¿Qué creen? ¡Todos estos personajes son de JKR! ¡No he inventado a ninguno! ¡Ninguno me pertenece (excepto Susan, y si quieres usarla, no hay problema)!.

La idea de Draco dibujando dragones pertenece a PikaCheeka. Lo siento, olvidé mencionarlo en el primer capítulo. Creo que adopté la idea en forma subconsciente.

El cuervo de Severus pertence a los fics de J. L. Matthews. Sólo lo tomé prestado porque es una mascota perfecta para Sevi y prometo regresarlo sin que le haya pasado nada malo.


Notas de la autora:

No esperaba que todos ustedes fueran a enojarse tanto con Dumbledore. Oigan, todo el mundo pierde la paciencia a veces y eso fue lo que le pasó a Albus en el último capítulo. Severus, sin embargo, no va a personarlo con facilidad. Aquí está su venganza.

Nota de la traductora:

Silverfox es de Austria (no confundir con Australia) y su lengua materna es el alemán, pero escribió "My name is Severus" en inglés, si deseas leer la versión original, puedes encontrarla en  fanfiction.net Y si deseas escribirle (en alemán o inglés, preferentemente), esta es su dirección: Silverfox@kabsi.at

Capítulo siete: UN DOMINGO OCUPADO

 
El domingo por la mañana, durante el desayuno, Draco recibió su paquete semanal con dulces de parte de su madre. Sonrió alegremente mientas su búho águila aterrizó con el paquete. Los regalos de su madre normalmente llegaba en sábado, pero algunas veces se atrasaban. Eso era principalmente porque su padre no aprobaba que su esposa enviara al hijo de ambos "recompensas que no había ganado". Así que lo mantenían en secreto y Narcissa sólo enviaba el paquete cuando Lucius no estaba en casa.

Draco tomó rápidamente el paquete y lo abrió. Siempre había temido que Gregory o Vincent acabaran con todo de una sola mordida si no se apresuraba a compartirlo con ellos. Ya estaban mirándolo hambrientos.

Tomó una rana de chocolate para sí mismo y ofreció la caja primero a Vincent, luego a Gregory y finalmente a Blaise, que no era tan tragón como los otros dos.

-Ohh, Draco, ¿puedo tomar una rana de chocolate? –llamó Pansy Parkinson desde donde estaban las chicas de quinto año, sentadas en un compacto grupo. Siempre se sentaban lejos de los chicos durante las comidas. Draco sospechaba que era para poder chismorrear sobre ellos con más comodidad.

-¡Mhhm, ranas de chocolate! –suspiró Millicent Bulstrode tratando de hacerle ojitos de cachorrito a Draco, pero fallando miserablemente.

Draco arrojó seis ranas de chocolate a las chicas de todos modos.

-Aquí tienen, una para cada una, porque son mis compañeras de clase –explicó.

-¿Y qué hay de mí? –los ojitos de cachorrito de Severus eran mucho mejor logrados que los de Millicent-. También soy tu compañero de clase. ¿No me vas a convidar?

Draco dudó. ¿Debería? Después de lo que Severus había pasado la noche anterior, le vendría bien algo que lo animara un poco, a pesar de que se había levantado con su sonrisa sarcástica de siempre y ya le había puesto un ojo morado a Gregory por molestar a su erizo.

-¿Tú? ¿Compañero? No eres más que un gran error –anunció Blaise y los otros dos asintieron, sonriéndole desagradablemente a Severus.

-No te pregunté a ti, le pregunté a Draco –dijo Severus fríamente a Blaise, que no pudo sostenerle la mirada y volcó su atención en una tostada.

-Bueno, no hace ninguna diferencia –dijo Draco-. ¡No tendrás nada!

-Oh, ¿en serio? –preguntó Severus, amenazador.

-¡En serio! –confirmó Draco. Era demasiado tarde como para cambiar de opinión. Aunque una rana de chocolate no habría lastimado a nadie.

