Notas de la autora: Me figuro que en los edificios del Ministerio de Magia no puedes aparecerte directamente dentro o fuera por razones de seguridad. La aparición está permitida en los alrededores y en el tejado en caso de... emergencia.


Capítulo 27:

El Ministerio



En las habitaciones de Lupin, Sirius y Remus estaban también preparándose ante la posibilidad de que se les necesitase esa noche.

-En verdad no creo que se una buena idea que vayas – le estaba diciendo Remus desde la habitación de al lado -. Habrá aurores en todas partes. Si alguno te ve...

-Deja de preocuparte. No crees que sea buena idea que vaya nadie – dijo Sirius cambiando sus ropas por unas negras.

Lupin volvió a la sala de estar vestido completamente de negro tambié.

-Me gustaría que nadie tuviera que ir, Canuto.

Los dos hombres se miraron el uno al otro.

-Ey, Lunático, te ves bien en negro – sonrió Sirius.

-Tú tampoco te ves mal – respondió Remus.

-Ey, a lo mejor Snape tuvo una buena idea – se burló Black.


Lupin frunció el cejo ante el sujeto de mosqueo.

-Ops… Lo siento – dijo Sirius disculpándose.

Fueron a reunirse con el director.






Dumbledore estaba de pie mirando por la ventana la casi luna llena que se alzaba en el cielo de la noche. No había tenido noticias todavía y eso le estaba poniendo nervioso. Tenía la sensación de que algo iba mal, que después de todo Severus podría haber estado en lo cierto. Se giró cuando llamaban a la puerta.

Lupin y Black entraron en su despacho.

-Estoy preocupado, caballeros. No he tenido noticias todavía, pero tengo una mala sensación sobre esto – dijo Dumbledore -. Creo que deberíais ir los dos ahora.

Ambos asintieron, advirtiendo lo sombrío que estaba el director y se volvieron para marcharse.

Dumbledore habló de nuevo antes de que se fueran.

-Tened cuidado y ¿Sirius?

Black miró al director.

-Puede que esto te venga bien.

Black atrapó la varita que Dumbledore le lanzó y sonrió.

-Gracias.

Dumbledore habló solemnemente:

-Buena suerte, y por favor, tened cuidado.





Los dos hombres se aparecieron cerca de la colina que daba al CEA, y el segundo se transformó inmediatamente en un enorme perro negro. No había nadie cuando subieron a la cima, pero fueron los entusiastas ojos del perro los que avistaron al grupo en el pie de la colina. Soltó un pequeño ladrido.

Remus miró en la dirección el que el perro estaba mirando y vio el mismo movimiento. Alguien vestido de negro (probablemente Snape) corría hacia el grupo de magos de túnica azul en el pie de la colina (probablemente los aurores y Moody).

-Vamos. Creo que ése es nuestro grupo – le dijo a su compañero canino.

Tan sólo dieron un para de pasos cuando el cielo se encendió por una explosión en la colina de al lado. Lupin y el perro negro saltaron y entonces bajaron corriendo la colina hacia el grupo que había al pie.

-¿Por qué Snape tenía que estar en lo cierto? – protestó Remus.




Fue una suerte que Lorien le viera venir antes que el resto del grupo lo hiciera y dijera algo sobre su aproximación. Al hacerlo siete tensos aurores llevaron sus varitas hacia el hombre y el perro que corrían hacia ellos. Lorien hizo una rápida presentación de Lupin (y de Snuffles).

Kaneene se volteó para mirar a su tío.

-¿Vamos ahora o esperamos a los aurores que están en el CEA? – las voces de gente gritando y varias explosiones pequeñas podían oírse ahora de fondo.

-Será mejor que vayamos ahora, muchacha – puso una mano sobre su hombro -. Mantened la cabeza agachada. Todos – le dijo al grupo entero de aurores y se volvieron lanzándose hacia la colina uno a uno, corriendo de sombra en sombra.

Moody se quedó con la bruja, el hombre lobo, el perro y el mortífago.

-Tenías razón – le dijo al mago de cabello negro sacando su varita.

Lupin esperó a que el hombre se regodeara.

-Es una desgracia que la tuviera – dijo Snape sacando también la suya.

Moody asintió y siguió el grupo de aurores jóvenes.

-Venid conmigo – le ordenó Snape al resto del grupo, siguiendo la dirección opuesta a la de Moody.

