Capítulo 2

- "Se aproxima" - "¿Qué se aproxima?" - "Ya lo sabes"

Londres, una ciudad neblinosa como no hay dos, una ciudad que se ha vuelto célebre entre muchas otras de Europa. En el pasado fue la capital de uno de los imperios más grandes que haya existido en el planeta, un imperio que extendía sus dominios en cada continente del mundo: América, África, Asia, incluso Oceanía. Un imperio que llegó a superar a muchos de sus contemporáneos, como el español y el francés.

- "Sabes que no podrás detenerlo" - "No me importa"

Londres ha presenciado grandes momentos es la historia, pero también grandes catástrofes: La peste de 1665, el incendio de 1666, los bombardeos alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, entre otras. Esta ciudad fue testigo del ascenso de grandes personajes, algunos pasaron a la historia por su grandeza, como la reina Isabel I, otros, por las atrocidades que cometieron, como Jack el destripador.

- "Sabes que pelear contra el destino es inútil" - "No existe el destino, sólo lo inevitable"

Las manecillas de aquel gran y viejo reloj que se ha vuelto famoso en todo el mundo marcan las siete en punto. Ha anochecido y en medio de las frías y brumosas calles de Londres sólo se escucha el murmullo del viento. Repentinamente, el silencio es roto, no por las campanadas del Big Ben, sino por los pasos de una muchacha que corre a gran velocidad.

- "Vas a fallar" - "No lo haré" - "No podrás protegerlos" - "Tengo que lograrlo"

La muchacha corre pasando entre los charcos que se han formado por la lluvia de la tarde. Mira en todas direcciones con angustia, como si estuviera escapando de algo.

- "A tu señora se le depara un augurio grotesco, y a su amante uno peor" - "No se saldrán con la suya" - "¿Eso piensas?"

Es muy joven, no ha de tener más de 15 o 16 años. Sus cabellos son rubios, casi dorados. Están acomodados en una pequeña coleta y cubiertos parcialmente por una boina. Su piel es blanca, de tonalidad lechosa, resalta sus carnosos y rojos labios. Es muy bella, de figura agraciada, piernas largas como de gacela y un rostro que dejaría hechizado al más templado de los hombres.

- "No hay esperanzas" - "Aún no las pierdo" - "Lo harás"

En los azules ojos de la chica no se dibuja miedo, se dibuja terror. Voltea hacia atrás en un intento por divisar a sus perseguidores. La bruma lo oculta todo, no alcanza a ver nada.

- "Y esa criatura de la que te has enamorado... su agonía será muy larga" - "No lo permitiré"

Finalmente da vuelta en una esquina, se detiene y oculta tras el muro, su respiración es agitada. El silencio reina la noche, lo único que escucha es el latir de su acelerado corazón y el ladrido de algunos perros en la distancia. Cerca de allí hay un farol, su tenue luz la ilumina parcialmente. No sabe que hacer: Seguir corriendo o quedarse allí escondida. Lentamente mira de reojo por la esquina de la pared, tratando de cerciorarse si aún la siguen. En la calle no hay nada, sólo oscuridad y niebla.

- "No fallaré. Yo mismo le hice esa promesa a mi antiguo maestro" - "No podrás cumplirla"

De manera repentina alcanza a escuchar un silbido. El peligro se aproxima, lo sabe perfectamente. Nuevamente empieza con su precipitada carrera, trata de huir a todo lo que dan sus piernas, pero es inútil. Como un relámpago que rasga el aire, algo sale de entre la bruma y se lanza sobre ella a toda velocidad, atrapándola como un depredador lo hace con sus presas. Un sonoro alarido resuena quebrando la noche. Lo único que queda en esa calle es una boina tirada en el lodo.

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- ¡Ah! - Exclama el guardián de la Luna mientras se lleva una mano al rostro. Acaba de tener un sueño de lo más extraño.

El guardián con forma de ángel se encuentra sentado en el tejado, sus cabellos plateados son acariciados suavemente por la brisa. El amanecer está muy cerca, el sol ya se asoma en el horizonte. Ha pasado toda la noche mirando al firmamento, en algún momento de la madrugada debe haberse quedado dormido. Ha estado vigilando, vigilando una presencia que durante meses le ha quitado el sueño.

"¿Qué estará sucediendo?" Se pregunta mientras su mirada sigue perdida en la lejanía. Un repentino escalofrío recorre su espina dorsal, tiene un mal presentimiento. "Algo no está bien."

A lo lejos se percibe una energía latente despertando. Lo que en realidad le asusta no es que se trate de energía hostil, sino que su presencia puede sentirse a miles de kilómetros de la fuente. Hay algo en esa presencia que le resulta extremadamente familiar, como si la conociera desde hace mucho tiempo.

"Si tan sólo pudiera recordar..." Piensa mientras intenta concentrarse, sin embargo, no importa cuanto lo intenta, no lo consigue. Sólo hay imágenes difusas en su memoria, recuerdos incompletos de aquélla época cuando su antiguo maestro aún vivía.

"Esa presencia es semejante a la mía en varios aspectos, pareciera que también está relacionada con la noche y la Luna. También se asemeja a la de..."

Una imagen llega a la mente del antiguo juez de las cartas Clow, una imagen con la que ha soñado en numerosas ocasiones durante los últimos años. Una figura que al igual que él, fue concebida bajo la sombra de los rayos lunares.

"Aún no lo entiendo, porque no he dejado de soñar con ella..."

En sus sueños, incluso en sus pesadillas, el ángel de la Luna es visitado por esa figura. Una criatura de hermosas y siniestras alas, cuyos cabellos rubíes asemejan un eclipse lunar. Una criatura que es ama de la noche al igual que él, que la ilumina con un enigmático y precioso brillo parecido al de una gema.

"Es tan peligrosa... y tan bella al mismo tiempo..."

Hermosa hada nocturna que caza en la oscuridad, preciosa y funesta luz, tal como la de un ángel caído, tal como la de Lucifer. Ángel fatal que en medio de las tinieblas de la madrugada, ocasiona que el juez de la Luna caiga presa de un hechizo contra el que no puede oponerse.

"Ella es muy semejante a mí... aún no lo entiendo..."

Todas las noches serenas y quietas se convierten en tormentos en los que el ángel de la Luna se ve atrapado en las fauces de esta hada cazadora. Hada cazadora preciosa y vil, que con sus cánticos y sus redes de sirena, atraen al guardián hacia su perdición. Una trampa en la que muchos valientes han caído, una trampa que conduce a los hombres a la pena y al sufrimiento, a la agonía y al tormento, pero que al mismo tiempo los hace vivir las mayores alegrías y felicidades, las mayores dichas y gozos. Una trampa en la que todos hemos de caer en algún momento de nuestras vidas, y bien por nosotros, porque de no hacerlo, probablemente nuestra existencia sería insufrible.

"Será que acaso me he enamorado... Es imposible..."

