Capítulo 17:

La mazmorra




Hermione se sentó en la mesa de la sala común de Gryffindor, discutiendo con Ron.

-Te estoy diciendo que es polvo de cuerno de bicornio, no unicornio – decía ella.

-Y yo te estoy diciendo que eso no fue lo que dijo Snape en clase – respondió Ron firmemente.

Hermione se volvió hacia Harry.

-¿Qué fue lo que dijo en clase? Polvo de cuerno de bicornio ¿verdad?

-En realidad, ahora no estoy muy seguro – admitió Harry. Su mente había estado vagando por sus clases recientes con Lorien.

-Mira – dijo Ron -. Está aquí, en el libro.

-¡No me importa lo que diga el libro! Sé lo que dijo Snape en clase. Si prestases atención, Ron.

Ron parpadeó.

-¿Qué? ¿No te importa lo que diga el libro? Hermione ¿te encuentras bien?

-Estoy bien – le dirigió una mirada significativa -. Ron, los libros pueden equivocarse a veces, ya lo sabes.

-Y tú también – Ron no parecía querer rendirse.

-Bien. Sigue así. Te mostraré que tengo razón en esto – Hermione se levantó bruscamente.

-¿A dónde vas? – preguntó Snape.

-A ver a Snape – anunció ella.

-¿Ahora? – preguntó Ron incrédulamente.

-Sí, Ron. Ahora – Hermione estaba agitada.

-Hermione, es tarde. Esto puede esperar a mañana.

-Voy a conseguir la respuesta a esto para que podamos acabar con la discusión – cruzó velozmente la habitación y salió por el agujero del cuadro.

Ron puso los ojos en blanco.

-Parece un terrier con un hueso.

Harry sonrió a su amigo.

-Es parte de lo que nos gusta de ella.

Ron volvió a poner los ojos en blanco.




Lorien se dirigía hacia las mazmorras con el paquete de sanguinaria en la mano. La otra mano jugueteaba distraídamente con la rara llave de alrededor de su cuello. Era tarde, sólo quería entrar sigilosamente en el aula de Pociones y dejarlo en el armario lacado.

La puerta no estaba cerrada sino ligeramente abierta cuando llegó al aula, y ella la empujó para abrirla y entrar dentro.

Snape levantó la vista de donde estaba trabajando al frente de la clase. Sonrió para sí mismo.

-Ben notan, Sylvanesti – la saludó.


-Ben notan, Elixani Ator – le sonrió ella dirigiéndose hacia el cuarto de almacenamiento abierto.

Snape dejó de hacer lo que estaba haciendo y la siguió para detenerse en el marco de la puerta mientras ella abría el armario. Sonrió de nuevo para sí mismo al verla darle un rápido empujón a la puerta para hacer que se abriera ante ella. Se cruzó de brazos y se apoyó en el marco de la puerta.

-Ya veo que no necesita mi ayuda – dijo.

Ella levantó la vista ante el sonido de su voz y sonrió dejando el pequeño paquete en la estantería en la que iba. Cerró la puerta y le puso en pie para encararle.

-Parece que me las arreglo bien sin usted – bromeó -. ¿En qué está trabajando?

-En la clase para mañana – respondió él.

-¿De veras, qué es? – caminó hacia él y Snape descruzó sus brazos y se enderezó al ella acercarse. Atravesó el marco de la puerta y entró en el aula con ella a su lado.

-Una segunda clase de poción restaurativa.

-¿Con mandrágora y polvo de unicornio? – preguntó Lorien.

-Bicornio en este caso – la corrigió él.

-¿En serio?

-Sí – dijo sin dejar de mirarla.

-Ugh! Tendrán que cortar muchas raíces de mandrágoras ¿no? – observó.

-No – dijo lentamente Snape -. Yo tengo que cortar muchas raíces de mandrágora. Sprout se disgusta si los estudiantes malgastan alguna. No le gusta criar más mandrágoras de las que tiene.

Lorien se rió.

