Capítulo 6. Boda.

Me encantaría poder despertarme y verla a mi lado, abrazarla y besarla cada mañana. He perdido la noción del tiempo desde que ella está aquí. Es una chica impresionante y después de la charla de anoche la deseo aún más que el primer día que la vi. Hoy voy a enseñarle a tirar con el arco, parece mentira que nadie le haya enseñado tan bonito arte, aunque quizá el elegido sea yo para enseñarle.

-Alassea Ree –dijo entrando en mi habitación-

-Alassea Ree Elian –dije sonriendo-

-Yo ya estoy preparada.

-Yo también, solo estaba cogiendo algunas flechas y mi arco.

Antes de salir hice que entrara para darle un dulce beso en sus labios, ella me lo agradeció dándome otro. Vamos.

….

-Coge el arco con fuerza –dije- La flecha siempre tiene que estar en medio y perpendicular –me acerqué lo más que podía a su cuerpo, cogí su mano e hice que fuera ella quien la lanzara- apunta bien al punto que hay en el árbol y cuando estés lista lanza.

No acertó pero si estuvo cerca, cuando me pegaba a su cuerpo ella se sonrojaba. Coloca bien los pies –decía- fíjate bien en el punto…

Ahora si que acertó. ¡Bien! –exclamé-

-Te enseña uno de los elfos que tiene mejor puntería –dijo mi padre- ¿te atreves a un duelo?

-Pero padre –protesté- solo ha acertado una de dos que ha lanzado.

-Entonces tiene el cincuenta por ciento de posibilidades de ganar.

-No lo veo justo, tu experiencia me supera incluso a mí.

-Tranquilo, solo será un simple juego de niños.

-¿Te ves capaz? –pregunté-

-Lo intentaré.

Le coloqué el carcaj una docena de flechas en la espalda, mi padre ya lo llevaba pues cada mañana venía a hacer prácticas de tiro. Mi padre observó como la miraba y como me miraba ella a mí, tal fue su respuesta que me quedé parado.

-Daros un beso, si lo estáis deseando. –dijo sonriendo-

No podía rechazar tal oferta, nos besamos sin temor a que él nos viera.

-Primero a veinte pasos –dije haciendo de árbitro-

Desde la diana contaron los dos veinte pasos hacia atrás, se pusieron en posición… ¡Lanzad! –exclamé-. Los dos lanzaron.

-Muy buena esa –dijo padre sonriendo al ver que Elian no había fallado-

-Gracias.

Me miró y le sonreí.

-Ahora veinticinco pasos.

Se alejaron más y lanzaron, tampoco fallaron.

-Treinta pasos.

Ahora si que había desventaja, pues Elian le costaba mucho ver de lejos, no por que estuviera medio ciega si no por que no tenía la vida de elfo y el centro de la diana se difuminaba duplicándose, claro que era factor de sus ojos. No se le escapaba una, dijo, los dos tienen que juntarse en el medio.

Lanzaron, y ninguno falló. Y eso que mi padre tenía todo el as de ganar.

-¿Cómo has acertado? –preguntó él-

-Desde esta distancia veo dos puntos negros separados a la misma distancia, si mentalmente me imagino el centro de estos dos, veo el centro de la diana, el punto el cual debo acertar.

-Muy hábil, si señor. Una mujer con recursos, me agrada. Legolas, has acertado.

Después de decir eso se fue tan contento a hacer no se que.

-Parece que le he caído bien –dijo-

-Eso parece. Tengo que comunicarte algo que no te va a gustar.

-Dime pues.

-Ayer por la noche me comunicaron que tu traje se había descosido completamente y que no podían hacer nada para arreglarlo.

-…bueno ya conseguiré otro, ya tenía muchos años.

-Por eso he mandado hacer otro, más resistente y mejor.

-¿Si? ¿Has dicho eso?

-Sí, será un traje de montaraz pero al estilo élfico.

-¡Gracias! –exclamó abrazándome-

Esas eran nuestras mañanas. Por las tardes nos íbamos a pasear por diferentes zonas del bosque. Le fascinaba que le fuera contando los diversos tipos de árboles que había, los animales que por allí vivían, contemplar paisajes insólitos. Y parecía que la flora se alegraba de verla, incluso algunos pájaros posaban sobre sus dedos cantándole alguna canción. Era preciosa cuando miraba fascinada tal belleza, pero más preciosa era cuando me miraba y me sonreía por la felicidad que sobresalía por sus ojos, que me llegaba hasta muy dentro de mí.