Yue aún no comprende el significado de esos sueños, quizá sea mejor así, quizá prefiera no entender lo que tratan de decirle. En ellos se ve a sí mismo perdido en el bosque, prisionero de las garras de esa cazadora, y sin embargo no parece oponerse a ello, más bien parece disfrutarlo. Disfruta estar atrapado, a merced de ese demonio nocturno. Extraño placer sadomasoquista ser devorado por esa criatura, esa criatura que atrapa sus labios y succiona de ellos con fuerza, esa criatura que recorre y se apodera de cada centímetro de su cuerpo con alevosía, esa criatura que, cual sanguijuela, se aferra a él y le muerde el cuello como un vampiro. Y ante ello, ¿qué es lo que el guardián puede hacer para defenderse? Nada, absolutamente nada. Sólo le queda corresponder a las caricias de su predadora y besar esos pequeños pero deliciosos pechos...

- ¡Ah! - Pensar en ello hace que Yue se sienta más intranquilo. Como en muchas otras noches que ha pasado de vigía, se quedó dormido y fue víctima de aquellos sueños. No sabe que es lo que representan en realidad, tal vez sean premoniciones o quizá, más bien, deseos reprimidos.

"¿Cuándo fue que todo esto comenzó? Ya deben ser dos años... la última vez que la vi..."

Los rayos del Sol naciente golpeaban el rostro del guardián lunar mientras éste seguía en sus cavilaciones.

- "¿Estás bien?" - Preguntó una voz que parecía venir del interior de la mente de Yue, una voz que sólo él puede escuchar.

- Sí, no te preocupes. - Respondió el guardián con su acostumbrada frialdad.

- "No pareces estar muy bien que digamos. ¿De nuevo volviste a pasar la noche en vela?"

- No deberías preocuparte por eso. Ya sabes que yo no me enfermo.

- "Esa no me parece una buena excusa para desvelarse." - Replicó la otra voz de manera calmada.

El guardián permaneció en silencio por algunos segundos antes de responder.

- No podía dormir así que decidí salir a tomar un poco de aire fresco, eso fue todo.

- "No me parece que se deba sólo a eso. Algo te está molestando, Yue, puedo sentirlo. ¿Es acaso por esa presencia que hemos estado detectando las últimas semanas?"

Yue no respondió, permaneció callado sin despegar la vista del firmamento.

- "No es por eso. Ya veo, entonces... Volviste a soñar con ella, ¿cierto?"

La voz habló con algo de picardía, Yue se paralizó instantáneamente al escucharla.

- No es algo de tu incumbencia. - Contestó ligeramente molesto.

- "Claro que lo es. No olvides que soy tu otra mitad, por lo tanto, es natural que me preocupe por ti".

- No necesito que lo hagas. Además, no se trata de lo que tú piensas.

- "¿En serio? Me da la impresión de que me estás mintiendo. Vamos, Yue, te conozco demasiado bien. Sé que cada vez que sueñas con ella, despiertas acalorado y tienes que subir a la terraza para refrescarte. Me pregunto qué clase de sueños tendrás para despertar de esa manera. ¿Acaso son sueños húmedos?"

Lentamente el rubor empezó a cubrir las mejillas del guardián ante el comentario, aunque todavía mantenía la expresión fría y seria en su rostro.

- No... sé de que estás hablando. - Respondió con muy ligero nerviosismo en su tono de voz, casi imperceptible. A pesar de eso, el antiguo juez de las cartas Clow podía percibir como en su interior Yukito sonreía victorioso.

- "Yue, a mí no me puedes engañar. Así nuestras conciencias estén separadas, compartimos un vínculo que me permite estar en contacto con tus emociones. A estas alturas, creo que ya deberías empezar a confiar en mí."

- No es que no confíe en ti. - Respondió el guardián con sequedad. - Es sólo que no me gusta que te entrometas en mis asuntos.

- "Yue... No entiendo porque siempre eres tan antisocial. Yo sólo trato de ayudarte, sabes que no me agrada verte triste. Si te sientes así por ella, no veo motivo para que lo ocultes."

El guardián soltó un leve gruñido y siguió mirando hacia el cielo, ignorando el comentario de su identidad terrenal.

- "Tal vez lo mejor sería hablar con Sakura sobre esto, estoy seguro de que ella entenderá como te sientes y te apoyará. Podríamos pedirle que le escriba una carta..."

- Tú no lo entiendes. - Interrumpió Yue con brusquedad. - No es así de fácil.

- "¿A qué te refieres?"

- En estos momentos hay algo más importante que atender, no podemos distraer a Sakura con esta clase de cursilerías. El peligro está más cerca de lo que imaginamos.

- "¿Quieres decir que...?"

- Esa presencia está aumentando de intensidad a una velocidad alarmante, calculo que si sigue a este ritmo, no tardará ni un mes en despertar su poder al máximo. Cuando eso suceda, algo terrible dará comienzo.

El guardián pudo percibir como en su interior la conciencia de Yukito empezaba a inquietarse.

- "En ese caso, no podemos perder tiempo. Hay que advertirle a Sakura cuanto antes. ¿Aún no logras ubicar la fuente de esa presencia?"

- No... Pero hace algunas horas detecté un desprendimiento de magia muy extraño cerca de aquí, en la torre del reloj. Había tres presencias mágicas, las tres bastante fuertes.

- "¿Crees que tengan algo que ver con esa energía que se percibe a la distancia?"

- No lo sé. Lo que me preocupa es que su poder se haya manifestado casi al mismo tiempo que el de la carta Link, sin mencionar que las tres desaparecieron tan pronto el efecto de la carta cesó.

Yukito parecía más preocupado.

- "No creerás que estén tras de Sakura, ¿o sí?"

- No estoy seguro, pero lo mejor será que mantengamos la guardia en alto por si esas tres presencias vuelven a aparecer.

- "Tienes razón..."

Las dos identidades permanecieron en silencio por algunos segundos, reflexionando sobre cual era el mejor camino a seguir. El guardián seguía mirando hacia el cielo, finalmente se levantó de su lugar y caminó hacia el interior de la casa de Yukito.

- Por ahora, sólo ocupémonos de continuar con los entrenamientos de Sakura. Ella debe estar preparada por si cualquier incidente ocurre.

Yukito soltó una ligera carcajada.

- "Por lo visto estás tomando muy en serio tu papel de maestro. En verdad me parece algo muy gracioso verte enseñarle magia en compañía de tu amigo."

- No me lo recuerdes. - Respondió el guardián, ligeramente irritado al pensar en las frecuentes discusiones que él y Kerberos sostenían en cada lección que le daban a Sakura.

Una vez dentro de la casa, el ángel se detuvo frente a un reloj colgado en la pared.

- Lo siento, parece que por mí culpa vas a llegar tarde a recoger al hermano de Sakura. - Dijo observando el reloj en forma seria.

