"Confianza"
Cap. 7
Sol
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Sango no era capaz de moverse, lo había intentado, pero con el más mínimo movimiento que percebía la joven miko, más tensaba su arco, como si la más débil ráfaga de viento, le produciera aún más odio en su corazón. Su mente vagaba en los malos recuerdos, de una horrible noche, la frustación, la incompetencia que sentía en esos momentos, parecían haberla sumergido en un mar de venganza y rencor.
Por el otro lado, el monje Miroku, miraba aterrorizado a lo que podría ser su fin. El siempre quiso morir tranquilo, y se había preparado para lo peor, ya que viendo los hechos, su maldición no se disolvería en poco tiempo, pero nunca había pensado que por sus actos libidinosos, su compañera de viaje, su amiga, sería quien le quitara la vida. El debía actuar rápido, ahora él tenía varias razones por las cuales luchar por permanecer con vida, entre las más importantes, su querida Sango. Se percató como los demás, de la mirada llena de odio de la miko enfrente suyo, que amenazaba su vida, trató de pensar en alguna manera de hacerla entrar en razón, pero con su más mínimo movimiento, la joven tiraba aún más la flecha que apuntaba directo a su corazón. "¿Por qué sentirá tanto odio, la sacerdotiza que purifica la perla de shikon, con tan sólo tocarla?". "La perla de shikon..." pensó el monje, para luego darse cuenta que los fragmentos que colgaban del cuello de la miko, empezaban a tornarse de otro color.
Nadie hubiese pensado que alguna vez dudarían de Kagome, ellos estaban seguros de que sin importar las ciscunstancias, ella no sería capaz de matarlos, o por lo menos, haría todo lo posible para evitar que eso sucediera, pero en sus ojos, podían ver el deseo de vengar algo, esa motivación que desconocían, que hacía que deseara matar al joven delante de ella. Kagome solo podía ver a aquel maldito hombre que le robó su virginidad, ella nunca fue alguien rencorosa, pero el cansancio de contener su rabia, había llegado al límite, ella se encontraba en un lugar lejano en su mente, su cuerpo actuaba por instinto, casi por inersia, pero se contenía, podía sentir que algo no estaba bien, había inseguridad dentro de ella, una duda por la que podría agradecer unos momentos después.
En el bosque, Inuyasha corría rápidamente, un escalofrío que lo recorrió por completo, lo incentivó a llegar lo más rápido posible a la cabaña, desde entonces habían pasado tan sólo segundos, pero le parecieron infinitas horas. El frío y el hielo, no le ayudaban mucho, un miedo terrible corría por sus venas, aún cuando no podía entender aún, la situción. Ya se encontraba a tan sólo pasos de la cabaña, y antes de entrar, aspiró el aire, como buscando algo. "Kagome..."
Una figura roja apareció en la entrada de la pequeña choza, dejando entrar un aire frío a la cabaña. "Kagome..." se escuchó. Ella no apartó la mirada del monje, pero era obvio que había sentido la presencia de aquel hanyou, ya que apretó con aún más fuerza el arco en sus manos, y lo tensó más, al hacer ésto, en su rostro se veía una clase de pelea interna por ingnorar esa voz. Ella sentía que debía matar a aquel ladrón de inocencia, pero...
Inuyasha miró hacia Sango, quien sostenía a Shippo en sus brazos, tapándole la boca para mantenerlo callado, luego retornó su mirada hacia donde se encontraba aquella hermosa Miko, luego de que Sango le indicó que permaneciera en silencio. El cuerpo de la joven se encontraba totalmente tenso, por lo que hesitó antes de dar un paso para acercarse a ella. Kagome le daba la espalda al hanyou, pero pudo reconocer de inmediato el cambio en su perfume, olía casi igual que aquella noche cuando la encontró en su casa, él odiaba ese olor, todo lo que deseaba era reconfortarla. Aún cuando Inuyasha no conocía las sensaciones que tenía la joven en ese momento, entendía casi a la perfección que sus recuerdos la habían traído a ésto, por lo que se maldijo a sí mismo por haber notado su repentino cambio, y aún así haberse marchado.
"No te acerques", escupió fría y secamente Kagome. Inuyasha obviamente no le haría caso, le preocupaba la vida del monje, pero él, como alguna vez se lo dejó en claro a ella, nunca la dejaría sola. "Kagome", dijo con un tono dulce el hanyou, mientras daba un paso cautelosamente para acercarse aún más. Con este imprudente acto, Kagome se dió vuelta en un movimiento casi inimaginablemente rápido para ella, sin perder su compostura, para permanecer en casi la misma posición, sólo que apuntando a otro blanco, al mitad hombre vestido de rojo. Con ésto, Miroku se sintió aliviado, a salvo, pero ahora Inuyasha era quien corría ese riesgo.
Unas gotas de sudor cayeron por la frente de Inuyasha, ahora podía ver bien la mirada que tenía la miko, sus ojos estaban tan llenas de odio... como aquel otro día hace 50 años.
