El castigo en el Comedor
Castigado. Otra vez. Ya estaba cansado y molesto de que por culpa de Sirius y de James, él, Remus Lupin, tuviese que ir castigado por bromas en las que no participaba. Sobre todo si sus dos amigos no parecían arrepentirse de sus travesuras o de tener el más leve atisbo de conciencia, ya que nada les quitaba la burlona sonrisa de triunfo en el rostro mientras barrían el comedor del colegio sin ayuda de magia, pensando sin duda que ese castigo era el precio que debían pagar cuando eran capturados haciendo de las suyas y estaban más que dispuestos a pagarlo.
Pero él no había hecho nada malo excepto estar en el lugar equivocado en el minuto equivocado con la gente equivocada. Y ni siquiera era el único sufriendo ese castigo inmerecido: Peter Pettigrew, su otro amigo, barría junto a él visiblemente cansado, levantando la vista para mirar a James que sonreía divertido y apretaba los ojos para no soltar la carcajada cada vez que Sirius pasaba por su lado y hacía algún comentario que ni Peter ni Remus lograban escuchar.
-¿hablarán de nosotros? –preguntó Peter apoyando su obesa persona en la escoba, para descansar un poco.
-No, de seguro están planeando su próxima broma.
-Mientras no me incluyan no me importa.
-Siempre terminan incluyéndonos, Peter.
Remus miró a su cansado amigo y le sonrió resignado, él devolvió la sonrisa y se sentó en el suelo incapaz de continuar barriendo. Lupin le imitó y se ubicó a su lado apoyando su espalda en una de las patas de la mesa de Griffindor, dando un suspiro de cansancio y colocando las escobas a sus pies.
A pesar de estar agotado y hasta molesto con el par de amigos que le hacían la existencia tan difícil, se dedicó a contemplar en silencio a James y a Sirius que en ese momento corrían de un extremo a otro del comedor arrastrando las escobas por delante de ellos, echando una nada productiva carrera entre ambos para ver quien llegaba más rápido al otro extremo del salón por el que habían partido a correr. Sirius ganó, aunque sólo por unos segundos, y levantó los brazos con los puños cerrados en señal de triunfo, riendo limpiamente y dejando caer la escoba. El enojo de Lupin desapareció por completo ante tan absurda competencia y comenzó a aplaudir la victoria de Sirius, divertido. Al joven Black pareció fascinarle el gesto y parodió una reverencia artística mientras agradecía los aplausos y James fingía llorar desconsolado su "humillante" derrota. Los cuatro amigos comenzaron a reír felices, hasta que Sirius se elevó por los aires montado en una de las escobas.
-¡¡¡No, Sirius!!! –Gritaron al unísono Remus y Peter, levantándose de un salto del piso en el que habían estados sentados.
-¡¡Baja de ahí pedazo de animal!! –gritó Peter, mucho más pálido de lo normal–¿quieres que nos castiguen otra vez?
-No se preocupen –dijo James en actitud responsable –yo voy tras él.
-¿Tú? –preguntó Lupin –pero ¿cómo?
La actitud responsable de James cambió radicalmente ante esa ingenua pregunta y con una enorme sonrisa se montó en su propia escoba para reunirse con Sirius en la parte más alta del salón. A Remus y a su pequeño amigo pareció abrírseles el piso mientras sentían un horrible hormigueo en sus estómagos, al ver que sus amigos comenzaban de nuevo la carrera hasta los extremos del comedor, esta vez volando en las escobas.
-Si alguien los ve jugando en el comedor estaremos en problemas –susurró Lupin mirando alternativamente a todas las puertas de acceso al lugar.
-¿De dónde sacaron las escobas? –preguntó Peter admirado.
-Eso no importa ahora, tenemos que bajarlos a como de lugar.
-¿Ocurre algún problema? –preguntó entonces una voz femenina.
Remus sintió de golpe un balde de agua helada. No tenía necesidad de girarse para saber que a sus espaldas estaba Minerva MacGonagall, la Jefa de su Casa, y que ahora sí que estaban en problemas. La mujer continuó: –El joven Snape me ha informado de cierto desorden en el cumplimiento de su castigo.