Yukito rió de nuevo.

- "No te preocupes por eso, Touya dijo que él vendría a recogerme esta vez. No me has causado ningún inconveniente."

Aparentemente, la respuesta de su otra identidad tranquilizó al ángel. Yue realmente detestaba causarle problemas a Yukito, más cuando se trataba del hermano de su dueña.

- "De cualquier forma, quisiera desayunar algo antes de que llegue. Francamente, me estoy muriendo de hambre."- Dijo la voz de Yukito con jocosidad.

- ¿Por qué eso no me sorprende? - Comentó Yue con una de esas ligeras sonrisas que rara vez se le observan.

El ángel desplegó sus magníficas alas, las cuales se envolvieron alrededor de su cuerpo como si fueran una crisálida. Las alas empezaron a brillar intensamente mientras debajo de él aparecía el círculo mágico. Tras el intenso resplandor, las alas se abrieron, desapareciendo en la espalda de Yukito.

- ¿Te parece si continuamos charlando en la tarde? - Preguntó Yukito a su contraparte.

- "Estaré durmiendo mientras tanto."

- Eso a mí tampoco me sorprende. - El muchacho sonreía mientras caminaba hacia su habitación.

"Yue, en verdad espero que puedas volver a verla. Todos aquí ya hemos encontrado a nuestra persona especial, pero tú en cambio... Sakura ya tiene a Li, y yo ya tengo a Touya, sólo deseo que tú encuentres la oportunidad de reunirte con esa persona a la que amas."

El joven se detuvo un momento frente a la puerta de su alcoba.

- Tal vez no sea mala idea pedirle a Sakura que escriba esa carta. - Dijo bastante sonriente.

- "Ni siquiera lo pienses." - Gruñó Yue desde el interior de Yukito.

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Al mismo tiempo, en una pequeña residencia que ya todos conocemos...

- Ya me voy, papá.

- Buena suerte, hijo. Cuídate.

- ¡Hermano! ¡Espérame! - Gritó Sakura desde la mesa del comedor, donde se encontraba devorando su desayuno lo más rápido que podía, casi se atragantó al intentar comer un panecillo de un solo bocado.

- Olvídalo, monstruo. Sí te espero por más tiempo, me atrasaré para recoger a Yuki. Será mejor que tú también te apresures o llegarás tarde. - Respondió Touya desde la puerta de la cocina. Poco antes de salir, volteó hacia Sakura con su clásica mirada burlona. - Sabes, me sorprende que tardes tanto tiempo en desayunar, con una boca tan grande debería serte fácil engullir una ciudad entera en sólo un segundo.

- ¡¡¿Qué dijiste?!! - Gritó Sakura mientras una vena empezaba a saltar en su frente.

En respuesta, Touya puso su acostumbrada sonrisa cínica. Antes de salir al patio, hizo un último comentario.

- Apúrate monstruo, ya sé que con tus enormes pies no tardarás en llegar a la escuela en dos zancadas, pero eso no es excusa para que te retrases.

Obviamente, la reacción de su hermana no se hizo esperar.

- ¡¡¡Touya!!! - Gritó apretando el puño con varias venas saltándole en la frente y en la mano, para entonces, su hermano ya había salido de la casa.

Sakura terminó lo que quedaba en su plato en sólo un par de segundos. Tomó su mochila, corrió hacia la puerta frontal y se puso sus patines.

- ¡Adiós, papá! ¡Ya me voy! - Gritó antes de salir a la velocidad del relámpago.

- ¡Cuídate, hija! - Cuando Fujitaka terminó la frase, Sakura ya estaba en la calle. - Niños, nunca cambian. - Dijo para sí con una sonrisa mientras terminaba de lavar los platos.

Sakura patinaba lo más rápido que podía, quería alcanzar a Touya antes de que éste llegara a la esquina donde se desviaba para llegar a casa de Yukito. No iba a dejarlo marcharse sin darle su merecido. La joven aún no comprendía como es que a sus 16 años su hermano todavía la trataba como una niña.

- Bueno, supongo que hay cosas que nunca cambian. - Se dijo a sí misma mientras continuaba patinando.

Para cuando llegó a la desviación ya era demasiado tarde, Touya ya había dado vuelta a la esquina y le llevaba bastante ventaja en su bicicleta. La muchacha suspiró resignada.

- Bueno, lo dejaré así por esta vez... Pero ni piense que no se la voy a cobrar. - Dijo con determinación antes de proseguir con su acostumbrado trayecto hacia la escuela.

Tenía que darse prisa o llegaría tarde de nuevo. Para colmo de males, le tocaba matemáticas a la primera hora y esa clase definitivamente seguía siendo su punto débil: De entrada estaban esas tontas identidades trigonométricas que le resultaban casi imposibles de comprender, y en segundo lugar, su antipático profesor de matemáticas ya la tenía puesta en la mira, hasta le había advertido tajantemente cuales serían las consecuencias si volvía a llegar tarde a su clase de nuevo. La muchacha suspiró, algo desanimada.

- Este va a ser uno de esos días. - Se dijo sin dejar de patinar. Por lo menos le reconfortaba saber que en la noche todo cambiaría.

"Todo cambiará tan pronto esté él a mi lado..." Pensó con mirada soñadora al imaginar lo que Syaoran y ella harían esa noche, obviamente con algo de rubor en su rostro.

- Tal vez podríamos... ¡Ah! - Desgraciadamente, Sakura estaba tan ensimismada en sus fantasías que no se dio cuenta de que estaba a punto de chocar con otra joven. El resultado: Ambas fueron a dar al suelo.

- ¡Ayy!... Eso no fue nada inteligente. - Se quejó Sakura, algo adolorida.

- ¡Oh! Lo siento mucho. ¿Estás bien? - Preguntó la otra chica, ayudando a la joven hechicera a levantarse.

- Sí, estoy bien. Gracias. - Respondió Sakura. Una vez de pie, la maestra de cartas se disculpó, bastante apenada. - Realmente lo lamento, fue mi culpa, debí fijarme por donde venía.

- No te preocupes, yo también venía distraída. Lo importante es que nadie se haya lastimado. - Contestó la muchacha gentilmente.

- Cierto.

- Por cierto, se te cayó esto. - La otra joven le pasó su mochila a Sakura.

- Muchas gracias. En verdad, lamento las molestias.

- No te preocupes, no fue ninguna molestia.

- Bueno, lo mejor será que me dé prisa o llegaré tarde a clases. Muchas gracias por tu ayuda y discúlpame de nuevo por lo ocurrido.

- No hay problema. - Respondió la muchacha con una sonrisa.

La maestra de cartas se despidió y prosiguió su camino, la otra chica no apartó su mirada de ella mientras se alejaba por la avenida. La muchacha con la que Sakura había topado era de su misma edad y estatura. De complexión delgada, tenía tez clara y cabello castaño oscuro, bastante largo, casi le llegaba a la cintura. Poseía unos hermosos ojos ámbar, los cuales parecían emitir un extraño brillo.

