Capítulo 2. Escapada.

El camino ancho de grava y piedra se había acabado, ahora andaba por delante de la yegua por un sendero estrecho de tierra y pequeñas piedras. El paisaje había cambiado, los árboles abundaban verdes y frescos, era precioso todo aquello, me encantaba Ithilien. Hermosas cascadas caían de las piedras hacia pequeños lagos inmersos en la naturaleza, rodeados de verde, de fauna y de flora, una belleza exuberante que daba gozo ver.

No era la primera vez que estaba allí, pues a menudo me escondía y me pasaba largas temporadas sin que supieran nada de mí, nadie se acordaría. Entre los arbustos veía a soldados de Gondor agachados, espiando y observando, yo me hacía la desentendida y seguía adelante sin prestarles demasiada atención.

Como un rayo una flecha salió, con la mano la paré antes de que me traspasara el rostro, les tenía pánico.

-¡Deteneos! –dijo un hombre tapado con la capa.

-¿Sois Faramir, hijo de Denethor? –pregunté sabiendo que era él.

Se quitó la capucha, su expresión era confusa, parecía no acordarse de mí.

-Soy Faramir. ¿Vos…?

-Elian. Me salvasteis la vida en defensa propia, en Gondor.

Sentía pavor por entrar en aquellas inmensas puertas que las murallas protegían, nunca se veía el fin de la torre al mirar hacia arriba, blanca, señorial, Gondor. Yo solo quería pasar unos días y ver que noticias tenían, seguramente encontraría alguna pequeña taberna para divertirme.

-No os conozco ¿sois nueva por aquí? –preguntó un joven de cabellos caoba, en la armadura se figuraba el árbol blanco, distinguido y señorial.

-Solo quiero pasar unos días en alguna taberna, vengo de muy lejos y necesito descansar. –dije sin decirle que provenía de Harondor.

-Entrad conmigo, estaréis protegida.

-¿Cómo os llamáis? Pues podría asegurar que sois de un alto cargo.

-Mi nombre es Faramir, hijo de Denethor, Senescal de Gondor.

-Un placer, yo soy Elian, un montaraz.

-No se ven montaraces por estas tierras ¿andáis perdido?

-Más o menos.

Entré siguiendo su caballo, yo iba montada sobre Luna, por lo que no iba a destacar mucho si no fuera por la capa.

-¡Bienvenido hermano! –saludó el que parecía su hermano, Boromir, había oído hablar de él.

-Osgiliach está a salvo de momento.

-Padre te honrará. ¿Quién es este extraño? –preguntó fijándose en mí.

-Es un montaraz, desea pasar unos días en alguna de nuestras tabernas.

Intenté esquivarle la mirada, pretendía pasar por hombre a los ojos de los demás.

-¡Hijo! –gritaba el que parecía el Senescal.

-Seguid a mi hermano, él os acompañará a donde deseáis.

Algo me decía que no era una bienvenida lo que le iban a dar, se veía de tan buena fe, tan amable. Su hermano en cambio tenía un brillo intenso en sus ojos, no era humildad, era egoísmo y picardía.

-Ofrecemos un buen servicio a los forasteros. Hay una taberna donde tenemos a las mejores mujeres disponibles, son muy bellas.

Y supongo que él se pasaría por allí de vez en cuando. Bajé del caballo ya que él iba a pie.

-¿De donde sois?

-No tengo lugar propio.

-Como los montaraces claro.

Era mejor alojarme donde hubieran mujeres, así podría estar más protegida.

-¿Cómo os llamáis, montaraz…?

Me quitó la capucha con mucha brutalidad, casi me coge del cabello.

-…una mujer… bella sin duda…

-Elian es mi nombre. –le arrebataba la mirada.

-Entonces éste no será un buen lugar.

Estaría perdida, con aquel bruto acechándome tendría que escapar cuanto antes posible.

-Puedes ser hasta un espía de Mórdor.

-Pues delátame. No te lo aconsejo ya que podría decir algo que te va a doler demasiado.

-¿Cómo qué mujer?

-¡Viva Elendil!

-¡¿También eres de las que creen en que volverá?! –me agarraba fuerte por el brazo.

