El cielo era oscuro. La noche había llegado al fin después de otra larga semana en la que los acontecimientos fueron escasos. Eso, claro está, sin contar el alboroto que montó Filia al recibir una carta de Giras y compañía de que iban a tardar un tiempo más en regresar a la tienda.

Por otro lado, Reena y Gaudy se veían imposibilitados de sus tareas comunes (en las que iban a hacer turismo y, ya de paso, dejar sin existencias a una ciudad entera), al igual que Zel y Amelia, los cuales ya no podían ir a ningún centro lúdico como el teatro (por ejemplo), y a divertirse. Había sido una semana bastante aburrida.

El problema, radicaba en el hecho de que Reena no quería que, ni Xellos ni Filia se quedaran solos ni un instante, pues la pelirroja entendía la situación mejor que sus otros compañeros.

Gaudy no se enteraba de nada, y se pasaba grandes ratos de la tarde jugando con Val, y a Zel, simplemente, no le interesaban los culebrones.

Amelia, en cambio, era la única con una opinión diferente y, a la vez, emocionada. Aunque ni a Xellos ni a Filia les había dicho nada, en cuanto veía que Reena estaba sola y desprevenida, le avasallaba con preguntas sobre la pareja.

Xellos y Filia seguían sin mirarse a la cara. De todas las cosas que más apenaban a la hechicera, era ver a sus amigos separados, distantes, actuando cómo si el otro fuera un fantasma, un ser etéreo al cual no podían ver.

Pero Reena sabía que sí se podían ver, y que, no sólo la inquietud reinaba en el ambiente cuando los dos estaban en un mismo espacio (Reena no sabía si durante la cena también, pero podía imaginar que sí), sino que además reinaba el dolor.

No había un solo día en que Reena no recordara los sollozos cercanos a su cuello de Xellos. Era la primera vez que le había visto llorar, y le pareció una de las cosas más desoladoras que había visto. No sólo por el hecho de ser la primera vez que veía al demonio en ése estado, sino porque contrastaba con la imagen que tenía de él, y porque no se hacía a la idea de que un Mazoku pudiera llegar a sentir algo tan humano.

Filia, por su parte, hacía como que no ocurría nada, estaba con su hijo, llevaba la tienda, y cómo aún no se había recuperado totalmente de la herida que una vez Xellos le hiciera, Amelia y Zelgadis la intentaban ayudar en lo que podían. Aún así, Reena la había oído llorar al pasar por al lado de su cuarto...

Pero en esos momentos, en esa hora en la que estaban reunidos entorno a la mesa del comedor, a Reena sólo le preocupaba que Gaudy le había cogido un muslo de pavo de uno de sus platos y se disponía a comérselo. -¡¡¡¡¡¡¡Drag Slave!!!!!!!- El pavo se chamuscó. -¡¡¡¡¡MIRA LO QUE HAS HECHO CEREBRO DE MEDUSAAAAAA!!!!!- lo culpó la hechicera.

Mientras los dos discutían con la boca llena, se oyó el golpe constante del picaporte de la puerta, hecho que detuvo la discusión.

Todos se miraron extrañados, y de repente Filia se alzó y, a gran velocidad, se deshizo de los platos, aún llenos, ante las protestas de tres comensales (Reena, Gaudy y Val).

Los toques a la puerta se hicieron más fuertes, y sonaban claros en la noche. Se miraron mutuamente, extrañados, ¿quién podría ser a esas horas?.

Llamaron a la puerta con más insistencia aún. - Voy a abrir- dijo por fin Filia. - ¡¡¡No, ya abro yo!!!- y sin esperar a que alguien objetara algo en contra, Amelia salió al pasillo corriendo, para abrir la puerta.

Hubo una tensa espera. Unas lejanas voces provinentes de la entrada hicieron eco en el corredor. - Hola. ¿qué desea?- Amelia ya había abierto la puerta.

Una voz de mujer, fina, sedosa, pero con un vestigio de dureza, contestó tranquilamente a la pregunta de la princesa de Saillune. - Soy una trovadoresa que va por el mundo cantando canciones de lo que veo, pero hoy no he encontrado refugio y al ver esta casa me he preguntado si podría entrar a pasar la noche.

Xellos se enderezó en la silla, tenso, con los ojos abiertos al escuchar la voz. Pero nadie se percató de ello. - Claro, -continuó Amelia. - Puede pasar la noche aquí, no creo que la dueña tenga inconveniente en que duerma alguien más en su casa (Filia puso los ojos en blanco y casi se desmaya).

Se oyó el sonido de la puerta al cerrarse, y, seguidamente entraron Amelia y la trovadoresa.

Era algo más alta que Reena, tal vez, y bastante joven, de unos veintitantos años. Llevaba un larga capa beige que le caía desde los hombros y que iba rozando el suelo además de evitar que se viera el resto de la ropa que llevaba debajo. Una capucha tapaba sus ojos, pero su tez era morena y lucía una confiada sonrisa. De la capucha, sobresalían unos mechones de un pelo rubio platino que, al contraste con la luz, creaban destellos dorados.

