Capítulo 1
En una elegante mansión de Hong Kong, un muchacho de 16 años ingresaba a su alcoba. El día había sido realmente agotador, no sólo los entrenamientos sino también la reunión con el consejo de ancianos habían mermado sus fuerzas, sin mencionar, su paciencia.
- Esos malditos viejos... - Dijo para sí antes de cerrar la puerta de golpe.
En verdad había sido un día agitado. La reunión con el consejo no había llegado a nada (como de costumbre), y para aumentar sus preocupaciones, también estaba ese extraño personaje que su madre había presentado esa noche.
- Está claro que ese sujeto posee más poder del que aparenta. - Se decía a sí mismo mientras recordaba lo sucedido. Ese individuo en verdad le había llamado la atención, no sólo por la extraña familiaridad con la que su madre lo trataba, algo muy raro considerando que ella siempre es algo fría con las personas ajenas al clan, sino también por la forma como los miembros del consejo parecían intimidados ante su presencia. Eso en verdad sorprendió a Syaoran, después de todo, ese individuo a primera vista no parecía tener un gran poder mágico, sin embargo, estaba claro que su verdadero poder se mantenía oculto, y todo indicaba que era mayor de lo que se podía imaginar.
"¿Quién será en realidad? Parece algún viejo amigo de mi madre. No lo entiendo, emite un aura muy... extraña. Es una presencia muy característica."
Siendo desconfiado por naturaleza, Syaoran sabía a la perfección que debía tomar sus precauciones con ese individuo. Después de todo, aunque no había podido detectar un aura maligna o amenazante dentro de él, las apariencias a veces engañan, y en una época tan caótica como la actual, es indispensable mantener la guardia en alto.
"Tal vez estoy exagerando, después de todo, mi madre no lo miraba como si se tratara de alguien peligroso. Aún así, lo mejor será que averigüe más sobre él."
El muchacho se dejó caer sobre la cama.
"Sin embargo, eso lo haré en la mañana. Por ahora, sólo quiero olvidarme de todo."
Estaba poco más que fastidiado, ya no quería saber nada sobre el consejo o sobre la situación dentro de los círculos místicos, solo quería descansar... descansar y poder ver de nuevo a su hermosa flor de cerezo.
"Espero que no piense que me olvidé de nuestra cita de esta noche." Pensó mientras se reincorporaba y miraba al escritorio. "Sakura..."
Después de asearse y cambiarse de ropa, el joven de cabellos castaños se dirigió hacia el mueble. Abrió un cajón en específico, uno que desde hace dos semanas mantiene cerrado bajo llave y que sólo abre cuando llega la hora de dormir. Del interior del cajón sacó un pequeño cofrecillo color ocre, y del cofrecillo, un pergamino verde con letras doradas.
- Sakura... - Suspiró mientras miraba al pergamino, cierta ternura se dibujaba en su rostro.
Tomó un trozo de gis y trazó un círculo en el suelo, en cuyo interior dibujó una estrella de cinco picos atravesada por una media luna. Colocó el pergamino en el centro del círculo y cerró los ojos, comenzando a concentrar su energía.
- "A mi adorada flor, que duermes en tu capullo de noche, espero que la luna acepte ser nuestra cómplice. Que las estrellas formen un puente entre nosotros, que lo espíritus guarden el lazo de nuestros corazones y lo protejan dentro de una caja de luciérnagas." - Recitó mientras una corriente de magia empezaba a formarse alrededor del cuarto.
Un viento color verde empezó a girar alrededor del pergamino. El muchacho sintió una enorme pesadez en los ojos, el sueño empezaba a vencerlo, se acercó a su cama y se desplomó sobre ella.
- Gracias... - Fue lo último que musitó antes de quedarse dormido
El lazo del corazón se elevó en el aire y comenzó a brillar, desvaneciéndose en un destello de luz verde. Syaoran dormía con una sonrisa de felicidad en el rostro, dentro de pronto se encontraría con su amada...
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- ¿Sentiste eso? - Preguntó un anciano de larga barba blanca a su compañero que permanecía sentado a su lado, contemplando los jardines de la mansión.
- Sí. ¿Qué crees que haya sido?
- No lo sé, pero he percibido perturbaciones como esa todas las noches durante las últimas dos semanas. Es una magia muy extraña, nunca antes había sentido algo parecido.
- ¿No creerás que es...?
- ¡Oh! ¡Dios!
Una expresión de terror se apoderó del rostro de los dos ancianos al pensar en lo que podrían representar esos extraños despliegues de energía mágica.
- Ojalá y no sea eso. Aún no estamos preparados para su llegada.
- ¿No sabes si acaso ya han llegado a la ciudad?
- No lo sé, pero enviaré gente a que los rastree de inmediato.
- No tienen porque preocuparse por eso. - Dijo una voz grave detrás de ellos.
Los dos ancianos se voltearon hacia el portador de la voz, se trataba de un hombre de unos 80 años de edad, de tez ligeramente morena y cabello blanco largo. Vestía un imponente traje ceremonial rojo oscuro, el hecho de que los ancianos le hubieran hecho una reverencia indicaba que se trataba de una persona de alto rango.
- No es necesario que envíen a nadie a investigar, sólo ignoren esas perturbaciones de magia. Lo importante es proceder con lo planeado. - Dijo con tono autoritario mientras mantenía los brazos cruzados.
- Pero mi señor, si esas reacciones de energía son lo que pienso... - El otro viejo mostraba una gran angustia en su rostro mientras hablaba. - ¿Qué tal si las fuerzas del círculo ya han despertado?
- ¡Las fuerzas del círculo aún no despiertan! - Gritó el de mayor rango con disgusto. - Pero muy pronto lo harán, y cuando eso suceda, debemos estar preparados.
- ¿Pero que hay de esas extrañas perturbaciones de magia? - Preguntó el de barba blanca. - No se perciben como algo ordinario, es una magia muy poderosa, una que nunca antes había sentido.
- Sí, efectivamente es poderosa... - Respondió su superior mientras frotaba su barbilla en expresión pensativa. - Pero no percibo hostilidad alguna en ella, de hecho, se siente como algo inofensivo. No creo que nos represente algún peligro. Ignórenla, no vale la pena que malgasten su tiempo en algo como eso.
- Sí... sí señor. - Los dos ancianos se inclinaron ante quien parecía ser su jefe, todavía se mostraban nerviosos.
- Por cierto, puedo sentir cierta presencia extraña en la mansión. ¿Acaso ese sujeto aún sigue aquí?
- En estos momentos está conversando con la líder. Usted sabe, ellos son viejos amigos.
El anciano mayor ni se molestó en ocultar su enojo.
- Sí... Demasiado para mí gusto... - Masculló mientras una expresión furiosa se apoderaba de su rostro. - Él puede llegar a complicarlo todo... No importa, sólo continúen con el plan. - Dijo antes de darse vuelta para entrar de nuevo a la mansión.
Una vez que su superior se retirara, los dos viejos comenzaron a conversar de nuevo.
- Ese tonto senil está subestimando las propiedades de esa corriente de magia. - Dijo el de barba blanca. - No se puede pasar por alto un despliegue tan poderoso, menos si la fuente se encuentra aquí mismo, en Hong Kong.
- Sí, y tan cerca de la mansión Li. - Agregó el otro.
- Tal vez debamos actuar por nuestra cuenta. - Sugirió su compañero.
- ¡¿Estás loco?! Si él nos descubre, estaremos perdidos.
- Él no nos descubrirá, y si lo hace, no creo que nos castigue. Después de todo, esto no lo haremos sólo para proteger nuestros intereses, también los de él.
El otro anciano no se veía tan confiado como su compañero.
- No estoy seguro, de esto. Tú sabes bien lo peligroso que él puede llegar a ser. Después de todo, él fue quien asesinó al antiguo líder...
- Eso lo sé perfectamente, pero no te preocupes. Si actuamos correctamente y jugamos bien nuestras cartas, es seguro que al final no sólo saldremos bien librados, quien sabe, tal vez hasta nos dé una recompensa.
- ¿Qué es lo que piensas hacer?
Una sonrisa torcida se dibujó en el rostro del viejo.
- Esa energía tiene un poder tremendo, si logramos controlarla, tal vez podamos usarla para nuestros planes.
- ¿Y cómo piensas hacerlo? - Preguntó el otro mientras rascaba la calva en su cabeza.
- Primero hay que localizar la fuente...
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Mientras todo esto sucedía en la mansión Li, una figura cubierta por una gabardina vagaba por los barrios bajos de Hong Kong. Las calles del mercado, que usualmente suelen estar atestadas a medio día, lucían desiertas en la noche. El individuo, cuyo joven rostro era cubierto parcialmente por el ala de su sombrero, ingresó en una callejuela oscura y lóbrega. Miró a su alrededor, todo parecía estar en calma.
"Hay algo aquí que no está bien" Pensó mientras sacaba un teléfono celular de uno de sus bolsillos. El muchacho presionó un botón al costado del teléfono.
- "¿Sí?" - Respondió la voz al otro lado de la línea.
- ¿Está todo bien? - Preguntó el muchacho.
- "¡Vaya! Ya era hora de que llamaras, me tenías preocupado. Todos en la mansión estamos bien, ¿qué ha sucedido contigo? ¿Encontraste algo?"
- No, pero sigo buscando. ¿Estás seguro de que ellos nos han seguido?
- "No me cabe la menor duda. Sabes que no se rendirán hasta lograr sus objetivos. Debes ser cuidadoso, si descubren nuestra alianza con la jefa del clan Li, la situación se pondrá peligrosa."
- No tienes porque preocuparte, yo me ocuparé de todo. Por cierto, ¿dónde se encuentra Tatsumi?
- "La envié a cumplir un encargo. No te preocupes por ella."
- No lo hago, sé que puede cuidarse sola, lo que en verdad me preocupa es lo juguetona que es algunas veces. Ese comportamiento puede resultar problemático.
- "No tan problemático como las bromas que tanto te gusta gastarle a la gente." - Respondió la otra voz con severidad.
- ¡Oh! ¿Ya vas a empezar con eso? - Replicó el muchacho riendo levemente. - Vamos, no seas tan severo. ¿Qué acaso no tienes sentido del humor?
- "Tengo sentido del humor, lo que no tengo es paciencia. Cuando eras apenas un niño, podía tolerar esa clase de conducta, pero a tu edad, realmente creo que debes empezar a tomar las cosas con seriedad."
El muchacho rió levemente de nuevo.
- Hombre, no seas tan amargado. No es para tanto. Además, si todas las cosas en la vida tuvieran que tomarse seriamente, la felicidad pasaría a ser un simple concepto abstracto.
- "¿Es esa otra de tus perlas de la sabiduría?"
- Si la quieres llamar de esa manera...
Mientras el muchacho continuaba conversando por el celular, una serie de misteriosas sombras empezaron a deslizarse sigilosamente al interior del callejón. El muchacho miró de reojo, la expresión risueña en su rostro se tornó por una completamente seria.
- Katsu, tengo que colgar, hay un problema.
- "No me digas que..."
- No te preocupes, lo tengo todo bajo control.
- "Cuídate por favor..."
El muchacho cortó la llamada. Todavía alcanzó a escuchar el tono de preocupación en la voz de su amigo. Se volteó hacia las sombras que empezaban a rodearle amenazantes, listas para atacar a la menor oportunidad que tuvieran. Sus brillantes ojos rojos resplandecían en medio de la oscuridad.
- Vaya, así que vienen por mí. - Les dijo con una sonrisa pícara. - Es una lástima que no les hayan enseñado modales, deberían saber que es de mala educación interrumpir una conversación telefónica.
Los asesinos soltaron una especie de siseo mientras se ponían en posición de combate.
- Bien, sí así es como lo quieren... - Dijo el joven de la gabardina levantando el ala de su sombrero, un leve destello cruzó por el vidrio de sus anteojos. - Comencemos.
Los asesinos no dudaron ni un solo instante y aceptaron la invitación, se lanzaron contra él a toda velocidad. En respuesta, el muchacho levantó la mano derecha, el ataque fue rechazado y los agresores fueron repelidos hacia atrás, habiendo sido golpeados por lo que parecía una pared invisible.
- Mi turno. - Dijo sonriendo malicioso. Chasqueó los dedos. Instantáneamente, una serie de flamas multicolor aparecieron de la nada rodeando a sus atacantes. - Ahora... ¡Desaparezcan! - Ordenó levantando la palma de su mano.
Las flamas envolvieron a sus adversarios en un torrente de fuego color azul. Los asesinos cayeron al suelo, gritando y gimiendo en agonía, antes de desaparecer convertidos en cenizas.
- Eso bastará. - Dijo el joven mientras tomaba nuevamente su celular.
- "¿Qué sucedió? ¿Estás bien?" - Preguntó la afligida voz después de que el muchacho volviera a llamar.
- Ya todo está en calma, no tienes porque preocuparte.
La otra voz dejo salir un suspiro de alivio.
- "Gracias al cielo, por un momento temí que te hubiera sucedido algo."
- Oye, deberías darme más crédito. No olvides quien de los dos es el más poderoso. - Dijo sonriendo más pícaro todavía.
- "¡Cielos! De verdad tienes el don de exasperarme. ¿Lo sabías?"
El joven sólo se encogió de hombros.
- Sobre eso no lo sé, pero tenías razón sobre los asesinos. Nos siguieron después de todo.
- "Te lo dije. Lo mejor será que te dirijas a un sitio más seguro, puede haber más rondando los alrededores."
- Eso lo tengo presente.
- "Ten cuidado, por favor."
- No hace falta que me lo digas, lo tendré.
- "Eso espero. Nos encontraremos en el punto de reunión."
- Te estaré esperando. - El muchacho colgó el celular y desvió la mirada hacia el cielo estrellado. Una vez más, el gesto risueño en su rostro desapareció para dar paso a una mueca de preocupación.
- Sólo espero que nada terrible suceda. - Susurró poco antes de perderse en la oscuridad del callejón.
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En la mansión Li, Irean Li se encontraba descansando en su habitación. No estaba sola, un hombre de unos 40, casi 50 años, se encontraba con ella. El individuo vestía un elegante atuendo a la usanza inglesa, su cabello cano era iluminado tenuemente por la luz de las lámparas. En sus ojos marrones se apreciaba una gran sabiduría, la cual no era opacada por el vidrio de sus anteojos.
- ¿Y bien? - Preguntó Irean, observando como el hombre guardaba su celular.
- Mi presentimiento era correcto: Los frailes enviaron a sus criaturas tras de nosotros.
- ¡Cielos! - Exclamó la hechicera inquietada. - Y entonces, ¿qué haremos?
- Estar alerta. - Respondió el hombre con sequedad.
La mujer sólo asintió.
- El círculo aún no despierta, pero su poder ya está latiendo. Sus seguidores no se detendrán ante nada hasta conseguir su objetivo. - Dijo ella con seriedad.
- Debemos estar preparados. Cuídate ante todo de esos traidores dentro de tu clan. No dudo que ellos aún estén coludidos con los frailes.
- Descuida, tendré cuidado. Por cierto, ¿cuándo conoceré a tus alumnos?
El hombre suspiró con resignación.
- Por el momento no podrá ser posible. Con esos asesinos siguiéndonos, lo mejor será que nos mantengamos alejados del clan Li por un tiempo. No quisiera traerte más complicaciones. Por ahora, deja todo en mis manos.
- Cuento contigo.
- No te preocupes, no te decepcionaré. - El hombre mantenía una mirada llena de determinación, era indudable que se trataba de un mago poderoso.
- Agradezco todo lo que estás haciendo, Katsuhiro. - Le dijo la jefa del clan Li mientras observaba como se levantaba de su silla.
- No tienes que agradecerme nada, Irean. Es lo menos que puedo hacer, te lo debo a ti y a tu esposo. Además, estoy seguro de que ustedes hubieran hecho lo mismo por mí.
- Él... él de verdad te apreciaba mucho... - Dijo la hechicera con algo de tristeza.
- Lo sé. - Respondió el mago en el mismo tono que ella.
La mujer desvió la mirada hacia el retrato en su cómoda. Algo de nostalgia se formó en sus ojos.
- De verdad lo extrañas, ¿no es así? - Comentó el hechicero, percatándose de la manera como miraba la fotografía.
