NOTAS DEL AUTOR:

¡Hola Minna-san! ¿Qué tal están? ¿Pasaron bien la Navidad y el Año Nuevo? Espero que todo haya sido fantástico. Hasta hoy puedo presentarles un nuevo capítulo de este fic, ¿pueden creer que por poco me tardo un año en actualizar? **todos los lectores y reviewers miran a Shiomei como si quisieran asesinarla** Tenía la intención de que fuera para antes de Navidad pero un libro capturó mi atención totalmente, así que no pude escribir nada hasta ahora. ¡Lo siento mucho! ¡Pero no se preocupen que este capítulo es bastante largo y tiene mucho que les va a interesar!


¡Y atención K&K fans este capítulo contiene algo que quizá les llame la atención! Y a ustedes M&K fans pues tampoco les desagradará este capítulo. ¡Quise complacer a ambos mandos! ^^U ¡Espero se diviertan y dejen sus reviews!


¡No se olviden que los agradecimientos particulares están al final, como


Una pequeña advertencia:

Este capítulo puede ser considerado altamente PG-13, no 'R', pero su contenido tampoco es muy ligero que digamos. ¡Así que están advertidos, no vayan a decir que no les avisé antes! ;)


¡VAMOS AL FIC!

DEDICATORIA:


El fic está dedicado a Mei-chan. ¡Espero te guste!

DISCLAIMER:

Lamentablemente Rurouni Kenshin no me pertenece al igual que los derechos de este maravilloso anime - lo que por supuesto no implica que no lo desee -. Cualquier otro personaje ajeno debe ser considerado de mi propiedad. Si es que desean usar alguno mío solo avísenme y siéntanse libres de hacerlo.



PRUEBA DE FUEGO

Capítulo ocho

Dos personas estaban sentadas al frente de una mesa chata y sobre dos cojines en el suelo. Ambos tenían un rostro solemne, cada uno perdido en sus propios pensamientos. En el rostro de uno de ellos estaba reflejada una especie de intranquilidad, sus ojos estaban fijos en algún punto de la mesa o quizá en el vaso de cerámica china que llevaba el contenido ya frío de un té servido hace tiempo. Su ceño estaba fruncido. La otra persona tenía una ligera arruga entre sus dos cejas que desarmonizaba con la serena faz que mostraba en ese momento; algo en su mirada o en el jugueteo de sus manos en su regazo demostraban que aquella supuesta tranquilidad no era real.


- Hajime


El ex miembro del Shinsengumi seguía absorto en sus pensamientos. El desconocido objeto de su mirada se vio obstaculizado por una mano que se agitaba frente a él, obligándolo a volver a la realidad.


- ¿Qué pasa? - dijo con voz más dura de lo habitual.

- Suminasen- dijo ella cruzando miradas con él- solo trataba de hacer que oyeras lo que te estaba diciendo.

- Dilo, entonces, Tokio.

- Muy bien, pues estuve pensando y creo que deberías ir a hablar con él o al menos invitarlo aquí para tener una conversación. La situación no amerita menos.

- ¿Quieres entonces que lo traiga para advertirle?

- Sería lo más justo teniendo en cuenta que él no es un extraño sino la persona que te salvó la vida alguna vez.

- Pues quizá, viéndolo desde el punto de vista de una supuesta solidaridad amical pero no es lo más ético ¿Por qué su caso sería diferente al de cualquier otro? Quizá, crees tú, porque le debo que me haya salvado la vida. Te equivocas, tan solo esa sería razón suficiente para encarcelarlo al instante pues el deber se debe cumplir sin contemplaciones de ningún tipo y todo aquello externo a él debe quedar en el exterior y entre ellos están las afinidades que puedan existir entre él y yo.

- Obviamente no es por el 'favor', como tú sueles llamarlo, Hajime. Hay diferencia pues sabes muy bien que sería injusto que encarcelaras a un hombre que no ha cometido nada malo.

- Tokio, él es...

- Sé de qué lo acusan, Hajime, me lo vienes diciendo varias veces y me niego a volver a escuchar semejante mentira. Es una vergüenza que a cualquiera que no esté de acuerdo con algún régimen político lo tachen de subversivo. Además, Hajime, debes recordar bien que tú mismo no eres precisamente un adepto a este gobierno ¿o sí?

- Basta de hacer preguntas de las cuales sabes muy bien sus respuestas.

- Deja de actuar contra la razón, entonces- dijo ella viéndolo fijamente a los ojos. Su mentón estaba levantado, todo en su rostro tenía un aire retador.

Saito la quedó mirando largo rato sin decir nada. Esta era la clase de mujer que no se encontraba así nada más. No le tenía miedo y no solo eso, se aventuraba a retarlo.

- Deja de mirarme así, Hajime- continuó ella- sé que tengo razón.

- ¿De verdad lo crees? -preguntó él en un tono que dejaba distinguir claramente la sorna.

- El sarcasmo no funciona conmigo, Hajime Saito, pensé que lo sabrías ya a estas alturas de tu vida.

- Tokio- empezó mientras sacaba un cigarrillo de su pantalón y lo encendía- él no solo está contra el gobierno, cosa que me es totalmente irrelevante pues yo mismo no formo parte, al menos ideológicamente, de este gobierno mas ponte en el lugar de ellos, que buscan naturalmente la estabilidad de su gobierno ¿qué opinarías, si fueras ellos, de una persona que apoyó a un grupo hasta que se estableció y luego se ve involucrado en grupos revolucionarios, precisamente del remanente que quedó del Bakufu?

- Me niego a pensar que él prestaba cualquier tipo de ayuda fuera de la profesional y tú sabes muy bien que eso es cierto. Él se retiró por completo no solo del Ishin Shishi sino de todo lo que tenía que ver con grupos políticos luego de que la Restauración empezó, es decir apenas se terminó el Bakumatsu. Si prestó ayuda debió hacerlo por mero afán profesional, tú sabes cómo es él, Hajime. Recuerda bien lo que él dijo un día: no hay pretexto para dejar de atender a una persona que se encuentre en necesidad mientras se tenga los medios para hacerlo. Y lo demostró ayudándote a ti aun sabiendo que eras o habías sido del Shinsengumi y por tanto parte del Bakufu, grupo al que a fin de cuentas él tiene todo el derecho de aborrecer, cosa que hubiese sido suficiente para dejarte morir.

- Pues, Tokio, es más que posible que tengas razón - Saito nunca aceptaría que alguien tuviese la razón completamente a no ser que él. Era un rasgo definidor de su personalidad- pero esto lo sabemos nosotros pero no el gobierno. Ellos lo ven como...

- Un traidor, un desertor, un subversivo, un sedicioso etc. ¿Qué más? - preguntó moviendo la cabeza desaprobatoriamente- Pues esa es la diferencia importantísima que hay en este asunto y que lo separa del resto. Lo conocemos y sabemos cómo es él, y es por eso no puedes hacer lo que te ordenan esa sarta de burócratas que se creen restauradores de la justicia pero que reprimen igualmente bajo una fachada de pacificadores. ¡Oh no, no debí decir eso! Ahora tendrás que encarcelarme a mí también por insurrecta.

- No tienes que exagerar las cosas. ¿Crees que en realidad quiero hacerlo?

- Por tu actitud cualquiera pensaría que estás buscando justificación para un hecho que sabes injusto.

- Te equivocas, busco una alternativa que no se base en meras subjetividades nuestras, como algo tan vago como el hecho de que lo conozcamos o que le deba un favor, para actuar en contra de los principios.

