Como me costó escribir el capitulo y ponerle el título, no saben cuantas veces a lo largo de 1 mes lo he modificado y le quitado cosas, agregado cosas. El tema central… creo que es la locura y el sufrimiento (bueno, no tanto… no creo que necesiten un pañuelo). Sirius vuelve con una línea diferente… Con respecto a Eileen pronto lo sabrán…

Capitulo 19 El Dragón Negro

- No entiendo, ella ni siquiera era su amiga como tú. – Dijo Snape mirando a Tara.

- Ya sabes, bobadas de niña. Quizás se sienta culpable, ya deben tener remordimientos. – Florence no le prestó mucha atención.

- Aquí hay algunos apuntes. – Dijo Snape dándole unos pergaminos.

- Gracias. – Dijo Florence

- ¿Cómo te sientes?

- Este año ha sido de extremos, si sigue así… acabaran mis motivos para vivir. – Dijo Florence cuando en su mente comenzó a ver todo claro. Era de noche en un despacho y ella sabía muy bien las palabras…

"- Eres muy lista. Piensa bien… ¿Cuáles son tus motivos para seguir adelante y luchar?

- ¿Cómo?

- Tus motivos para vivir.

- Supongo que… El Quidditch, mis estudios, Eileen mi mejor amiga, no se…"

            Florence recordaba insistentemente esa conversación simple con el Profesor Spencer. Motivos para seguir adelante. Quidditch, estando en la cuerda floja para estar en el equipo, Sus estudios; removida del premio anual y de ser prefecta de un solo tajo y Eileen, su mejor amiga quien acababa de morir. Era idea de ella o sus motivos para seguir y luchar en teoría, se estaban agotando, pero no era así. Lo más importante seguía intacto: Severus Snape. Se sentía algo vulnerable y débil, pero no tanto, cuando se daba cuenta que no estaba tan sola como pensaba, aunque le costó mucho tiempo volver a sonreír.

            Se llevaron a cabo los EXTASIS y sus notas bajaron considerablemente, no había podido concentrarse bien y perdió automáticamente la posibilidad de ser auror, y en la final de la copa de Quidditch, atrapó la snitch inconscientemente sin ser capaz de unirse a la acostumbrada celebración. A pesar de que había humillado a Gryffindor, había hecho ganar a Slytherin, no estaba para celebraciones. Florence estaba algo frágil y reflexiva, al mismo tiempo que se fortalecía, nada le iba a impedir seguir su vida, nada.

            El día de la entrega de copas de las casas, se reunieron todos en el Gran Salón. Todos estaban expectantes y emocionados, por otro año consecutivo la copa era para Slytherin. Antes de comenzar los chicos llegaron a sentarse en la mesa correspondiente,

- Eh Potter, mira que ganamos la copa. ¿Cuáles son tus frases acerca de esta derrota? –

- Nada, Nott siempre tan detallista. Ya veremos quien ríe de último. – James Potter asomó una sonrisa. Algunos alumnos aparecieron por la puerta que daba hacia el vestíbulo, entre ese grupo venía Snape con algunos otros de Slytherin. Detrás seguía muy de cerca Florence, sin darse cuenta que alguien le había metido una zancadilla, casi se cae de no haber sido atajada a tiempo por James Potter.

- Gracias – Dijo Florence sin mirarlo. Aquello era el final de 7 años, 7 años que habían logrado cambiar a aquella niña buena de una buena familia. Se sentó al lado de Snape y este le daba una mirada inquisitiva pero le pasó el brazo por el hombro, ella miró a la mesa y puso sus manos en la cara. Snape se apartó de ella para decirle algo a Nott,

- Queridos alumnos, otro año que se nos va. Pido un momento de silencio, por la chica Eileen Jordan que se nos fue este año. – Los chicos de Slytherins mostraban sus respetos, Dumbledore volvió a decir - Este año ha sido satisfactorio, quisiera hacer un reconocimiento a Slytherin por haber ganado la copa de Quidditch, felicidades. – Dijo Dumbledore y los de Slytherin hicieron bulla, todos menos Florence, era curioso como ella estaba aislada de aquel lugar con una mirada indiferente.

- Si, si lo han hecho muy bien. He pasado sumando bien los puntos y la copa de las casas es para Slytherin también… - Otro vitoreo bullicioso se escuchó en la mesa de Slytherin, todos estaban emocionados, mientras en la mesa de Gryffindor se escucharon lamentos y sollozos.

Aquello era increíble, aquel había sido el año mas extraño que Florence hubiese vivido en toda su vida, había pasado por todos los extremos. Era la única que no celebraba el triunfo de Slytherin. Pero eso no evitó que fuera abordada por un comentario burlón mientras subía al tren.

- Con que ahorita andas sola. ¿Se murió tu novia Harrington? – Dijo Felicia con Ruth y Gabrielle. Florence que no le importaba nada, y menos allá afuera en los terrenos del colegio, le lanzó el mortífero rayo rojo que le hizo retorcerse de dolor, sin pensarlo.

- ¿Te crees graciosa? – Florence le dijo en un rugido, deteniendo el rayo. – Ahora que estás fuera de Hogwarts y no tienes a Dumbledore que te defienda, te recomiendo que te cuides, pues si, podría usar mis artes oscuras terriblemente sobre ti y maldecirte de la peor forma.

- Es ilegal, ahora te podré denunciar y enviarte…

- No irás a ningún lado – Dijo Florence blandiendo su varita al aire gritando fuertemente – AVADA KEDAVRA.

            Al instante un pajarito que iba volando en el suelo, cayó al piso muerto. Las chicas quedaron paralizadas y Florence miró sin compasión a las tres chicas, con una mirada de furia y volviendo a apuntarles con su varita.

- No querrás terminar así… así que cierra el pico de una buena vez, no se si en el infierno les gusten tus chistes de poca monta. – Dijo Florence en un tono audible. –Aun no me has conocido.