-Ya veremos –gruñó Severus, pero continuó desayunando y tratando de atraer la atención de Greenie hacia un pedacito de tostada con mermelada, como si nada hubiera pasado.

A Greenie no parecían gustarle ni el pan ni la mermelada. Movió la naricita enojado y volvió su atención hacia las hojuelas de maíz de Draco. No le interesaban en particular las hojuelas por sí mismas, pero la leche olía delicioso.

-¡Ey, detente! –exclamó Draco y lo empujó.

Greenie parpadeó confundido. Él quería unas cuantas hojuelas.

Draco suspiró y tomó un plato extra para servirle parte de su desayuno al erizo. Greenie parpadeó hacia él una vez más antes de empezar a comer. "Gracias".

Dumbledore observó a Severus durante todo el desayuno. El muchacho parecía estar bien. Discutía con sus compañeros como siempre. La profesora MacGonagall llegó justo a tiempo para impedirle lanzar un tazón lleno de hojuelas de maíz a Vincent Crabbe. No hubo guerra de comida.

Severus no miró ni una vez hacia la mesa de profesores. El director se sintió aliviado por eso. Había estado preocupado por haberse excedido la noche anterior, pero obviamente Severus había olvidado todo el incidente.

Dumbledore suspiró. Tenía que recordar cerrar siempre el salón de Pociones por si Severus intentaba volver. No podía permitirle estar cerca de esos ingredientes para pociones. Ya era bastante peligroso cuando algunos de los otros alumnos experimentaban con ellos, pero Severus sabía demasiado al respecto. Quién sabe qué podría hacer.

***

Severus volvió a la biblioteca después del desayuno. Estaba casi vacía como siempre los domingos por la mañana.

Hermione Granger estaba sentada en su silla habitual (todos en la escuela sabían que esa era la silla donde Hermione siempre se sentaba y nadie habría siquiera considerado el tomar esa silla aunque Hermione no se encontrara por ahí).

Un par de Ranvenclaw estaban sentados en alguna parte en el fondo del salón, trabajando en algún tipo de proyecto. Severus tomó una disimulada desviación en su camino a la sección de Pociones para escuchar lo que hablaban.

-...debido a la influencia de Urano –decía una chica.

-No, no puede ser –respondía uno de sus compañeros-. ¿No ves que Venus niega a Urano?

-Pero la influencia de Saturno es mucho más fuerte y bloquea a Venus –insistía la chica.

El tercer miembro del grupo, que estaba repatingado en la silla sin hacer nada, finalmente habló.

-Simplemente digamos que las constelaciones en Urano, Venus y Saturno tendrán una conjunción el lunes y todos nos ahogaremos. En cualquier caso, no habrá necesidad de predecir el resto de la semana, ya que no estaremos vivos para verla –sugirió.

-¡Pero eso no es lo que muestran las estrellas! –exclamó la primera chica, en shock.

-¿Y qué? –sonrió el muchacho-. Es muy deprimente. Predigo que a Trellawney va a encantarle.

Severus puso los ojos en blanco y silenciosamente agradeció a los dioses (si realmente existían) que Dumbledore hubiera aceptado su estricta negación a acudir a ningún lugar cercano a la clase de Adivinación, mientras caminaba hacia la sección de Pociones. Si había alguna materia completamente inútil era Adivinación- especialmente en la forma en que Sybill Trellawney la enseñaba.

Simplemente no podía entender por qué Dumbledore no había despedido a Sybill desde mucho tiempo atrás. Sólo servía para asustar a los alumnos con sus constantes visiones de muerte. Pero nunca había podido convencer a Albus al respecto.

Por un momento sonrió al recordar las largas discusiones sobre la profesora de Adivinación, pero entonces recordó la noche anterior y su sonrisa se congeló. Esos días habían terminado. Ahora estaba solo y tenía que preparar su venganza contra el director. Sabía lo que iba a hacer. Todo lo que necesitaba era una red y algunas de las herramientas de Filch. Podría robarlas en la tarde. Si lo hacía ya Filch podría notar el faltante durante el día y reportar la desaparición al director, quien entonces estaría alerta.

