Epílogo
"Desesperación"
"Somos un pueblo maldito, siempre antepondremos nuestros deseos e ideales personales por encima de los de nuestra gente. Siempre lucharemos por aquello que no nos beneficia, aunque creamos lo contrario… Y mientras que los Saiyans no nos demos cuenta de ello, estaremos abocados a nuestra perdición. Pero de eso nunca llegamos a darnos cuenta.
Somos un pueblo maldito por nuestra propia mano"
Seis meses más tarde de su partida del planeta Freezer Nº-38, y tras un largo viaje sin contratiempos, la cápsula de Raditz entró en el Sistema Solar de la Tierra sin haber sufrido ningún problema en su largo viaje. Se acercó al único sol del sistema y giró en torno suyo haciendo que la luz y el calor de la cápsula aumentaran; eso, junto con la disipación de los efectos del gas de hibernación en el interior de la cápsula, provocó que su único tripulante fuera despertándose de su largo sueño. En general Raditz nunca hacía viajes tan largos, y se sentía bastante atontado y entumecido, pero la luz y el calor de aquel sol amarillo lograron espabilarle lo suficiente como para que poco a poco fuera tomando conciencia de dónde se encontraba y hacia dónde iba.
Se restregó los ojos con los dedos y se asomó al ventanuco circular de la compuerta de la cápsula mientras revisaba los informes de navegación.
-...Cinco meses y medio. –murmuró con la voz ronca por efecto de la hibernación–He llegado casi dos semanas antes de lo previsto.-
Entonces se fijó en el planeta que comenzaba a aparecer ante él: era pequeño, con una todavía más pequeña luna blanca, y parecía una esfera azul oscuro veteada de blanco con algunas manchas rojizas, como una extraña joya de aguamarina. Era evidente que la superficie azul eran grandes extensiones de agua y que las manchas blancas eran nubes y los polos congelados típicos de los planetas de cierto tamaño e inclinación en su eje. Raditz miró el planeta con atención, y entonces esbozó una sonrisa jocosa.
-¿Eso es la Tierra?- rió- Sus habitantes debían ser idiotas... ¡Llamaron "Tierra" a un planeta prácticamente cubierto de agua!-
Entonces reparó en algo que al principio le pasó desapercibido: en la cara oscura del planeta, donde en ese momento era de noche, vio cierta cantidad de manchas luminosas de diversos tamaños. Las luces que salían de allí eran blanco-amarillentas y demasiado uniformes como para tratarse de tan solo un fenómeno natural propio del planeta. No, Raditz sabía también por experiencia que eso solo podía ser una cosa...
-¿Luces?, ¿¡eso son luces de ciudades!?-exclamó sorprendido- ...Entonces, ¿¡es que Kakarot no cumplió su misión!? ¿¡Qué ha pasado aquí!?-
Pero aún tenía que esperar a aterrizar en el planeta para averiguarlo, pero de entrada Raditz tuvo ya la incómoda sensación de que lo que iba a encontrarse, no lo gustaría.
Poco más tarde su cápsula empezó a entrar en la atmósfera del planeta con un ángulo tal vez demasiado perpendicular que le conducía derecho a una región bordeada de montañas en el hemisferio sur. Al hacerlo el exterior de la cápsula se calentó sobremanera por efecto de la fricción atmosférica, pero eso no preocupó al saiyan de largos cabellos: por lo que había leído en el informe de ese planeta y lo que en ese momento leía en los paneles de la cápsula, su gravedad apenas llegaba a 1G, la aceleración de gravedad era 9'8m/s2, y la densidad de su atmósfera también era de 1A. Esas cápsulas estaban preparadas para soportar condiciones mucho peores, aquello no era nada.
Finalmente la cápsula sobrevoló una amplia llanura cubierta de hierba y fue aterrizar, con la habitual violencia, en medio de esta produciendo un amplio cráter debido a la blandura del terreno
Llevo unos instantes que el exterior de la cápsula se enfriara lo suficiente para despresurizarse, una vez que lo hizo, la compuerta de la pequeña nave, soltó un resoplido y el aire del interior, ya viciado después de tanto tiempo, siseó al salir al exterior. Raditz se incorporó del asiento, y ayudándose con las manos, salió al exterior. Al hacerlo, oyó algo parecido a una voz entrecortada que debía de proceder de lo alto del cráter donde se hallaba hundida la cápsula, un cráter formado por tierra bastante permeable, al parecer. Raditz no tenía ningún interés en averiguar qué tipo de suelo era ese y alzó en vuelo suavemente hacia el origen de esos balbuceos.
