Capítulo 16. Guerra.
Sorpresa fue cuando a lo lejos vieron la mancha negra por el horizonte, algunos temblaban, otros casi no podían respirar, los cadetes y aprendices se encontraban atemorizados ante una guerra que no era un juego o un duelo de batallitas para practicar. Se preparaban todos ante las puertas, éstas cerradas, el enemigo avanzaba tranquilo, haciendo más dura la espera para los gondoriaron impacientes por recibir sus armas oscuras y sus gritos malolientes.
Rohan llegaba a punto para la guerra después de otra, con muchas bajas eso sí, preparados para ayudar al pueblo "vecino", aquella guerra era de todos, no solo de unos cuantos.
La mancha negra ahora avanzaba radiante ante ellos, raudos y con ganas de atizar sus armas contra los hombres, Rohan fue el primero en atacar y en aguantar, sus hombres débiles luchaban con valerosidad, audacia y picardía, aguantaban el frente con los gondorianos ya preparados para salir a la batalla. Por dentro se escuchaban los gritos bélicos y el silencio que había en Gondor.
Gondor se decidió a atacar, abrió sus puertas para dejar una gran mancha marron y azulada de caballos con arqueros, espadachines, con hachas, mazas, todo era servible para una guerra, hasta el arma más rara jamás vista, la de Elian, cortaba las cabezas en un abrir y cerrar de ojos a más de hacer graves heridas profundas a los enemigos.
Gandalf atizaba con lo que pillaba, vara y espada, Pippin de lo mismo con su espada al lado de Elian y de Gandalf, Rohan seguía allí, en pie, aguantando el tirón como fuese, uno de sus soldados fue quien se enfrentó a uno de los nasguls montado en su monstruo alado, negro como el tizne e imponente como él solo.
Jamás nadie se había visto capaz de derrotarlo, sin embargo aquel caballero acabaría herido y cuando el propio rey se dio cuenta de quien era el valeroso caballero cayó también herido por el mismo, Eomer fue el siguente en aguardar las distancias y en separar definitivamente al nasgul de su hermana y de su tío. Como pudieron entre unos y otros los llevaron hasta la enfermería de Gondor donde allí serían atendidos ligeramente pues no sabían los remedios necesarios para aquellas heridas de hojas de Mórgul que se quedaban en sus cuerpos.
Perdían las esperanzas, aquella mancha negra nunca se acababa, si mataba a uno salían dos más, era imposible de ver un hueco libre sin orco o uruk. Estaban todos ya cansados, las bajas aumentaban por momentos, los heridos que podían luchar seguían en pie ofreciendo resistencia pero cada vez eran menos hasta que se vieron reducidos a sus mismas puertas.
No lograban saber de qué manera atacar y ahora era turno de los centinelas y guardias que se habían quedado en las murallas protegiendo a su gente y a su pueblo. Lanzaban flechas con fuego para atacar más de un solo golpe, utilizaban sus propias escaleras para arrearles golpes que los dejaban casi muertos pero para ello necesitaban muchos hombres y algunos caían abajo perdiendo muchas más bajas de las que ya tenían.
Aquella no era forma de luchar, apenas podían mantenerse en pie, sus ganas de luchar habían desaparecido completamente, su ego había sido destruido completamente, sin ganas de continuar alguna. Hasta que llegó finalmente la caballería, "La Compañía Gris", conducida por Elessar, detrás Legolas y Gimli junto a muchos otros combatientes dispuestos a dar sus vidas por Gondor y por la Tierra Media.
Aragorn ahora convertido en Elessar, con la estrella en su frente se ponía por encima de todos, luchando ya por su gran arte con la espada y también por ser ya quien era, había recuperado parte de su reconocimiento pero aún le quedaba mostrarse ante el que era su pueblo.
Juntos dieron por acabada el final de aquella gran batalla, quizás podría tener un sinónimo de guerra. Las bajas se contaban a cientos, los heridos a millares, pocos quedaban en pie, aún así tenían fuerzas para gritar el final de una sangrienta victoria.
Ante la mirada atónita de la gente de pueblo y guerreros se alzaba él, andando con la cabeza bien alta "Al fin el que encontró la salida, el que encontró el destino, e aquí el que curará a los heridos de su propia mano, e aquí el Rey" Eso era lo que Elian murmuró para sí y que muchos escucharon ante el silencio que reinaba.