- ¿Qué principios? ¿Desde cuándo las órdenes de esa casta de ratas vividoras de la política se convierten en principios inapelables? Hajime, no sé qué diablos te pasa últimamente, ¿no será que no deseas arriesgarte por su causa? Estoy de acuerdo con el principio de que actuar con justicia ante todo debe ser para todos igual mas parece que tú entiendes por justicia algo muy distinto a lo que verdaderamente ese vocablo lleva por esencia. La justicia no es aplicación directa de órdenes o de penas a un supuesto culpable, eso es opresión, injusticia pues genera desigualdad. Una verdadera justicia es aquella que evalúa motivaciones y se preocupa por el caso en particular, solo así se puede garantizar que haya una igualdad al evaluar a todos bajo los mismos preceptos de justicia y recién con esa certeza castigar. ¡La justicia no es igualdad de penas, así nada más, arbitrariamente! Que tú pensaras así sería lamentable pues él se arriesgó a que tú, un miembro del Bakufu, lo asesinara sin miramientos apenas se mejorase solo por el hecho de ser o haber sido del grupo contrario. En esa época no lo hiciste precisamente porque te diste cuenta que él era distinto, no sé cuál es la diferencia ahora.

- ¿Crees que tendría algún reparo en advertirle si solo estuviese en riesgo mi puesto en este gobierno, Tokio?

- Quisiera creer que no, demuéstrame lo contrario entonces.

- Todo aquello que dices suena excelente pero para que funcione un sistema de gobierno, cualquiera sea el modelo que tome, en la realidad y no solo teóricamente, debe haber penas estipuladas de aplicación inmediata pues hasta que evalúes las motivaciones de la gente tendrás miles, quizá millones de personas libres por las calles caminando o cometiendo más crímenes impunemente pues es difícil, realmente muy difícil probar si una motivación para cierto acto es o no permitida. Los casos varían y si fuera como tú dices se terminaría por no castigar a nadie.

- Eso puedo entenderlo pero tú sabes certeramente cuáles son sus motivaciones, no las ignoras, no necesitas probarlas de ninguna forma pues lo conoces a él. - Saito suspiró.

- ¿Y qué lo hace diferente a los demás, Tokio? ¡El hecho de que yo conozca sus motivaciones no lo pueden hacer distinto a los demás! Pues proceder de forma distinta con él sería obviar el hecho de que si no evalúo las motivaciones de todos no debo hacerlo con nadie. Y siguiendo esta línea de pensamiento, Tokio, él debe ser apresado.

- ¿A pesar de que sea inocente?

- A pesar de que lo sea- respondió mirando a otro lado.

- Vaya, entonces Hajime, dime algo ¿qué haces tú trabajando para este gobierno? Si estas reglas se cumpliesen para todos tú deberías estar muerto para este momento ¿no crees? ¿Qué haces tú, ex Shinsengumi, como parte del gobierno Meiji? Es hilarante que una excepción como tú hable de reglas que deben seguirse estrictamente, ya que por tus habilidades y la promesa de ayudar a este gobierno te condonaron la supuesta 'culpabilidad' de haber pertenecido al Bakufu mientras que esto para otros era un estigma tan grande que hizo que los eliminaran como posibles amenazas futuras. Piensa en eso para que veas que siempre hay excepciones posibles. Además, sería mejor empezar por salvar siquiera a un inocente que regocijarse en el hecho de seguir un principio que a la larga aniquila no solo delincuentes o criminales sino que también a personas inocentes. Y no, Hajime, no lo digo solo porque lo conozca, lo digo porque aun cuando también creo que hacer diferenciaciones es injusto, es aún más injusto condenar a alguien que se sabe inocente. Al menos en el primer caso tienes la justificación de no saber si es inocente o culpable mas ahora ¿qué justificación tienes tú para convertirte en el verdugo de un inocente? -así terminó ella mirándolo desafiante a los ojos. Luego se paró y sin pedir permiso procedió a retirarse del salón. Esas palabras pudieron haber sido el funeral de cualquiera mas no el de ella. Tokio lo conocía muy bien como para saber cuánto podía soportar Hajime Saito viniendo de ella.


Saito no respondió. A pesar de que se negaba a aceptarlo, mucho de lo que Tokio decía era razonable. Aún así, no terminaba de convencerlo.


¿Qué hacer?

****


Tae Sekihara lavaba los platos en la cocina del Akabeko cuando oyó mucho ruido proveniente del comedor. Sacándose el delantal y secándose las manos en el kimono antiguo, salió corriendo a ver lo que sucedía, no sin antes ordenar a los cocineros que permaneciesen cuidando de las comidas que estaban en plena cocción.

No poca fue su sorpresa al darse con la sorpresa de que su restaurante estaba invadido por policías que hacían salir a los consumidores del establecimiento. El jefe de policías hablaba con una pálida Tsubame. Se acercó hacia ella y:

- ... entonces dígame dónde podemos ubicar a Sekihara-san, la dueña del establecimiento.

- Soy yo - dijo Tae, adoptando una pose y expresión profesional. Su característica sonrisa estaba fuera de su rostro- Konichi wa- saludó haciendo una reverencia ligera- Yo soy la dueña ¿a qué se debe todo esto?

- Necesito hablar con usted de algo importante, Sekihara-san- dijo el hombre respondiendo a su reverencia con una idéntica.

- Entonces sígame por favor. Tsubame has el favor de servirnos té al jefe de policías y a mí en el apartado tres.


Ya sentados en dicho lugar el jefe de policías empezó así:

- Iré directamente al grano, Sekihara-san, tengo entendido que usted y Kamiya-san, del dojo Kamiya, suelen frecuentarse ¿no es así?

- Es verdad- respondió ella. En su mente trataba de adivinar a qué pretendía llegar aquel hombre.

- ¿Sabe usted qué clase de relación guarda Kamiya-san con Matsue Terada?

- No entiendo su pregunta, señor- expresó ella. ¿ A qué podían referirse con esta clase de preguntas?

- Pues, Sekihara-san, no hay nada más que aclarar. Usted sabe muy bien quién es Matsue Terada, me informan que él ha consumido en este lugar y no solo eso, sino que mantuvo una conversación bastante larga con usted en uno de estos apartados. - Tae se sorprendió notablemente. Era como si la hubiesen estado espiando todo este tiempo- Partiendo de todo esto, es su deber responderme qué puede haber hecho que Kamiya-san, una mujer sin ningún antecedente delictivo, pueda alojar en su casa a un traidor, rebelde y anarquista como Terada.

Tae abrió tanto los ojos que el policía supo que la había sorprendido. Si Kamiya pretendía esconder a Terada, seguro era lo suficientemente astuta como para mantener en secreto la identidad de este inclusive de sus amistades más cercanas. Pues era improbable que aceptara a un total extraño en su casa, como si fuera normal dar techo y comida a desconocidos sin tener una casa de alojamiento. Además, toda la gente que frecuentaba ese dojo no eran personas con antecedentes enteramente limpios. Todos salvo excepto aquel viejo doctor y esta mujer tenían un historial bastante extenso de fechorías. Todos, incluyendo a ese Battousai que aunque estuviese del lado favorable en este momento y que debido a su actuación para la instalación de la nueva era tuviese tanto poder sobre los altos mandos (como para 'borrar' las acciones pasadas de sus amigos) no dejaba de ser un asesino y, como tal, podía ser capaz de todo. Además, era posible que Battousai hubiese conocido a Terada y haya sido él quien lo mandase llamar ¿pero para qué?

No pasó mucho tiempo y de repente el jefe de policías abrió los ojos en señal de sorpresa, luego en su cara se colocó una sonrisa siniestra. Tenía toda la expresión de aquel que ha llegado al final de un laberinto y esta admirando el anhelado tesoro que tiene al frente y que está a punto de coger.


****

Kenshin había salido del dojo apenas oyó las palabras de Matsue, no quiso oír la respuesta de Kaoru que sabía sería positiva. Por alguna razón esto le causaba mucha rabia en vez de felicidad por el bienestar de Kaoru. ¿Cuántas veces se había dicho a sí mismo que primero estaba la felicidad de Kaoru-dono? ¿No era suficiente saber que él no era lo necesariamente bueno para una mujer como ella? ¿Acaso no se empeñaba en llamarse 'indigno' a sí mismo siempre? ¿Entonces de qué se quejaba?