Ahí estaba, un habitante de ese planeta, una de esas burdas copias de saiyan: un varón, bajito, de hirsuto pelo facial y formas fofas. Además de eso, se cubría la cabeza con un sombrero de fibras vegetales y exhalaba dos penetrantes y desagradables olores que no podían pasar desapercibidos al agudo olfato de saiyan que Raditz tenía. Uno de ellos era el acre olor de algún tipo de gas que surgía de la boca del terrestre (¿acaso esa "gente" respiraba humo?) Y el otro, también acre pero de origen químico, surgía de una especie de bastón que llevaba en la mano. Inmediatamente Raditz reconoció ese instrumento como algún tipo de arma que funcionaba gracias a algún proceso químico. Nada importante…
El individuo, un tranquilo granjero que se dedicaba a la cría de ñandúes domésticos de la variedad rosada, había tenido la desgraciada idea de coger su furgoneta "Chevrolet" e ir a ver qué era ese objeto que había caído del cielo en sus tierras, y ahora se encontraba retrocediendo intimidado por un alienígena de aspecto humano y casi dos metros de altura que le contemplaba con una mezcla de desprecio y diversión.
Raditz se llevó la mano al scouter que rápidamente examinó la fuerza del granjero.
-…Así que los habitantes de este planeta, efectivamente siguen vivos- exclamó para si con disgusto- ¿Qué ha sido de mi hermano??-bramó como si se lo preguntara al humanillo mal-oliente.
-¡A… atrás!- contestó este sin saber qué decir, hacer o de qué hablaba aquel hombretón melenudo- ¡Como te acerques más, disparo!-amenazó sabedor que ese tipo no pretendía nada bueno.
-…Fuerza de Combate, 5 Unidades.- dijo con tranquilidad y cierta sorna en la lengua estándar cuando oyó al indígena- No eres rival para mí.-
-¡A…atrás!- exclamó el hombrecillo de nuevo apuntándole con su escopeta-… ¡Si sigues avanzando, te advierto que disparo!-
- ¿Ah, sí? Acabaré contigo en un momento.- contestó Raditz con calma mientras caminaba hacia él, habiendo entendido perfectamente que le había dicho el humano.
El granjero, viéndose acorralado y seguro de que ese alienígena pensaba matarlo, disparo su escopeta a la desesperada y a quemarropa. Inevitablemente, la bala salió disparada en la dirección correcta, pero Raditz no tuvo ningún problema en cogerla al vuelo con la mano; ese proyectil ni siquiera alcanzaba la velocidad del sonido y no era ningún problema para él, pero sí producía un desagradable olor de lo que se conoce como pólvora quemada. El granjero apenas tuvo tiempo de darse cuenta que el alto alienígeno de larga cabellera negra, había conseguido capturar la bala al vuelo y ahora retrocedía totalmente atemorizado y consciente de que cualquier defensa que pudiera tener, no serviría para nada. Raditz jugueteó con la bala entre los dedos y a continuación, la mandó despedida hacia la criatura que se había atrevido a atacarle, con unos resultados aún más espectaculares que lo que se supone que debía haber sucedido en un primer momento: la bala impactó y atravesó el cuerpo del humano y luego ambos se estrellaron contra el radiador del "Chevrolet", destrozándolo.
Raditz contemplo los resultados de su pequeño gesto.
-¡Qué débiles son las criaturas de este planeta!- exclamó para sí con cierto deje divertido.
Pero enseguida sus pensamientos se dirigieron a asuntos más importantes que ponerse a jugar con esa "gente" De hecho, eso resultaba un recordatorio en si mismo de lo que había venido a hacer allí. La alarma de su scouter sonó de repente como si fuera una prolongación de esos pensamientos.
-…Mi scouter detecta una fuerza de 320 Unidades a unos 4'5 Km de aquí en aquella dirección.- exclamó para sí sorprendido por la rapidez de los acontecimientos- ¡Tiene que ser él!, ¡Tiene que ser Kakarot!-
Y diciendo esto, alzó el vuelo en esa dirección como propulsado por un resorte, pero sin alcanzar su velocidad máxima todavía: tantos meses anquilosado dentro de una cápsula siempre pasaban factura de una forma u otra. Por el camino, creyendo que ya se encontraba sobre la pista, fue repasando el plan que había trazado con Vegeta, pero también rumió numerosos interrogantes que se le habían empezado a plantear desde el instante que vio luces en la cara oscura del planeta, y que en ese momento el humanillo que acababa de eliminar le habían confirmado. Es más, una ciudad en perfectas condiciones construida por los seres de aquel mundo, se alzó bajo sus pies al dirigirse volando en la dirección que le indicaba su scouter. No había duda, estaba confirmado: Su hermano no había completado la misión. ¿Por qué?
Para Piccolo, el Rey Demonio de la Tierra, Reverso-Oscuro (valga el dicho) del Kami de la Tierra… y nameckiano exiliado sin saberlo nunca, no se encontraba en su mejor momento. Habían pasado ya 5 años desde que su, así parecía ser, Némesis le había derrotado en el Gran Torneo de Artes Marciales, y en esos cinco años, aún no se había sentido totalmente seguro de su poder para hacerle frente a esa situación y cambiarla, a ser posible para siempre. Habían sido cinco largos años de soledad y entrenamiento, luchando contra la desgracia de su propia identidad, y viviendo en un paraje solitario que alternaba las rocas con grandes superficies de llanura. Por alguna razón que Piccolo aún no había llegado a comprender, le agradaban ese tipo de paisajes. Pero el aura que sintió de repente no tenía nada de agradable.