Reena tubo un mal presentimiento, algo en esa mujer hizo que se sintiera incómoda, una sensación conocida, pero que hacía más de cuatro años que no experimentaba.

De repente, Xellos se tiró de su silla cayendo al suelo y quedando arrodillado ante la figura de la trovadoresa, que hizo su sonrisa más ancha y, entonces, bajo la capucha, unos malignos ojos dorados, con las pupilas tan rasgadas como las de Xellos, aparecieron mirando a su súbdito con solemnidad y orgullo.

Los rasgos de el ama de las bestias, aunque realmente no fueran bellos, eran exóticos y atractivos. Su cara, ahora iluminada por la luz de la lámpara del comedor, se veía alargada y morena, y sus finos labios esbozaban una maligna sonrisa dirigida hacia su aterrado general y sacerdote.

Entonces Reena comprendió, que Zelas Metallium, había accedido a la petición de Zelgadis de ir a buscar ella misma a Xellos, aún cuando creyeron que no le haría caso siendo una de los, ahora tres, Altos Mazokus.

El odio de Reena se propagó rápidamente por su cuerpo. La bestia gigante, nunca había dañado a ninguno de ellos, pero la hechicera no soportaba ver a los Mazoku de tal condición, pues sabía, a través de Gaarv y Fibrizo, que los planes de éstos siempre culminaban con la destrucción del mundo.

Cómo si leyera sus pensamientos, Zelas la miró sin modificar la expresión de su cara y seguidamente miró a Filia, que le estaba diciendo a Val que subiera a su habitación a dormir. - ¿A qué has venido?- espetó Reena. Zelas la miró levantando una ceja. - ¿Acaso no es obvio, Reena Inverse? He venido a recoger a mi súbdito. -Xellos se estremeció. -Creí que eso era lo que querías.

Reena pensó con gran rapidez, no quería que Xellos se fuera, no aún. Tenían que solucionar... tenían que hablar... tenian que reconciliar a Xellos y Filia, aunque todo terminara como en el principio, aunque se siguieran insultando de porvida.

- Fuiste tú quién le dijo que me matara ¿verdad? Tú tienes la culpa de todo.- Filia se había levantado de su silla, y miraba colérica a la bestia gigante. Xellos había levantado la vista sorprendido y, a la vez aterrorizado por las posibles consecuencias del atrevimiento de Filia.

Para sorpresa de todos, una estridente carcajada perforó el silencio de la fría noche. - ¡Qué fácil es culpar al menos culpable! -rió Zelas. - ¡Pero es cierto!¡¡Me pediste que matara a Filia, que era un plan muy importante para destruir el mundo, que debía matarla aunque Reena Inverse estuviera viva aún!!- Xellos gritaba con odio, pero conservando una parte del cual por miedo a la autoridad de su Ama. - ¡¡Necio!! ¡¡¡Yo jamás pido cosas sin orden ni concierto como la que acabas de decir tú!!!- la apacible sonrisa de Zelas se había borrado de su rostro y hablaba con una furia que lo superaba todo. -¿¡Ves cómo no escuchas cuando te hablo?! ¿¡Ves cómo no entendiste ni una sola parte del plan?! ¿¡Ves lo que está significando este error?!

Pareció como si un terremoto azotara la tierra mientras Zelas gritaba y que se paraba cuando ella acabó.

Una expresión de incomprensión se había dibujado en la cara de todos los presentes. ¿Eso significaba que Xellos había intentado asesinar a Filia por error? ¿Que el verdadero propósito del plan no era atacarle?.

Filia miraba alternativamente a Xellos y a su Ama con expresión de incredulidad, cómo si esperara que de repente alguien gritara "¡SORPRESA!" y todo quedara en un susto. Pero eso no ocurrió.

Zelas suspiró. - Cariño, te pedí que la vigilaras muy de cerca, porque es una de los dragones dorados más jóvenes que hay, y sería un problema para nosotros que intentara salvar el mundo, sin embargo, si descubría el plan por algún motivo, debías matarla. Pero sólo si descubría el plan, cariño.- Zelas habló seriamente, pero con un deje casi imperceptible de tristeza en la voz.

Ahora, el que tenía la expresión de querer que alguien gritara que todo eso era una pesada broma, era Xellos.

Seguía de rodillas, con los ojos muy abiertos, intentando asimilar lo que había dicho su ama. Filia lo miraba con expresión dura y completo odio, eso quería decir, que le había intentado matar, simplemente por el capricho de hacerlo.

Al poco, Reena y los demás se empezaron a mirar en silencio, hablando con la mirada mientras respiraban el pesado aire.