Tragó, para llenarse de coraje y estirar uno de sus brazos, tratando de alcanzar a la miko que ahora estaba más cerca. Ella tiró aún más de la flecha, intentándo advertirle al hanyou que si no se mantenía en distancia, ella sería capaz de matarlo, pero ella no podía, ya que, mientras vagaba por sus recuerdos, una leve sensación de seguridad la consoló, ese consuelo que sólo encontraba con la presecia de Inuyasha.
El brazo de Inuyasha alcanzó en un movimiento lento y delicado, el rostro de Kagome, ella era hermosa, aún cuando su aura despedía rencor. La flecha que alguna vez puso en peligro la vida del ser que ella más amaba, bajó bruscamente al sentir en su mejilla, la cálida mano que la recomfortó la noche culpable de ésto, también escondió su rostro, cuando al fin pudo distinguir aquellos profundos ojos dorados que la cautivaban a cada instante.
Unas cuantas lágrimas cayeron forzadamente de sus oscuros ojos. "Gomen..." dijo casi en un suspiro, antes de caer de rodillas al suelo cubriendo su rostro y sus ojos empapados, con las delicadas manos que amenazaron de muerte a sus amigos. En su pecho podía sentir que su mundo acababa de derrumbarse, por lo que en un intentó de aliviar el dolor, lloró. Inuyasha tomó suavemente el rostro de Kagome, para poder mirar a sus ojos. "¿Cómo puede verme tan dulcemente?" se preguntó la joven, mientras trataba de no mirar hacia aquellos hermosos ojos, parecidos al sol, que en esos momentos parecían cegarla. "Baka... deja de llorar", dijo Inuyasha con una sonrisa dulce en sus labios. Kagome miró algo sorprendida por unos momentos, mientras sentía que no podía desprender sus ojos de los de su amado, "en realidad, él pude ser muy amable...", pensó la miko, antes de soltar una pequeña y tímida carcajada, dandole alivio a todos los presentes que miraban este "pequeño espectáculo".
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Nailai: ¬¬... creo que también me demoré en escribir este capitulo.... ^^ no importa...^^ ....^^...^^ ... ¬¬u no sé qué escribir...¬¬U.... Bueno gracias a los que leen mi fic ^^ y me dejan reviews, en realidad son muy alentadore... Y por favor sigan escribiendome reviews ¿si? Me gustaría que me dieran sus opiniones también ok?--- bueno... esop nu más... nos vemos a la próxima.... o nos leemos.. no sé... bueno Adiosito, Chau
"La vida es el arte de sacar conclusiones suficientes, a partir de datos insuficientes" Samuel Butler
Cap. 7
Sol
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Sango no era capaz de moverse, lo había intentado, pero con el más mínimo movimiento que percebía la joven miko, más tensaba su arco, como si la más débil ráfaga de viento, le produciera aún más odio en su corazón. Su mente vagaba en los malos recuerdos, de una horrible noche, la frustación, la incompetencia que sentía en esos momentos, parecían haberla sumergido en un mar de venganza y rencor.
Por el otro lado, el monje Miroku, miraba aterrorizado a lo que podría ser su fin. El siempre quiso morir tranquilo, y se había preparado para lo peor, ya que viendo los hechos, su maldición no se disolvería en poco tiempo, pero nunca había pensado que por sus actos libidinosos, su compañera de viaje, su amiga, sería quien le quitara la vida. El debía actuar rápido, ahora él tenía varias razones por las cuales luchar por permanecer con vida, entre las más importantes, su querida Sango. Se percató como los demás, de la mirada llena de odio de la miko enfrente suyo, que amenazaba su vida, trató de pensar en alguna manera de hacerla entrar en razón, pero con su más mínimo movimiento, la joven tiraba aún más la flecha que apuntaba directo a su corazón. "¿Por qué sentirá tanto odio, la sacerdotiza que purifica la perla de shikon, con tan sólo tocarla?". "La perla de shikon..." pensó el monje, para luego darse cuenta que los fragmentos que colgaban del cuello de la miko, empezaban a tornarse de otro color.
Nadie hubiese pensado que alguna vez dudarían de Kagome, ellos estaban seguros de que sin importar las ciscunstancias, ella no sería capaz de matarlos, o por lo menos, haría todo lo posible para evitar que eso sucediera, pero en sus ojos, podían ver el deseo de vengar algo, esa motivación que desconocían, que hacía que deseara matar al joven delante de ella. Kagome solo podía ver a aquel maldito hombre que le robó su virginidad, ella nunca fue alguien rencorosa, pero el cansancio de contener su rabia, había llegado al límite, ella se encontraba en un lugar lejano en su mente, su cuerpo actuaba por instinto, casi por inersia, pero se contenía, podía sentir que algo no estaba bien, había inseguridad dentro de ella, una duda por la que podría agradecer unos momentos después.
En el bosque, Inuyasha corría rápidamente, un escalofrío que lo recorrió por completo, lo incentivó a llegar lo más rápido posible a la cabaña, desde entonces habían pasado tan sólo segundos, pero le parecieron infinitas horas. El frío y el hielo, no le ayudaban mucho, un miedo terrible corría por sus venas, aún cuando no podía entender aún, la situción. Ya se encontraba a tan sólo pasos de la cabaña, y antes de entrar, aspiró el aire, como buscando algo. "Kagome..."
