Capítulo 25:
Confrontación
La noche siguiente Snape estaba paseando por su habitación pensado en Lorien. Su
inesperada respuesta a su cumplido la noche anterior había confirmado sus
sospechas de que ella en verdad sentía algo por él. Se fue haciendo más claro
que definitivamente había algo entre ellos e intentó encontrar cuán lejos
estaba.
Pensó en ir a buscarla pero entonces titubeó, mentalmente regañándose a sí mismo por la idea. "¿Y qué le dirías, Severus?", se preguntó a sí mismo. Admitió que no tenía una respuesta satisfactoria.
-Tan sólo olvídalo – dijo en alto, obligándose a sentarse. Se recordó a sí mismo que ella estaba con Lupin, y a pesar que el pensamiento de la posibilidad de robar el afecto de la bruja debajo de las narices del guapo hombre lobo tenía cierto atractivo, no quería causarle a ella dificultades.
Se sentó allí y pensó algo más. Ella había salvado su vida, y por eso estaba endeudado con ella, pero fue lo que ella le dijo después del hecho lo que le estaba causando más consternación. Ella le dijo que sabía que valía la pena salvarle. La bruja había pensado lo que él mismo se había preguntado a veces si era verdad, y ella lo había dicho sin titubear.
Si ella pensó
que valía la pena salvarle, entonces ¿quizás podía pensar que valía la pena
estar con él? Snape se levantó de la silla otra vez, determinante en que no iba
a dejar a los Gryffindors monopolizar el valor, reunió lo que pudo de sí mismo y
fue a buscar a la curandera Ravenclaw.
Fue a la enfermería primero pero vio que estaba vacía. Estuvo a punto de cerrar la puerta, pero entonces pensó que miraría en su despacho.
-¿Lorien?
No hubo respuesta, pero miró dentro de todas formas.
Lorien estaba dormida en su escritorio, con la cabeza sobre su brazo y una pila de informes médicos delante de ella. Su cabello colgando por su cara.
Severus entró en la oficina y delicadamente, le apartó el cabello. Entonces dejó descansar una mano levemente sobre su hombro por un minuto, debatiéndose entre despertarla o no. No escuchó la puerta de la enfermería.
Lupin acortó la distancia entre él y el mago vestido de negro rápidamente, y sobresaltó al hombre cuando habló con una calmada pero ligeramente hostil voz.
-Yo apartaría mi mano si fuera tú.
Snape deliberadamente dejó su mano donde estaba por varios segundos más y luego se volvió lentamente para mirar fijamente al profesor de Defensa. Sus ojos fueron hacia la puerta, indicando que debían alejarse de la mujer dormida. Atravesó la habitación con Lupin pisándole los talones.
Lupin habló primero otra vez cuando los dos hombres atravesaron la sala.
-Quiero que la dejes en paz – gruñó -. No quiero verte cerca de ella, Snape.
Snape respondió calmadamente, pero había más que un rastro de amenaza en su voz.
-Qué bonito. Ahora esto no depende completamente de ti, ¿no, Lupin?
-Te estoy advirtiendo, ahora – gruñó Lupin.
-¿Me estás advirtiendo A MÍ? – resopló Snape -. ¿Y estás insinuando que esta mujer no es libre de tomar sus propias decisiones?
-¡Pues claro que sí! – dijo súbitamente Lupin.
-Ya veo. Así que
puede que me estés amenazando porque te sientes… ¿amenazado? – preguntó Snape
con desdén.
Fue el turno de Lupin de resoplar.
-En absoluto. No confío en ti. Eso es todo.
-¿O quizás no confías en ella? – le preguntó Snape.
Lupin saltó.
-No seas
ridículo. Por supuesto que confío en ella. Ella ha sido completamente abierta
conmigo sobre vuestra amistad desde el principio.
Snape plegó su túnica y sus brazos delante de su pecho y dejo al hombre lobo
continuar.
-Sé que ella pasa tiempo contigo. Sé que ella se preocupa por ti, y Merlín-sabe-por-qué sé que ella pensó que tu vida valía la pena para salvarla – dijo Lupin levantando la voz sólo un poco -. No quiero que te aproveches de ella, Snape. ¡No quiero que sufra de ningún modo! ¿Estoy siendo claro?
-Perfectamente – le gruñó él mago de cabello castaño y descruzó sus brazos. Snape se puso recto y dio un paso hacia Lupin -. ¡Gryffindor idiota de mente cerrada! Tú sólo me ves como un mortífago ¿no? Un mago oscuro del que no puede salir nada bueno ¿no? Creíste que en el momento en el que empecé a tolerar a la mujer tenía otros motivos. No te costó nada asumir que mis intenciones eran menos que honorables y apuesto a que el pensamiento de que en realidad Lorien me IMPORTASE nunca entró en tu tonta cabeza.