Su mirada se perdió en los alrededores donde se encontraba ahora. Era el mismo lugar en que él se había despedido de Kaoru para ir a Kyoto a pelear con Shishio. Aquella vez... aquella vez ella se había quedado llorando y él se había dado la vuelta, siguiendo su camino dejando de lado la voz que dentro de sí le gritaba 'vuelve a ella, has hecho ya suficiente'. Mas Kenshin Himura no tenía en su argot la palabra 'suficiente', siempre esforzándose más y más por su patria, sacrificándose él y sacrificando a los que amaba. ¿Acaso era eso justo? ¿No es quizá esa la suerte que Kaoru correría estando a su lado? Una vida solitaria, siempre llorando por él, siendo atacada por enemigos de Battousai y viviendo a medias con un hombre que por más que quisiera su pasado no lo dejaba tranquilo.

Pero aquel sentimiento cálido que le brindaba el hecho de que Kaoru lo amaba, a pesar de que él nunca lo hubiese escuchado de su propios labios, lo hacía seguir adelante. Y aunque él se siguiese repitiendo así mismo que ella no lo quería de ese modo, que era solo cariño de amiga o uno fraternal, esta era solo una excusa para lo que sabía certero. Era una forma barata de darle pábulo a los sentimientos de aquella joven y no cortarlos de plano, haciéndole saber que él no la quería de esa forma, como él se empeñaba también en aseverar. Y es que sentirse querido de esa forma era sublime, algo que en mucho tiempo no había experimentado. Aunque él no exteriorizaba sus sentimientos sabía bien que eso no importaría pues ella parecía estar a su lado, terca, siempre a su lado. Inconscientemente, en un afán que en el fondo era egoísta, creyó que sería para toda la vida así o quizá ni siquiera se puso a pensar en la posibilidad de que era injusto mantenerla en zozobra, sufriendo por aquello que sabía inalcanzable pero que él con gestos que contrariaban su diario parlamento incrementaban en ella las ilusiones y las esperanzas de que quizá algo podría darse entre ellos. Mas a pesar de esto él, casi cruelmente, nunca se atrevía a dar ese paso pues lo creía impropio, él no se merecía a Kaoru-dono pero tampoco dejaba que ella comenzase a desinteresarse de él. Eso no podía ser pues él vivía de esas atenciones especiales que ella tenía con él, era feliz al saber que aquella hermosa y buena mujer lo quería y que era suya sin necesidad de serlo realmente. Era una solución simple, no 'mancillarla' pero a la vez conservarla. Cuán egoísta.

Mas lo que Kenshin Himura nunca se esperó es que un día todo aquel status quo se derrumbara. Nunca se puso a pensar (pues no quería, el solo hacerlo se le hacía doloroso) que aquella mujer dejara de sentir todo lo que un día sintió por él y, más aún, convertirlo en desprecio. Lo que él le había hecho ese día, aquel beso no solo robado sino que forzado, fue un acto deleznable. Era vergonzoso pero inclusive sabiendo todo eso la parte oscura de su persona estaba feliz de ser él quien saboreó aquellos labios por primera vez, nadie jamás podría tener la dicha de saber que fue el primero en acercarse de esa forma a ella.

Siguió caminando y agitó su cabeza queriendo borrar esos pensamientos tan impropios. Debía sentirse avergonzado, debería haberse ido del dojo desde el día siguiente del incidente mas no lo hizo por Tomoe, la primera mujer que lo hizo conocer la felicidad, una que duró muy poco y hasta cierto punto terminó siendo ficticia. Ella había regresado para evitar que cometiera el error de escapar y hacerle saber que debía luchar por su felicidad, que él también la merecía, mas una felicidad que no hiciese infeliz a Kaoru, sino que se fundara en ambos.

Ahora el problema era que ella no le prestaba atención. La vida es irónica, pero justo cuando él estaba decidido, los papeles cambiaron y ahora era ella quien evitaba cualquier tipo de acercamiento, aún peor, cualquier tipo de actividad que lo tuviese a él dentro. Todos estos días había tratado de acercarse a ella pero no pudo lograr hablar con ella, el imbécil de Terada se entrometía siempre que él estaba por disculparse con Kaoru y ser sincero por una vez en su vida. Quería confesarle que se sentía avergonzado por cuán egoísta había sido con ella, quería prometerle su vida inclusive a sabiendas de que ella quizá no le creería. No podía dejar de hacer al menos el esfuerzo. Esta vez lucharía por ella, dejaría de ser cobarde. ¿Pero era acaso esto verdad? ¿Hubiese sido capaz de decirle la razón por la que había actuado así y hubiese podido explicarle lo egoísta que había llegado a ser, y lo que es peor, conscientemente? Aún podía recordarlo...


- "De nada te sirve disculparte porque no pienso hacerlo. No sé ni quiero saber cuáles habrán sido tus razones para esto pero es la última vez que me verás derramando lágrimas por ti y escúchame bien, esta es la última vez que permito que juegues con mis emociones de esta forma".


Mas las palabras de Tomoe también resonaban en su mente. Ella había venido para evitar que cometiera otra estupidez.


- "Solo vine a prevenirte, Kenshin. Estás muy cerca de perder lo que más amas en esta vida y una vez que lo hagas no habrá marcha atrás, no habrá lugar a pesares ni de arrepentimientos. Es hora de que recuperes la felicidad que mereces. Recuérdalo Kenshin. No dejes que la felicidad se te escurra como arena entre los dedos; no te conviertas en el verdugo de tu propio destino al dejar a la deriva tu vida. No eres más Battousai, no aquel muchacho que yo amé, no más un rurouni, solo tú, Kenshin Himura. Recuérdalo. Adiós y sigue adelante".


Kaoru no quería verlo, aquel doctor se interponía en su camino. Y aunque él seguía teniendo dudas, no sabía si en realidad era lo que Kaoru necesitaba en su vida mas Tomoe le había hecho darse cuenta de algo que había perdido en estos años: el saber que podía alcanzar la felicidad y que el hacerlo estaba solo en sus manos, y que esa felicidad estaba en Kaoru y no era vivir de su sufrimiento, como hasta ahora, sino hacerla feliz y serlo él al mismo tiempo. Sus miedos habían causado suficiente tensión y resentimiento, tanto como para hacer resurgir a Battousai y crear un desorden aún más grande. La brecha entre Kaoru y él se agrandaba más y más y no podía culpar de esto a Terada, era él mismo quien había permitido que esa separación se diera, el doctor solo había aparecido en el momento menos indicado y se había enamorado, como él, de Kaoru. No le sorprendía, era difícil conocerla y no quererla.

Debía luchar por ella, de eso estaba seguro. Ella no podía haberlo olvidado así de fácil. Ella lo había seguido hasta Kyoto, lo había acompañado en múltiples encuentros, lo había esperado en esa isla en la que Enishi la tuvo retenida y siempre lo había comprendido a pesar de que en pro de esa comprensión tuvo que sufrir silenciosamente. Algo así no podía olvidarse de la noche a la mañana ni tampoco remplazarse por un nuevo amor, menos de alguien que apenas conocía, inclusive si estaba lastimada. Estaba consciente de que ella se sentía usada por él; sabía que ella era orgullosa y que él hirió ese orgullo al habérsele impuesto esa tarde, forzándola a dar algo que no estaba preparada a entregar sin antes oír que los sentimientos que él guardaba por ella no solo eran un afán de protección, respeto y gratitud. ¡Un hombre no vence a un enemigo inmensamente poderoso con solo tener en el pensamiento a una mujer por la que solo siente aprecio! Y, sobre todo, un hombre no se consume en celos, hasta el punto de desconocerse, movido por el miedo de perder a una persona a la que le está simplemente agradecido.

Era tiempo que él dijera todo eso. Y aunque ella no quisiera oírlo igualmente tendría que hacerlo pues no podía negarle el derecho a explicarse. No había otra salida, era su única oportunidad. Y quizá todo se pudiese arreglar, quizá las cosas volverían a la normalidad y él pudiese... pudiese hacer lo que antes no tuvo coraje de hacer.