- El ministerio…

- "Xanthlegio" – Lanzó Florence sobre las tres riéndose cínicamente. Las chicas cayeron al suelo sujetándose la garganta.

- ¿Qué nos has hecho? – Preguntó Gabrielle.

- Una maldición, irreversible. Cuando quieran hablar mal de mi o de mis artes oscuras, sus mentes quedarán en blanco y sus gargantas se secaran. No importa si lo intentan escribir, sus pensamientos habrán sido bloqueados y mientras más lo intenten estarán desgastándose y quizás puedan… morir dolorosamente ¿no es eso especial?. – Dijo Florence mirándolas de una forma burlona con una sonrisa, que hacía brillar algo malvado en sus ojos.

- Juro que pagarás por eso. – Dijo Felicia

- Luego de que tu pagues por todas tus acciones, es una lección. Ruégale al cielo que no caiga mi venganza sobre ti, porque hasta ahora solo he obrado porque me das lástima.

- No importa lo que nos hagas, seguirás siendo nada… Hechicera tenebrosa. – Dijo Felicia, pero al instante se calló y se sujetó la garganta, su saliva se había secado. Florence no había mentido.

- Tienes que deshacer la maldición. – Dijo Gabrielle asustada ayudando a Felicia quien sangraba por la boca. Pero Florence no la escuchaba, tomó su baúl y fue hacia la estación del tren. Estaba sentada sola mirando la ventana cuando Dana y Tara llegaron a acompañarla, aunque estaban muy calladas.

Cuando llegó a King Cross salió del tren esperando ver a los mayordomos de la familia para llevarla a casa, había escrito que ese día regresaría. Llevaba esperando un buen rato, cuando vio a unos chicos  en la estación hablando ruidosamente; entre ellos a Lucius Malfoy varios de sus amigos, Snape y su pandilla, allí estaban todos. Allí estaba Narcisa; la hermana de Morgana Bellatrix, sus amigotes Crabbe y Goyle y otros más que no pudo reconocer.

- Hola Florence – Le dijo Lucius, mientras ella arrastraba su baúl. – Siempre nos encontramos, quizás este verano nos veamos más seguido. – Pero Florence no le dirigió la palabra, siguió de largo, no valía la pena pasar un disgusto con Malfoy, quien a pesar de que estuviera su novia allí, siempre le encantaba intimidarla y acosarla. Como aun no veía a los mayordomos, se sentó en un banco con su baúl y cubriéndose la cabeza con la capucha debido al viento furioso que soplaba, el vacío que sentía por dentro era enorme, no tenía mejor amiga y no podía acercarse a su mejor amigo por motivos de seguridad. Miró curiosamente a donde estaban los demás, Morgana saludaba a todos y miraba a Malfoy, Iván hablaba discretamente con Evan riendose, mientras que Lucius tenía una conversación con Ernest. Pero ¿Dónde estaba Snape? No le costó encontrarlo estaba sentado en el fondo a pocos metros de ella, junto a una chica desconocida, Florence observó a la chica que parecía conocer a Severus, pues le hablaba. Era menuda y parecía tener aires de suficiencia, era delgada y muy arreglada. Podía escuchar lo que decían entre ellos.

- Estoy aburrida, vámonos de aquí. – Dijo la chica.

- Vamos, Diane, regálame una sonrisa. – Dijo Ivan desde atrás mientras Morgana lo miraba desafiante. Florence se sobresaltó, había oido a Iván llamar a aquella chica Diane, si mal no recordaba aquella jovencita era Diane, Diane Lee la chica que había buscado y logrado acostarse con Snape, en la vispera de los mundiales en Rusia hace 2 años atrás. Fijó su mirada en ella y detalló más a la chica. Su piel no tenía ningún defecto y se veía tersa y suave, sus ojos eran delicados y bien retocados con un delineador de algún tono de moda, sus mejillas eran rosadas bien maquilladas, su cabello lacio marrón con algunas mechones claros, su cuerpo delgado y estilizado, al igual que su vestimenta. Cuando miraba siempre parecía estar seria, nunca parecía estar satisfecha, ¿Por qué? ¿Por qué a Florence le preocupaba? ¿Por qué ese mismo sentimiento de querer hacer daño volvía a apoderarse de ella?

- No nos veíamos desde hace tiempo, ¿no? – Dijo la chica mirando a Snape y sonriendo por primera vez, hasta su sonrisa era cálida. Florence sintió que algo le revolvía las tripas, jamás había sentido un sentimiento como aquel, se apoderaba de ella, haciéndole pensar cosas inimaginables, era la gota que derramaba el vaso, no había duda: celos. Sujetaba su varita repitiéndose:

- ¿Cuál era el hechizo? Avada Kedavra, Avada… Avada – Florence empuñaba su varita debajo de su saco y respiraba agitadamente, se sentía amenazada, invadida por la inseguridad. Mientras que desde lejos pudo oír.

- Si, desde hace varios años Lee. – Snape se quedó estático un momento y luego la miró con interés.

- Necesito tu ayuda nuevamente. Me acabo de mudar y necesito aprobar un examen para entrar a la Academia de Aurores, las pociones se me hacen difíciles. – Dijo Diane sonriéndole dulcemente. Mientras Snape asentía con la cabeza. Se mostraba curioso, la miraba con atención mientras ella le respondía con una mirada que le decía: "sígueme". En efecto los dos se apartaron del grupo y siguieron solos su camino, acercandose más a Florence.

- No se si tenga tiempo. - Dijo Snape explicándole en un tono que se podía considerar amable, cuando por lo general la brusquedad con la gente era lo común.

- Tienes que enseñarme. Búscate un tiempo. Además no tienes que ir muy lejos, me he mudado a las afueras de Londres. Puedes venir a mi casa. – Florence escuchaba con atención, podía ver una daga que se acercaba a su corazón, tenía bastante filo.

