¿Qué creen? ¡Todos estos personajes son de JKR! ¡No he inventado a ninguno! ¡Ninguno me pertenece (excepto Susan, y si quieres usarla, no hay problema)!.
La idea de Draco dibujando dragones pertenece a PikaCheeka. Lo siento, olvidé mencionarlo en el primer capítulo. Creo que adopté la idea en forma subconsciente.
Wow! ¡Me han hecho comentarios! ¡Son grandiosos todos ustedes! Esperaba algunas respuestas, pero esto es mucho más de lo que había imaginado. Y con respecto a la pequeña pregunta de si Severus debe volver a la normalidad o no, todavía no lo sé. Por favor, envíenme más opiniones sobre este asunto. Algunos me han dicho que les gustaría que fuera un adolescente por algún tiempo, ¿pero eso implica que deba volver a ser adulto al final?
Nota de la traductora:Silverfox es de Austria (no confundir con Australia) y su lengua materna es el alemán, pero escribió "My name is Severus" en inglés, si deseas leer la versión original, puedes encontrarla en fanfiction.net Y si deseas escribirle (en alemán o inglés, preferentemente), esta es su dirección: Silverfox@kabsi.at
Capítulo dos: ALGO DESAPARECE
El sábado terminó en forma muy similar a como lo hizo el viernes. Sólo que esta
vez Draco permaneció despierto leyendo su libro de Encantamientos en la cama
hasta que estuvo seguro de que Severus se había dormido sin poner otro balde
con agua sobre la puerta.
Para su alivio, los muchachos despertaron al día siguiente sin haber sido molestados por ninguna otra broma de Severus.
Draco estaba a punto de preguntarle por qué llevaba diez minutos lavándose los dientes y Blaise acababa de entrar al cuarto de baño cuando Gregory entró a la ducha. Tanto Draco como Blaise se congelaron y miraron a Gregory saltar fuera de la ducha gritando, su piel completamente roja.
Entonces escucharon la ya familiar risa de Severus. Draco gruñó. Mientras vigilaba el dormitorio la noche anterior, Severus obviamente había estado ocupado haciéndole algo a la ducha.
-¡Severus! ¿Qué fue lo que hiciste esta vez? –preguntó otra vez, tratando de sonar igual de frío que Severus.
-Cerré la llave del agua fría. Está justo ahí arriba, ¿ves? Esas pequeñas ruedas controlan el agua de todas las duchas del baño –la voz tranquila de Severus otra vez.
-¿Cómo hiciste para subir hasta ahí? –demandó Blaise.
-Trepando a la división de la primera ducha.
Blaise estudió el marco de metal de la división con aire dubitativo. No se veía muy resistente.
-¡Bien, pues sube y abre la llave! ¡Quiero darme una ducha!
Severus sonrió.
-¡No! ¡Hazlo tú mismo!
-Mira, tú, pequeño... –empezó Gregory.
-Puedes pegarme, ¿sabes? –le informó Severus, calmadamente-. Pero no puedes obligarme a trepar ahí arriba.
Gregory miró la ducha, luego a Blaise. Blaise miró la ducha, luego a Gregory.
-¿Draco? –dijo inseguro-. Esto difícilmente soportaría mi peso. ¿Puedes subir tú?
Draco miró la ducha. La división no se veía muy fuerte y era bastante alta además. Pero no podía admitir que tenía miedo. Miró de nuevo a Severus. Tal vez hubiera una forma de obligarlo a...
-Me dan miedo las alturas –dijo Severus de repente.
-Pero trepaste ahí para cerrar la llave –dijo Draco secamente.
-Bueno, no me da tanto miedo cuando está oscuro, ¿sabes?
Draco miró hacia la ventana. ¿Esperar a que anocheciera y hacer que Severus subiera entonces? Le parecía dudoso que sus amigos fueran a ver la justicia en eso. Ellos esperaban que él mismo subiera. Si no lo hacía, probaría que era un cobarde. Muy bien, tendría que probar que era más valiente que Severus.
