Capítulo 1:

Hogwarts

Albus Dumbledore se sentó en su escritorio acariciándose la barba pensativamente mientras consideraba la carta que tenía delante. Estaba contento con la lista de calificaciones sobre la Srta. Lorien Desjardins. Si todo iba bien, la entrevista confirmaría que era adecuada y entonces habría sólo un puesto más que ocupar para el curso escolar venidero.

Uno menos. Eso dejaba uno por ocupar a tan sólo varias semanas para que el verano acabara y no había solicitantes prometedores. En realidad, ninguno se había presentado para enseñar Defensa ese curso. Suspiró. Era una asignatura muy importante para los estudiantes, ahora más que nunca. En verdad no se sorprendía de que ninguno se hubiera presentado, desde el curso pasado que era más y más difícil encontrar un profesor. ¡Y los anteriores profesores! Inútiles. Bueno, muchos de ellos. Pero no todos.

Dumbledore cogió una pluma y comprobó el tiempo. Había pensado que llegaría a aquello, y estaba más que dispuesto a hacer lo que fuera necesario, pero pensó que sería mejor poner los puntos sobre las "íes" y las rayas sobre las "tes". Escribió dos cartas antes de reunir a las lechuzas. Una era una muy larga para el Ministerio de Magia, explicándoles la dificultad de la situación y por qué había emprendido aquellos pasos que sintió que eran necesarios. No titubeó en señalar antes de tiempo el giro que el Ministerio podía darle a la situación si fuera necesario.

La segunda carta que escribió fue mucho más breve.

Querido Remus,
Espero que esta carta encuentre que has estado bien durante estos pasados meses. En el presente me hallo en una difícil posición requiriendo una vez más que consideres volver con nosotros a Hogwarts. Estoy algo desesperado por un profesor de DCAO y tú has más que probado que estás cualificado. Sé sobre tus preocupaciones acerca del Ministerio, y con seguridad, creo que pueden ser tratadas de inmediato. Por favor, considera tu regreso, amigo mío. Me gustaría mucho no tener que ir a buscarte y pedírtelo de rodillas pero si fuera necesario, lo haría. Esperaré con ilusión tu respuesta.
Con afectuoso respeto,

Albus Dumbledore



El director selló ambas letras y envió a las lechuzas que había convocado hacia sus destinos dándoles las gracias. Miró la hora. Minerva daría la bienvenida a la Srta. Desjardins en cualquier momento y luego la llevaría a su oficina. Por supuesto tendría su reunión con Poppy también, pero ambas entrevistas eran una formalidad en realidad. Ella tenía excelentes referencias, y a menos de que fuera una completa charlatana, el trabajo sería suyo.


Miró fijamente hacia la ventana por la cual se habían ido las dos lechuzas volando.

-Bueno, Fawkes – dijo al llamativo pájaro -. Todo lo que puedo hacer ahora es esperar y pedir que el buen profesor se de cuenta de que de verdad lo necesito.

El pájaro contestó con una melodiosa respuesta.

-Sí, Fawkes, Hogwarts le necesita.


Lorien había estado un poco nerviosa hasta que entró dentro del castillo. Eso cambió cuando vio a la bruja de aspecto severo caminando hacia ella para darle la bienvenida. La mujer era mucho mayor que ella y estaba vestida con ropas oscuras. Su cabello estaba recogido tirantemente bajo el tradicional sombrero de las brujas, y Lorien tuvo la impresión de que aquella mujer iba a reñirla por llegar temprano. Se sorprendió cuando la bruja súbitamente le dirigió una cálida sonrisa y le alargó la mano.


-Srta. Desjardins, bienvenida a Hogwarts. Soy Minerva McGonagall, la subdirectora. Espero que haya tenido un agradable viaje.

Lorien tomó la mano que le ofrecía.

-Es un placer conocerla, Profesora McGonagall. Mi viaje ha estado bien, gracias. Espero no haberles hecho esperar.

-De ninguna manera, querida. Parece ser bastante puntual. Si me acompaña, por favor, la llevaré a dar una breve visita por parte de la escuela y después iremos a ver al director.

Lorien siguió a McGonagall mientras la mujer puntuaba la visita con historia y trivialidades. La joven bruja ya había leído muchas de ellas en su recientemente adquirida copia de Historia de Hogwarts, pero encontró que la narrativa y el paseo estaban calmando sus nervios.

-…y conduce a las mazmorras – añadió McGonagall.

-¿Es aquí donde se envía a los estudiantes para ser torturados cuando se han pasado de la raya? – preguntó Lorien, irónicamente.


-No, pero es donde los estudiantes, pasados de la raya o de otra cosa, son enviados para su entrenamiento en pociones.