Severus examinó rápidamente los estantes buscando algo que le fuera útil. "Sí, seguro, como si fuera a encontrar algo en estos" Entonces tomó su varita y los hizo levitar hacia su mesa favorita.

Los Ravenclaw miraron sorprendidos mientas algunos libros volaban sobre sus cabezas. La chica que estaba tan interesada en Urano levantó la cabeza tan de repente que se golpeó contra la esquina de uno de los libros.

-¡Ahh! –gritó, obviamente más asustada que lastimada.

El libro empezó a perder el control, dio algunos bandazos y finalmente fue a dar a la sección de Encantamientos, donde se estrelló contra una estantería sobrecargada, haciéndola caer. Libros volaron por toda la sección de Encantamientos, estrellándose contra otros estantes y tirando todavía más libros.

Severus sonrió contemplando el caos, convocó al libro perdido con un rápido "accio" y continuó su camino hacia la mesa. No logró llegar, sin embargo. Dobby se materializó de repente frente a él mirándolo con ojos grandes y sorprendidos.

-Dobby no puede permitir al señor hacer flotar libros en la biblioteca, señor –dijo el elfo doméstico en lo que Severus supuso intentaba ser un tono autoritario-. Dobby es responsable por el orden en la biblioteca.

Severus miró al elfo de arriba abajo y decidió ignorarlo. Pasó junto a Dobby y se sentó frente a sus libros, pero Dobby lo siguió y saltó sobre la mesa.

Greenie, que había estado explorando los libros olfateó al elfo con curiosidad. ¿Qué era eso? Nunca había visto nada parecido antes. Se veía y olía un poco como un humano, pero era definitivamente demasiado pequeño para ser uno. ¿Tal vez sería comestible? Lástima que no se quedaba quieto el tiempo suficiente como para comprobarlo. Greenie le dio un último y decepcionado olfateo y dio vuelta para mordisquear un libro encuadernado en cuero y titulado "Pociones básicas".

-Dobby es responsable –insistió el elfo doméstico.

Madame Pince, que había estado observando la escena, decidió intervenir. Estaba tratando de desentenderse de los asuntos de la biblioteca tanto como pudiera para darle a su nuevo aprendiz la oportunidad de practicar antes de que tuviera que dejarlo solo mientras ella empezaba a enseñar al día siguiente. Pero en ese momento Dobby estaba metiéndose en problemas. Quién sabía lo que Severus le haría al elfo doméstico si llegaba a disgustarlo.

Se acercó al escritorio de Severus tan rápido como pudo si aparentar que se estaba apurando.

-¡Severus, tengo que pedirte que no hagas levitar mis libros! Alguien podría lastimarse y los libros podrían ser dañados. Si te atrapo haciéndolo de nuevo tendrás que abandonar la biblioteca –declaró severamente.

Severus la miró y le hizo su mejor carita de cachorrito huérfano.

-No estoy levitando nada ahora. Sólo estoy leyendo. ¿Eso es un problema? ¿Qué está haciendo el elfo aquí, en todo caso? –preguntó Severus con aire casual.

-Me han pedido que dé clases hasta que encontremos un nuevo profesor de Runas Antiguas. Dobby me reemplazará aquí durante las lecciones –explicó Madame Pince, cortante-. ¡Ahora, estudia o sal de mi biblioteca!

Severus regresó a su libro y fingió leer. ¿Entonces Dobby estaría a cargo de la biblioteca mientras Madame Pince daba clases? Todo lo que tenía que hacer era llegar ahí cuando ella estuviera enseñando. Madame Pince no le permitiría entrar a la sección de Libros Prohibidos sin un pase de Dumbledore, pero Dobby sería fácil de engañar.

Severus sonrió y volvió a ocuparse del libro. No era que le estuviera poniendo mucha atención. Pronto tendría libros que realmente podrían ayudarlo, pero tenía que fingir que todavía estaba interesado en los que leía actualmente o Madame Pince entraría en sospechas.

