¿Qué creen? ¡Todos estos personajes son de JKR! ¡No he inventado a ninguno! ¡Ninguno me pertenece (excepto Susan, y si quieres usarla, no hay problema)!.

La idea de Draco dibujando dragones pertenece a PikaCheeka. Lo siento, olvidé mencionarlo en el primer capítulo. Creo que adopté la idea en forma subconsciente.

El cuervo de Severus pertenece a los fics de J. L. Matthews. Sólo lo tomé prestado porque es una mascota perfecta para Sevi y prometo regresarlo sin que le haya pasado nada malo.

Notas:

Creo que estoy desarrollando algo de interés por Dumbledore. No había pensado mucho acerca de él hasta que empecé a escribir este fic y escribí que era amigo de Snape. Este capítulo trata casi exclusivamente de él. Sólo la última parte es para explicar a qué me refiero al decir que podría incluir un poco de romance. Decidí que debo aclarar eso porque muchos pensaron que estaba planeando hacer que Severus se enamorara. Él piensa que regresará a su verdadera edad en unos pocos días y ciertamente no va a involucrarse románticamente con sus estudiantes. Por favor, lean para ver la pareja que tengo en mente y díganme si debería continuar o no.

Nota de la traductora:

Silverfox es de Austria (no confundir con Australia) y su lengua materna es el alemán, pero escribió "My name is Severus" en inglés, si deseas leer la versión original, puedes encontrarla en  fanfiction.net. Y si deseas escribirle (en alemán o inglés, preferentemente), esta es su dirección: Silverfox@kabsi.at

Capítulo cuatro: DUMBLEDORE ENSEÑA POCIONES

 
El director Dumbledore estaba ligeramente preocupado por la lección. El lunes no había sido muy bueno. Había tenido problemas encontrando los ingredientes correctos (¿Por qué, oh, por qué Snape no los ordenaba alfabéticamente?) y sus pociones no habían trabajado exactamente como él había planeado. Sabía suficiente sobre pociones como para dar la clase, pero no era su área de experiencia. No entendía tan bien como Snape las teorías detrás de las pociones que estaba enseñando y se encontró incapaz de responder las preguntas de los alumnos.

Y ahora tenía que enseñarle a Severus, que conocía prácticamente todo acerca de la materia. Simplemente no podía permitirse que algo saliera mal durante la lección. Dumbledore había pasado la mitad de la noche preparándose. Había planeado todo. ¿Ahora, dónde estaban los ingredientes que necesitaba para la demostración?

Fue a la oficina de Snape para buscarlos. Tenía el tiempo justo para preparar todo antes de...

De repente se escuchó un escándalo en el corredor y luego un grito enojado y más ruido.

Albus Dumbledore corrió fuera de la oficina de Snape, abrió la puerta del salón tan rápido como pudo y salió al corredor.

Lavender Brown y Pansy Parkinson estaban rotando en el suelo entre plumas, libros y pergaminos, tratando cada una de arrancar el cabello de la otra, mientras los otras Gryffindor y Slytherin se arrojaban ingredientes de pociones. Los muchachos habían formado un semicírculo alrededor y estaban apoyando ruidosamente a sus respectivas Casas.

-¡¿Qué está pasando aquí?! –gritó el director en su tono más intimidante.

Algunos de los muchachos lo miraron desconcertados y los gritos de ánimo desaparecieron lentamente. Pero la mayoría de las chicas continuaron sin impresionarse.

Dumbledore tuvo que admitir ante sí mismo que no era exactamente bueno siendo paciente. Obviamente perdía el respeto de esos estudiantes cuando Snape los influenciaba.

Tardó algunos hechizos menores y quitarle cincuenta puntos a ambas Casas para conseguir reestablecer el orden.

Envió a los estudiantes al aula asignándoles asientos a medida que entraban, con intención de colocar a los más problemáticos cerca de los más pacíficos. Era un asunto difícil especialmente en lo que concernía a los Slytherin. No sabía cuáles colocar con cuáles, a diferencia de lo que le ocurría con sus Gryffindor. Entonces recordó que se suponía que debía ser la cabeza de los Slytherin. Y ni siquiera entendía el funcionamiento interno de "su" nueva Casa.

Una vez que la clase entera estuvo en su sitio, volvió su atención hacia Pansy y Lavender. Lavender había sido enviada a sentarse junto a su mejor amiga, Parvati, en un extremo de la clase, mientras colocaba a Pansy en el otro, con Draco.

La última decisión no parecía haber sido una buena idea, ya que Draco se veía muy disgustado. "Qué extraño" pensó Dumbledore "creía que ella le gustaba". Había pensado que el interés de cada uno por el otro los distraería de causar problemas, pero parecía que había juzgado mal su relación. Tendría que hacer mejores arreglos la próxima vez. ¿Debería preguntarle a Severus como acomodar mejor a los a los Slytherin? ¿Y dónde estaba Severus, por cierto? Ya pasaban de las nueve.

-¡Señorita Brown y señorita Parkinson, podrían por favor explicar de qué se trató todo eso! –dijo, tan seriamente como pudo.

