Capítulo 19:
La serpiente
Snape dejó al director y salió rápidamente del castillo, pensando en la
advertencia de Dumbledore de que tuviera cuidado. No había sido el único que le
había pedido que fuera prudente. Ella obviamente se había preocupado mucho por
lo que posiblemente pudiera pasarle.
Un diminuto retortijón de culpa le asaltó al darse cuenta de que no debería haberla agarrado de aquel modo, pero sintió menos culpabilidad cuando pensó en el hecho de que ella en realidad no se había resistido y que se había dejado besar por él por una segunda vez. ¡Merlín! Incluso le había devuelto el beso.
Súbitamente, pareció importarle más echar aquello fuera de su vida, y sabía que lo primero que tenía que hacer era sacarlo de su mente. Tenía que hacer aquello sin la más pequeña distracción, y sacó todos los pensamientos sobre la bruja Nemorosi a un lado temporalmente.
Snape no perdió tiempo en alcanzar las fronteras de los terrenos de Hogwarts. Había estado angustiado por ese momento durante semanas y quería acabar con ello. Mientras caminaba hacia donde pudiera desaparecerse, inspiró profundamente, sacando su varita de su manga, y desapareció.
En un segundo se
apareció en la claridad de un arbolado y se dejó caer sobre una rodilla buscando
a su alrededor. No vio nada y sintió un pequeño grado de alivio.
Ninguna emboscada.
Mientras continuaba mirando a su alrededor, no vio a nadie, nada, y fue lo que
ahora escuchó lo que le alertó de la presencia de alguien.
Los matorrales delante de él se estaban moviendo, y pudo oír aproximarse un sonido susurrante. Retrocedió un paso y la varita se sacudió en su mano.
-Lumos.
La
maleza se estaba moviendo ahora más, y finalmente la razón se hizo evidente.
Era una gran serpiente.
De hecho, era la
serpiente más grande que Snape creyó haber visto nunca. Se arrastró hasta el
claro, sin dejar de mirarle, y elevó su cabeza y la parte frontal de su cuerpo
para mirarle a los ojos.
Snape observó cautelosamente la gran serpiente ante él, pero mantuvo su voz firme.
-Hola, Ian – dijo fríamente.
La serpiente desapareció.
En su lugar se
levantó un hombre estatura aproximada a Snape, de largo cabello castaño
encanecido en las sienes.
-Buenas noches, Severus. Qué alegría verte de nuevo – Ian Fincastle lo observó con fríos y resplandecientes ojos.
Sus modos eran cordiales, pero Snape no iba a bajar la guardia.
-¿A dónde vas a llevarme? – preguntó Snape simplemente.
-¿Llevarte? – preguntó Fincastle inocentemente.
-Déjalo, Ian. Asumo que me vas a llevar ante el Amo, después de asegurarte de que no soy una amenaza – Snape le escupió las palabras al viejo brujo con odio ardiendo en sus propios ojos negros.
-Severus ¿cuándo has sido tú una amenaza para el Amo? – la grasienta suave voz de Fincastle tenía un toque de sarcasmo -. Estás bastante bien, no obstante. Estoy aquí para asegurarme de que no serás una amenaza, Severus... nunca.
En ese instante
Snape supo que estaba en peligro grave, y un segundo después supo que era más
que eso. Escuchó el tenue crujido de un pie en las hojas y un instante después
sintió la varita en su espalda. Dos varitas a su espalda. Fincastle sólo había
sido la distracción.
-Severus – una voz a su izquierda que le era familiar. Goyle. Lo que significaba
que Crabbe estaba a su lado a la derecha.
Fincastle ser rió.
-Severus, deberías estar halagado.
-¿Y eso? – la mente de Snape fue rápida, sopesando sus opciones.
-Por otro había venido solo. Para ti, mi astuto amigo, he traído un poco de seguridad.