Entró a la ducha buscando cosas que pudiera usar como apoyo para trepar. El agua en el suelo estaba todavía caliente bajo sus pies descalzos. Sacudió un poco la pared de plástico. No parecía estar asegurada muy fuertemente a la pared. ¿Qué tal que se soltara del todo bajo su peso? "¡No dejes ver que te preocupa!" Apoyó el pie derecho en el nicho para el jabón, se agarró del marco metálico y se impulsó hacia arriba. Su pie mojado resbaló del nicho y estuvo a punto de caer. Blaise y Gregory corrieron a la ducha para sostenerlo y con su ayuda consiguió subirse al marco metálico.
Mirando hacia abajo descubrió con sorpresa que Severus también había corrido hacia él y ahora estaba en la entrada de la ducha, agarrando la cortina con las dos manos y mirándolo. ¿Realmente se había preocupado de que uno de ellos saliera lastimado ahora que Draco casi se había caído?
Trató de levantarse lentamente, agarrándose de las llaves para apoyarse. La división bajo él se combaba con cada movimiento que hacía y la llave más alta estaba hirviendo. Apartó las manos inmediatamente y se quedó quieto hasta que dejaron de dolerle. Al menos sabía ya cuál era la llave que había que abrir.
Lentamente, sujetó la llave correcta y empezó a girarla. Pareció pasar una eternidad hasta que dejó de girar y pudo volver a sujetarse de su temblorosa percha. Dio la vuelta hasta que quedó sentado en el marco metálico, mirando a sus amigos en la ducha.
¿Cómo haría para bajar sin romperse un hueso?
-¡Salta! –dijo Gregory, preparando los brazos para recibirlo.
Draco obedeció, se empujó fuera de la división y cerró los ojos. Gregory lo atrapó en el aire y lo dejó gentilmente en el suelo. La sonrisa de alivio de Severus era realmente encantadora. ¡Pequeño demonio!
En ese momento la puerta se abrió y Vincent entró bostezando. Se detuvo y miró a los cuatro muchachos dentro de una sola ducha.
-¿Qué es lo que están haciendo? –preguntó confundido.
-Practicando cómo trepar a los árboles –respondió Draco, sin ganas de ser muy elaborado.
***
Esa tarde Dumbledore estaba en su oficina mirando a Severus por encima de su escritorio. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Qué debía decir? ¿Cómo podía Severus haber hecho algo así? Realmente no era un muchacho. Debía saber ya no meterse en esa clase de problemas. ¡Tenía que ser una pesadilla! ¡Simplemente no podía ser verdad! Pero tenía que decir algo.
Albus Dumbledore abrió la boca para hablar, comprendió que todavía no sabía qué decir y la cerró de nuevo.
-¡Lo siento, Albus! –dijo Severus.
Definitivamente había sido un error dejarlo ir a Hogsmeade. ¿Pero qué podía hacerse con un profesor que lucía y actuaba como un niño travieso? Severus era su amigo y él le debía algo, pero simplemente no podía tolerar esa clase de comportamiento. ¿Qué hacer? ¿Cómo castigarlo sin dañar su amistad? ¿Cómo impedirle continuar con esas escapadas?
Bueno, al menos la última pregunta era fácil de resolver.
-Severus, me temo que no podré darte permiso de dejar los terrenos del Colegio otra vez. Al menos no hasta que encontremos el antídoto, eso es.
-¿Ni siquiera si prometo que no me atraparán de nuevo? –encantadora sonrisa y grandes ojos de cachorrito.
-¡¡¡SEVERUS!!!
-¿Y si prometo TRATAR de no hacerlo otra vez? –sonrisa irónica "a la Draco".
-¡¡¡SEVERUS!!!
-¡Está bien, está bien! Prometo no hacerlo de nuevo –mirada fija en el suelo.
-Lo siento, Severus, pero no puedo creerte. Te estás comportando justo como cuando eras niño y no puedo olvidar lo mucho que me mentiste entonces –Dumbledore sacudió la cabeza tristemente.
-¡Pensé que éramos amigos! –Severus sonaba como si estuviera a punto de llorar. Dumbledore no podía decir si era o no otra actuación. Con Severus esas cosas eran muy difíciles de adivinar.
-También lo pensaba yo... Ahora, con respecto a tu castigo...
La puerta se abrió de golpe y Minerva MacGonagall entró seguida, para horror de Dumbledore, por una muy enojada Rosmerta, que arrastraba a Draco y Harry con ella. Detrás de ellos aparecieron Ron Weasley, Hermione Granger, Seamus Finnegan, Dean Thomas, Vincent Crabbe, Gregory Goyle, Blaise Zabini y Pansy Parkinson. Todos ellos con las ropas desgarradas y algunos sangrando.