- Diane… - Dijo Snape. Pero Diane le cerró los labios con un dedo.

- El viernes daré una fiesta.  No me digas que no, tu sabes que también quieres ir. No me dejes esperando. – Dijo Diane, mientras los dos estaban sentados en un banco, con las miradas de la pandilla de Slytherin tras ellos y la mirada oculta de cuestionamiento de Florence. Sus ojos marrones se deslizaron y sus manos tomaron las de Snape.

- Todos decían que eres desagradable, pero no lo eres. – Dijo Diane empezando a susurrar.

- Lee, por favor. – Snape le soltó la mano, pero extrañamente a Florence le parecía que su actitud decía lo contrario.

- Quiero repetir esa noche de pasión contigo. – Dijo la chica en un ligero gemido cuando repentinamente, Diane besó a Snape introduciendo su lengua en la boca del chico, agarrando sorpresivamente a Snape quien no pudo evitar seguirle el juego, la chica podría lograr lo que quería, y aquel acto de atención público era una de esas cosas, Morgana mirada asqueada a Snape y a Diane, mientras Lucius miraba con atención a Florence quien indudablemente tenía cara de confusión. No solo ellos observaban sino también James Potter, Sirius Black, Peter Pettigrew, y Remus Lupin quien no se mostraba ni asombrado ni interesado. Florence se levantó de su asiento, se quitó la capa y el viento enfrió sus mejillas. El sol se reflejó en sus ojos, que esta vez tenían una tonalidad verdosa pero fría como el hielo, el viento jugaba con su cabello azabache, mientras que su cara no mostraba ningún signo de vida posible debido a su palidez, solo la repentina confusión que se adueñaba de sus sentidos.

- Te lo dije mi niña. – Dijo Sirius mientras pasaba a su lado. – Lástima que nunca me escuchaste y que sea tarde.

- No quiero oírte Black. – Dijo Florence perdiendo el control y empujándolo, pero esta vez imaginándose a Snape en el lugar de Black. Lucius Malfoy miraba satisfecho con una sonrisa, mientras Snape sin darse cuenta de la presencia de Florence, mantenía a raya a Diane quien casi le saltaba encima.

- No me toques, no tengo la culpa de tus problemas. – Dijo Sirius ofendiéndola – No tienes nada que buscar en mi, soy demasiado para ti.

- Nunca te he buscado y nunca lo haré. – Dijo Florence pagando su rabia con él. Pero Remus se interpuso entre Florence y Sirius. Florence tomó su baúl y se fue destruyendo todo lo que había a su paso.

En el bus muggle a casa, Florence iba sentada arropada aun lado con lágrimas en los ojos. Miraba el vidrio viendo la espesa lluvia caer, los muggles la veían de reojo mientras ella apoyaba su mano en la ventana y sentía el frío. Se quedó en el camino a su mansión y caminó bajo la fría lluvia, ya era de noche.

            Sus lágrimas se confundían con la lluvia, su cara seguía pálida y su aliento se le escapaba, dejó el baúl a un lado y se quitó el saco, su uniforme estaba debajo y rápidamente se mojó dejándola empapada. Se sentó al lado de un árbol que estaba en el camino.

- No necesito a nadie de este mundo, todos son unos miserables. Te abandonan al final, te traicionan. Eileen abandonó este mundo prematuramente, se fue sin permitirle decirle muchas cosas. – Florence miró al cielo mientras que gritaba. – luego, desde siempre mi familia, les importa un cuerno si me parte un rayo, es un caso perdido, como los odio por hacer mi vida miserable. Ahora… tu también, ¿Por qué Snape? Imbécil, te di mi corazón y me lo destrozaste hoy. Me las vas a pagar, te haré pagar. Vivirás solo como un infeliz, así como siempre lo has deseado. Lo juro, Te maldigo hoy, porque no me tendrás para el resto de tu vida.

- Así sea. ¿Ves que tengo razón? – Un hombre apareció delante de ella bajo una capucha negra. Era la inconfundible voz de víbora de Lord Voldemort.

- ¿Qué hace aquí? – Florence lo miró con indiferencia.

- Me preguntaba si habías cambiado de parecer… ¿vale la pena perder talento por ellos?

- No seré tan tonta, Snape fue un tonto al venderte su alma, yo no lo haré.

- Niña imbécil. El vendió su alma al poder, que algún día tendrá mientras tú estarás desterrada y débil. Mientras que Snape estará en un lugar cálido con Diane Lee, embobado por sus encantos.

- ¡Cállate! – Florence se levantó.

- Todo lo bueno que quedaba en ti ha muerto hoy. ¿Qué más puedes perder?

- No he muerto.

- No te mientas, mira como el odio brota por tus poros. Quieres asesinar a alguien… ¿No te gustaría ver a Diane Lee retorciéndose de dolor? ¿No te gustaría cobrarle a Morgana Bellatrix todos los malos ratos? ¿Hacer pagar a quienes te han hecho sufrir? Es la oportunidad. – Lord Voldemort tenía un brillo en sus ojos.

- No lo sé. – Florence parecía confundida, mientras se sentía debilitada. Todo se vio borroso y no supo más de sí.

            Lentamente fue despertando, mientras sentía un terrible dolor de cabeza. Vio una mesa conocida con una lampara, era su habitación. Se despertó por completo y vio a sus hermanos y a su madre al pie de la cama.

- Hija, despertaste. – Dijo su madre con la mano en el pecho – Sigue descansando.

- ¿Qué ocurrió? – Florence no entendía porque se sentía tan mal.

- Bueno, tuvimos suerte hermanita. – Dijo Kyle sonriéndole.

- Un forastero te encontró desmayada a mitad de camino en la tormenta, te reconoció por las iniciales de tu baúl y te trajo hasta aquí. – Dijo Ralph mirando por la ventana.

