Capítulo 28:

La escalera del este




Ian Fincastle finalmente había llegado al décimo piso y estaba sistemáticamente escrutando las habitación buscando a Cornelius Fudge. Abría la puerta de habitación tras habitación, progresivamente poniéndose más agitado al no encontrar a nadie. Estaba esperando que los otros hubieran tenido mejor suerte en la parte este cuando escuchó una explosión por donde había venido.

Se volvió y continuó buscando en el resto de las habitaciones, dejando a Malfoy valerse por sí mismo.






El trío de mortífagos llegó al final de la escalera del este y estudiaron el vestíbulo. Estaba vacío. La figura baja enmascarada le habló a los dos hombres gigantones delante de él.

-Separaos y daos prisa. Mirad en esas habitaciones.

Crabbe y Goyle fueron hacia los despachos que Pettigrew les indicó y el hombre bajito se volvió hacia la habitación al otro lado del vestíbulo.






Ninguno de los guardas del ministerio había aparecido aún, y Fudge había decidido que había tenido bastante y que se marchaba de allí. Se sacó a sí mismo de debajo del escritorio cuando la puerta de su despacho se abrió súbitamente. Levantó la vista. Un mortífago se detuvo en el rellano y su boca no pudo abrirse más de lo que lo hizo.

-Buenas tardes, ministro – Pettigrew sonrió bajo su máscara cerrando la puerta tras de él.





Sirius, Remus y Kaneene llegaron al último tramo de escaleras y no encontraron a nadie allí. Alarmada, Kaneene acortó el paso dirigiéndose hacia el vestíbulo abierto, arrastrando a Sirius con ella.

-Sabes, esto no es necesario – señaló las esposas.

Ella le miró.

-No, en serio. Lo has entendido mal – Sirius parecía un poco desesperado -. Díselo, Remus.

Remus se encogió de hombros y alzó las manos.

-Se lo he dicho.

-¿Qué tan estúpida te crees que soy? – dijo ella, mirando de reojo al hombre alto a su lado.

-Estúpida no, sólo mal informada – le sugirió.

-¿Mal informada? – se rió y miró a Remus -. Mira en esas habitaciones y recuerda, nada gracioso.

Lupin balanceó sus ojos y fue hacia los despachos.

-Ven conmigo – le dijo Kaneene a Black dirigiéndose al otro lado del vestíbulo.

-¿Tengo elección? – preguntó Black yendo con ella.

Kaneene abrió la puerta rápidamente con su varita apuntando hacia la habitación y ambos se sorprendieron al encontrar a un mortífago girándose para encararse a ellos en el otro lado del cuarto.





La boca de Fudge se había abierto ante la visión del mortífago. Sabía que estaba en un gran problema y vio que sus manos estaban temblando. Justo en el momento en que creía que las cosas no podía ponerse peor la puerta se abrió de nuevo y apareció Sirius Black, el feroz asesino que tenía fama de ser la mano derecha de Voldemort. El cerebro de Fudge no pudo a penas aguantar lo que estaba ahora viendo y el abrumado ministro de Magia se desmayó.





Pettigrew se dio la vuelta cuando la puerta se abrió detrás de él y sus ojos se pusieron como platos tras la máscara que llevaba ante la visión del hombre de cabello negro con el auror. Nada podría haberlo sorprendido más.

La máscara no engañaba a Sirius. Le costó medio segundo reconocer los ojos del hombre bajo delante de él y sintió la rabia resurgir en su interior.

-¡TÚ! – gritó.

El hombre súbitamente desapareció y una aterrorizada rata corrió entre las piernas de Black y recorrió el vestíbulo, bramando cuando tiró de Kaneene.

-¡COLAGUSANO! ERES HOMBRE MUERTO.

La mujer auror casi pierde sus pies cuando el hombre alto al que estaba esposada corrió como si estuviera loco vestíbulo abajo.

-¡Black! ¡Black, detente! – gritó cuando doblaron una esquina y se golpeó contra la pared. Su varita salió de su puño y cayó estrepitosamente en le suelo.

Sirius vio a la rata deslizarse a través de un espacio debajo de otra puerta y la abrió de golpe desplomándose en suelo.