- Siempre lo he extrañado. - Respondió ella apartando su vista del retrato. - Aunque como líder que soy, mi temple debe ser de hierro.
- Eso lo entiendo.
Katsuhiro Yamada tomó su sombrero y caminó a la salida.
- ¿Cuándo podré citarte de nuevo? - Preguntó Irean.
- Hasta dentro de dos semanas. Mientras tanto, si necesitas algo, no dudes en llamarme.
- Lo tendré en consideración.
La puerta de la habitación se abrió.
- ¿Necesita algo, señora? - Preguntó Wei, ingresando en la recámara.
- Wei, por favor, escolta al señor Yamada hasta la entrada.
- Como usted ordene, señora. - Respondió el mayordomo, haciendo una reverencia. - Caballero, sígame por aquí.
El señor Yamada asintió, hizo una pequeña reverencia antes de salir.
- Hasta pronto, Irean. Cuídate y no dejes de mantenerme informado de nada de lo que suceda.
- Lo haré, Katsuhiro, y no te preocupes por mí. Mi salud puede estar decayendo, pero mi espíritu sigue inquebrantable. - Contestó la jefa del clan, sonriendo orgullosa.
- Eso siempre lo he mantenido presente. - Respondió el mago, sonriendo también.
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El reloj marcaba la media noche. Sakura permanecía acurrucada en su cama, abrazando sus piernas mientras mantenía la vista clavada en el escritorio.
"¿Y si eso en verdad fue una premonición?... No... No puede serlo... ¡No puede serlo!..." Pensó mientras negaba con la cabeza y se volteaba hacia el oso de peluche que yacía a su lado. Lo tomó en sus brazos, apretándolo con fuerza. "Syaoran..."
Sin que la muchacha lo notara, la carta en el escritorio empezó a brillar, elevándose en el aire. La muchacha empezó a sentir una tremenda pesadez en los ojos.
"No me importa si es una premonición o no... no dejaré que suceda... no lo permitiré..."
La joven cerró los ojos con cansancio. Antes de caer dormida, pudo sentir como una corriente de magia se formaba a su alrededor.
"Syaoran..."
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No muy lejos de allí, sobre la torre del reloj, tres sombras parecían haberse exaltado con algo.
- Mi señora... esa corriente de magia... - La sombra de la voz masculina parecía algo turbada.
- No tienes porque asustarte. No es nada de peligro. - Dijo la muchacha, su melodiosa voz reflejaba algo de satisfacción.
- Pero mi señora, es un poder tremendo. - Dijo la sombra de voz femenina, asustada ante lo que podría significar.
- No te preocupes, sólo relájate... - Respondió la joven, mirando hacia la ciudad, enfocando su vista en una casa en particular. - Esto será divertido... - Dijo mientras una enigmática sonrisa se formaba en sus labios.
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La ventana de Sakura se abrió. A pesar de la oscuridad, la muchacha alcanzó a vislumbrar una figura ingresando entre las sombras, su presencia familiar le tranquilizó. No pudo evitar sonreír antes de levantarse y correr a abrazar al muchacho. Éste respondió con el mismo gesto.
- Me tenías preocupada. - Le dijo.
- Lo siento. La reunión con el consejo de ancianos se prolongó más de lo que hubiera querido.
La expresión en el rostro de Sakura cambió por una de inquietud.
- Y... ¿qué sucedió? ¿Hubo suerte? - Preguntó expectante ante lo que su novio iba a comunicarle. La expresión de desazón en el rostro de Syaoran le permitió conocer la respuesta antes de que el muchacho pronunciara palabra alguna. Cierta desilusión se formó en los ojos de la maestra de cartas. - Por lo visto no...
- Lo lamento mucho. - Dijo Syaoran con tono afligido. - Por más que mi madre y yo lo intentamos, los ancianos siguen tercos con sus planes. No queda mucho que hacer, aunque tal vez haya una posibilidad.
- ¿Cuál? - Preguntó ella con ansiedad.
- Hoy mi madre presentó ante el consejo a un hechicero procedente de Inglaterra. Me parece que su nombre es Katsuhiro Yamada, parece que mi madre lo conoce desde hace tiempo. A decir verdad, no sé mucho sobre él, de hecho, nunca antes había escuchado su nombre, pero parece ser un individuo poderoso. Hasta el anciano Shen le guardaba respeto, y tú sabes lo antipático que es él.
Sakura contuvo una ligera risa.
- Sí, me lo haz comentado.
Syaoran continuó.
- El punto es que este individuo se presentó con la intención de formar una alianza entre su familia y el clan Li, prometió ayuda financiera y apoyo de parte de sus miembros en caso de que estalle la guerra. Mi madre espera que con su respaldo, el consejo cambie de opinión y la alianza matrimonial no se lleve a cabo.
- ¡Eso es estupendo, Syaoran! - Exclamó la maestra de cartas, feliz de saber que aún tenían esperanzas. No obstante, su alegría no duró mucho, la forma como Syaoran endureció su expresión la inquietó de nuevo.
- Hay algo en ese sujeto que no me agrada. Además de que nunca había oído hablar de él o de su familia, hay algo muy extraño en su aura mágica. Es como si tratara de distorsionarla, como si la disfrazara. Me pregunto que será lo que está ocultando.
- Tal vez sólo está tratando de protegerse. Después de todo, tú dijiste que la situación en los círculos místicos de Hong Kong es caótica en estos momentos. Probablemente, no quiere exponerse a ser víctima de un ataque.
Syaoran frunció el ceño.
- No lo creo. Aunque su apariencia no lo demuestre, no dudo que se trate de un oponente de cuidado. Se trata de algo más, de eso estoy seguro. Está escondiendo algo.
- Syaoran... - Sakura llevó sus manos a la cintura mientras miraba a su novio de manera inquisitiva. - ¿Por qué siempre eres tan desconfiado con las personas? Este señor podría ser nuestra última esperanza y tú empiezas a tratarle recelosamente como si se tratara de, qué se yo, un asesino en cubierto o algo así.
- Podría ser, los asesinos expertos pueden tomar muchas formas. Sé de algunos que pueden transformarse en palomillas para después atacarte por la espalda mientras no los estás viendo. Son muy traicioneros, por eso siempre hay que estar a la expectativa. - Syaoran hablaba mirando desconfiadamente en todas direcciones. - Por cierto, no se metió ninguna palomilla cuando abrí la ventana, ¿verdad?
El muchacho se volteó hacia la ventana para cerrarla, no sin antes cerciorarse de que no se hubiera introducido ningún insecto volador en el cuarto. La maestra de cartas sólo lanzó un suspiro de resignación.
- Tú definitivamente no tienes remedio. - Le dijo con una gota en la frente.
El muchacho soltó una ligera risa.
- Ja, no te enfades, sólo estaba jugando. Me parece que estás demasiado tensa esta noche.
La muchacha se cruzó de brazos mientras le daba la espalda.
- Me tenías muy preocupada. Por un momento pensé que te habías olvidado de la cita. - Le dijo a manera de reproche.
El joven chino se le acercó y la abrazó por detrás.
- No te enojes. - Dijo mientras le besaba en la mejilla. - ¿De qué manera podría compensarte por la demora?
- Bueno... - Sakura se volteó hacia él para abrazarlo. - Hay una forma. - Dijo mientras le sonreía en forma juguetona.
- ¿En serio? - Preguntó él, sonriéndole de la misma manera. - Y... ¿cuál es?
- Bueno...
La muchacha lo soltó. Caminó hacia la ventana para abrirla de nuevo. Aún en la oscuridad, Syaoran se había percatado de la clase de camisón que Sakura llevaba puesto: uno bastante delgado y que dejaba apreciar gran parte de su esbelta y torneada figura.
- ¿Qué te parece si...?
- ¿Si...? - El espadachín se acercó a ella con expresión pícara.
- Si...
- ¿Si...?
- ...Salimos a dar un paseo.
- ¿Cómo? ¿Ahora? - Preguntó él, algo extrañado por la singular propuesta.
- ¿Por qué no? Después de todo, la noche aún es joven. Tenemos todo el tiempo del mundo. - Respondió ella, sonriendo más juguetona todavía.
- Eso lo sé perfectamente.
- ¿Entonces? ¿Vamos? - La muchacha le guiñó el ojo.
Pasaron algunos segundos antes de que el joven respondiera.
- ...¿Por qué no?
Sakura sonrió ampliamente. Syaoran se paró sobre el marco de la ventana, dándole la mano para que ella se subiera también.
- Bien. Partamos entonces.
- De acuerdo. - Le dijo sonriéndole tiernamente.
Ambos miraron hacia el exterior, la noche se abría ante ellos ofreciendo toda una serie de posibilidades, había miles de sitios que visitar. Lo mejor de todo era que nadie podría verles, mucho menos, molestarles.
- ¿Lista?
- Sí.
Sakura cerró los ojos mientras empezaba a concentrar su energía. Una corriente de magia se formó alrededor de su cuerpo.
- "Fly" - Gritó mientras abría los ojos.
Sobre la mesa, el libro mágico se abrió liberando a la carta Fly, la carta se elevó en el aire y brilló con intensidad. Al instante, un par de hermosas y magníficas alas brotaron de la espalda de la maestra de cartas. La bella joven se elevó en el aire, saliendo por la ventana. Permaneció levitando enfrente de la casa por un momento, en espera de que su compañero partiera tras ella.
- ¡Vamos, Syaoran! - Le gritó animosa. - La noche está espléndida.
- ¡Voy tras de ti!
La joven se alejó en el aire con elegantes movimientos propios de un cisne, el joven chino la miraba desde la ventana. Cerró los ojos, preparándose a convocar un hechizo.
- "Dios del viento, ¡ven a mí!"
Inmediatamente, una corriente de viento verdoso se formó frente al muchacho. El torbellino empezó a tomar forma, moldeándose en lo que parecía ser un ave transparente de gran tamaño. Una vez que la criatura tomó forma sólida, el joven hechicero montó sobre ella. Tras dar un graznido, el ave se elevó hacia el cielo.
Sakura volteó hacia atrás, sonriendo al ver a Syaoran aproximarse junto con la gran ave. Soltó una leve carcajada antes de dar un aleteo y perderse en el firmamento. Syaoran la siguió hasta que logró darle alcance por encima de las nubes.
- ¿Por qué tardaste tanto? - Preguntó ella, juguetona.
- No me molestes, sabes que no lleva mucho desde que aprendí este hechizo. - Le replicó, algo molesto.
- No te enfades. - Le dijo ella, sonriéndole con dulzura.
- Nunca podría enojarme contigo. - Respondió él, sonriéndole de la misma manera, alargando su mano hacia ella para que la tomara.
Sakura aceptó la invitación y se acercó a él, tomando su mano y sentándose a su lado, desvaneciendo las alas en su espalda. Syaoran sonrió, la criatura mágica, por su parte, no parecía tan feliz de llevar nueva carga. Así fue hasta que Sakura acarició suavemente sus plumas, sonriéndole con dulzura, provocando que las pupilas del ave se posaran sobre su agraciada figura. El pájaro graznó de nuevo, aumentando la velocidad a la que aleteaba, demostrando que estaba encantado de llevar sobre sí a tan hermosa pasajera.
Syaoran le sonrió a Sakura mientras llevaba un brazo alrededor de su cintura, en respuesta, ella apoyó su cabeza sobre su hombro. Estando así, abrazados, montados sobre el pájaro de viento, los dos enamorados surcaron el cielo, perdiéndose de vista entre las nubes. Debajo de ellos se veía la ciudad, la cual lucía preciosa con las luces iluminadas. Tantos lugares a donde ir, tantos sitios que visitar. El reloj de la torre marcaba las doce y media, todavía faltaba mucho para el amanecer, tendrían tiempo para disfrutar de la noche.
- ¿A dónde quieres ir? - Preguntó él.
- Bueno... ¿qué te parece si vamos a esa colina que está en el parque? Esa donde contemplamos el amanecer la otra noche.
- Me parece bien.
Agitando sus alas, el enorme pájaro voló a toda velocidad hasta llegar al parque, donde descendió al lado de una gran arboleda. Cerca de allí había una fuente. Sakura acarició con ternura el pico del ave, agradeciéndole por haberlos traído. Syaoran se inclinó hacia ella en señal de respeto. El ave lanzó un nuevo graznido antes de hacer una especie de reverencia y, tras un rápido aleteo, perderse entre las nubes, donde se disolvió convertida en una leve brisa. Sakura y Syaoran permanecieron mirando hacia el cielo.
- ¿Así qué estos son los nuevos conjuros que has aprendido? - Preguntó Sakura al cabo de un rato.
- Debo reconocer que esos entrenamientos han servido para algo. - Contestó el espadachín mago cruzando los brazos, Sakura le miró divertida.
- ¿Y puedes convocar a otras criaturas como ésa?
- Puedo hacerlo, pero hay invocaciones que requieren demasiada energía, no es fácil llevarlas a cabo.
- Eso lo sé, las cartas no son tan sencillas de controlar cuando usas más de cuatro a la vez.
Syaoran sonrió levemente.
- Por lo que veo, Kerberos y Yue te han estado entrenando.
Sakura también sonrió.
- Dicen que debo estar preparada, sobre todo por esa extraña presencia que Yue ha estado detectando las últimas semanas.
Syaoran frunció el ceño, sabía perfectamente a que clase de presencia se refería ella.
- ¿Aún no averigua donde está la fuente de esa energía?
Sakura desvió la mirada con nerviosismo.
- No, pero dice que viene desde muy lejos, probablemente desde otro continente, y que es una presencia... hostil ...muy hostil, como si estuviera desafiando a alguien.
Syaoran desvió la vista hacia el cielo con recelo. El guardián de la Luna no era el único que había sentido esa presencia, él también lo había hecho, y cada vez que lo hacía, un extraño escalofrío le recorría la espalda. En efecto era una presencia retadora, pero más que eso, una presencia siniestra, algo tan aterrador que podría helar la sangre del más valiente. Sakura miró en la misma dirección que él, aunque ella no había percibido ninguna energía extraña en los últimos días, la forma como Yue le había hablado sobre ella realmente le había asustado. Se trataba de algo muy serio, algo de lo que tendrían que ocuparse pronto.
Los dos adolescentes permanecieron mirando hacia el cielo por varios minutos, contemplando las estrellas. Dicen que las estrellas guardan consigo el augurio de los humanos, probablemente eso es lo que este par de jóvenes estaba buscando: el augurio de su propia existencia. Algo que les indicara que hacer en los próximos días, cómo reaccionar ante los tiempos tan turbulentos que se aproximaban.
- ¿Qué crees que sea? - Preguntó ella con inquietud.
- No lo sé. - Respondió él, todavía frunciendo el ceño. - Pero por el momento tenemos cosas más importantes de que preocuparnos.
- Cierto. - Asintió ella.
- Vamos.
El muchacho le extendió la mano, ella la tomó con gusto. Caminaron por el parque sin despegar la vista del cielo. Sin importar que clase de augurio les deparara las estrellas, al menos sabían que estaban juntos.
Llegaron hasta una pequeña colina cerca del centro del parque. Al centro de la misma se encontraba un viejo roble. Se sentaron allí, apoyados sobre el árbol, contemplando el firmamento. Ella mantenía su cabeza apoyada sobre el hombro de él, mientras que el muchacho le rodeaba la espalda con uno de sus brazos.
- ¿No te has preguntado cómo es que podemos hacerlo? - Pregunta ella con suavidad, casi como un susurro.
- ¿Hacer qué?
- Usar magia en este lugar. No crees que debería sernos imposible.
- No lo creo. Después de todo, la magia forma parte de nosotros, se puede decir que es parte de nuestra esencia.
- Supongo que tienes razón. La ventaja es que al menos aquí no necesito usar el báculo para conjurar las cartas.
- Ni yo necesito usar mi espada para potenciar los hechizos. Por cierto, me gustaría que vinieras a visitarme, hay un sitio en Hong Kong que quiero mostrarte.
- Te prometo que lo haré cuando sea posible. Todo depende de quien de los dos se duerma primero, si lo haces tú entonces yo seré quien vaya a buscarte.
El joven espadachín suspiró.
- Probablemente pase algo de tiempo antes de que eso suceda. Ya sabes lo atareado que estoy con los entrenamientos.
Ella le sonrió.
