Tema de apertura.- Ángel Cruel

Broken Wings

Capítulo 1º

-¡Nimelen! -grita una voz femenina y autoritaria. - ¿Dónde estás? ¡Es hora de comer!

La voz taladra su cerebro con intensidad y sin misericordia; mueve la cabeza molesta intentando alejar el sonido que la enturbia pero solo encuentra un dolor punzante y agudo en sus ojos. Levanta una mano en un vano intento de frenar la amplia y potente claridad que inunda el mundo que se extiende ante sus cerrados párpados.

-¡Nimelen! ¡Si no vienes ahora mismo te quedarás sin comer!

"No sería la primera vez," piensa amargamente; sin embargo es perfectamente consciente de que no aparecer cuando le llaman solo podría traer problemas y discusiones. Y ella empieza a estar cansada de eso; lentamente y sintiendo como el dolor en sus ojos se incrementa, Nimelen los abre al mundo sintiendo como se le abrasan por el tremendo brillo de esa bola de fuego en el cielo, y respira profundamente el aroma de las glicinas que la suave brisa traía desde el orfanato.

-¡Nimelen! ¿Así que ahí estabas? ¿Piensas moverte o acaso hoy tampoco comerás?

Lentamente la joven gira sobre si misma levantándose del pasto sobre el cuál había yacido tumbada, perdida en sus memorias y pensamientos heridos; con un gesto vago sacude su negra melena y dirige la mirada indiferente de sus ojos negros hacia la persona que se yergue a escasos pasos de ella. El hábito de monja no cambia la expresión de la joven; no importa como se vistan o lo que digan, a sus ojos sus almas siguen tan negras como cuando no vestían más que harapos. Se incorpora finalmente con desgana y sin mediar palabra avanza con tranquilidad en dirección al orfanato que se eleva a unos cuantos metros de distancia; la monja bufa a sus espaldas y la sigue malhumorada, y a lo lejos, en la entrada del orfanato aguarda con aire impaciente otra mujer ataviada con hábitos cristianos cuyo gesto duro y hosco se reafirma al ver a Nimelen que suspira pesadamente. A cada segundo que pasa más cansada está de todo esto.

***

La mirada triste de sus ojos rojos se pierde en el cielo, lejos quedan ya las nubes de tormenta que se amontonan sobre lo que ahora es solo una tierra vacía y carente del más mínimo signo de vida. A su espalda, sobre la cama, yace la maleta que le acompañará en su viaje; hace días que esta hecha y hace días que yace abandonada porque, simplemente, sin el apoyo de su abuelo, Söra se siente incapaz de iniciar su búsqueda.

Con tristeza la joven da la espalda a la ventana y se sienta en la cama junto a la maleta abandonada; siente como si de repente y sin previo aviso, Atlas le hubiese cedido su puesto como pilar del mundo. Y siente que las fuerzas le fallan, siente como el horror de la soledad, el miedo al fracaso y la angustia del deber toman presa en su garganta, bloqueándola, impidiendo que el valioso y vital oxígeno llegue a sus pulmones. Condenándola a una muerte por asfixia que nunca llegara pues sabe bien que siempre, cuando esté a punto de desfallecer, la presa de su garganta se aflojará permitiéndole respirar de nuevo hasta que, una vez recuperada, se vuelva a cerrar.

Una fina lágrima sin dueño resbala por su mejilla hasta su cuello mientras su mente se siente tentada de lanzarse al vacío del olvido aunque fuese tan solo por unas horas, con la falsa esperanza de que cuando regresase todo se habría solucionado. Con la mirada cansada y dolorida, Söra se recuesta en la cama y cierra los ojos al olvido; pero el destino no se deja burlar fácilmente y, mientras la joven lemuriana intenta rendirse a los brazos de Morfeo, una inmensa sensación de calidez y anhelo inunda su alma. Sus ojos se abren de par en par mientras la sensación aumenta sin dilación hasta el punto de cubrir por completo su alma y su espíritu llenando con su calidez los huecos vacíos e incitando con el anhelo al resto. Se incorpora sobre la cama con la mirada renovada en fuerzas y esperanzas, la respiración agitada por la sorpresa y la expectación.

-Abuelo, -susurra con alegría.- Tenías razón. ¡Me está llamando! ¡Géminis me reclama!