Volvió hacia el dojo teniendo en la mente esta decisión. Era tiempo de revelarse tal como era él. Un hombre con miedos, frustraciones, lados débiles, emociones, impulsos que no siempre podía controlar. Un hombre que era tan capaz de equivocarse como cualquiera, un hombre que esta vez no se rendiría ante un error suyo; trataría de conseguir el perdón y luego reconstruiría lo que tenían sobre una base más estable de sinceridad y confianza, una imposible de romper por ninguna duda o intervención exterior. Mas ¿qué pasaría si ella terminaba aceptando lo que Terada le ofrecía? ¿Qué pasaría si el amor que él creía tan fuerte en realidad sí había sido desbaratado por sus impulsivas acciones? ¿Sería capaz de aceptarlo? ¿Sería egoísta nuevamente y lucharía contra los deseos de ella para imponer los suyos? ¿Quién era de él para asegurar que ella realmente lo amaba a él y no a Terada? ¿Era suficiente argumento recordarle todo aquello que ella había hecho y que demostraba su amor, uno que bien podía considerarse ya pasado? ¿Acaso los sentimientos no perdían vigencia también? ¿Acaso él mismo no había dejado de amar a Tomoe como antes, paulatinamente, después de conocer a Kaoru?

****

Matsue seguía besando a Kaoru, sus manos que antes estuvieron apoyados en sus hombros, ahora las tenía una en su espalda, mientras la otra cerca de su nuca, sosteniendo la cabeza de la joven que se recostaba en su mano. Los ojos de ambos estaban cerrados.

De pronto Kaoru colocó su manos que yacían a sus costados en el pecho de Matsue y lo alejó algo abruptamente. El contacto se rompió. Confundidos ojos color turquesa se abrieron para encontrarse con llorosos océanos azules. '¿Qué diablos hice mal?'

- Kaoru, ¿pasa algo?- preguntó viendo cómo una lágrima corrió por la mejilla derecha de Kaoru. Tuvo que vencer la repentina necesidad de besar también esa lágrima.

- Esto no puede pasar, Matsue. Lo siento pero yo...

- Kaoru, yo pensé que...

- Lo siento, Matsue, mis emociones hoy... yo nunca quise dar a entender... yo no sé si... yo no sé qué pensar ni qué sentir- dijo ella finalmente evitando su mirada.


El silencio reinó por unos segundos que se hacían infinitos para Kaoru, que sentía la mirada de Matsue posada sobre ella.


- Si es tu decisión seguir atada a un sentimiento que no es correspondido, bien, tienes el derecho a elegir, - dijo él con voz bastante grave. Su mirada no era tan diferente. Estaba muy distinto a la persona que Kaoru creía haber llegado a conocer- inclusive a elegir mal.


Se paró súbitamente y se dirigía a la puerta cuando oyó la tenue voz de Kaoru.


- Matsue, por favor, no...

- ¿No qué, Kaoru?- preguntó casi gritando, sin siquiera voltear.

- No vayas a pensar que...

- Tu respuesta está más que expuesta, Kaoru. No necesitas decirme qué es lo que debo o no pensar.

- ¡Matsue, no me puedes obligar a sentir algo que no siento! ¡No tienes derecho!- dijo ella por fin- ¡No es justo! ¡Ya estoy cansada! ¡¿Qué quieres que haga?! ¡¿Qué esperas que diga?! - ella se levantó y caminó hacia él. Lo tomó del hombro y lo volteó con fuerza. - ¡Ahora dime! ¿Crees que con el solo hecho de decir que ya no quiero sufrir se quita el sufrimiento? ¡¿Crees que reemplazándolo contigo será distinto?! ¡Pues te equivocas, jamás sería lo mismo!


Terada se quedó perplejo. Las últimas dolieron y mucho mas no dijo nada, siguió observándola. Las lágrimas corrían por el rostro de la joven, mas su mirada era también desafiante. Dolor pero a la vez determinación podía leerse en su actitud. Kaoru se arrepintió de lo que dijo cuando vio cómo el rostro grave de Terada tenía cambió a uno sombrío.

- Suminasen, Matsue, yo...

- No te quiero obligar a nada, Kaoru- interrumpió él, tragándose las ganas de retirarse del lugar- lo único que no puedo concebir es ese empeño tuyo por herirte a ti misma. - puso un dedo en la frente de Kaoru- Métete algo a la cabeza: llegará un día en que te arrepentirás de no haber escuchado lo que te estoy diciendo y ese día no habrá nadie que pueda arreglar el error. No habrá nadie a tu lado pues tú no lo permitiste por una tonta obsesión. ¿Qué esperas si nunca te das a ti misma la oportunidad de ser feliz? No eres nadie para creerte un mártir, Kaoru, pues como me dijiste antes, todos sufrimos mas también podemos surgir de los problemas, del sufrimiento ¿Entonces qué haces empeñada en algo que jamás conseguirás? También dijiste que al menos yo tenía la oportunidad de escuchar la historia que aquel doctor tiene de todo este enredo, aún hay esperanzas para que esta decepción no destruya mi vida. Pensé que tendrías un poco de más convicción en lo que dices. Me apena pensar que solo lo dijiste de dientes para afuera. La única forma en que podré creerte será si es que tú misma practicas lo que predicas.

- ¿A qué te refieres? Yo nunca he pretendido ser una mártir... yo...

- Pues tú también tienes la oportunidad de evitar que el desconsuelo corroa tu alma. Te ofrecí liberarte de esa oscuridad que hay en tu alma y lo vuelvo hacer ahora. Está en ti decidirte de una vez a enterrar aquello que pueda lastimarte y suplantarlo por sentimientos más sanos. No te pido que me ames, Kaoru, solo te pido que dejes ir esa congoja, yo te presento mi ayuda y mi cariño incondicional. - Matsue la tomó en sus brazos. Sus brazos estaban en su espalda. Sus ojos se cerraron; nunca llegaría cansarse de esta sensación.


Kaoru no dijo nada. Se quedó impertérrita. Matsue la soltó luego de unos segundos y la quedó mirando, tratando de leer el resultado que sus insensibles palabras tenían en ella.


- Kaoru, no pidas que un árbol de cerezos de me melocotones pues por más ruegos que hagas jamás podrás ir contra aquello que está dispuesto de una forma. La realidad no cambiará por más súplicas que alces al cielo. Si él no te quiere, pues simplemente no lo hará nunca. ¡Kami-sama! Has hecho tanto por él, lo suficiente como para que cualquiera se muriese de amor por ti- Kaoru lo quedó mirando como preguntando cómo es que él sabía todo eso- Sí, lo sé todo y no tienes que preguntar cómo es que lo sé, simplemente lo sé- su mano se posó en su mejilla- Eres linda, Kaoru, eres amable y buena. ¿Crees que si no fuera así no me habría enamorado de ti en tan poco tiempo? Tienes todo aquello que podría hacer feliz a cualquier hombre, mas los sentimientos no son lógicos, se dan o no se dan, y si él no te ama, Kaoru, a pesar de todo esto, entonces no hay forma de que cambie su actitud...

Kaoru le quedó mirando y al sentir cómo dolían esas palabras supo que a pesar del incidente pasado con Kenshin ella seguía enamorada de él. Por más que repitiese que lo odiaba, que ya no lo quería, era todo mentira. Matsue tenía razón, muy dentro de ella guardaba alguna esperanza estúpida que su orgullo le impedía admitir.


Mientras tanto Matsue podía percibir que Kaoru poco a poco cedía. Estaba ganándole terreno a Himura. Él nunca le comentaría a Kaoru sobre las miradas ansiosas que Himura le lanzaba, cuando estaba sola, y llenas de celos cuando ambos estaban juntos y él se quedaba viéndolos reír, jugar y conversar desde lejos. Nunca le diría que sabía bien que Himura los veía esa vez en el lago, ni tampoco le comentaría que reconoció perfectamente el ki dentro de la casa y que por eso quiso entrar con ella ya que era peligroso dejarla con Battousai en ese estado pues o bien ella terminaría rendida ante él u odiándolo. Ella no tenía que saber de la felicidad que le daba saber que el otro la había lastimado pues eso le daba la oportunidad de ser él quien la curara, el espacio necesario para que él dejara de ser solo un advenedizo y proceder a ocupar el sitio que por tanto tiempo había pertenecido a Himura. Y mucho menos sabría que él había sentido el ki de Himura acercarse antes de que él la besara y que era más que seguro que había escuchado su declaración pues luego el cambio en su ki fue radical y se había alejado.