- En verdad tienes un poder enorme... - Dijo con tono misterioso, su voz era bastante melodiosa.

Apenas se preparaba a dar vuelta a la esquina, Sakura sintió algo extraño cerca de ella.

- ¿Y eso? - La muchacha de ojos verdes volteó hacia atrás precipitadamente. En la avenida ya no había nadie, al parecer, la otra joven ya se había marchado. - Que extraño, me pareció sentir una corriente de magia.

Sakura permaneció mirando hacia la desierta calle por algunos segundos, después decidió no darle más importancia al asunto y continuar su trayecto. En una azotea cercana, la misteriosa muchacha de ojos ámbar y voz de sirena la seguía mirando.

- ...Aunque es una lástima que aún no sepas usarlo correctamente. Todavía te falta entrenamiento. - Los ojos de la chica parecieron liberar un destello, detrás de ella aparecieron dos sombras.

- En verdad no creí que nos detectara. Cuando estuvimos en su sueño, no pudo percibirnos. - Dijo la sombra masculina.

- Eso te demuestra, querido hermano, que las personas pueden ser más sorprendentes de lo que aparentan. - Comentó la sombra femenina, ligeramente burlona. Su compañero soltó un leve gruñido.

- Mi señora, ¿no cree qué ya es hora de que regresemos con el maestro?

- No. Quiero seguir observando un poco más.

- Como usted diga. - Las dos criaturas hicieron una reverencia y desaparecieron de un salto.

La muchacha llevó una mano a la llave que traía a manera de colgante.

- Sólo espero que nuestros enemigos no hayan enviado a sus huestes aquí.

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En la entrada del colegio Seijou, una joven de largos cabellos negros esperaba impacientemente, ya faltaba poco para que las clases comenzaran y no había señales de su amiga por ningún lado. Eso la hacía sentir cada vez más inquieta, en especial porque tenía enormes deseos de mostrarle su cámara nueva.

- Sakura, ¿dónde estás? - Decía angustiosa mientras se paseaba de un lado a otro por la puerta de entrada.

- ¡Tomoyo!

La aludida volteó inmediatamente en dirección de donde provenía la voz, no pudo evitar sonreír alegre, comenzó a hacerle señas a Sakura con una mano. Ella patinaba lo más rápido que podía, casi chocó con Tomoyo al llegar a la puerta del colegio.

- ¿Aún... estoy... a tiempo? - Preguntó jadeando.

- Sí, aún nos quedan exactos siete minutos. - Dijo Tomoyo, observando su reloj.

- ¡Qué... bien...! - La maestra de cartas se detuvo unos instantes a recuperar el aliento. Tomoyo sólo la observaba sonriente.

- Por un momento temí que no llegarías. Démonos prisa.

- Sí, de acuerdo.

Mientras tanto, en la ventana de uno de los salones, un muchacho permanecía con la mirada fija en las dos jóvenes que entraban al edificio. Era bastante alto, de constitución delgada, levemente atlética. Poseía cabello corto lacio y ojos de un extraño color gris.

- Finalmente llegó... - Se dijo a sí mismo, regresando su mirada al cuaderno de dibujo que reposaba en su pupitre.

A su alrededor, sus compañeros conversaban amenamente en lo que esperaban que sonara la campana. El muchacho no le dio importancia a eso, tomó un pedazo de carboncillo que se encontraba al lado de su cuaderno y empezó a trazar algunas líneas. A pesar del bullicio que imperaba en el salón, a él nada lo distraía de su labor. Estaba decidido a terminar ese día con su obra maestra, listo para mostrársela a sus dos musas, en especial a "ella".

Su mano se desenvolvía con gran facilidad sobre el papel. Lentamente, el pequeño trozo de grafito fue dando forma a lo que en un principio sólo eran líneas difusas. Después de un rato, el joven desprendió la hoja del cuaderno y la contempló detenidamente, revisando minuciosamente cada detalle. Sonrió satisfecho.

- Es perfecto. - Se dijo, observando con algo de ternura el papel. - Sólo espero que les guste.

En la hoja se apreciaba la imagen, finamente dibujada, de un par de muchachas. Las dos estaban sentadas sobre la hierba, sonriendo felices. Una tenía cabello negro, bastante largo, llevaba un elegante vestido que encajaba a la perfección con la delicada línea de su figura. La otra poseía cabello de una tonalidad más clara, de tamaño más corto que su compañera, su atuendo era bastante ligero, resaltaba a la perfección cada detalle de su esbelta figura y dejaba muy poco a la imaginación. El muchacho clavó su mirada en esta última chica.

- Sakura...

En ese momento, alguien sorpresivamente le arrebató la hoja de entre las manos.

- ¡Hey!

- ¿Qué tienes aquí, Utamaro?- Preguntó un muchacho de desordenados cabellos negros, sosteniendo la hoja de papel que le había arrebatado a su compañero.

- ¡Yamazaki! ¡Devuélvemela inmediatamente! - Gritó el muchacho de ojos grises, levantándose de su asiento de golpe.

- ¡Pero si son Daudouji y Kinomoto! - Exclamó Yamazaki, observando el dibujo.

- ¡Sí! ¡Lo son! ¡Dame acá!

El irritado joven se abalanzó sobre Yamazaki tratando de quitarle la hoja, aunque sin éxito, ya que éste se apartó rápidamente, provocando que su amigo fuera a dar de bruces al suelo.

- Es un excelente dibujo, Utamaro. - Comentó Yamazaki, sentándose en la banca del aludido. Éste se hallaba todavía en el piso, bastante molesto.

- ¡Aún no está listo! ¡No quiero que lo veas! - Gritó levantándose súbitamente. Esta vez tuvo mejor suerte y logró quitarle la hoja a su compañero, guardándola casi instantáneamente en su cuaderno.

- ¡Oh! Vamos, no te enfades. ¿Por qué siempre te comportas así? - Preguntó Yamazaki, confundido por la violenta reacción del joven.

- ¡Porque tú siempre andas de entrometido! - Respondió él, enfadado. - No me gusta que observen mis dibujos mientras aún estoy trabajando en ellos.

- A mí me parece que ya está terminado. - Dijo el muchacho de cabellos negros, llevándose los brazos a la nuca.

- Todavía le faltan detalles... - Replicó Utamaro, abriendo de nuevo su cuaderno para observar el dibujo, como queriendo cerciorarse de que las impuras manos de Yamazaki no hubieran causado daños a su obra maestra.

El muchacho de cabello negro sólo se limitaba a observarlo con curiosidad, como si estuviera esperando algo. Al cabo de exactos treinta segundos, Utamaro le hizo una seña a Yamazaki, dándole a entender que se retirara de su asiento. El aludido así lo hizo, observando con la misma curiosidad a su amigo sentarse en el pupitre, tomar de nuevo el carboncillo y hacer algunos trazos.