Los tres se miraron con más que un poco de confusión, y entonces siguieron a Snape alrededor de la colina rápidamente.




Por el norte el edificio estaba en llamas. La gente gritaba y corría y muchos más gritos pudieron oírse cuando los magos y brujas que huían del Ministerio vieron a los mortifagos emerger del bosque.

Snape echó un vistazo a la situación e inmediatamente se dirigió hacia el sur del edificio con los demás detrás. Se dio cuenta mientras corría que sentía una pequeña sensación de satisfacción de ser capaz de declarar ahora una guerra vierta a sus antiguos camaradas. No más espiar ni ir a hurtadillas.

Se detuvo en los árboles del sur para estudiar la situación y Lorien y Remus se detuvieron a su lado con el perro negro, que inmediatamente se transformó.

-¿Qué diablos estás haciendo, Snape? – preguntó Sirius en un enojado susurro -. Todo el mundo está corriendo y gritando por ALLÍ – señaló hacia el otro lado del edificio.

Snape lo inspeccionó y saltó ante el otro hombre de cabello negro:

-Precisamente, Black.

-¿Entonces estamos huyendo? – preguntó Sirius sarcásticamente.

Snape miró furiosamente a Black y entonces le dijo a Lupin:

-Deberías haberle puesto un bozal a éste antes de venir – sus ojos fueron de nuevo hacia el edificio -. Allí – señaló.

Los tres ahora vieron una media docena de mortífagos moviéndose sigilosamente hacia la entrada del sur.

-Eso – le dijo Snape a Black engreídamente mientras señalaba el caos en el lejano edificio -, es una distracción. Ahí – dijo apuntando hacia la entrada del sur donde habían visto a los mortífagos – es donde las cosas van a ponerse un poco pegajosas.

Black no iba a echarse atrás y le devolvió la broma al irritable Slytherin:

-Bien, así la fiesta a la que nos has invitados no será aburrida.

-¿Por qué la distracción? – preguntó Lorien -. ¿Por qué no tratar de destruir más el edificio?

-Ése no es su objetivo – respondió Snape.

-¿Entonces cuál es? – preguntó ella suavemente.

Snape señaló a los despachos en la planta de arriba y Remus fue el primero el darse cuenta de lo que estaba hablando.

-¡Fudge! – susurró.

-Eso creo – dijo Snape.




Cornelius Fudge estaba en su despacho trabajando hasta tarde, lo que no era raro para el cabeza del Ministerio. Estaba inclinado sobre su escritorio, pluma en mano trabajando en una pila de documentos que necesitaban su firma.

Mientras trabajaba, sus ojos fueron hacia la última petición urgente de Albus Dumbledore de evacuar el CEA. Estaba exasperándose de tratar con el director de Hogwarts. Siempre había intentado acomodarse a las raras peticiones del viejo mago en el pasado, pero ésta era demasiado. Aún desde el desafortunado final del Torneo de los Tres Magos, había estado en la noción de que Quién-no-debía-nombrarse había vuelto y estaba aumentando su poder otra vez secretamente.

-Ridículo – se dijo a sí mismo garabateando su nombre en otro documento. Ignoró la solicitud otra vez, que probablemente sería la mejor cosa que había hecho en largo tiempo.





Las cosas en el norte del Ministerio de Magia eran un caos total. El fuego arrasaba varios puntos y la histeria reinaba entre los trabajadores del Ministerio que escapaban del edificio. Las cosas se pusieron peor cuando estuvieron fuera y se encontraron a los mortífagos vagando por alrededor del edificio inmediatamente, creando más destrucción y hechizando a la gente mientras corrían gritando.

El caos se intensificó aún más cuando los guardias del Ministerio llegaron para mantener al enemigo a raya. Un momento más tarde los siete aurores del clan Moody llegaron y se lanzaron al combate. Luces escalofriantes parpadearon a través de la caótica escena por todo el lugar mientras hechizos, maldiciones y contrahechizos volaban alrededor.

Keath y Kanneene permanecieron codo con codo cubriéndose el uno al otro en medio de la locura.

-¡Supongo que estás viendo algo de acción después de todo, Keath! – le gritó Kaneene a su hermano menor por encima del ruido. Disparó un brutal hechizo a un grupo de mortífagos próximo y uno de ellos cayó al suelo.

