, pues ya tenía mucho mejor aspecto, pero seguía estando muy débil.
Con gran dificultad a causa del peso de Filia, la llevaron a la habitación más cercana, y después de una acalorada discusión, decidieron que la dejarían en la cama de Reena para seguir con su cura.
Un rato después, al parecer por el alboroto anterior, Filia abrió, no sin esfuerzo, los párpados que cubrían sus ojos. Se sobresaltó al encontrase allí a tres personas que aparentemente la observaban y trató de levantarse a pesar de no encontrar fuerzas para ello. Zel, hizo que se tranquilizara y volviera a dormir, sin encontrar resistencia por parte de la dragona.
Las luces del alba asomaban en el horizonte cuando, rendidos, Zel, Amelia y Reena decidieron ir a descansar. Filia había mejorado considerablemente, aunque aún faltaba mucho para que la herida se cerrara del todo, podía quedarse unas horas en cama, mientras los "médicos" descansaban.
Zel fue a su habitación a dormir, y la princesa, se tubo que conformar con una habitación libre, pues Reena la echó.
Reena estaba tan cansada como sus dos compañeros, pero no se movería de allí hasta escuchar lo que había pasado. -Filia. -llamó en un suave tono de voz, poco usual en la joven.
La aludida abrió lentamente los ojos color zafiro y, cansadamente los posó sobre los rubíes que Reena poseía cómo órganos vitales de la vista. Aún así, la dragón dorado no habló. No tenía fuerzas para ello. Un dolor cubría su corazón y lo hacía todo miserable, pobre. Un dolor que le hacía pensar que nada era digno del don de la vida, que hacía que los colores le cegaran los ojos un momento para transformarlos en una nítida oscuridad. Un dolor que le hacía recordar el momento más horrible de su vida.
Una lágrima se desprendió de uno de sus ojos y llegó hasta su oreja por el hecho de estar tumbada. -¿Por... por qué lo habéis hecho? -Susurró -¿Está claro no? ¡Somos tus amigos Filia! -respondió en tono amigable la hechicera, eliminándolo inmediatamente al ver la expresión de tristeza que Filia poseía en su semblante,. -No teníais que haberlo hecho... yo... no quería abrir los ojos... nunca más.
Reena se sorprendió ante tal argumento. Esa mujer ahora tumbada en la cama, no parecía la misma que había conocido tiempo atrás. Antes era insegura y un poco cursi, tal vez, pero era un ser que le daba la cara a la vida y no se rendía. El ser que ahora veía, estaba atormentado y exhausto, cansado de arrastrar con su vida y sin ánimos para ver la luz.
Reena no se andó más con rodeos. - Filia, puede que te sea duro explicarlo pero necesito saber qué ha pasado. Así podremos castigar cómo merece al culpable.
Filia abrió los ojos con desmesura un momento, pero pronto el dolor que había en sus ojos se fue mezclando con un odio del que jamás se hubiera encontrado en ningún dragón dorado. Un odio desafiante y que inundaba la mayor parte de su alma, un sentimiento parecido a lo que sentían los Mazoku.
Filia empezó a relatarle a Reena todo lo ocurrido. Desde la falsa declaración de Xellos, hasta su encuentro esa noche, pasando también, por el estúpido juego de las notitas. Aún así, el odio de Filia no podía reprimir las lágrimas que, convirtiéndose en sollozos al recordar las terribles palabras de Xellos al recoger su bastón, mojaban la mullida almohada.
Reena escuchaba sin dar crédito a lo que oía. Había acertado en la idea de que Xellos quería matar a Filia sin que nadie se diera cuenta (o al menos así lo indicaban los hechos). Por tanto, seguía sin comprender la desaparición del demonio, pues eso indicaba que había sido él el culpable de tal salvajada. Aunque tal vez...
Estaba muy cansada cómo para seguir pensando. Decidió dormir un rato y así se lo hizo saber a Filia. -Reena. -Llamó le dragona. -La tienda... hay que abrirla. -No, hoy te tienes que tomar un descanso. -No es eso Reena, ¡ya que vives aquí desde hace un mes, podrías abrir la tienda hoy!
Reena cayó de culo. -Grrrr... muy bien, dentro de un rato, cuando esté descansada abriré la tienda, no te preocupes -Dijo la hechicera apretando los dientes.
Y así, mientras la joven pelirroja dormía plácidamente en el lecho, habitualmente ocupado por Amelia, Filia observaba la luz del sol inundar la habitación mientras pensaba con odio y dolor en el ser que le había traicionado.