-¡Cara de bulldog volcó mi bolso! –dijo Lavender.

-¡Fue un accidente! –exclamó Pansy, agitando su puño en dirección a Lavender.

Dumbledore suspiró y rápidamente se interpuso entre ellas, a pesar del hecho de que estaban separadas por toda la clase. ¿Cómo hacía Snape para controlar ese tipo de cosas?

-Bueno, en ese caso, señorita Parkinson, le sugiero que salga y recoja las cosas de la señorita Brown como una muestra de su buena voluntad –ordenó.

Pansy lo miró y murmuró algo entre dientes, pero salió y recogió los útiles.

En el momento en que la puerta se cerraba detrás de ella, se abrió de nuevo y Harry Potter entró corriendo.

-¡Lo siento! –dijo-. Olvidé mi libro en la torre y tuve que regresar por él.

Dumbledore contuvo un gemido a duras penas. Había acomodado a toda la clase sin considerar que algunos podrían llegar tarde. Ahora Harry tendría que trabajar con Severus y él tenía que castigarlos a ambos por llegar tarde (habría perdonado a Harry, pero entonces habría tenido que hacer lo mismo con Severus y eso sería animarlo a portarse peor).

-Serán dos puntos menos para Gryffindor, señor Potter –anunció-. Por favor, siéntese ahí –indicó una mesa vacía justo detrás de Ron y Hermione. Así Harry al menos tendría la ayuda de sus amigos si Severus lo metía en algún problema. Severus sin embargo estaría rodeado por Gryffindor, ya que Neville y Dean estaban sentados a su derecha. Bueno, mantenerlo lejos de los otros Slytherin podría no ser una mala idea considerando su pelea del día anterior.

Albus indicó a los estudiantes que leyeran la página 362 de sus libros, la cual describía la poción que iban a hacer. Había decidido intentar otra poción sanadora, más sencilla que la que había causado el desastre de la semana anterior. Había tenido muy buenas razones para eso: la primera se la dijo a los estudiantes, temía que Neville preparara de nuevo la poción rejuvenecedora y convirtiera a alguno de sus compañeros en un bebé. La segunda razón se la guardó sabiamente para sí mismo, y era que no confiaba lo suficiente en su propia habilidad como para enseñar la versión más complicada.

Una vez que todos abrieron sus libros y estaban ocupados leyendo, regresó a la oficina para buscar los ingredientes que necesitaba.

Encontró la mayoría rápidamente y estaba buscando el último frasco cuando escuchó ruidos y gritos.

Rápidamente tomó los materiales, agregando en su prisa unos cuantos que no necesitaba, y corrió de vuelta al salón, donde los Slytherin y los Gryffindor estaban tirándose ingredientes de pociones unos a otros y gritando insultos.

Parecía ser que Pansy había regresado con las cosas de Lavender y su pelea había empezado otra vez.

Dumbledore dejó todo sobre su escritorio y empezó a separar a los alumnos y enviarlos de vuelta a sus asientos. Desafortunadamente la mayoría regresaba y se unía otra vez a la pelea tan pronto como les daba la espalda.

¿Qué tenía que hacer? La situación estaba completamente fuera de control. ¿Por qué había permitido que Slytherin y Gryffindor tuvieran clases juntos? Sabía que no podían estar en el mismo lugar. Eso era imposible. La combinación simplemente no funcionaba.

De repente la puerta se abrió detrás de él y el silencio llenó el salón. En lo que dura un latido, al parecer, todos los estudiantes regresaron calladamente a sus mesas. Dumbledore se quedó solo en medio del salón, rodeado por un tiradero de ingredientes.

Lentamente, se dio vuelta para contemplar el milagro que había restaurado el orden en la clase.

-¿Tienes problemas para dar mi clase? –preguntó Severus galantemente, mientras cruzaba el salón cargando una gran jaula del tipo que se podría usar para un conejo. Dentro había un pequeño erizo verde.

Por un momento, Dumbledore sólo lo miró. Entonces recordó que debía castigarlo.

-¿Por qué llegaste tarde? –demandó enfadado.

-Tenía que ver al señor Filch para conseguir una jaula para mi erizo –respondió Severus calmadamente-. ¿Me perdí algo importante o sólo una buena pelea?

-Cinco puntos menos para Slytherin por llegar tarde, Severus –anunció Dumbledore-. Y no me importa si lo que te perdiste era importante o no. Se supone que debes estar aquí a las nueve. ¡Ahora siéntate! Trabajarás con el señor Potter.

Severus miró el asiento que Dumbledore le señalaba y luego miró a él de nuevo, con uno de sus encantadores pucheritos (nota: este va dedicado a Sphinx).

-¡No puedes obligarme a que me siente con los Gryffindor, Albus! –suplicó.

Albus Dumbledore sintió que su corazón se derretía. ¡Oh, Severus había sido un niño tan dulce! ¿Y cómo podía él obligar a su amigo a trabajar con el muchacho que más detestaba... "¡Un momento! ¡Esa pequeña rata lo está haciendo de nuevo! Está fingiendo para engañarme y que no lo castigue. ¡Bueno, pues voy a tener que enseñarle!"

