Capítulo 5:

Dolores de cabeza e insomnio


El resto de la semana pasó rápidamente para Lorien. Había hablado con Neville y habían quedado para la primera sesión, la cual no fue tan bien como ella había esperado. El chico era olvidadizo y se ponía nervioso con facilidad, y Lorien esperó que la próxima vez hicieran más progresos.

Remus le hizo un resumen de lo que había estado dando en las clases de Defensa Contra las Artes Oscuras y juntos había hecho las preparaciones para las clases del lunes.

La clase de Transformación del la tarde del viernes envió a tres estudiantes a la enfermería. Un sobreentusiasta alumno de segundo años se perdió en medio de un conjuro para cambiar un acerico en erizo, y sus asustados compañeros de clase se encontraron a sí mismos enfrentándose con un gran y enfadado puercoespín de una dolorosa manera hasta que la profesora McGonagall intervino para convertirlo en un animal inofensivo otra vez. Lorien había pasado la tarde sacando largas púas negras y blancas de varias partes anatómicas de los Hufflepuff.

El sábado resultó ser un glorioso día soleado y la mayor parte del cuerpo estudiantil salió fuera a comer o a medio intentar hacer sus deberes en el césped. Los entrenamientos de Quidditch habían empezado y se hablaba mucho sobre qué casa sería la ganadora de la Copa de las Casas ese año.

Remus Lupin se detuvo ante la puerta de la enfermería esa tarde, luchando en una batalla interna. Detestaba tener que pedir ayuda, y especialmente detestaba tener que pedírselo a ella, pero difícilmente podía hacer otra cosa. Las migrañas que solían aparecer justo antes de la transformación eran a menudo terribles. Entró.


Lorien levantó la vista.

-Hola. ¿Qué ocurre, Remus?

Pudo ver que la sonrisa que le dirigió era tirante y que había oscuros círculos bajo sus ojos.

-Algo de dolor de cabeza.

-Pareces cansado. ¿Migraña?

Él asintió.

-¿Le ocurre cada mes?

Remus pudo sentir la preocupación detrás de la pregunta.

-Sí, unas veces peor que otras.

-Siéntese – le ordenó, dando una palmada en el borde de una camilla.

Él se sentó y ella empezó su trabajo.

Puso una mano bajo su barbilla y le levantó la cabeza, mirando fijamente en el interior de sus cansados ojos grises. Se inclinó sobre él evaluándole y él pudo advertir su suave aroma. A pesar del entumecimiento de dolor de sus ojos, se dio cuenta que de estar en otro lugar menos médico habría disfrutado mucho de tener sus manos tan cerca de él.

Suaves dedos se dirigieron a su garganta, examinado su pulso.

Remus esperaba que no fuera muy rápido.

Cálidas manos a cada lado de su cuello, palpando bajo su mandíbula.

Cerró sus ojos, dejando a su mente deambular un poco.

-… doble hoy?

-¿Qué?

No había escuchado todo lo que le había dicho.

-¿Ha tenido alguna visión doble hoy? – repitió ella con paciencia.

-No.

-¿Vómitos?

-No.

La imagen le sobrevino.

-Oh, podemos resolverlo – sonrió -. Túmbese – puso los cojines para que permaneciera sentado pero que pudiera reclinarse un poco.

Él hizo lo que le decía.

-¿Tendrá una poción suficientemente fuerte para esto, no?

-Medicinas no – se sentó en el borde de la cama cerca de él -. Cierre los ojos. Esto puede parecer un poco divertido al principio.

Remus apoyó la cabeza y cerró los ojos. Pudo escucharla respirar profundamente, concentrándose.

Se inclinó, apartando el cabello castaño veteado de gris y situando la punta de sus dedos en cada sien. Remus no pudo pillar todas las palabras que decía suavemente, pero fue consciente de la calidez de su tacto que se hacía cada vez más intenso. Lentamente, la cálida sensación se extendió a través de sus sienes y detrás de sus ojos, como si el dolor fuera reemplazado por un calmante calor. El dolor de cabeza retrocedió.

Abrió los ojos y la contempló durante un momento, sus propios ojos estaban cerrados en concentración, su respiración lenta y regular. La vió inspirar hondamente y entonces se forzó a mirar hacia arriba.

-¿Mejor?

-No lo sabe bien. Gracias.

-Bien – se levantó y le ofreció su mano -. Vamos.

Él la cogió y ella le ayudó a ponerse de pie.

-¿A dónde?

-A dar un paseo fuera. El aire fresco le vendrá bien.

Quedó cohibido al darse cuenta que sus dedos aún permanecían unidos a los suyos. Tiró de su propia mano y la saludó con elegancia.

-Sí, madame.