- Que alma tan caritativa. – Dijo su madre

- ¿Quién era? – Florence pensó que su dialogo con Lord Voldemort había sido un sueño y que había tenido alguna alucinación.

- No dijo su nombre, iba tras una capa negra y nos asustó al principio. – Dijo Kyle – Su voz era fría como los silbidos de las serpientes.

- No importa, el te salvó. – Dijo su madre sonriéndole-

- No estaría muy segura. – Dijo Florence cerrando los ojos, recordó cada una de las cosas que habían ocurrido aquel día. - ¿Dónde está papá?

- En su despacho. ¿Por qué tardaste en venir? – Dijo Preguntó Tim que había permanecido callado.

- Nadie vino a buscarme. – Florence se sentó en la cama.

- Oh no. – Dijo Ralph lamentándose – Creo que a papá se le pasó por alto de nuevo. Se le olvido, ha estado últimamente…

            Pero Florence se levantó en sus pijamas verdes y se dirigió por el pasillo hacia la parte inferior de su casa, entró rápidamente al despacho y descubrió a John y James Potter, el Ministro de Magia Jorkins, y ella se quedó paralizada, vio a su padre y se acordó del motivo de su visita.

- Me dijeron que te olvidaste de ir a buscarme a King Cross. – Dijo Florence amenazante – ¡Que extraño!

- ¡Qué valiente! Tuviste suerte de que Voldemort… - Dijo James sin dejar de mirarla en sus pijamas.

- Cállate hijo – Dijo John Potter dándole una palmada en la espalda a su hijo James

- Florence, hija. Me alegras que hayas llegado para explicarte lo sucedido, hoy has escapado con suerte de la muerte.

- ¿La muerte? – Florence no entendía mucho.

- El forastero que te encontró en el camino, era Lord Voldemort – Dijo John Potter – es extraño, porque reconoció quien eras y sin embargo te trajo hasta aquí y…

- ¿Ya la examinaron? – Preguntó el ministro Jorkins.

- Si, estaba inconsciente. Nada fuera de lo normal, todo bien. Ya he mandado a renovar los encantamientos de protección a la mansión, nos podrían atacar – Dijo Donald Harrington. – No ha sido encantada, Alastor Moody ya la revisó, salió hace 15 minutos, Janice aun no lo sabe. Creo que debo poner más medidas de seguridad en la casa.

- Si te hubieras acordado de mandar a alguien a buscarme no hubiera pasado nada, quizás la próxima vez no tenga tanta suerte. No te preocupas tanto por mi como te preocupas por cosas materiales como tu maldita mansión. – Dijo Florence retrocediendo y cerrando los portales con tanta fuerza que toda la sala se estremeció. Siguió caminando y uno de los elfos domésticos le entregó una carta.

Srta. (Más bien Sra.) F. M. Harrington:

No te vi cuando salimos del tren, Lucius me dijo que te vio muy enojada. ¿qué te ocurrió?  Nos vemos en el lago cerca de tu casa el viernes.

- Florence, ¿Por qué te levantaste de la cama? – Su madre llegó a su lado – Que vergüenza, el ministro de magia te ha visto así en esas fachas.

- Tenía que aclarar las cosas, hoy no voy a cenar. – Florence pasó de largo y sus hermanos se le quedaron viendo.

Se encerró en su cuarto, mientras sujetó lo primero que vio contra el piso, muchos objetos eran lanzados contra una pared, incluyendo un antiguo reloj carísimo que se estrelló contra un poste de su cama y cayó destrozado al piso. Su madre tocaba insistentemente la puerta para que abriera pero Florence no la escuchaba, estaba en el piso sangrando debido a que se había cortado el pie con uno de los vidrios y era cegada por las lágrimas.

- No puedo detener el dolor, el dolor viene con mi naturaleza humana. Podría detener el dolor si yo quisiera, pero no se como. – Dijo Florence agachada incapaz de sentir el dolor de su cortada pero si el dolor en su alma, su cabeza iba a estallar. Un humo rodeó la habitación y si bisabuela salió del medallón.

- Vaya Florence, ¡que lío más grande! – Dijo la anciana sentándose al lado de ella.

- Abuela Marie,¿Por qué me siento enojada y herida?

- Eres una bruja muy temperamental.  No te dejes vencer por tu debilidad, mírate. Estás allí sufriendo sin motivo, busca una dirección y síguela.

- Ya no se que creer… me siento destruida. Fui reemplazada, fui maldecida y se que no le hago ningún bien a nadie.

- Yo lo dudo querida, ¿estás segura de eso? – Dijo la Abuela muy sabia. – Creo que aun queda algo bueno en ti: amor. El amor siempre se traduce en sufrimiento.

- No quiero sufrir – Florence dejó su varita en una mesilla con un espejo y caminó por su amplia habitación hacia la ventana aun temblando. – Ya he sufrido bastante, quisiera que alguien me arrancara los sentimientos del alma, si no sientes no puedes sufrir.

- Sería peor que si un dementor te besara. No te quedaría nada, ningún motivo para vivir, cuando eso suceda… - Su abuela la miró preocupada y calló.

- ¿Has oido las profecías?– Florence siguió viendo la ventana y volteó a  ver a su abuela.

- Nada está escrito mi niña, tu misma haces tu camino. – Dicho esto la abuela Marie desapareció.

- Estoy ansiosa por saber, quiero saber. De alguna manera se que hay mucho por venir. Hay algo más allá y no se que es. Tengo miedo de entrar y no poder salir mas nunca, me estoy dejando arrastrar por mi misma. Estoy al borde, desde siempre sabía que este día iba a llegar y eso temí desde siempre. – Florence salió al balcón y observó la aldea muggle colina abajo. Se sentía revuelta y enojada, mientras mas pensaba en el asunto, una imagen venía a su cabeza: Snape. No sabía que creer y todo era una confusión, aquellos días le habían venido mal y se encontraba en una paranoia, estaba vulnerable y una voz retumbaba en su mente

- El no te ama, nunca te amó. – Era una voz fría que no sonaba a su conciencia y que cada día la atormentaba más, no podía hacer nada para vencer aquella debilidad mientras mas pensamientos bruscos tomaban el control de su mente.