-¡Sí puedo! –dijo Dumbledore con firmeza y sin rastro de su usual buen humor-. ¡Ahora siéntate y no me llames Albus en clase!

-Sí... Albus –sonrió Severus mientras se dirigía a su asiento.

Harry le dirigió una mirada de desconfianza y apartó su silla de él tanto como pudo sin dejar de estar frente a la mesa.

-¡Te dije que no me llames Albus! –repitió Dumbledore, enfadándose.

-Entonces no me llames Severus otra vez –respondió Severus calmadamente, mientras colocaba la jaula en la mesa, la abría, sacaba el erizo y lo colocaba gentilmente en la mesa, donde inmediatamente empezó a olfatear con curiosidad.

-Y serán otros veinte puntos menos para Slytherin por iniciar una pelea en mi clase –declaró Dumbledore, decidido a ignorar el comentario de Severus.

-¡Pero eso no es justo! –exclamó Draco-. Los Gryffindor estaban peleando también.

-No puedo culparlos por contestar a la provocación –explicó Dumbledore.

-¿Cómo podría usted saber quién empezó? Usted no estaba en el salón –argumentó Draco.

-No lo vi, pero sé cómo son ustedes, los Slytherin. Ahora regresen al trabajo antes de que les quite más puntos –ordenó Dumbledore.

-Se supone que usted es la cabeza de nuestra Casa –dijo Draco con suavidad mientras inclinaba la cabeza sobre su libro obedientemente-. Se supone que debería estar de nuestro lado.

Dumbledore fingió no haber escuchado eso. Pero secretamente tuvo que concordar. Realmente no estaba haciendo un buen trabajo como cabeza de Slytherin. No podía obligarse a sentir aprecio por esa Casa. Sentía la mirada enojada de Severus en la espalda mientras caminaba hacia el frente del salón para iniciar la demostración, pero no dio la vuelta. En ese preciso momento no quería mirar a Severus a los ojos.

En lugar de eso, empezó la demostración sin siquiera ordenar primero los ingredientes "Creo que puse todo en la mesa a fin de cuentas. Lo encontraré. No hay problema" pensó.

Encendió el fuego, echó agua en el caldero y estaba buscando los dientes de rana cuando Severus se puso en pie de un salto, se acercó al escritorio del profesor y miró dentro del caldero.

-¡Tienes que agregar más agua, Albus! No funcionará así.

-¡Ya está! –exclamó Dumbledore-. ¡Perdí el último poquito de paciencia con esta clase! La siguiente persona que hable sin levantar la mano primero perderá diez puntos de su Casa. ¡Severus, ve a sentarte de una buena vez! ¡Lo digo en serio! ¡Yo soy el que está enseñando esta clase y sé exactamente lo que estoy haciendo!... Oh, y una cosa más: ¡NO ME LLAMES ALBUS!

Severus lo miró confundido y decidió que probablemente era mejor obedecer, considerando el hecho de que nunca había visto a Albus Dumbledore tan enojado en toda su vida (y lo conocía desde hacía bastante tiempo). Miró con duda el caldero, se encogió de hombros y regresó a su asiento.

Por un rato, la clase difícilmente se atrevió a respirar. Entonces, Hermione levantó la mano tentativamente. Dumbledore, que finalmente había encontrado los dientes de rana y los estaba echando en el agua hirviendo, le dio permiso de hablar con una inclinación de cabeza.

-Ahm, profesor –aventuró Hermione cuidadosamente-, ¿no cree que realmente debería agregar un poco más de agua? De acuerdo con el libro...

-¡No, no lo creo! –Dumbledore la interrumpió bruscamente-. ¡Sé exactamente lo que estoy haciendo!

Hermione se calló de inmediato y se sentó, sacudiendo la cabeza, confundida. ¿Qué le estaba pasando a Dumbledore?

-¡Oh, sí, seguro que lo sabes! –murmuró Severus, desafortunadamente lo hizo lo suficientemente fuerte como para Dumbledore lo oyera.

-¡Otros diez puntos menos para Slytherin! –fue la inmediata reacción.

Severus sólo suspiró y escondió la cara entre las manos. Draco puso los ojos en blanco, pero, por supuesto, Severus no podía verlo.

Nadie dijo una sola palabra mientras Dumbledore continuaba con la demostración, pero nadie tomó notas tampoco. En lugar de eso lanzaban rápidas miradas a Severus, tratando de adivinar por la expresión de su cara si Dumbledore lo estaba haciendo bien o no. Severus sin embargo permanecía sentado con una expresión pétrea, mirando un punto fijo justo arriba de la cabeza de Dumbledore.

"Debe estar esperando por el gran estallido" pensó Draco con preocupación "¿O tal vez sólo por la campana?"

En ese momento, Dumbledore comprendió que no tenía todo lo que necesitaba. Miró los ingredientes en su escritorio y luego a la clase con incomodidad. Nadie se movía.