Fincastle indicó a los mortífagos a cada lado de Snape que se movieran para ponerse ante él. Él se abalanzó y le arrebató la varita de la mano de Snape.
-Qué pérdida de tiempo, jugando con estos juguetes – dijo el mago Nemorosi haciendo girar la varita entre sus dedos -. Supongo que ya sabes que tengo que matarte.
Snape no dijo nada, sólo miró fijamente al hombre mayor a los ojos.
Fincastle continuó.
-Qué lástima que no estuvieses conmigo aquella noche de hace tiempo. Juntos habríamos encontrado al Maestro mucho más antes y le habríamos devuelto al poder. Entonces no haría falta que tuviésemos esta conversación ¿no crees=
Snape mantuvo la cabeza alta.
-Eso nunca habría
pasado, Ian. Yo era un espía mucho antes de la caída de Voldemort.
Fincastle parecía sorprendido.
-Oh! ¿Lo eras ahora? Eres un bastardo astuto, Severus – tiró la varita que sujetaba a un lado con desdén -. Qué lástima. Qué desgaste de talento. Vas a perderte también nuestra pequeña fiesta de Halloween – Fincastle hizo un mohín.
-¿Fiesta? – Snape se alarmó al instante, y luchó por mantener firme su voz.
-Pues sí – dijo Fincastle tranquilamente -. Nuestras celebraciones en el Centro de Entrenamiento Auror. Ah, puedo ver por la expresión de tu cara que sientes tener que perdértelo – dijo Fincastle con una preocupación fingida.
Snape se estaba poniendo frenético.
-La pequeña charla ya ha sido suficiente. ¿Empezamos? – Fincastle miró a Crabbe y a Goyle que asían con fuerza sus varitas.
Les hizo un ademán dismisivo con una expresión de disgusto.
-Oh, por favor. Sin las varitas. Nada tan... brutal – dijo altaneramente riéndose entonces con una risa perversa.
Crabble y Goyle
rieron con él.
Snape estuvo a punto de caer de rodillas cuando el primer golpe le alcanzó debajo de las costillas. Tropezó ligeramente e intentó girarse hacia Goyle. Crabbe los sujetó y Goyle lo golpeó dos veces más. Snape lanzó un grito apagado al quedarse sin respiración. Goyle se echó atrás para golpearte otra vez y Snape se las arregló para esquivarlo lo suficiente para que el puño alcanzara a Crabbe en vez de él.
Snape sabía que estaba en un serio problema. No tenía su varita. No tenía
bastante aliento para pronunciar un hechizo, y si trataba de aparecerse… eso lo
llevaría directamente hacia Voldemort.
Goyle lo golpeó en
la cara, y su cabeza cayó hacia atrás. Pudo sentir la sangre corriéndole por la
barbilla. Fue capaz de esquivarle una segunda vez y Goyle le arreó un porrazo a
Crabbe otra vez.
Crabbe estaba enfurecido. Un pequeño pero mortal cuchillo destelleó en su mano.
Snape no lo vió, pero el dolor en su lado derecho le hizo saber que había sido
apuñalado. Se tambaleó y esta vez cayó de rodillas, con una mano presionando
sobre su costado. Su mano estaba empapada en algo caliente y supo que era el
fin.
Sus ojos vieron la
varita en el suelo. Si tan sólo pudiera cogerla, al menos podría llevarse a uno
o a dos de ellos con él. Reunió lo que le quedaba de fuerza para el esfuerzo,
pero entonces la mano de Crabbe lo agarró por el pelo y vio el resplandor del
metal de reojo.
Gimió. Ni siquiera iba a morir por maneras mágicas.
Sirius se había ido acercando sigilosamente a las voces tanto que podía oír que provenían justo de delante de él. Dos hombres hablaban. Pudo distinguir las palabras ahora y acercándose a hurtadillas al claro pudo ver que estaba parcialmente iluminado.
Un hombre se rió.
