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La Reina Manda

Por:

Megawacky Max

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- Capítulo 2 -
La Batalla

Era ya de noche. Gerald estaba en su habitación, diseñando un nuevo mazo para los juegos del día siguiente. Estaba solo, pues su familia se había ido a cenar y Gerald había alcanzado un estado tan evolucionado de No-Me-Importa-Lo-Que-Hagan-Ustedes-Débiles-Plebeyos que decidió quedarse con su juego.

El timbre sonó. Él se quejó de las interrupciones durante su momento de estrategia y bajó las escaleras, alcanzando la puerta.

"¿Quién es?", preguntó. El tono también decía 'No me molestes'.

"Es Phoebe, Gerald," dijo ella, sonando seria.

Gerald se percató que un pequeñísimo rincón de su cerebro lo había repentinamente llamado 'Mal Novio'. Era el mismo pequeñísimo rincón que llama 'Suicida' a un saltador de cuerda Bungee, 'Glotón' a un adicto a las donas, y 'Estúpido' a la gente en general. Era, por supuesto, su conciencia.

Gerald quitó el cerrojo y abrió la puerta para ella. Phoebe usaba el mejor ánimo que pudiera llevar en esos momentos, y Gerald había deseado volverse una mosca en una telaraña, ya que ésta estaba destinada a tener una mayor expectativa de vida.

"Creo que tenemos que hablar... Ahora mismo," susurró ella.

Gerald tragó saliva. Acababa de recordar las citas perdidas con su novia. 'Mal Novio' volvió a hacerse oír, ahora haciendo eco a lo largo de los olvidados Pasillos De Phoebe en su mente. La chica entró.

"Oh, eh... Phoebe, yo... Digo, lo siento..."

Ella rápidamente se volteó hacia él. "¿Lo sientes? ¿Tú? ¿Por qué? ¿Has hecho algo malo? ¿Tal vez... no sé... arriesgaste más de tres cartas de Pie Grande contra dos Caballeros Reales?"

Gerald parpadeó ante aquel comentario.

"Phoebe, yo-..."

"No me hables," interrumpió la chica. "No me importa si juegas ese juego de cartas, pero te ha absorbido la vida tal como lo hizo la última vez, cuando teníamos nueve años de edad. ¿Cómo pudiste dejarme de lado sólo por un juego de cartas, Gerald?"

"¡Lo siento! ¡Fue más fuerte que yo! Yo... ¡Yo te prometo que haré lo que tú quieras!"

Ella mantuvo sus irritados ojos en él. Helga se aseguró de enseñarle a su mejor amiga cómo dominar con la mirada, y *vaya* que le enseñó bien. "Bien... Sólo quiero una cosa: acompáñame a un picnic. Eso es todo."

"¿De verdad? ¡Seguro! ¿Cuándo?"

"Mañana, diez en punto."

Gerald tragó saliva. "¿Tiene... que ser mañana? Hay una... una final del torneo, mañana."

"¿Exactamente a las diez?", ella se preguntó. Gerald asintió. "Lo sabía, Gerald. Me informé al respecto. Ahora, ¿qué harás? ¿Vendrás conmigo... o me dejarás por un juego?"

Gerald se puso un poco nervioso. "Phoebe... Soy el Rey. Quiero decir, ¡debo estar ahí! La humillación sería-..."

"¡¿La humillación?!", ella exclamó repentinamente. "¡Gerald, tienes una adicción! ¡Es sólo un juego!"

"¡Phoebe, es más que un juego! Es... es... ¡Es una gran sensación, ser el Rey, gobernar a los plebeyos! ¡Podemos ir de picnic después que gane!"

Ella frunció el seño. "Estás seguro de ganar... ¿Dices que puedes vencer a cualquier jugador?"

"¡Seguro!"

Phoebe abrió su bolso, y sólo entonces Gerald notó que traía uno, y sacó un mazo de cartas de él. Ella lo mostró ante Gerald, abriéndolo como un abanico.

"Entonces juguemos...", frunció el entrecejo. Aún medio-escondida tras el abanico de cartas, Gerald podía ver su sonrisa. No era una visión relajante. En lo absoluto.

"¿De qué... estás hablando?", dudó él.

"Te estoy desafiando, 'Rey'. Mi Reino contra el tuyo. Un combate definitivo. Tú ganas, tú vas al torneo. Yo gano, tú dejar todo esto de una buena vez. ¿Qué dices?"

Él desvió la mirada. "Yo... no quiero desafiarte a ti."

"Entonces gano automáticamente, 'Rey'. Una vez que un Reino desafía a otro, la batalla está declarada. Si una parte falta, la parte restante gana por ausencia. Esa sería una mancha negra en tu 'perfecto' historial. Planeo asistir al torneo de mañana y anunciar la batalla perdida. Y entonces te desafiaré allí."