-Parece que olvidé preparar los ojos de escarabajo –dijo-. ¡No se atrevan a hacer el menor sonido mientras voy y los traigo!

Dio vuelta y entró a la oficina.

-¿Qué es lo que le pasa? –preguntó Ron en el silencioso salón tan pronto como Dumbledore salió.

-Oh, sólo está un poco estresado –declaró Severus con calma-. Nada de qué preocuparse.

-¿Nada de qué preocuparse? –preguntó Hermione-. Es muy peligroso hacer una poción si no se sigue la receta. ¿Deberíamos agregarle agua ahora que no está mirando?

-¿Podría hacer volar la escuela con esta, Severus? –preguntó Draco, observando el burbujeante y humeante caldero.

-No, sólo va a quemar la poción si no regresa pronto. Alguien en la primera fila debería extinguir el fuego si el humo se vuelve negro y empieza a oler a quemado, me parece –recomendó Severus.

-De acuerdo, yo lo haré –prometió Vincent, que era el más cercano al escritorio de Dumbledore.

Un sonido de vidrios rotos se escuchó desde la oficina, luego se oyó a Dumbledore maldiciendo en voz baja.

-Qu...quizá deberíamos darle algunos ojos de escarabajo de los materiales para estudiantes, antes de que se lastime él mismo –sugirió tímidamente Neville.

-¡Albus, los ojos de escarabajo están justo a la derecha de la puerta! –gritó Severus, preocupado por la seguridad de sus preciosos ingredientes-. ¡Tercer estante, segundo frasco a la izquierda!

-¡Los tengo! ... ¡Y no me llames Albus!

Todos suspiraron aliviados cuando Dumbledore regresó al salón con un pequeño frasco en las manos.

Trató de abrirlo, pero la tapa no se movió. Trató de tirar con más fuerza, envolvió sus manos en la túnica y trató de nuevo. Nada. Dumbledore sacó la varita y golpeó el frasco. Nada.

-Tienes que empujar la tapa y hacerla girar al mismo tiempo –explicó Severus calmadamente-. Este frasco es un poco difícil desde que perdí la tapa original y la reemplacé con una de otro frasco que se me había roto.

Dumbledore lo miró enojado, pero trató de todos modos. Todavía nada. Buscó la varita una vez más.

Severus suspiró y se levantó.

-No puedes abrirlo mágicamente. Déjame hacerlo –dijo, quitándole el frasco de las manos, ignorando la furiosa mirada del director-. ¡Listo, aquí lo tienes, Albus!

-Ve. A. Sentarte. A. Tu. Lugar. Y. No. Me. Llames. Albus –gruñó Dumbledore al tomar la jarra y agregar los ojos de escarabajo a la poción-. Y otros diez puntos menos para Slytherin por tu repetida desobediencia.

-¡Hey, sólo estaba tratando de ayudarte! –gritó Severus.

-¡Pues no! Llevo mucho rato tratando de hacer esta demostración y tú me interrumpes a cada momento. ¡Así que siéntate y trata de hacer algo productivo! –ordenó Dumbledore.

-¡Sí, señor! –dijo Severus, sarcásticamente, y una pequeña sonrisa malévola apareció en su cara mientras volvía a su lugar. "¿No hago nada productivo, uh? Él puede ser muy improductivo, sin embargo. ¿Dónde puse esos petardos que le robé a Gregory?

Dumbledore continuó su demostración en medio de un confortable silencio. (Bueno, confortable para él. Todos los demás estaban tensos.)

La poción fue convirtiéndose en una oscura, espesa y pegajosa sustancia. Era tan densa que Dumbledore ya no podía mover la mezcla. En lugar de eso, el caldero completo empezaba girar cada vez que lo intentaba.

-¿Agregará agua ahora? –preguntó Draco a Dumbledore, tratando con todas sus fuerzas de mantener una expresión neutral.

-Está bien, está bien. Tal vez debería haber usado un poco más de agua –concedió Dumbledore.

-Sí, tal vez –murmuró Severus-. Tal vez también deberías haber escuchado al experto, en primer lugar.

Si Dumbledore escuchó eso, no reaccionó. Echó agua en su poción, hasta que la consistencia volvió a la normalidad y entonces le indicó a los estudiantes que trataran de hacer la poción por sí mismos.

Recordando los problemas de Dumbledore con los ojos de escarabajo, Harry, como la mayoría de sus compañeros, decidió empezar por escribir una lista de los ingredientes que necesitaría. Severus había probado ser un auténtico fastidio, pero nunca había necesitado consultar un libro o anotar una lista de ingredientes. "Creo que bastaría enviarlo a él por los ingredientes y no haría falta la lista" pensó Harry "Si pudiera convencerlo de ir él, estaría bien"

Sorpresivamente, Severus no necesitó ser convencido de acompañarlo cuando fueron al armario de materiales para estudiantes para tomar los ingredientes. Tuvieron que detenerse junto al escritorio del profesor porque todos los demás estaban tomando el mismo camino y no había espacio para moverse.