- Lo sé, pero no te preocupes. Ya tendremos la oportunidad.
Él la apretó con mayor fuerza mientras acariciaba sus cabellos con la otra mano.
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Desde lo alto de la torre del reloj, las tres siluetas continuaban expectantes. Sus miradas centradas en el parque, sobre una colina en particular.
- No creí que fuera posible, pero veo que es verdad lo que he escuchado acerca del lazo del corazón. - Dijo la joven de voz melódica sin apartar su vista de la pareja bajo el viejo árbol.
- Tiene un poder muy grande sin duda. - Comentó la sombra femenina. - ¿Qué haremos ahora, mi señora?
- Yo considero que lo mejor sería regresar, ya hemos cumplido con nuestra misión. - Sugirió la otra sombra.
- Espera un momento. - Respondió la muchacha. - Lo mejor apenas está por empezar...
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Los dos jóvenes continuaban abrazados, contemplando el cielo. Sakura mantenía la vista fija en una estrella en particular. De repente sintió un escalofrío, el sueño que había tenido previamente cruzó a gran velocidad frente a sus ojos. Syaoran pudo sentir como la joven temblaba mientras se aferraba a él con mayor fuerza.
- Sakura, ¿estás bien? - Preguntó preocupado.
- Sí... No te preocupes... - Respondió ella, todavía temblando.
El muchacho la miró seriamente.
- No, no estás bien. Desde que llegué, te he sentido muy nerviosa, algo te está preocupando y no creo que sea sólo por el consejo de ancianos. ¿Qué sucede?
La joven hechicera desvió la mirada sin poder contestar, no quería comentarle a su novio acerca de ese sueño. Le aterraba recordar esa horrenda visión, no sabía como reaccionaría él si se lo contaba. Probablemente acabaría preocupándolo indebidamente, después de todo, aún no estaba segura de si realmente se trataba de una premonición. Ante el silencio de Sakura, Syaoran se afligió.
- ¿Acaso es algo que no me puedes decir...? - Preguntó bastante consternado.
- No, no es eso, es sólo que... - La muchacha volteó a mirarle con ojos vidriosos, lágrimas querían escapar de ellos. - Tengo miedo... tengo miedo de perderte.
El muchacho la miró en forma dulce mientras acariciaba sus cabellos.
- Eso no pasará... - Le dijo suavemente, tomando una de sus mejillas entre sus manos. - No importa lo que suceda, nunca me apartaré de ti. Eso lo sabes.
- Sí, pero... - La muchacha no pudo pronunciar nada más, ya que un par de labios se posaron sobre los suyos, silenciándola por un breve pero bello momento. Syaoran la abrazó con gran fuerza, apoyando su barbilla en su hombro.
- Pase lo que pase, siempre estaré a tú lado... - Le susurró al oído.
- Syaoran... - La joven sonrió correspondiendo al abrazo. Atrapada en la calidez de los brazos de su amado, sus miedos y temores empezaban a despejarse.
Permanecieron abrazados por largo tiempo, no pasó mucho antes de que sus labios volvieran a encontrarse, empezaron a besarse con fervor. Ella empezó a acariciarle la espalda mientras él pasaba su mano por encima de sus cabellos.
- Pase lo que pase... nunca me separaré de ti... - Dijo él entre besos.
- Yo tampoco lo haré... - Respondió ella, abrazándolo con más fuerza.
Lentamente, Syaoran fue depositando a Sakura sobre el césped, besándola en el rostro. Levantó la mirada para contemplarla, lucía bastante bella con sus mejillas ruborizadas y su mirada angelical.
- No imaginas lo hermosa que eres... - Le dijo acariciando suavemente una de sus mejillas, mirándola con ternura.
La muchacha le sonrió antes de besarlo de nuevo. Permanecieron recostados sobre la hierba por varios minutos, prácticamente devorándose a besos.
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- Ahora comienza la acción. - La sombra femenina sonreía bastante complacida. Por su parte, la sombra masculina lucía bastante turbada
- Mi señora, yo realmente no creo que esto sea apropiado... - Dijo con algo de vergüenza en su tono de voz.
- Silencio. - Respondió la chica con voz de sirena. - Sólo relájate y disfruta del espectáculo.
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La noche era tranquila y serena, lo único que se escuchaba en los alrededores era el chirrido de los grillos. Los dos enamorados seguían tumbados sobre la hierba, disfrutando del contacto entre sus labios. Estando así, con sus mentes separadas de sus cuerpos, con sus almas unidas por un vínculo irrompible, eran capaces de viajar a donde quisieran, podían ir a cualquier parte, sin que criatura o barrera alguna se los impidiera. La noche les pertenecía, la ciudad también, y sin embargo, lo único que deseaban era quedarse allí, bajo el roble que les servía de abrigo. Quedarse juntos, disfrutar de un bello momento sin miedo, sin temores, sin preocupaciones, sólo ellos dos. Las estrellas parecían haberse convertido en sus cómplices.
El muchacho continuó besándola, pasando suavemente sus labios por sobre sus mejillas, lentamente bajó por su barbilla y llegó hasta su cuello. Ella suspiró enterrando sus dedos en su espalda. La temperatura en el ambiente empezaba a aumentar, o quizá eran ellos los que estaban ardiendo por dentro, ardiendo a cada roce entre sus labios.
Syaoran empezó a acariciar a Sakura con suavidad, lentamente fue descendiendo su mano hasta una de sus bien formadas piernas, pasó su mano por encima de su muslo, apretando levemente mientras le acariciaba, sin dejar en ningún momento de usar sus labios para masajearle el cuello. La maestra de cartas suspiró, llevó sus manos a los cabellos de su amado, estrujándolos entre sus dedos. Con su mano libre, el muchacho empezó a desprender un asa del camisón de la chica, ella se percató de cuales eran sus intenciones, se estremeció, alcanzó a detenerlo poniendo su mano sobre la suya.
- ¿Qué sucede? - Preguntó él levantando la vista, extrañado por su reacción tan brusca.
- Me da... un poco de pena hacerlo aquí... - Dijo desviando su vista hacia el resto del parque, sus mejillas estaban por estallar del rubor.
El muchacho le miró a los ojos con ternura, sin dejar de acariciar su muslo.
- No te preocupes, nadie nos puede ver. Además, hace una semana que no lo hacemos...
- Eso es cierto... - Contestó sonriéndole de manera adorable. - Pero eso no evita que me sonroje un poco.
- Te ves muy linda de esa manera. - Dijo apartando algunos mechones de su cabello, la joven le seguía sonriendo.
- Entonces...
- ¿Entonces...? - El joven hechicero levantó una ceja en expresión interrogativa. Ella, por toda respuesta, se aferró a él y le besó apasionadamente.
- Sí quiero... - Le dijo sin dejar de besarlo.
Syaoran aceptó la invitación correspondiendo a sus besos. Mientras lo hacía, continuó con la labor pendiente de desprender las asas del camisón, ella le ayudó bajando la parte superior de la prenda, dejando su sujetador al descubierto. El joven chino le sonrió, muy despacio fue subiendo su mano hasta posarla sobre uno de sus senos, acariciándolo por encima de la ropa.
Ella no pudo contener una serie de gemidos, introdujo sus manos debajo de la camisa del muchacho, delineando su espalda desnuda con sus dedos, acariciando su piel amorosamente. Poco a poco empezó a subirle la camisa, no pasó mucho antes de que se la desprendiera por completo. Acarició el torso desnudo de amado con dulzura, delineando sus músculos, disfrutando de la sensación que le producía sentir su piel sobre sus dedos. Él suspiraba al sentir su suave tacto, las manos de su adorada flor funcionaban mejor que cualquier hechizo, bastaba un sencillo toque para hacerlo sumergirse en un trance profundo.
Torpemente llevó una mano hacia la espalda de su novia, desabrochando el broche del sostén, dejando al descubierto sus bellos y bien formados pechos. Los contempló por algunos segundos, todavía le cautivaba apreciar el cuerpo de tan hermoso ángel. Ella desvió su mirada, algo ruborizada. A pesar de que ya estaba acostumbrada a que él la mirara desnuda, sus penetrantes ojos todavía le intimidaban. El muchacho colocó una mano sobre sus mejillas, mirándole a los ojos con una ternura inmensa, casi con devoción.
- Eres preciosa. - Le dijo antes de besarla de nuevo. Ella le abrazó, llevando sus manos a su nuca, atrayéndolo hacia sí con más fuerza.
Poco a poco, el espadachín fue descendiendo con sus labios por sobre la piel de su hechicera, deteniéndose sobre su clavícula, misma que saboreó por varios segundos, arrancándole varios suspiros. Después pasó a sus hombros, los cuales mordisqueó muy levemente. Finalmente descendió hasta llegar a sus senos, empezó a besarlos con ardor, provocando que la maestra de cartas gimiera repetidamente. Ella siguió con las manos apoyadas sobre su nuca, acariciando sus cabellos con suavidad, suplicándole que no se detuviera. Disfrutaba del contacto entre su sensible piel y la boca de su enamorado, el simple roce de su lengua era suficiente para mandarla al paraíso.
El mago espadachín apresó uno de los pezones de la joven entre sus labios, succionándolo con suavidad, frotándolo levemente con su lengua. Empezó a recorrer el cuerpo de la muchacha con sus manos, acariciándole cada vez con mayor intensidad. Llegó hasta sus muslos, los apretó con un poco de fuerza. Sakura comenzó a perderse en el éxtasis, las sensaciones de placer eran muy intensas, se percató de cómo cierta humedad empezaba a inundar el espacio entre sus piernas. Sonrió ampliamente, su rostro seguía ruborizado, pero su expresión de felicidad indicaba lo mucho que estaba disfrutando.
Finalmente, Syaoran liberó su pezón al tiempo que empezaba a retirarle el camisón, dejándola cubierta únicamente con sus pantaletas. Ella respiraba algo agitada, el guerrero del clan Li se le acercó nuevamente, cual fue su sorpresa cuando Sakura apresó sus labios con los suyos, besándole hambrientamente. Ahora fue el turno de ella de retirarle los pantalones, lo hizo lentamente mientras besaba su torso.
Ambos quedaron cubiertos únicamente por una sola prenda, se abrazaron de nuevo. Sakura se percató de un leve bulto que se apretaba contra su pierna, se apenó un poco al percatarse de lo que era, aunque no pudo evitar una sonrisa, menos sabiendo que ella era la que lo había ocasionado. Abrazó a Syaoran con más fuerza, apretando sus pechos contra el de él, disfrutando del contacto entre sus pieles desnudas. El guerrero siguió recorriendo el cuerpo de su flor de cerezo. Ésta se sorprendió al sentir como su amado posaba sus manos alrededor de sus caderas, acariciando sus glúteos, sin embargo no le detuvo, la sensación resultaba agradable.
Después de un rato, Syaoran colocó su mano sobre las pantaletas de Sakura, acariciando su vagina por encima de la tela, sorprendido al notar lo húmeda que se encontraba ya. Sonrió para sí mismo. La hermosa flor no paraba de gemir con placer, sus gemidos eran silenciados momentáneamente por los besos que su amado le propinaba.
Sin dejar de besar a su adorada, el espadachín mago introdujo su mano dentro de la prenda íntima, desprendiéndola con mucho cuidado. Una vez que las pantaletas llegaron a los tobillos de Sakura, ella se despojó de ellas con una patada. El muchacho aprovechó entonces para introducir un dedo dentro de la intimidad de la chica. La maestra de cartas soltó un gemido mayor esta vez, cerró los ojos, los espasmos de placer comenzaron a golpearla con fuerza. El joven chino le acarició haciendo movimientos circulares, frotando sus paredes internas con su dedo, rozando el clítoris de vez en cuando. Sakura ya no lo soportaba más, el placer era demasiado intenso, no aguantaría por mucho tiempo.
- Syaoran... - La muchacha fue silenciada una vez más por los labios de su amado, que seguían buscándole con insistencia.
Ambos se encontraban en las nubes, sus corazones latían a mil kilómetros por hora, la excitación ya estaba por llegar a su punto más alto. Los dos adolescentes sabían lo que vendría a continuación, ya no podían esperar más tiempo. Sus almas les imploraban dar el siguiente paso.
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- ¡Dios! Ese chico de verdad es atrevido. - Exclamó la sombra femenina.
- Te equivocas. - Dijo la joven del libro sin apartar su mirada de la pareja. - Yo más bien lo veo como alguien que sólo desea complacer a su amante.
- En ese caso, ella es muy afortunada por tenerlo, en esta época hombres como esos son los que más escasean.
- Tú debes saberlo mejor que nadie, ¿no es así, hermana? - Dijo la sombra masculina, algo fastidiada.
- ¡¿Qué dijiste?! - La criatura femenina se enfadó por el comentario, ya se preparaba a atacar a su compañero con sus garras cuando fue detenida por el llamado de su señora.
- Por favor, compórtense. Ya viene la mejor parte.
La sombra masculina lanzó un gruñido demostrando que de verdad se sentía incómodo. La chica volteó de reojo a mirarlo, su sirviente se encontraba en una esquina, con una expresión ufana en el rostro, como si tratara de ignorar lo que su señora y su acompañante estaban mirando.
- No tienes porque apenarte, es algo de lo más natural.
- Si usted los dice, ama. - La criatura lucía más turbada cada minuto.
La enigmática joven no pudo contener una leve risa. De nuevo volteó su mirada hacia el espectáculo.
- Ahora viene lo mejor.
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Syaoran se retiró lo último de ropa que le quedaba. Tomó su pantalón que se encontraba tirado a un lado y sacó de entre los bolsillos un pequeño objeto de látex, mismo que le extendió a Sakura. La maestra de cartas titubeó un segundo antes de tomarlo.
- Siempre llevas uno contigo, ¿no es cierto? - Le preguntó, algo risueña.
- Es necesario ser precavido. No sabemos que puede pasar si lo hacemos y no traigo uno puesto.
- Tal vez no suceda nada.
- O tal vez sí, no podemos correr ese riesgo.
Sakura rió levemente mientras retiraba la envoltura del objeto.
- A veces eres demasiado precavido, hasta me da la impresión de que eres un tanto paranoico.
- Y tú a veces eres demasiado distraída. - Respondió él con una leve sonrisa.
- ¿Es eso un contraataque? - Preguntó ella juguetona.
- ¿Y qué harías si lo fuera? - Contestó él con una mirada pícara.
- Esto... - Dijo antes de besarlo apasionadamente. Lentamente empezó a colocarle el preservativo, el muchacho gimió al sentir sus suaves manos deslizándose sobre su sexo. Sakura, por su parte, no pudo evitar sonreír ante su dulce venganza.
- Sa... Sakura... - Syaoran gemía levemente, apretando las manos sobre el pasto, casi arrancándolo ante las sensaciones que empezaban a golpearlo. La muchacha le siguió masturbando, se detuvo poco antes de que él llegara al clímax. - ¿Por... por qué... te detuviste? - Preguntó respirando agitado.
- No querrás arruinarlo antes de tiempo. - Respondió la joven maga con picardía.
- A veces eres muy cruel...
- En ese caso... - La muchacha se le acercó besándole en la mejilla. - ¿Por qué no le pones un remedio a eso...? - Le susurró al oído mientras mordisqueaba el lóbulo de su oreja.
- Eres cruel... - Respondió el muchacho, sonriéndole. - ...Pero a la vez eres un ángel. - Dijo antes de besarla de nuevo.
El joven llevó su mano al sexo de su amada flor. Esta vez fue el turno de Sakura para gemir y el de Syaoran para desquitarse, sonriendo al sentir la humedad de la chica escurriendo entre sus dedos. Siguió acariciando su vagina con mucha suavidad, sólo lo suficiente para evitar que el libido disminuyera. Se miraron a los ojos con ternura, sabían perfectamente lo que vendría a continuación.
- Te amo. - Le susurró ella, apartándole algunos mechones de cabello de la frente.
- Yo también te amo. - Respondió él, mirándole con afecto, casi con devoción.
Lentamente, Syaoran fue introduciendo su pene dentro del sexo de la joven Kinomoto, abrazándola con fuerza mientras la recostaba sobre la hierba. La muchacha tembló en sus brazos al sentir como su miembro se deslizaba en su interior, abriéndose paso a través de sus pliegues vaginales. Ambos adolescentes gimieron con suavidad conforme sus cuerpos comenzaban a fundirse.