- Yo no quiero saber nada con él, Matsue- bajó la cabeza- pero no sé cómo olvidar. Duele y mucho, pero es un dolor que no puedo quitarlo solo por el hecho de querer...

- Por eso mismo, Kaoru-chan- dijo con la voz que alguien usaría con un niño- mientras tu vida gire alrededor de ese dolor créeme que nunca lo superarás. Lo único que puedes hacer, como tú misma me diste a entender, es recoger lo que queda de ti y reconstruirte, esta vez con una base menos ilusoria. Y yo te estaré apoyando, pero no podré ayudarte si tú no te dejas ayudar.


Kaoru lo quedó mirando una vez más. No sabía qué hacer. Miles de pensamientos, recuerdos felices con Kenshin, el sabor de ese beso del otro día y el beso de hoy con Matsue, el terror, las sonrisas que él le daba tan distintas a las de Kenshin pero que no dejaban un sentimiento tan cálido como las del rurouni, aquel abrazo cuando se fue a Kyoto, el sentimiento de perdición, la mirada de Matsue, los momentos agradables que pasaron juntos, lo reconfortante que se sentía saberse amada...

Su cabeza comenzaba a dolerle. Ya sin fuerzas le preguntó casi :


- ¿Qué esperas de mí, Matsue?


Matsue se acercó un poco más a ella, invadiendo su espacio personal otra vez, y acercó sus labios cerca de su oreja, rozándolos suavemente, y luego murmuró lentamente y muy bajo, como si el dojo estuviese lleno y quisiera que ella fuera la única que oyese lo que tenía que decirle:


- Solo espero que te permitas ser feliz y sé que soy yo quien puede hacerlo. Si tan solo me dejaras, Kaoru-chan, si tan solo fuera posible que... - depositó un ligero beso en el lóbulo causando que Kaoru suspirara al instante. Con una sonrisa en el rostro, volvió a estar frente a ella, mirándola a los ojos.


Sin perder contacto visual se acercó a sus labios. Cogió su mentón como si fuera lo más preciado del mundo y lo levantó ligeramente mientras él se agachaba lentamente.


Si tan solo me dieras la oportunidad de demostrarte cuán feliz puedes llegar a ser yo podría... podría entregarte mucho más que esto.- Y la besó por segunda vez.


Kaoru no entendía qué era lo que tenía este hombre que la dejaba con tan solo unas palabras, una caricia, una mirada o una de sus encantadoras sonrisas completamente a su merced. Se sentía desfallecer, tanto así que dejaba que se acercara a ella, que la abrazara, que la besara como a nadie había permitido antes. No, no lo conocía bien. No sabía de sus defectos, ni de sus manías, pero aquí en sus brazos solo había ocasión para sentir. Emociones nuevas, liberadas de toda imposición de la razón, surgían dentro de ella. Ese deseo de corresponder al abrazo aun a sabiendas de que no lo amaba como él decía amarla. Fundirse en ese beso era tan fácil, tanto que perdía noción de la realidad. ¿Qué era esto que sentía tan de repente cuando estaba cerca de este hombre? ¿Qué podía ser tan fuerte que llegaba a dominarla y que no tenía que ver con sus sentimientos que permanecían dirigidos hacia Kenshin?


- ¡Kaoru!


Kaoru se sobresaltó. Matsue soltó sus labios y volteó maldiciendo mentalmente a quien quiera que los hubiese interrumpido. En la puerta estaba una sorprendida Megumi, que lucía cansada y con más años encima de los que realmente tenía.


- Suminasen- dijo tras recuperarse de la impresión- Terada-san estaba buscándolo, ¿podría hablar con usted un momento?


Matsue que no sabía cómo interpretar la mirada que la doctora le estaba dando en ese momento. Era grave pero ¿era porque lo había encontrado besando a Kaoru o tenía que ver con otra cosa? Quizá, se dijo, tenía que ver con ese hombre ya que luce cansada. Debe de haberlo cuidado toda la noche.


- Por supuesto. Con permiso, Kaoru-chan, digo, Kaoru.

****

Megumi llegó lo más rápido que pudo al dojo Kamiya. Su rostro tenía un gesto grave, serio, pensativo. Su cabello volaba con el la ligera brisa de la tarde mientras avanzaba a paso acelerado. No tocó antes de entrar y se introdujo a la casa mas no encontró a nadie.

A pesar que buscó por toda la casa no encontró rastro de Kaoru o Terada. Entonces recurrió a su último recurso: gritar. Solo esperaba que Matsue no hubiese dejado la casa. Fue así que procedió a llamar a Kaoru. Mas no encontró respuesta, una idea se le vino a la cabeza: el dojo, de repente estaban en el dojo. Fue corriendo hasta ahí, entró y vio algo totalmente desconcertante. Matsue abrazaba y besaba a Kaoru y por lo que ella veía la joven kendoka le correspondía vehementemente. Sin siquiera pensarlo de su boca salió su nombre en tono de reprimenda:


- ¡Kaoru!


No tuvo que gritar una vez más porque los ojos asustados de Kaoru se dejaron ver de repente. Terada volteó luego y la quedó mirando sorprendido. Por alguna razón sintió que todo estaba mal, no podía identificar qué, pero lo sentía. ¿Qué estaría haciendo Kenshin que no se daba cuenta de esto? Mas ella no era nadie para decidir en la vida de la joven y, además, tenía otras prioridades en este momento. Luego conversaría con Kaoru al respecto.


- Suminasen- dijo sin saber todavía como actuar hacia él. Lo mejor sería ser grave pues la situación del viejo doctor lo ameritaba- Terada-san estaba buscándolo, ¿podría hablar con usted un momento?


El joven doctor trató de ocultar sus pocos deseos de dejar ciertas actividades más placenteras con una sonrisa nerviosa y una respuesta en el tono más normal que pudo:


- Por supuesto. Con permiso, Kaoru-chan, digo, Kaoru.


Ya afuera del dojo Terada empezó:


- Me pregunto para qué me necesita, Megumi-san.


- Me alegro que esté aquí, es sobre el doctor Genzai, él solicita que lo vea. Oiga, sé muy bien que su situación es difícil pero no me iré de aquí sin que usted venga conmigo, él está muy mal, está muriéndose y no hay nada que yo pueda hacer- dijo rompiendo en sollozos. Kaoru que estaba en la puerta al oír esto comenzó a llorar al oír las noticias.- lo único que quiere es que usted vaya y lo escuche. No puede ser tan cruel de negarle su último deseo a un moribundo- dijo ella haciendo lo posible por contener sus emociones lo mejor posible.


Matsue la observó. Estaba erguida, su cabello azabache revoloteaba a su alrededor, su expresión era seria y digna mas las emociones parecían traicionarla. Él solo asintió, no podía hacer otra cosa. Kaoru tenía razón, no podía culpar a ese hombre de algo que ignoraba tanto como él. Aún así, la decisión no era fácil, hubiese preferido nunca hacer caso del pedido de su padre. Era irónico pues el último deseo de su padre causó todo este problema, ahora el último deseo de este viejo doctor podría terminarlo. Ojalá y no fuera solo una ilusión y se llevara una decepción aun más grande.


- Bien, iré con usted, Megumi-san.


Megumi solo asintió y se dio la vuelta dirigiéndose a la puerta. Soltó el aire que no se había dado cuenta estaba conteniendo. Sintió como si un gran peso fue liberado de su alma. Mas creyó que fue demasiado fácil, Kaoru tenía que haber hablado con él al respecto. Los celos la consumieron por un momento, ella siempre tenía que ser quien arreglara todo, se le había adelantado en una labor que ella creía ser la única indicada de llevar a cabo.