Severus tomó uno de los frascos que estaba sobre el escritorio y lo miró con curiosidad.

-¿Qué es? –preguntó Harry, interesado a medias. No recordaba haber visto eso antes.

-Fosforescencia –dijo Severus-. Es un tipo de pintura mágica que brilla en colores neón y es casi imposible de remover.

-¿Qué está haciendo ahí? No es parte de la poción. ¿O sí? –preguntó Harry confundido.

-No, no lo es. Albus trajo algunos ingredientes que definitivamente no se necesitan –Severus se encogió de hombros, jugando con la tapa del frasco-. Me pregunto por qué los trajo.

(Se refería a las cosas que Dumbledore había tomado accidentalmente cuando empezó la pelea en el salón, pero no podía saberlo, por supuesto, ya que había llegado después de eso).

Una vez que el camino quedó despejado, Severus puso la fosforescencia de nuevo en el escritorio y fueron a buscar sus materiales. Harry notó que Severus había deslizado un pequeño frasco en su bolsillo, pero decidió no comentarlo. Severus sin duda sabía para qué servía eso. Tal vez estaba trabajando en un proyecto propio. "Tratando de volver a la normalidad, probablemente. Creo que eso sería bueno. Dumbledore no le quita tantos puntos a Gryffindor, pero al menos Snape no corre peligro de hacer estallar el Colegio por accidente"

Colocaron sus ingredientes en una ordenada línea con el orden exacto en el que los iban a usar. De ninguna manera iban a ser tan desorganizados como Dumbledore. A pesar de que Harry recordaba a Snape trabajando con un revoltijo similar de ingredientes en su escritorio, nunca lo había visto tener que buscar nada en la forma en que lo había hecho Dumbledore.

Mientras acomodaba el caldero y lo llenaba con agua, Harry notó que Severus envolvía a su erizo en un pedazo de tela, sacaba su varita y lo sujetaba gentilmente contra el muro.

¡ZOOM! Un petardo Filibustero estalló dentro del frasco cerrado de fosforescencia. El frasco se rompió y el líquido rosado neón bañó todo el salón.

Harry miró sorprendido a su alrededor. Todo estaba cubierto con manchas rosadas. Habían llegado hasta el cielorraso, donde casi parecían un mapa estelar rosado en el fondo negro. El rojo cabello de Ron se veía terrible con manchas rosa y una de las chicas Slytherin estaba frotando desesperadamente sus anteojos con la manga de su túnica negra y rosada, tratando de quitar la fosforescencia antes de que se secara.

Harry comprendió lo afortunado que había sido al haber estado mirando a Severus cuando el frasco estalló. Si aquello hubiera caído en sus anteojos, habrían quedado arruinados.

-No te preocupes, las manchas en tu cabello y manos se podrán quitar en un par de días –sonrió Severus.

-¡Un par de DÍAS! –gritó Harry-. ¡No puedo andar por ahí con este aspecto por un par de días!

-Bueno, yo estoy igual. ¿Cuál es el problema? –respondió Severus, todavía sonriendo mientras descubría al pequeño erizo verde y lo inspeccionaba cuidadosamente por cualquier daño que hubiera podido sufrir.

Greenie parpadeó un poco por el repentino regreso de la luz, olfateó a Severus y empezó a explorar una de las extrañas manchas rosadas que habían aparecido de repente en la mesa. Parecía estar perfectamente bien y gracias a la tela no había una sola mancha rosada en su cuerpo verde Slytherin.

Dumbledore miró los restos del petardo yaciendo en su mesa junto con los restos de vidrio que había dejado la explosión del frasco. De alguna manera le resultaba familiar. ¿Cuál bromista había usado antes un petardo para dejarlos a todos bañados en alguna clase de líquido?

-Otros diez puntos menos para Slytherin –anunció débilmente-. ¿Esperas ganar alguna especie de premio cuando llegues a menos mil, Severus?

-¿Quién? ¿Yo? –Severus lucía absolutamente confundido e inocente-. ¿Por qué?

"¡Oh, no, no su cara angelical otra vez! No puedo resistir cuando me mira así. ¡Es demasiado encantador!" pensó Dumbledore.

-¡Vuelvan al trabajo, todos! –ordenó.

Lentamente la clase se calmó de nuevo y volvieron a trabajar en sus pociones. Severus dejó a Harry hacer la mayor parte del trabajo, sólo haciendo algún comentario cuando estaba a punto de cometer un error. Harry se sentía explotado, pero, por otra parte, podía estar seguro de que su poción sería absolutamente perfecta.

Mientras Harry trabajaba en la poción, Severus se acercó a donde Neville y Dean estaban trabajando, sacó el frasco de su bolsillo y echó el contenido en el caldero de Neville. Entonces corrió de vuelta a su escritorio, metiéndose debajo sin explicarle a Harry.

Harry sin embargo era lo bastante inteligente como para seguirlo de inmediato.