Eomer buscaba con desespero a su hermana para decirle que su tío, Theoden, había fallecido finalmente, pero no la encontraba, pero como hicieron la mayoría, siguieron a Elessar, hasta la enfermería, o como algunos otros lo llaman infantería.
-¿Tenéis Athelas? –preguntó Elessar-
-No me es conocida pero la buscaré –dijo una de las enfermeras-
El Rey se sentó donde Faramir yacía medio inconsciente, lo miraba sin saber muy bien quien era por que su mente no le dejaba ver las cosas con claridad, aquel hombre de aspecto real puso la mano en su frente.
-Calentad agua –ordenó-
En un momento Faramir había sido curado de su dolor pero no de su herida, ésta tardaría varios días en sanarse, y quizás lo mejor de todo era que había sido curado por el mismo Rey.
Así uno a uno, seguidos por Eowyn, muchos de los heridos y finalmente Elian que tenía una pequeña herida en el brazo, apenas un rasguño que él se empeñó en mirar.
-Me alegra que hayas vuelto… –dijo él- no es una herida de morgul.
-Ya te lo dije.
-Ves a ver a Legolas, está a fuera, anímale.
Elian le dio un beso en la mejilla agradeciéndole lo que había hecho por todos y por ella, él se quedó mirándola como se iba campante hacia donde su elfo se encontraba.
-…si no fuera tu hermana… -murmuró Gimli-
-¿Qué insinúas?
-Nada.
-¿Me ayudas?
-Claro, lo que el rey desee.
-No te burles.
-Si no me burlo –sonrió-
Pequeñas bromas que se hacían como buenos amigos que eran.
-¿A quien añora ésta vez este apuesto elfo? –preguntó Elian pasando sus brazos por la cintura y dejándose caer en la espalda-
-A una mujer que sin ella no puedo vivir. ¿Cómo es que has vuelto? –le acariciaba sus manos-
-En mi cuerpo ya no hay nada que me prive de estar aquí.
-¿Lo has perdido?
-En Lórien, pero no te preocupes, habrá tiempos mejores para una criatura.
-Eso no lo dudes –se giró cogiéndole las manos suavemente- Que bien que hayas venido…
-¿Ha sentido miedo el corazón tan grande de éste elfo rubio como el oro?
-Mucho, jamás pensé que alguien como tú dejase tanta mella en mí, y te lo agradezco –se besaban dulcemente ignorando a los demás-
-¿Te acuerdas de Inia?
-La niña que tantas historias me contabas, sí ¿está aquí?
-Sí, y le haría mucha ilusión conocerte.
Los dos subían la calle algo oscura al juzgar por aquellos farolillos que la iluminaban con luz amarillenta y tenue, andaba uno detrás del otro agarrados por la cintura, hablando con algún que otro beso, sonrisa o mirada.
Desde a fuera se escuchaba el alboroto que lió la pequeña al verlos desde la ventana, hasta salió ella antes a buscarlos que esperar a que llegaran y llamaran a la puerta.
-¡Elian! … -se sonrojó al ver al elfo- …Ayia… -saludó tímida-
-¡¿Pero si tú no eres tímida?! –exclamó Elian-
-Essenya ná Legolas –saludó agachándose-
-…Inia… soy… gran amiga de…-se le olvidó hasta el nombre-
-Gran amiga no, mi mejor amiga –consiguió hacerla reír-
-¿Tú eres… su esposo?
Legolas le respondió haciendo sí con la cabeza y con una expresión alegre en su rostro.
-…vaya… -dijo entusiasmada- yo también quiero uno… ¡Mamá, papá, mirad que guapo es!
-Hola, yo soy Eremías y ella es mi esposa, Enelia –le saludó con la mano y el elfo le acompañó el gesto-
-Un placer, Elian me ha contado mucho de vosotros, me llamo Legolas y soy del Bosque Negro.
-He oído hablar de vos, poseéis gran puntería con el arco.
-Por favor, de vos no si no os importa.
-A nosotros tampoco, pasad por favor y cenad con nosotros, si no tenéis nada que hacer.
Los dos se miraron y aceptaron.
-No tenemos mucho que ofrecer a un elfo pero es lo mejor que tenemos.