Una hora o algo así más tarde, Draco entró a la biblioteca, mirando a su alrededor como si buscara algo.

-¿Buscando a Ginny? –preguntó Severus, sonriendo maliciosamente mientras pasaba junto a su escritorio.

Draco se sonrojó, se detuvo y lo miró enojado.

-¡No! ... ¿Está aquí?

Severus rió bajito al escuchar el tono esperanzado en la voz de Draco.

-No.

-¿La... um… la has visto? –Draco intentó sonar casual.

-No, pero considerando que es domingo y es un día muy bonito, yo la buscaría afuera –sugirió Severus, regalándole a Draco una excelente imitación de su propia sonrisa burlona patentada.

-¿Afuera?

-Sí, afuera. Tú sabes, ¿has visto ese lugar donde hay un gran cielo azul por encima? Eso es afuera. Ella probablemente estará disfrutando una pelea de bolas de nieve o construyendo un muñeco de nieve con sus amigos.

Los hombros de Draco se inclinaron un poco cuando comprendió que no tendría la menor oportunidad de hablarle a solas si estaba afuera jugando con los otros Gryffindor.

-Bueno, no la estaba buscando, en cualquier caso –aseguró-. Tal vez solo iré a volar un rato.

Iba a marcharse, pero entonces pensó que eso sería un poco demasiado obvio y en lugar de irse miró los libros de Severus.

-¿Pociones? –preguntó-. Pensé que finalmente estabas haciendo tu tarea de Transfiguraciones.

Eso borró la sonrisa de la cara de Severus. Tenía que entregar esa tarea al día siguiente y aún no había encontrado a nadie que le permitiera copiarla. Sólo quedaba una solución y había estado planeando hacer algo más junto con eso...

Tan pronto como Draco se marchó, Severus sacó su varita y levitó los libros de vuelta a sus estantes.

En un instante Dobby y Madame Pince estuvieron junto a él. El primero lo miró con ojos muy abiertos, la segunda parecía furiosa.

-Ya me voy, de todos modos –explicó él, sonriendo angelicalmente a la bibliotecaria-. Así que pensé que debía levitarlos.

-¡Diez puntos menos para Slytherin! –siseó Madame Pince-. ¡Y fuera de aquí, ahora!

Severus continuó sonriendo mientras salía de la biblioteca.

***

Media hora después de su encuentro en la biblioteca, Draco entró a la sala común para encontrar a Severus sentado en su silla favorita, dibujando.

-¿Todavía no estás haciendo tu tarea de Transfiguraciones?

-Estoy trabajando en eso –respondió Severus calmadamente.

-¿De veras? –preguntó Draco, espiando por encima del hombro de Severus-. Me parece más bien que se trata de un unicornio. Perderás todavía más puntos si no tienes tu tarea mañana.

-Hablando de puntos, acabo de perder otros diez por levitar libros en la biblioteca –dijo Severus con tranquilidad.

-¡¿Qué?! –exclamó Draco-. ¡Otros diez! ¿Por qué?

-Tenía ganas de hacerlo.

-¿Perder puntos es alguna clase de pasatiempo para ti? –gruñó Draco-. Realmente eres bueno en eso.

-Bueno, creo que puedes interpretarlo en ese sentido –sonrió Severus.

-¡Oh, eres un caso perdido! –suspiró Draco y subió corriendo las escaleras hacia su dormitorio.

Un poco después volvió seguido por Vincent, Gregory y Blaise. Los cuatro llevaban sus escobas y sonreían contentos.

-¿A dónde van? –preguntó Severus casualmente.

-A jugar quidditch –dijo Draco-. ¿Quieres venir?

-¿Qué? –siseó Vincent-. ¿Por qué lo querríamos con nosotros?

-¿Tenías que invitarlo? –gruñó Blaise al mismo tiempo.

-Vamos a necesitar más jugadores para un partido de verdad –explicó Draco.

-No, gracias. Ni siquiera tengo una escoba –respondió Severus, ignorando a los disgustados muchachos.