Ella le dio un empujón de broma y pasó por delante de él. La vio caminar alejándose de él por un rato y entonces se dio prisa en alcanzarla.

El entrenamiento de Quidditch estaba siendo agotador. Por mucho que a Harry le encantara volar se alegró de que el entrenamiento acabara y no tuviera nada que hacer durante el resto de la tarde. Corrió de regreso a la torre de Gryffindor a guardar la escoba y ducharse, estaba ansioso de encontrar a Ron y a Hermione.

Los encontró fuera, en el césped, disfrutando de la bella tarde, cada cual a su manera. Hermione tenía un enorme tomo abierto en el cual estaba completamente absorta, y Ron echaba una cabezada en la hierba cerca de ella.

-¿Cómo fue el entrenamiento? – le preguntó Hermione cuando Harry se dejó caer en el césped.

-Brutal – sonrió Harry.

-Hola, Harry – Ron se sentó y bostezó.

-¿Trabajando duro, Ron? – se burló Harry.

Ron lo golpeó en el hombro.

-Eh, ¿quién es ese? Creo que es Remus.

-¿Dónde?

Harry y Hermione se volvieron para ver de lo que estaba hablando Ron.

-He oído que es simpática – añadió Ron.

-Sí – dijo Harry -. Neville dice que es bastante maja.

-¿Así que cómo fue el entrenamiento de Quidditch? – le preguntó Ron a Harry.

Hermione no dijo nada, sólo sonrió y volvió a su libro.



Puede que fuera una tarde perfecta para pasear fuera, pero Severus Snape tenía otras cosas en mente.

Caminaba por su despacho, con un pequeño rollo de pergamino en la mano. La carta la había traído una lechuza hacía rato, y sabía de qué se trataba en el momento en que vio el sello en el exterior.

Lo escrito dentro confirmó sus sospechas. Indicaba que sería necesitado pronto, y sería convocado en una localización secreta cuando el momento fuera el correcto.

"Ya", suspiró.

Todo se reducía a esto. Todo el secretismo, la planificación, la espera, la espantosa espera. Sabría después de esto si todo había valido la pena. Sabría en el momento en que llegase a la reunión si había tenido éxito o había fracasado. Si había tenido éxito sería otra vez más el mortífago, el fiel sirviente, el espía. Si había fracasado, él… él moriría ¿no?

Otra vez lo único que podía hacer era esperar.

Tiró la carta al fuego, y lo oyó crepitar al volver hacia su escritorio.

Descendió hasta su asiento y se sentó mirando fijamente al espacio, las manos jugueteaban despreocupadamente con un objeto en su mesa. Lentamente, su atención se centró en una pequeña bolsa de seda que había delante de él.

Consideró la conversación que había tenido sobre pociones para dormir con la mujer y le divirtió el pensar en la expresión de su cara cuando él había insinuado que se estaba inmiscuyendo en su vida privada. Ella había recuperado la compostura rápidamente, arreglándoselas para picar su curiosidad.

Decidió que probaría su remedio. No es que esperaba que funcionase, al menos no con él. En las noches que sufría de insomnio (que eran muy frecuentes) ya no se molestaba en utilizar las normales pociones fuertes. A menudo requería de algo más fuerte. Sonrió al ver a la joven bruja tan versada en las artes curativas probablemente quedaría horrorizada ante la frecuencia con la cual él utilizaba el ajenjo. A él mismo ni le importaba. El ajenjo era lo único que le ayudaba a dormir, en las noches que quería hacerlo, y cuando vives la mayoría de los días preocupándote por si vas a seguir vivo al día siguiente ¿por qué preocuparse por la posibilidad de una pequeña adicción?

Sí, probaría la fórmula, pero sólo para el conocimiento.

El domingo Lorien se detuvo en frente del cuadro que era la entrada a la sala común de Gryffindor. Saludó a varias chicas de séptimo año que salían de los dormitorios y entró a la amplia sala. Miró alrededor buscando a Neville. Cuando no le vió decidió acercarse a un grupo de estudiantes sentados juntos ante la gran chimenea.

-Perdonad, pero ¿ha visto alguno de vosotros a Neville?

-Está en la biblioteca estudiando – Hermione se ofreció voluntaria a responder primero.

-Gracias.

-Usted es la Srta. Desjardins.

-Sí. ¿No nos conocemos aún, verdad? Cosa buena probablemente.

Hermione sonrió a la bruja adulta.

-Soy Hermione Granger.

-Encantada de conocerte, Srta. Granger.

Lorien ya sabía quiénes eran Hermione, Ron y Harry. (Después de todo, ¿quién no conocía al famoso Harry Potter y a sus dos mejores amigos?)

Hermione le presentó a los chicos.

