Nota: El final de este fanfiction ha llegado. Solo digo: preparen mentes y pañuelos.

"Capítulo XVI: El Final"

Me encontraba solo y desprotegido en lo que creí en un principio era la casa abandonada de propietario el cual desconocía su nombre en ese preciso instante. A mis oídos había llegado cierta información de dudosa procedencia, acerca de un ataque repentino a una vivienda la cual me era desconocida y fue en un momento de confusión que apareció a mi lado uno de mis compañeros y dándome indicaciones simples, me apresuró a tener un estrepitoso viaje hasta esa humilde morada, donde me hallé parado haciendo un análisis de lo sucedido.

A juzgar por el estado de la vivienda en la que me encontraba, un ataque debió haberse librado. Muebles se encontraban destrozados, una fina capa de polvo posaba sobre tan frágil suelo de madera bañada por el transcurso de los años. Dando pasos vacilantes avancé en círculos alrededor de la sala rebozada de escombros. En mis pasos sin sentido atravesó por mi mente el nombre del autor de esta tragedia, nombre el cual todos le temen y seguramente le temerán por mucho tiempo.

Detuve mi paso, recogí pues con manos temblorosas un libro de lo que se veía sospechosamente era de alguien que agradaba llevar registros de su trabajo. Pasé mis yemas sobre su pasta dura encuerada y al abrir el pequeño libro me hallé descubriendo el nombre del propietario de la vivienda. En su primer página se encontraba escritas en letras centelleantes el nombre de aquel sujeto que siempre desempeñó con creciente satisfacción su trabajo pero fue odiado por los miembros del grupo que yo conformo ó lo que creí era mi grupo. Las palabras Frank Longbottom saltaban a mis ojos desde aquel libro. Pasó por mi alma un sentimiento de amargura inmensa. ¡Pobres mis ojos que ven una obra tan sangrienta!

El tiempo no me daba para tormentos mentales, la misión que mi compañero me había encomendado debía ser terminada. Salí atemorizado de lo que restaba de la sala y me dirigí con prisa a la entrada de la vivienda donde me topé con unas escaleras. Ascendí en tres escalones por cada paso hasta llegar a lo que presumí era el aposento principal donde para mi horror hallé el cuerpo del ya nombrado Frank Longbottom y lo que temí su esposa a su lado. Como si el canal de la mancha llenase un vaso pequeño, así llenose mi cerebro nublando mi mente, era tanto el pánico que accedía a mi cuerpo que sentía reventar en cualquier segundo.

Me acerqué al cuerpo de la mujer y me arrodillé junto a ella. En su frágil cuello posé con cuidado mi dedo índice, verificando así presencia o en desafortunado caso, ausencia de pulso. Mi espíritu triste se alivió al descubrir que ese cuerpo frágil permanecía con vida. Dudé si debía o no devolverla a un estado de conciencia. Tomé mi varita y con un movimiento dudoso salió un poco de agua de esta, bañando el pálido rostro de la mujer. Me alarmé al ver que no reaccionaba y tomándola por los hombros sacudí su cuerpo. ¡Qué alivio me causó al ver el temblar de los párpados de aquella mujer al tratar de abrir sus ojos!
Alentado por las primeras señales de vida pregunté a la mujer cautelosamente qué había sucedido. Como era de esperar no recibí una respuesta inmediata. No perdiendo mis esperanzas pregunté de nuevo qué había sucedido y quién era el responsable de semejante tragedia, aunque sentí en ese momento que mis preguntas sobraban suponiendo ya las respuestas.

Mirome la mujer con ojos temerosos y con un esfuerzo sobrehumano logró apoyarse sobre sus rodillas. Miró a su alrededor y sus pupilas sin foco aterrizaron sobre el cuerpo de su esposo el cual yacía inconsciente. Imaginé que la mujer se pondría de pie y se dirigiría al lado de su esposo pero cuál fue mi sorpresa cuando la mujer se me acercó aferrándoseme a mi brazo izquierdo con ambas manos que parecieran tuviesen la fuerza de Catalina, la bestia. Intenté pues por todos los medios zafarme de sus manos que me aprisionaban, pero entre más grandes eran mis esfuerzos más se aferraba ella a mi brazo como si tratase de averiguar algo. Rindiéndome, extendí mi brazo tratando de saber qué era lo que quería. Ella pues sin quitarme la mirada deslizó sus manos por debajo de la manga de mi túnica y ayudada con su otra mano la levantó dejando al descubierto mi antebrazo. Con ojos vidriosos bajó su mirada hasta encontrarse con esa marca que tanto odio, aquella serpiente repulsiva brotando de esa asquerosa calavera.

Como si hubiese llevado la muerte sobre mi espalda, la mujer se alejó de mí llorando desesperada, desahogándose con palabra ininteligibles. Apuntó pues a mi marca y luego miró al cielo como si esperase que algún maleficio le fuese enviado del mas allá. Comprendí que era algo que a la mujer le causaba pavor y al acercarme a la ventana asomando por allí mi cabeza mis ojos se agrandaron al ver marca similar en mi brazo plasmada no solo allí sino en el cielo. Como sospeché antes, no había necesidad de formular tan tontas preguntas que le hice a la mujer. Aquella marca confirmaba mi sospecha de bajo qué mando estaba esta terrible tragedia que estaba presenciando. Apoderose de mi cuerpo la ira, llenose mi alma de odio y al mismo tiempo de compasión por tan desventurada pareja.