Draco se sorprendió cuando notó a Severus.
-¿Qué haces aquí? –preguntó, olvidando su propio predicamento por un instante.
-Me atraparon robando –anunció Severus, con voz tranquila, como si no fuera algo de importancia.
-¡¡¿Tú qué?!! –exclamaron los Gryffindor y Slytherin en un extraño coro. Los Gryffindor, por supuesto, estaban más sorprendidos que los Slytherin, que ya habían tenido oportunidad de conocer a Severus.
-Me atraparon robando –repitió Severus calmadamente.
-¡Oh, no! Pero te lo advertí, Albus. Te dije que este chico es un desastre andante. ¡Y ni siquiera ha empezado a asistir a clases todavía! –gimió la profesora MacGonagall.
-¡Cálmate, Minerva, por favor! –rogó Dumbledore-. Yo lo manejaré. ¿Qué hicieron estos chicos, Rosmerta? Por el aspecto que tienen, diría que estuvieron peleando. ¿En Las Tres Escobas, quizá?
-Sí, ahí fue. Dañaron muebles, rompieron platos y espantaron a los clientes. Estos dos empezaron –acusó Rosmerta, empujando a Draco y Harry frente al escritorio de Dumbledore-. Este, para ser exactos –añadió, indicando a Draco.
Dumbledore suspiró, frotando sus sienes palpitantes.
-Muy bien, Rosmerta. ¿Por qué no me haces una lista detallada de los daños y yo se la remito a sus padres para que paguen y me encargo de castigar a los chicos?
Rosmerta asintió.
-¡Si esto vuelve a suceder todos ustedes tendrán prohibida la entrada a Las Tres Escobas por el resto de sus vidas! –dijo a los chicos y salió de la oficina del director.
-¡Bien, ahora, esto será detención para todos ustedes! –anunció Dumbledore-. Veinte puntos menos por cada uno de los que participaron en la pelea, treinta menos para Harry por continuar peleando en lugar de evitarlo, cuarenta menos para Draco por iniciar la pelea y cincuenta menos para Severus.
-¡Pero, señor, eso deja a Slytherin con menos de cincuenta puntos en total! –protestó Severus.
-Bueno, después de lo que acaban de hacer, pueden considerarse afortunados de no haberlos perdido todos –explicó Dumbledore.
Era un muy deprimido grupo de muchachos el que salió de la oficina de Dumbledore después de eso.
-¡Grandioso, simplemente grandioso! –murmuró Ron Weasley sin dirigirse a nadie en particular-. ¡Gracias a ese idiota de Malfoy, Hufflepuff va a ganar la Copa de las Casas este año!
Draco le lanzó una mirada de disgusto, pero notando las miradas acusadoras de sus compañeros de Casa decidió que probablemente sería mejor alejar su atención de la pelea. ¿Ahora, qué podría proporcionar otro tema?
-¡Severus! –dijo-. ¿Qué pudo haberte impulsado a robar?
-Nadie recordó darme algo de dinero –respondió Severus.
-¡Perdiste cincuenta puntos completos! Gracias a ti ahora estamos en último lugar. Nunca ganaremos ahora la Copa –lo acusó Draco.
-¡Bueno, tú perdiste más que yo envolviéndolos a todos en esa estúpida pelea! –replicó Severus-. ¿Por qué atacaste a Potter, en cualquier caso?
-¡Llamó a mi padre Death Eater! –respondió Draco.
-¿Y cuál es el problema? Tu padre ES un Death Eater –declaró Severus, dio media vuelta y se alejó.
Draco lo siguió con la mirada. ¡Nadie debía saber eso! ¡Su padre sería enviado a Azkaban si él llegaba a admitirlo! No podía permitir que Severus dijera eso.
-¡No lo es! ¡No, él no lo es! –gritó, pero sabía que había esperado demasiado para hacerlo. Tenía que encontrar una manera de convencer a Severus de que estaba equivocado.