-¿¡QUÉ!?- exclamó girándose con una mezcla de estupor y miedo- ¿¿De quién es ese aura tan poderosa??- miró al cielo, en dirección a donde emanaba ese poder- … ¿Será Son Goku?- añadió sin creérselo, realmente.
Fue un instante, increíblemente largo a su parecer, pero muy breve en tiempo real. Una corriente de aire producida por el impacto de aquella tremenda aura, precedió la llegada de su dueño, y casi inmediatamente después, Piccolo se encontró ante el poderos ser dueño de ese aura, quien aterrizaba suavemente a poca distancia suya sobre un pie: Piccolo fue incapaz de reaccionar con racionalidad a causa del miedo. También la sorpresa impactó en él al descubrir que no era Goku, sino un individuo de aspecto humano –tal vez demasiado desarrollado raro para serlo- y gran envergadura que vestía una extraña armadura y llevaba un monóculo verde en el ojo izquierdo. Piccolo nunca había esperado que el dueño de semejante energía fuese así, pero su sola presencia bastaba para intimidarlo como nunca antes nadie lo había hecho.
Por su parte, Raditz se encontró con un notable chasco. Él había esperado que el dueño de las 320 Unidades, fuese Kakarot que era lo más normal, y en cambio se encontró con una desagradable criatura verde cuyos brazos, y aspecto físico en general, recordaban a algún tipo de vegetal, pero que iba vestido con unas simples, aunque pomposas ropas, y una capa blanca con hombreras prominentes. Lo curioso del caso es que no se parecía a ninguna de las criaturas que se describían en el informe que encontró, y también era demasiado fuerte.
-¡Cht!…Una falsa alarma.- gruñó con disgusto sin dirigirse a nadie en particular.
Piccolo, sin embargo, se vio alentado ante la confusión del recién llegado, además, no estaba dispuesto a que ese tipo ni nadie más, tomara sin cuidado al Rey de los Demonios.
-¿¡Quién eres tú, extranjero!? ¿¡Qué has venido a hacer aquí!?- exigió saber imperiosamente, sabiendo de algún modo que Raditz no era alguien de… la Tierra.
Fue entonces cuando Raditz pareció darse cuenta de que se estaba dirigiendo a él, o mejor dicho, le ordenaba darle explicaciones. Aquella idea le hizo gracia, y sonrió divertido: un bicho verde de un planeta perdido en el universo le daba órdenes a él; la sola idea de que alguien así pretendiera ponerse a la altura de Vegeta o incluso Freezer, daba risa.
-De ti no quiero nada- contestó con tranquilidad.
-¡Entonces, ¿qué estás haciendo aquí?! ¿¡Acaso quieres morir!?-añadió casi de inmediato.
Despreocupadamente, presionó el botón de su scouter y examinó la fuerza del bicho verde que hablaba y le amenazaba como si fuera alguien. De todas formas...
-Hmm. Tienes buena planta, pareces fuerte.-
El scouter de lente verde evaluó rápidamente la capacidad de combate de Piccolo; a Raditz no le costó mucho sacar sus conclusiones.
-¡Vaya! ¡Tienes un nivel bastante alto! 322 Unidades ¡No esperaba encontrarme con algo así!-exclamó genuinamente sorprendido- Pero sigues sin ser rival para mi.- se apresuró a añadir.
Para Piccolo eso ya fue el colmo.
-¿¡Qué dices!? ¿¿Acaso no saber quién soy yo??- bramó furioso por ser tomado tan a la ligera. ÉL era el Rey de los Demonios, y ese melenudo tipo era… ¿Quién era?
-¿Debería importarme?-contestó el saiyan despreocupadamente. Ese bicho verde ni siquiera se podía comparar con algunos de sus "compañeros" del ejército de Freezer.
El Rey de los Demonios supo que tampoco era tan sencillo enfrentarse a ese desconocido: podía sentir el enorme poder de aquel extraño, y también sabía que ese mismo extraño era consciente de la enorme diferencia que había entre ellos dos. Aún así, su brazo se hinchó desagradablemente al concentrar una oleada de energía en la mano, y esta salió disparada como un rayo de luz dorada hacia el tipo que le amenazaba.
Raditz ni siquiera se molestó en esquivarlo, recibió el golpe de lleno sin notar nada, tan solo su larga y frondosa melena se vio sacudida por la onda expansiva. ¿Acaso la "gente" de ese planeta siempre a atacaba de esa forma, a bocajarro? ¡Menuda técnica estúpida!
Pero Piccolo tuvo otra sensación distinta, sabedor que el golpe le había alcanzado de frente y esbozó una sonrisa de satisfacción… hasta que la humareda empezó a disiparse y una figura comenzó a aparecer entre el polvo.
El saiyan se sacudió la arena de la cara con gesto despreocupado.
-¿Eso es todo? Lo único que has hecho es levantar una polvareda.-anunció con desprecio.
Piccolo sufrió un ataque de pánico cuando se dio cuenta que nada había pasado. Ese ataque suyo habría bastado para herir incluso a alguien como Goku.
