La Hija de la Luna

Capítulo 3

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Los siguientes días fueron exhaustivos para Xellos y su madre. Todas las noches la fiebre de Filia aumentaba, la madre de Xellos la bañaba en agua fría, casi helada, la despertaba debes en cuando para que se alejara de los oscuros sueños y no descansaba en ningún momento. Al amanecer su fiebre siempre bajaba y ella despertaba llorando y gimiendo de terror. Después Xellos preparaba el desayuno y se lo llevaba a su madre la cual ahora dormía en la mañana. Más tarde abría la tienda de armas y finalmente, en la noche, ya muy cansado hacía la cena para las mujeres y le enseñaba a Filia a hablar.

Esta había hecho un gran avance en el idioma, pero aun no podía escribir ni leer. Xellos insistía mostrándole diferentes textos pero ella solo hacía extraños garabatos en los papeles.

Aquella noche alguien tocó a la puerta, él fue a atender y se encontró con el cartero quien le extendió un sobre y siguió su camino.

"Mamá, es una carta para ti"

Se la entregó y esta la leyó rápidamente. Su rostro se volvió a uno bastante preocupado y finalmente suspiró.

"Xellos, tengo que partir a Sayloon, por favor, cuida que la muchacha no sufra demasiado en las noches, intenta mantenerla a baja temperatura y de cuanto en cuanto ve al hechicero que está a unos metros a pedirle una medicina. Si no tienes tiempo no abras la tienda, me temo que los Mazoku están atacando distintas ciudades y voy a tener que sacar algunos explosivos."

"Pero... ¿Quién te va a acompañar?"

"Unos escoltas vendrán en la mañana, ahora iré a juntar lo que necesito, hay comida suficiente para una semana y un poco de dinero en la alacena para los medicamentos de la señorita."

"Está bien."

La anciana saludó a Filia, dio media vuelta y se encaminó hasta su habitación a preparar sus cosas.

"¿Qué pasa?" pregunto lentamente la rubia con su poco vocabulario.

"Se va a otra ciudad."

"¿Qué es una ciudad?"

"Un lugar donde hay mucha gente"

Y así siguió explicándole algunos significados, hasta que los ojos de Filia se mostraron cansados y él decidió que ya era hora de dormir. Sabiendo que en algunas horas tendría que levantarse nuevamente.

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Unas tres horas después Xellos finalmente escuchó los llantos de Filia, le había resultado fácil porque estaban en la misma habitación. Su madre lo había obligado a dormir allí.

No sabían la razón de la fiebre, un doctor y un hechicero la habían examinado, pero no encontraban su causa. A Xellos le dolía ver que de ninguna manera podían solucionar aquellos ataques de temperatura; no podía borrar la imagen de Filia sufriendo, cayendo en sueños perturbadores de los cuales no sabía nada; su cuerpo solo emanaba sudor y las lagrimas recorrían sus mejillas tanto estando dormida como despierta.

Las primeras noches allí había despertado tan pronto la fiebre bajaba, y no paraba de llorar en toda la mañana... se aferraba a su cuerpo como en el bosque; y aunque cansado por el peso de la mujer Xellos no podía dejar de disfrutar el cálido tacto de ella sobre su ropa y el fresco aroma de su claro cabello...por alguna razón le recordaba a los helados.

¿Por qué? Creía que era porque la mayoría de las veces ella estaba totalmente húmeda y fría por los baños congelantes de su madre. Pero, cuando estaba tan pegada a él tenía que superarse a si mismo para no probarla, para no acercarse a su cuello y comenzar a besarlo descaradamente; talvez... solo talvez, ella también era tan dulce como los helados.

Tan embobado quedaba, que su madre se había burlado de él, echándole vasos de agua fría o pellizcándole para que dejara de soñar.

Finalmente ya levantado y con los trapos húmedos se sentó a un costado en un banquito y posó estos en su frente...

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La madre de Xellos, Tamao Na Shoriu estaba recostada en una habitación contigua. La anciana había sido en su juventud una gran hechicera, y ahora el príncipe Fillionel necesitaba sus recursos. Pero, no podía dejar de pensar en la muchacha llegada hacía unas semanas.

No sabían ni de donde provenía, ni cual era su edad, ni que hacía en el bosque, o porque no podía recordar nada, lo único conocido por ellos era ese extraño nombre... "Filia".

Era extraña sin ninguna duda, pues varias veces mientras dormía notaba que susurraba cosas desconocidas que sonaban como frases, lo que la hacía suponer que simplemente su inconsciente no había olvidado nada. Y la segunda vez que la había bañado en sus noches de fiebre encontró en su espalda unas marcas... mas parecidas a letras.

Estaba segura de que si iba a Sayloon podría encontrar información de esas marcas, ya había empacado en sus bolsos las copias de ellas para ver si los tan experimentados hechiceros de la ciudad las conocían.

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