***
Draco no tuvo oportunidad de hablar con Severus hasta esa noche en el baño. Severus estaba en la ducha. Todos los demás se habían ido a dormir. Draco se sentó frente a la ducha, mirando hacia el muro. ¿Cómo hablar de eso? Severus parecía ligeramente más accesible cuando estaban solos, pero seguía siendo una desesperante pequeña rata que los metía a todos en problemas y lo llamaba "ricitos de oro".
-Hum, ¿Severus? –dijo, tentativamente.
-¿Sí? ¿Qué?
Eso sonaba bastante neutral. Tal vez podría funcionar.
-¿Qué te hace pensar que mi padre es un Death Eater? –preguntó Draco cuidadosamente.
-No pienso que es un Death Eater, Draco. Lo sé. Todos sospechan. Yo sé. Y Dumbledore lo sabe también.
Draco se estremeció con fuerza. Eso no era lo que esperaba. No esa calmada convicción. ¡Oh, qué podría hacer!
-¿Cómo puedes saberlo? ¿Cómo puedes estar tan seguro? –"¡Por favor, por favor, que sea algo que yo pueda explicar!" pensó.
-Porque yo... –Severus se interrumpió y Draco escuchó un golpe ahogado desde el interior de la ducha. Luego hubo silencio.
-¿Porque tú qué? –probó Draco. ¡Necesitaba una respuesta!
-Porque simplemente lo sé. No puedo decirte cómo lo sé, pero así es. El Ministerio no aceptaría mi prueba, así que no tienes nada de qué preocuparte. Pero yo lo sé. ¡Así que no finjas conmigo! –Severus prácticamente escapó de la ducha, tomó una toalla y empezó a secarse apresuradamente. Se detuvo sólo una vez, mirando inmóvil su brazo izquierdo por algunos segundos. Entonces se puso rápidamente la pijama, deteniéndose otra vez para mirar su brazo y prácticamente corrió fuera del dormitorio.
Draco lo siguió fuera del baño sorprendido por esa repentina prisa y lo vio correr por el salón común, descalzo y con el cabello todavía mojado. ¿Qué era lo que pasaba? ¿Habría tenido una idea de cómo volver a ser adulto?
-Eso sería un alivio para todos nosotros –se dijo a sí mismo mientras se acostaba.
Severus salió del salón común por la puerta secreta y entró a la oficina de Dumbledore.
-¡Albus! ¡Albus, se ha ido! –gritó al irrumpir en la oficina-. ¡Simplemente desapareció!
Albus Dumbledore y Minerva MacGonagall, que habían estado comentando el caos del día con una taza de té, lo miraron sorprendidos.
Severus recordó en forma repentina su apariencia. Debería al menos haberse puesto zapatos. El piso estaba bastante frío, pero era demasiado tarde para pensar en eso. Así que sólo se quedó ahí, mirando a Dumbledore con ojos grandes y sorprendidos.
-¿Qué se fue, Severus? –preguntó gentilmente el director.
Severus miró a la profesora MacGonagall, entonces caminó hasta Dumbledore y le dijo algo al oído.
La profesora MacGonagall los miraba a ambos. ¿Qué estaba pasando?
-¡Qué! –gritó Dumbledore, sujetó el brazo izquierdo de Severus y retiró la manga para quedarse mirando fijamente el brazo del muchacho.
Minerva se levantó y miró también, pero no pudo ver nada ahí. Miró primero a Dumbledore y luego a Severus, quienes estaban todavía mirando con asombro el brazo de Severus.
-¿Pero cómo? –preguntó Dumbledore.
-No tengo absolutamente ninguna idea –respondió Severus.
-Perdónenme, pero no hay nada ahí –dijo la profesora MacGonagall.
-Ese es el punto, Minerva –dijo Dumbledore, distraídamente-. ¡Ese es el punto, precisamente! ¡No hay nada ahí!
La profesora MacGonagall lo miraba confundida. ¿Qué cosa podría no estar en el brazo de Severus?
-¿Podría ser un efecto colateral de la poción de Neville? –preguntó Dumbledore a Severus-. ¿Estaba todavía ahí después de eso?
-No se me ocurrió fijarme. Sólo cuando Draco me preguntó cómo es que sé que su padre es un Death Eater, pensé que tal vez debería mostrársela y entonces me di cuenta de que ya no estaba.