Antes de que el enfurecido Dean pudiera sacar a Severus de su escondite, la segunda explosión del día sacudió el salón y una niebla rojo sangre se elevó del caldero de Neville. Neville, que quedó bañado en su propia poción cuando ésta explotó, tembló aterrorizado cuando su cuerpo empezó a emitir humo rojo.

En el estrecho espacio bajo el escritorio, Severus le sonreía triunfante a Harry.

Dumbledore, que temió que Neville pudiera estar seriamente lastimado, corrió hasta él, pero descubrió que no había sufrido ningún daño. Ni siquiera lo había quemado la poción, que se había enfriado sorpresivamente por lo que fuera que Severus le había agregado. Y Dumbledore no tenía la menor idea de qué podría haber hecho que una simple poción sanadora se disolviera en humo rojo. Pero eso era exactamente lo que la poción de Neville y Dean había hecho. En dos minutos todo trazo tanto de la poción como del humo había desaparecido como si no hubieran existido jamás.

-¡Otros diez puntos menos para Slytherin! –anunció Dumbledore. "¿Estoy empezando a repetirme como un disco muggle rayado?" pensó. Parecía que quitarle puntos a Slytherin había perdido todo su efecto en los estudiantes, pero ¿de qué otra manera podía castigar a Severus? ¡Detención! Podía empezar dándoles algunas detenciones.

Mientras caminaba por el salón observando los esfuerzos de sus alumnos, Dumbledore se preguntó por qué estaba haciéndoles preparar una poción que podía curar heridas si lo que necesitaba era algo contra el dolor de cabeza. Tendría que ir a la enfermería justo después de la lección. Madame Pomfrey seguro tendría algo para aliviar su cabeza. ¿Tal vez debería preguntarle también por alguna poción que sirviera como calmante para los nervios?

El ruido en el exterior había desaparecido. Greenie asomó la nariz cuidadosamente. Nada olía sospechoso. Decidió arriesgarse desenroscándose lo suficiente como para asomar toda la cara. No más de esa niebla roja. Se desenroscó completamente y empezó a moverse.

Las manchas rosadas se volvieron aburridas después de un rato. Todas lucían y olían igual. No se movían ni hacían sonidos y tampoco sabían a nada.

El erizo estaba buscando algo que fuera más entretenido.

¡Ahí! Algo olía bien. Conocía ese olor. Un delicioso y gordo caracol de jardín. Una de sus comidas favoritas.

Greenie siguió el olor y pronto encontró el caracol. ¡Mmmmm! Con un alegre sonido de mordiscos, se apoderó del caracol y empezó a comérselo.

-¡Aah! ¡Quítate de mis ingredientes, tú, monstruito verde! –gritó Harry y empujó al erizo lejos de los caracoles, pinchándose malamente la mano en el proceso.

Se chupó la herida mirando la bola de erizo verde. ¿Por qué no podía Severus convertir al estúpido bicho en un cenicero? De acuerdo, no era capaz de hacer el hechizo. ¿Pero por qué no se deshacía de ese feo animal? "Pertenece a los bosques, donde los hombres lobos puedan comérselos" pensó.

Greenie, que en realidad ya no se asustaba cuando alguien lo tocaba, se desenroscó otra vez y se alegró al darse cuenta de que a pesar de que el caracol había desaparecido él estaba justo frente a un frasco lleno de deliciosos escarabajos. No perdió tiempo en buscar el caracol perdido y fue directo al frasco.

Harry vio al erizo comerse más de sus materiales y tomó su varita. Era más que suficiente. Tomaría el asunto en sus manos y finalmente convertiría al pequeño monstruo espinoso en un agradable e inofensivo cenicero.

Harry apuntó su varita hacia el erizo y empezó a recitar el encantamiento.

-¡Nooo! –gritó Severus y se arrojó contra Harry justo a tiempo. Un destello de luz azul golpeó el escritorio detrás de Greenie, quien inmediatamente se enroscó asustado. ¿Dónde estaba el agradable humano que siempre lo llevaba en brazos y le daba deliciosas papas? Podía llevarlo a donde quisiera e incluso encerrarlo en aquella horrible jaula si tan solo se lo llevaba de ese sitio inmediatamente.

Severus y Harry rodaban por el suelo, pateando y golpeando y, en el caso de Severus, arañando y mordiendo, al otro.

Draco se puso en pie de un salto.

-¡Eso, Severus! ¡Enséñale a ese Gryffindor!

Vincent y Gregory intercambiaron una sonrisa.

-¡Sí! ¡Pelea!

Miraron a su alrededor, buscando a algún Gryffindor, sujetaron a Dean y Seamus y empezaron a golpearlos.

Hermione se estremeció.

-¡Oh, no! ¡Harry!

Ron estaba saltando detrás de su escritorio gritando "¡Harry! ¡Harry! ¡Harry!..."

Dumbledore tuvo que paralizar a Vincent y Gregory antes de poder acercarse a los dos muchachos más pequeños y separarlos. Los dos seguían tratando de pelear y apenas consiguió mantenerlos aparte.

-¡Detención para todos ustedes! –anunció.

-¿Qué, la clase entera? –exclamó Parvati, que no había hecho nada.