-Y que lo diga. Por alguna razón, me dijo que la ayudara a transplantar el último grupo.

Él asintió y le dirigió una mirada de cómplice.

-Estoy seguro entonces de que querría que usáramos lo más poco posible en clase también.

-No lo niego – Lorien se rió de nuevo y le tocó ligeramente el antebrazo por un instante cuando lo hizo.

Snape frunció el ceño. No le gustó el pensamiento de que ella supiese lo que había debajo de la manga de su túnica negra done acababa de tocarle. ¿Qué pensaría si lo supiese?

Empezó a preguntarse si debía decírselo, después de todo, ella había aceptado al hombre lobo por quien era. Quizás podría aceptar su pasado también. La miró cuando ella se volvió hacia el montón de mandrágora de la mesa.

El dolor le quemó a través de la marca de su brazo derecho. Se sujetó la muñeca por reflejo mientras se le escapaba un pequeño gemido.

-Severus, no me importa ayudarle si quiere… - escuchó la súbita toma de aire a su lado y giró rápidamente la cabeza. Se alarmó ante lo que vió.

Snape estaba de pie helado, sus ojos estaban cerrados y su cara se había puesto blanca. Presionaba su brazo derecho…

"¡Por las barbas de Merlín! ¡Su corazón!", pensó.

-¡Severus! – le alcanzó y en un instante puso sus manos sobre sus brazos -. ¿Qué es? Venga, siéntese – con firmeza lo sentó en una silla cercana -. ¿Se encuentra bien? ¿Le duele? ¿Tiene un historial de problemas del corazón?

Le tocó la garganta para ver si su pulso era estable. La mano de Snape se cerró entorno de su muñeca y lentamente la alejó de su cuello.

Snape volvió a hablar después de un rato.

-Estoy bien - mintió suavemente, dejándole ir el brazo.

-En serio, Severus. Esto no es algo que deba ignorarse – dijo Lorien firmemente.

-Estoy bien, Lorien. No es mi corazón – insistió él.

-¿Qué es? – preguntó ella, su voz obviamente llena de gran preocupación.

Él la miró por un largo rato y entonces su ojos no pudieron volver a encontrarse con los de ella.

-Lorien. Hay algo que debería saber de mí – empezó.

Pudo notar la tensión en su voz y una extraña sensación empezó a crecer en ella cuando él titubeó.

Se arrodilló delante de él y puso una mano sobre la suya. Snape hizo una leve mueca de dolor cuando su tacto encontró su piel, muy cerca de la Marca Tenebrosa.

-¿Qué es? Puede decírmelo, Severus – hablaba de un modo suave y tranquilizador.

Él la miró de nuevo.

-¿Recuerda que le dije que Ursa fue asesinada por un mortífago?

Ella asintió.

-¿Y que conocía al hombre antes de que él la matara? – preguntó.

Ella asintió lentamente. La extraña sensación crecía más aprisa.

-¿No se preguntó cómo era que conocía a tal asesino tan bien?

-No, en realidad nunca pensé en ello – admitió.

-Debió hacerlo – Snape suspiró y apartó su mano de la suya. La llevó a la manga derecha de su túnica y se la remangó. La Marca estaba negra.




Hermione se dirigía con rapidez hacia las mazmorras. Esta enfadada con Ron e iba a probarle que tenía razón. ¿Cómo iba a prestar más atención en clase Ron que ella?

Estaba decidida a tener una respuesta esa noche. Así era ella.

Snape no estaba en su despacho. Esperó que estuviera en el aula. Quería tener su repuesta y no iba a ir a buscarle a sus habitaciones privadas.



Lorien lanzó un grito apagado y se levantó rápidamente.

-Usted es… ¡Usted es un mortífago! – dijo en apenas más que un susurro.

-Fui, Lorien. Fui… un mortífago.

Lo miró fijamente, sin saber cómo reaccionar. Sin saber cómo sentirse.