Fue entonces cuando Remus se volteó y comprobó que efectivamente la profesora MacGonagall estaba una de las entradas laterales al comedor junto al tantas veces burlado Severus Snape. La seriedad en el rostro de su profesora y la burlesca sonrisa en el rostro de Severus indicaron al muchacho que no podría decir nada tonto, pero que debía hacer algo para que ella no levantara la vista y viera a sus dos amigos revoloteando en carrera por el techo y les diera algún otro humillante castigo. Las desesperadas ideas de Remus hicieron que se congelara en su sitio más tiempo de lo aconsejable y no pudiese apartar la vista de su profesora. Rogó a todos los dioses porque nadie levantara la mirada, para que nadie viera a James ni a Sirius, ya que no quería volver a ser castigado y respetaba demasiado a MacGonagall como para permitirse otra humillación... en frente de Severus. Ah, si tan sólo pudiese inventar un baile exótico y extraño que les distrajera, o si tuviese la habilidad teatral de Sirius podría fingir un ataque de algo, o si tan sólo fuese luna llena entonces él podría transformarse en hombre lobo y llamaría considerablemente la atención del aborrecido Snape y de MacGonagall, o tal vez si Voldemort apareciese en ese lugar....uhm...no, en verdad eso sí que hubiese sido exagerado. Debía hacer algo, ¿pero qué?
-Peter, ¿dónde están tus otros dos compañeros? –Preguntó con frialdad la mujer.
Sin contestar, el pequeño muchacho se refugió instintivamente tras Lupin quien, aún en sus absurdas cavilaciones, seguía como una estatua en su sitio.
-¿y bien? –preguntó otra vez MacGonagall, impacientándose –No me vengas a decir, Peter, que no sabes dónde están tus amigos.
Pettigrew temblaba. Miró hacia el techo muy pálido; así hicieron también Snape, sonriendo divertido, y MacGonagall con cierta extrañeza. Lupin supo que estaba perdido y levantó a su vez el rostro para buscar a sus dos compañeros y de paso a un milagro que pudiese rescatarlos del ya ineludible castigo. Pero entonces, tanto Peter como él, abrieron la boca sorprendidos: No había nadie en techo del comedor. No había nadie en la habitación más que ellos cuatro y no había señales de sus amigos.
-¿Qué pretendes muchacho? –Maulló MacGonagall incapaz de disimular su enojo –¿me haces perder el tiempo?
-Oh, no, profesora, de verdad, es sólo que-
-¿Ocurre algo malo? –preguntó entonces una sorprendida voz varonil desde el umbral de la puerta por donde habían entrado la mujer y el alumno odiado.
Remus reconoció esa voz en el acto y miró hacia la puerta sin poder creer lo que veían sus ojos: Caminado serenamente hacia ellos, pero con cierta sorpresa en el rostro, venía Sirius Black con una escoba y una pala en la mano derecha y bolsas de basura en la otra. Siguiéndolo igualmente sorprendido venía también James Potter, quien traía en sus manos un balde con agua y un trapero. Ambos parecían extrañados y miraban alternativamente a Snape, a MacGonagall y a sus dos estupefactos camaradas como esperando algún tipo de explicación.
-Ya casi terminábamos, profesora –Dijo entonces Sirius con una enorme sonrisa de misión cumplida–justo traíamos las bolsas para recoger la basura.
-Lamento haber salido del comedor, profesora –dijo James, mezclándose en la conversación –pero las olvidé y pedí a Sirius que me acompañara.
-¡Aj, Hombre, no te eches la culpa! –Replicó Black golpeando suavemente en un brazo a Potter. Sin inmutarse se dirigió a MacGonagall y sonrió amablemente -La verdad es que yo olvidé las bolsas. Asumimos que no se molestaría si salíamos a buscarlas, ¿verdad James?– El muchacho miró a Sirius con gratitud, asintiendo entonces como disculpándose y dirigió una fugaz mirada a Lupin y Pettigrew quienes no salían de su asombro.
-¿Qué te pasa Peter? –Preguntó con inocente curiosidad Sirius -¿Te comieron la lengua los ratones?
Pettigrew abrió mucho los ojos al escuchar la alusión a las ratas, pero no dijo nada. Fue Remus, flotando en medio de su asombro, quien atinó a balbucear:
-Ah, es que como no volvían nos preocupamos un poco por ustedes.
-¿Por nosotros? –Volvió a preguntar Sirius con la naturalidad de alguien que habla sólo con amigos, mientras dejaba las bolsas en el suelo –Pero si te dijimos que iríamos por la pala y el trapero...
-Ah, es cierto, lo olvidé...