***

-Estoy cansada, -sus palabras, apoyadas por su tono y su mirada, resuenan y se repiten en la inmensidad de la sala.

Nimelen aguarda en pie frente a un altar, la imagen pétrea del crucifijo cristiano presidiendo la escena y bajo el la figura austera de la madre superior que rige el orfanato. Son muchos los huérfanos que se encogen con tan solo una mirada leve de esa mujer; pero Nimelen nunca se ha caracterizado por su temor a las cosas, mucho menos cuando solo es una mujer lo que se alza ante ella, mucho menos cuando el hastío de la vida que lleva en ese lugar le ha conducido a tomar una decisión que tenía pendiente desde hacía demasiado.

-¿Te vas? -Pregunta la rígida monja que la mira con un tono burlón y despectivo en sus ojos.- ¿Y qué harás? ¿A dónde iras? ¿Dónde vivirás? ¿Qué comerás?

-Sabré apañármelas, -el tono de la muchacha no varía ni un ápice, su decisión está tomada y nada de lo que aquel vestigio de la Inquisición española hiciese o dijese le haría cambiar de opinión.- Si he podido sobrevivir aquí durante estos doce años podré sobrevivir en cualquier sitio.

-¿Sigues pensando que aquí vives mal? - Nimelen levanta la mirada en señal de exasperación, no es la primera vez que tienen esta conversación y la madre superiora sabe perfectamente las respuestas a sus preguntas; si las hace es solo para fastidiarle ya que sabe que su educación le impedirá marcharse hasta que de por terminada la charla.- Ninguno de los otros niños se queja.

-Ninguno de los otros niños ha conocido otra cosa que no sea vuestro yugo.

-¿Yugo? -La falsa sorpresa en su tono y su mirada se dejan ver.- ¿Te refieres a cuando intentamos que abandones esas paganas creencias que los paganos de tus padres te inculcaron? ¿Las mismas creencias herejes que condenaron la vida de tus padres y la de tu hermana?

-Estamos en el siglo XXI, hermana, casi en el XXII, -la voz calmada de la niña y su obstinación en mantenerse impasible consiguen irritar en cierto modo a la monja.- La Inquisición desapareció hace siglos, y la Iglesia quedó apartada de la vida social hace mucho tiempo también. Los tiempos han cambiado y ahora los seres humanos somos libres de creer en lo que queramos.

-¡Creer en mentiras y herejías! -Explotó la mujer.- ¡Osas decir que la Santa Iglesia ha sido apartada de la vida social cuando tus propias creencias paganas hace aún más tiempo que desaparecieron de la faz de la Tierra! ¡Crees en cuentos de viejos y locos basados en la nada mientras te atreves a renegar de una fe real y fundamentada! ¿Cuántos milagros, cuántas pruebas de su existencia te han dado esos dioses a los que adoras?

-La verdadera fe no se mide ni se entrega según el número de milagros que el dios al que sirves obra, si no por las cosas que puedes hacer apoyándote en esa fe. Y yo solo sirvo y creo en una divinidad cuyo culto os puedo asegurar que nunca ha sido abandonado, aunque el resto del mundo lo haya ignorado.

-¡Entregas tu vida a una mentira! ¡A un engaño! ¿Cuántas veces te tengo que decir que esa diosa a la que alabas no existe?

-Que vos no la veáis, ni la sintáis no significa que no exista; tan solo significa que vuestro camino es distinto del mío; -harta de una conversación que sabe nunca llevará a nada, Nimelen toma su bolsa de viaje y, cargándosela al hombro, se gira iniciando su camino hacia la salida de la iglesia.- Ya he hecho esperar bastante a mi camino, demasiado seguramente; pero aún estoy a tiempo de iniciarlo y acabarlo. Con suerte, hermana, su camino y el mío no volverán a juntarse. Ni en esta vida, ni en las siguientes.

Sorprendentemente, abandona el lugar sin incidentes, ninguna voz la llama y le exige su vuelta, nadie estalla en furia y exige que la detengan y la encierren en aquella celda de castigo que comenzaba a considerar como su segundo hogar; y se dice a si misma que, tal vez, aquella austera madre superiora estuviese tan cansada como ella. Se aleja del orfanato con paso tranquilo pero decidido, no vuelve la vista atrás ni se siente tentada a ello, nunca perteneció a aquel lugar por lo que nunca nada de ese lugar le perteneció o se ganó su apego; respira profundamente, inhalando el aroma de las glicinas que tantos recuerdos le traen. Recuerdos de unos brazos cariñosos que la acunaban y protegían, y recuerdos de una sonrisa en una niña de su edad mientras le prometía que nada las separaría ni en la vida ni en la muerte.