Si bien, las manos de Yamazaki no habían mancillado el dibujo, Utamaro había observado un par de trazos fuera de lugar, mismos que esperaba corregir antes de que el profesor de matemáticas llegara. Yamazaki permanecía parado a su lado, mirándolo trabajar, sonriendo levemente ante la aparente indiferencia que Utamaro le mostraba. Siempre le había llamado la atención (por no decir que le parecía bastante gracioso) la forma como su compañero se concentraba en sus dibujos al punto de prácticamente olvidarse de todo lo que le rodeaba. Era como si en ese momento, Katsushika Utamaro fuera el único humano sobre la faz de la Tierra, y su dibujo, el único objeto en varios kilómetros a la redonda. No obstante, por muy simpática que le parecía dicha visión, al cabo de un par de minutos empezaba a volverse aburrida, por lo que desvió su mirada hacia el reloj encima del pizarrón.

- ¿Eh? ¡Qué raro! - Exclamó observando que el reloj pasaba de la hora en punto. - Parece que el profesor Seki va a llegar tarde.

A Yamazaki realmente le extrañó que el maestro no se hubiera presentado en el salón todavía Por lo general, el profesor Seki era de los profesores más puntuales del colegio Seijou, siempre llegaba al salón con cinco minutos de anticipación. Era muy extraño que llegara después, y era prácticamente inconcebible (sobre todo para desgracia de Sakura) que llegara a ausentarse.

Yamazaki se dirigió hacia la puerta del salón y miró en ambas direcciones por el corredor, no había señas del profesor por ningún lado, algo realmente raro. El muchacho se rascó la cabeza, preguntándose a que podría deberse tan insólito retraso. Mientras lo meditaba, posó su vista de nuevo en su compañero de ojos grises, que seguía sentado en su banca dibujando, al parecer no se había percatado de la ausencia del profesor. Una idea cruzó a gran velocidad por la mente de Yamazaki, había encontrado la forma perfecta de divertirse en lo que esperaba a que el maestro llegara. Caminó hacia el asiento de su amigo y se paró a su lado, lo miró por algunos segundos, sonriendo.

- Por cierto, Utamaro.

- ¿Sí? - Respondió éste sin apartar la vista de su dibujo.

Yamazaki sonrió ampliamente, levantó el dedo índice y dijo:

- ¿Sabías qué en la antigüedad, mucho antes de que se inventaran las calculadoras, los matemáticos tenían que utilizar ábacos para realizar los cálculos?

- Sí. - Respondió Utamaro, sin mucho interés en la plática de Yamazaki.

- ¿Y sabías qué, debido a la complejidad de algunas operaciones, algunas veces era necesario aumentar la longitud del ábaco y el número de cuentas ya que éstas eran insuficientes?

- No, eso no lo sabía. - Respondió el otro, con la misma indiferencia.

La sonrisa de Yamazaki se extendió todavía más.

- Algunas veces se requería realizar cálculos tan grandes, que el tablero de los ábacos tenía que extenderse varios metros. Incluso se rumora de un ábaco que llegó a medir un kilómetro, y tenía más de 100 mil cuentas.

Tan pronto escuchó eso último, Utamaro puso cara de fastidio. Ya sabía lo que se aproximaba.

"Otra vez éste con sus disparates." Pensó mientras suspiraba resignado.

- Y eso no es todo. - Prosiguió Yamazaki. - Lógicamente, se requería de gran maestría para manipular ábacos tan enormes, pero había grandes sabios que podían utilizarlos para realizar operaciones de miles de cifras en sólo unos segundos. Incluso se dice que algunos expertos podían hacer cientos de sumas y restas consecutivas con una rapidez comparable a la de una calculadora electrónica.

- ¿En serio? No me digas. - Respondió Utamaro, mirando recelosamente a su compañero.

- Por supuesto, cuando la longitud del marco rebasaba los diez metros de longitud, a los matemáticos les resultaba difícil operarlos sin ayuda, para eso contaban con un gran número de ayudantes, los cuales se disponían en dos filas alrededor del ábaco. Mientras una fila se encargaba de sujetarlo, la otra realizaba las cuentas. Con su ayuda, un sabio experto podía hacer operaciones colosales, su habilidad y precisión superaba por mucho la capacidad de las computadoras modernas. Algunas veces, el número de asistentes requerido para sostener y manipular un ábaco sobrepasaba las doscientas personas, todos ellos vestidos con...

- Yamazaki. - Interrumpió Katsushika, cansado de tener que escuchar tantas incoherencias. - No es por nada, pero ¿hasta cuándo piensas proseguir con esto? Ya te lo dije, no importa cuánto lo intentes, yo no soy tan crédulo. Por muy disparatadas que sean, no podrás embromarme con tus mentiras. - Dijo con singular calma en su forma de hablar.

- Por lo menos lo intenté. ¿No? - Respondió Yamazaki, sin dejar de sonreír.

- Muy cierto. - Contestó su amigo con una sonrisa similar.

- Ya verás Utamaro, aún no me he dado por vencido. Tarde o temprano, habrás de caer.

- La verdad lo dudo, pero sí quieres seguir intentándolo, es tu tiempo, no el mío. - Tras decir esto último, el muchacho regresó a su dibujo. Yamazaki lo miró por un par de segundos más, después soltó un suspiro y dio media vuelta, retirándose hacia su pupitre, como si estuviera admitiendo su derrota.

- Ya verás Utamaro, algún día has de caer. - Dijo mientras se retiraba.

- Ni lo sueñes, Yamazaki.

El muchacho de ojos grises lo miró retirarse, se encogió de hombros y prosiguió con su labor. Aparentemente, nada podría distraer al joven dibujante de su trabajo... nada excepto cierto par de voces femeninas.

- Vaya, ¡qué extraño! El profesor aún no ha llegado. - Dijo Sakura, ingresando por la puerta del salón de clases.

- Tuvimos suerte, por un momento pensé que no llegaríamos. - Comentó Tomoyo, entrando junto a ella.

- Perdóname, Tomoyo, te retrasaste por haberme esperado. Por culpa mía, estuviste a punto de recibir un castigo.

- No te preocupes, Sakura, no me hubiera importado compartirlo contigo. - Respondió ella sonriéndole.

La maestra de cartas contestó con un gesto similar.

- Gracias, Tomoyo.

Utamaro observó como las dos chicas avanzaban por el salón de clases hasta sus respectivos asientos. Tomoyo, como siempre, se sentaba al lado de Sakura, mientras que la joven Kinomoto se sentaba en la misma fila que el muchacho, un par de asientos detrás de él. Apenas pasaron al lado suyo, el joven se levantó y nerviosamente dijo:

- B-buenos días, señorita Daodouji, señorita Kinomoto.

- Buenos días, Katsushika. - Respondió Sakura, sonriente

- Buenos días, joven Katsushika. - Dijo Tomoyo, de manera cortés.