-No lo creo, lo sé. –me apretó más- …me hacéis daño…

-Y más que te haré como vuelvas a decir algo semejante.

-¡¿A dónde me lleváis?!

No quería armarla, pero aquel bruto me estaba obligando. Le torcí la mano con una llave, enseguida me soltó, yo salí corriendo en cuanto pude en busca de aquel que no me delató.

-¡Faramir! –gritaba calle arriba.

Aquel bestia me perseguía con algunos soldados, intenté esconderme pero no sabía donde, no conocía nada de allí y si no pensaba algo rápido acabarían llevándome al calabozo.

-¡Cogedla maldita sea, cogedla! –expresaba Boromir-

Corría más que ellos, era más ágil y más rápida.

Me escondí en el interior de una casa que tenía las puertas abiertas. La señora de la casa se quedó perpleja ante mi presencia.

-Perdonden, pero necesito ayuda, no soy ladrona.

No se porqué pero me creyó. Cerró la puerta y las ventanas, escuché los soldados pasar de largo y eso me tranquilizó. Me derrumbé detrás de la puerta, casi no podía respirar, no me llegaba el aire. Con una sonrisa me ofreció un trozo de pan y un trocito de queso, no podía aceptar aquello, se lo quitaban de su boca para dárselo a un forastero como yo.

-No puedo…

-Por favor…

No tuve opción, la veía tan humilde…

Escondida una niña salió, era rubia y unos ojos verdes, preciosos. No parecía tener miedo de mí, al contrario, se me acercaba sonriente.

-¿Cómo te llamas? –preguntó ella-

-Elian ¿y tú pequeña?

-Inia. Tengo siete años. ¿Eres de las que creen que Elendil volverá?

Aquella pregunta me hizo gracia. Había ido a parar a una familia donde creían que en un nuevo día, Elendil volvería y le arrebataría la corona a alguien que la tomó prestada como suya.

Llamaron a la puerta, enseguida me escondí en la oscuridad, la mujer escondió a la niña y fue a abrir con cierta tranquilidad. La puerta dejó ver a un hombre de aspecto bonachón, humilde y amable. Pero detrás venía alguien tapado con una capa, no se le veía ni el rostro, acaricié el puño de mi espada.

-Este buen hombre busca a una mujer. –dijo el hombre de aspecto bonachón.

El de la capa se destapó dejando ver quien era. Enseguida salí cuando vi que era Faramir.

-Gracias por esconderla Señor Goodriver.

-Ha sido un placer capitán.

-¿Podemos pasar al interior para hablar en privado?

-Como no.

La mujer nos indicó para más seguridad una pequeña puerta, una escalera bajaba hasta el sótano. Bajamos, la luz de las velas nos iluminaba con una luz misteriosa, a mi alrededor podía ver cántaros, garrafas, piezas de barro, comida y varios objetos.

-Os están buscando, os acusan de profanación. Mi hermano ya ha dado la orden de búsqueda.

-Pero si yo no he hecho nada malo.

-Lo sé. Escuchadme, mañana, al amanecer hay cambio de turno a las cinco de la madrugada, durante cinco minutos las murallas se quedan sin vigilancia, podréis escapar.

-A vos os acusarán de delito.

-Lo más seguro es que me lleven a Osgiliach o a Ithilien. No me importa.

Me di cuenta de que prefería estar solo que no aquí.

-¿Por qué… hacéis esto?

-Os he visto muchas veces por Ithilien, os gusta pasear por sus tranquilos bosques y escuchar el murmullo de las cascadas.

-Parece que me habéis espiado, y eso no es buena idea con un montaraz.

-No sois un montaraz… -se acercó- …sois una mujer…

¿Qué quiso decir con que era una mujer? No parecía haberme despreciado, al contrario, era un halago. Nunca me habían visto como una mujer, siempre como un montaraz sucio y perdido. Noté un beso en mis labios, me estaba besando y yo no le decía que no, bien podría haberle dado pero no quise, preferí seguir aquel beso.

-Esto no es buena idea…

Escuchamos de nuevo los pasos de los guardias.