- Yo también quisiera acompañarlos, dijo Kaoru. Después de todo él es como un segundo padre para mí. - Estas palabras Megumi las entendía muy bien. Lo mismo era para ella mas los celos no la dejaban pensar correctamente. Ahora su cólera hacia Kaoru también involucraba la supuesta traición que ella había cometido a Kenshin.


Matsue iba a aceptar inmediatamente mas Megumi se adelantó.


- No- respondió de repente y rectificó su tono áspero luego agregando en una voz menos grave, aunque igualmente seria: No, Kaoru. El doctor Genzai solicitó ver solo a Terada-san. No tomes esto personal, pero esto es algo que les concierne solo a ellos. Yo misma estoy volviendo a seguir atendiendo a los demás pacientes y a cuidar a las niñas, así que no hay necesidad que vengas con nosotros ¿nos vamos Matsue-san? No hay tiempo que perder.

- Hai. Saa- dijo él asintiendo. No pudo contradecir a la doctora, algo en ella era impositivo y sus palabras eran también razonables. Ni por un momento cruzó por su cabeza la posibilidad de que Kaoru podría llegar a estar sola con Kenshin mientras él no estaba. Volteó por un momento y dijo: Kaoru, me gustaría que pensaras en lo que conversamos.


Kaoru no dijo nada mas sintió que el tono en que Megumi le había hablado y la prohibición de ir con ellos tenía que ver con lo que había presenciado hace unos momentos. Se dio asco a sí misma pues no era capaz de controlarse cuando estaba cerca de Matsue. Los vio alejarse desde la puerta del dojo, Matsue antes de salir de su propiedad le lanzó una ligera sonrisa e hizo un gesto con la mano; Megumi, por su cuenta, ni volteó a verla. Una sensación terrible se apoderó de ella. Su estómago daba vueltas; su cabeza le dolía demasiado. Todos los eventos que se vinieron dando en el transcurso de tan solo unos días cobraban la factura. El cansancio emocional empezaba a consumir la poca energía que le quedaba hasta que no le quedó nada. No supo en qué momento se todo se tornó oscuro.


****


Kenshin se acercaba al dojo todavía pensando en cómo hacer para evitar la presencia de Terada y acercarse a Kaoru para poder conversar solos al menos por un momento. En su cabeza tenía formado un plan: A la hora en que Terada tomara su baño, él se acercaría a Kaoru y le rogaría porque lo dejara hablar unos momentos con ella. Así no quisiera no podría negarse pues Terada estaba demasiado ocupado para evitar que llegasen a entablar conversación. Esa era la única oportunidad que tenía de explicarle todo.

Más decidido dobló unas de las esquinas cuando vio a mucha gente reunida en la puerta del dojo. ¿Qué podría estar pasando? Apuró el paso y llegó hasta donde la gente estaba amontonada y con terror vio a Kaoru tendida en el suelo, tiesa como si estuviese muerta.


No puede ser. Kami-sama, no puede ser


Se hizo espacio entre la gente y se arrodilló junto a ella. Vio que su pecho subía y bajaba normalmente. El alma le volvió al cuerpo.


Oh Kami, creí que, creí que...


- ¡Kaoru-dono! Kaoru-dono, despierte por favor- la llamó pero no obtuvo ninguna respuesta de la joven mujer. - Kaoru, onegai...


Vencido, la levantó en brazos y se abrió paso en el grupo de personas que veían atónitos cómo aquel hombre del que decían había sido Battousai tenía una expresión de intensa preocupación en el rostro. Cerró en la puerta en la cara de los observadores y estos se fueron haciendo comentarios suspicaces de cómo estos dos eran amantes y que ya no había vergüenza en este mundo. ¡Vivir bajo el mismo techo con tantos hombres, debe ser una mujerzuela!- dijo una mujer que muy en el fondo se moría de envidia por todo el cuidado que sabía que los amigos de la chica Kamiya tenían hacia ella. Siempre la veían acompañada por el pelirrojo, por Sanza, el niño y últimamente con un joven nuevo muy bien parecido que nadie había visto antes pero para este tiempo ya medio pueblo comentaba que él también vivía donde la Kamiya. ¡Esa mujer sí que no tenía vergüenza!-decían las malas lenguas.


****


Kenshin depositó a Kaoru en su futon y se quedó junto a ella solo observándola. ¿Qué podía haberle pasado? ¿Dónde estaba Terada que ni siquiera servía para ocuparse de ella? Si tanto le gustaba estar pegado a ella como la sanguijuela que era ¿por qué al menos no se preocupaba porque no le pasara nada? Otra vez sus celos hablaban por él. Kaoru no era una niña como Ayame o Suzume que necesitara de cuidados. Podía valerse perfectamente por sí misma pero aunque sabía esto no dejaba de preocuparse por ella. No había ni una sola alma en la casa así que era seguro que ella se hubiese sentido mal y nadie se dio cuenta. ¿Se habría ido Terada para siempre? La esperanza comenzaba a crecer hasta que vio en uno de los cordeles tendida una de las camisas raras que ese tipo usaba. Y pensar que yo me ocupé de lavarla...

Tomó una de las manos de Kaoru entre las suyas y la acarició con cariño. Sintió en la palma los callos y la aspereza que la práctica con la boken y las labores del hogar causaban. Luego la dejó de lado y procedió a soltar su cabello para que no sintiera aprisionada su cabeza. Se sentó en posición de meditación delante de su cabeza y sobre su regazo cayó su abundante y largo cabello lacio. Despacio, con mucho cuidado pasó sus dedos entre las cerdas subiendo hasta su cabeza donde empezó a hacer masajes suaves, en forma circular. Sus manos bajaron por su nuca hasta sus hombros. Durante ese breve recorrido encima del gi de entrenamiento se dio cuenta de que sus músculos estaban tensos. Dudando de si hacer o no lo que tenía en mente dirigió sus manos hasta el borde del gi. Lo abrió un poco e hizo que se abriera hasta sus hombros. Inmediatamente las vendas que usaba Kaoru en su pecho saltaron a la vista. Kaoru se movió de repente. Kenshin esperó ver sus ojos abrirse, acusándolo de algo que no tenía la más mínima intención de hacer. Al menos no por el momento... Kenshin soltó un suspiro de alivio cuando ella solo se acomodó. Sus hombros, a diferencia de su pecho y vientre, estaban completamente descubiertos. La blancura de su piel contrastaba con los pocos cabellos negros que yacían encima. Con sus yemas los removió apenas rozando la piel lozana de la joven. Dirigió sus manos hacia cada lado de su cuello y comenzó a masajear la zona. Kaoru sonrió de repente y Kenshin lo tomó como un buen signo, así que siguió haciéndolo por largo rato hasta que los músculos se soltaron. Dejó de masajearla pero no removió sus manos de donde estaban. Su piel lisa y suave se sentía tan bien al tacto que siempre que se decía que debía soltarla, que estar más tiempo del necesario al contacto con su piel no era lo correcto, se convencía a sí mismo de que unos momentos más no le harían daño a nadie. Cuando despertara sería la ocasión perfecta para conversar, solo esperaba que fuera pronto, cada minuto que pasaba hacía que la llegada de Terada se acercara más y más.

Pasaron solo pocos segundos cuando de repente sus sentidos lo alertaron que el ki de una persona no muy amigable estaba cerca, demasiado cerca del dojo. Con cuidado de no lastimar a Kaoru la dejó recostada en su futon y salió rápidamente del cuarto.

Se percató de un olor particular y molesto mientras se acercaba a la puerta de entrada. Sus ojos se tornaron fieros. Ese olor sumado a aquel ki era lo único que necesitaba para saber la identidad de la persona. Y la idea no le gustó nada.