-¡Bien! Pero lo que ahora querría saber es dónde diablos está el grupo de respaldo de Hogwarts - Keath eludió el hechizo que voló en su dirección.

Están tramando algo – respondió su hermana -. Les ví dirigirse hacia el sur con Snape. ¡Tenemos que ir para allá en cuanto podamos salir de aquí!

Sólo tuvo que esperar un minuto hasta que los aurores que había en el CEA llegaron, y no mucho después, un largo puñado de profesores de la escuela que afortunadamente no habían sido evacuados. Vio la oportunidad de escaparse de la pelea cuando las nuevas llegadas se lanzaron hacia la batalla.

Keath y Kaneene corrieron hacia la entrada sur del Ministerio.





El grupo vestido de negro de Hogwarts estaban en el vestíbulo de la entrada del sur y no encontraron rastro de los mortífagos que habían entrado hacia un momento.

-Deben haber subido – comentó Lupin.

Snape asintió.

-Tendremos que separarnos – señaló hacia las largas escaleras al este y al oeste del vestíbulo -. El despacho de Fudge está en la décima planta, al final del edificio. Las dos escaleras se encuentran de nuevo arriba.

Sirius lo miró suspicazmente.

-¿Podemos saber cómo sabes todo eso de la distribución del edificio?

-No – Snape le dirigió una peligrosa mirada -. Ahora vayamos. Fudge está en un gran peligro si sigue en su despacho – Snape dio una palmada en el brazo de Lorien, indicando que ella debía ir con él por la escalera del oeste.

Lorien miró a Remus y Sirius, les dijo que tuvieran cuidado y corrió siguiendo a Snape por las escaleras.

Lupin y Black subieron las escaleras del este.




Unos momentos más tarde Keath y Kaneene entraban en el vestíbulo. No había rastro de los cuatro que acababan de entrar.

-¿Nos separamos? – preguntó Keath a su hermana. Ella miró hacia las dos escaleras y asintió.

-Tú ves por allí – le señaló el lado derecho de la habitación y entonces subió por las escaleras del este.





En la planta de arriba del Ministerio, Cornelius Fudge estaba debajo de su escritorio. Cuando las explosiones comenzaron se agachó para cubrirse y ahora estaba sentado debatiendo sobre el mejor modo de actuar. Los guardias del Ministerio estarían allí en cualquier momento para escoltarle hacia el tejado, donde podría desaparecer con seguridad. Decidió que les esperaría. Una de las primeras cosas que quería hacer cuando estuviera fuera de allí era disculparse con Albus Dumbledore por no haberle escuchado.





Snape subió sigilosamente las escaleras con Lorien varios pasos detrás. Estaban a punto de doblar la esquina hacia el siguiente tramo de escaleras cuando alzó su mano haciendo una señal para que se detuviese. Suaves voces podían oírse a corta distancia por encima de ellos. Subieron un poco más y entonces pudieron confirmar que dos hombres estaban hablando en voz bajo no muy lejos delante de ellos. Snape escuchó por un momento y reconoció ambas voces como familiares.

Snape bajó hacia Lorien y la atrajo hacia él para susurrarle en voz muy baja:

-Esto puedo ponerse feo. Conozco a dos de ellos.

-¿Quiénes? – susurró ella.

-Fincastle – dijo y vio los ojos de ella expandirse – y Malfoy.

-¿El padre de Draco? – preguntó Lorien.

Snape asintió.

-¿Estás segura de que quieres hacer esto? – la miró fijamente a los ojos.

-No te dejaré ir solo – dijo ella, esperando sonar más valiente de lo que se sentía.

-De acuerdo. Mantente cerca. Creo que no tengo que advertirte que tengas cuidado – respondió Snape.

Lorien súbitamente agarró un puñado del frente de su túnica y lo sostuvo donde estaba mientras lo besaba profundamente, pero sólo por un breve momento.

Snape la miró, sorprendido.

-Para la suerte – le explicó ella.

-Ya veo – le dirigió una pequeña sonrisa y empezaron a subir las escaleras.





Remus y Lupin sabían mientras subían las escaleras que estaban justo detrás de un puñado de mortífagos. No estaban seguros exactamente de cuántos, siguieron el camino sigilosamente hacia donde habían oído los murmullos cuando se hizo aparente que alguien estaba bajando las escaleras.

Desafortunadamente, en el momento en que escucharon que alguien bajaba también advirtieron que alguien subían las escaleras rápidamente detrás de ellos. Los dos hombres sacaron sus varitas y se prepararon.