Lorien creyó haber notado una pequeña sonrisa en el rostro de McGonagall cuando se volvió hacia el vestíbulo.

"Qué raro", pensó. "¿Se ha pasado por alto algo divertido?"

-Ahora, dígame. ¿Cuál era su casa, querida?

-Ravenclaw – respondió la joven bruja.

-Hmm, aceptable – pronunció la mujer mayor con una leve sonrisa.

-¿Y la suya debe ser Gryffindor? – Lorien indicó el broche de león en la garganta de la profesora.

La profesora asintió.

-Así es.

Lorien le devolvió la sonrisa.

-Ya hemos llegado – anunció McGonagall -. Malvavisco.

Lorien tardó un momento en darse cuenta de que aquello debía ser la contraseña que hizo que la gárgola de piedra revelase las escaleras detrás suyo.

-Sígame, por favor. El Director la verá ahora.

La profesora McGonagall hizo pasar a la joven al interior del despacho que había en lo alto de las escaleras.

-Ah, Minerva, aquí está. Y usted debe de ser la Srta. Desjardins.

El anciano mago le sonrió cuando estrechó su mano.

-Soy Albus Dumbledore.


-Es un placer conocerle por fin, señor – respondió, notando los brillantes ojos azules. McGonagall se excusó y el director hizo un ademán para que se sentara en uno de los asientos delante de su escritorio.

-¿Un viaje seguro? – preguntó.

-Sí. Ningún problema, gracias.

-Bien entonces. Vayamos directos al grano – el mago de cabello blanco miró fijamente a la chica rubia por encima de sus gafas de media luna -. Parece que tiene la necesidad de ocupar un puesto actualmente y que nosotros tenemos un puesto libre.

Lorien asintió meramente, dejando al viejo mago continuar.

-He encontrado sus calificaciones más que adecuadas y he contactado con varias de las referencias que usted suministró. Tanto Madame Ettinger como el Profesor Blakemore me escribieron rebosantes de recomendaciones. No veo ninguna razón por la que no debiera contratarla inmediatamente.

Sonriendo, Lorien se dirigió al director.

-Estoy contenta de que todo le parezca satisfactorio. Tengo unas cuantas preguntas, si eso no sería muy atrevido por mi parte.

-Adelante – respondió Dumbledore, inclinándose hacia delante sobre sus codos.

-¿Puedo preguntarle por cuánto tiempo es el puesto? – inquirió.

Él sonrió.

-Estoy seguro de que sabe que Madame Pomfrey ha trabajado como enfermera residente de Hogwarts durante muchos años y se ha cuidado incansablemente tanto de los estudiantes como del profesorado. Tiene una hermana menor que ha enviudado recientemente y está a punto de tener gemelos. Poppy ha decidido tomarse un permiso de ausencia para permanecer con su hermana durante el parto y quedarse durante un tiempo después. Me ha indicado que será por unos meses, pero e realidad no sabe cuánto tiempo pueda necesitar su hermana de su ayuda. Presiente que será al menos hasta vacaciones, así que puedo garantizarle que necesitaremos su ayuda hasta al menos primeros de año. Más allá no lo sé.


Lorien consideró su respuesta por ese momento.

-Eso estará bien – dijo como contestación, sonriendo al director.

-Oh, casi lo olvido – añadió Dumbledore rápidamente -. Tuve otra recomendación... Perth Taber habló muy bien de su antigua protegida.

La cara del viejo mago no había cambiado su plácida expresión, observando la reacción de ella cuando sus ojos se dilataron levemente y su sonrisa lentamente se apagó.

Tardó un rato en responder.

-Espero que estuviera bien cuando habló con él – contestó finalmente.

-Lo estaba – sonrió Dumbledore.

-Profesor, puedo… Eso es…

-Lo sé. Taber no estaba en su lista de referencias. Un pajarito me lo dijo – el brillo permanecía -. Srta. Desjardins, sólo por curiosidad, ¿por qué no puso en su lista el tiempo que pasó estudiando con él?

-Yo… - empezó.

-Por favor, no pretendía hacerla sentir incómoda.

-No, está bien.

Suspiró, decidiendo que ser franca era lo mejor.

-El tiempo que pasé con Perth Taber como aprendiz es uno de los más importantes de mi vida. Estoy muy orgullosa del hecho de que haya sido mi mentor y mi amigo.

-Pero...

-Pero, estoy seguro que usted se ha dado cuenta de que no todo el mundo tiene una mente abierta sobre las viejas maneras. Por experiencia sé que la filosofía Nemorosi y las prácticas curativas son típicamente ridiculizadas en los círculos académicos, y para evitar un innecesario… no, perdón, un no deseado escepticismo simplemente escogí omitir ciertas cosas.


Dumbledore pensó que parecía aliviada.

