Capítulo 12. Lórien.

Llegamos corriendo y sin mirar atrás al Bosque de LothLórien. Éste con sus largos y grandes árboles, cubrían la suave hierba del suelo, dando un aroma y riqueza especial.

-Os estábamos esperando… -dijo un elfo de pelo rubio y alto- Maare tulde*

Aragorn tomó el mando de la situación, éste parecía entenderse bastante bien con los elfos.

-Lo siento Gimli, pero no podemos dejar pasar a un enano –dijo-

-¿Cómo que no?

-Tendrás que pasar con los ojos vendados, es nuestra obligación.

-…

-Nosotros también pasaremos con los ojos vendados –dijo Aragorn- es de la compañía, igual que nosotros y merece un respeto.

-No hace falta pero estoy de acuerdo.

Nos vendaron a todos los ojos, yo encima que en la oscuridad veía medianamente poco… iba cogida del brazo de Legolas, éste me lo ofrecía con mucho gusto.

-No sé por que tengo que llevar una venda puesta… -gruñía Gimli-

-Estamos en un lugar donde no tenemos prioridad, debemos percatarnos a sus obligaciones –corrigió Aragorn-

-…

Andábamos guiados por los elfos que nos acompañaban.

-Tengo a alguien a mi lado –dijo Legolas- Y no eres tú.

-…no puedo quitarme la venda… -dije con rabia-

-Posee un olor especial, típico de su pueblo, aunque diferente.

-Me estás dejando con duda. ¿No será alguno de los elfos que nos guía?

-No, es alguien especial. De gran sabiduría y con un gran sufrimiento en su interior.

-…

¡Por fin pude quitarme la venda! ¡Que agobio! … ¿Dónde está Legolas?

………..

(….)

Me adentré aún con los ojos vendados y guiado por aquella presencia, me llevó hasta un lugar inhóspito para un bosque. Un lago de pequeñas dimensiones pero muy hermoso por su belleza, rodeado por diversos árboles que yacían desde muchos años atrás, se podían verse reflejados en el lago de aguas cristalinas. Allí estábamos nosotros.

Unas manos finas y suaves me quitaron con suavidad la venda de mis ojos para ver tal paisaje. ¿Man nalye?* -pregunté mirándola-

-Arien me llaman algunos, Elaëar otros.

-Encantado de conocer a la Hija de Lórien.

-¿Sabéis de mi existencia?

-¿Cuál elfo no lo sabe?

Al sonreírle sus mejillas se ruborizaron.

-Legolas Hojaverde es mi nombre.

-Os parecéis mucho a los elfos del Bosque Oscuro.

-Es cierto, procedo de allí. Mis raíces son de aquel bosque.

-¿Venís con la Compañía?

-Tancave, si esa era tu pregunta.

Sabía perfectamente que no era esa la pregunta que quería hacerme, sino quién era la chica que me seguía. Me da la sensación de que es éste tu lugar preferido –dije-

-Lo es, aquí fue donde encontré a mi elfo… -acabó la frase en un susurro de voz-

-¿Qué ocurrió para que lo dijerais así?

-…no sé si debo explicároslo, no querréis escucharme. Vuestra mujer os espera.

-Tranquila, puedes contarme lo que desees, desde muy pequeño me enseñaron a escuchar.

-Iridiel era el elfo que conocí en este hermoso lugar, una noche llena de estrellas.

-¿Iridiel, hijo de Itiladil?

-Sí ¿Lo conocíais?

-Como no iba a conocer a un elfo como él.

-Pues… durante un tiempo estuvimos juntos, pero una guerra nos separó. Las dudas entre nosotros eran más frecuentes y su estancia aquí cada vez era más corta, hasta que la guerra estalló.

-La Guerra del Anillo, donde se unieron elfos y hombres.

-…las esperanzas me han sido vanas durante la larga espera que sufro y la que sufriré hasta poder encontrarlo.

-No me he equivocado en la descripción… es mucho el sufrimiento sufrido.

-Tres mil años desde que le perdí, pero sigo teniendo esperanzas de encontrarlo aunque las demás voces opinen lo contrario.