- Cuando veas a Snape, hazle daño. El te hizo mal y tiene que pagar. Hazlo.

Ese viernes, era una tarde nublada, Florence fue bajando por la terraza norte y llegó al lago detrás de su casa, un lugar tranquilo para reflexionar, donde iría a ver a Severus, estaba muy insegura, se sentía atormentada y vencida por el odio. No sabía a ciencia cierta que la había llevado hacia allá.

- No creo que tenga que esperar mucho, cada día que pasa estoy cambiando. Más intenso y oscuro, más neblina, no puedo ver hacia adelante. Más dudas. Poca sensibilidad al dolor humano.

- Así que al fin te dejas mostrar… - Severus Snape estaba detrás de ella.

- Aléjate de mi

- ¿Por qué estás tan enojada?…

- ¿Me quieres burlar de nuevo?

- No he hecho nada.

- Mentiroso. No puedo creerte. He dudado de todo, no se distinguir entre una verdad y una mentira, no se que es real y que no. Siempre confundo los pensamientos en mi cabeza. – Snape se acercó a ella sin decir palabra y le extendió su mano.

- No quiero tu mano, esta vez me valdré por mi misma, quizás me levante de una vez. No seré atormentada y vencida por ti, cuando vi que estaba al borde del caos me di cuenta que mi naturaleza humana se estaba extinguiendo.

- No digas tonterías. – Snape intentó alcanzarla pero Florence lo evadió. No quería que se le acercara.

- Estoy desvariando. Todo por tu culpa, tu me enseñaste esta forma oscura de ver la vida. No puedo confiar en mi misma, estoy extinguiéndome. – Dijo Florence retrocediendo.

- ¿Qué mosca te ha picado? No hay nada que temer, todo está bien…

- No mientas, no me volverás a herir de nuevo, necesito respirar tranquila, no puedo seguir así. Necesito respuestas – Dijo Florence apuntándole con la varita. Pero Snape fue más ágil y la sujetó, ella se resistió y los dos cayeron al piso.

- No actues así. Reacciona, tenemos todo por delante. Te dije que buscarían confundirte para que cedieras, pero no…

- No estoy cediendo, estoy viendo la verdad, me engañaste todo este tiempo… – Dijo Florence tratando de librarse del chico, mientras este la atraía hacia él.

- Un beso mío bastará para convencerte de nuevo. – Dijo Snape tratando de calmarla.

- Un mirada mía te dejará en claro quien soy. – Dijo Florence mirándolo, pero Snape la besó mientras cerraba sus ojos.

- Vas a quedarte conmigo así ser por las malas. Jamás pierdo algo que me propongo tener. – Dijo Snape mientras la chica forcejeaba. Dieron un par de vueltas y Florence quedó sobre él.

- Se que…

- No sabes… - Snape la sujetó y la abrazó, al siguiente instante desaparecieron los dos y aparecieron en un paraje mas rustico.

- Pareces no conocerme. – Dijo Snape mirándola, mientras la chica observaba a su alrededor. – No te he hecho daño.

- No sabes o no tienes memoria, te vi besarla… te vi con ella. ¿Acaso crees que soy tonta?

- Ven conmigo – Dijo Snape mientras se levantaba y la sujetaba. – Quizás podamos hablar mas calmadamente y no… - Pero Florence no escuchaba, una voz dentro de ella la atormentaba más y más "Matalo, hazle daño, mátalo"

- Mátame Snape, mátame. Debiste hacerlo hace mucho tiempo. – Dijo Florence desvariando.

- No digas locuras, estás mal… - Dijo Snape sacudiéndola para que reaccionara.

- Mátame antes que yo te mate a ti. – Dijo Florence derramando lágrimas, la confusión tomaba sus sentidos. – Lo haré, lo juro…

- ¿Quién te ha hecho esto? – Dijo Snape gritandole y sacudiendola más duro, mientras ella quedaba en silencio de un modo tranquilo. Snape la tomó de la mano y ella miraba el piso perdidamente.

            Los dos fueron caminando un largo rato, hasta un grupo de casas que quedaban cerca del bosque, se veía desde lejos y estaba en medio de un paraje rustico y algo oscuro. Grandes nubarrones amenazaban con lluvia y un viento seco soplaba. Unos chicos volaban en escoba por lo bajo, mientras simulaban un partido de Quidditch, Severus entró en la casa más grande y oscura.

- Hola Madre – Snape dejó su capa en un perchero mágico, la casa era cómoda y algo silenciosa, era un tanto siniestra y se escuchó de fondo una voz débil.

- Severus, trae el profeta. – Snape llevó a Florence de la mano a través de un salón con cuadros con escenas grotescas y sangrientas, toda la casa estaba ensombrecida porque las ventanas eran tapadas con cortinas verde oscuro. Al entrar al otro salón descubrieron a una mujer bajita y sin expresión en una silla mirando por la ventana la tormenta que se iba desatar afuera, estaba oscuro.

- Madre, te traje el periódico esta mañana.

- Oh, se me olvidaba. – La mujer volteó y se le iluminaron los ojos.

- Madre, ella es mi… amiga. Florence Harrington. – Dijo Snape vacilando.

- Creo haberte visto. Tus padres deben estar orgullosos de tener a una hija tan brillante y hermosa como tu. – La señora sonaba muy dulce y amable, pero vio que no se levantó de la silla.

- No se si eso sea verdad. – Florence dijo en voz débil.