-Podrías usar una de las del colegio –sugirió Draco, que secretamente tenía la esperanza de que Severus y los otros hicieran las paces si podía hacer que jugaran juntos.

-Ya les he dicho, muchachos: me dan miedo las alturas –dijo Severus, calmadamente, a pesar de que sabía lo que vendría a continuación.

-¿Te da miedo volar en una escoba? –preguntó Draco, sin poder creer lo que había oído.

-Sí.

-¿Cómo pudiste llegar a ser profesor si ni siquiera puedes manejar una escoba? –rió Blaise.

-Puedo manejar una escoba –respondió Severus fríamente, mirando a Blaise-. Es sólo que no me gusta.

Blaise se calló rápidamente. Severus había comprendido muy pronto que Blaise se sentía intimidado con facilidad y era muy susceptible a su mirada fría. Gregory le temía tanto por las muchas veces que había salido lastimado y no lo desafiaría a menos que Draco atacara primero.

Pero Draco estaba inusualmente amable. "Tal vez porque sus pensamientos están centrados en Ginny todo el tiempo" pensó Severus.

Vincent era entonces el más peligroso en ese momento, pero no era del tipo líder y Severus sabía que podía manejarlo en una pelea.

De hecho, tan pronto como Draco no se unió a ellos para molestarlo, Severus supo que podría manejar cualquier cosa que intentaran los demás. Si Draco lo no atacaba, los demás tenían que luchar solos. Sólo Draco podía unirlos en aquella pandilla que lo había golpeado la semana anterior.

Algunos chicos se unieron fácilmente a los que querían jugar y pronto la sala común quedó casi desierta. Con una sonrisa satisfecha, Severus guardó su pergamino y sus lápices, recogió a su erizo y subió las escaleras hacia su dormitorio. Todo estaba saliendo perfectamente de acuerdo al plan.

***

Cuando Draco y los otros volvieron de su juego encontraron a Severus sentado en la misma silla en la que lo habían dejado unas horas antes, copiando algo de un pergamino. No parecía que hubiera dejado la sala común en ningún momento desde que se habían ido.

-¿Finalmente estás haciendo tu tarea? –preguntó Draco, esperando un claro "no".

-Sip, ya casi termino –sonrió Severus.

-¿De veras? –dijo Draco, sorprendido, mientras se sentaba cerca de él.

-Sí, habría terminado hace rato si Greenie no se atravesara en el camino.

-¿Greenie? –preguntó Draco, mirando dudoso al erizo.

-Sí, le gusta caminar sobre mis pergaminos –respondió Severus.

-¿Tal vez querrá más atención? –sugirió Draco.

Greenie lo miró parpadeando alegremente y camino hacia él olfateando la mesa con curiosidad.

-Bueno, si te parece que es eso, adelante, puedes acariciarlo un rato –respondió Severus, con una sonrisa maliciosa.

Draco miró más de cerca al espinoso amiguito y decidió no seguir el consejo de Severus.

¿Debería preguntarle a Severus acerca de Ginny? Ese podría ser un buen momento. Severus parecía bastante más civilizado y estaba ocupado con la tarea. Podría ser que se comportara con amabilidad y en realidad lo ayudara. En cualquier caso, todos se habían enterado de que estaba enamorado y no había sufrido con las burlas tanto como había esperado.

Pero Severus podría no ser confiable. Probablemente le daría las instrucciones equivocadas y haría enojar a Ginny.

-¡Listo! –suspiró Severus-. ¡Terminé!

Guardó su pergamino, tomó el que había estado copiando y lo tiró al fuego.

Draco miró cómo las llamas consumían el pergamino.

-¿Ese era tuyo? –preguntó suavemente luego de unos segundos.

-No –sonrió Severus mientras sacaba el pergamino con el dibujo del unicornio y continuaba dibujando.

Draco se quedó sentado mirándolo dibujar. Por un rato siguió considerando pedirle consejo, pero sus pensamientos derivaban cada vez más a imaginar dragones dibujados acompañando cierto unicornio dibujado.