Syaoran la penetraba despacio, suavemente, casi con dulzura. Ella gemía muy ligeramente, sin embargo, la expresión en su rostro daba a entender que realmente lo estaba disfrutando. Poco a poco fueron incrementando la velocidad, así como la intensidad de los gemidos. Ella levantaba sus caderas hacia las de él, moviéndose al compás de las penetraciones, en una danza que les brindaba placer intenso a ambos. Un placer que se incrementaba al saber que estaban haciendo el amor con la persona más importante de sus vidas, y mejor aún, al saber que nadie podía interrumpirlos.
La maestra de cartas envolvió sus piernas alrededor de las caderas del espadachín, aumentando con ello la profundidad de las penetraciones así como su intensidad. Lo abrazó con fuerza, prácticamente comprimiendo sus senos sobre su torso. El respondió besándole con amor sin dejar de acariciarle. Cerraron los ojos, tratando de concentrar todos sus sentidos en las vibraciones que los recorrían, deliciosos espasmos de placer producidos por el simple frote entre sus cuerpos.
Se mantuvieron unidos por varios minutos. Sakura no tardó mucho en alcanzar el orgasmo, a pesar de ello, Syaoran no se detuvo. La siguió penetrando con mayor fuerza todavía, tratando de brindarle el mayor placer posible, y por supuesto, la bella hechicera no se opuso en lo más mínimo a ello.
Siguieron abrazados, disfrutando de la presencia del otro, amando los roces entre sus intimidades, gozando con la música de sus gemidos y el murmullo de sus aceleradas respiraciones. Sakura empezó a sentir como un nuevo clímax se aproximaba, abrió los ojos para ver a su amado. Él rostro de él estaba bañado en sudor y sus mejillas estaban más encendidas que una fogata, no obstante, no paraba de mirarla con una dulzura intensa en sus ojos. Su expresión generalmente fría y seria se suavizaba por completo al estar en presencia de ella, más en momentos como este. Ella le sonrió con amor, antes de cerrar nuevamente los ojos al sentir como su adorado lobo le besaba el cuello.
A estas alturas la velocidad de las penetraciones era tremenda, casi brutal. Sakura no soportó por mucho tiempo, lanzó un sonoro gemido, arqueando la espalda hacia atrás mientras su cuerpo se colapsaba ante una nueva explosión de placer, esta vez más intensa que la anterior. Sin embargo, en ese momento tan majestuoso en que se perdía en el frenesí del éxtasis, la pesadilla que tuvo hacía algunas horas regresó a su mente. Esa horrenda pesadilla en la que veía morir a Syaoran al intentar liberar el poder del leviatán.
- ¡No!... ¡no!... por favor... ¡Por favor, no! - Gritó mientras lágrimas escurrían de sus ojos.
Syaoran escuchó sus gritos, disminuyó su velocidad y volteó a mirarla. Se asustó al ver las lágrimas.
- ¿Estás bien? ¿Te lastimé? - Preguntó angustiado.
Ella no respondió. Al notar su expresión preocupada, le abrazó con fuerza para después besarlo intensamente, tratando de despejar el miedo, no sólo dentro de él, también dentro de ella.
- No... no te preocupes, estoy bien... - Le dijo sin dejar de besarlo. Él no le creyó completamente, pero sabía que no podían detenerse en ese momento, decidió no darle más importancia al incidente.
Continuaron haciendo el amor por algunos minutos más hasta que Syaoran cayó rendido ante la fuerza de su propio clímax, desplomándose sobre su flor de cerezo. Todavía permanecieron abrazados y con sus cuerpos unidos. Al cabo de un tiempo se separaron, aunque siguieron recostados uno al lado del otro, descansando sobre la hierba, hierba en que se aspiraba el aroma combinado de sus sudores así como el de los néctares de Sakura.
El joven Li envolvió la cintura de su novia con un brazo, acariciando sus cabellos con su mano libre. La joven Kinomoto depositó su cabeza sobre el pecho de él, usándolo como almohada. Siguieron contemplando las estrellas, todavía desnudos. Un extraño sentimiento de calma y serenidad los envolvía.
- Hay algo que todavía no me has dicho. - Cuestionó el muchacho mientras jugaba con los cabellos de su novia.
- No le des importancia, probablemente sólo se trató de un mal sueño. - Dijo ella, sin retirar su vista del cielo.
El joven espadachín levantó una ceja.
- ¿Qué quisiste decir con eso?
- Nada. - Respondió ella, sonriéndole. - Ya te lo dije, no le des importancia.
Syaoran decidió no preguntar más al respecto, aunque todavía seguía preocupado.
- Sólo espero que algún día me lo expliques.
- Lo haré, pero por ahora, sólo quiero descansar a tu lado. - Respondió ella acariciando suavemente su pecho.
Su novio le miró con algo de ternura, frotándole la espalda suavemente. Aún seguía preocupado por ella, pero por el momento, lo mejor era olvidarse de todas las angustias y descansar.
- ¿Quieres ir a algún otro lugar? - Preguntó él.
- No. Ahora estoy demasiado cansada para ello. Además, no te parece que es hermosa la vista que tenemos desde aquí.
- Sí, definitivamente lo es.
- ¿Por qué no nos quedamos aquí hasta que amanezca?
- Me parece bien. - Contestó depositando un suave beso sobre la frente de su amada. Ella le sonrió a su novio abrazándolo con un poco más de fuerza.
Los dos enamorados siguieron contemplando las estrellas, cobijados bajo el árbol que había aceptado ser su guardián esa noche. No sabían que alguien los había estado vigilando durante su jugueteo nocturno.
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- Bueno. Eso sí que fue interesante. - Dijo la criatura femenina.
- Lo sé. - Respondió la chica de voz melódica mientras entraba por la puerta de la torre.
- Pues yo la verdad no sé porque hacemos esto. - Replicó la criatura masculina con fastidio.
- Vamos, no me digas que no te parece emocionante espiar los sueños húmedos de la gente. Hasta empezaste a babear cuando él la desnudó completamente. - Le reprochó la sombra femenina.
- ¡Eso no es cierto! - Respondió la criatura mágica, agradeciendo a la oscuridad cubrir el rubor de su rostro.
- No mientas, claro que lo es.
- ¡No es verdad!
- Dejen eso para después. - Interrumpió la joven del libro. - Tenemos que partir, ¿lo olvidaron?
- Cierto. - Las dos sombras dijeron al mismo tiempo antes de seguir a su ama al interior de la torre.
Las tres figuras descendieron por la escalinata hasta el pasillo lleno de ventanales, al fondo del cual había una puerta muy extraña.
- Algo siniestro se acerca, algo verdaderamente aterrador, debemos estar preparados. - Dijo la muchacha mientras sacaba una llave de entre sus ropas. - Ya comprobamos el poder del lazo del corazón, y debo decir que es algo verdaderamente sorprendente.
- Esos dos tienen un poder increíble en sus manos, ¿no es así mi señora? - Dijo la sombra femenina.
- Así es. - Respondió la muchacha. - Y por esa razón no podemos permitir que caiga en manos de nuestros enemigos. Debemos vigilarlos de cerca.
- En verdad lo siento mucho por esos dos. - Dijo la sombra masculina con algo de melancolía. - Se nota que están muy enamorados el uno del otro. No saben que les espera un destino de lo más cruel.
La muchacha de voz melodiosa dejó salir un suspiro de resignación.
- Sé que es triste, en verdad, pero así es el destino. No lo olvides, en este mundo no existen las casualidades, sólo existe lo inevitable. La única opción que nos queda es proteger el lazo del corazón. Debemos cumplir nuestro objetivo a cualquier precio.
Las dos criaturas mágica se miraron la una a la otra bastante preocupadas.
- Dentro de poco una gran guerra estallará, ¿no es cierto? - Preguntó la sombra femenina.
- Temo que así es, pero para entonces, ya estaremos preparados.
La chica introdujo la llave en la cerradura, un enorme resplandor fue liberado al momento de abrirse la puerta. La visión al otro lado del marco era muy extraña: Un cuarto que más que otra cosa parecía un laberinto de espejos y escaleras.
- Retirémonos, ya hemos permanecido demasiado tiempo en este sueño. Además, creo que lo que más desean esos dos es permanecer a solas.
- Sin fisgones como nosotros, ¿no es así, ama? - Dijo la sombra femenina, riendo divertidamente.
- Habla por ti, yo no estaba mirando. - Contestó su compañero cruzándose de brazos bastante presuntuoso.
- ¡Oh! ¡Claro que lo estabas!
- ¡Por supuesto que no!
- ¡Claro que sí!
La muchacha suspiró de nuevo.
- ¡Cielos! Ustedes dos nunca cambian.
- Pero mi señora, él empezó.
- ¡Claro que no! Fue ella.
- Démonos prisa, ¿quieren? Ya podrán matarse el uno al otro cuando estemos fuera de este sueño. - Dijo la muchacha, fastidiada, antes de entrar por la puerta.
La criatura femenina le sacó la lengua a su compañero antes de seguir a su ama, éste hizo un mohín en respuesta. La puerta se cerró después de que las tres figuras salieran, instantáneamente desapareció, como si nunca hubiera existido en ese pasillo.
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En la azotea de una bodega frente al muelle de Hong Kong, un muchacho envuelto en una gabardina contemplaba el mar, faltaban algunas horas para el amanecer. Una figura que vestía un elegante atuendo apareció a su espalda.
- ¡Vaya! Ya era hora. - Dijo el muchacho volteándose hacia el individuo.
- ¿Cómo? Ahora eres tú quien me regaña por la tardanza. - Replicó el señor Yamada levemente irritado. - ¿Qué hay de todas las veces que tú has llegado tarde? ¿Ya se te olvidó aquella vez que tuve que esperarte tres horas bajo la lluvia a ver cuando se te ocurría mostrar tu humanidad en el centro?
El joven rió levemente.
- Eres un hechicero, podrías haberte conjurado un paraguas o algo por el estilo.
El hombre de 50 se irritó más.
- A diferencia tuya, a mí no me gusta usar mis poderes en lugares donde hay demasiada gente. Y ya que hablamos de eso, ¿hasta cuándo vas a madurar y dejarás de hacer esas bromas tan absurdas?
El muchacho regresó la vista hacia el mar.
- Ya maduré en mi vida pasada y, sinceramente, después de esa experiencia tan traumatizante, he decidido no repetir algo así de nuevo. - Esta vez el muchacho hablaba con una seriedad casi sombría.
Katsuhiro Yamada le contempló por algunos segundos. Al ver al joven así, con esa expresión tan nostálgica en el rostro, casi le parecía estar observando al famoso brujo del que hablaban las leyendas, ese hechicero legendario de quien su familia le había comentado desde que era un niño. El señor Yamada se acercó a su "alumno", le llamaba así, aunque ambos sabían que comparando sus conocimientos y dominio sobre la magia, más bien era el joven el que merecía el título de "maestro".
Observaron el horizonte por varios minutos, a lo lejos se podía sentir una presencia, una presencia que hace tres siglos aterrorizó al mundo.
- Está por comenzar. - Dijo Yamada con gravedad en su tono de voz. - Puedes sentirlo, ¿no es así?
- Sí, y es uno de los recuerdos de mi encarnación anterior que de verdad no quisiera conservar. - El muchacho frunció el ceño sin desprender su vista del paisaje nocturno. - 300 años, Katsu, 300 años han pasado desde la última vez. En aquél entonces mi otro yo apenas era un muchacho, sólo un poco mayor que yo. Y a pesar de su juventud, el recuerdo del círculo del infierno permaneció grabado en su memoria por el resto de su existencia. Es un poder tan grande y a la vez tan perverso...
- Y desgraciadamente, lo que esos individuos no lograron hace veinte años, están a punto de conseguirlo ahora. - Interrumpió Katsuhiro con una mirada angustiosa en el rostro, el muchacho sólo pudo asentir a sus palabras.
- El círculo aún no despierta, pero su poder ya está latiendo, muchos lo han sentido ya, y todos comparten la misma opinión al respecto: Es aterrador.
- Por poseer un poder así, muchos hechiceros venderían su alma al diablo.
- Muchos lo hicieron... - El muchacho se colocó el sombrero de nuevo, cubriendo los mechones negros de su cabeza. - Debemos usar todos nuestros recursos para evitar su resurrección, así la sociedad secreta no nos ayude.
- Algo me dice que la sociedad secreta ya está integrada a las filas de sus seguidores. Lo más probable es que ya hayan empezado los sacrificios. - Dijo Yamada con consternación.
- Si es así, entonces debemos estar preparados, ya que una enorme cantidad de sangre está a punto de ser derramada. Pase lo que pase, debemos detener a los frailes...
- ...A cualquier precio.
Los dos magos dieron la espalda al mar y emprendieron su camino.
- Tiempos muy turbulentos se aproximan...
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El amanecer se aproximaba, los primeros rayos del sol empezaban a surgir en el horizonte.
- Ha llegado la hora de despedirnos.
- Lo sé.
Los dos enamorados seguían abrazados, no querían separarse, no obstante, sabían que tenían que hacerlo. Les dolía que sus encuentros siempre terminaran de la misma manera, con los rayos del sol, con el nacimiento de un nuevo día. Era una ironía cruel, tal vez se trataba de una de esas extrañas bromas que el destino siempre nos juega para divertirse con nosotros.
- ¿Vendrás esta noche también? - Preguntó ella.
- Lo haré. - Respondió él, besándola suavemente.
Poco a poco sus figuras empezaron a tornarse transparentes, empezaban a disolverse en la claridad del día. Se abrazaron con mucha fuerza, tratando de permanecer unidos el mayor tiempo posible.
- Te amo, Syaoran.
- Yo también te amo, Sakura.
Con estas últimas palabras, con ese último murmullo, la imagen de los dos adolescentes se esfumó por completo. Sus esencias, que hasta hace un momento impregnaban el césped, se desvanecieron, como si no hubieran estado allí desde un principio. El roble seguía como sí nada, sólo él sabría lo que ocurrió esa noche.
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- ¡Sakura! ¡Sakura! ¡Ya despierta! - Gritaba la voz de Touya desde el piso de abajo.
- ¿Eh...? ¿Qué? - La muchacha abrió los ojos pesadamente.
- Sakura, ya despierta. Se te va a hacer tarde para el colegio. - Dijo Kero, revoloteando a un lado de la maestra de cartas.
- Ya voy. - Dijo la muchacha levantándose con algo de dificultad. Todavía bostezó antes de tomar su uniforme para el colegio.
Después de cambiarse de ropa, miró por última vez la carta mágica sobre el escritorio.
"Realmente, desearía poder despertar a tu lado, aunque fuera una sola vez." Fueron sus últimos pensamientos antes de salir de la habitación.
Continuará...
Notas del autor:
Bien, esto debería haber estado arriba desde hace más de un mes, pero por diversos inconvenientes y dificultades técnicas, no fue posible subirlo sino hasta hoy. Mil disculpas por el retraso.
Dedico este primer capítulo a Maeda Ai, una gran escritora de lemon a quien admiro por su valor para tratar ciertos temas en sus fanfics, realmente son pocos los autores que se animan a hacerlo de la manera como ella lo hace, y son menos los que saben hacerlo con tal maestría. También se lo dedico a Mónica Segovia, quien me lo había pedido desde hacía ya bastante tiempo, espero le haya gustado.
Siendo el primer capítulo, este va a ser el más "ligero". De una vez lo advierto: En los siguientes la carga sexual se va a poner más pesada, sin mencionar que empezaran a aparecer escenas que quizá les resulten desagradables a algunos. Si son de estómago débil, lo mejor será que no sigan leyendo, pero si son lo suficientemente tolerantes (o son tan pervertidos como algunos de mis amigos de la escuela ¬_¬) pueden hacerlo, nada más no me envíen reclamos por lo que a mi "cochambrosa" mente se le ocurra incluir en los siguientes capítulos.
Ya saben, cualquier comentario, sugerencia o crítica CONSTRUCTIVA será bien recibida aquí o en fire_avenger@yahoo.com.mx. Por mi parte me despido, espero verlos pronto de nuevo y como siempre digo:
Have a nice day! (Esa es sin duda alguna la mejor filosofía de vida que existe ^_^)
En una elegante mansión de Hong Kong, un muchacho de 16 años ingresaba a su alcoba. El día había sido realmente agotador, no sólo los entrenamientos sino también la reunión con el consejo de ancianos habían mermado sus fuerzas, sin mencionar, su paciencia.