-BLACK, QUÉ DEMONIOS ESTÁS… - Kaneene cayó el suelo al lado de Sirius cuando éste cogió a la rata por la cola con su mano libre. Súbitamente encontró su propia mano siendo empujada dentro de su túnica con la de Black que buscaba a tientas la varita que ella había metido allí y la sacó.

Black pronunció las palabras y golpeó a la rata con la varita más fuerte de lo que era necesario, y ahora Kaneene se encontró en el suelo con dos hombres. Una vez más fue arrastrada hacia delante cuando Black sujetó al pequeño hombre en el suelo, rasgando la máscara que el mortífago llevaba.

-¡TÚ, ESCORIA! ¡MENTIROSA Y SUCIA ESCORIA! – las palabras de Black eran dichas mientras su puño conectaba repetidamente con la cara de Pettigrew.

-DETENTE – gritó Kaneene.

Black continuó aporreando al hombre en el suelo.

-Sirius, basta – dijo la mujer suavemente y él se vio a sí mismo parando para mirarla. Se dio cuenta que por la manera en que ella lo miraba lo sabía. Siendo una auror veterana sabía quién era Pettigrew y las implicaciones que tenía su aparente supervivencia para Sirius Black. Ella supo en ese momento que él era inocente.






Remus atravesó cautelosamente la puerta del despacho, y vio que la habitación delante de él estaba vacía. También vio rápidamente que la habitación contigua no lo estaba cuando los dos mortifagos gigantones se volvieron para mirarle. Crabbe y Goyle se sonrieron el uno al otro malévolamente y se dirigieron hacia Remus.

"Aquí vamos", pensó Remus para sí mismo, retrocediendo un paso hacia donde tenía más espacio en el centro de la habitación y se preparó cuando los dos hombres se aproximaron. Representaban un cuadro formidable, y Remus intentó asegurarse a sí mismo de que era algo de lo que podía hacerse cargo.

Crabbe atacó con el primer hechizo y Lupin lo evadió limpiamente, volviéndose con un poderoso encantamiento que habría hecho caer a muchos magos.

-¡Perplejo!

El gigantón de Crabbe parecía un poco aturdido, de pie agitando su cabeza y parpadeando estúpidamente.

Goyle le envió una ráfaga con su varita y Remus tuvo que saltar hacia un escritorio cercano para evitar que le diera. Se golpeó contra el suelo y surgió de detrás del escritorio lo suficiente rápido para golpear a Goyle con uno de sus hechizos. Ahora Goyle quedó atrapado en completa oscuridad después de que Remus pronunciara el hechizo de oscuridad perpetua sobre él y Goyle empezó a dar vueltas llevándose una mano a los ojos.


Remus tuvo que moverse rápidamente otra vez cuando Crabbe se recuperó e hizo explotar el escritorio en el que él estaba refugiado en grandes trozos. Remus salió disparado buscando de nuevo refugio tras otro escritorio más lejano, y Crabble se encontró a sí mismo luchando con un enorme enjambre de abejas muy enfadadas.

El ciego Goyle se había convertido ahora en un peligro para ambos ya que lanzaba hechizos al azar por toda la habitación. Remus vio una abertura mientras Crabbe aplastaba abejas y golpeó a Goyle desde donde estaba con el encantamiento de desarme.

-¡Expelliarmus!

Goyle salió arrojado contra la pared ciegamente cuando la varita voló fuera de su mano y Remus la atrapó hábilmente.

Lupin advirtió que Crabble ya no estaba preocupado con las abejas cuando vio a su compañero golpeándose contra la pared, y tuvo que reaccionar rápidamente para evitar lo peor del encantamiento que el bruto había lanzado. Al hacerlo, una fracción del hechizo le rozó en el hombro y se dio la vuelta aterrizando fuertemente sobre el suelo.

-Ahora me estás enfadando – espetó al gigantón mortífago, plenamente consciente del dolor de su hombro y espalda. Rápidamente apuntó con su varita y preparó el siguiente hechizo -: ¡Pugnus! – gritó y dos grandes puños de sombra se materializaron en el aire frente a Crabbe.

