Capítulo 3:

Un lobo en la puerta




Faltaban varios días antes de que comenzase el nuevo año escolar en Howgarts, Escuela de Magia y Hechicería, y el director se sentó ante su escritorio leyendo los titulares de El Profeta. Al sentarse murmurando para sí mismo, se dio cuenta de que estaba leyendo una y otra vez las mismas noticias, su mente estaba demasiado distraída con otros asuntos. Dejó el periódico y se levantó de su escritorio. Acercándose a la ventana más próxima, se quedó mirando fijamente al claro cielo azul.

Un golpe en la puerta lo sacó de las musarañas. Sonrió para sí mismo y después a su visitante cuando el hombre joven que había fuera entró a su despacho.

-Remus, amigo mío – empezó Dumbledore cálidamente -. ¿Cómo estás? ¿Un viaje seguro?

Estrechó la mano del profesor firmemente y le dio unos golpecitos afectuosos en el hombre con su mano libre.

-Bien, Albus. ¿Y usted? – el joven mago parecía un poco pálido, pero sus ojos gris claro brillaron cuando respondió a su sonrisa.

Los dos hombres se sentaron.

-Ya sabe que estoy contento de ayudar – dijo Lupin -. Además, no hay muchos lugares en los que estaría mejor que aquí, y ya sabe lo que me encanta enseñar.

-Sí, lo sé. No quiero que te preocupes, Remus. Hemos tomado todas las precauciones – dijo Dumbledore tranquilizadoramente.

-¿Y Severus? ¿Está ayudando? – Remus sonó preocupado.

-Ya he hablado con Severus. Te preparará la poción matalobos cuando la necesites.

-Apuesto a que está entusiasmado – Lupin sonrió abiertamente.

-Se recuperará. ¿Ya te has instalado? – le preguntó el director.

-Sí, y tengo varios días para poner todos los planes para las lecciones en orden – respondió Lupin.


-Bien. ¿Alguna noticia? ¿Has hablado con Snuffles? – el tono del mago del pelo blanco se hizo un poco más solemne.

-Hemos estado en contacto. Está bien pero nada más que decir – el joven mago suspiró.

-Remus, pareces cansado del viaje. Hazme un favor. Baja este horario a la enfermería y haz que la Srta. Lorien te eche un vistazo – dijo Dumbledore.

-¿Perdón? – Lupin no estaba seguro de a lo que se refería.

-La nueva enfermera. Estará aquí mientras Poppy esté fuera con su hermana – le explicó.

Lupin dejó ir una sonrisa cansada.

-De verdad, Albus. Estoy bien.

-Ella es muy agradable, y tiene mucho talento por lo que he oído – dijo Dumbledore.

-Está bien...

-Creo es de tu edad, Remus – Dumbledore parecía divertido -. Es rubia y bastante atractiva, en serio.

Lupin le dirigió una mirada suspicaz al director.

-Ella no necesita realmente una copia de esto ¿me equivoco? – preguntó

Dumbledore se encogió de hombros.

-Está soltera – le sonrió.

-Honestamente, Albus – Lupin fingió exasperación.

Dumbledore se sentó pacientemente, todavía sonriendo un poco.

-¡Por las barbas de Merlin, Albus! ¿Es que tengo que ir y decirle "Hola. Mi nombre es Remus Lupin y soy un hombre lobo. ¿Te gustaría ir a tomar un té alguna vez?" – Lupin se rió tirantemente.

El anciano mago sonrió amablemente.

-Ve a conocerla. De todas formas, es bueno que conozca a todos los profesores – dijo tranquilamente -. Ya pensarás más tarde lo del té – sus ojos azules brillaban.

-Está bien – Lupin se levantó de su asiento, tomando el pergamino que el director le ofrecía.

-Oh, y Remus – añadió cuando la mano del joven mago estaba en la puerta.

-¿Sí?

-Omite la parte del lobo, sólo por ahora.

Lupin puso los ojos en blanco y suspiró, pero Dumbledore pudo ver una pequeña sonrisa cuando se giró y salió fuera.

La mazmorra de Hogwarts estaba tranquila durante el verano. Muy tranquila. Exactamente como al profesor de Pociones le gustaba.

-Umbra.

Atravesó la puerta cargando con los ingredientes para la poción que estaba preparando y los dejó encima de una gran mesa que había en la parte de en frente de la habitación.

-Caligo.