- Esos malditos viejos... - Dijo para sí antes de cerrar la puerta de golpe.
En verdad había sido un día agitado. La reunión con el consejo no había llegado a nada (como de costumbre), y para aumentar sus preocupaciones, también estaba ese extraño personaje que su madre había presentado esa noche.
- Está claro que ese sujeto posee más poder del que aparenta. - Se decía a sí mismo mientras recordaba lo sucedido. Ese individuo en verdad le había llamado la atención, no sólo por la extraña familiaridad con la que su madre lo trataba, algo muy raro considerando que ella siempre es algo fría con las personas ajenas al clan, sino también por la forma como los miembros del consejo parecían intimidados ante su presencia. Eso en verdad sorprendió a Syaoran, después de todo, ese individuo a primera vista no parecía tener un gran poder mágico, sin embargo, estaba claro que su verdadero poder se mantenía oculto, y todo indicaba que era mayor de lo que se podía imaginar.
"¿Quién será en realidad? Parece algún viejo amigo de mi madre. No lo entiendo, emite un aura muy... extraña. Es una presencia muy característica."
Siendo desconfiado por naturaleza, Syaoran sabía a la perfección que debía tomar sus precauciones con ese individuo. Después de todo, aunque no había podido detectar un aura maligna o amenazante dentro de él, las apariencias a veces engañan, y en una época tan caótica como la actual, es indispensable mantener la guardia en alto.
"Tal vez estoy exagerando, después de todo, mi madre no lo miraba como si se tratara de alguien peligroso. Aún así, lo mejor será que averigüe más sobre él."
El muchacho se dejó caer sobre la cama.
"Sin embargo, eso lo haré en la mañana. Por ahora, sólo quiero olvidarme de todo."
Estaba poco más que fastidiado, ya no quería saber nada sobre el consejo o sobre la situación dentro de los círculos místicos, solo quería descansar... descansar y poder ver de nuevo a su hermosa flor de cerezo.
"Espero que no piense que me olvidé de nuestra cita de esta noche." Pensó mientras se reincorporaba y miraba al escritorio. "Sakura..."
Después de asearse y cambiarse de ropa, el joven de cabellos castaños se dirigió hacia el mueble. Abrió un cajón en específico, uno que desde hace dos semanas mantiene cerrado bajo llave y que sólo abre cuando llega la hora de dormir. Del interior del cajón sacó un pequeño cofrecillo color ocre, y del cofrecillo, un pergamino verde con letras doradas.
- Sakura... - Suspiró mientras miraba al pergamino, cierta ternura se dibujaba en su rostro.
Tomó un trozo de gis y trazó un círculo en el suelo, en cuyo interior dibujó una estrella de cinco picos atravesada por una media luna. Colocó el pergamino en el centro del círculo y cerró los ojos, comenzando a concentrar su energía.
- "A mi adorada flor, que duermes en tu capullo de noche, espero que la luna acepte ser nuestra cómplice. Que las estrellas formen un puente entre nosotros, que lo espíritus guarden el lazo de nuestros corazones y lo protejan dentro de una caja de luciérnagas." - Recitó mientras una corriente de magia empezaba a formarse alrededor del cuarto.
Un viento color verde empezó a girar alrededor del pergamino. El muchacho sintió una enorme pesadez en los ojos, el sueño empezaba a vencerlo, se acercó a su cama y se desplomó sobre ella.
- Gracias... - Fue lo último que musitó antes de quedarse dormido
El lazo del corazón se elevó en el aire y comenzó a brillar, desvaneciéndose en un destello de luz verde. Syaoran dormía con una sonrisa de felicidad en el rostro, dentro de pronto se encontraría con su amada...
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- ¿Sentiste eso? - Preguntó un anciano de larga barba blanca a su compañero que permanecía sentado a su lado, contemplando los jardines de la mansión.
- Sí. ¿Qué crees que haya sido?
- No lo sé, pero he percibido perturbaciones como esa todas las noches durante las últimas dos semanas. Es una magia muy extraña, nunca antes había sentido algo parecido.
- ¿No creerás que es...?
- ¡Oh! ¡Dios!
Una expresión de terror se apoderó del rostro de los dos ancianos al pensar en lo que podrían representar esos extraños despliegues de energía mágica.
- Ojalá y no sea eso. Aún no estamos preparados para su llegada.
- ¿No sabes si acaso ya han llegado a la ciudad?
- No lo sé, pero enviaré gente a que los rastree de inmediato.
- No tienen porque preocuparse por eso. - Dijo una voz grave detrás de ellos.
Los dos ancianos se voltearon hacia el portador de la voz, se trataba de un hombre de unos 80 años de edad, de tez ligeramente morena y cabello blanco largo. Vestía un imponente traje ceremonial rojo oscuro, el hecho de que los ancianos le hubieran hecho una reverencia indicaba que se trataba de una persona de alto rango.
- No es necesario que envíen a nadie a investigar, sólo ignoren esas perturbaciones de magia. Lo importante es proceder con lo planeado. - Dijo con tono autoritario mientras mantenía los brazos cruzados.
- Pero mi señor, si esas reacciones de energía son lo que pienso... - El otro viejo mostraba una gran angustia en su rostro mientras hablaba. - ¿Qué tal si las fuerzas del círculo ya han despertado?
- ¡Las fuerzas del círculo aún no despiertan! - Gritó el de mayor rango con disgusto. - Pero muy pronto lo harán, y cuando eso suceda, debemos estar preparados.
- ¿Pero que hay de esas extrañas perturbaciones de magia? - Preguntó el de barba blanca. - No se perciben como algo ordinario, es una magia muy poderosa, una que nunca antes había sentido.
- Sí, efectivamente es poderosa... - Respondió su superior mientras frotaba su barbilla en expresión pensativa. - Pero no percibo hostilidad alguna en ella, de hecho, se siente como algo inofensivo. No creo que nos represente algún peligro. Ignórenla, no vale la pena que malgasten su tiempo en algo como eso.
- Sí... sí señor. - Los dos ancianos se inclinaron ante quien parecía ser su jefe, todavía se mostraban nerviosos.
- Por cierto, puedo sentir cierta presencia extraña en la mansión. ¿Acaso ese sujeto aún sigue aquí?
- En estos momentos está conversando con la líder. Usted sabe, ellos son viejos amigos.
El anciano mayor ni se molestó en ocultar su enojo.
- Sí... Demasiado para mí gusto... - Masculló mientras una expresión furiosa se apoderaba de su rostro. - Él puede llegar a complicarlo todo... No importa, sólo continúen con el plan. - Dijo antes de darse vuelta para entrar de nuevo a la mansión.
Una vez que su superior se retirara, los dos viejos comenzaron a conversar de nuevo.
- Ese tonto senil está subestimando las propiedades de esa corriente de magia. - Dijo el de barba blanca. - No se puede pasar por alto un despliegue tan poderoso, menos si la fuente se encuentra aquí mismo, en Hong Kong.
- Sí, y tan cerca de la mansión Li. - Agregó el otro.
- Tal vez debamos actuar por nuestra cuenta. - Sugirió su compañero.
- ¡¿Estás loco?! Si él nos descubre, estaremos perdidos.
- Él no nos descubrirá, y si lo hace, no creo que nos castigue. Después de todo, esto no lo haremos sólo para proteger nuestros intereses, también los de él.
El otro anciano no se veía tan confiado como su compañero.
- No estoy seguro, de esto. Tú sabes bien lo peligroso que él puede llegar a ser. Después de todo, él fue quien asesinó al antiguo líder...
- Eso lo sé perfectamente, pero no te preocupes. Si actuamos correctamente y jugamos bien nuestras cartas, es seguro que al final no sólo saldremos bien librados, quien sabe, tal vez hasta nos dé una recompensa.
- ¿Qué es lo que piensas hacer?
Una sonrisa torcida se dibujó en el rostro del viejo.
- Esa energía tiene un poder tremendo, si logramos controlarla, tal vez podamos usarla para nuestros planes.
- ¿Y cómo piensas hacerlo? - Preguntó el otro mientras rascaba la calva en su cabeza.
- Primero hay que localizar la fuente...
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Mientras todo esto sucedía en la mansión Li, una figura cubierta por una gabardina vagaba por los barrios bajos de Hong Kong. Las calles del mercado, que usualmente suelen estar atestadas a medio día, lucían desiertas en la noche. El individuo, cuyo joven rostro era cubierto parcialmente por el ala de su sombrero, ingresó en una callejuela oscura y lóbrega. Miró a su alrededor, todo parecía estar en calma.
"Hay algo aquí que no está bien" Pensó mientras sacaba un teléfono celular de uno de sus bolsillos. El muchacho presionó un botón al costado del teléfono.
- "¿Sí?" - Respondió la voz al otro lado de la línea.
- ¿Está todo bien? - Preguntó el muchacho.
- "¡Vaya! Ya era hora de que llamaras, me tenías preocupado. Todos en la mansión estamos bien, ¿qué ha sucedido contigo? ¿Encontraste algo?"
- No, pero sigo buscando. ¿Estás seguro de que ellos nos han seguido?
- "No me cabe la menor duda. Sabes que no se rendirán hasta lograr sus objetivos. Debes ser cuidadoso, si descubren nuestra alianza con la jefa del clan Li, la situación se pondrá peligrosa."
- No tienes porque preocuparte, yo me ocuparé de todo. Por cierto, ¿dónde se encuentra Tatsumi?
- "La envié a cumplir un encargo. No te preocupes por ella."
- No lo hago, sé que puede cuidarse sola, lo que en verdad me preocupa es lo juguetona que es algunas veces. Ese comportamiento puede resultar problemático.
- "No tan problemático como las bromas que tanto te gusta gastarle a la gente." - Respondió la otra voz con severidad.
- ¡Oh! ¿Ya vas a empezar con eso? - Replicó el muchacho riendo levemente. - Vamos, no seas tan severo. ¿Qué acaso no tienes sentido del humor?
- "Tengo sentido del humor, lo que no tengo es paciencia. Cuando eras apenas un niño, podía tolerar esa clase de conducta, pero a tu edad, realmente creo que debes empezar a tomar las cosas con seriedad."
El muchacho rió levemente de nuevo.
- Hombre, no seas tan amargado. No es para tanto. Además, si todas las cosas en la vida tuvieran que tomarse seriamente, la felicidad pasaría a ser un simple concepto abstracto.
- "¿Es esa otra de tus perlas de la sabiduría?"
- Si la quieres llamar de esa manera...
Mientras el muchacho continuaba conversando por el celular, una serie de misteriosas sombras empezaron a deslizarse sigilosamente al interior del callejón. El muchacho miró de reojo, la expresión risueña en su rostro se tornó por una completamente seria.
- Katsu, tengo que colgar, hay un problema.
- "No me digas que..."
- No te preocupes, lo tengo todo bajo control.
- "Cuídate por favor..."
El muchacho cortó la llamada. Todavía alcanzó a escuchar el tono de preocupación en la voz de su amigo. Se volteó hacia las sombras que empezaban a rodearle amenazantes, listas para atacar a la menor oportunidad que tuvieran. Sus brillantes ojos rojos resplandecían en medio de la oscuridad.
- Vaya, así que vienen por mí. - Les dijo con una sonrisa pícara. - Es una lástima que no les hayan enseñado modales, deberían saber que es de mala educación interrumpir una conversación telefónica.
Los asesinos soltaron una especie de siseo mientras se ponían en posición de combate.
- Bien, sí así es como lo quieren... - Dijo el joven de la gabardina levantando el ala de su sombrero, un leve destello cruzó por el vidrio de sus anteojos. - Comencemos.
Los asesinos no dudaron ni un solo instante y aceptaron la invitación, se lanzaron contra él a toda velocidad. En respuesta, el muchacho levantó la mano derecha, el ataque fue rechazado y los agresores fueron repelidos hacia atrás, habiendo sido golpeados por lo que parecía una pared invisible.
- Mi turno. - Dijo sonriendo malicioso. Chasqueó los dedos. Instantáneamente, una serie de flamas multicolor aparecieron de la nada rodeando a sus atacantes. - Ahora... ¡Desaparezcan! - Ordenó levantando la palma de su mano.
Las flamas envolvieron a sus adversarios en un torrente de fuego color azul. Los asesinos cayeron al suelo, gritando y gimiendo en agonía, antes de desaparecer convertidos en cenizas.
- Eso bastará. - Dijo el joven mientras tomaba nuevamente su celular.
- "¿Qué sucedió? ¿Estás bien?" - Preguntó la afligida voz después de que el muchacho volviera a llamar.
- Ya todo está en calma, no tienes porque preocuparte.
La otra voz dejo salir un suspiro de alivio.
- "Gracias al cielo, por un momento temí que te hubiera sucedido algo."
- Oye, deberías darme más crédito. No olvides quien de los dos es el más poderoso. - Dijo sonriendo más pícaro todavía.
- "¡Cielos! De verdad tienes el don de exasperarme. ¿Lo sabías?"
El joven sólo se encogió de hombros.
- Sobre eso no lo sé, pero tenías razón sobre los asesinos. Nos siguieron después de todo.
- "Te lo dije. Lo mejor será que te dirijas a un sitio más seguro, puede haber más rondando los alrededores."
- Eso lo tengo presente.
- "Ten cuidado, por favor."
- No hace falta que me lo digas, lo tendré.
- "Eso espero. Nos encontraremos en el punto de reunión."
- Te estaré esperando. - El muchacho colgó el celular y desvió la mirada hacia el cielo estrellado. Una vez más, el gesto risueño en su rostro desapareció para dar paso a una mueca de preocupación.
- Sólo espero que nada terrible suceda. - Susurró poco antes de perderse en la oscuridad del callejón.
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En la mansión Li, Irean Li se encontraba descansando en su habitación. No estaba sola, un hombre de unos 40, casi 50 años, se encontraba con ella. El individuo vestía un elegante atuendo a la usanza inglesa, su cabello cano era iluminado tenuemente por la luz de las lámparas. En sus ojos marrones se apreciaba una gran sabiduría, la cual no era opacada por el vidrio de sus anteojos.
- ¿Y bien? - Preguntó Irean, observando como el hombre guardaba su celular.
- Mi presentimiento era correcto: Los frailes enviaron a sus criaturas tras de nosotros.
- ¡Cielos! - Exclamó la hechicera inquietada. - Y entonces, ¿qué haremos?
- Estar alerta. - Respondió el hombre con sequedad.
La mujer sólo asintió.
- El círculo aún no despierta, pero su poder ya está latiendo. Sus seguidores no se detendrán ante nada hasta conseguir su objetivo. - Dijo ella con seriedad.
- Debemos estar preparados. Cuídate ante todo de esos traidores dentro de tu clan. No dudo que ellos aún estén coludidos con los frailes.
- Descuida, tendré cuidado. Por cierto, ¿cuándo conoceré a tus alumnos?
El hombre suspiró con resignación.
- Por el momento no podrá ser posible. Con esos asesinos siguiéndonos, lo mejor será que nos mantengamos alejados del clan Li por un tiempo. No quisiera traerte más complicaciones. Por ahora, deja todo en mis manos.
- Cuento contigo.
- No te preocupes, no te decepcionaré. - El hombre mantenía una mirada llena de determinación, era indudable que se trataba de un mago poderoso.
- Agradezco todo lo que estás haciendo, Katsuhiro. - Le dijo la jefa del clan Li mientras observaba como se levantaba de su silla.
- No tienes que agradecerme nada, Irean. Es lo menos que puedo hacer, te lo debo a ti y a tu esposo. Además, estoy seguro de que ustedes hubieran hecho lo mismo por mí.
- Él... él de verdad te apreciaba mucho... - Dijo la hechicera con algo de tristeza.
- Lo sé. - Respondió el mago en el mismo tono que ella.
La mujer desvió la mirada hacia el retrato en su cómoda. Algo de nostalgia se formó en sus ojos.
- De verdad lo extrañas, ¿no es así? - Comentó el hechicero, percatándose de la manera como miraba la fotografía.