-¡No, todos los Slytherin! –aclaró Dumbledore-. Y, Harry, si no regresas a tu asiento ahora mismo, tendré que quitarle cinco puntos a Gryffindor y odiaría hacer eso.

-¡Pero Harry fue el que empezó! –protestó Severus-. ¡Él atacó a Greenie!

-¡Severus, no quiero escuchar una sola más de tus mentiras de Slytherin! ¡Vuelvan a sus asientos y terminen sus pociones! Cumplirán su detención aquí mismo, hoy después de la cena y todo el que llegue tarde tendrá una detención extra con el señor Filch. ¿He sido lo suficientemente claro?

-¡Sí, Señor! –siseó Severus mientras volvía a su escritorio.

Metió a Greenie otra vez en su jaula, se sentó y no se movió de nuevo durante el resto de la lección excepto para mirar fríamente a todo el que le pidiera que se apartara. Todos tuvieron que arreglárselas para trabajar a su alrededor.

Hermione se inclinó hacia Ron y le susurró:

-Esto no me gusta. Dumbledore se está comportando tan desagradable como Snape.

-¿Y qué con eso? –Ron le sonrió-. Le está dando a los Slytherin algo de su propia medicina. Amo esto.

-Pero no es correcto, Ron. Se supone que es la cabeza de su Casa y ellos ni siquiera confían en él porque estaba en Gryffindor. ¿Qué harán cuando se den cuenta de que no tienen a quién acudir si se encuentran en problemas?

-Oh, vamos, Hermione. Ese es su problema, no el nuestro. Y sólo será por unos días en cualquier caso. Tan pronto como Snape esté de vuelta vamos a desear que Dumbledore estuviera todavía aquí para castigarlos por sus jugarretas y trampas. Disfrutémoslo mientras dure.

-Bueno, supongo que tienes razón –concedió Hermione-. Pero debería haber castigado también a Harry, él estaba peleando tanto como Severus.

-¿Qué? ¿Hermione, realmente quieres que Harry sea castigado?

-Claro que no. Por supuesto que no. Harry es mi amigo y no quiero que se meta en problemas. ¿Pero es que Dumbledore no puede ver lo que le está haciendo a Severus? Debe ser horrible para un maestro ser alumno en su propia clase. Él sabe más de la materia que Dumbledore, pero Dumbledore no lo deja ayudarlo. Apuesto a que empezó todos estos problemas porque se sentía tan frustrado que no sabía qué hacer. Y Dumbledore reaccionó castigando su Casa, lo que sólo lo hizo enojarse más.

-¿Y qué con eso? –dijo Ron nuevamente-. Es de Snape de quien estamos hablando. Dejemos que sufra.

-Pero... es sólo que no es correcto, Ron –Hermione no sabía cómo explicarse.

Harry vio a sus amigos hablando y se acercó a ellos.

-¿Qué pasa? –preguntó.

-Hermione siente pena por Snape –explicó Ron.

-¿Pena? ¿Por Snape? –preguntó Harry confundido-. ¿Por qué? Está metiendo a todos en problemas con sus bromas y no es nada divertido. Él no puede tener malas notas. No puede ser expulsado. Puede hacer lo que le venga en gana y todos están tratando de ser amables con él.

-Sólo está actuando, Harry –dijo Hermione-. Ninguno de los muchachos simpatiza con él, así que el actúa desagradablemente y ellos no se dan cuenta de lo solo y vulnerable que está. Todos los profesores están preocupados por él y entonces actúa como si se estuviera divirtiendo.

-¡Oh, no! –dijo Ron, poniendo los ojos en blanco-. ¡El año pasado fue "Salvemos a los elfos domésticos"! ¡Este año es "Salvemos a Snape"! ¿Qué te gustaría para la campaña del próximo año? ¡¿"Salvemos a los Death Eaters"?!

Hermione lo miró enojada, le dio la espalda y, ya que la lección acababa de terminar, recogió sus libros y salió de ahí.

Harry y Ron se encogieron de hombros y decidieron dejarla sola un rato para que se calmara. Recogieron sus cosas y salieron un poco más lentamente.

Mientras salían, vieron a los Slytherin en el corredor, a unos pasos de la puerta.

-¿Puedo copiar tu tarea de Transfiguraciones, Draco? –oyeron que preguntaba Severus.

-¿Qué? ¡De ninguna manera! ¡Hazla tú mismo!

-Haré tu tarea de Pociones a cambio –prometió Severus-. Y no la voy a copiar textualmente. Agregaré unos errores. MacGonagall no notará nada. E incluso si lo llega a hacer, ¿de quién crees que sospecharía? Ella sabe que soy un fracaso en Transfiguración.

-¡Dije que no, Severus! –respondió Draco-. Y definitivamente no soy tan estúpido como para dejar que hagas mi tarea. Me conseguirías una F sólo por reírte un rato.

-¡No lo haría! –insistió Severus-. No lo haría. A ti no. Y especialmente no si llegamos a un trato.