-No se preocupen por eso, odio los lugares en que te tratan por lo que eres y te sirven como tal, me atrae mucho la raza de los hombres, sus culturas y ella me enseña mucho.
-A Inia le hacía mucha ilusión que Elian volviera a rondar por aquí, hace ya que se fue y no ha perdido el tiempo por lo que veo.
Empezaron a comer como si fueran de la familia.
-Lo siento por la expresión pero esto está buenísimo –dijo el elfo-
-Me alegro que te guste –agradeció Enelia- Elian solía siempre cenar con nosotros, era y es de la familia.
-No me lo digas, tortilla de patatas es su plato favorito –comentó Legolas-
-Sí.
-¿Qué más sabéis de mí que yo no sepa? –preguntó Elian-
-¿Cuándo vais a tener un niño? –preguntó Inia-
-¡Inia! –exclamó Eremías-
-Eso está para después cariño, aún no es tiempo para una criatura.
-Por lo menos se ha vuelto sensata –murmuró él-
-No lo creas –negó sonriente Legolas- sigue igual de testaruda.
Mientras ellos cenaban a lo grande Gimli se preguntaba donde estaba Legolas, se había apontocado en la baranda de su aposento, observaba la noche estrellada buscando las constelaciones que más o menos recordaba.
-¿Qué miras Gimli? –preguntó Aragorn-
-Las estrellas.
-¿Bonitas?
-Preciosas, todas tienen un brillo especial, me siento bien cuando las miro, me relajo.
-Así me siento yo. ¿Aún no han llegado?
-No. Aragorn –susurró bajito, le indicaba que saliera- mira.
Elian y Legolas bajaban sonrientes, iban subidos de tono por el vino, parecía mentira pero el elfo iba haciendo eses y ella se partía de risa.
-Vas a despertar a los demás.
-Es que me ha hecho gracia tu cara ante la pregunta de Inia.
-No era para menos.
-Hasta vas haciendo eses.
-Las eses son de la borrachera que llevo encima, tú tampoco andas muy equilibrada que digamos.
Seguía riéndose logrando engancharle la risa a él también, los dos se reían mientras subían hacia su aposento, eran los únicos que hacían escándalo.
-A estos les da igual la guerra –dijo Gimli riéndose del talante del elfo-
-Van como cubas, a saber donde habrán estado.
-Pues que me lo cuenten mañana –decía el enano estirándose y entrando para adentro- estoy muy cansado de todos estos días y quiero aprovechas que dormimos en una cama tras una espléndida cena.
-Tienes razón.
Aragorn cerró la puerta de la galería, la tapó con la cortina y se fue hacia la puerta de la habitación, al abrirla los vio como iban a la habitación de al lado besándose sin aliento, abriendo la puerta como podían.
-Vaya dos. –murmuró cerrándola- como hagan ruido me quejaré.
-Te quejarás a ti mismo por que eres el rey.
-…un punto en contra, buenas noches Gimli…
-Buenas noches –dijo él ya acostado en una de las dos camas separadas por la mesita de noche-.
Al acostarse él escuchó a Gimli a los tortolitos hacer de la suyas y a Gimli roncar como un negro.
-…esto no es vida para un rey… Gimli…
-… -murmuró un qué sin llegar a abrir la boca-
-No ronques.
-…eso es imposible…
Les advirtió con toques en la pared para ver si se enteraban pero lo que logró fue que Legolas se riera de él respondiéndole con toques también.
-Encima se cachondea… elfo tenía que ser…
-¿Qué haces?
-jjj…responder a Aragorn en su código pre-nocturno.
-¿Sabes que te dice? Jj
-No hace falta saberlo, quiere que nos callemos.
Aragorn asintió con la cabeza.
-Pues nos callamos.
-Si no paras de reír. … por Eru…
-Por Eru qué, va elfo dilo.
-Que diga qué… -murmuró Gimli-
-Tú no, ellos.
-Ah bueno… ¿Ellos? ¿Se les oye?
-Hasta la respiración.
Los dos se miraron al escuchar algo que no debían escuchar y remugaron "Elfo suertudo" a la vez.
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No sé si la frase "Essenya na Legolas" es correcta, quería decir Mi hombre es Legolas y no sé si lo he dicho bien, todo a causa de que mi vocabulario élfico es mínimo y se reduce a las típicas frases.