Remus se levantó de un salto cuando las dos manos empezaron a hacer sangrar el rostro grande del hombro y se volvió hacia la batida forma de Goyle en el suelo. Calmadamente le hizo atar todo el cuerpo y regresó hacia Crabbe.

El hombre ahora daba vueltas, luchando ineficazmente con las abejas y los puños que le asaltaban. Lupin se acercó para quedarse directamente delante de él cuando éste estaba en el borde del colapso y le dio el golpe final en la cara con su propio puño. Crabbe se derrumbó en el suelo mientras que Remus sacudía su adolorida mano.

-Maldita sea. Eso duele – le dio una patada al inconsciente bruto en buena medida y lo hechizó con todo el cuerpo atado también.

Remus observó a los dos grandes hombres que yacían en un montón en el suelo. No irían a ningún lado. Pasó por encima de ellos y atravesó la habitación, dudando en la puerta y volviéndose para hablar a los dos mortífagos por encima del hombro.

Remus se rió.

-No enseño Defensa contra las Artes Oscuras para nada ¿sabéis?

Salió al vestíbulo.




Sirius se volvió hacia el hombre que se retorcía en el suelo y luego de nuevo hacia la mujer a su lado.

-Sirius, déjale ir – dijo ella.

Sirius agitó su cabeza tristemente.

-No puedo – dijo y levantó la varita.

Ella tiró de su mano esposada hacia abajo, tirando de la varita.

-Black, escúchame. No puedes hacer esto. Sé lo que sientes pero hay maneras...

-¿Sabes lo que siento? – le dijo enfadado -. ¿Cómo puedes saber lo que siento?

-De acuerdo. Supongo que sólo puedo imaginarlo, pero éste no es el modo – dijo la auror -. Puedes ser un hombre libre, pero si le matas volverás a Azkaban seguro.

-Escúchala, Black – saltó Pettigrew.

-¡Calla! – le rugió al mago.

Miró a los ojos verdes de la auror y la voz fría que habló le sorprendió también a él.

-¿Crees que me importa? Morirá y le habré hecho pagar por lo que hizo. Eso es todo lo que importa.

-No creo que tus amigos quieran verte como un asesino, Black, ¿no? – preguntó Kaneene suavemente, encontrándose su mirada con la de los profundos ojos azules del hombre.

-Ella tiene razón – dijo Pettigrew.

-¡CALLA! – le gritaron ambos.

-Toma el camino correcto, Black. Puedes verle castigado y liberarte a ti mismo, o puedes destrozar vuestras vidas – Kaneene desabrochó las esposas con una palabra y se puso de pie -. Es tu elección.

Black permaneció en el suelo donde estaba por un momento hasta que tomó su decisión. Había estado libre lo suficiente como para recordar lo maravilloso que era, y el pensamiento de volver al lugar le hizo retorcerse. Además, ahora tenía que cuidar de Harry y la auror tenía razón. James y Lily nunca querrían que se convirtiera en un frío y sangriento asesino. Se puso de pie y tiró del pobre desgraciado.

Peter empezó a agradecérselo.

-¡Oh, gracias! Muchas gracias, señorita. No se puede imaginar lo que me habría hecho si…

PLAS!


Kaneene lo hizo caer con un gancho derecho.

Sirius contempló a la mujer auror y dejó ir una amplia sonrisa.

-Ey, ¿eso no es brutalidad innecesaria?

Ella le sonrió maliciosamente.

-Oh, yo diría que era muy necesario ¿no crees?






Lupin corrió por el vestíbulo. Dobló la esquina y se dirigió hacia donde podía escuchar voces, dudando sólo un momento al recoger la varita que había en el suelo.

Cuando apareció en el rellano de la puerta encontró a Sirius con una varita en la mano y a Kaneene colocando sus esposas en un inmóvil Pettigrew. Parecía desconcertado mientras su mirada iba de Black a Moody a Pettigrew y volvía a Black. Se dio cuenta de lo que la escena delante de él significaba para su mejor amigo.

-Quedarás en libertad – le dijo suavemente a Sirius.

-En cuanto informe sobre esto – confirmó Kaneene.

Lupin se movió rápidamente y abrazó a su viejo amigo, la auror cogió la varita de Pettigrew y le ató los pies también.