-…yo creo en Elendil… -susurró-

La que me acercaba era yo, me miraba de tal forma que no podía arrebatársela de ninguna forma. Notaba sus manos en mi cuerpo, el cinturón con la espada y las dagas fue al suelo resonando, la capa, su armadura también cayó, mi ropa y la suya.

-¿De qué estarán hablando? –preguntó Inia al otro lado de la puerta-

-No te conviene hija. –dijo el padre.

-Bajad las armas. –dijo acordándose.- ¿Cómo ha logrado encontrarme?

-Vuestro hermano me lo dijo.

-Mi hermano…

Un momento, si Aragorn persigue a Gollum de nuevo, es que… ¿Por qué me vino ese pensamiento a la cabeza si estaba hablando con Faramir? …ni idea…

Nos adentramos aún más hasta llegar a las cuevas, allí me ofreció comida y cobijo, hablábamos como amigos, pues él era una persona muy afable, simpática y agradable, no como su hermano. Le hablé de lo que había ocurrido en las últimas dos semanas que estuve en Gondor, de que me querían hacer su cuñada y acceder a un trono que no me correspondía a mí.

-…Elian… debo contaros algo respecto a lo que nos concierne a todos… -se puso serio.

-¿De qué?

-Mordor se revuelve, los orcos entran y salen y es extraño, no me gusta nada. Creo que Sauron sigue vivo, y el anillo también…

Era por eso que Aragorn perseguía a Gollum, si no, no lo haría por gusto.

-Entonces es cierto… desde hace tiempo presiento una presencia maligna, alguien oscuro.

-No hay duda de que es él.

¿Por qué Aragorn no ha querido decirme nada? Tenía que hablar con Gandalf ¿pero donde se podía encontrar? Era como encontrar una aguja en un pajal.

-Escuchadme, debéis volver a Osgiliach, protegeros allí, o mejor, a Gondor.

-No… mi padre me envió aquí y pienso cumplir su deseo.

-…-no quise insistir, pues sería meterme en una discusión.

-También… pido perdón por lo que ocurrió.

-¿Perdón de qué? Ambos quisimos y además, no ocurrió nada.

Me sonrió ignorando lo que ocurrió. Aquello solo fue algo puntual, ni yo estaba enamorada de él ni él de mí, es más, nadie se enteró.

Comí un poco del pan que me ofreció, estaba recién hecho y olía muy bien. Seguimos hablando pero el hecho de que el anillo había llegado de nuevo a las manos de alguien me atormentaba, yo no viví la primera guerra del anillo, pero tal como me la contaron… no quería volver a aquello, sería un suicidio para todos.

-¿Conocéis a Gandalf, el mago gris?

-Lo conozco, pero no se donde puede estar ahora mismo.

-…

-¿Por qué?

-Por que él sabe donde está el anillo.

Quizás… si iba a Rivendell podría informarme, Elrond me lo diría sin embudos.

-¿Tenéis pensado iros ya?

-Sí, debo encontrar a Gandalf.

-Pero…

No escuché el pero, me fui montando sobre Luna, y debí haberle escuchado. Pues lo que quería decirme era los orcos estaban al acecho porque me habían visto entrar. Tonta de mí al no darme cuenta de ello, tuve que salir corriendo de nuevo para que no lograsen pillarme.

Luna corría de nuevo tanto como sus patas le daban, yo no dejaba de mirar hacia atrás y hacia delante, detrás de mí toda una bandada de orcos queriendo mi carne, como los odiaba. Salí de Ithilien en un abrir y cerrar de ojos, yo que pretendía quedarme unos días y relajarme, tendría que ser en otro lugar. Se acercaban, corrían como si huyeran de los latigazos de su amo, esquivé una de sus hachas, otra me rozó el brazo, lanzas también volaban fuera de puntería.

La yegua perdía fuerzas, me hicieron rodear la Ciénaga de los Muertos, atrayendo más orcos de los que huir, parecía que aquel no era mi día. Los orcos se iban cansando, iban quedando menos pero aún seguían los suficientes como para no poder defenderme, intentaba pensar cual era el lugar más próximo para esconderme.

El Bosque Oscuro, ese era mi destino, un destino que quizás no lograría alcanzar, pues los orcos avanzaron con rapidez y Luna perdió su velocidad.

…. …. ….