Una figura roja apareció en la entrada de la pequeña choza, dejando entrar un aire frío a la cabaña. "Kagome..." se escuchó. Ella no apartó la mirada del monje, pero era obvio que había sentido la presencia de aquel hanyou, ya que apretó con aún más fuerza el arco en sus manos, y lo tensó más, al hacer ésto, en su rostro se veía una clase de pelea interna por ingnorar esa voz. Ella sentía que debía matar a aquel ladrón de inocencia, pero...
Inuyasha miró hacia Sango, quien sostenía a Shippo en sus brazos, tapándole la boca para mantenerlo callado, luego retornó su mirada hacia donde se encontraba aquella hermosa Miko, luego de que Sango le indicó que permaneciera en silencio. El cuerpo de la joven se encontraba totalmente tenso, por lo que hesitó antes de dar un paso para acercarse a ella. Kagome le daba la espalda al hanyou, pero pudo reconocer de inmediato el cambio en su perfume, olía casi igual que aquella noche cuando la encontró en su casa, él odiaba ese olor, todo lo que deseaba era reconfortarla. Aún cuando Inuyasha no conocía las sensaciones que tenía la joven en ese momento, entendía casi a la perfección que sus recuerdos la habían traído a ésto, por lo que se maldijo a sí mismo por haber notado su repentino cambio, y aún así haberse marchado.
"No te acerques", escupió fría y secamente Kagome. Inuyasha obviamente no le haría caso, le preocupaba la vida del monje, pero él, como alguna vez se lo dejó en claro a ella, nunca la dejaría sola. "Kagome", dijo con un tono dulce el hanyou, mientras daba un paso cautelosamente para acercarse aún más. Con este imprudente acto, Kagome se dió vuelta en un movimiento casi inimaginablemente rápido para ella, sin perder su compostura, para permanecer en casi la misma posición, sólo que apuntando a otro blanco, al mitad hombre vestido de rojo. Con ésto, Miroku se sintió aliviado, a salvo, pero ahora Inuyasha era quien corría ese riesgo.
Unas gotas de sudor cayeron por la frente de Inuyasha, ahora podía ver bien la mirada que tenía la miko, sus ojos estaban tan llenas de odio... como aquel otro día hace 50 años.
Tragó, para llenarse de coraje y estirar uno de sus brazos, tratando de alcanzar a la miko que ahora estaba más cerca. Ella tiró aún más de la flecha, intentándo advertirle al hanyou que si no se mantenía en distancia, ella sería capaz de matarlo, pero ella no podía, ya que, mientras vagaba por sus recuerdos, una leve sensación de seguridad la consoló, ese consuelo que sólo encontraba con la presecia de Inuyasha.
El brazo de Inuyasha alcanzó en un movimiento lento y delicado, el rostro de Kagome, ella era hermosa, aún cuando su aura despedía rencor. La flecha que alguna vez puso en peligro la vida del ser que ella más amaba, bajó bruscamente al sentir en su mejilla, la cálida mano que la recomfortó la noche culpable de ésto, también escondió su rostro, cuando al fin pudo distinguir aquellos profundos ojos dorados que la cautivaban a cada instante.
Unas cuantas lágrimas cayeron forzadamente de sus oscuros ojos. "Gomen..." dijo casi en un suspiro, antes de caer de rodillas al suelo cubriendo su rostro y sus ojos empapados, con las delicadas manos que amenazaron de muerte a sus amigos. En su pecho podía sentir que su mundo acababa de derrumbarse, por lo que en un intentó de aliviar el dolor, lloró. Inuyasha tomó suavemente el rostro de Kagome, para poder mirar a sus ojos. "¿Cómo puede verme tan dulcemente?" se preguntó la joven, mientras trataba de no mirar hacia aquellos hermosos ojos, parecidos al sol, que en esos momentos parecían cegarla. "Baka... deja de llorar", dijo Inuyasha con una sonrisa dulce en sus labios. Kagome miró algo sorprendida por unos momentos, mientras sentía que no podía desprender sus ojos de los de su amado, "en realidad, él pude ser muy amable...", pensó la miko, antes de soltar una pequeña y tímida carcajada, dandole alivio a todos los presentes que miraban este "pequeño espectáculo".
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Nailai: ¬¬... creo que también me demoré en escribir este capitulo.... ^^ no importa...^^ ....^^...^^ ... ¬¬u no sé qué escribir...¬¬U.... Bueno gracias a los que leen mi fic ^^ y me dejan reviews, en realidad son muy alentadore... Y por favor sigan escribiendome reviews ¿si? Me gustaría que me dieran sus opiniones también ok?--- bueno... esop nu más... nos vemos a la próxima.... o nos leemos.. no sé... bueno Adiosito, Chau
"La vida es el arte de sacar conclusiones suficientes, a partir de datos insuficientes" Samuel Butler