-Vamos que llegaremos tarde –dije corriendo hasta llegar a la gran mesa-

La llevaba de la mano.

-Espera que tú corres mucho –decía- y yo no sé correr con estos zapatos.

Llegamos a la mesa, como cada día le aparté la silla para que se sentara.

-Volvemos a llegar tarde y lo sentimos –dije-

-No te preocupes por nada –dijo padre a punto de comer- por cierto ¿para cuando es la boda?

-¿Boda? –Preguntamos los dos a la vez-

-Lleváis casi seis meses juntos, quizá sea hora de pasar a algo más serio.

-Bueno eso sí pero boda aún no.

-Pues yo os había ordenado un gran banquete para mañana, pues hacéis 180 días y me gustaría celebrarlo.

-Pero no se puede celebrar una boda de un día para otro.

-Si dices eso es por que lo estás deseando.

-Sí, pero…

-¿Sí? –preguntó ella-

-No te lo quería decir pero sí, lo deseo.

Me cogió de la mano y me llevó a unos metros alejados de la mesa.

-¿Pero y si nuestra relación no va a más?

-¿Por qué piensas eso?

-Por que aunque nos casemos, yo me tendré que ir. Me obligas a quedarme o a venirte conmigo.

-¿Qué tiene eso de malo?

-Ya lo hablamos anoche, te expondría a todo tipo de peligros.

-Yo prefiero aprovechar el tiempo que esté aquí.

-Yo también, pero no podría parar de pensar en que tengo un marido que me espera en el Bosque Oscuro sin saber cuando voy a volverle a ver.

-Y yo te esperaré a que vuelvas para estar juntos.

-…no hay manera.

-Si lo estás deseando.

-Sí pero acarrea muchos problemas.

-Si te refieres a tu hermano y a tus amigos no hay problema, volveremos a hacer otra boda en que estén todos.

-Que cabezones que sois los elfos.

-Mucho.

-Está bien, pero vas a tener que desesperarte cuando me vaya.

-De acuerdo.

Nos dirigimos de nuevo a mi padre, éste estaba deseando oír la respuesta. ¿Y bien? –preguntó-

-Aceptamos –dije-

-¡Atención! –exclamó poniéndose de pie- ¡Mi hijo y heredero se casa!

-No hacía falta que lo dijeras de ésta manera –dije sonrojándome-

Elian se puso a reír.

-¿De que te ríes?

-De ti.

La risa que tenía era dulce y fresca como una primavera, no la había visto reír así antes. Poco a poco la risa se enganchó, haciendo reír a todos los de la mesa. Nos reíamos sin saber por qué.

….

Aquella noche no podía dormir, me casaría así de un día para otro, como si eso fuera normal. Claro que mi padre lo que quería era verme feliz, y desde que ella entró lo soy más que nunca. Dos elfas y mi padre entraron en la habitación de Elian con una caja enorme, yo les seguí cuidadoso para no delatarme.

-¿Podemos pasar? –preguntó-

-Sí –respondió-

Entraron y cerraron la puerta, yo después la volví a abrir para sacar la cabeza y observar.

-¿Qué traéis señor?

-No me llames señor, llámame, si no te importa, padre.

Ella sonrió. ¿Padre? Debía estar borracho, no deja que nadie le diga eso excepto yo. A no ser que le cayera lo suficientemente bien como para que aceptara el llamarle así.

-Querría que mañana llevaras el vestido que llevó mi esposa el día de su boda.

-Pero no puedo llevar eso, es algo muy personal.

-Por ello deseo que lo lleves puesto.

-Si hay algo que he aprendido aquí es que los elfos son muy cabezotas. –dijo sonriendo-

-Eso es que sí.

Inmediatamente abrió la caja apoyada en la cama, dentro había un vestido de novia precioso, élfico hasta el ultimo detalle.

-Es precioso –susurró mirándolo con atención-

-Mi esposa estaba radiante el día que se lo puso, por eso deseo que Legolas te vea radiante el día de vuestra boda.

-No sé que decir.

-No digas nada mujer, solo pruébatelo.

Padre se salió pillándome a mí esperando a ver que pasaba en el pasillo mientras las dos elfas se quedaron con ella.

-Hijo, hazla feliz y cuídala –dijo- no se encuentra a una chica de éstas características.