-¿Es mi turno ahora?-bromeó el desconocido alzando una mano- Te mostraré cómo se hace.-
Una luz de brillante color carmesí empezó a formarse en la palma de su mano, Piccolo se sacudió aterrorizado consciente de que podía encontrarse en sus últimos instantes de vida.
Pero el destino jugó a su favor, y súbitamente el melenudo extraño perdió todo el interés en él cuando sonó una alarma de su aparato del ojo.
-¿Cómo? ¿Hay una nuevo poder aquí?- exclamó el saiyan, y como disparado por un pistón, alzó el vuelo hacia arriba. Piccolo estaba estupefacto, el desconocido había perdido de repente todo su interés en él.
Raditz permaneció suspendido en el aire mientras evaluaba lo que el scouter le indicaba.
-Sí, es un poder muy grande. Se encuentra a unos 12909… Hacia el Ecuador del planeta.-inspiró profundamente. ¡Es muy grande! ¡Tiene que ser Kakarot!-
Y diciendo esto, salió volando en la dirección indicada dejando atrás a un derrumbado, confundido y tembloroso Piccolo.
Visto el fallo inicial, la segunda fuerza tenía que ser Kakarot por obligación. Raditz repasó mentalmente toda la información que tenía sobre la Tierra, y pudo comprobar cómo el clima cambiaba según las regiones que atravesaba en su vuelo, y también la población que para su disgusto y sorpresa, no había desaparecido, encaja en la información que tenía, así que ese segundo poder tenía que ser Kakarot. Entones, ¿cómo se explicaba lo del bicho verde que le había amenazado?, ¿Tendría que ver con el fracaso de su hermano?
-¿Qué ha pasado, Kakarot? ¿¿Te has olvidado de nosotros?? ¿¿Has olvidado quién eres??- bramó mientras atravesaba sin problemas una tormenta.
En ese momento se adentró en una de las enormes masas de agua que cubrían el planeta. Después de tantos meses, sintió sed, pero sabía que esa agua era salada y la ignoró; la alarma del scouter sonó de nuevo indicándole que su objetivo se adentraba en ese mar a gran velocidad: esta vez ya estaba sobre la pista, solo era cuestión de seguirla.
***
Mientras que para Piccolo aquellos cinco años posteriores a su derrota habían sido muy duros, para Son Goku habían sido muy placidos. Se había casado con la hija del Rey Ox poco después de vencer a Piccolo, y un año después había nacido su primer hijo, un niño tranquilo y tímido que, según el mismo, aspiraba a convertirse en un científico famoso, pero que había heredado algunos de los peculiares rasgos de su padre, como su encrespado pelo negro y su larga y peluda cola de color castaño. Nadie lo sabía todavía, pero aquel niño, de nombre Son Gohan, era alguien muy especial.
Son Goku aprovechando que ese día, un 12 de Octubre, era fiesta en gran parte del globo, había tenido la idea de ir a visitar a los viejos amigos después de tantos años, y que de paso, conocieran al producto de su matrimonio. Esa visita incluía a Krilín, Kame-Shenin, la tortuga de mar, y tal vez alguien más de los que solían pulular por la "Kame House", que en este caso resultó tratarse de Bulma. Todos ellos habían reaccionado, como era de esperar, con sorpresa y alegría, y habían charlado animosamente sobre las sorpresas que Goku había tenido para ellos… incluyendo una extraña conversación acerca de la Luna llena que el saiyan terrícola no alcanzaba a comprender, y que tomó como otra de las muchas rarezas de su ecléctico grupo de amigos.
Así fue hasta que sintió aproximarse aquella fuerza enorme y amenazadora que le puso en guardia.
Instantes después Goku, Krilín, Gohan, Bulma, Mutenroshi y la Tortuga vieron llegar a su dueño.
Era un tipo de aspecto entre extraño y espectacular, y de alguna forma, familiar. Debía ser tan alto como Piccolo (*), o tal vez algo más. Aparentaba entre los 30 y 40 años de edad, estaba muy desarrollado físicamente, y sus rasos eran afilados, con grandes y penetrantes ojos negros, aunque no tanto amplios como los de Goku; su piel era también clara, aunque se veía morena por la acción del sol y extrañamente al igual que Goku, no tenía ni rastro de vello facial. Pero lo más espectacular era su cabellera que surgía como crestas negras a lo largo de su cabeza cayendo en todo su volumen hacia atrás, con una longitud que alcanzaba las corvas de las piernas: en su conjunto resultaba muy similar a los tocados de plumas de los jefes indios de algunas tribus de Norte América, pero de color negro azabache. Y no era solo eso: apenas iba vestido con una especie de armadura negro carbón de diseño que cubría todo su tronco, así como los antebrazos y espinillas; los únicos adornos eran las piezas más extremas de color rojo teja, así como unas bandas rojas en su brazo y pierna izquierdos. Rompiendo el conjunto, llevaba una especie de cinturón peludo bastante hortera.
Ninguno de ellos había visto nunca nadie parecido, tan extraño y a la vez tan familiar, y Bulma, conocedora como era ella de todos los adelantos tecnológicos, no sabía nada de una armadura como esa, o de esa especie de radar que el recién llegado llevaba en el ojo.