Severus miraba con rencor y suspicacia la burlesca sonrisa de Sirius y la amable actitud de James ante MacGonagall, sin saber qué ocultaban aunque seguro de que ocultaban algo. Era imposible que ese grupo de magos sin futuro cumpliera con su castigo obedientemente.
-Señor Potter, señor Black, las órdenes del señor Filch eran de no salir del comedor hasta haber terminado de limpiarlo –dijo no muy convencida la profesora MacGonagall.
-Pero de no haber salido, nunca habríamos terminado –respondió en el acto James, con su siempre sencilla pero inapelable lógica –No teníamos otra opción.
-Señor Snape, ¿por qué dijo que estos jóvenes no estaban cumpliendo con su castigo? –Preguntó algo impaciente la mujer al joven que ya no parecía tan seguro de sí.
-Este...
Remus contempló la batalla interna que se batía dentro del muchacho interrogado con sólo ver su rostro, que cambiaba del blanco al rojo y de nuevo al blanco y comenzaba poco a poco a sudar. Sintió un escalofrío de regocijo y desvió la mirada hacia Sirius y a James con disimulo, haciendo esfuerzos por no reírse frente a su profesora, ya que ambos continuaban con la sorprendente actuación de jóvenes inocentes que cumplían diligentemente con su castigo.
Por fin, MacGonagall perdió la paciencia y pidió a Snape, con el señorío que la distinguía, que la siguiera a su oficina sin duda para reprenderlo por andar de polizón. Abandonaron rápidamente la estancia, dejando a los cuatro amigos nuevamente solos en el comedor, quienes se miraron con complicidad y algo de sorpresa. Entonces, Sirius comenzó a reír con voz queda acompañado de James quien, al ver las caras de admiración y asombro en sus otros dos amigos, sacó de las bolsas de basura su capa invisible y llevándose el dedo índice a sus labios, les dijo mientras guiñaba el ojo derecho:
-Nunca hagas carreras en el techo del comedor del colegio sin una capa invisible entre tus ropas, vimos a Snape acercarse mucho antes de que él nos viese a nosotros.
-Voy por la revancha –susurró Black, declarando indirectamente que había perdido la carrera en escobas, subiéndose en ella y pateando el piso para impulsarse –no me dejaré vencer tan fácilmente.
Remus no esperó indicaciones y corrió hacia su amigo al escuchar sus palabras, y de un salto se abalanzó sobre el hombre que comenzaba a elevarse, ya que temía que MacGonagall volviese y les castigara. Fue un impresionante salto de altura.
Ambos cayeron de la escoba y se estrellaron con estrepitosa velocidad en el duro piso del comedor. Sirius dio un grito de dolor y sorpresa cuando dio con el suelo, pero se repuso enseguida, levantándose furioso y adolorido. Remus no se quejó pero tenía un horrible rictus de sufrimiento en el rostro y permaneció en el suelo, incapaz de moverse.
James corrió hacia los dos sujetos, riendo, y levantó a Remus de un brazo. Peter tomó la escoba que amenazaba con marcharse lejos y se acercó al joven Black mientras su otro camarada se ponía de pie con dificultad, apoyándose en el brazo de James.
Remus vio entonces, con horror, como Sirius apartaba de un empujón a Potter de su lado y colocando la cara a pocos centímetros de su rostro, lo encaró echando chispas por los ojos:
-¿¡POR QUÉ MIERDA ME BOTASTE DE LA ESCOBA?!
Su grito congeló el alma de Remus y no podía responder. No fue su intensión hacer que se molestara, pero por otro lado no quería que él siguiera haciendo tonteras. Observaba a Sirius con asombro, sintiendo un zumbido en los oídos ¿Por qué demonios se sentía tan mareado? Sirius continuó, más furioso que antes por el silencio del joven, dándole un empujón con sus dos manos:
-¡Anda! ¡Dime porqué! ¡REMUS!
James y Peter parecían sorprendidos por la actitud de Sirius. No era normal que se enojara con ellos y mucho menos que los empujara. Lupin seguía sin responder, aún más asombrado que sus otros dos amigos de la reacción de Sirius debido a que la sufría en carne propia. Además, al caer se había golpeado en la cabeza y le costaba en sobremanera enfocar a Sirius... sumando a eso un mareo que no cesaba así como tampoco el asqueroso zumbido. Sirius le gritaba algo, pero él no podía escucharlo debido a ese zumbido. Diablos, ¿de qué altura habían caído?