-Estoy seguro, señorita Lorien, que encontrará muchas mentes abiertas aquí en Hogwarts, la mía incluida.

Ella sonrió de nuevo, definitivamente parecía aliviada.

-Bien, entonces venga conmigo y le presentaré a Madame Pomfrey. Ya he decidido, pero al menos dejaremos que le eche un vistazo primero ¿no cree?


Se rió.

- Estoy seguro de que le gustará esto. Es siempre... er... interesante de decir, al menos. Por cierto – Dumbledore la miró mientras la conducía hacia el ala del hospital -. ¿Sabe algo acerca de Defensa Contra las Artes Oscuras…?



-Poppy, ella es Lorien Desjardins, las bruja de la que le estuve hablando. Lorien, tengo que presentarle a Poppy Pomfrey.

-Encantada de conocerla, querida – Pomfrey llevaba una caja con varios tipos de potes y pociones hacia el armario de suministros -. Sólo estoy haciendo un poco de restocking antes de que la escuela empiece – sonrió.

-Es un gran placer – Lorien le devolvió la sonrisa educadamente.

-Las dejaré solas para que puedan hablar un rato ¿no les parece?

Dumbledore mostró diez dedos para indicarles que les daría diez minutos y salió por la puerta.

-He oído que conoce a Emily Ettinger. ¿Fue una de sus profesoras? – comenzó Madame Pomfrey -. Ella fue compañera mía. Hufflepuff. ¿Cómo está? ¿Sigue enseñando?

Lorien sonrió para sí misma ante la embestida.

-Sí, todavía sigue enseñando.

-Bien por ella. Sea buena y alcánceme algunas de esas botellas ¿quiere?

La bruja rubia cogió las botellas de cerveza para dormir, pociones antisépticas y analgésicas y se las alargó a la mujer subida sobre un taburete bajo.

-Emily fue siempre una chica lista. Me alegra saber que está bien. Se ha dado a conocer bastante. Bueno, ya conoce a esas universidades, te ponen bajo mucha presión para producir.

Pomfrey se paseaba de un lado a otro.

-Coja ese lote – le indicó la siguiente caja de botellas -. Así que, ¿cuál es su historia? ¿Amor? ¿Casada? ¿Hijos?

"Hmm", pensó Lorien riéndose por dentro. "Ahora viene la entrevista real. Aquí es donde empiezan a salir los trapos sucios."

-No – respondió.


-¿Prometida? – preguntó Pomfrey.

-No – Lorien sonrió abiertamente.

-¿Novio? – probó de nuevo.

-No – respondió ella riéndose.

-¿Novia? – se arriesgó la bruja.

-Definitivamente no – la joven estaba divirtiéndose de verdad ahora.

-No quería ser entrometida, querida, sólo tenía curiosidad sobre el nuevo miembro de la plantilla.

Pomfrey retrocedió y le sonrió inocentemente. Lorien parecía sorprendida.

-Oh, olvídelo. Dumbledore no la habría traído hasta aquí si no planeara contratarla. Deberíamos sentarnos para seguir conociéndonos mejor. Por supuesto, él me contó todo sobre lo de Taber. Aquí está en buena compañía, cariño. Tan sólo espere a que le presente a Sprout. Ella es la profesora de Herbología y no puede esperar a conocerla. Así que, dígame, ¿cómo le gusta que los chicos le aborden...

Lorien dejó ir un suspiro interno de alivio cuando la profesora McGonagall apareció para rescatarla.

-Me temo que debo robarle a la Srta. Desjardins por un rato, Poppy.

Fuera en el pasillo, McGonagall volvió a hablar.

-¿Qué le ha parecido Madame Pomfrey? – le preguntó casualmente.

-Bien. Muy simpática. Er, ella es...

-No puede dejar de meter baza ¿no?

La bruja le sonrió.

-No. Tengo que confesar que era incapaz de seguir el hilo de sus rápidas preguntas – admitió Lorien riéndose.

-¿Le preguntó por su edad, su fecha de nacimiento y su poción curativa favorita o fue directa hacia su vida amorosa? – inquirió McGonagall.

-Directa al estado conyugal y la preferencia sexual.

-Brutal – observó McGonagall -. El profesor Dumbledore me ha informado que usted es el miembro más nuevo en la plantilla de Hogwarts. Felicidades, espero que le guste estar aquí, Srta. Desjardins - añadió sonriendo calurosamente -. ¿Y ahora qué le parece si vamos a comer?

-Gracias, profesora. Eso suena fantástico. Por favor, llámeme Lorien – respondió la nueva enfermera de Hogwarts.


-De acuerdo. Yo soy Minerva. ¿Vamos?