- Hay... hay algo que quiero mostrarles.

- ¿Sí?

El muchacho tomó el dibujo en que había estado trabajando y se lo pasó a Sakura.

- ¡Vaya! - Exclamó la joven hechicera, admirada. - Mira Tomoyo, es impresionante.

- ¡Muy cierto! - Respondió ella. - Lo felicito, joven Katsushika, tiene un gran talento.

- ¡Oh! No es para tanto, señorita Daodouji. - Respondió el joven mientras desviaba la mirada, levemente ruborizado.

- No tienes que ser tan formal, Katsushika, ya te dijimos que nos puedes llamar por nuestros nombres.

- Lo... lo sé, señorita Kinomoto, es sólo que... bueno... yo... - Poco a poco el muchacho se ruborizaba cada vez más, se le dificultaba hablar.

Sakura y Tomoyo se sonrieron mutuamente, sabían que su amigo siempre había sido bastante tímido en lo que se refería a tratar con las mujeres. Las dos chicas siguieron apreciando el dibujo, maravilladas por el buen trabajo que el muchacho había hecho. A Tomoyo le admiraba la técnica y la variedad de efectos que Utamaro había logrado con el carboncillo, mientras que a Sakura le ruborizaba pensar en que ellas dos habían sido las modelos de tan espléndida obra. Katsushika sólo les miraba, bastante ruborizado. Poco a poco fue posando sus ojos sobre Sakura, sintiendo como su corazón empezaba a latir aceleradamente.

- En verdad eres un gran dibujante. Tal vez deberías hacer una exposición con tus dibujos.

- ¡Oh! No diga eso, señorita Kinomoto, la verdad es que no soy tan bueno.

- No tienes porque ser tan modesto. Tienes un gran talento.

- Es cierto, joven, yo también opino lo mismo que Sakura.

- Son muy... amables. - Dijo el muchacho, que a estas alturas ya tenía las mejillas completamente encendidas. - Si quieren, pueden conservar el dibujo.

- ¿En serio? ¡Muchas gracias! - Dijo Sakura, emocionada.

- Muchas gracias, joven Katsushika. - Agregó Tomoyo, sonriente.

- No... tienen porque darlas... después de todo, lo hice para ustedes.

- Por cierto, Utamaro, pensé que habías dicho que el dibujo no estaba terminado.

- ¡Yamazaki! - Exclamó el dibujante, sorprendido al ver a Yamazaki aparecer a su lado prácticamente salido de la nada.

- Buenos días, Yamazaki. - Dijo Sakura.

- Buenos días. - Prosiguió Tomoyo.

- Buenos días, Kinomoto, Daodouji. - Respondió el joven de cabello negro, haciendo una leve reverencia. - Parece ser que el profesor no va a venir, ya se atrasó demasiado.

- Ya quisieran ustedes eso, señor Yamazaki.

- ¡Profesor Seki! - Exclamaron los cuatro al ver entrar de improviso al maestro de matemáticas.

Instantáneamente, todos los alumnos que hasta el momento habían estado conversando ocuparon sus asientos apresuradamente. Un silencio casi sepulcral se apoderó del salón de clases. Todos mantenían la vista fija en el profesor, algunos estaban bastante pálidos, otros tenían la respiración acelerada, la mayoría mantenía una expresión de terror en el rostro, uno que otro sentía que en cualquier momento iba a desmayarse. El profesor los miró a todos como el sargento que examina a su pelotón antes de dirigirse al campo de batalla. Calmadamente, se dirigió a su escritorio con movimientos que parecían propios de un autómata, dejó su portafolio sobre la mesa y nuevamente dirigió su mirada a sus pupilos. Todos continuaban callados, prácticamente se podía escuchar el sonido de un alfiler chocando contra el suelo.

Al cabo de algunos segundos, el silencio empezaba a volverse incómodo, se parecía al que experimentaban los condenados a muerte en espera de la orden de "¡fuego!" al pelotón de fusilamiento. Finalmente, el profesor Seki posó su vista encima de una alumna en particular, una a la que esperaba dar su merecido castigo ese día. Se sentía algo desilusionado al saber que no sería así.

- Vaya, vaya... - Dijo con ironía. -Para variar, la señorita Kinomoto nos acompaña en clase. Es un placer tenerla con nosotros.

La aludida instantáneamente se sonrojó, apenada por las palabras del maestro. Algunas alumnas en los asientos de atrás empezaron a reír burlonamente, aunque fueron silenciadas por dos miradas: la mirada autoritaria del profesor y la mirada de furia de Katsushika. En realidad, ninguno de los estudiantes sabía cual de esas dos era la más intimidante.

Utamaro volteó hacia el profesor Seki con desprecio, sabía que el maestro tenía razón al reprender a Sakura por llegar tarde tan a menudo, pero no le parecía justo que se burlara de ella, y menos aún, que la ridiculizara enfrente de sus demás compañeros. El profesor de matemáticas no tardó en percatarse de la clase de mirada que le lanzaba su estudiante.

- ¿Sucede algo, señor Utamaro? - Le preguntó en forma calmada, como queriéndole dar a entender que no le tenía ningún miedo.

- Profesor, ¿puedo preguntar el motivo de su retraso?

- ¿Qué bueno que lo pregunta? La demora se debió a una junta con el director de la escuela, misma que se extendió más de lo programado. Hablando de eso, quiero aprovechar para hacerles un anuncio muy importante: Dentro de poco, la escuela llevará a cabo un programa de intercambio estudiantil. El instituto seleccionará a un grupo de estudiantes destacados y los enviará durante un mes a diversas escuelas a lo largo del mundo. Los alumnos que participarán en el programa serán seleccionados tanto por su promedio general como por sus logros académicos en diversas asignaturas. Asignaturas tales como: Matemáticas, literatura, ciencias, deportes, artes, por mencionar sólo las más importantes. La selección de los participantes se llevará a cabo dentro de dos semanas. ¿Tienen alguna pregunta al respecto?

La noticia del profesor pareció causar cierto revuelo entre los alumnos, en especial en cierta chica cuyos ojos verdes se abrieron de par en par al pensar en lo que representaba esa oportunidad.

- Eh... Disculpe, profesor... - Sakura levantó la mano para preguntar.

- Sí, señorita Kinomoto.

- ¿A qué países se piensa enviar a los alumnos que participen en el programa?

- Mmm... no estoy seguro, pero creo que se han realizado acuerdos con escuelas en Europa, América y otros países de Asia.

- ¿Qué países? - Preguntó con ansiedad.

- Creo que se están considerando China y Corea del Sur.

- ¿Y eso incluye escuelas en Hong Kong?

- Sí, es probable...