- Madre, iré a mi habitación. Si tocan a la puerta yo voy, no te preocupes. – Snape se retiró llevándose a Florence a su habitación, escaleras arriba. Subían y caminaban por un pasillo oscuro hasta llegar al final donde Severus abrió una puerta, Snape la hizo pasar a una habitación y la empujó a la cama, era más iluminada y un ventanal daba hacia la montaña de en frente y hacia la calle, era fresca y había varios sillones.

- Ten cuidado, no creas todo. Debes cuidarte… No creas en nadie, ¿me oyes? En nadie.

- ¿Ni siquiera en ti? – Dijo Florence saliendo del silencio y mirándolo por primera vez a los ojos.

- Si es por tu bien personal, es mejor que no creas en mí tampoco. Por ahora te lo pido, no creas todo lo que oigas. – Snape la sujetó rudamente.

- No me lastimes. – Dijo Florence sintiendo dolor en su brazo. – No me empujes.

- ¿Entendiste? –  Dijo Snape, pero Florence se soltó de sus brazos y empezó a examinar su amplia habitación.

- Tu hogar es…

- ¿siniestro? Si, lo se. Un poco tenebroso. Mi madre no le gusta eso, pero no lo puede cambiar. - Florence se sentó en la cama examinando el cuarto de Severus. Tenía incontables libros, con muchos calderos, un telescopio y una jaula vieja. Su cama era de madera fina y era grande con un edredón de retazos de colores oscuros, el piso estaba recubierto por una alfombra verde y su armario quedaba en frente. Tenía un reloj mágico con manecillas que giraban rápido y otras que no se movían, había un baño al lado. Pero lo que más llamaba la atención era el estandarte de Slytherin en la pared.

- Quiero advertirte, no vayas a ningún lado sola. - Snape echó su cabello hacía atrás, justo cuando la tormenta empezó. Florence abrió la puerta del balcón mojándose con la densa lluvia, Snape fue hacia ella y la volvió a meter.

- ¿Que tu madre no te dijo que no debes andar bajo la lluvia?, te vas a resfriar. – Dijo Snape descubriendo que los dos estaban empapados. – Hoy no pareces tu, Florence nunca actuaría como lo haces tu…

- ¿Por qué ella está aquí? Diane Lee…

- Nada importante, ella necesita mi ayuda para pociones y… decidí ayudarla. Después de todo es amiga de Lucius.

- Y tú amiga de infancia. ¿Lo olvidas? Y la besaste, además de acostarte con ella ¿lo olvidas?

- Fue hace mucho y…

-  Ella va tras de ti y, lo veo. – Dijo Florence, pero Snape trancó la puerta del balcón. –

 – Te recuerdo que te vas a resfriar. Tú quisiste mojarte en la lluvia. – Dijo Snape intentando atajarla.

- ¿Crees que me burlaras tan fácil? – Dijo Florence aun confundida, viendo todo borroso mientras más pensamientos macabros pasaban por su cabeza.

"Debes matarlo, debes hacer daño… debes causar dolor"

- No, no… - Snape avanzaba hacia ella acorralándola en la pared. – No se que haré contigo, pero…

- Solo quieres tenerme – Dijo Florence. Snape le quitó la túnica humeda y tenía una mejor ideaque volver a los antiguos juegos, extendió la prenda húmeda en una ventana y la cubrió con una manta.

- No, de hecho no quería estar contigo, solo quería que no te resfriaras. – Dijo Snape lógico.

- ¡Severus! – Se oyó la voz de su madre llamarlo desde abajo.

- Maldición, ¡ya voy madre! Ya regreso, Florence. – Ella no respondió. 

            Snape se colocó la primera túnica negra y seca que encontró en su armario, bajó escaleras abajo, tomó su varita y vio a alguien en la puerta. Era su madre en su silla, al lado de Iván, pero este no estaba solo. Estaba también Lucius Malfoy, los dos sonreían. Su madre los dejó solos y se fue a la cocina.

- ¿Qué pasa grandes imbéciles? ¿De que ríen? – Snape estaba despeinado y trato de mandar su cabello hacia atrás.

- Veo que aun no estás listo. Quiero que vengas, vamos a divertirnos. Diane Lee, te espera en el auto. – Dijo Lucius.

- ¿De que hablas? – Snape arrugó la cara y miró escaleras arriba – No chicos. Ya saben que no me gusta…

- Oh Lucius perdona. Recuerda que Snape lleva una vida ejemplar de pureza y castidad. – Dijo Iván haciéndose de la risa. – Tanto que la Lee quedó pidiendo más.

- Vamos Snape, el sexo de vez en cuando es saludable. – Dio Lucius riéndose.

- Chicos, métanse en sus asuntos, yo me encargo de los míos… - Mientras que un piso más arriba Florence miró al techo, mientras escuchaba las voces de abajo, pudo reconocerlas. Cerró la ventana y se puso a observar afuera, podía ver a un coche mágico muy lujoso aparcado frente a la casa.

            Como su túnica estaba aun mojadas, abrió el armario de Snape y empezó a revisar. Las voces se habían callado y solo había silencio, observaba que la mayoría de la ropa que Snape tenía era mayormente negra. Arriba observó una vieja escoba, cuando de la nada alguien sujetó su muñeca.

- ¿Qué haces? – Le preguntó Snape por detrás.

- Me has asustado, nada más quería algo para ponerme, ya sabes la túnica mía está mojada. – Dijo Florence tiritando de frío con una manta encima.

- Haberme dicho, toma esto. – Snape paseó brusco su mano sobre una de las prendas, era una túnica negra que quedaba algo holgada. Florence se la puso y Snape comenzó a vestirse.

- ¿Qué quería Lucius Malfoy? – Preguntó Florence.

- No es nada, debo irme. – Dijo Snape huyendo su mirada algo brusco.

- ¿Qué te pasa? Te noto algo enojado – En efecto Snape estaba que echaba humo por las orejas, estaba disgustado pero nunca decía motivo.