El cielo se tiñe de rojo mientras Nimelen continua su camino con la mirada fija en la tierra que hay bajo sus pies; el orfanato ya queda lejos en la distancia y aún más lejos en su memoria habiendo sido relegado al olvido con gran rapidez. De pronto pero suavemente una sensación conocida pero casi olvidada abraza su alma. Levanta la mirada y la ve ahí, de pie a escasos metros de distancia; cabellos rosáceos, ojos rojos y dos marcas en la frente como únicas señales identificables.

***

No se conocen de nada, nunca han hablado ni se han visto; ni siquiera se habían sentido hasta este día y sin embargo es como si fuesen amigas de toda la vida. Con tan solo una mirada se dicen más que con mil palabras, no hay preguntas ni hacen falta explicaciones sus propias almas las hacen conscientes de lo que las une ahora y las unirá por siempre.

Söra siente que su corazón va a estallar de alegría, casi sin iniciar su búsqueda ya ha encontrado a una compañera, a punto está de lanzarse a reunirse con ella cuando siente algo que no había sentido antes. Vacío. Un gran vacío en medio del alma de la muchacha que tiene ante ella, un vacío que su alma es incapaz de llenar ya que será otro espíritu sin duda el encargado de dicha tarea. Así, sin palabras, del mismo modo que ambas han entendido que son compañeras, Söra entiende que por ahora sus caminos se separan y que intentar cambiarlo solo lograría romper los frágiles aunque profundos lazos que acaban de establecer.

Tras unos minutos de silencio, la joven Géminis continúa su camino pasando de largo junto a Söra y continúa alejándose sin detenerse; solo duda, por un instante, cuando siente que sus almas se despiden y se separan haciendo desaparecer así el sentimiento de unión del que gozaban hasta entonces. Con un suspiro que se debate entre la tristeza y la alegría, la joven lemuriana retoma en su mano la maleta y continúa también su camino; ha encontrado ya a una de los elegidos pero aún quedan diez aguardando ser llamados, y ahora que ha podido comprobar que ciertamente será capaz de reconocerles y lo que ello supondrá, Söra marcha decidida a cumplir su misión y regresar al Santuario junto con sus compañeros para devolverle el esplendor de antaño.

***

La luna ya se alza blanca y brillante en el firmamento tachonado de estrellas lejanas para la mayoría de la gente pero íntimamente cercanas a ella; desde su encuentro con la joven de cabello rosado, Nimelen no ha vuelto a fijar la vista en el suelo y ahora la fija en el maravilloso espectáculo que los astros le ofrecen mientras avanza por una carretera. Está tan inmersa en la visión que se le presenta que no se da cuenta de que frente a ella hay un muchacho que la mira sonriente y camina junto a ella tranquilamente. Solo cuando Nimelen decide abandonar temporalmente la maravillosa vista, se percata de la presencia del chico quien, al ver que por fin contaba con su atención, decide hablar.

-¿Te importa si te acompaño? -pregunta con una sonrisa sincera en los labios; no hay presentaciones y tampoco hacen falta como la niña descubre al permitirse llenar por el alma del que la acompaña.

-Si así lo quieres, pero te advierto de que no se a donde voy.

-No importa que no lo sepas, porque yo se exactamente dónde acabará tu viaje, -nuevamente la sonrisa sincera aparece en los labios del chico que se para ante ella y le extiende la mano en señal de saludo.

Nimelen toma la mano del muchacho con una ligera reserva ya que aunque percibe que es otro compañero nota un aura diferente a la de la otra chica, siente un alma más completa y compleja pero aun así sincera y de confianza. Con una dulce sonrisa, la primera que se permite en doce años, la joven observa detenidamente a su nuevo acompañante. Un chico de cabello castaño oscuro, ojos de color verde, piel morena, un rostro noble y sincero, y una cinta roja en la frente.

Tema de cierre.- Fantasía