- Siempre lo he extrañado. - Respondió ella apartando su vista del retrato. - Aunque como líder que soy, mi temple debe ser de hierro.
- Eso lo entiendo.
Katsuhiro Yamada tomó su sombrero y caminó a la salida.
- ¿Cuándo podré citarte de nuevo? - Preguntó Irean.
- Hasta dentro de dos semanas. Mientras tanto, si necesitas algo, no dudes en llamarme.
- Lo tendré en consideración.
La puerta de la habitación se abrió.
- ¿Necesita algo, señora? - Preguntó Wei, ingresando en la recámara.
- Wei, por favor, escolta al señor Yamada hasta la entrada.
- Como usted ordene, señora. - Respondió el mayordomo, haciendo una reverencia. - Caballero, sígame por aquí.
El señor Yamada asintió, hizo una pequeña reverencia antes de salir.
- Hasta pronto, Irean. Cuídate y no dejes de mantenerme informado de nada de lo que suceda.
- Lo haré, Katsuhiro, y no te preocupes por mí. Mi salud puede estar decayendo, pero mi espíritu sigue inquebrantable. - Contestó la jefa del clan, sonriendo orgullosa.
- Eso siempre lo he mantenido presente. - Respondió el mago, sonriendo también.
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El reloj marcaba la media noche. Sakura permanecía acurrucada en su cama, abrazando sus piernas mientras mantenía la vista clavada en el escritorio.
"¿Y si eso en verdad fue una premonición?... No... No puede serlo... ¡No puede serlo!..." Pensó mientras negaba con la cabeza y se volteaba hacia el oso de peluche que yacía a su lado. Lo tomó en sus brazos, apretándolo con fuerza. "Syaoran..."
Sin que la muchacha lo notara, la carta en el escritorio empezó a brillar, elevándose en el aire. La muchacha empezó a sentir una tremenda pesadez en los ojos.
"No me importa si es una premonición o no... no dejaré que suceda... no lo permitiré..."
La joven cerró los ojos con cansancio. Antes de caer dormida, pudo sentir como una corriente de magia se formaba a su alrededor.
"Syaoran..."
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No muy lejos de allí, sobre la torre del reloj, tres sombras parecían haberse exaltado con algo.
- Mi señora... esa corriente de magia... - La sombra de la voz masculina parecía algo turbada.
- No tienes porque asustarte. No es nada de peligro. - Dijo la muchacha, su melodiosa voz reflejaba algo de satisfacción.
- Pero mi señora, es un poder tremendo. - Dijo la sombra de voz femenina, asustada ante lo que podría significar.
- No te preocupes, sólo relájate... - Respondió la joven, mirando hacia la ciudad, enfocando su vista en una casa en particular. - Esto será divertido... - Dijo mientras una enigmática sonrisa se formaba en sus labios.
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La ventana de Sakura se abrió. A pesar de la oscuridad, la muchacha alcanzó a vislumbrar una figura ingresando entre las sombras, su presencia familiar le tranquilizó. No pudo evitar sonreír antes de levantarse y correr a abrazar al muchacho. Éste respondió con el mismo gesto.
- Me tenías preocupada. - Le dijo.
- Lo siento. La reunión con el consejo de ancianos se prolongó más de lo que hubiera querido.
La expresión en el rostro de Sakura cambió por una de inquietud.
- Y... ¿qué sucedió? ¿Hubo suerte? - Preguntó expectante ante lo que su novio iba a comunicarle. La expresión de desazón en el rostro de Syaoran le permitió conocer la respuesta antes de que el muchacho pronunciara palabra alguna. Cierta desilusión se formó en los ojos de la maestra de cartas. - Por lo visto no...
- Lo lamento mucho. - Dijo Syaoran con tono afligido. - Por más que mi madre y yo lo intentamos, los ancianos siguen tercos con sus planes. No queda mucho que hacer, aunque tal vez haya una posibilidad.
- ¿Cuál? - Preguntó ella con ansiedad.
- Hoy mi madre presentó ante el consejo a un hechicero procedente de Inglaterra. Me parece que su nombre es Katsuhiro Yamada, parece que mi madre lo conoce desde hace tiempo. A decir verdad, no sé mucho sobre él, de hecho, nunca antes había escuchado su nombre, pero parece ser un individuo poderoso. Hasta el anciano Shen le guardaba respeto, y tú sabes lo antipático que es él.
Sakura contuvo una ligera risa.
- Sí, me lo haz comentado.
Syaoran continuó.
- El punto es que este individuo se presentó con la intención de formar una alianza entre su familia y el clan Li, prometió ayuda financiera y apoyo de parte de sus miembros en caso de que estalle la guerra. Mi madre espera que con su respaldo, el consejo cambie de opinión y la alianza matrimonial no se lleve a cabo.
- ¡Eso es estupendo, Syaoran! - Exclamó la maestra de cartas, feliz de saber que aún tenían esperanzas. No obstante, su alegría no duró mucho, la forma como Syaoran endureció su expresión la inquietó de nuevo.
- Hay algo en ese sujeto que no me agrada. Además de que nunca había oído hablar de él o de su familia, hay algo muy extraño en su aura mágica. Es como si tratara de distorsionarla, como si la disfrazara. Me pregunto que será lo que está ocultando.
- Tal vez sólo está tratando de protegerse. Después de todo, tú dijiste que la situación en los círculos místicos de Hong Kong es caótica en estos momentos. Probablemente, no quiere exponerse a ser víctima de un ataque.
Syaoran frunció el ceño.
- No lo creo. Aunque su apariencia no lo demuestre, no dudo que se trate de un oponente de cuidado. Se trata de algo más, de eso estoy seguro. Está escondiendo algo.
- Syaoran... - Sakura llevó sus manos a la cintura mientras miraba a su novio de manera inquisitiva. - ¿Por qué siempre eres tan desconfiado con las personas? Este señor podría ser nuestra última esperanza y tú empiezas a tratarle recelosamente como si se tratara de, qué se yo, un asesino en cubierto o algo así.
- Podría ser, los asesinos expertos pueden tomar muchas formas. Sé de algunos que pueden transformarse en palomillas para después atacarte por la espalda mientras no los estás viendo. Son muy traicioneros, por eso siempre hay que estar a la expectativa. - Syaoran hablaba mirando desconfiadamente en todas direcciones. - Por cierto, no se metió ninguna palomilla cuando abrí la ventana, ¿verdad?
El muchacho se volteó hacia la ventana para cerrarla, no sin antes cerciorarse de que no se hubiera introducido ningún insecto volador en el cuarto. La maestra de cartas sólo lanzó un suspiro de resignación.
- Tú definitivamente no tienes remedio. - Le dijo con una gota en la frente.
El muchacho soltó una ligera risa.
- Ja, no te enfades, sólo estaba jugando. Me parece que estás demasiado tensa esta noche.
La muchacha se cruzó de brazos mientras le daba la espalda.
- Me tenías muy preocupada. Por un momento pensé que te habías olvidado de la cita. - Le dijo a manera de reproche.
El joven chino se le acercó y la abrazó por detrás.
- No te enojes. - Dijo mientras le besaba en la mejilla. - ¿De qué manera podría compensarte por la demora?
- Bueno... - Sakura se volteó hacia él para abrazarlo. - Hay una forma. - Dijo mientras le sonreía en forma juguetona.
- ¿En serio? - Preguntó él, sonriéndole de la misma manera. - Y... ¿cuál es?
- Bueno...
La muchacha lo soltó. Caminó hacia la ventana para abrirla de nuevo. Aún en la oscuridad, Syaoran se había percatado de la clase de camisón que Sakura llevaba puesto: uno bastante delgado y que dejaba apreciar gran parte de su esbelta y torneada figura.
- ¿Qué te parece si...?
- ¿Si...? - El espadachín se acercó a ella con expresión pícara.
- Si...
- ¿Si...?
- ...Salimos a dar un paseo.
- ¿Cómo? ¿Ahora? - Preguntó él, algo extrañado por la singular propuesta.
- ¿Por qué no? Después de todo, la noche aún es joven. Tenemos todo el tiempo del mundo. - Respondió ella, sonriendo más juguetona todavía.
- Eso lo sé perfectamente.
- ¿Entonces? ¿Vamos? - La muchacha le guiñó el ojo.
Pasaron algunos segundos antes de que el joven respondiera.
- ...¿Por qué no?
Sakura sonrió ampliamente. Syaoran se paró sobre el marco de la ventana, dándole la mano para que ella se subiera también.
- Bien. Partamos entonces.
- De acuerdo. - Le dijo sonriéndole tiernamente.
Ambos miraron hacia el exterior, la noche se abría ante ellos ofreciendo toda una serie de posibilidades, había miles de sitios que visitar. Lo mejor de todo era que nadie podría verles, mucho menos, molestarles.
- ¿Lista?
- Sí.
Sakura cerró los ojos mientras empezaba a concentrar su energía. Una corriente de magia se formó alrededor de su cuerpo.
- "Fly" - Gritó mientras abría los ojos.
Sobre la mesa, el libro mágico se abrió liberando a la carta Fly, la carta se elevó en el aire y brilló con intensidad. Al instante, un par de hermosas y magníficas alas brotaron de la espalda de la maestra de cartas. La bella joven se elevó en el aire, saliendo por la ventana. Permaneció levitando enfrente de la casa por un momento, en espera de que su compañero partiera tras ella.
- ¡Vamos, Syaoran! - Le gritó animosa. - La noche está espléndida.
- ¡Voy tras de ti!
La joven se alejó en el aire con elegantes movimientos propios de un cisne, el joven chino la miraba desde la ventana. Cerró los ojos, preparándose a convocar un hechizo.
- "Dios del viento, ¡ven a mí!"
Inmediatamente, una corriente de viento verdoso se formó frente al muchacho. El torbellino empezó a tomar forma, moldeándose en lo que parecía ser un ave transparente de gran tamaño. Una vez que la criatura tomó forma sólida, el joven hechicero montó sobre ella. Tras dar un graznido, el ave se elevó hacia el cielo.
Sakura volteó hacia atrás, sonriendo al ver a Syaoran aproximarse junto con la gran ave. Soltó una leve carcajada antes de dar un aleteo y perderse en el firmamento. Syaoran la siguió hasta que logró darle alcance por encima de las nubes.
- ¿Por qué tardaste tanto? - Preguntó ella, juguetona.
- No me molestes, sabes que no lleva mucho desde que aprendí este hechizo. - Le replicó, algo molesto.
- No te enfades. - Le dijo ella, sonriéndole con dulzura.
- Nunca podría enojarme contigo. - Respondió él, sonriéndole de la misma manera, alargando su mano hacia ella para que la tomara.
Sakura aceptó la invitación y se acercó a él, tomando su mano y sentándose a su lado, desvaneciendo las alas en su espalda. Syaoran sonrió, la criatura mágica, por su parte, no parecía tan feliz de llevar nueva carga. Así fue hasta que Sakura acarició suavemente sus plumas, sonriéndole con dulzura, provocando que las pupilas del ave se posaran sobre su agraciada figura. El pájaro graznó de nuevo, aumentando la velocidad a la que aleteaba, demostrando que estaba encantado de llevar sobre sí a tan hermosa pasajera.
Syaoran le sonrió a Sakura mientras llevaba un brazo alrededor de su cintura, en respuesta, ella apoyó su cabeza sobre su hombro. Estando así, abrazados, montados sobre el pájaro de viento, los dos enamorados surcaron el cielo, perdiéndose de vista entre las nubes. Debajo de ellos se veía la ciudad, la cual lucía preciosa con las luces iluminadas. Tantos lugares a donde ir, tantos sitios que visitar. El reloj de la torre marcaba las doce y media, todavía faltaba mucho para el amanecer, tendrían tiempo para disfrutar de la noche.
- ¿A dónde quieres ir? - Preguntó él.
- Bueno... ¿qué te parece si vamos a esa colina que está en el parque? Esa donde contemplamos el amanecer la otra noche.
- Me parece bien.
Agitando sus alas, el enorme pájaro voló a toda velocidad hasta llegar al parque, donde descendió al lado de una gran arboleda. Cerca de allí había una fuente. Sakura acarició con ternura el pico del ave, agradeciéndole por haberlos traído. Syaoran se inclinó hacia ella en señal de respeto. El ave lanzó un nuevo graznido antes de hacer una especie de reverencia y, tras un rápido aleteo, perderse entre las nubes, donde se disolvió convertida en una leve brisa. Sakura y Syaoran permanecieron mirando hacia el cielo.
- ¿Así qué estos son los nuevos conjuros que has aprendido? - Preguntó Sakura al cabo de un rato.
- Debo reconocer que esos entrenamientos han servido para algo. - Contestó el espadachín mago cruzando los brazos, Sakura le miró divertida.
- ¿Y puedes convocar a otras criaturas como ésa?
- Puedo hacerlo, pero hay invocaciones que requieren demasiada energía, no es fácil llevarlas a cabo.
- Eso lo sé, las cartas no son tan sencillas de controlar cuando usas más de cuatro a la vez.
Syaoran sonrió levemente.
- Por lo que veo, Kerberos y Yue te han estado entrenando.
Sakura también sonrió.
- Dicen que debo estar preparada, sobre todo por esa extraña presencia que Yue ha estado detectando las últimas semanas.
Syaoran frunció el ceño, sabía perfectamente a que clase de presencia se refería ella.
- ¿Aún no averigua donde está la fuente de esa energía?
Sakura desvió la mirada con nerviosismo.
- No, pero dice que viene desde muy lejos, probablemente desde otro continente, y que es una presencia... hostil ...muy hostil, como si estuviera desafiando a alguien.
Syaoran desvió la vista hacia el cielo con recelo. El guardián de la Luna no era el único que había sentido esa presencia, él también lo había hecho, y cada vez que lo hacía, un extraño escalofrío le recorría la espalda. En efecto era una presencia retadora, pero más que eso, una presencia siniestra, algo tan aterrador que podría helar la sangre del más valiente. Sakura miró en la misma dirección que él, aunque ella no había percibido ninguna energía extraña en los últimos días, la forma como Yue le había hablado sobre ella realmente le había asustado. Se trataba de algo muy serio, algo de lo que tendrían que ocuparse pronto.
Los dos adolescentes permanecieron mirando hacia el cielo por varios minutos, contemplando las estrellas. Dicen que las estrellas guardan consigo el augurio de los humanos, probablemente eso es lo que este par de jóvenes estaba buscando: el augurio de su propia existencia. Algo que les indicara que hacer en los próximos días, cómo reaccionar ante los tiempos tan turbulentos que se aproximaban.
- ¿Qué crees que sea? - Preguntó ella con inquietud.
- No lo sé. - Respondió él, todavía frunciendo el ceño. - Pero por el momento tenemos cosas más importantes de que preocuparnos.
- Cierto. - Asintió ella.
- Vamos.
El muchacho le extendió la mano, ella la tomó con gusto. Caminaron por el parque sin despegar la vista del cielo. Sin importar que clase de augurio les deparara las estrellas, al menos sabían que estaban juntos.
Llegaron hasta una pequeña colina cerca del centro del parque. Al centro de la misma se encontraba un viejo roble. Se sentaron allí, apoyados sobre el árbol, contemplando el firmamento. Ella mantenía su cabeza apoyada sobre el hombro de él, mientras que el muchacho le rodeaba la espalda con uno de sus brazos.
- ¿No te has preguntado cómo es que podemos hacerlo? - Pregunta ella con suavidad, casi como un susurro.
- ¿Hacer qué?
- Usar magia en este lugar. No crees que debería sernos imposible.
- No lo creo. Después de todo, la magia forma parte de nosotros, se puede decir que es parte de nuestra esencia.
- Supongo que tienes razón. La ventaja es que al menos aquí no necesito usar el báculo para conjurar las cartas.
- Ni yo necesito usar mi espada para potenciar los hechizos. Por cierto, me gustaría que vinieras a visitarme, hay un sitio en Hong Kong que quiero mostrarte.
- Te prometo que lo haré cuando sea posible. Todo depende de quien de los dos se duerma primero, si lo haces tú entonces yo seré quien vaya a buscarte.
El joven espadachín suspiró.
- Probablemente pase algo de tiempo antes de que eso suceda. Ya sabes lo atareado que estoy con los entrenamientos.
Ella le sonrió.