La expresión en el rostro de Sakura reflejó felicidad, sabía perfectamente lo que eso significaba, se trataba de una oportunidad maravillosa. Tomoyo, que había observado el cambio en el semblante de su amiga, también sonrió, comprendía perfectamente cuales eran sus motivos para sentir alegría. El profesor Seki, por su parte, frunció el ceño.

- Pero señorita Kinomoto, no me diga que realmente piensa que tiene oportunidad de participar en el programa. Eso es algo completamente absurdo. Una alumna con un desempeño académico tan pobre jamás podría ser considerada para participar en un proyecto así. Será mejor que no se haga falsas ilusiones.

Las palabras del profesor tenían una mezcla de sarcasmo y crueldad. Algunos estudiantes, principalmente mujeres, empezaron a reírse de Sakura, mientras que la pobre sólo podía agachar la cabeza avergonzada. No pasó mucho antes de que el profesor hiciera callar el alboroto.

- ¡Silencio!

Todos los alumnos se callaron instantáneamente.

- Si tienen más preguntas, hagan favor de pasar a la dirección. Ya perdimos demasiado tiempo de la clase, así que para compensarlo, habrá tarea extra hoy... ¡Y no quiero quejas!

Normalmente, las palabras "tarea extra" vendrían acompañadas de expresiones como: "¡Ay! No ¡¡¡Por qué?!!", "Viejo cascarrabias. ¡No es justo!", "Mmm... ya no podré ver el programa de esta noche", "Vamos, profe, no sea malo", entre otras, sin embargo, en la clase del profesor Seki, todos los estudiantes sabían que cualquier intento de protesta contra cualquier decisión tomada por el maestro era acreedora de más trabajo extra, sin mencionar una buena reducción en la calificación del parcial.

Sakura sólo acertó a sacar su cuaderno de apuntes mientras el profesor empezaba a escribir algunos problemas en el pizarrón. La sonrisa que había aparecido en su rostro desapareció por completo.

"Sí, este va a ser uno de esos días." Pensó mientras suspiraba con melancolía.

Por su parte, Tomoyo la miraba con algo de tristeza, mientras que Katsushika apretaba los dientes sin apartar una mirada de odio hacia el profesor. Ambos opinaban lo mismo, Seki había sido demasiado cruel esta vez. A ninguno le quedaba duda de cómo fue que se hizo tan famoso en el instituto: De todos los profesores, él era el que mejor sabía como destruir las ilusiones de los alumnos.

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Lentamente la muchacha fue abriendo sus ojos, se sentía desorientada. Trataba de moverse, pero no importaba cuanto lo intentaba, su cuerpo no le respondía. Se sentía extraña, adormilada. No recordaba lo que había sucedido después de que ese individuo la asaltara en medio de la bruma. Se percató de que estaba atada a lo que parecía ser una cama. Trató de gritar, pero la habían amordazado. Estaba desesperada, forcejeaba intentando soltarse. Empezó a mirar en todas direcciones, buscando alguna forma de liberarse. Estaba asustada, no sabía que era lo que sus captores pensaban hacer con ella, pero no quería averiguarlo.

El lugar era muy oscuro, la única luz se filtraba por debajo de una puerta frente a ella. A su lado había un par de literas, donde parecían hallarse otras dos personas durmiendo. De repente, la puerta se abrió y un grupo de personas ingresó a la habitación. La intensa luz que provenía del exterior la cegó, impidiéndole reconocer sus rostros. De lo único que estaba segura era que se trataba de cuatro hombres, tres de ellos vestían de una manera muy elegante.

- ¿Ésta es la selección para esta noche? - Preguntó el más alto, quien tenía cabello negro rizado acomodado en una larga cola de caballo.

- Así es. - Respondió, con un extraño acento extranjero, un individuo que a diferencia de sus acompañantes llevaba una vestimenta más humilde, parecida a la que utilizan los campesinos en los países orientales.

- Hiciste un buen trabajo, mi amigo. Las tres son muy bellas, me muero de deseos por probarlas. - Dijo otro sujeto que parecía ser de mayor edad que los otros.

- Controle sus ímpetus, Lord Melcombe. Todavía falta algo de tiempo para que llegue la media noche. - Replicó el cuarto individuo, que llevaba puesto un sombrero de copa.

- Lo sé, pero aún así, ya estoy ansioso.

- No me sorprende en ti, George. - Comentó el de cabello rizado, riendo ligeramente.

La muchacha contemplaba a los cuatro individuos desde la cama. Al parecer no se habían dado cuenta de que se había despertado. Sabía que debía permanecer lo más callada posible, quien sabe que serían capaces de hacerle si lo notaban. Los cuatro continuaban su conversación sin prestarle atención.

- ¿Cuánto falta para el despertar del círculo? - Preguntó el del sombrero de copa al más alto del grupo.

- No mucho, sin embargo, es necesario que empecemos con otra clase de sacrificios. - Una sonrisa torcida se dibujó en sus labios. - Saben a qué me refiero, ¿no es así?

- Sí... - Respondieron al unísono los otros tres, con una sonrisa semejante a la de su compañero.

- Confío en que no nos decepcionarás. - Dijo el más alto dirigiéndose al que vestía con ropas orientales.

- Sabe que no lo haré. - Contestó con una ligera carcajada.

El individuo de ropas humildes hizo una reverencia antes de despedirse.

- Si me disculpan, caballeros, tengo asuntos que atender. Desgraciadamente, no podré acompañarlos en la misa.

- No te preocupes por eso. Ya te llamaremos cuando sea necesario.

La muchacha miró de reojo al sujeto de ropas orientales antes de que saliera de la habitación, su apariencia le provocó escalofríos. Después de que éste se retirara, los tres individuos restantes dirigieron su vista a las tres jovencitas que descansaban en las camas.

- Son preciosas sin duda. - Comentó el que respondía al nombre de George Melcombe.

- Ellas servirán muy bien a nuestros propósitos. - Agregó el más alto.

- Está seguro de que ese sujeto es confiable. Hay algo que no me agrada de él. - Comentó el del sombrero de copa, haciendo alusión al individuo de vestimenta oriental.

- Descuida, lo conozco desde hace varios años. Sé que él no es precisamente el más leal a nuestra causa, pero está dispuesto a apoyarnos en todo lo posible, después de todo, le conviene a sus intereses. Él nos necesita más de lo que nosotros lo necesitamos a él, sin nuestra ayuda, le sería completamente imposible llevar a cabo sus planes. Por ello es que no debes preocuparte, no nos traicionará.

- Eso espero. A decir verdad, hay algo en su amigo que me resulta aterrador, Sir Francis. Esas habilidades que posee... jamás creí que pudiera existir alguien así.

- Debo decir, mi buen Paul, que tienes razón al admirarte. Él es en verdad un individuo insólito, no creo que exista otro como él en todo el mundo.

- Y precisamente por ello es que es tan útil a nuestra causa, ¿no es así, Francis?- Preguntó George.

El aludido respondió con una ligera sonrisa.