Xellos parecía, aún ausente, y Zelas lo miraba con gravedad, cómo si tuviera que tomar una decisión muy importante que significara la vida del demonio.

Finalmente, unos ojos húmedos se encontraron con los de el ama de las bestias, en una expresión de miedo y dolor. -Ven aquí.- Ordenó Zelas. Y ella se dirigió al salón mientras los otros la miraban, comprendiendo que sobraban.

Xellos se levantó despacio, bastón en mano, y desapareció por el arco que unía el salón y el comedor.

Quedaron frente a frente. - He de castigarte. - Me matarás por que amo ¿verdad? Por que los Mazoku no debemos amar, por que soy débil y ya no te sirvo.- dijo desafiante el demonio.

Zelas levantó una ceja. -Escucha, cariño, no sé de dónde has sacado todo eso, pero no te voy a castigar por esa razón. -Se detuvo un momento para mirar mejor a su general y sacerdote.- Cariño, no cumpliste mis órdenes, y arruinaste mi plan. Simplemente, me fallaste. ¿Tienes idea del tiempo que he estado invirtiendo en vano por tu culpa, cariño?.

Xellos la miró un poco desconcertado. Sin saber qué decir o hacer. Hubo unos breves momentos de silencio. En el comedor, seguro que estaban escuchando todo lo que se estaba diciendo. - Si mi castigo es morir, lo acept... -no pudo terminar. Zelas hacía chasquidos con la lengua en señal de negación. - Yo, cariño, no he hablado nunca de matarte. He pensado, Xellos, que hay otra manera.

El demonio palideció. Sabía cual era la otra manera. - Rompiendo los lazos de Ama y sirviente, cariño.- concluyó Zelas con una sonrisa inescrutable.

El horror se reflejó en el rostro de Xellos. Romper los lazos de Amo y sirviente, era el peor castigo para un general o un sacerdote de alguno de los Altos Mazoku, aunque nunca antes se había llevado a la práctica.

El romper los lazos significaba la pérdida de todo poder, pues, al desentenderse de su creador, la mágia regresaba con el amo, dejando que el poder del sirviente no fuera más superior que el de cualquier otro Mazoku de grado inferior, siendo, además indignos y quedándose sin la protección del amo.

Zelas lo miraba, constante y tranquila mientras él pensaba con horror lo que le pasaría a partir de ese momento. Al fin, miró a Zelas. - Antes que liberarme, mátame. No quiero seguir con vida si me liberas. -¿Seguro?- Zelas ensanchó más su diabólica sonrisa. - Yo creo que una amiguita tuya te está esperando en la sala de al lado, cariño. Es rubia, guapa... parece muy acorde contigo ¿no crees?.

El significado real de todas esas ironías, Xellos lo desconocía, pero le miró con claro odio. Se quedaron un rato callados, los ojos fijos en los del otro. - El bastón. -Pidió Zelas con voz dura. Xellos se lo entregó dolorido. El signo que firmaba su relación sería destruido en cuanto Zelas llegara a su guarida, y quedarían desentendidos.

Zelas se dirigía hacia el arco que unía las dos habitaciones, cuando Xellos recordó algo que le había querido preguntar. - Zelas.- Llamó. Ella se giró con curiosidad.- ¿Nosotros...? Quero decir, los Mazoku, ¿podemos sentir cosas positivas sin morir por ello? -¿Cómo por ejemplo, qué?- preguntó Zelas con su habitual gesto de levantar una ceja. -¿Podemos... - titubeó- ...amar?

Zelas no contestó de inmediato. Se quedó mirando al suelo fijamente antes de responder: -Eso, cariño, es un secreto.

Continuará...

***********

Ohayo. ¿Qué os ha parecido éste capítulo?. Antes de nada, quiero dejar constancia, de que no me gusta que en un fic aparezca Zelas Metallium, si no es absolutamente necesario, pero, en éste caso, he hecho una excepción.

Otra casa, no tengo ni idea de cómo es Zelas en realidad, yo me baso en una imagen que tengo por ahí, pero no se si es así verdaderamente. Tampoco sé la verdadera utilidad del bastón de Xellos (yo creo que se trata de un simple báculo con algún poder raro), y lo de los lazos del amo y el sirviente, me lo he inventado (tal vez me baso un poco en los elfos domésticos de Harry Potter).

Raven, que conste que he no hecho aparecer a Zelas diciendo que ella era inocente de pedir barbaridades sólo por que tú lo pusieras en tu último review (no se cómo lo hiciste pero fue como si me hubieses leído la mente), a decir verdad, ya tenía pensado todo lo que sucedería antes de comenzar la historia ;) .

En fin, críticas, elogios, dudas (sobre todo con lo de los lazos esos, que me resulta lo más lioso), todo lo que se os ocurra (aunque sean vuestras vacaciones XD), ponedlo en un review, por favor, que esto está próximo a terminar.

¡¡¡Zai Jian!!!
Zelas Metallium.