Sirius calló, observando a Remus Lupin y esperando alguna explicación. Los cuatro amigos se sumieron en un silencio incómodo y ante la irancuda mirada de Sirius, que parecía a punto de empezar una riña, Lupin bajó la vista con amargura; se llevó por instinto su mano a la parte posterior de la nuca, para encontrar el foco de todo el dolor que sentía y cerró los ojos para descansarlos del ya nada grato rostro de Sirius.
De pronto, James Potter dio un grito de espanto. Lupin, alarmado, volvió a abrir los ojos y al levantar la cabeza otra vez en dirección del que había gritado, vio que sus tres compañeros le miraban con horror. No fue necesario preguntar qué ocurría, ya que era obvio que algo malo pasaba con él.
La expresión de Sirius ya no era de enojo sino de asombro y tenía los ojos muy abiertos. "No está molesto" fue la fugaz idea que cruzó la aturdida mente de Lupin; ese pensamiento lo liberó del último vestigio de fuerza que le quedaba. No entendía por qué pero se sabía muy débil, sus piernas se doblaron y cayó de rodillas, sintiendo toda su energía escapar por brazos y dedos. La barbilla reposó sin fuerzas sobre su propio pecho, y cuando Lupin se miró la mano derecha descubrió la razón de su debilidad: estaba toda manchada de sangre oscura.
No le molestó ver su mano ensangrentada, ni siquiera le dio miedo verse herido; sólo pensaba que tenía mala suerte por manchar su ropa con sangre, ya que es difícil de remover y es complicado sobretodo cuando no se tienen muchas tenidas de repuesto. Además, era una verdadera lata perder el control sobre el propio cuerpo, es decir: el no poder hacerlo reaccionar a voluntad. Lo bueno del asunto era que no sentía dolor alguno; lo malo: que se iría de espaldas y no podría hacer nada por evitarlo, si de hecho, ya no le quedaban fuerzas siquiera para mantener los ojos abiertos.
Iba a perder el sentido.
Sirius se abalanzó a él cuando vio que cerraba los ojos –al perder definitivamente el conocimiento– y evitó que su cabeza se azotara por segunda vez en el suelo del comedor. Miró a Remus sin saber qué hacer, tratando de encontrar la herida en la cabeza y detener la hemorragia, que manchaba sus uniformes. A pesar de ser uno de los alumnos más sagaces del colegio, en ese momento Sirius Black no entendía por qué Remus se había desmayado, por qué estaba tan pálido, ni cómo se había hecho esa herida en la cabeza. Su amigo estaba inconsciente y no reaccionaba a sus gritos, ni a los de James ni a los de Peter. Parecía muerto en sus brazos y la idea de perderlo de esa manera lo horrorizó.
-¡¡¡REMUS!!! –Gritó histérico mientras trataba de detener la sangre que salía a borbotones de su cabeza. –¡DESPIERTA TONTO! ¡JAMES!
James Potter, que se había arrodillado a su lado, lo miró intensamente sin hablar y sin necesidad de escuchar más. Tomando la escoba que él mismo había usado para vencer a Sirius durante la carrera, voló en ella hacia la enfermería en busca de ayuda para su amigo. El joven Black no levantó la vista para verlo desaparecer por una de las puertas, o para ver que Peter se había acuclillado junto a él y observaba a Remus con preocupación; sólo estaba concentrado en la persona con quien había estado peleando hace un segundo. Ninguno de los dos hombres que observaban Remus se habló, ya que Sirius susurraba al oído de su amigo inconsciente palabras que Peter no alcanzaba a oír.
Pettigrew observaba la escena que tenía frente a sus ojos algo alarmado. Sirius parecía asustado y mecía suavemente a Remus en sus brazos; se notaba que no tenía ni la más remota idea de qué hacer con una persona herida y eso era preocupante. ¿Qué harían si Remus se moría ahí? ¿Creerían los profesores que se había tratado de un accidente y nada más o vendrían a castigarlos? ¿Y si los echaban de Hogwarts por su culpa? Mierda, él tampoco sabía mucho de primeros auxilios, pero debía hacer algo para que no hubiese represalias en caso de cualquier cosa ¿pero qué? Se levantó y se paró en la entrada esperando el regreso de James con ayuda de la enfermería.
Y el muchacho efectivamente volvió, casi de inmediato, llevando a Madam Pomfrey montada en la parte de atrás de la escoba junto a un enorme botiquín y su varita empuñada con fuerza en las manos. Entraron a gran velocidad al comedor y la mujer se bajó de un salto al llegar junto a Lupin. Peter dio entonces un suspiro de alivio.