Consideró simplemente tomar uno de los lápices de Severus y ayudarlo con su dibujo, pero algunos de sus compañeros estaban observando. Probablemente ya se preguntaban qué estaba haciendo ahí, sentado junto a Severus y mirándolo dibujar.

Así que solo continuó sentado imaginándose qué habría pasado si no hubiera sido por sus compañeros.

***

Cuando Draco entró al dormitorio esa tarde encontró para su sorpresa que Gregory, Vincent y Blaise estaban esperándolo y ninguno se veía muy contento.

-¿Qué está mal? –preguntó alarmado-. ¿Pasó algo?

-Es lo que queremos saber –dijo Blaise.

-Queremos saber qué estabas haciendo abajo –aclaró Vincent.

-¿A qué te refieres? ¿Qué estaba haciendo? –preguntó Draco, aunque sospechaba que sabía acerca de qué estaban hablando.

-¡Estabas sentado con Severus! –lo acusó Gregory.

-¡Y lo invitaste a jugar quidditch con nosotros! –agregó Blaise.

-Necesitábamos más jugadores y él estaba por ahí cerca –se defendió Draco. Había elegido responderle primero a Blaise porque necesitaba pensar en una explicación sobre por qué estaba sentado con Severus.

"De verdad tengo que ser cuidadoso con esto. Están sospechando. Si vuelvo a ser amable con Severus otra vez se volverán en mi contra" pensó.

-Eso aún no explica por qué estuviste sentado con él toda la tarde –señaló Vincent.

Bueno, al menos eso significaba que el incidente del quidditch había sido explicado en forma suficiente.

-Yo… yo quería preguntarle algo –dijo Draco honestamente.

-¿Entonces por qué no regresaste con nosotros después de hacerlo? –demandó Blaise.

-Iba a hacerlo, pero no pude... no logré preguntarle.

-¿No pudiste preguntarle? ¿No crees que estuviste bastante tiempo con él? –siseó Blaise.

-¿Qué era lo que querías preguntarle, en todo caso? –exclamó Vincent.

-Yo... yo... preferiría no decirlo –balbuceó Draco.

Ahora incluso Gregory estaba enojado.

-¿Tienes secretos con nosotros, Draco? –preguntó.

-¿Secretos que le cuentas a esa pequeña rata, pero no a nosotros? –gruñó Vincent.

-Pensé que éramos tus amigos –gruñó Blaise.

Draco los miró acercarse "¡Oh, no, ya está pasando!"

-¡Miren, tampoco quería decirle a él! –gritó, retrocediendo-. Por eso me quedé ahí tanto tiempo. No quería decirle, pero pensé que tenía que hacerlo, y al final no lo hice porque de verdad no quiero decírselo a nadie.

-¿Pero si se lo hubieras dicho a alguien habría sido a Severus y no a nosotros? –preguntó Vincent.

-¡No, no, se los habría dicho a ustedes también!

-¿Entonces por qué no le hiciste la pregunta delante de nosotros? –Blaise otra vez. Parecía ser el más agresivo.

-Porque... porque… -¿qué cosa podía decir?

En ese momento entró Severus, erizo en mano y sonriendo abiertamente.  

-¿Alguno de ustedes piensa escaparse esta noche? –preguntó, ignorando sus miradas de enojo.

-¿Qué te importa? –grunó Draco-. No es asunto tuyo.

Pudo ver que los otros aprobaban su actitud. Salvado justo a tiempo.

-Sólo lo decía porque la primera persona que entre a la sala común se llevará una gran sorpresa –sonrió Severus-. Y ustedes no querrán ser esa persona. No lo he planeado para ustedes, después de todo.

***

Esa noche fueron despertados otra vez por un gran escándalo. Draco se sentó inmediatamente y miró hacia la cama de Severus.

-¡Ah, victoria! –anunció Severus y saltó fuera de la cama.

Los ruidos venían de escaleras abajo. Draco recordó de pronto la advertencia de Severus acerca de la sala común. De ahí era definitivamente de donde venía el ruido.