¿Death Eater? ¿Algo en su brazo izquierdo? Minerva MacGonagall recordó de repente cómo Severus siempre usaba ropa de manga larga y nunca mostraba sus brazos, cómo a veces la sola mención de ciertas cosas lo hacía abandonar la habitación en mitad de una conversación. Y también recordó algunas extrañas miradas intercambiadas entre Dumbledore y Snape cuando discutían ciertas cosas.
-¿La Marca Oscura? –dijo en un susurro.
Severus se apartó de ella, con la mirada fija en sus pies. Eso era tan bueno como una admisión. ¿Pero cómo pudo Dumbledore, de entre toda la gente? ¿Cómo pudo, sabiendo acerca de eso?
-Ahora, Minerva, antes de que empieces cualquier rumor: ¡Severus trabajaba para mí! Encubierto, podríamos decir. Y realmente preferiríamos que no fuera algo de conocimiento común. ¿Entiendes? –la voz de Dumbledore sonaba inusualmente grave. Incluso los alumnos rara vez escuchaban ese tono.
Minerva MacGonagall sospechó que no le estaba diciendo todo, "podríamos decir" había dicho él. Eso significaba que había escogido cuidadosamente las palabras para no decir toda la verdad sin mentir tampoco. Pero ella confiaba en él y él confiaba en Severus. Era suficiente para ella.
-Por supuesto, Albus. ¿Pero no crees que él ya debería estar en la cama? –dijo, señalando a Severus-. Tiene clases mañana, después de todo.
-Pero... –Severus trató de protestar, pero Dumbledore lo interrumpió.
-¡Vas a pescar un desagradable resfriado por correr por el castillo a la hora de dormir y todo mojado! Créeme, sé de lo que estoy hablando. ¡Tengo experiencia! –Madame Pomfrey ya había curado su resfriado con una muy desagradable poción, pero sus orejas todavía humeaban ligeramente.
-¡Es sólo mi cabello lo que está mojado! –sonrió Severus.
La profesora MacGonagall suspiró y rápidamente transformó una hoja de papel que Dumbledore no estaba usando en una secadora.
-¡Siéntate! Yo me encargo de eso –ordenó, señalando la silla vacía junto a la suya.
Dumbledore abrió una de las gavetas de su escritorio y después de revolver un poco ahí sacó un par de gruesas medias de lana, algunas tallas demasiado grandes, pero agradables y calentitas (¡sólo Albus Dumbledore podría guardar calcetines en el escritorio de su oficina! Bueno, también tal vez Dobby, si tuviera escritorio y una oficina).
Una vez que el cabello de Severus estuvo seco, Dumbledore insistió en acompañarlo a su habitación. Minerva MacGonagall le recordó al molesto muchacho una vez más que tenía clases a la mañana siguiente.
-¡La mía entre ellas! –añadió-. ¡Y por favor, prométeme que no harás que nada se vuelva verde!
-No a propósito –prometió Severus, con una dócil sonrisa-. ¡Nunca lo he hecho a propósito!
Bajar escalones de piedra usando medias gruesas de lana algunas tallas demasiado grandes probó ser un asunto bastante resbaloso. Cuando Severus casi se cayó por tercera vez en diez pasos, Dumbledore simplemente decidió cargarlo. ¡Menos mal que era bastante pequeño!
Severus rodeó el cuello de Dumbledore con los brazos y lo miró.
-Albus, ¿estás muy enojado conmigo? Por robar de nuevo, quiero decir.
-No, sólo muy decepcionado. No entiendo por qué lo hiciste. Ya deberías saber actuar mejor.
-Bueno, olvidaste darme dinero. No hay mucho que hacer en Hogsmeade sin dinero. ¿Qué más podía hacer? –explicó Severus.
-¿Qué tal decírmelo? –sugirió Dumbledore-. Tengo mucho en la mente, Severus. Está mi trabajo como director, el ministro Fudge siempre pidiendo consejos, planes para luchar en contra de Voldemort, de repente debo enseñar Pociones y cuidar una horda de traviesos y nada confiables Slytherin. Estoy tratando de coordinar la caótica búsqueda de un antídoto para ti, y Harry siempre se está metiendo en problemas. ¡No puedes esperar que me acuerde de todo! Olvidé darte tu dinero. Fue mi error, pero es tu culpa el no habérmelo recordado. ¡Tienes que venir y hablarme cuando necesites algo! Lo cual no significa que vaya a darte todo lo que me pidas –añadió, como si se le hubiera ocurrido la última aclaración de repente.