Las antorchas de la cámara pequeña parpadearon y se encendieron. Sacó una llave de parecido extraño del bolsillo de su túnica. La cerradura hizo un clic y le dio un rápido empujón a la puerta lacada oscura. Se abrió enseguida.

Frunció el ceño al buscar dentro el acónito seco.

"Es impensable que vaya a hacer esto cada mes."

Había dudado a menudo de la decisión del director en lo concerniente al hombre lobo, pero al final sabía que haría lo que Dumbledore deseaba. Estaba motivado no por la preocupación hacia su viejo compañero de escuela, sino por el respeto al mago del pelo blanco.

Cerró la puerta del armario y volvió a la caldera sobre la mesa. Todavía refunfuñaba internamente cuando alcanzó el cuchillo, el mortero y la mano del mortero y los puso también encima. Necesitaba tenerlo todo listo. Era una poción compleja que requería muchos componentes que había que añadir con la medida exacta y en sincronización con la rapidez del fuego.

Troceó, molió, peló y midió. Y midió otra vez. Cuando estuvo satisfecho de que toda la preparación estuviera en orden, empezó.

Y fue entonces cuando tuvo lugar la transformación. Su frente se frunció de nuevo, pero ahora por la concentración.

Sin decir una palabra encendió el fuego.

Desmenuzó el primer ingrediente hábilmente y lo espolvoreó sobre la caldera humeante. El agua se volvió negra. Sus delgados y diestros dedos se movieron hacia el siguiente frasco, los siguientes polvos, la siguiente hierba, estableciendo un ritmo hipnotizador que continuó hasta que la aparentemente la serie sin fin de componentes empezó a disminuir. El contenido de la caldera se puso gris, después azul y después de un pálido color leche.

Al fin cogió el ingrediente final, el polvo de matalobos, y mirándolo cuidadosamente una última vez lo repartió dentro de la caldera. La superficie del líquido cociéndose a fuego lento resplandeció levemente cuando el último y potente ingrediente hizo contacto.

Contó hasta cinco.

Y el remolino lechoso delante de él se volvió cristalino.

Ya estaba listo.

Severus Snape pasó una mano por su negro cabello, un poco húmedo por el vapor. La más pequeña de las sonrisas estiró las comisuras de su boca. Era perfecto.

El maestro de Pociones había acabado.



Lorien se sentó en el pequeño despacho leyendo la carta que había llegado de Poppy Pomfrey. Muchos recordatorios. Muchas sugerencias. La bruja rubia puso los ojos en blanco.

"Veremos cuántos recordatorios me envía cuando los gemelos nazcan."

Sonrió ante el pensamiento de la bruja con prisas y con su energía centrada en su hermana y las dos nuevas incorporaciones al clan Pomfrey.

Toc, toc, toc.

-¿Hola?

La voz de un hombre llamaba suavemente.

-Estoy aquí – Lorien se levantó de su asiento y fue hacia la puerta del despacho.

La manga de su toga se deslizó sobre el escritorio al hacerlo y tuvo una breve vislumbre de un guapo mago joven de cabello marrón claro cuando se agachó para recoger el torbellino de pergaminos que habían caído al suelo.

-Ups. Discúlpeme un momento – dijo riéndose al inclinarse.

Remus Lupin observó a la joven enfermera con interés y leve divertimiento mientras alcanzaba los papeles de un tirón.

"Ese zorro viejo. Dumbledore estaba en lo cierto."

Lorien se levantó con el brazo lleno de pergaminos recapturados.

Él la estaba observando, sonriendo, con la cabeza levemente hacia un lado, recordándole a un perro contemplando una palabra familiar de su dueño.

-Hola, soy Gracia – dijo riéndose de si misma y acercándose a él -. No, en realidad, me llamo Lorien Desjardins.

-Encantado de conocerla – su voz era suave, como lo eran los grises ojos que se encontraron con los suyos.

-Usted enseña Defensa ¿verdad? – le preguntó Lorien.

-Sí – respondió él.

-¿La ha enseñado antes aquí? – recordó que Poppy le dijo algo sobre eso.

-Sí, hace dos años – respondió.

-Bueno, Remus Lupin, debo advertirle que he oído mucho sobre usted – dijo Lorien tomándole el pelo.

-¿Algo bueno? – preguntó.

-Puede – dijo ella maliciosamente.

-¿Algo malo? – quiso saber él.

-Mmmm… - titubeó, burlándose.

Él se rió.

-Bueno, si aún sigue ahí de pie hablándome es que no ha oído lo peor – dijo con una sonrisa.