-Sí, seguro –rió Draco-. ¡Hasta Dumbledore sabe la clase de mentiroso que eres!

Eso lastimó a Severus más de lo que quería admitir. Se volvió hacia Blaise.

-¿Y qué hay de ti? ¿Puedo copiar tu tarea?

-¡No! –dijo Blaise y le dio la espalda.

-¿Vincent?

-¡Ni lo sueñes!

-¿Gregory?

"¡Wow, realmente debe estar desesperado para preguntarle a Gregory!" pensó Draco "Tiene que saber que Gregory es el más estúpido de la escuela".

-¡No! –dijo Gregory.

"Bueno, tal vez no sea tan estúpido, después de todo" pensó Draco.

***

MacGonagall estaba otra vez cerca de la mesa de Slytherin a la hora de la comida. La situación era calmada, sin embargo. Todavía no les agradaba Severus, pero habían empezado a aceptar el hecho de que estaba ahí y la mayoría había dirigido su atención hacia otros asuntos.

La mayoría de los Gryffindor llegaron tarde para comer por alguna razón desconocida y Draco levantó la mirada justo cuando el grupo de Harry iba entrando.

Ginny Weasley llevaba su largo cabello rojo casi suelto del todo, con sólo un lazo amarillo para mantenerlo apartado de su cara. Caía en suaves ondas sobre sus hombros y se agitaba con cada movimiento. Harry dijo algo a Hermione y Ginny rió y acomodó su cabello detrás de sus hombros con ambas manos.

Qué risa tan dulce tenía. ¿Por qué no lo había notado antes?

-Tal vez podamos salir después de la detención, si no toma mucho tiempo, e ir a volar un rato –sugirió Gregory.

-Sí, eso sería bueno. Pero creo que hay poca oportunidad de que Dumbledore nos deje salir temprano. ¿Tú qué piensas, Draco? –preguntó Vincent.

-¿Hmm? Seguro –murmuró Draco, todavía mirando a Ginny.

-¿Huh? ¡Hey, Draco! –llamó Gregory-. ¡Te estamos hablando!

-Mmm, sí, te escucho.

Severus dejó de comer y miró a Draco con atención.

-¿Qué estás mirando? –preguntó después de un momento.

-A Ginny –respondió Draco distraídamente.

-Ah, sí –Severus miró hacia la mesa de los Gryffindor y de nuevo a Draco-. Entiendo.

-¿Huh? –dijo Gregory otra vez.

-¿Entender qué? ¿A qué te refieres, Severus? –preguntó Vincent.

-Ginny –dijo Severus, como si eso lo explicara todo.

-¿Ginny? –preguntó Blaise, empezando a interesarse-. ¿Qué hay acerca de Ginny?

-Es linda –murmuró Draco, todavía sin apartar sus ojos de ella. Blaise empezó a preguntarse si Draco en verdad se habría dado cuenta de lo que había dicho.

-¿Y qué? –dijo Vincent-. Es sólo otra pobre, amiga de los muggles, Weasley.

-Mmm-hmm –dijo Draco.

-A tu padre no le agrada, tú sabes –recalcó Severus, con una risita.

-Mmm-hmm.

Vincent sujetó a Draco por los hombros y lo sacudió.

-¡Hey, Draco! ¡Despierta! –gritó.

-¿Qu…? ¡Deja de sacudirme, ¿quieres?! –Draco apartó a Vincent.

-¿Te hipnotizó o algo? –preguntó Blaise.

-¿Huh? ¿Qué? ¿Quién? –dijo Draco. ¿De qué estaban hablando? ¿Por qué Vincent lo había sacudido? Bueno, obviamente porque notaron que no les estaba poniendo atención. ¿Y de qué se estaba riendo Severus?

Draco miró de una cara a otra. Todos lo estaban mirando con esas raras expresiones.

-Bueno, al menos nos está mirando otra vez –dijo Vincent, satisfecho.

Severus se rió con más fuerza todavía.

Draco se volvió hacia él. Parecía estar luchando con un ataque de risa verdaderamente fuerte.

-¿Qué es tan gracioso? –preguntó Draco. Tal vez eso aclarara las cosas un poco.

-Tú –rió Severus.

Draco se miró a sí mismo. Todavía tenía algunas manchas rosadas por el incidente de la pintura. Todos las tenían. Pero no podía ser por eso por lo que Severus estaba riéndose. ¿O sí? Draco miró a Vincent, Gregory y Blaise.

-¿Qué le pasa? –preguntó, señalando a Severus.

Vincent y Blaise intercambiaron una mirada de incomprensión. Gregory sólo miró a Draco. Estaba acostumbrado a no tener ni idea de lo que pasaba a su alrededor.

-No tenemos idea –respondió Vincent por todos ellos.

Draco suspiró y volvió a su comida. Tenía que encontrar la manera de hablarle a Ginny.

Continuará...

Notas:

¿Y qué les parece lo de Draco/Ginny? ¿Continúo? ¿Lo dejo ahí? Todavía es posible. Todavía no ha pasado nada realmente. Por favor, comenten.