Sus ojos verdes empezaban a llenarse de lágrimas, brillando como la luna. Pues su pelo era verde azulado como el mar y los elfos de antaño contaban, de piel pálida y blanca como la misma luna. Eso decían los sabios elfos, que se encontró a la Luna en el mar. Vestía un vestido blanco y largo, con retoques en azul, ceñían su cuerpo hasta mostrar una excelente figura, dos pinzas sujetaban la parte superior que cubría su hermoso pecho. Por debajo salían dos sandalias de color blanco, finas que daba luz a dos pies de gran belleza y claridad.

-¡Legolas! –salió una voz de entre los arbustos- ¡¿Dónde estás?!

-Debo irme, ha sido un placer haber conocido a la Luna de Lórien.

-El placer ha sido mío.

-Enomentuvalve* Arien.

-Namarië.

-¿Dónde estabas? –preguntó perdida-

-Estaba hablando.

-¿Te ocurre algo?

-Ven.

La cogí de la mano y la llevé al lago. Arien parecía mirar hacia un punto inconcreto del agua, recordando algo. Arien… -dije-

La chica se giró con su mirada repleta de recuerdos e historias que le traían a la mente aquel lago. Se levantó suavemente y vino hacia nosotros.

-Ésta es Elian, la Hija de Gilraen.

-…A, Ayia… -saludó cortada Elian- ¿Manen natye*?

-Bien, gracias.

-Elian, ella es Arien.

-¿Arien? ¿Elaëar?

-La misma.

-Un placer.

Arien sonrió.

-Ahora os dejo solas, yo voy a ver si pico algo.

-Le… no me dejes aquí.

-Te veré luego.

-…

Una fina sonrisa salió de Arien.

-¿De que te ríes?

-Lo siento, es que no podía evitarlo.

-…

-Legolas es un buen elfo, no lo pierdas como yo perdí al mío.

-¿Qué te pasó?

Arien le contó de nuevo y con diferentes palabras lo mismo que a mí.

-Debe de ser muy duro la espera y el sufrimiento.

-Lo es, por eso no quiero que nadie más pase por lo mismo que yo.

-Grande es tu corazón.

-Y ardiente el tuyo aunque tu frío físico muestre lo contrario.

-Sí.

Aquella conversación se fue haciendo más larga y alegre, pues lo que Arien necesitaba era que la hicieran reír y para eso ya estaba Elian, no digo que fuese un payaso ni mucho menos, si no alguien que escucha y hace ir las penas que tu corazón carga. Y se ríe contigo además.

-Vaya, que escena más bonita… -dijo mirando al cielo estrellado-

-Se nos ha pasado el tiempo volando. Hacía tiempo que no me reía tanto. Legolas se tiene que reír mucho contigo.

-Pues… sí. ¿Cómo vuelvo yo a donde están ellos?

-Sigue el sendero éste y llegarás.

-Gracias, eres una buena amiga.

-Ah, felicidades por tu embarazo.

-¿Te has dado cuenta?

-Elian, se nota.

-Ah, jj. Adiós.

-Adiós, hasta otra que nos veamos.

-Sí.

Arien se quedó un rato más en el lago mientras que Elian volvía, medio perdida de nuevo hasta nosotros. Gimli roncaba como un condenado, Aragorn intentaba dormir pero era imposible por los ronquidos de Gimli, Boromir parecía que lo vigilaran por todas partes, no se podía dormir, al contrario que los hobbits, éstos hacía rato que dormían.

-¿No duermes? –preguntó-

-Te estaba esperando. –dije sentado en una especie de banco hecho de roca-

-Me lo he pasado bien con Arien. –se sentó entre mis piernas-

-Ha sufrido mucho, no es justo que alguien con ese nombre sufra tanto.

-No, no lo es. Tengo la impresión de que tiene algún poder especial.

-Empiezas a ver como los elfos.

-Aún me queda mucho para eso. Además… -dijo poniéndose de lado y abrazándome- tengo a un buen elfo para aprender.

-Eso sí que es verdad. Te puedo enseñar todo lo que tú quieras y más.

-¿Me enseñas a…? –susurró al oído-

-Pero si eso sabes tú más que yo.

-Pero siempre es bueno aprender lo que ya sabes ¿no?

-Eso dicen.

Nuestros labios se fueron acercando lentamente, nuestras miradas no parpadeaban, estaba fijas en los ojos del otro. Un suave y dulce aunque largo beso nos reconfortó el alma a los dos, pues hacía ya días que no sentía sus labios. El silencio acompañaba aquella bonita escena, al decir verdad, yo me sentía como en casa, tranquilo y relajado a la vez que seguro. Al contrario que ella, notaba como las miradas se los elfos estaban sobre ella, que sentía pudor por estar allí, "observada" aunque solo fuese su imaginación.

-¿Te sientes bien? –pregunté-

-Sí, solo que… me siento más a gusto en el Bosque Oscuro, no sé… otro aire.

-Se te nota, tu corazón es eso lo que siente ahora.

-Me encanta tu don de ver a la gente.

-Te veo a ti.

-¿Qué ves?

-Una chica que solo se siente segura en los brazos de su elfo y que necesita ahora más que nunca, algo de cariño.

-Menudo don.

-¿He acertado?

-En todo.

De nuevo nuestros labios se besaban, siendo ahora un profundo, amoroso y romántico beso. ... … Una canción cantada por Aragorn me despertó, yacía en mi lecho con Elian medio encima y casi desnudos completamente. Nadie más había por los alrededores, todos se habían esfumado, solo quedaba él, cantando y dedicando la canción a Arwen, la Estrella de la Tarde. Intenté alargar el brazo hacia donde estaban mis ropas pero no llegaba y ella seguía dormida, tampoco era cuestión de despertarla.

-¿Qué habrás hecho tú para dejar tus ropas tiradas por el suelo? –preguntó Aragorn riéndose mientras se giraba-

-¿Me pasas la ropa?

-…no sé…

-Venga… que no te cuesta nada…

-Tampoco te cuesta nada a ti levantarte.

-…Aragorn, se buen amigo…

-Si ya lo soy.

-…

Se levantó a recogerlas una por una del suelo y me las tiró al pecho, éste descubierto, mirándome con ironía. …vaya con el elfo… -dijo para sí-

-¿Qué remugas?

-Nada, nada…

Me levanté lentamente y sin moverme demasiado para no despertara, me vestí en un santiamén, solamente me puse la camisa élfica, los pantalones, las botas y el cinturón, ¿Para qué quería más?, si allí no me hacía falta nada de armas ni protección.

-No la despiertes.

-Eso intento.

Él se volvió a sentar en la roca donde Elian y yo estábamos anoche, hacía que miraba los árboles y las hojas que rondaban por allí. Yo me apontoqué a su lado, a una separación de unos treinta centímetros.

-Así que esta noche…

-¿Está noche que?

-¿Y me lo preguntas tú?

-¡Si no me acuerdo de nada!

-No me lo creo.

-Te juro que estaba sentado donde tú y me he despertado ésta mañana en esa cama, nada más.

-…-me miró de refilón con una sonrisa pícara-

-¿Se escuchó algo?

-¿Ves, como sí?

-…

-No se escuchó nada, además todos estábamos destrozados y cansados por el viaje. Pero ésta noche no será todo tan fácil.

-¿Qué insinúas?

-Nada…

-…muy picarón estás tu hoy…

-¿Y tú? ¿Que estás con una sonrisa de oreja a oreja?

-Lo siento, no puedo quitármela.

-Que suerte que tienes.

Arien apareció delante de mi, entre los árboles, me miraba con cara de decir acompáñame un momento.

-Esa elfa te mira.

-Ya lo sé. Dile a Elian que ahora vuelvo, si es que se despierta.

-De acuerdo… que no creo.

-¡Hasta ahora!

-…maltido elfo, que suerte tiene, se las lleva a todas de calle. –dijo sonriendo-

….

-Alassea Ree* Legolas –saludó ella con un suave tono de voz-

-Alassea Ree Isil*.

-¿Si que te has despertado tarde ésta mañana?

-…bueno… un asunto atrasado.

-Hace tiempo que nadie me llama Isil.

-Isil es un diminutivo de Isilme, si me permites llamarte así.

-Recuerdo viejos y bonitos recuerdos con ese nombre.

-Isil es un nombre precioso, al igual que todos los que posee la Luna.

Se le escapó una dulce sonrisa. No te voy a pedir que recuerdes tu pasado, eso sería muy grosero por mi parte –dije- pero me gustaría saber más de ti.

-Me siento bien hablando contigo.

-De eso se trata, de que puedas contarle a alguien tu sufrimiento y compartirlo ¿no crees?

-Sí. … Mi vida estaba siempre perdida entre las estrellas y la Luna, pues todo lo que yo recuerdo fue éste bosque, aunque los elfos que me encontraron dijeran lo contrario.

Los dos dijimos éstas palabras. "Pues a la Luna se la encontró en el agua, azules eran sus cabellos y maya su rostro describía, la llamaron Elaëar por el lugar y Arien por sus poderes ocultos que dicha luna posee".

-¿Te lo sabes?

-En mi juventud lo he estudiado como una historia, ésta me fascina con locura por descubrir algún día quien fue Arien, qué fue de su vida, y qué fue de la Luna. Pues la historia se quedaba en un final que yo jamás creía, que la Luna se fue con las estrellas, junto a ellas y junto a la persona que la amó más que nadie, ésta despareció en una guerra y el cual la buscaba mediante las estrellas.

-¿No crees eso?

-No, quizá parte de la historia si, pero no creo que ese elfo al que sigue amando tu corazón esté buscándote en una estrella.

-¿Qué me quieres decir?

-Que el elfo que buscas, sigue a tu lado, si más no su espíritu. Él te está buscando, y dentro de poco te encontrará. Podrá volver a ser libre, y estará contigo siempre.

Aquellas palabras de esperanza la dejaron perpleja, mirándome con tal brillo en sus ojos que no pudo aguantarse el darme un abrazo. Jamás le habían dado tantas esperanzas de volver a ver al elfo que amaba.

-Jamás en el tiempo que llevo esperando me habían dicho tales palabras tan esperanzadoras.

-Eso no es bueno en una elfa como tú, si pierdes las esperanzas, lo has perdido todo.

-No la he perdido pero he estado a punto de perderla.

-Eso nunca.

-Gracias por haberlo dicho, me siento mejor ahora.

-De eso se trata, de que la luna sonría por una vez más. Solo tienes que ver la luz que tú misma llevas, de esa manera sabrás cuando y como debes actuar.

-Me halagas con tales palabras ¿Pero cuando lo sabré? ¿Cuándo?

-Todo a su tiempo.

-Eso decía él también.

-Es una frase típica élfica. Elian se mosquea cuando le digo eso, todo a su tiempo Elian.

-¿Se mosquea?

-Sí.

………

-Aragorn, pásame la ropa…

-… ¿debería hacerlo?

-Por fa… que yo no llego, anda su bueno…

-Si yo siempre soy bueno.

-…

Se levantó de nuevo, recogió sus ropas del suelo y las dejó caer sobre ella. ¿Tú tampoco te acuerdas de nada? –preguntó-

-¿De que me tengo que acordar?

-…otra que tiene amnesia temporal…

-¿De que me hablas, Aragorn?

-Así que Legolas y tú…, ésta noche… ¿y nada de nada?

Lo miraba con cara de decir… no entiendo nada… y que deja por tonto al que pregunta o dice algo.

-…déjalo…

-Sí, será mejor.

Se giró para no ver nada.

-¿En serio que no te acuerdas? –se giró un poquito-

-¡¡No te gires!!

-Vale, vale.

Al acabar se acercó a Aragorn por la espalda hasta su oído. Ha sido muy excitante… -susurró-

-…éste Legolas…

-¿Por cierto, dónde está?

-Se ha ido a hablar con Arien, me ha dicho que vendría dentro de poco.

-¿Hace mucho que se fue?

-No lo sé, aquí no puedo controlar el tiempo, pero digo yo que no hace mucho.

Elian se estiró disimuladamente, acabando en un gran estirón.

-Eso no lo hace una chica.

-Soy un montaraz, hacemos lo que nos da la gana.

-Ya pero eres un montaraz casado.

-…tienes razón… -se sentó a su lado- ¿Hechas de menos a Arwen, verdad?

-…sí, y en parte envidio a Legolas por tenerte.

-Tus deseos son estar con ella.

-Y mi corazón sigue allí. ¿La hechas tú de menos?

-Mucho, es una buena amiga en la que confiar. Una hermana mayor diría más bien.

-Sí, ella dice que eres su hermana pequeña.

-Me da ganas de ir a ver que hace, pero sería injusto.

………

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-¡Iridiel, vamos a ver la estrellas! –exclamó aquel niño parecido a Legolas-

-¡Ya voy!

Los dos se subieron en el tejado de palacio del Bosque Oscuro, al ser de noche, podían divisar perfectamente todas las estrellas que dormían en el firmamento y sobre todo, a la estrella que más le gustaba a Iridiel observar, la Luna.

-¡Mira cuanta variedad de estrellas hay! –dijo Legolas-

-¿Te has fijado en la luna? Está preciosa hoy.

-No lo dudes. La dama de la noche siempre está ahí para que la observemos.

-Ella nos mira.

-¿Cómo te la imaginas?

-Una elfa muy especial, diferente a las demás y que posee poderes ocultos para ver lo que los demás no pueden llegar a ver.

-Eres un soñador.

-Bueno, yo sueño con la Luna, ¿Tú con que sueñas?

-…pues… no sé…

-Yo te he dicho lo que siento, ahora dímelo tú.

-En alguien también especial, que sea distinta a todas las demás elfas y mujeres de la raza de los hombres que conozco. Una mujer que luchase para defender sus derechos, fuerte pero a la vez que sea… frágil, como una elfa.

-Tú quieres a una medio elfa medio humana, algo que desde hace tiempo no se ve ni se oye.

-…ya lo sé, yo también soy un soñador.

-Pues yo pienso que los sueños se pueden cumplir, solo tienes que tener fe en ellos.

-¿Y me tengo que esperar toda la eternidad para encontrarla? ¡Anda ya! ¡No tengo tanta paciencia!

-Todo a su tiempo Legolas.

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-¿Eso te dijo Iridiel? –preguntó sonriendo y con sus ojos más brillantes que nunca Arien-

-Sí, todo a su tiempo.

-¿Y tu eres un elfo?

-Bueno… quizá físicamente.

-Me lo paso muy bien contigo, eres diferente a todos los elfos que conozco. Me parece que los elfos del Bosque Oscuro tenéis algo especial.

-¿En serio?

-Sí no sé… algo peculiar.

-No sé… quizá si, quizá no.

-¡Arien, estás por aquí! –se escuchó una voz de igual suavidad de entre la espesura. Una chica de ojos azules que mostraban una mirada picarona con una expresión de gran experiencia y belleza en su interior. Su cabello rubio plateado daba una bonita sensación al aire junto con su piel, tan blanca como el ébano. Se veía una chica madura que a la vez se sentía niña. Ui… no me habías dicho que estabas con un elfo…¿mm? –dijo picarona-

-…Amarië, éste es Legolas. Legolas, Amarië.

-Un placer… -saludó mirándome pícara- …que cuerpo… -dijo para sí-

-El placer es mío. Gran ayuda sois para Arien en sus momentos de mayor tristeza, suerte la que tiene ella de teneros a vos como amiga y si se me permite decirlo hermana mayor.

-Vaya… el elfo tiene un bonito don…

-…sí… puede ver a la gente que está a su lado sin conocerla.

-Seguro que está con alguna elfa guapa que cayó en sus redes románticas… -le susurró al oído-… con esos ojos… -volvió a decir mirándome fijamente-

-¿Sois de aquí? –pregunté-

-Sí, toda mi vida aquí, esperando a alguien como…

-Amarië –cortó Arien- no digas eso.

-¿Qué iba a decir? ¡Me has cortado!

-…

-… como yo… -dije para mí-

-¿Os importa si me llevo a Arien un momento?

-No claro.

Se alejaron unos metros de mí.

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*Maare tulde: Bienvenidos.

*¿Man nalye?: ¿Quién eres?

*Enomentuvalve: Nos vemos.

*¿Manen natye?: ¿Cómo estás?

*Alassea Ree: Buenos días.

*Alassea Ree Isi: Buenos días Luna.