Pero no era solo su aspecto, también resultaba ser tremendamente amenazador, incluso el propio Son Goku se sentía intimidado por el desconocido.
Por su parte, Raditz se dedicó a escasear con la mirada a los allí congregados: un humano de pequeño tamaño, que aunque musculoso, tenía aspecto ridículo; un anciano que cubría sus ojos con unas lentes oscuras (¿Alguna clase de scouter o solo una moda?), una mujer humana de, tenía que reconocerlo, cierta belleza, pero de aspecto enclenque y desagradables ojos y pelo claros. Y por último el objeto de su búsqueda, Kakarot.
Raditz sonrió; pese a la confusión reinante en él, se alegró de encontrarse finalmente con su hermano. Era la primera vez en más de 20 años que veía a otro saiyan, uno que era de su propia sangre y se alegró por ello. Por fin se podía despedir de tener que convivir siempre con Vegeta y Nappa, por fin podía despedirse de tener que sufrir siempre en silencio el horror de ser un esclavo de Freezer.
-¡Hola!-saludó con naturalidad. No sabía muy bien qué decirle a Kakarot para romper el hielo, no lo había pensado, y aunque lo hubiese hecho, estaba demasiado abrumado -¿Qué? ¿A que no te acuerdas de mi?-
Son Goku, y todos los demás, que habían esperado una reacción muy diferente, dieron un bote. ¿Quién era ese tipo que hablaba a –aparentemente- Goku con tanta familiaridad? Además, tenía un acento extraño: se le entendía bien, pero su forma de hablar recordaba al alemán o alguna otra lengua de tono grave.
-¿Eh??-exclamó este confundido.
-Te he reconocido en seguida, Kakarot. –añadió con la misma naturalidad- No has cambiado nada... – inclinó la cabeza hacia un lado-¿Sabes que eres igualito que Ojaji?-
Eso era cierto, Kakarot no podía guardar ningún recuerdo firme de su padre, y él merecía saberlo.
-¿¿Cómo??- exclamó de nuevo Goku más confundido que otra cosa. Ese tipo le hablaba como si le conociera… desde la cuna, y le había dicho que se parecía a su padre.
Raditz oyó cómo Vegeta le reprochaba su actitud desde el scouter. Era cierto, los saludos ya habían sido bastantes, y aún había muchas cosas que hacer y aclarar, empezando por…
-Dime, Kakarot. ¿Qué ha pasado? ¿Cómo es que los habitantes de este planeta siguen vivos? –preguntó de repente en tono serio- ¿Cómo es que estás con esos… terrestres?-
Aquello lo cambió todo.
***
La conversación que comenzó con un saludo inocente, se fue convirtiendo en una revelación maldita para ambos hermanos. Después de toda una vida, desde que Son Goku podía recordar, el misterio de su origen fue revelado para su propio horror por el amenazador desconocido: él no era humano (aunque esa no era una revelación extraordinaria, ni para él mismo) sino un alienígena, un miembro de un pueblo belicoso, cruel y arrogante que se dedicaba a exterminar sin escrúpulos a los habitantes de otros mundos del universo, que veía a otras criaturas como inferiores e indignas de vivir si no era para ser sojuzgadas y conquistadas, y que él había llegado a la Tierra a causa de esa genocida política puesto que había sido programado y enviado allí por su pueblo para exterminar a los que ahora eran sus amigos y protegidos. No podía negarlo, era la verdad: aquel extraño hombre de poblada melena negra que clamaba ser su hermano mayor, tenía cola, una cola larga y de pelo castaño (el cinturón hortera) con la que se había deshecho de Krilín cuando este le había llamado borracho y pedido que se fuera con la música a otra parte, una cola que era idéntica a la que él una vez tuvo. No podía ser de otra forma porque el propio Mutheroshi, uno de los pocos que conocía personalmente al Viejo Son Gohan, le había revelado cómo su "abuelo" le había hallado y cuidado, cómo era en esos primeros días, y qué ocurrió para que su destino cambiase. Un solo y efectivo golpe en la cabeza, bastó para ello.
Son Goku no pudo mas que odiar saber quién era.
Raditz también sufrió los efectos de aquella revelación maldita. Poco a poco vio como todas las esperanzas que había albergado desde que hiciera el descubrimiento de que Kakarot seguía vivo, se iban convirtiendo en polvo. Kakarot no era, ya no era el saiyan con quien el jugueteó de pequeño antes de que lo metieran en las cámaras de evaluación, antes de que la madre de ambos muriera víctima de las heridas causadas en aquel ataque sorpresa, antes de la destrucción de su mundo. Kakarot había olvidado su programación y sus recuerdos implantados en su mente gracias a un maldito golpe en la cabeza; Kakarot había olvidado su verdadero origen y su verdadera identidad, y ahora convivía con aquellos seres como si fueran sus iguales, se sentía tan unido a ellos que se había deshecho de su cola, ni siquiera sabía que gracias a ella podía transformarse. Y lo peor de todo, es que no le importaba para nada su pueblo, no le importaba saber que él era uno de los 4 últimos saiyans vivos existentes que quedaban desde que Freezer se cansara de ellos, no le importaba que estuvieran malditos.