-Esto lo mantendrá quieto. Ahora si vosotros dos habéis acabado de abrazaros tenemos que irnos.

Cogió la varita que Lupin le ofrecía y salió por la puerta.

Sirius le sonrió a Remus al liberarlo de su abrazo. Él asintió hacia la puerta.

-Es bastante guay. Para una auror, me refiero.

Lupin observó a Black algo suspicazmente.

-Mira – continuó Sirius, indicando al inconsciente Colagusano -. Un puñetazo y lo ha dejado para el arrastre – sonrió a Remus.

Lupin puso los ojos en blanco. Moody tendría problemas. El mago delante de él era el único que conocía que podía ser impresionado por una mujer que pudiera dejar fuera a un hombre de un solo golpe.

-Vamos, Canuto – le llamó yendo hacia la puerta.

Corrieron tras la auror.




Fudge acababa de levantar la cabeza del suelo donde había caído y empezó a mirar a alrededor de la habitación vacía. No sabía lo que había pasado ni le importaba. Todo lo que sabía era que tenía que salir de allí. Se puso de pie y se dirigió hacia la puerta cuando una mujer entró.

-¡Oh, gracias a Merlín! – no habría podido estar más feliz de ver a la auror en el umbral de la puerta. Incluso estaba contento de ver a Remus Lupin cuando el profesor de Hogwarts entró después. Se asustó cuando Sirius Black avanzó detrás de ellos.

-¡Oh, no, no, no! – Fudge le señaló y se alejó de espaldas la hombre con la boca abierta.

Black se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared indiferentemente.

-Señorita Moody, ¿puede usted por favor asegurar al buen ministro que no estoy aquí sólo para salvar su patético trasero?

Ella asintió y cruzó la habitación para hablar con el tembloroso hombre, sentándose en su escritorio mientras hablaba.


Lupin miró a Black.

-¿Patético trasero? – dijo moviendo los labios.

Black se encogió de hombros, sin preocuparse de la elección de palabras. El ministro estaba al principio de su lista de gente que le debía una disculpa.





Fudge conocía el tío de la auror y la conocía a ella también. También sabía que ella era tan lista y fidedigna como eran los auror, pero le llevó varios minutos estar al caso ante la magnitud de lo que ella le estaba contando.

Lentamente fue comprendiendo y empezó a asentir solemnemente.

-Entiendo. Hemos cometido un grave error. Enviaré una completa disculpa a primera hora de la mañana. Debemos irnos – hizo como si fuera a levantarse.

Moody puso una mano sobre su brazo cuando intentó levantarse de la silla.

-Ahora – dijo suavemente.

-¿Qué? – preguntó Fudge, sin estar seguro de haberla oído bien.

Kaneene le entregó la pluma de su escritorio.

-Escríbala ahora – le ordenó con los dientes apretados.

-Querida mía, te aseguro que…

-Ya ha oído a la señorita – Lupin se inclinó sobre el escritorio observando con ojos resplandecientes al hombre de la silla.

Fudge miró a uno y a otro y con reticencia se rindió. Levantó la pluma y pasó varios minutos escribiendo las palabras que harían de Sirius Black un hombre libre y lo firmó con un rosetón. Se lo entregó a Kaneene e intentó volver a levantarse sin éxito.

-Envíelo – le ordenó ella.

El hombre suspiró, cogió su varita y pronunció el hechizo sobre el documento. En unos minutos habría una copia en cada oficina del Ministerio, en cada buzón auror y también en el CEA al completo.

Kaneene sonrió y le ofreció el documento a Lupin. Él le devolvió la sonrisa al cogerlo y caminó hacia donde estaba Sirius.

-Para ti, cumplidos para la señorita – sonrió y le entregó el pergamino a su mejor amigo, quien lo cogió y lo miró fijamente por un largo rato. Apenas podía creer que el trozo de papel era de verdad. Él era libre.

Nadie en la habitación podía estar más de acuerdo con él.







Notas de la autora:

Y ahora para los que aún no habéis leído "Decisiones", IR A LEERLO. El siguiente capítulo tendrá más sentido si lo hacéis. Es corto, y afortunadamente no muy difícil.