Draco bajó de la cama y siguió a Severus, los otros tres siguiéndolo a él.

Se detuvieron en seco a la mitad de las escaleras. Frente a la entrada estaba algo que lucía como una gran pila de cuerdas en movimiento con un balde en el extremo superior. Algunas sillas estaban medio caídas en el montón de cuerdas y éstas parecían estar atadas a una de las mesas.

Una segunda mirada reveló que el montón de cuerdas estaba muy mojado y había alguien debajo. ¡Era por eso que se movía! Entre las cuerdas podía verse un poco de una túnica azul y algo de cabello blanco quedaba a la vista en cada movimiento.

-¡Hola, Albus! –saludó Severus a las cuerdas con una sonrisa triunfante en la cara-. Pensé que necesitabas otra ducha, después de lo que le hiciste a mis materiales.

El balde emitió un sonido fuerte y horrible, pero inidentificable.

Severus se acercó lentamente y sacó el balde de encima de la cabeza de Dumbledore. El director estaba otra vez completamente empapado.

Dumbledore parpadeó, haciendo gotear agua de sus pestañas y trató de levantarse, pero estaba demasiado enredado en las cuerdas como para poder hacerlo y no podía alcanzar su varita. Tuvo que quedarse apoyado contra el muro. Lentamente sus ojos recorrieron la habitación.

La Casa de Slytherin al completo se había reunido ya en las escaleras, riendo y señalando.

Dumbledore volvió su atención a Severus.

-De acuerdo –dijo sonriente-. Ustedes, muchachos, han tenido su dosis de diversión. Ahora déjenme ir.

-No –dijo Severus-. No hasta que me supliques.

-De acuerdo, por favor, Severus, déjame ir.

-No es suficiente –decidió Severus.

Los Slytherin en las escaleras rieron más y más fuerte.

-Severus, suéltame o le quitaré otros cien puntos a Slytherin.

No hubo reacción.

-No quiero hacerlo, Severus. Ustedes son mi Casa. Pero tengo que insistir en que me suelten.

Algunos Slytherin empezaron a verse preocupados, pero la vasta mayoría no se preocupa ya por los puntos y continuaron vitoreando a Severus.

-No –repitió Severus-. Tal vez sólo te deje ahí hasta que los otros profesores vengan a buscarte en la mañana.

-Mira, sé que sobreactué un poco ayer en la noche, y lo lamento. No debí gritarte de esa manera. Vine a decírtelo. Aún soy tu amigo, Severus.

-¡No lo eres! –gritó Severus enojado-. Dulces sueños, Albus.

Dio vuelta y caminó de regreso a las escaleras.

-¡Severus, no puedes hacer esto! Voy a pescar otro resfriado.

-¡Mira cuánto me preocupo! –exclamó Severus mientras subía las gradas.

La audiencia estaba silenciosa. Eso era mucho más que otra de las jugarretas de Severus.

-¡Si alguno de ustedes no me suelta inmediatamente, les restaré quinientos puntos y pondré en detención a toda la Casa! –amenazó Dumbledore.

Los estudiantes se miraron unos a otros con desconcierto. Entonces, lenta y dudosamente, Susan bajó las escaleras y liberó a Dumbledore. Hecho esto, ella dio media vuelta y corrió a su dormitorio.

Antes de que Dumbledore hubiera podido salirse de la red, que ahora yacía flojamente a su alrededor, y pudiera quitarse de encima las últimas cuerdas, la sala común estaba completamente vacía y todos los estudiantes fingían dormir.

Continuará...

Notas:

¿Y qué piensan de la venganza de Severus? Considerando sus últimos comentarios, probablemente no ha sido suficiente. No tengo más preguntas hoy, pero si desean pueden brindarme ideas sobre qué hacer con la última ratonera, me encanta escuchar de ustedes.

En próximos capítulos:

¿Dónde obtuvo Severus su tarea?, la última ratonera, más aventuras nocturnas, un problema con dulces y dinero, Severus promete conseguir un amigo, ¿y Dumbledore de verdad pescará otro resfriado?