-Éste es Ron Weasley. Y éste es Harry Potter.

-Hola – dijo Ron.

-Encantado de conocerla – Harry le sonrió.

Lorien respondió a su sonrisa, forzando a su mirada en quedarse en los ojos verdes de Harry.

-Es un placer conoceros a ambos. Sois todos de G5, ¿verdad?

-¿Qué? – preguntó Ron.

-Gryffindor quinto año.

-Oh, sí – Ron y Harry se sonrieron el uno al otro.

-Bueno, si me perdonáis, será mejor que encuentre a Neville.

-Es muy amable de su parte que esté ayudándole – dijo otra vez Hermione.

-Estoy segura de que todo lo que necesita es un poco de orientación extra – respondió Lorien.

-¿Está hablando de Neville? ¿Ha visto lo que pasa cuando él está cerca de una caldera? – los ojos de Ron estaban muy abiertos.

-¡Ron! – le regañó Hermione.

Lorien se rió.

-Sí, Ron. Lo he experimentado de primera mano.

-¿Cree que realmente pueda ayudarle? – preguntó Harry.

-No tengo ilusiones sobre Neville siendo un as en Pociones este curso, Harry. Meramente espero poder ayudarle en ponérselo un poco más fácil y quizás sobreviva hasta Navidad sin otra fusión nuclear – les sonrió -. Gracias chicos.

Ron fue el primero en hablar después de que la bruja rubia se marchara.

-Ey. Somos G5. ¡Genial!

-No le hace sonar mucho más genial ser G5 – añadió Harry con una sonrisa -. Quizás cuando seamos G7, pero eso es todo.

Hermione hizo rodar los ojos ante sus jóvenes amigos varones, pero estaba sonriendo. Definitivamente era genial ser G5.

Después de otro intento de sesión con Neville, Lorien suspiró mientras veía al chico marcharse. Iba a tener que pensar en un diferente enfoque.

Se dio cuenta que no había visto a Remus en todo el día, así que pensó que debería asegurarse que no estaba siendo aquejado por otra migraña. Miró por la ventana la lenta puesta de sol y decidió que iría antes de ir a comer. Si tenía que verle debía hacerlo pronto.

Atravesó el vestíbulo hacia donde sabía que estaba su habitación y tropezó con Snape, que se marchaba.

-¿La última dosis? – preguntó olvidándose de saludarle.

Snape asintió.

-Estará bien, una vez se asegure la puerta.

-Bien – se dirigió hacia la puerta.

-¿Va a entrar? – preguntó Snape.

-Sólo un momento – respondió ella.

-Asumo que no necesito avisarla de quedarse por mucho rato – Snape elevó una ceja.

Ella le dirigió una pequeña sonrisa.

-Sólo quiero hacerle un rápido chequeo.

Snape asintió y se dio la vuelta, alejándose y atravesando el vestíbulo a largas zancadas.

-¿Remus?

Abrió la puerta, entrando y cerrándola rápidamente detrás de ella.

-¿Lorien, qué está haciendo aquí?

Estaba sonriendo, pero su voz era cansada y había un rastro de inquietud.

-Quería asegurarme de que el dolor de cabeza no había vuelto y que estaba bien antes de… - la voz se fue apagando tensamente.

-Estoy bien – mintió, no queriendo preocuparla.

-¿Estará bien?

-Siempre lo estoy – respondió con otra débil sonrisa -. Debería irse.

Ella dudó.

-No me gusta tener que dejarle solo.

-No hay nada más que pueda hacerse en este momento – cruzó la habitación para acercarse a ella -. Por favor, Lorien – la cogió por los codos con delicadeza apresurándola hacia la puerta -. En serio, está bien. Estoy acostumbrado a esto.

-Es un mentiroso – dijo ella suavemente, sin mirarle.

-Sí. Y mentiría otra vez si dijera que no quiero que se quede… si dijera que quiero estar solo.

-La poción de matalobos le hace estar seguro… - empezó.

-Sí.

-Entonces quizás...

-¡No! – la cortó él más agudamente de lo que había querido -. No correré ningún riesgo. ¡Yo no correría el menor riesgo si esto le pasase a otra persona! – su voz era un ronco susurro.

-Esperaré fuera, en la puerta – se ofreció.

-No es necesario – Remus agitó la cabeza.

Ella le miró.

-Quiero hacerlo.

-Me gustaría… pero… - se detuvo inquieto.

-Sé lo que pasa, Remus. No es nada por lo que deba estar avergonzado – dijo Lorien con amabilidad.

-Está bien –accedió Remus.

Ella atravesó la puerta y él la cerró. Le escuchó pronunciar el poderoso encantamiento para cerrarla.