Gerald le dirigió una mirada. "¿Cómo sabes de-...?"

"Estudié las reglas. Helga me ayudó a entrenar con estas cartas. Un juego interesante, debo admitir. Tiene lógica y estrategia, Gerald... y yo poseo ambas habilidades. De hecho, tengo suficiente como para no volverme adicta por ello y dejar todo de lado. Ahora, tú juegas... o tú pierdes."

Gerald también frunció el seño. El rincón de su cerebro que por entonces gritaba 'No Te Atrevas' había sido repentinamente apuñalado por la espalda por un pensamiento con forma de carta que tenía las palabras '¡Dejad Que El Torneo Comience!' escrito en él. Sí, era Phoebe; sí, era su novia; pero SÍ, era un juego de cartas.

"¿Juego Parcial?", preguntó él.

"Reino en Ruinas. El ganador se lleva todo."

"Sólo recuerda que empezaste con esto," él anunció. Gerald frunció el seño y se inclinó ante ella: "Rey Gerald, Reino de Cabellopelusa."

Phoebe también se inclinó, también frunciendo el seño. "Reina Phoebe, Reino de Helgaesgenial."

Gerald levantó una ceja.

"Helga escogió el nombre, ¿de acuerdo?", agregó Phoebe.

Gerald y Phoebe caminaron hacia la mesa redonda de la cocina y se sentaron uno frente al otro. Como las reglas indicaban, ellos mezclaron el mazo del contrincante, no dejando de enviar miradas amenazantes al Reino enemigo. Intercambiaron los mazos y los pusieron a sus respectivas derechas, entonces tomaron seis cartas cada uno.

"Bien, Phoebe. Estudiaste el libro, así que sabes las reglas. ¿Qué tienes?"

Ella observó su mano. "Un Tío Molesto, dos Montones de Oro, una Corona Dorada, y dos Dragones."

"Muy bien, entonces... Yo tengo un Montón de Oro, un Escudo, dos Espadas, un Dragón, y un Aldeano Feliz. Las damas primero," hizo una gesticulación con la mano, aunque le faltaba cortesía.

Phoebe se mostró enfadada, tomó los dados y los rodó sobre la mesa. Observaron a los números obtenidos.

"Tengo que ofrecer," dijo ella. "Pongo mis Dragones en la mesa."

"Bien... Entonces pondré mis Espadas para contraatacar tus Dragones." Él se dio el lujo de una sonrisa. "Gané la primera."

"Pero no el juego," dijo ella.

"Todavía no."

Los cristales en los lentes de Phoebe se hubieran roto ante los efectos de la mirada que estaba adoptando. Su mano barrió sus dados fuera de la mesa y los agitó dentro de un puño cerrado y apretado.

"Eso es... Tú lo pediste, Rey Gerald."

Hizo rodar los dados. La batalla había empezado.

* * *

Es difícil describir la intensidad de aquel juego de cartas. Cualquier otra persona observando podría haber pensado 'Bah, sólo un juego', pero para Gerald y Phoebe no era sólo un juego, sino una batalla. Y no sólo una batalla, sino una guerra.

Estaba en sus ojos. Ambos pares enviaban dagas a los otros. Más tarde las dagas se fueron, pero sólo para darle espacio a las espadas, las hachas, y las bolas de pinchos. Estaban fuertemente armados, de verdad. Los dados rodaban con más fuerza en cada turno que pasaba. La mesa se hubiera quejado de eso, pero como las mesas y similares muebles de madera no tienen bocas con las que hablar, fue un poco difícil.

Las cartas iban de los mazos a las manos, y de las manos a la mesa, y de la mesa a la pila de descartados. Había sonrisas cuando los jugadores conseguían buenas cartas, y quejas cuando las cartas eran mas bien inútiles. Era, desde el punto de vista de todo buen fanático enfermo de 'El Rey Manda', un Épico Combate de los Tiempos Antiguos.

Fue durante el veinteavo turno que Phoebe decidió hablar.

En realidad, sorbió fuerte por la nariz.

"¿Qué?", preguntó Gerald sin desviar sus ojos de sus cartas.

"Nada," dijo ella. Había un nerviosismo en esa voz. "Juego un Caballero y una Catapulta."

Ahora Gerald la miraba a ella. Parecía haber un pequeñísimo brillo detrás de esos lentes ovales. Gerald intentó ignorarlo, así que miró abajo hacia las cartas.

"Bien. Tomaré la Catapulta en cambio por un Montón de Oro."

"Lo que sea," sollozó ella.

