Hola a todos!!! Este es mi primer fic, así que sed benevolentes conmigo. Seguro que está plagado de errores gramaticales, es que mi corrector está estropeado, y yo soy un completo desastre ^^U

Este es un Sirius/Remus, por lo tanto slash así que si no te gustan estas cosas, mejor que no lo leas. Si te gusta.... bienbenid@, disfrútalo!

Bueno, solo me queda decir que todos los derechos son de J.K. Rowling, y que yo no tengo ningún tipo de interés económico en escribir esto ( aunque tampoco podría ^^).

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Capítulo 1: Sueños, pesadillas y pensamientos.

La noche era fría. En el cielo, pálida como un lúgubre espectro, brillaba la luna, casi a punto de llenarse por completo. De repente, un grito desesperado rompió el silencio de la noche.

- Sirius, ¡¡¡¡¡¡¡NOOOOOOOOO!!!!!!!!!

El aludido despertó sobresaltado, temiendo lo peor. Buscó a tientas por la cama, deseando encontrar intacto a aquel quien había proferido tal alarido.

- ¡¡Moony, Moony!!¿Estás bien?¿¡ Que ha ocurrido!? Oh! maldita sea...no veo nada!- gritó exasperado mientras buscaba su varita- ¡ Lumos!

Cuando por fin pudo ver algo, el alma se le cayó a los pies. Remus Lupin se encontraba agazapado en una esquina de la gran cama adoselada, pálido, sudoroso y temblando. Con un rápido movimiento dejó la varita dentro de un lapicero en la mesita de noche, dejando así sus dos manos libres, que luchaban contra su sentido común en si debía o no debía despertarle.

Gracias a Dios que no se había despertado con sus gritos. Remus no sabía que él se pasaba la noche vigilándole. No tenía que saberlo. Si se daba cuenta de que  observaba atentamente cada uno de sus gestos, cada movimiento de su perfecto cuerpo, cada cambio de su hermoso rostro... Le haría volver a su habitación sin ninguna excusa.

Todo era por culpa de aquellas horribles pesadillas que asaltaban los sueños de Remus cada noche. Al principio eran vagas y confusas, pero más tarde se fueron intensificando. O a esa conclusión llegó Sirius después de oírle gritar más fuerte y con más frecuencia durante las últimas noches. Remus no le había vuelto a comentar nada desde que le explicó la primera de ellas. Parecía arrepentido de habérselo confesado. Era demasiado amable para permitir que alguien se preocupara por él.

Por eso había insistido en trasladarse a su habitación, por eso y por otros motivos que no quería que su amigo conociera... Al principio el hombre lobo se negó en redondo, pero un buen trabajo de persuasión y muchas tabletas del mejor chocolate  que vendían en Honey Duckes consiguió convencerle.

Pero aquella noche el grito había sido desgarrador. ¿Era su nombre el que había gritado? Temía despertarle, pero tampoco podía soportar verle en aquel estado. Así que, con mucha precaución y delicadeza, le cogió en brazos, acunándole suavemente con la cabeza apoyada en su pecho.

Estuvo así durante largo rato, susurrándole frases tranquilizadoras al oído, hasta que el asustado hombre lobo recuperó su estado normal, dejando de temblar y esbozando una triste sonrisa. Sirius Black suspiró aliviado, sabiendo que ya había pasado lo peor. Consultó su reloj de muñeca, adoraba aquel práctico invento muggle, no podía vivir sin él. Eran las cuatro de la mañana, demasiado tarde. Decidió intentar dormir un poco, pues a las siete en punto debía estar despierto.

No era por cuestiones de trabajo, ni mucho menos, sus padres le habían legado más dinero del que se podía contar cuando murieron. Era solo que Remus tenía por costumbre madrugar, y el se había propuesto acompañarle en todo momento, desde el alba hasta el ocaso y parte de la noche.

Así que el eterno dormilón Sirius Black, se despertaba cada día muy temprano , preparaba el desayuno y esperaba a que el amor de su vida  abriera los ojos y le encontrara cerca suyo, leyendo algún que otro libro despreocupadamente. Y aunque había pasado la mayor parte de la noche en vela, intentando calmar otra de sus pesadillas, la mañana del día siguiente no iba a ser distinta.

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Le perseguían. Perseguían a Sirius Black. Cientos de dementores y otras tantas criaturas oscuras acechaban al animago, sin tregua ni concesión. Y él, Remus Lupin, no podía hacer nada por evitarlo. Gritaba, pero no era escuchado, lloraba, pero aquel llanto desesperado era ahogado por una risa fría como el hielo, amarga como la hiel.

Voldemort había regresado. Otra vez la sombra del miedo acechaba en cada rincón, nadie podía hacer nada. Pero lo peor de todo era que intentaba volver a separarles, parecía dispuesto a acabar aquello que dejó a medias cuando se encontró con el pequeño Harry. Quería acabar de destrozar su manada, y aunque de los cuatro amigos solo quedaban unidos dos, no iba a parar hasta conseguirlo, era demasiado orgulloso  como para no salirse con la suya. Pero esta vez no lo conseguiría, no si dependía de él.