-Estoy orgulloso de ti papá –dije abrazándolo-

-Yo me siento orgulloso de ser tu padre –dijo abrazándome-

-Ya puede entrar señor –dijo una elfa abriendo la puerta para que pasara-

Él me obligó a entrar a mí también. Sin palabras y maravillados mis ojos al ver tal belleza delante de mí, no podía creérmelo, parecía que estaba viendo a una señora élfica de tal belleza que no hay primavera que se pueda comparar.

El vestido le hacía mejor figura que el otro que llevaba, su pecho era más marcado pues el escote dejaba ver parte de él, cogido con unos tirantes bordados que se unían detrás. La parte inferior bordada hasta el último hilo, dejaba caer haciendo vuelo y forma a su cuerpo, largo. Los brazos estaban cubiertos por unas mangas que empezaban más o menos en la mitad del antebrazo y llegando a la mitad del brazo. Todo él blanco y radiante.

-Es como ver a tu madre –susurró padre-

-Yo no veo a mi madre, la veo a ella –dije-

Ella no podía parar de sonreír, me miraba y se miraba su reflejo en el espejo, éste no era capaz de reflejar la belleza que delante tenía.

Salí de la habitación con su imagen clavada en mi mente, no podía quitármela. Ninguno de los pudimos dormir esa noche, y si dormimos fueron pocas horas.

….

Los elfos se habían turnado durante la noche para dejarlo todo listo y preparado para el día que se avecinaba. Al despertarme me encontré con dos elfos en mi habitación que esperaban para ayudarme con mi ropa. Se lo agradecí y me ayudaron a vestirme.

El traje era élfico, con una camisa veis como exterior de cuello alto como las que se ponen para las bodas. Hace mucho tiempo que no se celebran bodas, tal vez por que los tiempos que corren no son los propicios para tales eventos. El pantalón era de color veis, a conjunto con los zapatos, élficos sin duda.

Me cepillé el cabello, lavado la noche anterior, los elfos me ayudaron a hacerme de nuevo la trenza. Mientras me cepillaban el cabello yo me iba desabrochando dos botones de la camisa para dejar ver el colgante que Elian me regaló hace meses, la Lágrima de Gilraen, así lo llama.

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Paramos para descansar en uno de los bancos de piedra que hay perdidos en el bosque, justo delante de nosotros una pequeña fuente de agua nos miraba.

-Es precioso el colgante que llevas. –dije acariciándolo-

-Son dos escudos de oro superpuestos e inversos, el superior lleva incrustado un diamante en forma de corazón, el inferior lleva otro diamante en forma de rombo. A los laterales lleva unas plumas bañadas en oro. Mi madre me lo regaló antes de morir, yo lo llevo siempre debajo de la ropa para que nadie me lo pueda quitar.

-Haces bien –susurré- tal preciosidad no es digna de enseñarla si no es necesario.

Al decir esas palabras se lo quitó, cogió mi mano y lo dejó sobre ésta. Estaba frío.

-Acepta esto para que si un día de estos no me ves, que me recuerdes.

-No puedo aceptar esto, es demasiado.

-Contigo estará más seguro que conmigo. Acéptalo como un regalo.

Apartó a un lado mi pelo y me puso el colgante, después me desabrochó los primeros botones para que se viera. Tú lo llevas mejor que yo –dijo-

No sabía que decir así que la abracé. Me acordaré de ti siempre –dije-. Ahora si que había una razón para besarla como muchas veces había deseado y no encontraba la ocasión. Un beso dulce y romántico que nos llevó a lo que yo no me esperaba, contemplar y descubrir su cuerpo, besándola y acariciándola en lo más profundo de su ser.

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-Que bonito recuerdo –dije para mí-

Ella se vestía en su habitación ayudada por elfas. No tenía nervios pero sí temor por si no salía como ella soñaba, su sueño era llegar a ser un día un ama de casa empedernida, cuidar a sus hijos y a su marido con amor y cariño y abrazar a su marido cada vez que le veía llegar de su trabajo. Eso era lo que sus ojos me mostraban, deseaba ser una mujer normal.

No quería peinarse como una elfa si no como ella misma, se dejó el cabello suelto con unos finos mechones de pelo que se iban separando desde el lateral izquierdo. Una elfa sujetaba una cajita llena pincitas blancas, Elian mientras se iba cogiendo mechones de pelo, colocando en ellos las pinzas. Cuando acabó no parecía ella, ahora sí que era una elfa de verdad, el peinado y el recogido que llevaba era precioso y una novedad entre las elfas que le agradó su arte de peinarse y de cepillarse.