Cuando dos personas pasan y comparten tiempo como novia y novio, ciertos específicos tonos de voz son señales que podrían ser comparadas únicamente con, digamos, la alarma de incendios de un depósito de fuegos artificiales que coincidentemente esta faltante de salidas de emergencias apropiadas y cuyos extintores están totalmente vacíos. El tono usado por Phoebe tenía esa misma perspectiva, pero el sollozo adicional era justamente la chispa no necesitada en dicho depósito.

Él bajó su mano.

"¿Phoebe, estás bien?", preguntó, y sí sonó preocupado.

"¿Por qué no lo estaría?", murmuró ella. "Estoy siendo derrotada por... 'El Rey'. Debería ser un honor perder de esa manera."

Él frunció el seño. "Tú comenzaste, ¿recuerdas?"

"Tú comenzaste la adicción," respondió ella.

Gerald sintió que el pequeño rincón en su mente concedido a su conciencia se había superpoblado de pensamientos fuertes. La Carta que había tomado el control estaba ahora siendo usada como una alfombra barata.

Suspiró.

"Mira, no tenemos que hacer esto," dijo. "Ríndete. No diré que lo hiciste. En el torneo, quiero decir."

Phoebe se enfadó y volvió a aspirar con fuerza por la nariz. Rodó sus dados y anunció "Juego dos Escuderos."

"¡No tienes que hacerlo!", él saltó. "¡Phoebe, lo siento, pero no tienes oportunidad! No contra mí, al menos. Mira, tus habilidades son buenas, pero yo soy mejor. Ríndete, por favor, y terminemos con esto."

"¡Exacto! ¡Terminemos con esto!", gritó ella. "Si me rindo, tú volverás a tu juego. Al menos déjame terminar decentemente."

Gerald observó a las cartas de los Escuderos, y luego a los ojos de su chica. Esos ojos quemaban los suyos. La Carta en su mente volvió a tomar control. Mejor dicho, escaló posiciones.

"Bien...", él tomó sus cartas.

El juego continuó de manera extraña. Gerald no sólo tenía la presión de un desafío contra su novia, sino además el peso de esos tristes sorbetes y sollozos. Podría haber agregado el intenso poder de taladrado de sus ojos, pero el chico había evitado mirarla desde que volvieron a la batalla. Sabía que eso podría haberlo terminado todo.

El momento llegó en que Phoebe estaba contra las cuerdas, y Gerald tenía que atacar una vez más para ganar. Todo lo que debía hacer era esperar a que Phoebe lanzase los dados y jugase una carta.

Cualquier carta.

Ella lo hizo. Ella tomó los dados y los arrojó en un triste movimiento. Pero no jugó ninguna carta. En vez de eso, ella sólo puso toda su mano en la mesa, se puso de pie, y se limpió las lágrimas.

"Adiós, Gerald...", dijo. Ahora Gerald estaba obligado a mirarla.

"¿Qué?", jadeó.

"Adiós, dije. Se acabó. Ganaste el juego... Y me perdiste a mí."

"¡¿Qué?! ¡No! ¡No seas tan fatalista con esto!"

"¡¿Yo soy la fatalista?!", ella reaccionó. "¡Bueno, vean la ironía! ¡Gerald, tú has sido abducido por un juego de cartas, y ni siquiera perder a tu novia, la que DIJISTE amar, consiguió cambiar tu opinión al respecto!"

El tiempo se congeló. De nuevo, no en la forma de las manecillas del reloj permaneciendo quietas, sino en la forma de un ambiente quieto alrededor de los dos adolescentes. Gerald estaba teniendo pensamientos serios, y de repente sintió que había tocado fondo.

"¿He... He caído tan bajo, de verdad?", preguntó. Phoebe asintió. "Rayos, yo... Bueno, uhm... Digo..."

Miró a un lado. Esperaba que Phoebe pudiese gritarle. El silencio estaba cerca de matarlo.

"Phoebe, yo... Eh," la mirói a la cara, al fin. "Lo siento."

Dejó su mano en la mesa y corrió a ella, abrazando a su novia. Ella lo abrazó a su vez.

"¡Lo siento! ¡No sé qué me pasó! ¡Fue más fuerte que yo!", clamó. "Por supuesto que eres más importante que un tonto juego de cartas... ¡Lo siento!"

Si fuera posible, Gerald pudo escucharla sonreír. Eso ayudó.

"Está bien, Gerald... Siéntate, por favor. Estoy... feliz de que arregláramos esto," admitió ella.

Gerald se sentó de nuevo en la silla. Phoebe también. Ambos secaron sus lágrimas.

"Entonces, Gerald... ¿Me dirías que este juego se acabó?"