Él decidió contárselo todo. Cómo Ursa había sido asesinada. Cómo los mortífagos habían pasado a la clandestinidad para esperar. Le contó que Dumbledore le había dado una segunda oportunidad y cómo se había convertido en espía. La observó cuidadosamente esperando su reacción.

Ella estaba luchando con ella, una buena señal, advirtió él. Si ella lo hubiera rechazado habría huido en el acto.

-Así que no es…

-No, Lorien. No lo soy – dijo él, mirándola fijamente a los ojos -. Por favor, tenga en cuenta que algunos de nosotros hemos cometido errores peores que otros en nuestras vidas.

Ella asintió y le devolvió la mirada.

-Todos los días nos traen una nueva oportunidad para ser alguien diferente al del día anterior.

-Muy sabia, Sylvanesti – había un imperceptible rastro de sonrisa en su cara.

-No es mi sabiduría, sino la de Perth. Severus ¿por qué me está explicando todo esto? – le preguntó.


-Pensé que sería justo que lo supiera. Que debía ser yo en el que se lo dijera. Somos… amigos… ¿no? – preguntó, un poco titubeante.

Ella asintió.

-Sí – frunció el ceño de nuevo -. Pero, Severus, ¿por qué la Marca le duele ahora?

Él se lo explicó.

Sus ojos se abrieron.

-¡No puede estar pensando en ir!

-Tengo que ir – se alzó de la silla.

-¡No! Severus, esto es una locura. ¡No puedo creer que se dirija hacia una muerte segura! – gritó Lorien.

-Quizás. No lo creo, pero quizás – dijo con constancia.

-¿Cómo puede estar tan tranquilo? – definitivamente, Lorien no estaba tranquila.

-Me ha llevado muchos años aprender a vivir con lo que soy otra vez, y si no voy lo echaré todo a perder – le explicó Severus.

Ella pensó que lo entendía, pero no le gustaba después de todo.

-¿No hay otro modo… - le preguntó suavemente.

-No, Lorien – dijo calmadamente -. No lo hay. Debo ir – empezó a caminar, pasando por su lado.

Ella tocó su brazo otra vez y habló con suavidad.

-Severus, por favor. Por favor, ten cuidado – le rogó.

-Lo tendré.

Se volvió para marcharse y entonces se paró. Una extraña sensación brotó en su interior. Quizás era su preocupación por él, o quizás era la posibilidad de que no regresase, pero en ese instante tomó la decisión.

Se giró formando un torbellino con su túnica negra y cerró la corta distancia entre ellos.

Sobresaltada, Lorien retrocedió un paso hacia la mesa detrás de ella. No tenía adónde ir cuando Snape la agarró por las muñecas.





Hermione estaba contenta. Podría tener su respuesta después de todo. La puerta del aula estaba ligeramente abierta y podía decir que las antorchas estaban encendidas. Creyó haber oído voces y que una de ellas era la de Snape. Caminó hacia la puerta para llamar pero se detuvo ante lo que pudo ver a través de la abertura. Su boca se abrió completamente.





Lorien dejó ir un grito ahogado cuando Severus la agarró. No le había hecho ningún daño pero la había apoyando contra la mesa con un poco de dureza. Sus ojos se abrieron como platos cuando cogió sus dos muñecas con una de sus manos y se inclinó sobre ella. Colocó su mano libre por detrás de su cuello y se apoyó contra ella delicada pero firmemente.

Intentó mirar hacia un lado pero él la sus manos y sus ojos, y pronunció su nombre con suavidad inclinándose más hacia ella.

-Lorien.

Su voz era como la seda, su mirada como el fuego.

No tuvo oportunidad de responder cuando su boca cubrió la suya. Intentó separarse pero la mesa le impidió moverse. Snape presionó su boca más duramente contra la de ella. Lorien forcejeó débilmente contra él otra vez, pero Snape no se detendría. La sostuvo hasta que sintió que finalmente cedía y entonces soltó sus muñecas. Su mano libre fue hacia su cintura mientras que las de ella descansaron sobre su pecho y la atrajo hacia él más estrechamente al darse cuenta que ya no se resistiría más. Después de un momento largo, se separó delicadamente.