-¡Lo siento! Lo recordaré la próxima vez, ¡prometido! –dijo Severus-. ¿Puedo ir a Hogsmeade la próxima vez?
-¡No! Tienes edad suficiente para comportarte mejor. ¡Ahora, sufre la consecuencias!
-¡Sólo tengo quince años! –protestó Severus.
-En el exterior –especificó Dumbledore.
-¡Tú me tratas como si tuviera quince años!
-Porque te comportas como si tuvieras quince. Ahora, cállate, ¡ya vamos a llegar a tu dormitorio! ¡No queremos despertar a tus amigos porque ellos realmente tienen quince años y necesitan descansar!
-¡No son mis amigos! ¡Ni siquiera les agrado! –susurró Severus, pero deseando que Dumbledore no lo oyera.
-No importa, ellos solamente no saben qué hacer contigo todavía –respondió Dumbledore, también en un susurro.
Draco se sentó lentamente en su cama y observó al director dejar gentilmente a Severus en la cama correspondiente y arroparlo. Dumbledore notó al otro muchacho y se puso un dedo en los labios para indicarle que mantuviera el silencio, entonces salió del cuarto.
¿Qué había hecho Severus esta vez? No podía haber sido otra travesura. No por la forma en la que Dumbledore acababa de actuar.
-¿Severus? –preguntó suavemente.
-Duérmete, estoy cansado –murmuró Severus, la voz ahogada por la almohada.
Draco se recostó otra vez y miró hacia el techo. No iba a conseguir respuesta para sus preguntas. No de Severus. Eso estaba muy claro. ¡Realmente deseaba alguien con quien poder hablar! Alguien a quien realmente pudiera decirle lo que pensaba y sentía.
En ese momento, sus pensamientos eran confusos.
Pensaba que odiaba a Severus. Quería vengarse por las patadas que le había dado durante la pelea (una de ellas todavía le dolía), por llamarlo "Ricitos de Oro", por hacer que lo castigaran, por llamar a su padre Death Eater en frente de todos esos "perfectos" Gryffindor, por obligarlo a trepar a la división de la ducha, por perder puntos de Slytherin cuando en realidad ni siquiera era un alumno, por ser mejor que él en cuestión de miradas intimidantes e insultos verbales y por simplemente ser desesperante. Quería a Severus el muchacho fuera de su vida y que regresara Snape el profesor.
Todo eso podía decírselo a Vincent, Gregory o Blaise o a cualquier otro, por supuesto. Bueno, tal vez no la parte sobre querer que Snape volviera. Pero había cosas que definitivamente no podía decirle a ninguno de sus "amigos" y sentía la necesidad de hablar de esas cosas también. Quizá si pudiera hablar con alguien acerca de esas cosas, sería capaz de comprenderlas él mismo. Pero no podía contárselas a nadie.
No podía decirle a nadie que en realidad le agradaba Snape, el profesor. No podía decirles que le hubiera gustado saber cómo era de joven. Que le gustaba poder observarlo. Que le parecía que sus travesuras eran divertidas. Que le gustaría poder sentarse a dibujar dragones con él. Que le gustaría poder hablarle como a cualquier otro muchacho. Que le hubiera gustado estar cerca en la época en la que Severus realmente era un muchacho. Que sentía algo de pena por él, porque había sido arrojado fuera de la vida que conocía y no sabía cuándo podría volver.
¿Cómo sería para un adulto volver a ser niño? ¿Qué se siente cuando tienes que estar con una horda de crueles y duros muchachos y ninguno siente simpatía hacia ti? ¿Era por eso que Severus había salido corriendo de esa manera? ¿Necesitaba a alguien con quien hablar? ¿Alguien que pudiera entender? ¿Alguien de su misma edad real? ¿Los demás profesores le hablaban en la misma forma de siempre o ahora lo trataban como aun estudiante más? ¿Sus amigos adultos lo habían hecho a un lado porque estaba atrapado en el cuerpo de un niño? ¿Por qué iba un profesor a crear semejante nivel de desastres? ¿Como una venganza contra todos por tratarlo como a un niño? ¿Para probarse a sí mismo dignamente frente a los demás niños? ¿Para enojar a todos? ¿O sólo porque sí? ¿Era así como había sido Severus cuando realmente era niño? ¿O era como le habría gustado ser y no se había atrevido?