"Sí," dijo él. Y antes de que su mente pudiera patear en retorno, agregó "Abandono la batalla."

"Bien, bien...", ella dijo; y Gerald pudo notar la sonrisa que comenzaba a formarse en esa linda carita suya... que, por cierto, ahora estaba pasando de ser una sonrisa a una mueca de insana alegría.

"¿Q-Qué pasa?", preguntó él.

"¿Sabes qué?"

"No, ¿qué?"

De repente, Phoebe saltó sobre la mesa y lanzó un acusador dedo índice hacia su novio.

"¡¡TE RENDISTE!! ¡¡YO GANO ESTE JUEGO, 'REY'!! ¡¡JA, JA, JA!!"

La quijada de Gerald cayó como Roma. Balbuceó algunas palabras, pero sólo luego de varios intentos fue coordinado como para hablar correctamente.

"¡Rayos, Phoebe! ¿Cómo pudiste hacerme esto?"

"¿Hacer qué?", sonrió ella, regresando a su asiento.

"¡Hacerme perder por verte triste y todo eso!"

"Una razón, Gerald... Te amo."

Gerald no estaba mirando a ella. Pero sí escuchó sus palabras. "Lo... Lo sé, pero... yo...", suspiró, "Actué como un idiota, ¿verdad?"

"Sip..."

"Gracias... Por traerme de nuevo a la realidad," dijo, ahora con calma.

"Está bien, Gerald. Lo lamento su fui un poco, bien... 'tramposa'.

"No hay problema. Creo que me desharé de estas cartas. Y por cierto, ¿CÓMO pudiste salir con una idea así?"

"Idea de Helga," sonrió. "¿Quién, si no?"

"Sí..." Sus ojos se enfocaron en sus cartas. "Phoebe, sácalas de mi vista, ¿quieres? Si las recojo podría empezar de nuevo."

"Seguro," asintió ella, barriendo las cartas de la mesa.

Entonces, una de las cartas cayó al suelo. Phoebe se agachó para levantarla... y entonces observó al pequeño dibujo en su superficie: una Corona.

"¿Phoebe?", Gerald la llamó. "¿Qué pasa?"

Ella, aún agachada, le dirigió una extraña mirada.

* * *

Helga caminaba por el parque, pensando en Arnold y esperando con todo el amor de su corazón que el cabeza de balón estuviese teniendo las *peores* vacaciones de toda su existencia. Cuanto más malas fueran para él, más feliz de volver a verla a ella estaría.

Algo la distrajo. Observó a un lado y notó a Gerald con Phoebe, riendo. Estaban en el césped, sobre un mantel a cuadros, junto a una canasta de picnic.

"¡Hey, genial! ¡Funcionó!", sonrió mientras caminaba hacia ellos.

Phoebe vio a su mejor amiga acercarse e inmediatamente dejó de reír. Le codeó a Gerald, quien también vio a la rubia de una ceja venir. Ambos se apresuraron a esconder algo dentro de la canasta.

"¿Qué pasa, chicos?", preguntó Helga al estar suficientemente cerca. "Se estaban divirtiendo hace apenas segundos. ¿Es por mí?"

Phoebe se sonrojó. "No, no... Bueno, no te esperábamos aquí. Quiero decir... queríamos estar solos."

Ella sonrió. "Entiendo, Phoebs. Sólo tomaré un sandwich y seguiré mi ruta..."

"¡No, espera!", Gerald intentó detenerla, pero Helga alcanzó la canasta antes. Una mirada adentro más tarde, Helga seriamente observó a sus amigos.

"Dime que no vi eso," gruñó.

Ambos adolescentes rieron vergonzosamente entre dientes mientras sacaban sus propios dados y mazos de la cesta. "Helga...", Phoebe se sonrojó, "... me complace presentarte a la primer pareja Real para el torneo de 'El Rey Manda'."

"¡Sí! ¡Vamos por el premio a dobles mixtos!", Gerald también se sonrojó.

Helga inmediatamente envió una mano a su cara. "¡Increíble! ¡Phoebe, también te volviste una adicta!"

¡Está bien, Helga! Ahora Gerald y yo estamos juntos todo el día."

"¡Y no creerías sus tácticas!", Gerald asintió. "La Reina Phoebe es la pareja perfecta para este Rey."

"¡Suficiente para mí!", Helga envió sus brazos todo el camino hacia arriba. "¡Me voy! ¡No puedo creerlo! ¡Esto es increíble! ¡Ahora lo he visto todo!"

Ellos rieron felices mientras su amiga se marchaba. De acuerdo, tal vez tenían una adicción, pero era una que los unió mucho más que antes.

-FIN-

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