- No tengo nada ¿si? – Snape se mostraba disgustado y se encerró en el baño.

- Quien entiende tu carácter Snape. – Dijo Florence. Al asomarse de nuevo vio a Diane Lee esperando afuera, Lucius Malfoy estaba dentro del coche, en unos momentos Snape salió arreglado, si se podía decir así. Tomó su varita y se dirigió a la puerta.

- Ya regreso, no te vayas. Recuerda mis advertencias. – Snape le dio la espalda algo brusco, algo le había pasado para ponerse así en ese humor y sin decir más se fue. Florence aun no lo podía creer. En unos instantes vio a Snape subir al coche mágico de Lucius, viendo como Diane lo abrazaba y Snape permanecía inmóvil.

- Eso era. – Dijo Florence mirando el coche que se iba – Era mentira, ¿será que de verdad nunca me amó?… - Florence respiró profundo. Sus ojos emitían chispas y su frente estaba roja de la rabia.

- ¿Te ocurre algo mi niña? – Dijo la Señora Snape entrando a la habitación.

- No señora. No pasa nada. – Florence trató de contenerse.

- A mi no me puedes engañar. – Dijo la señora avanzando en la silla que la sostenía, algo parecido a una silla con ruedas mágicas. – Dime

- Me preocupan cosas, me preocupan personas y esas personas no se preocupan por mi, nada más eso. – Florence permaneció inmóvil y salió de la habitación. La voz de la Señora Snape se oyó de fondo.

- Yo también sufrí eso mi niña, créeme, te entiendo. – La Señora sonaba algo distante.

- Debo irme, ya es algo tarde. – Florence salió lo más rápido que pudo. Se fue caminando por el bosque mientras se iba haciendo oscuro, obviando e ignorando las palabras de Snape sobre andar sola, sentía que el mundo se había burlado de ella.

- Debiste haberlo escuchando antes y unirte a nosotros. Nadie siente amor, menos los mortífagos. Snape es uno de nosotros. – Dijo Lucius Malfoy apareciéndose ante ella.

- ¿No tienes mas que hacer que tratar de liarte conmigo?, ¿no te bastó acostarte con Narcissa y Bellatrix? – Dijo Florence mirando al rubio a los ojos.

- Algo ácida, ¿te duele algo? Snape fue entrenado para hacer creer a la gente muchas cosas. Es uno de los nuestros, no puede sentir amor. Solo le gusta satisfacer su instinto con cualquiera que encuentre y si es una de las chicas mas codiciadas del barrio mejor. En este momento ellos la pasan bien en la casa de los Lee.

- Cállate.

- Te da rabia saber que en este momento Snape está sacudiendo de un lado al otro a la chica Diane, yo los vi. Un momento apasionado y excitante diría yo. Puedes vengarte por haberse burlado de ti, enseñarle quien hace las reglas y pagar el error de haber creído en el amor alguna vez. – Dijo Lucius sobriamente.

- Vete de aquí. – Lucius por primera vez obedeció y desapareció. Florence estaba confusa y con sentimiento de rabia que iba aumentando en su interior.

- Así que lo estás pensando. ¿Cómo pudiste creer que no volvería a preguntarte? – Lord Voldemort más sonriente apareció a su lado esta vez.

- Bien, usted de nuevo. ¿Cuál es su empeño en buscar la lealtad de una niña tonta y debilucha como yo? – Florence lo enfrentó.

- Tonta quizás… débil, no lo creo. Tienes fortaleza y ambición. No sabes canalizar ese poder dentro de ti. Artes Oscuras muy bien logradas, necesitas poner en práctica tus conocimientos.

- ¿Qué ganaría yo aliándome con usted? – Florence avanzó hasta él sin temor.

- Mucho. Si te unes a mi, seré todo para ti. Recibirás todo – Voldemort le sonrió, mientras que sintió un calor alrededor, había fuego cercano y vio en el cielo un dragón que planeaba, se iba acercando más hasta que aterrizó al lado de ellos inmóvil.

- Tienes afición con ellos supongo – Dijo Voldemort retrocediendo - similitudes inmensas. – Dijo Lord Voldemort mientras el dragón los miraba fijos a los dos, un solo respiro hubiera sido suficiente para dejarlos calcinados.

- Quizás. Soy diferente. – Florence miró al dragón con simpatía, miró sus ojos que eran amarillos amenazantes.

- Puedo mostrarte el camino, no verás neblina, verás que el camino al poder que es concurrido y muy constante, puedes introducirte. – Lord Voldemort movió su capa negra y se puso su máscara plateada, Florence tocó las escamas del dragón quien volteó a mirarla, aproximó su cabeza hacia la de ella y la miró fijamente.

- Que dragón tan majestuoso. – Dijo Florence mientras hacía contacto visual con el dragón. Su cabeza estaba a pocos centímetros del dragón, sentía como le pasaba alguna extraña energía con aquella potente mirada, casi tan potente como la de ella.

- Ese dragón fue una miseria para traer, ha sido difícil de domar sin causar quemaduras, está bajo el efecto de la maldición Imperius, te mataría si estuviera bajo su propio dominio. – Dijo Voldemort retrocediendo.

- Déjalo libre, puedo ver en sus ojos lo que siente ahora mismo. – Florence tocó de nuevo al dragón, Voldemort sonrió y deshizo la maldición. El dragón se levantó en sus patas traseras y echó una bocanada de fuego por la boca hacia arriba. Pudo haber matado a Florence pisándola con la furia que tenía el enorme dragón negro.

- Calmate, vamos. – Florence podía sentir la inquietud del dragón. El dragón negro la volvió a mirar amenazante pero se calmó misteriosamente y bajó su cabeza. Florence avanzó ir se deslizó por las escamas, escaló hacia el lomo del animal y se agarró, sin premeditarlo ni planearlo.