Ella no dijo nada, pero por un breve instante sus ojos se encontraron con los de él. Snape la pudo sentir temblar y supo que la había asustado, pero también supo que no era sólo miedo lo que la estaba haciendo temblar. La besó otra vez y esta vez ella lo recibió gustosamente. Después de un rato, se separó y la observó con calma. Y tan súbitamente como la había agarrado la dejó ir y se marchó, dejándola donde estaba.





Hermione permaneció con los pies pegados al suelo en el lugar, la boca abierta. Le costó un segundo o dos investir lo que estaba viendo en realidad. En el momento en que vio que Snape estaba besando a Lorien se volteó y corrió por todo lo que valía la pena por el vestíbulo.

Lorien se apoyó contra la mesa, calmándose a sí misma. Snape se habia ido. Ella estaba temblando y luchó por tranquilizarse, y por calmar sus temblorosas manos. Estaba horrorizada ante todo lo que había pasado en el abarque de varios minutos. Estaba horrorizada de que portara la Marca Tenebrosa y de que ahora tuviera que enfrentarse a un inminente peligro. Estaba horrorizada de que la hubiera agarrado, de que la hubiera besado, pero lo que más le horrorizaba era ella le había devuelto el beso.

Incapaz de controlar sus emociones por más tiempo se echó a llorar y salió corriendo de la habitación.



Remus y Sirius reían sin control. La mayor parte de la botella que habían abierto se había perdido y los dos amigos estaban muy de camino a la embriaguez. Habían estado recordando juntos e intercambiando historias que los estuvo divirtiendo mientras bebían. Cuando empezó a anochecer, todo se había vuelto mucho más divertido, y ahora se hallaban en un borrachero arrebato de histeria.

Lupin yacía tumbado en el sofá y Black sentado con las piernas cruzadas en el suelo.

-¡Para! – rogó Lupin -. Para, me estás matando – estaba intentando desesperadamente de recuperar algo de control.

La risa de Black amainó un poco.

-Eh ¿sabes qué?

-¿Qué? – preguntó Remus, aún riendo.

-Tengo hambre – anunció Sirius.

-No bromees. ¿Tú? – se burló Remus.

-No, en serio – insistió Sirius.

-Canuto, no voy a moverme de aquí. No creo que pueda levantar si quisiera – se rió en voz baja.

-Está bien, iré yo – se ofreció Black.

-Sí, claro. Sólo tendrás que ir bailando un vals hasta la cocina – dijo Remus frescamente.

-Iré – insistió Black. Se puso en pie con un poco de dificultad -. ¿Qué quieres?

Remus pensó en ello.

-Mira si tienen más galletas de chocolate de las que hicieron al principio de esta semana.

Sirius saludó militarmente a Remus.

-Estaré de regreso en un plis.

El enorme perro negro trotó por el vestíbulo un poco inestablemente.




El director se hallaba en sus habitaciones también pensando en las galletas con trozos de chocolate. Había estado leyendo cuando el deseo de un aperitivo de medianoche le sobrevino. Se levantó de su asiento y se puso su toga de vestir. Podía haber llamado a un elfo domestico, pero decidió que estiraría las piernas e iría caminando hasta la cocina.


Estaba cerca de la pintura de la fruta que marcaba la entrada a la cocina cuando ésta se abrió. Un enorme perro negro emergió de ella cargando con un gran plato de galletas de chocolate en la boca.

-Buenas noches, Snuffles – dijo el director, algo sorprendido.

El perro lo miró.

-Wmmf – respondió y se volvió para dirigirse hacia la torre Gryffindor cargando con su premio y tambaleándose un poco al marcharse.

Dumbledore elevó una ceja y luego encogió los hombros y alcanzó la pera. Titubeó de nuevo cuando escuchó a alguien correr. Levantando la vista vio a Hermione Granger corriendo llorando por el vestíbulo hacia él.