En el mismo instante en que el encapuchado y enmascarado mortífago aparecía cara a cara con Sirius, Remus y Kaneene estuvieron apunto de hacerse volar el uno al otro en el escalón cuando se dieron cuenta en el último segundo que eran del mismo equipo.

Sirius reaccionó más rápidamente que la enmascarada figura y saltó hacia delante, tirando de la capucha hacia abajo. Un instante después golpeó al hombre con un brutal hechizo al mismo tiempo que el auror. La figura enmascarada se golpeó contra el suelo con fuerza y permaneció tumbado.

-¿Estáis bien, chicos? – preguntó Kaneene al acercarse al hombre inconsciente.

-Sí – Remus ahora la observó cautelosamente cuando ella dio los miró a ambos. Temía que reconociese a su compañero, pero si la veterana auror sintió algún grado de sorpresa al encontrar al mago del cabello negro en lugar del perro de pelo negro, no lo demostró.

-Buen trabajo – continuó ella, diciéndoselo a Black y arrodillándose para sacar la máscara del mortífago inmovilizado. Era Nott -. Toma, ponle esto.

Le alcanzó unas esposas mágicas.

-Va a pudrirse en Azkaban por un largo tiempo.

Black se metió la varita en el cinturón y se acercó para coger las esposas. Nunca vio a nadie moverse tan rápido como Kaneene cuando ella deslizó su muñeca y las esposas dentro del brazo de Sirius y el suyo. Su varita le apuntaba.

-Pero supongo que tú ya lo sabes, Sirius Black – gruñó la auror.

-¡Estás cometiendo un error! – le gritó Remus a la mujer.

-¿En serio? Bueno, déjame decirte que vas a encontrarte en problemas también cuando esto acabe, amigo mío, por ayudar a un proscrito – respondió ella ácidamente.

-Honestamente, estabamos intentando ayudar – insistió Black.

-¿Cómo, ayudando a secuestrar a Fudge? Eso es lo que tramábais ¿verdad? Apostaría a que Snape y la bruja que va con él también – le espetó Kaneene a Sirius.

Remus estuvo horrorizado al principio, pero entonces pudo comprender cómo la auror había llegado a tal conclusión.

-Estamos perdiendo el tiempo – apuntó -. El resto de los mortífagos se dirigen hacia el despacho de Fudge.

Kaneene Moody ahora estaba en un dilema. Sabía que Lupin tenía razón, pero no sabía si confiaba en él. Quería entregar a Black, pero no quería dejar a Fudge vulnerable. Ellos tendrían que ir con ella hasta el último piso. Kaneene agarró la varita del cinturón de Black y se la metió en su propia túnica.

-Bien. Vayamos. Pero un sólo movimiento de tu parte Lupin y no vacilaré en acogerme el privilegio auror para ejecutarle en ese momento – declaró firmemente.

Remus asintió y los tres comenzaron de nuevo a subir incómodamente las escaleras.





En la escalera del este, Severus y Lorien estaban justo varios escalones detrás de Lucius Malfoy preparándose para actuar cuando escucharon pasos que subían corriendo las escaleras tras ellos. Desafortunadamente, también Malfoy se dio cuenta.

Lorien se volvió para mirar abajo y le hizo un gesto a la figura que doblaba la esquina como si fuera a empujarle. Keath Moody habría sido golpeado por un poderoso hechizo si no fuera por el hecho de que en el mismo instante Malfoy les disparó una ráfaga a ella y a Snape con su varita. Los perdió al haber apuntado precipitadamente antes de dar marcha atrás en la escalera, pero le dio a un gran trozo de pared justo sobre ellos. Severus apretó a Lorien contra la pared cuando ella lanzó el conjuro para protegerse de los trozos de piedra que volaron.

Cuando el polvo desapareció, Snape se separó de Lorien y miró hacia el auror de ojos como platos que había más abajo.


-Gracias – le dijo Lorien a Severus. Ella se volvió hacia el hombre -. Perdona por esto.

-No hay problema. ¿Cuántos? – señaló hacia las escaleras.

-Dos por este lado. Vamos. Tenemos que ir a por Fudge antes de que ellos lo hagan.

Snape reanudó rápidamente el camino escaleras arriba con la bruja Nemorosi y el auror pisándole los talones.