****

Megumi decidió ir al consultorio lo más rápido posible así que llevó a Matsue por un camino más corto que evitaba pasar por todo el centro de la ciudad. Rodearon los alrededores y pasaron cerca de un templo abandonado. Ambos hicieron una reverencia y siguieron su camino. Después de cinco minutos salieron a una calle amplia, con casas todas del mismo modelo ordenadas unas junto a otras.

Matsue que todo el tiempo que llevaron caminando pensaba en lo que había sucedido entre él y Kaoru se sorprendió al sentir que alguien jalaba de su brazo. Dejó de caminar y levantó la vista del camino y no encontró a nadie a su lado. Volteó hacia atrás y se encontró con un par de ojos color azabache que lo miraban con reproche.

- ¡Oh, Megumi-san! Suminasen ¿llegamos ya?

- Parece que todos tenemos demasiado en nuestras mentes en estos días ¿no es así, Matsue-san?

- Eso parece- respondió él- eso parece.

- Sí, ya llegamos. Es aquí- dijo señalando una casa bastante grande.

- Mas el otro día...

- Esta es la parte trasera, el otro día usted conoció el consultorio que está en la parte posterior y que da hacia la calle.

- Oh...

- Sígame, Genzai-sensei debe estar esperándolo con ansias.


Matsue no respondió, solo siguió los pasos de la doctora.

****

Hajime Saito caminaba por las calles de Tokio con una expresión sombría que resultaba más amenazadora de lo acostumbrado. La gente lo veía pasar y lo rehuía en el acto, a pesar de eso él no se daba cuenta, hace tiempo que se había acostumbrado a que la gente le tuviese miedo y si bien eso había sido ciertamente reconfortante para su ego alguna vez, con el tiempo había terminado siendo algo rutinario. En resumen, ya sin gracia.

En su mente las palabras de su esposa resonaban 'Pues será mejor que se lo digas porque de cualquier modo será prevenido, si no es por ti será por mí' A veces se preguntaba a sí mismo por qué tenía que existir una persona con tanta influencia sobre él y, aún más se cuestionaba por qué, aún él sabiendo de este poder, no hacía absolutamente nada por eliminar a tal persona Si bien no era más que una mujer como cualquier otra, para él era simplemente extraordinaria. Quizá la única que lo conocía casi a cabalidad pues ni su madre jamás lo conoció bien; sabía cómo manejarse con él de acuerdo a sus estados de ánimo, que Kami-sama sabía podían ser muchos y, para ser sinceros, ninguno del todo bueno. Ella le había dicho muchas veces 'la vida de burócrata no te conviene' y él estaba de acuerdo mas nunca se consideró un burócrata hasta que se encontró sentado en su oficina llenando muchos papeles inservibles que sus superiores seguro no leerían jamás. Superiores de quienes solo acataba las órdenes que se le antojaba y por quienes no sentía el más mínimo respeto. La estabilidad era su objetivo, y si en este puesto podía mantenerla y, además, divertirse eliminando basura de vez en cuando no estaba mal. Sí, aunque él tenía una idea distinta de la forma de 'hacer' justicia, compartía a fin de cuentas el ideal de castigar- aunque en su caso, desaparecer- a los agente nocivos.

No, él no era como Battousai. Ese era un pobre tonto idealista que había tergiversado el significado del uso de la espada. Siempre con fe en el cambio de la gente, pensando que todos podían llegar a redimirse, olvidando que para hacerlo había que 'querer redimirse' y que nadie o casi nadie cambiaría así de fácil. 'Hajime, yo no lo encuentro del todo irreal, ¿a él no le ha funcionado bien, después de todo' Claro, a él le funcionaba pero no a todos les funcionaría, así que antes de darse con la 'sorpresa' de encontrar en ellos ningún sentimiento de arrepentimiento era mejor deshacerse de la basura. Lamentablemente no podía eliminar a todos, eso acabaría la gracia a su trabajo y reduciría la población de Tokio considerablemente. Mas con la libertad que el gobierno le daba era suficiente para mantener Tokio libre de la escoria más obvia.

Dio la vuelta y entró a otra calle y por fin pudo ver el dojo Kamiya.


Interesante-se dijo-por un momento olvidé que es precisamente ahí donde Battousai vive. Oh, Kamiya, Kamiya, otra que disfruta jugando el papel de héroe. Pobres idealistas.


Sacó otro cigarrillo del bolsillo del pantalón y luego una cerilla que encendió en una de las maderas de las que consistían los soportes de una de las casas cercanas; luego procedió a darle fuego a su cigarro. Escupió el que tenía en la boca y lo pisó. Inhaló un poco del tabaco y lo dejó salir por la nariz. Justo antes de entrar sintió que solo el ki de Battousai y el de la Kamiya estaba dentro. No había nadie más y eso incluí a Matsue ¿Había caminado todo este trayecto para no encontrarlo? Solo faltaba que hubiese cambiado de lugar de residencia y le sería aún más difícil encontrarlo.


Justo cuando iba a volverse sintió una alteración en el ki de Battousai. Se acerca. El ki de la muchacha demostraba que estaba débil, bastante débil, ni siquiera era el de alguien que estaba durmiendo. Interesante, se dijo con una sonrisa siniestra en los labios, muy interesante.


- Saito ¿Qué diablos quieres ahora conmigo?


No se sorprendió cuando oyó la fría voz que sabía Battousai solo usaba para sus enemigos. Sonrió aun más aquella sonrisa estremecedora y se dio la vuelta para responder al cordial saludo como solo un caballero como él, podía hacer.


- Battousai, parece que la edad te está volviendo muy susceptible y lo que es peor, egocéntrico. ¿Qué te hace creer que eres tú la única razón por la que podría aparecerme yo aquí?

- ¿A qué viniste Saito? Si es para solicitar una vez más ayuda...

- Si fuera así ambos sabemos muy bien que aceptarías- interrumpió con aire de superioridad- pero te equivocas en tus suposiciones. - Kenshin suspiró tratando de contenerse.

- ¿Qué demonios haces aquí, Saito?

- Oh Battousai ¿por qué tan molesto? No será que llegué en mala hora e interrumpí algo ¿será eso quizá? Pues si juzgamos por el ki de la tanuki...


Kenshin se dio la vuelta. No estaba de humor para escuchar los estúpidos comentarios del policía.


- Battousai, según sé Matsue Terada está viviendo aquí. - Kenshin se detuvo al oír el nombre del doctor- Por lo visto sí. Bueno, apenas venga dile que lo vine a buscar y que será mejor que me contacte cuanto antes, el asunto va más allá de una conversación entre viejos conocidos.


Tras esto Hajime Saito se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos. Después de todo el día no había sido tan malo. Siempre era vigorizante sacar de sus casillas, aunque sea mínimamente, a Battousai; claro esto no se lo comentaría a Tokio pues ¿por qué molestarla con detalles así de ínfimos?


****


Kaoru despertó después de haber estado inconsciente un buen tiempo y sintió cómo un dolor de cabeza se iba formando. Vio a su alrededor y se encontró en su cuarto y por lo que podía recordar el último lugar en el que había estado era el portón. Se había desmayado y alguien la había traído hasta su cuarto y acostado en su futon. Quizá Matsue haya vuelto ya... ¿qué hora será?

Se levantó con suma dificultad pues de repente todo empezó a dar vueltas. Apoyándose en el shoji salió del cuarto al corredor. Se dirigió hacia donde le pareció oír voces a lo lejos, tanto que no lograba distinguirlas. En cuestión de dos minutos llegó hasta la esquina que daba a la cocina y oculta tras la pared logró escuchar la voz inconfundible de Kenshin y luego el tono de voz siempre amenazante de Hajime Saito.


- ¿A qué viniste Saito? Si es para solicitar una vez más ayuda...

- Si fuera así ambos sabemos muy bien que aceptarías- interrumpió con aire de superioridad- pero te equivocas en tus suposiciones.


Se escarapeló pensando que quizá aquel hombre venía a retar al rurouni o a llevárselo a una misión del gobierno. No podía permitirlo. ¿cuándo pararía este infierno? Iba a avanzar cuando un pensamiento la detuvo. No te debería importar, es su vida, debes dejarlo vivirla como él lo desea. Si quiere irse, que se vaya. Quizá eso fuera lo racional pero el saberlo no evitaba aquella necesidad interna de evitar el sufrimiento de saber que lo perdería, quizá para siempre.


