Capítulo 11. Un adiós.

Uno de ellos saltó directamente hacia mí dejándome en el suelo con esa criatura asquerosa, babosa y enorme sobre mí. Legolas clavó dos de sus flechas en su cuello y me lo quitó de encima. Aquello solamente era un aviso de lo que nos venía encima, una batalla con los lobos, no parábamos de sacarnos a unos de encima cuando venían otros, Legolas haciendo cantar su arco y clavando flechas en los cuellos de los animales para después recogerlas y volverlas a lanzar, Aragorn mostrando su arte con su nueva espada, al igual que Boromir, yo iba con las dos espadas cortas que llevaba. … La lucha no cesaba por ninguna de las maneras, lobos y más lobos, hasta que Gandalf se cansó de maldecir a todo el que pillaba, uno de los lobos salió corriendo con el trasero en llamas, nosotros nos quedamos parados al ver tal escena, después todos los lobos se esfumaron dejando un ambiente lleno de cadáveres.

Entre Aragorn y Boromir los amontonaron entre la nieve y los taparon. Aquí no es seguro quedarse –dijo Aragorn-

-Debemos decidir cual es nuestra ruta –dijo Legolas-

-Sí, ¿Frodo, cual es tu opinión? –preguntó Gandalf-

-Yo…

-De ti depende que vayamos a un sitio o a otro.

-…opto por Moria.

-De acuerdo, ya está decidido.

-Así se hará –dijo Boromir- pero contra mi voluntad.

Todos opinábamos lo mismo pero no podíamos hacer nada.

Volvimos camino atrás al día siguiente hasta llegar a las Puertas de Moria, unas puertas enormes enfrente de un gran lago, no muy elegante la verdad, más que un lago parecía una charca. … Esperábamos a que a alguien se le ocurriera la palabra exacta para poder entrar.

-…no me acuerdo… en teoría dice, (mas o menos) En las Puertas de Moria, entra amigo. (o algo así). ¡Mellon*!

-Si Gandalf no lo sabe… -comentó Legolas-

-Está claro que hay una manera u otra de entrar –dije- solo que aún no la hemos encontrado.

-Algo oscurece en mi corazón.

-¿Qué es?

-No lo sé, pero presiento algo.

-No te pongas triste… no me gusta verte así.

-Eso intento.

-No te pega nada la oscuridad.

-¿No? –preguntó riéndose-

-Se te pone una mirada muy rara… -hice un escalofrío-

Logré sacarle más de una risa para que la oscuridad que rondaba dentro de él se fuera.

-¡Di amigo y entra! –exclamó Frodo-

Eso fue lo que sentimos segundos antes de que las puertas se abrieran.

-Quien lo iba a decir… -dijo Boromir-

Claro que no todo eran pitos y flautas, algo extraño salió del agua mientras entrábamos, cogió a Frodo por un pie y lo levantó mientras que sus no se cuantas patas más nos impedían llegar hasta él. Boromir luchando, Aragorn, Legolas lanzando sus flechas a los ojos y a la cara del bichejo, al igual que yo, mientras que Gandalf arreceraba a los hobbits.

Logramos deshacernos de esa maldita cosa y entrar en la mina. Las puestas se cerraron y no había manera de salir, ahora solo podíamos seguir adelante y que pasara lo que dios quiera.

Hice un gesto bastante raro llevándome la mano a la nariz para no oler aquel horrible y pudiente olor a muerto. ¿Muerto?

-¡Trasgos! –exclamo Legolas delante de mí sacando su arco y apuntando a no se donde-

Todos igual, si no fuera por él… Avanzamos a un paso temerario, una triste luz nos iluminaba. … Unos pasos más adentro vimos que "no" había peligro para continuar, aunque Legolas volvía a tener su presentimiento.

-¿Por donde seguiremos? –preguntó Aragorn- Llevamos casi dos días sin movernos de ésta sala.

Nos habíamos sentado todos en algún rincón de aquella sala que unía muchos pasillos.

-Ya estoy harta de tanta oscuridad –dije dejada de caer sobre el pecho de Legolas, éste me abrazaba y apoyaba su cabeza sobre la mía, casi dormido-

-Señor Frodo, duerma un poco –salió una voz de al lado de Gandalf, Sam-

-… la oscuridad no deja dormir –se acercó a Gandalf- ¿hacia donde vamos?

-… ¿Qué decías? …

-… ¿Te habías quedado dormido?

-No…, no, solo estaba… pensando.

-…

-¡Es por allí!

Todos nos levantamos de golpe al haber oído la frase que más deseábamos oír. Seguimos a Gandalf casi a oscuras, dejando pasar primero a los más vulnerables.

……….

Una lucha contra un trol enorme fue la causa que despertaran todos los orcos y nuestras prisas por salir de aquella maldita tumba. Caminos fueron los que recorrimos, pasillos inalcanzables sin salida y un monstruo hecho de llama y de sombra, enorme como él solo.

-¡Seguid hacia el Túnel de Kazad-Hüm –gritó mientras corríamos- ¡Aragorn, guíalos!

-Pero…

-¡Corred!

-…

…..

-¡¡No puedes pasar!! –chasquido- ¡¡Protector de la Llama de Anon!! ¡¡Llama de Udún!!

Aquellas frases fueron las que se me quedaron en la cabeza cuando vi caer a Gandalf por el precipicio. Jamás volveríamos a verle, pero también era el único que tenía el suficiente poder como para parar a ese monstruo ardiente.

Los hobbits lloraban como magdalenas fuera de Moria, Legolas rezaba en ligeros susurros, Boromir llorando también, Aragorn yendo en busca de Frodo y yo intentando no llorar mirando al cielo y rezando mentalmente.

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*Ai las: siéntate Legolas.

*Mellon: Amigo

En el consejo me he guiado por la película.