Detestaba mi trabajo, odiaba las enseñanzas de mi maligno maestro, sentí pues que algún castigo divino podría llegar en cualquier momento tras haber efectuado actos de horror indescriptibles. Me di cuenta que el castigo lo había efectuado mi amo hacia mí al haber traicionado a mis compañeros, en cualquier momento ingresaría a la casa alguna autoridad del bien: comprendí que la tal misión era solo una trampa y debía salir de allí. Asiendo mi varita con firmeza y con un suave Pop! abandoné la escena sin dejar rastro mío, reapareciendo en un parque abandonado a kilómetros de allí, sabiendo que no podría regresar a mi escondite por lo que permanecí en medio de árboles y maleza por unos días. Una gran conmoción estaba rondando, el aumento de fenómenos extraños, como vuelo de ciento de lechuzas a pleno día me dio razón suficiente para salir de tan improvisado escondite. En una noche estrellada y fresca, corrí por las calles de mi sombría ciudad, choqué con transeúntes excitados que pertenecían en su mayoría al mundo mágico. Ingresé a un antro donde hallé respuesta: uno de mis compañeros, me dijo en corto discurso: "El Señor ha desaparecido, todos nos buscan, huye pronto o serás llevado a Azkaban!" Escapó por la puerta trasera del establecimiento, sin darme tiempo de prolongar mi interrogatorio. Me retiré de allí, saliendo por donde había entrado y para mi gran sorpresa hallome Dumbledore ahí, con voz serena y ronca me pidió que lo siguiese hasta Hogwarts, sin protesta, sin decir palabra, le obedecía y partimos a ese lugar, de haber sabido lo que me esperaba, nunca hubiese aceptado su invitación, nunca hubiese seguido sus órdenes... pero lo hice, y fue allí en su (por esos días) lúgubre oficina que la amargura llenó mi cuerpo. Empezó con unas frases cortas, frases que si mal no recuerdo van así:

"El mundo mágico descansará por un tiempo" anunció el anciano viéndome de soslayo. "A cambio de la tranquilidad de muchos unos pocos perdieron la vida"

"Eso lo sé" respondí con la respiración entrecortada.

"Severus" escuché cierta nota en su voz que nunca había usado conmigo. "Voldemort murió a manos de los Potter, exactamente a manos del bebé Potter, quien por fortuna se encuentra a salvo, pero es el único que ha corrido con buena suerte"

Fruncí mi entrecejo, deseaba que el viejo terminase con su discurso lo más pronto posible, el no saber qué iba a decir fue una tortura de segundos. El anciano adivinando mi sentir y mis pensamientos, se acercó a mí, sujetándome por los hombros con sus dedos arácnidos pronunció las palabras que odié por el resto de mi existencia en este podrido mundo: "Debes saber que Lily Evans perdió la vida".

Por un momento me quedé viéndolo en silencio, mi mente estaba vacía, ningún pensamiento corría por mi cerebro, mis pupilas desenfocadas con la mirada en blanco, el silencio se volvía insoportable, ensordecedor, sentí derrumbarme bajo los brazos del anciano, mis rodillas golpear el frío suelo, el tiempo a mi alrededor se detuvo, faltaba oxígeno a mi pecho, mis manos y mis pies estaban adormecidos, gotas frías de sudor bajaban con lentitud por mis sienes. Poco a poco fui entendiendo el significado de esas palabras.... me vino el recuerdo de Lily en el colegio, si tan solo me hubiese aceptado, si tan solo hubiese sido mía, nada de esto hubiera ocurrido, estaría con vida, mi razón de amar había desaparecido, mi razón de ser, de vivir, de soñar ya no estaba conmigo, ella nunca estuvo conmigo, si tan solo hubiese sabido cuanto la había amado, pero no había nada qué hacer al respecto. Me llevé una mano a la frente, me tumbé sobre el anciano director, mis ojos negros por primera vez se volvieron expresivos, reflejaban tristeza, odio, lamentos, tortura, miedo. Culpabilidad. No fui valiente , por mi culpa aquel que todos temen supo de la profecía, por mi culpa Lily, mi Lily estaba muerta. 'Se fuerte' me murmuró el anciano, pero me temo que no podía serlo. Agarré mi túnica por el pecho, sentía un dolor intenso, agaché mi cabeza y lloré. Entré en pánico y lloré aun más, todo sentimiento de orgullo olvidado. Lloré por las únicas persona a la que había amado, lloré por mi madre, lloré por Lily. Derramé infinidad de lágrimas, hasta que caí rendido en el regazo del director, inmerso en un profundo sueño del cual no hubiese nunca querido despertar.

Sinceramente, gracias a todas las personas que leyeron esta historia, comentaron, colaboraron y disfrutaron con ella, espero de corazón que les haya gustado de principio a fin. Gracias, de verdad.