Ya estaba preparada para salir del brazo de mi padre, yo la esperaba en un hermoso altar en una explanada que el bosque ofrecía. No podía quitarme la sonrisa de la cara al verla avanzar por el sendero imaginario que había entre las dos filas de sillas centrales. Todos los elfos presentes se levantaron al ver tal belleza, llevando esos zapatos que tanto le gustan y que mandó hacer a su gusto. Algo que no se veía mucho por allí, alto de tacón fino y puntiagudo por la punta. Seguro que sería la moda entre las elfas, pues tenía muchas amigas allí con las que conversaba.

Cuando la tuve a mi lado no pude contenerme a cogerle la mano, con la otra sujetaba un precioso ramo de orquídeas tipo Delfinium, son lilas y blancas las habían ido a buscar expresamente. Allí estaba radiante y sonrojada, mirándome a los ojos y sonriendo. Nos casaba uno de los elfos más veterano del Bosque Oscuro, él se ofreció para la ocasión. Me hubiera gustado que mi madre hubiera estado aquí, para ver me y para verla a ella, al igual que ver la cada de felicidad de mi padre.

El acontecimiento no se alargó, pues los dos queríamos que no se alargase, ya que no nos agradaba. Mi padre colocó los anillos en un pequeño cojín bordado a mano sujetado por el veterano, con su mirada me indicó que cogiera el que era el suyo. Éste era de oro con su nombre gravado en élfico, se lo coloqué con la frase oportuna.

-Elian, acepta este anillo en señal de mi cariño y de mis sentimientos hacia ti.

Ella hizo lo mismo, cogió el mío, éste igual pero con mi nombre. Legolas, acepta este anillo en señal de mi cariño y de mis sentimientos hacia ti. –dijo-. Lo que más ansiaba, había llegado el momento de besarla, pero no debía ser un beso cualquiera, si no uno que recordara para siempre junto a éste día tan feliz.

La besé como ella a mí, entre los mutuos deseos, el beso que nos desearía el uno al otro durante el resto de nuestras vidas y recordarlo junto a muchos y bonitos recuerdos más.

Mi padre no podía aguantar la felicidad que aguantaba, tal era que las lágrimas le iban rozando sus mejillas, lentamente. Su sueño se había hecho realidad, verme junto a una mujer felizmente unido a ella.

Después de la boda continuamos con lo que sería la continuación de nuestro día, comiendo, saboreando sabrosos manjares y bebiendo lo mejor que teníamos para la ocasión. Risas, miradas, roces… todo valía entre nosotros para mostrarnos una sonrisa. Aunque quizá lo que nosotros esperábamos era la noche, nuestra noche.

La llevé con los ojos cerrados a la que ahora era nuestra habitación, sin duda más grande que la que teníamos antes. Todo estaba preparado para la ocasión, los elfos habían pensado en todo. Ella quería decirme algo pero no la dejé, mis labios deseaban los suyos, mi corazón deseaba sentirla. Mientras la besaba nos íbamos quitando la ropa mutuamente, ella me desabrochaba la camisa con sus suaves manos, yo le iba desabrochando el vestido. La iba empujando hacia atrás, para dejarnos caer sobre la cama amplia y cómoda. Subíamos sin separar nuestros labios hasta tocar la almohada y acomodarnos. Aquel momento había que hacerlo duradero y tranquilo, pues teníamos toda la noche para sentir nuestros cuerpos.

Sus manos iban desabrochando el pantalón, sus labios aun besaban los míos más pausadamente y mis manos le quitaban suavemente la ropa interior. Por primera vez veía sus pechos, éstos redondos y perfectos, no podía aguantar la tentación de besarlos y acariciarlos. Ella se perdió en mi cuello, lo besaba con dulzura para luego irse de nuevo a mis labios. Su miel regalimaba por mis labios, su pecho rozaba y acariciaba el mío y mi cuerpo dentro del suyo. Nos íbamos cambiando para sentir el placer que aquella noche nos ofrecía. Éste nos hacía susurrar nuestros nombres, sentir nuestros besos más intensos, las caricias más placenteras, alternando algún que otro gemido y suspiro.