-¿Severus, cuándo has sido tú una amenaza para el Maestro?
¡Severus! Snape estaba allí. ¿Qué diablos estaba haciendo? Sirius se acercó más y escuchó la conversación.
Más cerca.
-Severus, deberías estar halagado – la voz desconocida habló de nuevo.
Apenas podía ver lo que estaba pasando.
La voz continuó:
-Supongo que ya sabes que tengo que matarte.
Por un breve momento, Black consideró la idea de marcharse, pero sabía que no podría vivir consigo mismo si abandonaba a Snape ante el peligro otra vez. Además, era lo correcto.
Suspiró. ¿Por qué tenía que ser un Gryffindor? Se movió para tener una mejor visión de lo que estaba pasando.
Vio venir el primer golpe y a Snape a punto de caerse. Hizo una mueca de dolor al verles golpearle dos veces más. Decidió que iría a por Crabbe y esperó que la sorpresa le diera a él ventaja. El perro se deslizó acercándose al borde del claro. Se asustó al ver el destello de la hoja. Snape cayó de rodillas.
Sirius vio un
segundo destello de metal y dio un salto.
Los pensamientos de Snape fueron hacia sus últimos momentos con Lorien mientras se abrazaba a sí mismo por el agudo dolor que sabía estaba punto de rasgarle la garganta. Súbitamente, hubo un tremendo gruñido y fue empujado hacia adelante, sintiendo que la mano de Crabble le soltaba. No supo que había pasado pero empleó el impulso para tirarse hacia su varita. Al agarrarla se apoyó en el suelo y rodó. Un enorme trozo de tierra explotó en el lugar en el que había estado un segundo antes.
¡Fincastle!
El mago Nemorosi lo había hecho explotar.
Al instante, apuntó con su varita al hombre de pie desde donde estaba tumbado en
el suelo.
-¡Battuo!
Fincastle perdió
el equilibrio como si hubiese sido golpeado por una mano invisible.
Ante él Sirius tenía Crabbe cogido por la garganta y lo estrangulaba gruñendo ferozmente. Snape se arriesgó a mirar en dirección al ruido y vio a Goyle apuntando con su varita al gran perro negro. Snape sólo necesito un segundo para entender lo que había pasado y no tenía tiempo de hacer ninguna pregunta. El mismo hechizo golpeó a Goyle, tirándole en la hierba.
Snape inmediatamente volvió a mirar hacia Fincastle. El hombre se había ido. En su lugar la enorme serpiente se alzó y se tambaleó hacia él.
-¡Incendio! – las llamas salieron disparadas de su varita en forma de gran arco y haciendo que la serpiente silbara y se diera la vuelta.
Sirius dejó ir al inconsciente Crabbe justo a tiempo para ver a Goyle
introducirse en el bosque. Miró en dirección hacia Snape y vio la enorme
serpiente retrocediendo para el golpe. Se transformó y llamó a Snape.
-¡Hora de irse! – gritó.
Black corrió hacia donde yacía Snape en el suelo, intentando sostener a la gigante serpiente. La serpiente iba a contraatacar de nuevo. Sirius saltó encima de Snape y la serpiente chocó.
La cabeza de la
serpiente dio contra el suele en el que los dos hombres habían estado un
instante antes. Black se había desaparecido, llevándose a Snape con él y la
serpiente había perdido.
La
enorme serpiente silbó cegada de furia.
-¡Vaya! ¡Eso estuvo cerca! – dijo Black cuando se aparecieron más allá de los bosques de Hogwarts.
-Ciertamente – respondió Snape -. Black, si has acabado de hacer brillantes observaciones, ¿te importaría? – le preguntó algo indignado.
Sirius se hizo a un lado del descontento Slytherin y se incorporó. Snape pensó dos veces lo de sentarse derecho cuando el dolor agudo retornó en su costado y su mano presionó contra la herida por reflejo.
-¿Black? – dijo.