- Lo sé, pero no te preocupes. Ya tendremos la oportunidad.
Él la apretó con mayor fuerza mientras acariciaba sus cabellos con la otra mano.
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Desde lo alto de la torre del reloj, las tres siluetas continuaban expectantes. Sus miradas centradas en el parque, sobre una colina en particular.
- No creí que fuera posible, pero veo que es verdad lo que he escuchado acerca del lazo del corazón. - Dijo la joven de voz melódica sin apartar su vista de la pareja bajo el viejo árbol.
- Tiene un poder muy grande sin duda. - Comentó la sombra femenina. - ¿Qué haremos ahora, mi señora?
- Yo considero que lo mejor sería regresar, ya hemos cumplido con nuestra misión. - Sugirió la otra sombra.
- Espera un momento. - Respondió la muchacha. - Lo mejor apenas está por empezar...
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Los dos jóvenes continuaban abrazados, contemplando el cielo. Sakura mantenía la vista fija en una estrella en particular. De repente sintió un escalofrío, el sueño que había tenido previamente cruzó a gran velocidad frente a sus ojos. Syaoran pudo sentir como la joven temblaba mientras se aferraba a él con mayor fuerza.
- Sakura, ¿estás bien? - Preguntó preocupado.
- Sí... No te preocupes... - Respondió ella, todavía temblando.
El muchacho la miró seriamente.
- No, no estás bien. Desde que llegué, te he sentido muy nerviosa, algo te está preocupando y no creo que sea sólo por el consejo de ancianos. ¿Qué sucede?
La joven hechicera desvió la mirada sin poder contestar, no quería comentarle a su novio acerca de ese sueño. Le aterraba recordar esa horrenda visión, no sabía como reaccionaría él si se lo contaba. Probablemente acabaría preocupándolo indebidamente, después de todo, aún no estaba segura de si realmente se trataba de una premonición. Ante el silencio de Sakura, Syaoran se afligió.
- ¿Acaso es algo que no me puedes decir...? - Preguntó bastante consternado.
- No, no es eso, es sólo que... - La muchacha volteó a mirarle con ojos vidriosos, lágrimas querían escapar de ellos. - Tengo miedo... tengo miedo de perderte.
El muchacho la miró en forma dulce mientras acariciaba sus cabellos.
- Eso no pasará... - Le dijo suavemente, tomando una de sus mejillas entre sus manos. - No importa lo que suceda, nunca me apartaré de ti. Eso lo sabes.
- Sí, pero... - La muchacha no pudo pronunciar nada más, ya que un par de labios se posaron sobre los suyos, silenciándola por un breve pero bello momento. Syaoran la abrazó con gran fuerza, apoyando su barbilla en su hombro.
- Pase lo que pase, siempre estaré a tú lado... - Le susurró al oído.
- Syaoran... - La joven sonrió correspondiendo al abrazo. Atrapada en la calidez de los brazos de su amado, sus miedos y temores empezaban a despejarse.
Permanecieron abrazados por largo tiempo, no pasó mucho antes de que sus labios volvieran a encontrarse, empezaron a besarse con fervor. Ella empezó a acariciarle la espalda mientras él pasaba su mano por encima de sus cabellos.
- Pase lo que pase... nunca me separaré de ti... - Dijo él entre besos.
- Yo tampoco lo haré... - Respondió ella, abrazándolo con más fuerza.
Lentamente, Syaoran fue depositando a Sakura sobre el césped, besándola en el rostro. Levantó la mirada para contemplarla, lucía bastante bella con sus mejillas ruborizadas y su mirada angelical.
- No imaginas lo hermosa que eres... - Le dijo acariciando suavemente una de sus mejillas, mirándola con ternura.
La muchacha le sonrió antes de besarlo de nuevo. Permanecieron recostados sobre la hierba por varios minutos, prácticamente devorándose a besos.
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- Ahora comienza la acción. - La sombra femenina sonreía bastante complacida. Por su parte, la sombra masculina lucía bastante turbada
- Mi señora, yo realmente no creo que esto sea apropiado... - Dijo con algo de vergüenza en su tono de voz.
- Silencio. - Respondió la chica con voz de sirena. - Sólo relájate y disfruta del espectáculo.
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La noche era tranquila y serena, lo único que se escuchaba en los alrededores era el chirrido de los grillos. Los dos enamorados seguían tumbados sobre la hierba, disfrutando del contacto entre sus labios. Estando así, con sus mentes separadas de sus cuerpos, con sus almas unidas por un vínculo irrompible, eran capaces de viajar a donde quisieran, podían ir a cualquier parte, sin que criatura o barrera alguna se los impidiera. La noche les pertenecía, la ciudad también, y sin embargo, lo único que deseaban era quedarse allí, bajo el roble que les servía de abrigo. Quedarse juntos, disfrutar de un bello momento sin miedo, sin temores, sin preocupaciones, sólo ellos dos. Las estrellas parecían haberse convertido en sus cómplices.
El muchacho continuó besándola, pasando suavemente sus labios por sobre sus mejillas, lentamente bajó por su barbilla y llegó hasta su cuello. Ella suspiró enterrando sus dedos en su espalda. La temperatura en el ambiente empezaba a aumentar, o quizá eran ellos los que estaban ardiendo por dentro, ardiendo a cada roce entre sus labios.
Syaoran empezó a acariciar a Sakura con suavidad, lentamente fue descendiendo su mano hasta una de sus bien formadas piernas, pasó su mano por encima de su muslo, apretando levemente mientras le acariciaba, sin dejar en ningún momento de usar sus labios para masajearle el cuello. La maestra de cartas suspiró, llevó sus manos a los cabellos de su amado, estrujándolos entre sus dedos. Con su mano libre, el muchacho empezó a desprender un asa del camisón de la chica, ella se percató de cuales eran sus intenciones, se estremeció, alcanzó a detenerlo poniendo su mano sobre la suya.
- ¿Qué sucede? - Preguntó él levantando la vista, extrañado por su reacción tan brusca.
- Me da... un poco de pena hacerlo aquí... - Dijo desviando su vista hacia el resto del parque, sus mejillas estaban por estallar del rubor.
El muchacho le miró a los ojos con ternura, sin dejar de acariciar su muslo.
- No te preocupes, nadie nos puede ver. Además, hace una semana que no lo hacemos...
- Eso es cierto... - Contestó sonriéndole de manera adorable. - Pero eso no evita que me sonroje un poco.
- Te ves muy linda de esa manera. - Dijo apartando algunos mechones de su cabello, la joven le seguía sonriendo.
- Entonces...
- ¿Entonces...? - El joven hechicero levantó una ceja en expresión interrogativa. Ella, por toda respuesta, se aferró a él y le besó apasionadamente.
- Sí quiero... - Le dijo sin dejar de besarlo.
Syaoran aceptó la invitación correspondiendo a sus besos. Mientras lo hacía, continuó con la labor pendiente de desprender las asas del camisón, ella le ayudó bajando la parte superior de la prenda, dejando su sujetador al descubierto. El joven chino le sonrió, muy despacio fue subiendo su mano hasta posarla sobre uno de sus senos, acariciándolo por encima de la ropa.
Ella no pudo contener una serie de gemidos, introdujo sus manos debajo de la camisa del muchacho, delineando su espalda desnuda con sus dedos, acariciando su piel amorosamente. Poco a poco empezó a subirle la camisa, no pasó mucho antes de que se la desprendiera por completo. Acarició el torso desnudo de amado con dulzura, delineando sus músculos, disfrutando de la sensación que le producía sentir su piel sobre sus dedos. Él suspiraba al sentir su suave tacto, las manos de su adorada flor funcionaban mejor que cualquier hechizo, bastaba un sencillo toque para hacerlo sumergirse en un trance profundo.
Torpemente llevó una mano hacia la espalda de su novia, desabrochando el broche del sostén, dejando al descubierto sus bellos y bien formados pechos. Los contempló por algunos segundos, todavía le cautivaba apreciar el cuerpo de tan hermoso ángel. Ella desvió su mirada, algo ruborizada. A pesar de que ya estaba acostumbrada a que él la mirara desnuda, sus penetrantes ojos todavía le intimidaban. El muchacho colocó una mano sobre sus mejillas, mirándole a los ojos con una ternura inmensa, casi con devoción.
- Eres preciosa. - Le dijo antes de besarla de nuevo. Ella le abrazó, llevando sus manos a su nuca, atrayéndolo hacia sí con más fuerza.
Poco a poco, el espadachín fue descendiendo con sus labios por sobre la piel de su hechicera, deteniéndose sobre su clavícula, misma que saboreó por varios segundos, arrancándole varios suspiros. Después pasó a sus hombros, los cuales mordisqueó muy levemente. Finalmente descendió hasta llegar a sus senos, empezó a besarlos con ardor, provocando que la maestra de cartas gimiera repetidamente. Ella siguió con las manos apoyadas sobre su nuca, acariciando sus cabellos con suavidad, suplicándole que no se detuviera. Disfrutaba del contacto entre su sensible piel y la boca de su enamorado, el simple roce de su lengua era suficiente para mandarla al paraíso.
El mago espadachín apresó uno de los pezones de la joven entre sus labios, succionándolo con suavidad, frotándolo levemente con su lengua. Empezó a recorrer el cuerpo de la muchacha con sus manos, acariciándole cada vez con mayor intensidad. Llegó hasta sus muslos, los apretó con un poco de fuerza. Sakura comenzó a perderse en el éxtasis, las sensaciones de placer eran muy intensas, se percató de cómo cierta humedad empezaba a inundar el espacio entre sus piernas. Sonrió ampliamente, su rostro seguía ruborizado, pero su expresión de felicidad indicaba lo mucho que estaba disfrutando.
Finalmente, Syaoran liberó su pezón al tiempo que empezaba a retirarle el camisón, dejándola cubierta únicamente con sus pantaletas. Ella respiraba algo agitada, el guerrero del clan Li se le acercó nuevamente, cual fue su sorpresa cuando Sakura apresó sus labios con los suyos, besándole hambrientamente. Ahora fue el turno de ella de retirarle los pantalones, lo hizo lentamente mientras besaba su torso.
Ambos quedaron cubiertos únicamente por una sola prenda, se abrazaron de nuevo. Sakura se percató de un leve bulto que se apretaba contra su pierna, se apenó un poco al percatarse de lo que era, aunque no pudo evitar una sonrisa, menos sabiendo que ella era la que lo había ocasionado. Abrazó a Syaoran con más fuerza, apretando sus pechos contra el de él, disfrutando del contacto entre sus pieles desnudas. El guerrero siguió recorriendo el cuerpo de su flor de cerezo. Ésta se sorprendió al sentir como su amado posaba sus manos alrededor de sus caderas, acariciando sus glúteos, sin embargo no le detuvo, la sensación resultaba agradable.
Después de un rato, Syaoran colocó su mano sobre las pantaletas de Sakura, acariciando su vagina por encima de la tela, sorprendido al notar lo húmeda que se encontraba ya. Sonrió para sí mismo. La hermosa flor no paraba de gemir con placer, sus gemidos eran silenciados momentáneamente por los besos que su amado le propinaba.
Sin dejar de besar a su adorada, el espadachín mago introdujo su mano dentro de la prenda íntima, desprendiéndola con mucho cuidado. Una vez que las pantaletas llegaron a los tobillos de Sakura, ella se despojó de ellas con una patada. El muchacho aprovechó entonces para introducir un dedo dentro de la intimidad de la chica. La maestra de cartas soltó un gemido mayor esta vez, cerró los ojos, los espasmos de placer comenzaron a golpearla con fuerza. El joven chino le acarició haciendo movimientos circulares, frotando sus paredes internas con su dedo, rozando el clítoris de vez en cuando. Sakura ya no lo soportaba más, el placer era demasiado intenso, no aguantaría por mucho tiempo.
- Syaoran... - La muchacha fue silenciada una vez más por los labios de su amado, que seguían buscándole con insistencia.
Ambos se encontraban en las nubes, sus corazones latían a mil kilómetros por hora, la excitación ya estaba por llegar a su punto más alto. Los dos adolescentes sabían lo que vendría a continuación, ya no podían esperar más tiempo. Sus almas les imploraban dar el siguiente paso.
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- ¡Dios! Ese chico de verdad es atrevido. - Exclamó la sombra femenina.
- Te equivocas. - Dijo la joven del libro sin apartar su mirada de la pareja. - Yo más bien lo veo como alguien que sólo desea complacer a su amante.
- En ese caso, ella es muy afortunada por tenerlo, en esta época hombres como esos son los que más escasean.
- Tú debes saberlo mejor que nadie, ¿no es así, hermana? - Dijo la sombra masculina, algo fastidiada.
- ¡¿Qué dijiste?! - La criatura femenina se enfadó por el comentario, ya se preparaba a atacar a su compañero con sus garras cuando fue detenida por el llamado de su señora.
- Por favor, compórtense. Ya viene la mejor parte.
La sombra masculina lanzó un gruñido demostrando que de verdad se sentía incómodo. La chica volteó de reojo a mirarlo, su sirviente se encontraba en una esquina, con una expresión ufana en el rostro, como si tratara de ignorar lo que su señora y su acompañante estaban mirando.
- No tienes porque apenarte, es algo de lo más natural.
- Si usted los dice, ama. - La criatura lucía más turbada cada minuto.
La enigmática joven no pudo contener una leve risa. De nuevo volteó su mirada hacia el espectáculo.
- Ahora viene lo mejor.
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Syaoran se retiró lo último de ropa que le quedaba. Tomó su pantalón que se encontraba tirado a un lado y sacó de entre los bolsillos un pequeño objeto de látex, mismo que le extendió a Sakura. La maestra de cartas titubeó un segundo antes de tomarlo.
- Siempre llevas uno contigo, ¿no es cierto? - Le preguntó, algo risueña.
- Es necesario ser precavido. No sabemos que puede pasar si lo hacemos y no traigo uno puesto.
- Tal vez no suceda nada.
- O tal vez sí, no podemos correr ese riesgo.
Sakura rió levemente mientras retiraba la envoltura del objeto.
- A veces eres demasiado precavido, hasta me da la impresión de que eres un tanto paranoico.
- Y tú a veces eres demasiado distraída. - Respondió él con una leve sonrisa.
- ¿Es eso un contraataque? - Preguntó ella juguetona.
- ¿Y qué harías si lo fuera? - Contestó él con una mirada pícara.
- Esto... - Dijo antes de besarlo apasionadamente. Lentamente empezó a colocarle el preservativo, el muchacho gimió al sentir sus suaves manos deslizándose sobre su sexo. Sakura, por su parte, no pudo evitar sonreír ante su dulce venganza.
- Sa... Sakura... - Syaoran gemía levemente, apretando las manos sobre el pasto, casi arrancándolo ante las sensaciones que empezaban a golpearlo. La muchacha le siguió masturbando, se detuvo poco antes de que él llegara al clímax. - ¿Por... por qué... te detuviste? - Preguntó respirando agitado.
- No querrás arruinarlo antes de tiempo. - Respondió la joven maga con picardía.
- A veces eres muy cruel...
- En ese caso... - La muchacha se le acercó besándole en la mejilla. - ¿Por qué no le pones un remedio a eso...? - Le susurró al oído mientras mordisqueaba el lóbulo de su oreja.
- Eres cruel... - Respondió el muchacho, sonriéndole. - ...Pero a la vez eres un ángel. - Dijo antes de besarla de nuevo.
El joven llevó su mano al sexo de su amada flor. Esta vez fue el turno de Sakura para gemir y el de Syaoran para desquitarse, sonriendo al sentir la humedad de la chica escurriendo entre sus dedos. Siguió acariciando su vagina con mucha suavidad, sólo lo suficiente para evitar que el libido disminuyera. Se miraron a los ojos con ternura, sabían perfectamente lo que vendría a continuación.
- Te amo. - Le susurró ella, apartándole algunos mechones de cabello de la frente.
- Yo también te amo. - Respondió él, mirándole con afecto, casi con devoción.
Lentamente, Syaoran fue introduciendo su pene dentro del sexo de la joven Kinomoto, abrazándola con fuerza mientras la recostaba sobre la hierba. La muchacha tembló en sus brazos al sentir como su miembro se deslizaba en su interior, abriéndose paso a través de sus pliegues vaginales. Ambos adolescentes gimieron con suavidad conforme sus cuerpos comenzaban a fundirse.