"¡Demasiadas preguntas!" decidió Draco "¡Y no voy a tener ninguna respuesta! ¡Aceptémoslo, no voy a encontrar ninguna!"
***
¡Lunes por la mañana! ¡Clases con Severus! Ninguno de los profesores estaba deseoso de eso. Algunos estudiantes de quinto año temían que los dejara en ridículo durante las clases de otros profesores. Otros estaban curiosos de ver lo que pasaría.
Los Slytherin definitivamente estaban en el primer grupo. Inusualmente callados, entraron a su primera clase de la semana: Historia de la Magia, con el profesor Binns.
Al menos no parecía que fuera a haber ningún problema con esa clase. Binns nunca había tenido ninguna interacción con sus estudiantes. ¡Sólo siéntate, toma algunas notas y no te duermas! ¡No hay problema!
Severus fue el último en entrar, cerró la puerta detrás de él y se sentó en la última fila. Miradas curiosas se fijaron en él desde el lado de los Ravenclawn. Los Slytherin ya estaban más acostumbrados a su presencia.
El profesor Binns entró al salón a través de la puerta cerrada. No tenía elección, ya que no era suficientemente sustancial como para abrirla. Algunos alumnos rieron un poco. Severus sonrió. Binns parecía disgustado y empezó a pasar lista, equivocando todos los nombres, como siempre. Algunos de los estudiantes todavía lo corregían cada vez, pero la mayoría habían aceptado desde hacía mucho los nombres que les había asignado y sólo contestaban "¡Aquí!" o "¡Sí!", o sólo levantaban la mano cuando escuchaban algo que fuera remotamente familiar a sus verdaderos nombres. Algunas veces Draco se preguntaba cómo se las arreglaba Binns para decir mal los nombres aún leyéndolos de la lista. Bueno, lo mismo de siempre. Ahogó un bostezo y se acomodó en la silla mientras Binns leía. "¡No te duermas! ¡Hay un profesor mirando! ¡Y no me refiero a Binns!" recordó justo antes de que lo imposible sucediera:
-¡Snape! –leyó Binns.
¡Clonk! ¡Clatter! ¡Tump! Se oyó por toda la clase cuando todos reaccionaron sorprendidos. ¡El professor Binns había dicho bien un nombre!
Incluso Severus parecía sorprendido mientras alzaba la mano. ¡Quién habría pensado que Binns hubiera escuchado sobre el accidente en la clase de Pociones, mucho menos que realmente supiera los nombres de sus compañeros profesores!
Binns por supuesto no se dio cuenta de la reacción de la clase. Terminó de leer la lista y empezó a divagar sobre algunos goblins que hicieron algo, en algún sitio, durante 1346.
La clase regresó a su somnolencia. Draco estaba aburrido. Dio vuelta en su silla para ver en qué estaba Severus. Parecía estar escribiendo algo. ¿Tomaba notas? Nope, miraba hacia la ventana de vez en cuando. Tal vez dibujaba de nuevo.
¡Esa era una buena idea! Draco se hundió todavía más en su silla hasta que pudo alcanzar su mochila y deslizar una mano dentro. ¡Ahí estaba! Una pieza de pergamino y sus lápices. Lenta, cuidadosamente, los sacó y los puso en el escritorio.
Ahora, ¿qué podría dibujar? ¡Un dragón, por supuesto! Un gran dragón verde, erguido sobre sus patas traseras, sus grandes alas desplegadas y el hocico abierto para lanzar fuego.
La lección pasó demasiado rápidamente para Draco.
La segunda clase del día era Encantamientos con el profesor Flitwick. Flitwick estaba bastante nervioso. Dumbledore le había advertido que Severus podría ser un problema y que sería mejor que se mostrara estricto con él desde el principio. El profesor Flitwick normalmente prefería no provocar a Snape.
El comienzo de la lección fue bastante bueno. Severus nuevamente se sentó solo en la última fila. Draco sospechaba que estaba haciendo algo bajo su escritorio, pero no podría decirlo con seguridad.