- Efectivamente. Además, él es uno de los mejores agentes de los que disponemos en Oriente. Y ya que estamos hablando de eso, ¿cómo se encuentra la situación allá? ¿Han recibido alguna noticia?

- Me comuniqué con Sir Henry esta mañana. - Respondió Paul. - Me informó que la guerra está muy próxima a iniciar. No falta mucho para que empiecen a desatarse las hostilidades, los miembros del consejo de ancianos del clan Li están haciendo un excelente trabajo motivando el odio e irritando a los diversos clanes místicos...

- Esa guerra sin duda convendrá a la realización de nuestra meta. - Comentó Melcombe, sonriendo.

- Lo que resulta irónico de todo este asunto es que sea el clan Li quien nos está ayudando esta vez. - Comentó Sir Francis, algo pensativo. - Si mal no recuerdo, esa familia fue la principal responsable de la derrota de nuestra orden hace casi tres siglos.

- También fue su líder quien impidió que se llevará a cabo la resurrección hace 20 años. - Mencionó Paul.

- ¿Quién diría que la situación se llegaría a invertir? - Dijo Francis con una sonrisa maquiavélica.

Los tres sujetos continuaron charlando sobre el asunto despreocupadamente. La joven sólo los escuchaba sin poder moverse. No comprendía nada de lo que hablaban. Discutían acerca de una guerra en Oriente, algo respecto a una familia llamada Li y su participación en la misma. De cualquier manera, la muchacha no tenía ningún interés en ello, sólo le importaba salir de ese lugar. Buscaría la forma de liberarse tan pronto esos tres salieran del cuarto.

- En fin, por ahora debemos atender asuntos más urgentes, como los preparativos finales para la misa de esta noche. - Dijo Sir Francis.

- Al respecto de eso, Francis, creo que una de nuestras invitadas nos ha estado espiando. - Dijo Lord Melcombe, señalando hacia la joven de cabellos rubios, quien abrió los ojos espantada al darse cuenta de que la habían descubierto. Tal vez ya sabían que estaba despierta desde que entraron a la recámara y sólo habían estado divirtiéndose con ella.

- ¡Oh! Querida mía, te has despertado. - Exclamó Sir Francis, fingiéndose sorprendido como si estuviera actuando en alguna obra teatral.

- Es la chica que el "bandido" capturó a eso de las siete de la noche. - Explicó Paul.

- Es una de las más bellas que ha traído, si me lo preguntan. - Comentó George Melcombe.

- Es una lástima que sus padres no le hayan enseñado modales. Es de mala educación espiar conversaciones ajenas. - Dijo Francis, acercándose a la joven con una sonrisa cruel.

La muchacha forcejeaba, tratando de liberarse de las amarras que la mantenían aprisionada. Intentó gritar pidiendo auxilio, pero la mordaza apenas le permitía emitir un leve gemido. Francis y George se pararon a los costados de la cama, contemplándola. En los ojos de la chica se observaba un terror inmenso, mientras que en los de sus captores se apreciaba lujuria y crueldad.

- No trates de luchar, pequeña, es inútil. Nadie puede ayudarte. - Dijo Sir Francis, acariciando sus cabellos y apartándole un par de mechones de la frente.

- En verdad es encantadora, es una lástima que tengamos que ofrecerla en la misa. Mira que carne tan joven y tierna. - Melcombe sujetó los pechos de la muchacha con brusquedad.

La chica gimió, se hallaba completamente indefensa, lo único que podía hacer era sacudir su cuerpo intentando liberarse de las manos de aquel hombre.

- ¡Oh! Veo que tienes mucha energía. - Lord Melcombe sonreía con lascivia mientras paseaba su mano por encima de la pierna de la joven. - Veamos que más tienes... - Dijo poco antes de introducir su mano por debajo de su falda.

- ¡Suficiente, George! - Gritó Sir Francis con autoridad. - No olvides que ella debe mantenerse pura hasta la ceremonia. Ya tendrás oportunidad de divertirte entonces. Ahora déjala en paz. - El joven inglés le lanzó una mirada de reproche a su amigo, George Melcombe tuvo que acatar la orden.

- Está bien, está bien. Iré entonces donde Lady Wortley. Francamente, estoy muy impaciente y no sé si podré esperar hasta entonces.

El hombre de mayor edad se retiró de la habitación. Después de que se marchara, Paul se acercó a Sir Francis.

- Aún no comprendo como es que despertó tan pronto. La dosis del narcótico que le di debía ser suficiente para mantenerla dormida por una hora más.

- Nunca dejes a la ciencia moderna lo que la magia antigua puede realizar con facilidad. - Dijo Francis con solemnidad sin apartar su vista del rostro de la muchacha. Ella seguía asustada, aunque esta vez no trataba de moverse. Sabía que no importaba cuanto lo intentara, no lograría escapar de estos siniestros individuos que la habían secuestrado.

- Duerme, pequeña, duerme... - Dijo Francis colocando una mano sobre su frente, empezó a recitar un extraño hechizo en alguna lengua antigua.

Poco a poco, los azules y cristalinos ojos de la chica se cerraron. A su alrededor todo se volvió negro, sólo quedo un vacío tenebroso y un silencio sepulcral.

Continuará...

Notas del autor:

¿Qué dijeron? ¿Se murió? ¿Se le agotó la inspiración? ¿Lo secuestraron los extraterrestres? ¿Finalmente lo atraparon los de Prodigy? ¡Pues no! Mala hierba nunca muere y para muestra estoy aquí de nuevo ^_^

Bien, sé que les debo una disculpa por haber tardado tanto en actualizar esto, pero créanme que todo ello ha sido por causas de fuerza mayor. Desgraciadamente, los últimos meses no he tenido mucho tiempo disponible y apenas estoy poniéndome al corriente con mis fanfics. Mil disculpas a quienes estén al pendiente de ellos, les prometo que dentro de poco los actualizaré, sólo ténganme un poco de paciencia.

Por ahora no tengo mucho que comentar, sólo que trataré de tener listo el capítulo 3 en algunos días, pero no puedo garantizarlo al 100%. Antes de irme, una ligera advertencia: En los siguientes capítulos van a empezar a aparecer ciertas escenas que a ciertos criterios les pueden parecer desagradables, léase yuri, yaoi y escenas de violación. Personalmente, yo no tengo nada contra el yaoi y el yuri, de hecho he leído fanfics de ambos tipos que me han gustado, pero sinceramente, detesto las escenas donde hay violaciones o sexo no consentido, así que de una vez lo aclaro: Si llegan a encontrar escenas de este tipo en el futuro, créanme que las he incluido sólo por seguir la línea de la historia, no porque me agrade escribirlas _ Ya aclarado lo fundamental, les recuerdo lo de siempre: Cualquier comentario, sugerencia o crítica CONSTRUCTIVA será bien recibida aquí o en fire_avenger@yahoo.com.mx

Have a nice day!