-¿Sí? – Black se puso en pie y se sacudió la tierra.
-Gracias – dijo él forzosamente.
Sirius asintió pero no pudo resistirse a hacer un rápido comentario.
-Nunca pensé que te oiría decir ESO.
-Ya somos dos – dijo Snape secamente -. Tu actuación fue… impecable.
Sirius encogió los hombros.
-Sí, bueno, tú tampoco estuvístes muy mal – admitió con reticencia.
-Black – Snape dejó ir un grito ahogado -. Tenemos que advertir a Dumbledore del ataque en Halloween.
-Sí, deberíamos ir – dijo Sirius de acuerdo.
-Sí, pero primero – respondió Snape débilmente -. Creo que necesito ir a la enfermería.
-Oh, cierto – Black espero a que el otro mago se levantara -. ¿Snape?
No hubo respuesta.
-¿Snape?
El profesor de
Pociones se había desmayado.
Harry no durmió bien aquella noche. Todo lo que había pasado todavía daba vueltas en su cerebro, y estaba preocupado por Sirius. Se dio la vuelta, pero no importaba cuánto lo intentase, no podía descansar. Finalmente, se rindió y apartó las mantas.
-¿También estás despierto? – escuchó susurrar a Ron cuando saltó fuera de la cama.
-Sí, estoy preocupado por Sirius – respondió Harry.
-Lo sé. Yo también – susurró Ron.
Harry fue donde estaba Ron sentado en la ventana.
-¿Crees que está bien? – preguntó Ron.
-Probablemente… - Harry titubeó forzando la vista por encima del hombro de Ron, hacia el exterior dela ventana. Los primeros rastros del amanecer estaban comenzando a iluminar los terrenos que alcanzaba a ver y una enorme forma negra se movía visiblemente hacia el castillo.
Ron se volvió para
ver lo que Harry estaba mirando. Parecía el enorme perro negro, pero ¿qué estaba
arrastrando? Parecía una persona.
-Vamos, Ron – Harry cogió una capa y se la puso encima de su pijama, como hizo
Ron.
Los dos chicos corrieron tan rápido como pudieron fuera de la torre, por las escaleras, y por la entrada del colegio. Llegaron justo cuando el gran perro negro se echaba atrás en la puerta. Estaba arrastrando a Snape, que estaba inconsciente, por su túnica.
El perro se transformó.
-¡Harry! – dijo rápidamente -. ¡Ve a buscar a Lorien! Nos encontraremos en la enfermería. ¡Ron, ayúdame!
Ron se movió
rápidamente para ayudar a Sirius a levantar al inconsciente maga mientras Harry
corrió a toda velocidad hacia las habitaciones de Lorien.
Harry llegó a la puerta y llamó ferozmente.
-¡Señorita Lorien!
Cuando ella no respondió, Harry abrió la puerta. Remus estaba sentado en el sofá dormido con su cabeza apoyada hacia atrás, y Lorien estaba hecha un ovillo a su lado, dormida con la cabeza en su regazo.
-¡Lorien! – la llamó Harry.
Lorien se sobresaltó y se irguió.
-¿Harry, qué ocurre? – estaba plenamente despierta en ese instante, preguntándose a qué habría venido el chico a su habitación.
Remus se despertó ante el alboroto.
-¡Es una emergencia! Sirius está…
-¿Sirius? – los dos se pusieron de pie -. ¿Dónde?
-No. Sirius está bien. Ha traído a Snape con él – dijo Harry.
Los dos miraron a Harry fijamente mientras hablaba.
-Lo ha llevado a la enfermería. Parece que le han herido gravemente.
Lorien salió por
la puerta en un abrir y cerrar de ojos, arrastrando la túnica tras ella mientras
corría.
Atravesó de golpe la puerta de la enfermería y se encontró a Ron y a Sirius
tumbando a un inmóvil Snape en la mesa. Corrió hacia un lado de la mesa e hizo
una mueca de dolor ante la visión con la que se encontraron sus ojos.