-Eso no importa – dijo Lupin, sin volverse y sacudiendo su cabeza enfáticamente -. No eres de confianza. Lo probaste la noche en la que te hirieron.
Snape alzó una ceja.
-No me mires así. Sabes perfectamente bien de lo que estoy hablando – gruñó Lupin -. Lorien me dijo lo que pasó.
-Lo hizo ¿no? – la voz de Snape era tranquila. Demasiado tranquila. Lupin no se dio cuenta.
-Sí, ella me contó lo preocupada que estaba por tu seguridad, cómo te pidió que tuvieses cuidado ¿y cómo se lo pagaste? – Lupin estaba despotricando bastante -. ¡Diría que te aprovechaste de ella, Snape! ¡Cómo te atreviste a tocarla! ¡Cómo te atreviste a besarla!
Snape se volvió y caminó lentamente hacia la puerta que seguía abierta, hablando suavemente:
-¿Ella te dijo todo eso?
-Sí, lo hizo – respondió Remus enojado.
Snape titubeó con su mano en la puerta y se giró. Sus ojos negros brillaron peligrosamente cuando se posaron en los ojos grises del hombre lobo y su voz era aterciopelada cuando habló.
-¿Y ella te contó que me devolvió el besó la segunda vez?
Lupin estaba atónito.
-Eso pensaba –
el profesor de Pociones dejó la habitación.
Remus se sentía como si le hubieran abofeteado. Quería decirse a sí mismo que Snape estaba mintiendo, intentando agitar el problema, pero sabía que el mago vestido de negro había dicho la verdad. Lorien no le había mentido, pero sabía que ella no le había contado toda la verdad tampoco.
Se volvió hacia el despacho y se detuvo cuando vio a Lorien de pie en el marco de la puerta en silencio.
-¿Cuánto has escuchado? – le preguntó.
-Suficiente – dijo ella suavemente mientras se dirigía hacia la puerta fuera de la enfermería.
-Lorien – la cogió por el brazo.
-No voy a hablarte – apartó su brazo y continuó caminando.
Él la cogió de nuevo.
-Espera.
Lorien se volvió.
-NO me digas lo
que tengo que hacer – gruñó. Remus la dejó ir sin decir una palabra. Obviamente
no era el momento.
Lorien estaba enfadada consigo misma pero también con Remus y murmuró para sí misma todo el camino a través de las habitaciones de Poppy sobre el sobreprotector Gryffindor.
Snape la escuchó hablando consigo misma mientras se aproximaba, desde donde estaba apoyando contra la puerta de su habitación, y habló cuando ella se acercó a él.
-Uh. Lamentable la forma en la que se ha comportado – dijo con un toque de arrogancia -. Siendo tan posesivo y marcando su territorio como el lobo que es. Debería también levantar la pierna delante de un árbol.
Ella lo miró de reojo por un minuto mientras abría la puerta y él la siguió a sus espaldas cuando ella entró dentro.
-Puede que sea
verdad, pero tú tampoco estás exactamente arriba en mi lista de favoritos ahora
mismo – dijo -. ¿Qué estabas haciendo diciéndole aquello?
-Evidentemente, ser más sincero que tú – dijo casualmente. Interceptó su mano
fácilmente cuando ella intentó abofetearle y la sostuvo entre la suya.
-Fuera – dijo ella.
-No – respondió Snape, aún sosteniéndole la mano.
-Sí. ¡Fuera! – apartó su mano.
-No – dijo él
muy suavemente.
Lorien hizo un exasperante sonido y lanzó las manos hacia arriba dirigiéndose hacia su habitación.
-Es tarde. Quiero ir a la cama.
Snape habló a su espalda cuando ella desapareció a través de la puerta de su habitación.
-Debo admitir que es algo más de lo que tenía en mente en este momento – sonrió socarronamente al dar la anticipada respuesta.
Lorien reapareció rápidamente con una mirada de indignación en su cara.
-¡Cómo te atreves! – dijo yendo hacia él enfadada.
Él resopló, parecía divertido.
-Oh por favor. Dime que el pensamiento nunca ha cruzado tu mente – cruzó sus brazos sobre su pecho.
Lorien lo miró con la boca abierta, sorprendida por su audacia. Descruzó sus brazos y caminó a su alrededor mientras hablaba.
-Intenta decírmelo, Lorien – empezó haciendo un círculo alrededor de ella lentamente -, que el pensamiento nunca se te ha ocurrido – se movió más cerca tras ella y puso sus manos sobre sus hombros. Inclinó la cabeza hacia delante para susurrar en su oído desde atrás -. Vamos. Dímelo.