- Entonces explica qué demonios haces aquí

- Oh Battousai ¿por qué tan molesto? No será que llegué en mala hora e interrumpí algo ¿será eso quizá? Pues si juzgamos por el ki de la tanuki...


¡¿Será posible que vuelva a ser Battousai?!
Los recuerdos de su último encuentro con Battousai la asustaron ilimitadamente. Sus manos que sin cuidado la cogían con mucha fuerza, la forma en que la empujó al piso, aquella mirada que la aterrorizó, aquel beso, la cercanía de su cuerpo al suyo, sus palabras hirientes... no, no podía volver... no quería perder a Kenshin, no una vez más, a pesar de que ahora lo ignoraba y que quería mantenerlo lo más lejos de ella posible sin que se fuera de su casa.

Iba a salir pues Kenshin no contestó nada a lo que Saito le dijo, tenía que evitar un encuentro entre ellos dos, sino terminaría o perdiendo a Kenshin para siempre o estando a merced de Battousai una vez más y no sabía si podría soportarlo. Dejando de lado el dolor de cabeza que la aquejaba se irguió lo mejor que pudo e iba dirigirse hacia ellos cuando escuchó nuevamente la voz de Saito.

- Battousai, según sé Matsue Terada está viviendo aquí. - Kenshin se detuvo al oír el nombre del doctor- Por lo visto sí. Bueno, apenas venga dile que lo vine a buscar y que será mejor que me contacte cuanto antes, el asunto va más allá de una conversación entre viejos conocidos.


¿Viejos conocidos? ¿Saito conoce a Matsue? Kaoru no podía creer lo que oía. ¿Cómo era posible que el doctor conociera a semejante sujeto?

Estaba tan perpleja que no sintió a Kenshin acercarse hasta que él casi la hace caer por el choque que tuvo con ella, ya que no esperó que estuviese parada justo detrás de una de las esquinas que daban a la cocina.


- ¡Oh! ¡Suminasen Kaoru-dono! - se apresuró a disculparse justo cuando la cogía por la cintura y la atraía hacia sí para evitar que se cayera al piso y se lastimara.

Kaoru levantó el rostro y se encontró con la cara consternada de Kenshin. Por un momento ambos se quedaron así, viéndose el uno al otro a los ojos, sin moverse, disfrutando de la cercanía.

Kenshin solo la veía a los ojos perplejo, casi no creyendo que la tenía en sus brazos, tan cerca que podía sentir su aliento soplando sobre sus labios, causando una sensación extraña que era una combinación de necesidad, ansias y placer. Miles de pensamientos pasaron por su cabeza, ninguno coherente y a la vez todos pidiéndole que tomara lo que una vez fue suyo. Su mirada se posó sobre sus labios. Ambos estaban cerca del otro, tan cerca que podía sentir sus caderas casi pegadas a las suyas, la parte de superior del cuerpo de ambos estaba muy junta y ninguno hacía ningún intento por separarse. Volvió a levantar la vista y no pudo distinguir qué había en su mirada ¿sentiría ella lo mismo? ¿acaso podría estar pensando lo mismo que él?

Kaoru, por su parte, estaba siendo bombardeada por una serie de sensaciones que se mezclaban, confundiéndola, haciéndola sentir mal y bien a la vez. Se sentía culpable por disfrutar del calor que el cuerpo de Kenshin le proveía estando en esta posición mas a la vez se sentía bien, más que bien, al estar rodeada por sus brazos, al sentirse infinitamente más cerca de lo que jamás estuvo a él. Era más que un abrazo, más que cualquier muestra de afecto que jamás pudo haber recibido de nadie. Ni siquiera de Matsue. En este momento tan solo verlo a esos ojos violetas que jamás dejó de amar era suficiente para olvidar momentáneamente cualquier acontecimiento pasado. Algo le decía que debía temer a esta cercanía, tan solo unos días antes aquel hombre la había besado a la fuerza, la había lastimado como nunca imaginó que pudiera hacerlo, pero todo aquello de repente no importaba tanto, ni siquiera recordó cómo todos esos días se las pasó ignorándolo. Pero, su memoria, terca, le recordaba las palabras que Matsue le había dicho:

...la realidad no cambiará por más súplicas que alces al cielo. Si él no te quiere, pues simplemente no lo hará nunca.

Y el sentimiento de abandono la hizo sentir tristeza y desolación absoluta. El hombre que tenía al frente no podría amarla nunca, nunca... no quería aceptarlo, era demasiado para ella. Vio cómo los ojos de Kenshin se posaban en sus labios ¿querría besarla? ¿ella lo dejaría? Sus ojos volvieron a estar frente a ella, violetas, fijos solo en ella. Y de repente se dio cuenta que comenzaba a sentir lo mismo que había sentido con Matsue en la mañana, ansias, necesidad, esa sensación de querer alcanzar algo mas con a la vez tener la incertidumbre de no saber qué era eso que buscaba alcanzar.

Sus brazos se levantaron y rodeó el cuello de Kenshin.

Si él no te quiere, pues simplemente no lo hará nunca. ¡Kami-sama! Has hecho tanto por él, lo suficiente como para que cualquiera se muriese de amor por ti...

¡No era cierto! ¡No podía ser cierto! Sorda a esas crueles palabras que resonaban en su mente, volviéndola casi loca, aquellas ansias la hacían impaciente, quería llorar, quería no oír, quería... ¡maldición! Ya nada importaba para ella, ella solo quería...

- Bésame, Kenshin - susurró con lágrimas en los ojos.


Kenshin ya no sabía se ella había dicho lo que él pesaba que dijo o si se lo había imaginado al estar embriagado de su cercanía, suprimiendo la tentación de tenerla por temor a lastimarla, a separarla de él aun más. Sus brazos estaban rodeando su cuello, sus ojos estaban semi-cerrados... Acercó su rostro a ella mas sus labios se acercaron a su oreja, su voz insegura susurró su nombre:


- ¿Kaoru?

Sí, solo su nombre. Kaoru juró que podía morir en ese instante al oírlo llamarla solo 'Kaoru' tan suavemente, como si fuera el más preciado secreto de la humanidad. Su aliento que la acariciaba con cada jadeo que daba lograba estremecerla. ¡¿Qué era esto?! ¿Por qué su corazón latía tan rápido? ¿Por qué aquellas ansias eran tan grandes que creía desmayarse en cualquier momento? ¡Estaba tan desesperada! ¡Él la estaba torturando!

Ya no soportaba más. Sus manos se dirigieron hacia sus mejillas y lo acercaron rápidamente hacia su boca. No podía esperar, era necesario hacer que esta sensación parara, necesitaba que él la hiciera parar. Al contacto se estremeció más, como si fuera posible. Sus labios eran ásperos y estaban secos pero a la vez eran cálidos; sentía como si esa fricción, la forma en que sus bocas colisionaban y se raspaban entre sí fuera todo lo realmente importante para ella.

Kenshin no sabía qué hacer, disfrutaba mientras podía de la fragancia de Kaoru, inhaló una, dos, tres veces y creyó que jamás se saciaría. De repente las manos de Kaoru lo separaron de aquel lugar entre su cuello y sus hombros que había empezado a disfrutar y a adorar hace unos segundos atrás. Quiso volver pero la fuerza que Kaoru estaba usando se lo impidió, entonces rápidamente se encontró con sus labios y supo que nunca se cansaría de esa sensación, de la electricidad que parecía correr por sus venas con solo el roce de aquellos labios. Suavemente la hizo retroceder hacia la pared y la recostó con todo el cuidado que le era posible. Es tiempo de hacerla olvidar lo de la otra vez...Con esto en mente procedió a besarla gentilmente, casi con adoración. Sintió cómo sus brazos estaban sobre sus costillas, atrayéndolo más hacia ella. