Harry Potter y El Misterio de PUMAS.
Everything goes to the Devil.
I mean, J. K. Rowling.
Y Gracias a Nekocha y a Uruviel por sus reviews. Y sí, lo voy a continuar.
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2.- Un aviso.
(O El Caso de la Reina de las Águilas)
No será nada personal.
Arregle sus asuntos pendientes antes de que sea demasiado tarde.
PUMAS.
El minuto de silencio había sido interrumpido por el grito de Cho Chang.
Había tomado la pequeña nota, y acto seguido, la leyó.
La soltó, sus manos temblando, y lágrimas cayendo por sus ojos. Era impresionante la facilidad y rapidez con la que se soltaba a llorar la de descendencia oriental.
Cada uno de los integrantes de la mesa de Profesores se había puesto de pie –exceptuando a cierto maestro de Pociones que tú y yo conocemos-, y Flitwick, a pasos pequeños, pero bastante veloces, bajó a la mesa de Ravenclaw, a un lado de Cho.
-Señorita Chang, ¿qué le pasa? –dijo, tratando de calmarla, para después tomar la nota- ¡Por Merlín! Profesor Dumbledore, creo que debería de ver esto...
Al día siguiente, todo el Colegio de Magia y Hechicería de mayor popularidad en Europa sabía que cierta alumna de uno de los últimos grados había sido amenazada de muerte. O quizá era una simple broma, ¿no? Además, Hogwarts era el lugar más seguro del mundo... pero, para evitar alguna baja en la lista de alumnos, se habían tomado ciertas medidas de seguridad para con la Ravenclaw.
Aunque decir ciertas medidas de seguridad era realmente quedarse corto. La mayor parte del tiempo se la pasaba sola en su dormitorio en la torre de Ravenclaw, y quien podía pasar a verla era nada más Michael Corner, su actual novio, y el único que podía darle las tareas que le eran encargadas, y que daba al mundo información sobre ella.
Según rumores, Cho pasaba el día entero llorando y llorando, y eso hacía que su belleza resaltara detrás de esas lágrimas que no debían ser derramadas.
-¿No crees que deberías de ir a verla, Harry? –preguntó esa noche la inteligente Hermione, mientras él y sus dos amigos estaban frente al fuego haciendo su tarea.
-Definitivamente no –interrumpió Ron-. ¿Recuerdas todo lo que te hizo el año pasado? No deberías apenarte por ella.
-Pero finalmente eres alguien cercano a ella –corrigió a Ron-. Además, creo que cuando alguien está así, no importa quien sea, debe de recibir todo el apoyo posible. No es así, ¿Harry?
-Mmhh –dudaba-. Creo que Hermione tiene razón –dijo finalmente.
-Hermione siempre tiene la razón –susurró Ron, mientras Hermione regalaba al mundo una sonrisa de victoria.
Salió de la Sala común de Gryffindor para dirigirse a la de la Casa del Águila.
Harry caminaba por los pasillos, cavilando sobre cuántas veces había pasado por ahí antes. Sobre cuántas aventuras había tenido en ese castillo, con sus inseparables amigos. Pensaba en qué vendría después, qué pasaría con su vida, qué sería con Vold—
Y vio una sombra en la pared.
Cada día estás peor, pensó Harry, convenciéndose a sí mismo de que aquella cosa que vio en proyectada en la pared no existía. Aunque el gato de manchas café que acababa de pasar por aquel lugar, en dirección opuesta a la del de cabello azabache, no opinaba lo mismo.
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-¡Harry, no sabía que vendrías! –exclamó la de Oriente, tapándose con una cobija- ¡Y mucho menos tan tarde!
-Lo siento, si quieres me retiro... –respondió, dando media vuelta.
-No, no; eso no era lo que quería decir, simplemente no te esperaba... siéntante.
-Gracias –respondió, sentándose al pie de la cama de la Ravenclaw -¿cómo has estado?
-Con miedo... esa nota...
-¿Crees que sea cierta? –preguntó interesado Harry.
Cho entrecerró los ojos, que empezaban a llorarle.
-No lo sé... espero que no... –dijo, derramando una lágrima.
-Vamos –respondió Harry con una sonrisa-, no creo que sea real. No va a pasar nada, ya ves. Aquí en Hogwarts nunca pasa nada...
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Era llamada por algunos La Reina de los Ravenclaw.
Aquella ocasión fue la única en la que no se había visto bien: aquella en la que su largo y ondulado cabello dorado rojizo, sus penetrantes ojos azules, su dulzura en pálida piel y su figura en una balanceada forma petite, habían perdido brillo por culpa de ellos. Por culpa de esos tres que hicieron que su cara de llenara de... granos, grasa, todo lo que la hacía imperfecta.
Marietta Edgecombe recordaba con bastante recelo aquella ocasión en la que tres estudiantes de un menor grado –y de una casa tan pobre como lo era Gryffindor- le hicieron perder por unos días su figura y su apariencia, que no había florecido de la nada. Pensaba todavía en cómo vengarse, mientras comía un pequeño panqué, sentada sola en la mesa de Ravenclaw.
Pensaba, hasta que fue interrumpida por un leve susurro, justo en su nuca.
-Expletus Pupa.
Y nadie se dio cuenta de que un hombre, que segundos después desapareció para dar lugar a un gato, salió sin que nadie, ni siquiera la Señora Norris, se diera cuenta.
Y vaya susto que se llevaron los primeros en bajar a desayunar a la mañana siguiente, al ver al cuerpo de Marietta descansando en uno de los asientos de la mesa Ravenclaw: una muñeca con los ojos cerrados y manos juntas, con una lechuza con colores parecidos a los de una águila en su hombro.
Una rosa roja en su regazo, que el mismo Dumbledore tuvo que ir a tomar con sus propias manos, ya que nadie más se atrevía a hacerlo.
Haciéndole favores al mundo,PUMAS.
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Primero Fleur, ahora Marietta, ¿qué está pasando?
¿Y quién lanzó ese hechizo desconocido?
Todo lo sabremos en capítulos siguientes, gracias por sus reviews.
Y por cierto, ¿quién será la siguiente víctima?
Adam.