Dumbledore estaba a punto de dejar su despacho para reunirse con los demás para comer cuando escuchó un ruido detrás de él. Una gran lechuza aterrizaba encima de su escritorio. Desató el enrollado pergamino de su pata y envió al pájaro fuera dándole las gracias. Reconoció la caligrafía como la de R J Lupin.

Rompió el sello y abrió la carta.

Casi al instante, una amplia sonrisa cruzó la cara del director. El problema dos estaba resuelto. Releyó la nota antes de dirigirse hacia el comedor.

Estimado Director Dumbledor,
Avise a la profesora Sprout para que prepare más matalobos. Espero verle dentro de poco antes de que el trimestre dé comienzo. ¿Qué puedo decir? Usted gana.
Remus




Minerva acompañó a Lorien hasta la sala de grandes ventanales donde se había preparado una mesa para un grupo pequeño. Durante el almuerzo, conoció al profesor Professor Flitwick, jefe de la casa de Ravenclaw, y la profesora Sprout. Mcgonagall, Pomfrey, y Dumbledore permanecían fuera de ese grupo.

Estaba teniendo una agradable conversación con Flitwick cuando Dumbledore se dirigió al grupo.

-Tengo una pequeña sorpresa para todos – empezó -. Hace poco que he recibido una lechuza.

El grupo lo observaba expectante.

-Parece que no sólo tenemos la buena fortuna de tener a la Srta. Lorien con nosotros, sino que el profesor Lupin ha reconsiderado y volverá este año para enseñar Defensa otra vez – sonreía de oreja a oreja a toda la mesa.

Lorien quiso preguntarle a Minerva o Poppy sobre aquello cuando el grupo rompió a charlar animadamente.




Severus Snape caminaba deprisa a grandes zancadas por el vestíbulo hasta la puerta que era la entrada su habitación privada en Hogwarts. Pronunciando las palabras para contrarrestar el conjuro que había puesto para cerrar la puerta, pasó a través de ella y arrojó la negra capa que llevaba de sus hombros al respaldo de una silla.

De momento, estaba bien haber vuelto. Los meses de verano habían transcurrido frenéticamente y estaba deseando tener una semana o así de calma y soledad antes de que los alumnos regresaran para el año escolar.

Pasó la vista por la habitación cautelosamente y encontró que todo estaba tal y como lo había dejado. No es que esperase que algo estuviera mal, sólo era su largamente practicada precaución.

Snape se entregó a una ducha calienta y a una copa de jerez. Se sentó en su butaca favorita ante la chimenea y abrió un libro. Apoyando los pies en el desgastado alzapiés, suspiró y reclinó su cabeza contra el asiento.

Estaba empezando a relajarse.


Rápidamente se vio absorto en los primeros capítulos del libro que había estado años esperando para abrir y se hundió en los confortables cojines. Mientras iba girando las páginas, decidió servirse otro jerez.

-¿Por qué no? – meditó.

Se alargó hacia la pequeña mesa que había a su lado y se sirvió otra copa. Definitivamente, se estaba relajando. Se trataba de un raro placer del que intentaba tomar gran ventaja. Snape sonrió para sí mismo reabriendo libro.


Toc, toc, toc. Llamaban a la puerta. Snape gimió y se hundió en la butaca.

"¡Largo!"

Toc, toc, toc.

-¿Severus?

Era el director.

"Si fuera otro..."

Snape dejó el libro sobre la mesa y se arrastró despacio hacia la puerta.

-Ah, Severus. Ya has vuelto – Dumbledore entró en la habitación -. ¿Un viaje seguro?

-Sin disturbios – Snape veía un resplandor.

-Bien. No te entretendré. Quería asegurarme que estabas bien.

-Estoy bien – su expresión era neutral -. Gracias, Albus.

El anciano mago se volvió para marcharse y entonces titubeó en rellano de la puerta.

-¿Tiene noticias? – hablo Snape a sus espaldas.

-Sí.

"Por las barbas de Merlín, ¿y ahora qué?"

Snape suspiró audiblemente.

-¿Qué es?

El director se giró levemente.

-Remus Lupin va a volver.

-¡Lupin! – silbó Snape -. ¿¡Para las clases de Defensa!?

-Sí.

Snape no podía creer a sus oídos.

-Pero seguramente... el hombre lobo...

-Ya está decidido – Dumbledore cortó al profesor de Pociones -. Buenas noches, Severus.

La puerta se cerró.

El jefe de la casa Slytherin se quedó mirando la puerta cerrada por un largo rato hasta que lentamente volvió a la butaca y se dejó caer en ella. Contempló la segunda copa de vino en la mesa y la levantó, fijándose en las llamas de la chimenea que bailaban en las profundidades del líquido ámbar.

Se lo bebió de un solo trago.

Y después un tercero.