Snape estaba inconsciente.
Había sangre
escurriéndose por su boca y estaba blanco como una sábana. Harry y Remus
entraron en la habitación detrás de ella.
Lorien advirtió rápidamente las cortas y poco profundas respiraciones, y se puso a trabajar en un torbellino de energía.
-¿Sirius, cuánto tiempo lleva desmayado? – preguntó.
-Diez minutos – respondió Sirius.
Puso su mano sobre
su cuello y encontró un rápido y débil pulso.
-¿Sabes de qué son las heridas? – le abrió los párpados rápidamente y forzó la
vista hacia él durante un corto periodo de tiempo.
-Fue apuñalado – respondió Sirius con rapidez.
-¿Dónde? – preguntó.
-En el lado
derecho – le informó Sirius.
Lorien habló suavemente e hizo desfilar el aire con sus manos cerca de la cabeza
de Snape. Una pequeña y visible nube permanecía ahora inmóvil sobre su rostro.
Puso las manos sobre su túnica y súbitamente se la sacó. Estaban cubiertas de sangre. Era difícil ver la gran mancha en la ropa negra.
Habló mientras pasaba una mano sobre Snape y rápidamente colocólas ropas rajadas a un lado y después la camiseta de debajo. Había sangre en todas partes y todavía seguía surgiendo de un corte de dos pulgadas de profundidad más abajo de su costilla derecha. Levantó la vista y su mirada fue de Sirius a Remus a Harry y a Ron.
-Harry. Ven. Ahora – le ordenó.
Harry caminó rápidamente hacia la mesa.
-Presiona aquí con
fuerza – señaló la herida y le alcanzó un puñado de esponjas de gasa.
-Hazlo – dijo cuando él titubeó.
Harry obedeció y presionó en la herida.
-Más fuerte – dijo ella con voz aguda.
Harry aplicó más presión.
Lorien miró al otro adolescente.
-Ron. La tercera estantería. Una botella clara con una inscripción azul. Coge dos – le indicó y ron corrió hacia las estanterías.
Lorien se alejó de
Harry. Puso sus manos sobre el cuello de Snape e inhaló. Lentamente, con la
mirada fija delante de ella, dejó sus manos pasar sobre su gargante, su pecho y
sus costillas. El hechizo de búsqueda era un hechizo de aire; buscaba con
claridad y educación. Asintió para sí misma. No había heridas en el pecho, pero
el ritmo de su corazón era muy rápido y el pulso era débil.
Ron se acercó con las botellas. Lorien sujetó el brazo derecho de Snape y lo
extendió. Pronunció una palabra y puso su mano sobre la mesa con la palma hacia
arriba. Cogió una de las botellas de Ron y la puso boca abajo. Sacó el extraño
tapón y dejó suspendida la botella inmediatamente sobre la muñeca de Snape.
Habló otra vez y una firme y rápida gota de la poción empezó a caer desde media
pulgada o así hasta su piel. Cada gota desaparecía siendo rápidamente absorvida.
Volvió a tomarle el pulso en su cuello. Era débil.
Se volvió hacia Sirius y Remus.
-Necesita sangre. No tengo tiempo de hacer un hechizo de recambio, y tiene otras heridas de las que debo ocuparme inmediatamente.
Escucharon la puerta cerrarse y todos pudieron ver al director en su toga de vestir de pie y con el rostro lleno de preocupación.
-¿Lorien? – preguntó con voz ahogada.
-Es grave – fue
todo lo que ella dijo y entonces se volvió hacia Sirius y Remus otra vez.
Notas de la autora:
La idea del ataca al CEA viene de "A Matter of Honor" de McAmy. Id a leerlo si
no lo habéis hecho aún. Es un Snapefic muy bueno y lo recomiendo si no sóis
contrarios a Snape/Hermione.