-¿Se refiere a ese asunto de la luna llena? – dijo ella con suavidad.

Su rostro palideció.

-¿Ya lo sabe? – preguntó.

-Ya no es tan secreto ¿no? – dijo Lorien con una voz agradable.

-Supongo que no – estaba serio.

-Dígame ¿es usted tan simpático el resto del tiempo? – estaba tomándole el pelo otra vez.

-Soy un santo – parecía algo más alegre.

-Bueno, entonces San Remus, ¿qué le parecería tomar un té en el césped conmigo? – le preguntó.

-Me encantaría – admitió.



Lorien paseó con el profesor de Defensa por el césped para después regresar hasta donde había dejado sus cosas.

-Tendremos que conjurar otro... oh – se sorprendió al encontrar dos sillas y dos vasos en la mesa.

-¿Hizo usted eso?

Miró lo que había sido añadido.

-¿El qué? – preguntó.

-La segunda silla – indicó lo añadido a la mesa.

-No – dijo con inocencia.

-De acuerdo – ella se rió.

Remus no le prestó atención ya que tenía una fuerte sospecha de dónde había venido la segunda silla. Miró fijamente en dirección a la ventana de la torre.

Lorien pasó la mayor parte de una hora hablando con Remus fuera en el césped. Encontró que era fácil hablar con él con sentido del humor y se vio a sí misma sonriendo a menudo durante su conversación.

-¿Por qué tenía miedo de regresar? – le preguntó Lorien.

-Mi mayor preocupación es que podían haber... um… complicaciones por tener a un hombre lobo viviendo en Hogwarts.

-No puedo entender su ansiedad, pero seguramente las cosas irán bien tomando las medidas adecuadas –dijo ella.

-Eso espero. Desafortunadamente habrá luna llena dentro de una semana, así que ya habremos empezando el curso y estaré incapacitado durante un tiempo.

Lorien parecía preocupada.

-Tendrá que empezar a tomarse el matalobos pronto – observó.

-Sí, el profesor Snape ya está ocupándose de su preparación – le aseguró.

Lorien súbitamente se rió por lo bajo.

-¿Qué? – preguntó Remus.

-Nada. Es sólo, bueno, tuve el placer de conocer a Snape ayer – le explicó.

-Ya veo – Remus sonrió socarronamente.

-Poppy me dijo que era un poco serio. Yo diría que casi me asustó su insensatez en la mazmorra – dijo Lorien.

-¿Fue a la mazmorra? – le preguntó él con curiosidad.

-Sí. Tenía que sacar algo de la habitación de suministros del laboratorio de pociones – dijo.

-¿Le hizo pasar un momento difícil cuando se lo pidió? – Remus sonó un poco inquieto.

-No sabía que tuviera que pedírselo primero. Poppy me dijo…

-¿Qué? – Remus la cortó -. ¿¡No me diga que fue y cogió algo de su almacén sin preguntarle!? – sonreía ampliamente -. Y vive para contarlo. ¡Valiente chica!

-No valiente, sólo desinformada. Snape fue lo suficiente amable como para informarme de mi error. Le he prometido de hacerlo mejor en el futuro – dijo Lorien con una mueca solemne.

De repente Remus la miró con seriedad.

-Lorien, tómese a Severus Snape seriamente. En realidad, ladra mucho pero creo que muerde aún más – Remus parecía bastante serio.

-Lo sé, Remus. Temo que es inevitable que tendré que hacer un acuerdo con él. Hay algunas pociones que tengo que elaborar yo misma, pero algunas de las más potentes están por encima de mis capacidades. El matalobos por ejemplo. ¿Ha visto nunca a alguien prepararla, Remus? – le preguntó Lorien.

-No. Confieso que no.

-Es dificilísima. Sólo la he visto preparar una vez. Únicamente el más talentoso maestro de Pociones puede hacerlo. Supongo que somos afortunados de que Snape enseñe en Hogwarts.

-¿Tengo que decir que sí? – Remus hizo uso de su humor una vez más -. Qué le parece "mmmm". Eso es suficiente para no comprometerme.

Lorien se encontró a sí misma riendo otra vez.

Remus se dio cuenta de que le gustaba oírla reír.


Notas de la traductora (que no la autora XP):

Dejé el término "Snuffles" tal y como es originariamente. La traducción que se hizo en español fue "Hocicos". Ejem... lo dejaré en Snuffles ^^;