Raditz sabía que no le había dicho la verdad a su hermano, no le había dicho toda la verdad al menos. Había seguido las instrucciones de Vegeta, le había contado a su hermano Kakarot que su mundo natal y su pueblo habían desaparecido por culpa de un meteorito, le había contado que ellos viajaban por el espacio buscando planetas que purgar para ganar dinero, le había contado que había venido a buscarle porque se acordó de él cuando encontraron un planeta particularmente difícil de purgar.
Pero en ningún momento le había hablado de Freezer, en ningún momento le hablo de la terrible esclavitud que representaba para un saiyan ser esclavo de Freezer, de sufrir en silencio la humillación y el exilio de obedecer y trabajar para ese maniático que disfrutaba destruyendo mundos solo porque sí.
Y no lo había hecho porque no podía: Freezer los estaría escuchando, espiando, monitorizando, como siempre hacía con sus tropas. No podía permitirse descubrir que los saiyans conspiraban en su contra, no podía permitirse que Freezer o cualquiera de sus soldados (fieles o no) supiera que él había hecho ese largo viaje a sus espaldas solo con el propósito de reclutar al último de los saiyans supervivientes con el fin de unificar fuerzas en su contra. Si Freezer oía como Raditz le revelaba todo aquello a su hermano, podía estar seguro que lo último que vería en la vida sería un resplandor púrpura acercándose a él implacablemente. ¡Y entonces todo por lo que los saiyans y él mismo habían luchado durante casi 30 años, no habría servido para nada!
Odiaba tener que mentir a Kakarot de esa forma, pero no podía hacer otra cosa.
Y descubrió con horror que dijera lo que dijese, a Kakarot no le importaba su pueblo para nada. Y que encima, Kakarot era un héroe local.
¿Justicia?, ¿Kakarot luchó por la justicia de los habitantes de ese planeta? ¿Por su bien-estar? ¿Cómo podía ser tan sumamente hipócrita que no podía comprender la desagracia de su pueblo? ¿Cómo podía luchar por esas sub-criaturas a sabiendas de lo que había ocurrido con su gente?
Raditz bramó acerca de su orgullo de saiyan, de su ansia guerrera intentando despertar en Kakarot su verdadera naturaleza, de que Kakarot encontrase de nuevo su deseo por la lucha y su orgullo de saiyany el dolor por su pueblo perdido.
-¡¡¡Tú no eres mi hermano!!! ¡¡¡No puedo aceptar que alguien como tú lo sea!!! ¡¡¡¡Jamás me uniré a un atajo de asesinos como vosotros!!!-bramó indignado Kakarot cuando oyó las ideas que su hermano defendía.
Raditz supo que Kakarot hablaba en serio, para él era más importante los terrestres que cualquier otra cosa. Pero no podía permitirse que Kakarot ignorara el legado de su identidad, tenía que obligarle a unirse a ellos. A través de su scouter podía oír cómo Vegeta y Nappa gruñían indignados por lo inesperado de los acontecimientos y por cómo se estaban desarrollando los hechos.
Había que hacer algo ya.
En la isla donde se encontraban, había alguien más: un animal marino provisto de una concha de escamas… y un niño. Al principio no se había fijado en él, era tan pequeño que había permanecido escondido a sus ojos, pero rápidamente había captado su atención: a pesar de sus ridículas ropas, el crío tenía el pelo negro y encrespado; sus ojos eran grandes, negros y penetrantes, y también tenía una cola. Después de más de 20 años, no solo era la primera vez que veía a otro saiyan, sino que además, veía a un niño saiyan. Tenía que ser hijo de Kakarot, no podía ser de otra forma, y tal vez la humana de ojos y pelo claros que le abrazaba tan protectora mente, fuese su madre. Era un descubrimiento interesante, los habitantes de ese planeta podían cruzarse con los saiyans, una posibilidad casi inexistente. Raditz lo encontró asombroso, pero a la vez repugnante: un crío medio saiyan resultado del cruce de uno de los suyos con una mujer terrestre era algo aborrecible. Y como de costumbre, hizo lo primero que se le ocurrió, un plan efectivo y sucio, pero su mejor y única baza.
-Dime Kakarot- dijo en tono casual y calmo con el que había estado explicándole las cosas a su hermano- ¿Ese crío de allí es tu hijo?... No puedes negarlo, tiene cola-
La reacción de Kakarot fue elocuente por si misma, y Raditz tomó su decisión sin contemplaciones: fue a capturar a su sobrino de apenas cuatro años de edad y así usarlo como rehén o tal vez algo peor. Por supuesto Son Goku trató de evitarlo, pero calló derrumbado al suelo de un certero rodillazo de su hermano.