            El dragón había entendido el comando de la muchacha pues levantó su cabeza y batió sus alas. Emprendió vuelo hacia arriba y Florence sentía que se iba a resbalar, se logró sujetar de unas escamas en el lomo y al siguiente instante la brisa pegaba en sus mejillas. La luna menguante brillaba en la noche con estrellas, veía nubes y oscuridad.

- Vaya dragoncito azabache. ¿A dónde me llevarás? – Florence no podía evitar sentirse poderosa desde allá arriba y ver lo diminuto del paisaje abajo. Pudo ver la ciudad muggle con sus cientos de luces, algunas aldeas distantes y carreteras, la gran velocidad que iba era incomparable. Se dio cuenta que era una de las pocas personas que habría logrado montar a un dragón.

            El dragón bajó el vuelo en unos matorrales, era negro y no podía ser percibido por el ojo humano a mitad de la noche, Florence sintió la suavidad al aterrizar. Bajó del lomo del animal y descubrió una cueva en frente. El dragón la miró y se adentró en la caverna de piedra, Florence siguió al dragón y vio que tenía su nido allí, pues tenía varios huevos.

- Eres mamá – Florence se acercó bastante, era extraño pues el dragón no se molestaba por la presencia de su invitada. – Por eso estabas inquieta, querías venir a ver a tus hijos.

- Instinto animal. – Lord Voldemort apareció detrás y el dragón echó una bocanada en frente y prendió una fogata en señal de enfado. – Acompañame un momento.

            Florence miró por ultima vez a la criatura y salió de la cueva, afuera estaba Voldemort que tenía aun la mascara.

– Lo de hoy también dolió, ¿verdad?

- ¿Lo de hoy?

- Te dije que volvería a ser lo mismo. si estás en mi lado tendrás una nueva vida… - Lord Voldemort no podía evitar sonreír.

- Quizás me haya dolido. Estoy confusa, y debo estar mal para estar parada frente a usted y no haber echado a correr, pero si en este momento yo muriera, no me importaría para nada – Dijo Florence.

- Sabía que no resistirías mucho, artes oscuras… Severus Snape te trajo a mí, fue un buen maestro ¿no?

- No lo subestimo. Tantos engaños y mentiras, fui una más – Florence observó la cara de plata de la mascara de Voldemort y este se la quitó por un momento.

- Mi mayor sueño, es la inmortalidad. Para conseguir esa inmortalidad, la clave puede estar en una poción bien hecha, así que necesitaría a un maestro de pociones muy bueno, excelente en su trabajo. Snape cumple con esos requisitos y lo recompensaré. Pero también te necesito a ti niña

- ¿Inmortalidad? Usted quiere dominar el mundo, matar muggles y sangres sucias. Doblegar a quienes se opongan a usted y en su defecto matarlos, pero… ¿usted teme aun algo?

- No digas tonterías, mucho temen de mi. Sabes que no tengo inconveniente en asesinar a quien no me siga en lineamientos. Solo por ser tu Harrington, te daré chance elegir, pero, se que tienes las de ganar conmigo.¿Qué dices? ¿Aceptas estar de mi lado para siempre? – Voldemort estaba más serio y expectante que nunca. La sombra los cubrió y todo quedó oscuro por un momento…

- Te va a doler bastante, lo tienes merecido. No tienes escape esta vez, y será doloroso para ti. – Voldemort sacó de su túnica su varita y vio como un rayo rojo salió,  y lo siguiente que se escuchó fue un grito de dolor por todo el bosque. Lord Voldemort había desaparecido. Mientras que la marca tenebrosa aparecía en los cielos oscuros y varios gritos de terror se escuchaban.

FIN DEL CAPITULO

Dj Gryffindor: Oh!!!! Me has asustado, jejejejeje… no tengo mas que decirte que: Gracias!!! Por cierto espero el capitulo de tu historia pronto. Si, yo se que fue triste y es que se acerca el momento cumbre y Gracias por el comentario de que fue bueno. Ahora todo el mundo me dice mala por haberla matado, es que me pegó el síndrome de Rowling, mato el personaje que la gente quiere… (no mentira, es parte de la trama, luego sabrás porque) Saluditos a ti y a Ville!!!!

Malu Snape Rickman: Lo se, y me culparan de ello toda la eternidad, soy mala!!! ¿Cómo he sido tan mala? Todo tiene un motivo, a mi también me dolió. Primero porque Eileen me recuerda a mi mejor amiga, e incluso, me recuerda un poco a como soy yo. Estoy de acuerdo de que es injusto y más aun injusta es la causa de esa muerte. Además, tienes razón, Eileen era buena gente, pero lamentablemente "los inocentes son los primeros en caer" La piedra filosofal pagina No me acuerdo No te preocupes que recibirás respuestas en los próximos capítulos!!!

Arwen Black: Tenía tiempo sin leer un review tuyo, jejejeje. Pero pasando a tu comentario, me alegra que hayas bordado un escudo de Slytherin, yo nada más tengo stickers. Al fin los descubrieron, ¿no crees? Tanto misterio y a la final cae el chisme en mano de las Slytherins, y Morgana… no, no tiene solución. XD. Pobre Remus, bueno, de que le pasó una desgracia si, pero no lo puse a llorar, porque en estos días estaba recibiendo una lista de los hechos mas comunes de un fic y entre esas cosas estaba que Remus siempre llora en todo los fics (no quise seguir el patrón). Además no creo que Lupin sea tan infeliz del todo *lagrimas* Lo de Tara también tiene un motivo y lo de que Snape le pidió matrimonio, jejejejeje, al menos lo hizo a su manera.

*~*[Moony_Girl]*~*(): Holis Moony Girl, jejejejeje, me alegra tu comentario. ¿En serio te encanta? Oh, bueno… ya que te hiciste adicta seguiré publicando más y más…… ok? XDDD. En serio, me anima tu comentario. Saludos!!!!