Lorien cerró los ojos cuando él apartó su cabello de su cuello.
-Dime que nunca has pensado en esto – la besó en el cuello por detrás -. O esto – a besó a lo largo del cuello y entonces se paró y la giró delicadamente. Una mano descendió por detrás de ella y sus dedos la presionaron firmemente. La otra la colocó bajo su barbilla.
-Mírame – le
ordenó con delicadeza.
Ella levantó la vista y él supo que la tenía. Le alzó la barbilla y aún más
delicadamente la besó. De nuevo sus labios apenas la rozaron, y luego otra vez.
Lorien se vio a sí misma acercándose para intentar besarle con más fuerza. Él la
apartó un poco y sonrió:
-Así que sí has pensado sobre esto, Sylvanesti.
-Sí – se oyó a sí misma admitir suavemente.
Entonces. Era verdad. A ella le importaba él lo suficiente como para salvar su vida y habia pensado en estar con él. Evidentemente, en más maneras que una por el modo en que ella estaba dispuesta a besarle ahora.
-Así lo pensé –
le respondió él, y sus brazos la rodearon estrechamente al besarla
apasionadamente por un largo rato.
Fue lo siguiente que hizo lo que sorprendió a ambos. La dejó ir y retrocedió.
-Buenas noches, Lorien – dijo con suavidad.
-¿Te vas? – parecía desconcertada.
-Sí – dijo él.
-Pero...
-No estás preparada – respondió Snape, sin creerse lo que estaba diciendo.
Ella pensó que se sentía bastante preparada, pero le miró inquisitivamente.
-Eso – dijo Snape señalando hacia el dormitorio -, no es todo lo que quiero de ti. Si fuera así lo habría tenido aquella noche en la mazmorra.
Lorien odió admitirlo, pero con las emociones corriendo tan rápidamente en ella aquella noche se dio cuenta que probablemente así habría sido.
-Hay… asuntos que creo que necesitas resolver ¿no? – en realidad no estaba haciéndole una pregunta -. Tienes una decisión que tomar, querida. Una gran decisión. No interferiré hasta que hayas tenido oportunidad de organizar tu mente. Cuando lo hagas, sea lo que sea lo que decidas, debes dejarlo claro.
Ella asintió lentamente, sabiendo que decía la verdad.
-¿Severus?
Él titubeó enla puerta cuando se acercó a él. Le besó una vez más.
-Buenas noches – se volvió y caminó hacia su dormitorio cuando él se fue.
Snape volvió a las mazmorras golpeándose a sí mismo durante todo el camino.
-¿Qué diablos me pasa? – se preguntó a sí mismo repetidamente.
Pensó en el modo en que ella le había mirado, el modo en que sintió su inminente entrega y no pudo creerse que se hubiera ido.
Pero mientras
una pequeña parte de su mente agonizaba con la oportunidad perdida ante un
encuentro físico con la bruja, el resto le advirtió que había hecho lo correcto
si iba a jugar para siempre. Era un juego, lo sabía, pero no sería la primera
vez que sabía que la recompensa pesaría más que el riesgo.
Albus Dumbledore se sentó en su despacho intentado decidir que era lo siguiente
que debía hacerse. Cornelius Fudge había insistido en que su gente tenía las
cosas bajo control, pero Dumbledore sabía que eso significaba que el ministro no
se había tomado el aviso con suficiente seriedad. Quería meter más presión al
asunto, pero no estaba convencido de que los mortífagos lo llevaran a cabo
sabiendo ellos lo que él sabía.
Suspiró. Era mejor ir sobre seguro y le envió otra lechuza a Alastor Moody. Moody se lo tomaba todo seriamente, y también sabía los obstáculos a los que se enfrentaba Dumbledore cuando trataba con el Ministerio. Y ahora, Severus. Estaba seguro de que no iba a ser capaz de impedir que el mago fuera por él mismo, ya que estaba muy convencido de que algo iba todavía a pasar. Probablemente sería algo bueno tenerle a él al menos en el lugar. ¿Quién más podía saber mejor lo que podían haber planeado?
Luego estaba el asunto de la aparición. Severus había quedado efectivamente atrapado tan pronto como la marca en su brazo se había hecho clara. La única manera que veía era enviar a alguien con él.
Le gustaría tener que enviar a Sirius, pero enviar al fugitivo de Azkaban al corazón del Centro de Entrenamiento Auror era obviamente una mala idea, y no sabía cómo acabaría la tentativa tregua entre los dos hombres. Enviaría sólo a Sirius si debía hacerlo.
Lupin había sido su segunda opción, pero con las tensiones creciendo entre Remus y Severus por la bruja Nemorosi se figuró que era una mala idea también.