Mientras Flitwick empezaba a explicar el encantamiento que se suponía debían aprender ese día, Draco abrió su mochila para sacar su libro. Ahí estaba el pergamino con el dibujo del dragón. Estaba casi terminado. No le tomaría más de un minuto concluirlo. Podía resistir un minuto de distracción en Encantamientos. Draco sacó el pergamino junto con el libro.
Miró su dragón. El hocico no estaba bien. Se veía más como si estuviera cantando que como si se preparara para lanzar fuego.
Ahogando la risa, empezó a dibujar un arpa entre sus garras delanteras. ¡Sí, eso estaba mejor! ¡Un dragón bardo!
¿Y qué podría estar cantando el dragón? Draco empezó a trazar líneas para las notas de una canción de dragones en el pergamino. ¿Un feroz cántico de batalla? ¿O tal vez una canción de amor para una dulce doncella dragón?
-¡Severus, entrégueme ese pergamino! –se escuchó la voz de Flitwick. Draco nunca lo había oído tan molesto.
Severus sacó una pieza de pergamino de debajo de su escritorio y se la entregó a Flitwick con una sonrisa sumisa.
Flitwick lo tomó y lo miró por un momento.
-¿Piensa usted que es el momento adecuado para escribir poesía, Severus? –preguntó.
-¡No es poesía! –protestó Severus, obviamente sintiéndose insultado.
Draco rió por lo bajo. ¡Poesía! ¡Yuck!
-¿Entonces qué son? ¡Definitivamente no son notas de mi clase, eso lo puedo decir!
-Son letras de canciones –admitió Severus, luciendo sumiso otra vez-. ¡Lo siento!
"¡Letras de canciones! ¡O-oh!" Draco rápidamente escondió el pergamino con el dragón dentro de su mochila. ¡Letras de canciones!
-¡Bueno, poesías o canciones, o lo que sean, no pertenecen a mi clase! ¡Cinco puntos menos para Slytherin! –anunció Flitwick.
¡Oh, no! ¡No podían perder más puntos! ¡Simplemente no podían!
Flitwick continuó con la lección y Draco se dio cuenta con sorpresa de que no tenía idea de lo que estaba hablando el profesor. ¡Y tenía que ponerse al día antes de que terminara la lección! ¿Cómo podía descubrir qué era lo que habían estado estudiando?
Draco se inclinó hacia su vecino.
-¡Greg! ¡Pst, Greg! –susurró.
-¿Qué? –preguntó Gregory nerviosamente. No era muy bueno en Encantamientos y odiaba atraer la atención de Flitwick.
-¿Puedo copiar tus notas, Greg?
-¿Qué?
-Tus notas de la lección. Por favor...
-¡Señor Malfoy! ¡¿Podría repetir lo que acabo de decir?! –gritó Flitwick.
Draco se sonrojó.
-Yo... yo... lo siento, señor –¡así debía haberse sentido Severus un minuto atrás! Draco deseó poder volverse invisible. ¿Qué podía decir? Cualquier cosa que se relacionara con el tema de la lección. ¡Si tan solo supiera de qué se trataba!
-¿No? Bien, quizá pueda decirnos qué es lo que hemos estado hablando por casi media hora? -¿por qué estaba Flitwick tan desagradable ese día? Sonaba casi como Snape cuando le hablaba a los Gryffindor.
-¡Lo siento! ¡De alguna manera, no estaba poniendo atención! –¿tal vez podría esconderse debajo del escritorio y Flitwick olvidaría que estaba ahí? Por alguna extraña razón, eso no parecía práctico. Draco bajó la cabeza y esperó por lo inevitable.
-¡Otros cinco puntos menos para Slytherin! –pronunció Flitwick.
¡Oh, no! ¡Diez puntos perdidos en una sola lección! ¿Cuántos les quedaban? ¿Treinta y siete? ¡Oh, no! ¿Qué diría el profesor Snape? Entonces Draco recordó que Snape estaba justo ahí. Miró a Severus. Sus ojos se encontraron. Severus lucía indefenso. Bueno, al menos ambos eran igualmente culpables.
Continuará...
Notas:
De acuerdo, ¿qué les pareció? Por favor escriban.
En próximos capítulos:
¡Dumbledore enseña Pociones! ¡Un erizo verde, Draco y los Slytherin se enojan en serio, qué pasa cuando pierdes más puntos de los que tiene tu Casa, Filch consigue una nueva mascota y Severus se sienta bajo la lluvia!