Syaoran la penetraba despacio, suavemente, casi con dulzura. Ella gemía muy ligeramente, sin embargo, la expresión en su rostro daba a entender que realmente lo estaba disfrutando. Poco a poco fueron incrementando la velocidad, así como la intensidad de los gemidos. Ella levantaba sus caderas hacia las de él, moviéndose al compás de las penetraciones, en una danza que les brindaba placer intenso a ambos. Un placer que se incrementaba al saber que estaban haciendo el amor con la persona más importante de sus vidas, y mejor aún, al saber que nadie podía interrumpirlos.
La maestra de cartas envolvió sus piernas alrededor de las caderas del espadachín, aumentando con ello la profundidad de las penetraciones así como su intensidad. Lo abrazó con fuerza, prácticamente comprimiendo sus senos sobre su torso. El respondió besándole con amor sin dejar de acariciarle. Cerraron los ojos, tratando de concentrar todos sus sentidos en las vibraciones que los recorrían, deliciosos espasmos de placer producidos por el simple frote entre sus cuerpos.
Se mantuvieron unidos por varios minutos. Sakura no tardó mucho en alcanzar el orgasmo, a pesar de ello, Syaoran no se detuvo. La siguió penetrando con mayor fuerza todavía, tratando de brindarle el mayor placer posible, y por supuesto, la bella hechicera no se opuso en lo más mínimo a ello.
Siguieron abrazados, disfrutando de la presencia del otro, amando los roces entre sus intimidades, gozando con la música de sus gemidos y el murmullo de sus aceleradas respiraciones. Sakura empezó a sentir como un nuevo clímax se aproximaba, abrió los ojos para ver a su amado. Él rostro de él estaba bañado en sudor y sus mejillas estaban más encendidas que una fogata, no obstante, no paraba de mirarla con una dulzura intensa en sus ojos. Su expresión generalmente fría y seria se suavizaba por completo al estar en presencia de ella, más en momentos como este. Ella le sonrió con amor, antes de cerrar nuevamente los ojos al sentir como su adorado lobo le besaba el cuello.
A estas alturas la velocidad de las penetraciones era tremenda, casi brutal. Sakura no soportó por mucho tiempo, lanzó un sonoro gemido, arqueando la espalda hacia atrás mientras su cuerpo se colapsaba ante una nueva explosión de placer, esta vez más intensa que la anterior. Sin embargo, en ese momento tan majestuoso en que se perdía en el frenesí del éxtasis, la pesadilla que tuvo hacía algunas horas regresó a su mente. Esa horrenda pesadilla en la que veía morir a Syaoran al intentar liberar el poder del leviatán.
- ¡No!... ¡no!... por favor... ¡Por favor, no! - Gritó mientras lágrimas escurrían de sus ojos.
Syaoran escuchó sus gritos, disminuyó su velocidad y volteó a mirarla. Se asustó al ver las lágrimas.
- ¿Estás bien? ¿Te lastimé? - Preguntó angustiado.
Ella no respondió. Al notar su expresión preocupada, le abrazó con fuerza para después besarlo intensamente, tratando de despejar el miedo, no sólo dentro de él, también dentro de ella.
- No... no te preocupes, estoy bien... - Le dijo sin dejar de besarlo. Él no le creyó completamente, pero sabía que no podían detenerse en ese momento, decidió no darle más importancia al incidente.
Continuaron haciendo el amor por algunos minutos más hasta que Syaoran cayó rendido ante la fuerza de su propio clímax, desplomándose sobre su flor de cerezo. Todavía permanecieron abrazados y con sus cuerpos unidos. Al cabo de un tiempo se separaron, aunque siguieron recostados uno al lado del otro, descansando sobre la hierba, hierba en que se aspiraba el aroma combinado de sus sudores así como el de los néctares de Sakura.
El joven Li envolvió la cintura de su novia con un brazo, acariciando sus cabellos con su mano libre. La joven Kinomoto depositó su cabeza sobre el pecho de él, usándolo como almohada. Siguieron contemplando las estrellas, todavía desnudos. Un extraño sentimiento de calma y serenidad los envolvía.
- Hay algo que todavía no me has dicho. - Cuestionó el muchacho mientras jugaba con los cabellos de su novia.
- No le des importancia, probablemente sólo se trató de un mal sueño. - Dijo ella, sin retirar su vista del cielo.
El joven espadachín levantó una ceja.
- ¿Qué quisiste decir con eso?
- Nada. - Respondió ella, sonriéndole. - Ya te lo dije, no le des importancia.
Syaoran decidió no preguntar más al respecto, aunque todavía seguía preocupado.
- Sólo espero que algún día me lo expliques.
- Lo haré, pero por ahora, sólo quiero descansar a tu lado. - Respondió ella acariciando suavemente su pecho.
Su novio le miró con algo de ternura, frotándole la espalda suavemente. Aún seguía preocupado por ella, pero por el momento, lo mejor era olvidarse de todas las angustias y descansar.
- ¿Quieres ir a algún otro lugar? - Preguntó él.
- No. Ahora estoy demasiado cansada para ello. Además, no te parece que es hermosa la vista que tenemos desde aquí.
- Sí, definitivamente lo es.
- ¿Por qué no nos quedamos aquí hasta que amanezca?
- Me parece bien. - Contestó depositando un suave beso sobre la frente de su amada. Ella le sonrió a su novio abrazándolo con un poco más de fuerza.
Los dos enamorados siguieron contemplando las estrellas, cobijados bajo el árbol que había aceptado ser su guardián esa noche. No sabían que alguien los había estado vigilando durante su jugueteo nocturno.
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- Bueno. Eso sí que fue interesante. - Dijo la criatura femenina.
- Lo sé. - Respondió la chica de voz melódica mientras entraba por la puerta de la torre.
- Pues yo la verdad no sé porque hacemos esto. - Replicó la criatura masculina con fastidio.
- Vamos, no me digas que no te parece emocionante espiar los sueños húmedos de la gente. Hasta empezaste a babear cuando él la desnudó completamente. - Le reprochó la sombra femenina.
- ¡Eso no es cierto! - Respondió la criatura mágica, agradeciendo a la oscuridad cubrir el rubor de su rostro.
- No mientas, claro que lo es.
- ¡No es verdad!
- Dejen eso para después. - Interrumpió la joven del libro. - Tenemos que partir, ¿lo olvidaron?
- Cierto. - Las dos sombras dijeron al mismo tiempo antes de seguir a su ama al interior de la torre.
Las tres figuras descendieron por la escalinata hasta el pasillo lleno de ventanales, al fondo del cual había una puerta muy extraña.
- Algo siniestro se acerca, algo verdaderamente aterrador, debemos estar preparados. - Dijo la muchacha mientras sacaba una llave de entre sus ropas. - Ya comprobamos el poder del lazo del corazón, y debo decir que es algo verdaderamente sorprendente.
- Esos dos tienen un poder increíble en sus manos, ¿no es así mi señora? - Dijo la sombra femenina.
- Así es. - Respondió la muchacha. - Y por esa razón no podemos permitir que caiga en manos de nuestros enemigos. Debemos vigilarlos de cerca.
- En verdad lo siento mucho por esos dos. - Dijo la sombra masculina con algo de melancolía. - Se nota que están muy enamorados el uno del otro. No saben que les espera un destino de lo más cruel.
La muchacha de voz melodiosa dejó salir un suspiro de resignación.
- Sé que es triste, en verdad, pero así es el destino. No lo olvides, en este mundo no existen las casualidades, sólo existe lo inevitable. La única opción que nos queda es proteger el lazo del corazón. Debemos cumplir nuestro objetivo a cualquier precio.
Las dos criaturas mágica se miraron la una a la otra bastante preocupadas.
- Dentro de poco una gran guerra estallará, ¿no es cierto? - Preguntó la sombra femenina.
- Temo que así es, pero para entonces, ya estaremos preparados.
La chica introdujo la llave en la cerradura, un enorme resplandor fue liberado al momento de abrirse la puerta. La visión al otro lado del marco era muy extraña: Un cuarto que más que otra cosa parecía un laberinto de espejos y escaleras.
- Retirémonos, ya hemos permanecido demasiado tiempo en este sueño. Además, creo que lo que más desean esos dos es permanecer a solas.
- Sin fisgones como nosotros, ¿no es así, ama? - Dijo la sombra femenina, riendo divertidamente.
- Habla por ti, yo no estaba mirando. - Contestó su compañero cruzándose de brazos bastante presuntuoso.
- ¡Oh! ¡Claro que lo estabas!
- ¡Por supuesto que no!
- ¡Claro que sí!
La muchacha suspiró de nuevo.
- ¡Cielos! Ustedes dos nunca cambian.
- Pero mi señora, él empezó.
- ¡Claro que no! Fue ella.
- Démonos prisa, ¿quieren? Ya podrán matarse el uno al otro cuando estemos fuera de este sueño. - Dijo la muchacha, fastidiada, antes de entrar por la puerta.
La criatura femenina le sacó la lengua a su compañero antes de seguir a su ama, éste hizo un mohín en respuesta. La puerta se cerró después de que las tres figuras salieran, instantáneamente desapareció, como si nunca hubiera existido en ese pasillo.
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En la azotea de una bodega frente al muelle de Hong Kong, un muchacho envuelto en una gabardina contemplaba el mar, faltaban algunas horas para el amanecer. Una figura que vestía un elegante atuendo apareció a su espalda.
- ¡Vaya! Ya era hora. - Dijo el muchacho volteándose hacia el individuo.
- ¿Cómo? Ahora eres tú quien me regaña por la tardanza. - Replicó el señor Yamada levemente irritado. - ¿Qué hay de todas las veces que tú has llegado tarde? ¿Ya se te olvidó aquella vez que tuve que esperarte tres horas bajo la lluvia a ver cuando se te ocurría mostrar tu humanidad en el centro?
El joven rió levemente.
- Eres un hechicero, podrías haberte conjurado un paraguas o algo por el estilo.
El hombre de 50 se irritó más.
- A diferencia tuya, a mí no me gusta usar mis poderes en lugares donde hay demasiada gente. Y ya que hablamos de eso, ¿hasta cuándo vas a madurar y dejarás de hacer esas bromas tan absurdas?
El muchacho regresó la vista hacia el mar.
- Ya maduré en mi vida pasada y, sinceramente, después de esa experiencia tan traumatizante, he decidido no repetir algo así de nuevo. - Esta vez el muchacho hablaba con una seriedad casi sombría.
Katsuhiro Yamada le contempló por algunos segundos. Al ver al joven así, con esa expresión tan nostálgica en el rostro, casi le parecía estar observando al famoso brujo del que hablaban las leyendas, ese hechicero legendario de quien su familia le había comentado desde que era un niño. El señor Yamada se acercó a su "alumno", le llamaba así, aunque ambos sabían que comparando sus conocimientos y dominio sobre la magia, más bien era el joven el que merecía el título de "maestro".
Observaron el horizonte por varios minutos, a lo lejos se podía sentir una presencia, una presencia que hace tres siglos aterrorizó al mundo.
- Está por comenzar. - Dijo Yamada con gravedad en su tono de voz. - Puedes sentirlo, ¿no es así?
- Sí, y es uno de los recuerdos de mi encarnación anterior que de verdad no quisiera conservar. - El muchacho frunció el ceño sin desprender su vista del paisaje nocturno. - 300 años, Katsu, 300 años han pasado desde la última vez. En aquél entonces mi otro yo apenas era un muchacho, sólo un poco mayor que yo. Y a pesar de su juventud, el recuerdo del círculo del infierno permaneció grabado en su memoria por el resto de su existencia. Es un poder tan grande y a la vez tan perverso...
- Y desgraciadamente, lo que esos individuos no lograron hace veinte años, están a punto de conseguirlo ahora. - Interrumpió Katsuhiro con una mirada angustiosa en el rostro, el muchacho sólo pudo asentir a sus palabras.
- El círculo aún no despierta, pero su poder ya está latiendo, muchos lo han sentido ya, y todos comparten la misma opinión al respecto: Es aterrador.
- Por poseer un poder así, muchos hechiceros venderían su alma al diablo.
- Muchos lo hicieron... - El muchacho se colocó el sombrero de nuevo, cubriendo los mechones negros de su cabeza. - Debemos usar todos nuestros recursos para evitar su resurrección, así la sociedad secreta no nos ayude.
- Algo me dice que la sociedad secreta ya está integrada a las filas de sus seguidores. Lo más probable es que ya hayan empezado los sacrificios. - Dijo Yamada con consternación.
- Si es así, entonces debemos estar preparados, ya que una enorme cantidad de sangre está a punto de ser derramada. Pase lo que pase, debemos detener a los frailes...
- ...A cualquier precio.
Los dos magos dieron la espalda al mar y emprendieron su camino.
- Tiempos muy turbulentos se aproximan...
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El amanecer se aproximaba, los primeros rayos del sol empezaban a surgir en el horizonte.
- Ha llegado la hora de despedirnos.
- Lo sé.
Los dos enamorados seguían abrazados, no querían separarse, no obstante, sabían que tenían que hacerlo. Les dolía que sus encuentros siempre terminaran de la misma manera, con los rayos del sol, con el nacimiento de un nuevo día. Era una ironía cruel, tal vez se trataba de una de esas extrañas bromas que el destino siempre nos juega para divertirse con nosotros.
- ¿Vendrás esta noche también? - Preguntó ella.
- Lo haré. - Respondió él, besándola suavemente.
Poco a poco sus figuras empezaron a tornarse transparentes, empezaban a disolverse en la claridad del día. Se abrazaron con mucha fuerza, tratando de permanecer unidos el mayor tiempo posible.
- Te amo, Syaoran.
- Yo también te amo, Sakura.
Con estas últimas palabras, con ese último murmullo, la imagen de los dos adolescentes se esfumó por completo. Sus esencias, que hasta hace un momento impregnaban el césped, se desvanecieron, como si no hubieran estado allí desde un principio. El roble seguía como sí nada, sólo él sabría lo que ocurrió esa noche.
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- ¡Sakura! ¡Sakura! ¡Ya despierta! - Gritaba la voz de Touya desde el piso de abajo.
- ¿Eh...? ¿Qué? - La muchacha abrió los ojos pesadamente.
- Sakura, ya despierta. Se te va a hacer tarde para el colegio. - Dijo Kero, revoloteando a un lado de la maestra de cartas.
- Ya voy. - Dijo la muchacha levantándose con algo de dificultad. Todavía bostezó antes de tomar su uniforme para el colegio.
Después de cambiarse de ropa, miró por última vez la carta mágica sobre el escritorio.
"Realmente, desearía poder despertar a tu lado, aunque fuera una sola vez." Fueron sus últimos pensamientos antes de salir de la habitación.
Continuará...
Notas del autor:
Bien, esto debería haber estado arriba desde hace más de un mes, pero por diversos inconvenientes y dificultades técnicas, no fue posible subirlo sino hasta hoy. Mil disculpas por el retraso.
Dedico este primer capítulo a Maeda Ai, una gran escritora de lemon a quien admiro por su valor para tratar ciertos temas en sus fanfics, realmente son pocos los autores que se animan a hacerlo de la manera como ella lo hace, y son menos los que saben hacerlo con tal maestría. También se lo dedico a Mónica Segovia, quien me lo había pedido desde hacía ya bastante tiempo, espero le haya gustado.
Siendo el primer capítulo, este va a ser el más "ligero". De una vez lo advierto: En los siguientes la carga sexual se va a poner más pesada, sin mencionar que empezaran a aparecer escenas que quizá les resulten desagradables a algunos. Si son de estómago débil, lo mejor será que no sigan leyendo, pero si son lo suficientemente tolerantes (o son tan pervertidos como algunos de mis amigos de la escuela ¬_¬) pueden hacerlo, nada más no me envíen reclamos por lo que a mi "cochambrosa" mente se le ocurra incluir en los siguientes capítulos.
Ya saben, cualquier comentario, sugerencia o crítica CONSTRUCTIVA será bien recibida aquí o en fire_avenger@yahoo.com.mx. Por mi parte me despido, espero verlos pronto de nuevo y como siempre digo:
Have a nice day! (Esa es sin duda alguna la mejor filosofía de vida que existe ^_^)