El mago tenebroso se acercó lentamente al hombre lobo. Los grilletes de plata querían hacerle gritar, pero no pensaba darle esa satisfacción. En la mano llevaba su mortífera varita, la homónima de aquel al que consideraba como su propio hijo, la que tanto dolor había causado a tantas personas inocentes, y que estaba a punto de lanzar otro cruciatus...

El hombre de ojos dorados no pudo soportarlo más y despertó en medio de un sobresalto. Cuando abrió los ojos se encontró recostado en una confortable y mullida cama. Ya no quedaba nada de la oscura celda en la que le estaban torturando, el panorama no podía ser más distinto. No estaba rodeado de sucios mortifagos, sino en los brazos de Sirius, con la cabeza apoyada sobre su amplio pecho. Sus brazos le rodeaban protectoramente, tenía una mano aprisionada entre su largo cabello y la otra le abrazaba por la cintura, estrechándole contra él. Notaba su respiración tranquila que agitaba suavemente su cabello, y notaba el calor de su cuerpo, tan cerca suyo...

Remus notó como se le subían los colores. Estar así con Sirius solo era posible en sus sueños mas dulces. Bueno, en ellos y en algunas otras ocasiones acontecidas durante su juventud , en Hogwarts, cuando antes de alguna de sus transformaciones se encontraba especialmente inquieto y nervioso. En aquellos momentos, sin hacer ruido, su amigo se metía con él en la cama, y se quedaba allí hasta que el pobre Remus se calmaba. Solo entonces volvía a su cama. El pequeño hombre lobo siempre agradeció que no se lo contara a sus otros dos compañeros de cuarto. Le daba un poco de vergüenza que pensaran que era un miedica. Y aunque se tenían mucha confianza entre los Merodeadores, a quien mas quería y apreciaba era a Padfoot.

Y en aquella ocasión ocurría lo mimo. Desde el inicio de sus terribles pesadillas, su amor platónico, Sirius Black, le colmaba de atenciones. No le dejaba solo ni un momento, y le preparaba cada día el desayuno que, aunque incomible, él aceptaba con una gran sonrisa. Y por las noches sabía que hacía lo mismo que cuando eran pequeños, y en silencio se lo agradecía. Quizás le diera un poco de vergüenza ahora que los dos tenían mas de treinta años, por eso no había comentado nada. Le gustaba sentirle cerca, y no quería echarlo todo a perder. La verdad es que se comportaba como el más atento de los amantes, eso sí, sin la parte más interesante de todas...

¿Era esperanza eso que sentía en el fondo del corazón? Quizás él también.. Quizás él también le amaba. Si , y quizás la poción matalobos le estaba afectando al cerebro. El ex profesor de defensa contra las artes oscuras desechó la posibilidad.

Su gran amigo siempre le había protegido, igual que a un hermano pequeño. En Hogwarts siempre le defendía de los abusones, y era el que más se preocupaba por su salud después del plenilunio. Realmente, si hubiera sido una chica, todo el mundo habría pensado que eran pareja. Pero no era así. Por todo el colegio era bien sabido que los Merodeadores era un grupo muy unido, indestructible, y que  se protegerían entre ellos aunque les fuera la vida. Además, Sirius Black estaba considerado como el mayor Don Juan de todos los tiempos.

Allí donde fuera las chicas le seguían con la mirada, murmurando por lo bajo, y riendo tontamente. Y él claro, que no era de piedra, les seguía el juego, cosa que le hacía perder cualquier tipo de esperanza al licántropo. Incluso llegó a tener una novia, una linda muchacha de ojos miel y piel pálida, con el cabello castaño claro, largo hasta los hombros. Su aspecto era frágil y enfermizo, y no destacaba mucho entre las  chicas más guapas, cosa que extrañó a todo el mundo. Aun así, la cosa no duró apenas un mes.

Remus nunca supo porqué lo habían dejado, pero en su interior, en contra del deseo de que su amigo fuera feliz, el egoísmo le ganaba y le hacía alegrarse de que Sirius continuara solo. Y era porque le amaba. Le quiso desde que empezó a entender que era el amor, prácticamente desde la primera vez que le vio en el anden de King Cross.

Realmente era un ser despreciable. Sirius nunca le amaría. Aparte de que era imposible, un ser oscuro como él no merecía su amor. No merecía aquellos brazos que le rodeaban tiernamente, pero tampoco podía luchar contra el deseo que le producía tenerlo tan cerca. Y así, aunque sabía que no era real, decidió disfrutar del momento. Se arrebujó en sus brazos y tratando de no despertarle le pasó una mano por la cintura. Si Sirius comentaba algo, cosa que dudaba, alegaría que lo había hecho inconscientemente, mientras dormía.

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Bueno, esto es todo de momento. Prometo subir los próximos capítulos cuando los tenga pasados a ordenador. Si os a gustado dejadme un review. Estoy abierta a todo tipo de sugerencias. Muchas gracias por haberle dedicado tu tiempo a este fanfic!!!

Sakuratsukamori, miembro de la orden Siriusana.

P.D. quiero dedicar estos capítulos a Lantra y a Lily Black, sin vosotras no habría conseguido subir nada!!! Muchas gracias ^^