...........
Remus volvió lentamente en sí, sintiendo nauseas y un horrible dolor de cabeza. Por un segundo pensó
que se encontraba en La Casa De Los Gritos por haberse convertido en hombre lobo, pero recordó que aún no era el ciclo de luna de llena; además, la suavidad de las sábanas acusaba a viva voz que se encontraba en otro lugar. Se movió muy quedamente para desperezarse, palpó su cabeza y comprobó su vendaje parcial ¿qué había pasado?
Abrió los ojos a pesar de sentir los párpados más pesados que nunca, y observó el lugar donde se encontraba. Aunque el manto de la noche cubría la estancia, reconoció inmediatamente la enfermería del colegio; vio a Sirius Black dormido –con los brazos cruzados y la barbilla apoyada en el pecho–sobre una silla que habían puesto junto a su cama y al lado del muchacho distinguió también un enorme paraguas azul cerrado y de mango rojo (regalo de James, sin duda). Sirius parecía cansado y aparte de él no había nadie más en la habitación. Lupin volvió a cerrar los ojos para descansar, justo cuando Madam Pomfrey volvía a entrar en la pieza y sacudía por los hombros a Sirius para despertarlo. Remus escuchó su conversación mientras fingía dormir.
-Muchacho, le he dicho hasta el cansancio que su amigo está fuera de peligro. Es tiempo de volver a la pieza Común de su Casa.
-Sólo un rato más, quiero estar cuando despierte.
-Yo estaré allí. Si se le ofrece algo, usted será el primero en saber, vale?
-Sólo un rato más...
-Sirius, lleva usted tres días seguidos aquí y son más de las 2 de la madrugada; ha faltado a clases durante todo este tiempo y temo que lo castiguen otra vez.
Remus frunció el ceño, ¿son las dos de la madrugada y Sirius está en la enfermería? ¿¡Llevaba tres días de inconsciencia?!
-Remus siempre temió lo mismo, por eso me detuvo ese día en el comedor.
Lupin escuchó esas palabras sintiendo un escalofrío por la espalda. Recordó de golpe todo el conflicto, la caída, el enojo de su amigo y el grito de James. Sin embargo, se alegró de saber que Sirius sabía el porqué de su actitud y que no estaba molesto.
-Yo también debo descansar, ¿sabe? –dijo la mujer bostezando.
Una leve sonrisa se asomó en el rostro de Lupin, pensando en el fastidio que Madam Pomfrey debía de sentir y complacido de tener en Sirius, un amigo leal.
-¿Puedo despedirme al menos? –preguntó a la enfermera que comenzaba a perder la paciencia.
-Sí hombre, pero date prisa...
-Oye, Remus –dijo Black en un susurro, acercándose levemente a él. Había un timbre cálido y preocupado en su voz cuando continuó –El paraguas es una sorpresa que verás mañana porque volveré con James y con Peter... Más vale que estés despierto para entonces porque, debido a que nos hicieron limpiar el comedor de tu propia sangre, estamos pensando seriamente en que debes compensarnos de alguna manera; tú sabes que el comedor estaba prácticamente listo cuando se te ocurrió romperte la cabeza... Uhm... Despertar sería una buena compensación, ¿sabes?
Ah, felicidad. Pocas veces se le oía hablar así a Sirius y se alegró de ser la razón. Sin darle tiempo de replicar tan amables palabras, Sirius se levantó y abandonó la enfermería con rapidez. La puerta se cerró y Madam Pomfrey se acercó al chico para tomarle la temperatura, luego se dirigió a su oficina y el silencio absoluto volvió a reinar en la habitación.
Remus estaba radiante. Cansado, pero radiante. Se durmió pensando las palabras de su amigo: Volvería mañana con James y con Peter para comenzar nuevamente a planear sus travesuras, de eso estaba seguro.
¿De qué se trataría la sorpresa del paraguas azul? Je, sabría esperar. En cuanto se recuperara, harían miles de locuras juntos; algunas de ellas nunca serían descubiertas, mientras que otras los meterían en problemas y serían castigados una y otra vez. Volverían a burlarse de Snape y a planear escapes a los lugares más extraños y fantásticos. James, Sirius y Peter volverían a llevarlo por "el mal camino" y esta vez no lo impediría. Nunca más.
Fin.