-Me llevaré como rehén a tu hijo, y te lo devolveré cuando vuelva mañana a esta misma hora y encuentre los cuerpos de 100 terrestres que tú hayas matado, así probarás tu fidelidad a nosotros. Si no lo haces, tu hijo pagará las consecuencias. –Gohan se retorció en brazos de su tío que le miró con cierto interés- …Este niño es también mi sobrino, y no quisiera tener que hacerle daño. Si yo estuviera en tu lugar, no dudaría entre mi hijo y los seres de este planeta.-declaró, pero Son Goku no le hizo caso.
***
Raditz había esperado que su tajante plan surgiera efecto, como saiyan, como verdadero saiyan, Kakarot antepondría el bienestar de su hijo saiyan antes que el de los terrestres, y así se llevó consigo a su sobrino volando a gran velocidad, pero sin llegar a su límite, y se dirigió de vuelta al lugar donde había caído su cápsula, en el hemisferio sur del planeta.
Una vez allí, el niño no tardó en demostrar que no era enteramente saiyan: sus ojos y pelo podían ser negros, sus cabellos encrespados, y podía tener una cola que le otorgase la facultad de transformarse con la Luna llena, pero el niño no dejaba de llorar y de llamar a su padre. Raditz intentó hacerle callar razonando con su sobrino que era un saiyan, y los saiyans no lloran porque son muy valientes, pero los llantos del crío no cesaron y al final optó por una medida drástica encerrándole en el interior de su cápsula. Allí se acabaría por callar, o al menos él no le oiría mientras comía algo, que después de 6 meses, le estaba haciendo falta.
¿Qué clase de crío saiyan podía tener todos sus atributos físicos de un verdadero saiyan y comportarse como un simple cobarde llorón?
Pero todos los planes de Raditz no dieron el resultado que esperaban: para empezar Kakarot no intentó probar la fidelidad a su pueblo, su hermano vino acompañado del bicho verde a recuperar a su hijo y estaba dispuesto a luchar contra él a pesar de la enorme diferencia de poder entre ambos y el bicho verde. Eso dejó claro de una vez que ya no podía contar con Kakarot, que el niño saiyan al que su madre había dado nombre y se había salvado de la muerte por un golpe del destino, había dejado de existir para convertirse en uno más de las criaturas que poblaban ese mundo. Que todas las aspiraciones que él tenía, suyas personales y del plan de su príncipe, habían desaparecido para siempre.
Kakarot era un traidor, no solo por desobedecer a su hermano y negarse a purgar ese mundo o cualquier otro con tal de ganar dinero, eso era lo de menos, tan solo órdenes de Freezer; incluso haber tenido descendencia con una mujer terrestre era justificable dadas las circunstancias. No, Kakarot era un traidor porque para él su pueblo no importaba nada, porque no le importaba el sufrimiento y el horror de los últimos representantes vivos de su gente, por renegar de su pueblo y por preferir a unas pseudo-saiyans como esos antes que a los verdaderos saiyans.
Anteponer la fidelidad y el honor de un guerrero de esa forma a los de su gente, su pueblo, no tenía cabida para Raditz ni para ninguno de sus dos compañeros. Kakarot debería morir ajusticiado por su deshonra y su traición a su pueblo. Así lo creyó Raditz, así lo creyó Nappa, y así lo creyó el Príncipe Vegeta.
Kakarot no tenía cabida entre ellos, él nunca comprendería la esclavitud de Freezer, él era una vergüenza para su hermano y para el resto de los suyos.
¿Acaso su padre, Bardock, había sabido todo esto de alguna forma y por eso nunca quiso saber nada de su hijo pequeño?
…Tal vez, pero todavía se podía hacer algo con el crío híbrido
Ambos hermanos se enfrentaron a muerte en un reñido combate: Raditz era superior a sus dos oponentes, sin embargo Kakarot y ¿Piccolo se llamaba el bicho verde? , tenían muchas habilidades escondidas, podían modificar su fuerza de combate, conocían técnicas para concentrarla y manipularla en puntos concretos, y Kakarot también conocía los puntos débiles de un saiyans: allí el scouter demostró ser un cacharro inútil. Raditz se encontró con que sus dos adversarios estaban empezando a resultar más un problema que una molestia, la interesante lucha por la que había aspirado antes de viajar a aquel planeta, efectivamente estaba ocurriendo… Pero él no la estaba disfrutando: ya no sabía a qué clase de seres se estaba enfrentando a ciencia cierta, podían hacer cosas que no había visto hacer nunca, sabían como combatirle y además, el propio Raditz se estaba jugando mucho pues debería matar a uno de los últimos saiyans vivos, así como luego justificarse ante Freezer. Debía de hacerlo, aunque incluso Kakarot le perdonase la vida cuando le agarró por el rabo.
Y las cosas habrían seguido así si no fuera porque de repente todos descubrieron que el híbrido de humano y saiyan poseía una fuerza descomunal, tanta que logró romperle el esternón y un par de costillas de un solo y certero cabezazo producido por un explosivo ataque de rabia.
Ahora sí que podía despedirse no solo de Kakarot, sino de su hijo: efectivamente el niño híbrido también tenía sangre de saiyan y sabía cómo luchar, tenía un gran potencial, el suficiente como para ser un abominable peligro… Tal vez lo pudiera ser para Freezer, pero también para el resto de los saiyans. También debería acabar con él.