La opción restante era obvia. Debía de ser alguien en el que Snape confiase y el director sabía que Lorien era la mejor candidata. Teniendo a la Maestra de las Artes Curativas en el sitio puede que también fuera una buena idea si ocurría alguna clase de conflicto. Dumbledore envió a Fawkes para que la trajera.
Lorien
se sentó ante el director, escuchando su dilema. No llevó nada de tiempo aceptar
ir, ya que pensó que era una buena idea que hubiera un personal médico presente,
y quería ver que Severus permanecía fuera de peligro.
-¿Sabes que hay un riesgo considerable? – preguntó Dumbledore.
-Sí. Lo entiendo - respondió Lorien -. Quiero hacer lo que pueda para ayudar en la lucha contra Voldemort.
-Muy bien. Estate preparada. Te mantendré informada – le dijo el director -. Gracias, Lorien.
Ella asintió solemnemente y se fue.
Dumbledore envió a buscar a Lupin y a Black después.
El gran perro negro se transformó una vez dentro del despacho del director, y Sirius fue a sentarse al lado de Remus ante el mago de pelo blanco.
-Caballeros, está siendo organizado. Enviaré a Severus a encontrarse con Alastor Moody en el Centro de Entrenamiento Auror, y Moody ha prometido que tendrá un par de manos más con él. A vosotros dos os quiero aquí como apoyo.
Ambos asintieron, pero entonces Remus preguntó al director:
-¿Qué hay de la Marca Tenebrosa? Snape estará en problemas si intenta aparecerse.
-Ya lo he tomado bajo consideración, y es por eso por lo que enviaré a Lorien con él. Ella puede llevarlo de aquí para allá rápidamente – declaró Dumbledore sin pelos en la lengua.
-¿Qué? – ambos hombres estaban sorprendidos, y Lupin estaba fuera de su asiento
inclinado sobre el escritorio del director.
-No puede enviarla – dijo alarmado -. ¡Es muy peligroso! Tendremos que encontrar a alguien más.
-Remus, para ella tiene sentido ir – dijo Dumbledore con delicadeza.
-No. No puede enviarla – Remus era firme.
Dumbledore acabó la discusión suavemente:
-Ella ya ha aceptado.
Lupin se sentó con una actitud de derrota.
-Entiendo tus preocupaciones, Remus, pero Lorien puede cuidar de ella misma, y estoy seguro de que lo sabes – dijo el director pacientemente.
Lupin asintió cuando Black le miró comprensivamente.
Snape llegó cuando los dos hombres se levantaban para salir del despacho del
director, y Dumbledore vio cuando Black le dirigió a Snape una breve mirada
amenazadora al pasar por su lado. Lupin y Snape se observaron el uno al otro con
miradas frías y entonces el hombre lobo también se marchó. Obviamente, las cosas
habían empeorado más entre los dos hombres.
-Veo que eres tan popular entre los Gryffindors como siempre – le dijo Dumbledore a Snape.
Snape se sentó y miró al mago anciano.
-Aparentemente no les gusta mi compañía – dijo con un dismisivo ademán de su mano.
-Ya veo – fue todo lo que dijo el director.
-Severus, las cosas están sitiadas para Halloween – empezó Dumbledore -. He dispuesto para ti un encuentro con Alastor Moody en…
-¿Ojoloco Moody? ¿Lo dice en serio? – preguntó Snape cáusticamente.
-Sí – dijo Dumbledore con firmeza.
Snape le dejó continuar.
-Ha prometido que te ayudará al menos a mantener la guardia sobre las cosas – añadió el director.
-¿Y cómo se supone que voy a encontrarme con él? – preguntó Snape.
-Lorien irá contigo – respondió Dumbledore.
-¿Qué? – Snape parpadeó, inseguro sobre lo que acababa de oír.
El director se encogió de hombros.
-Ella es mejor opción que Lupin o Black.
-¡No! – dijo Snape desafiantemente levantándose -. Es muy peligroso. No lo permitiré.
Los ojos de Dumbledore se expandieron de sorpresa como también los del joven mago. Snape se resistió ante el súbito impulso de llevar una mano sobre su propia boca y se sentó apoyando su frente en su mano abatidamente.
-Parezco ese maldito hombre lobo – murmuró.
-Comprensible, Severus – dijo Dumbledore amablemente.
Snape levantó la vista finalmente.
-Bien. La bruja va.
Dumbledore sonrió.
-Me alegro que lo veas del modo en que ella lo ve.
-¿Ya se lo ha
pedido? – preguntó Snape.
-Sí – dijo Dumbledore.
Snape
balanceó sus ojos hacia arriba.
-Debería haberlo sabido.
Continuará