-Buenas noches, señorita Granger – dijo el director educadamente.

Hermione redujo un poco la velocidad al levantar la cabeza cuando Dumbledore habló, y después de una breve mirada al director, echó a llorar y continuó su carrera hacia la torre de Gryffindor.

-Esto no va bien – se dijo en voz alta.

Se acercó otra vez a la pera cando escuchó los siguientes pasos rápidos. Lorien corría por el vestíbulo hacia él.

-Buenas noches...

Ella echó a llorar ante la visión del mago de cabello banco y corrió pasando por su lado y siguiendo su camino hacia la enfermería.

-Bueno, esto tampoco va bien.

Se giró una última vez hacia la pintura de la fruta. Más pasos rápidos. Se volvió para mirar hacia el vestíbulo otra vez. Snape caminaba rápidamente hacia él, una expresión de gran determinación en su cara. Oh, definitivamente aquello no iba bien. El director suspiró y abandonó la idea de coger unas galletas.

-¿Severus? – dijo Dumbledore al joven mago que se acercaba.

Snape asintió.

-Es la hora.

El director suspiró.

-Severus, en verdad crees…

-Albus. Ya lo hemos hablado.

-Lo sé. No puedes culparme que lo intente una vez más. Ten cuidado, Severus. Aunque no se vea bastante bien, vete.

El mago vestido de negro asintió.

-¿Y Severus? – el viejo mago se acercó a él para abrazarle como un padre haría con su hijo -. Vuelve con nosotros.

Snape retrocedió cuando el viejo mago lo soltó. Era incapaz decir nada en ese momento y meramente asintió para girarse y marcharse.





Hermione subió la escalones corriendo, algunos de dos en dos y finalmente se lanzó hacia la Mujer Gorda.

-Panthera leo – gritó.

El retrato se echó a un lado y ella entró dentro.

Harry y Ron levantaron la vista cuando ella entró en la habitación.

-¿Y bien? – dijo Ron, expectante.

Hermione no pudo responder. Se dobló jadeando con las manos contra sus piernas.

-¿Por qué has estado corriendo, Hermione? – preguntó Harry.

Ella continuó jadeando mirando al suelo, pero alzó un dedo para indicar que necesitaba un minuto. Cuando finalmente levantó la cabeza los chicos pudieron ver lo disgustada que parecía.

-Hermione ¿qué pasa? – preguntó Ron, súbitamente preocupado.

-¿Qué ha pasado? – preguntó Harry.

Ella los miró y luego miró la sala casi vacía.

-Al lavabo – fue todo lo que dijo.

Los tres amigos se dirigieron hacia el lavabo de los chicos.

Comprobaron que estuviera vacío y entonces Harry cerró la puerta. Él y Ron miraron con preocupación a Hermione.

-¿Lo encontraste? – preguntó Ron cuando Hermione se desplomó contra la pared. Negó con la cabeza.

-¿Viste a Snape?

Cerró los ojos y asintió.

-¿Qué pasa? - Harry sobretomó la interrogación de Ron.

Ella abrió los ojos.

-Fue horrible, Harry.

-¿Qué pasó, Hermione? – preguntó Harry preocupado.

-Le vi – dijo ella.

-¿A Snape? – preguntó Harry.

Ella asintió.

-Le vi... besándola – la voz de Hermione se cortó cuando vio a ambos chicos arrugando las narices ante el pensamiento de Snape besando a alguien.

-Hermione, me estás mareando – se quejó Ron.

-Es peor – suspiró ella.

Harry no lo quería saber en realidad pero aún así habló.

-Cuéntanoslo, Hermione.

Ella los miró con los ojos como platos.

-Era Lorien.



Notas de la autora:

Hermione puede obviamente necesitar un poco de chocolate después de lo que ha visto. Si alguien siente la necesidad, creo que todavía hay galletas de chocolate hechas por los elfos domésticos en la cocina.