Tantas esperanzas, para nada…
Fue entonces cuando el combate dio un nuevo giro producto de aquel ataque desesperado, algo que lo conduzco al peor de todos los resultados: Kakarot aceptó sacrificarse para acabar con su hermano debilitado tras el ataque del niño híbrido, y ambos hermanos fueron heridos de muerte por una de las extrañas técnicas del bicho verde, el tal Piccolo. Ambos fueron atravesados de parte a parte a través del pecho, y cayeron al suelo jadeando el aliento de muerte. Son Goku estaba feliz, había conseguido detener a Raditz, y sabía que ese no era su último día. Todo había acabado ya. Raditz, por el contrario, obtuvo uno de los peores resultados, uno que ni siquiera había imaginado: hasta entonces lo peor que podía haber pasado era que Freezer reprendiera a su escuadrón de saiyans, o incluso él mismo, por hacer incursiones a sus espaldas, pero ahora…
-¡Idiota! ¡Son Goku resucitará en unos días!-
-¿¿¡Qué!??- exclamó Raditz en su aliento de muerte.
Piccolo, confiado, le explicó el secreto de las Bolas de Dragón, el secreto para conseguir cualquier deseo. Y aquello lo cambió todo:
"Los saiyans no estamos perdidos, aún podemos recuperar nuestro orgullo de guerreros y nuestras vidas…"
Vegeta y Nappa se habían enterado de todo, y aunque el príncipe saiyan gritaba y despotricaba a través del scouter, no pasó por alto el descubrimiento casual de Raditz.
"Ese tonto siempre se ha enterado de cosas interesantes" pensó. Era cierto, Raditz había hecho un último e increíble descubrimiento.
Los dos últimos saiyans vendrán a este planeta y resucitarán a su compañero caído, lo purgarán e irán a por Freezer. Emplearán las Bolas de Dragón en recuperar a los saiyans que realmente lo merecen y harían pagar a Freezer todo lo que les había hecho.
Era un pensamiento alentador después de todo… Raditz rió con una mezcla de venganza y futuras esperanzas disfrutando de cómo el bicho verde y su hermano también descubrían que su sacrificio no había servido de nada. Raditz rió con una mezcla de orgullo y ansia de revanchismo asegurada mientras comenzaba a ahogarse en su propia sangre.
-¡¡Cállate!!- bramó Piccolo alzando la mano que aún le quedaba- ¿¡¡¡No te han dicho nunca que hablas demasiado!!??-
Esa mano de cuatro dedos fue lo último que Raditz vio en su vida.
Las esperanzas de Raditz eran inexistentes: Nappa sí pensó en resucitarle, el saiyan de bajo rango lo merecía después de todo lo que había hecho después de tantos años y también ahora. Pero Vegeta le disuadió de hacerlo, así como de su idea de recuperar a su pueblo engendrando hijos con mujeres de ese planeta. Vegeta aspiraba por el deseo definitivo para poder vengarse de Freezer y hacerle pagar todo lo que les había hecho.
-Esos super-saiyans se volverían en nuestra contra.- predijo Vegeta divertido por la idea de que un niño medio-saiyan pudiese llegar a la categoría de "Super" tal y como Nappa había sugerido. –La solución es exterminar a todos los humanos.-
A Vegeta le asustaba que esas criaturas pudiesen ponerse en contra de ellos, ya tenían bastante con Freezer. Además, como ya había pensado en un principio, seguían necesitando una buena excusa para justificar sus viajes ante el tirano y que así se les pusiera a tiro.
Nappa aceptó la idea de Vegeta, su Príncipe, de ninguna manera el señor de todos los saiyans podía estar equivocado, Vegeta siempre sabría qué era lo mejor para los saiyans. Ellos exterminarían a ese pueblo y permitirían al muerte de dos de los cuatro últimos saiyans, así como la de ese abominable híbrido. Empelarían esas "Bolas de Dragón" en conseguir la inmortalidad, eso les daría la victoria definitiva, y también la posibilidad de hacer que Freezer experimentara el horror y el terror en estado puro.
Vegeta haría con Freezer lo mismo que el tirano había hecho con él; el príncipe saiyan había aprendido muy bien de su dueño durante todos estos años.
Pero, ¿y a cambio?
La casi-completa extinción de los saiyans a manos de otros saiyans.
La más atroz de la guerras civiles entre los cuatro últimos miembros de un pueblo que una vez se enorgulleció de ser los mejores guerreros del universo. Una guerra producto de un mero mal-entendido. Una guerra que causaría la extinción de su propio pueblo sin necesitar la ayuda de Freezer. Los saiyans serían los responsables directos de cómo acabaría su pueblo y su legado en el pozo del olvido sin necesidad de aquel a quien culpaban de su propia desgracia.
Una victoria realmente vana.
Una revancha sin razón.
Los saiyans estaban malditos…
(*) Por entonces Piccolo aún no había alcanzado el máximo de su desarrollo y era más bajito que hacia el final de la serie.
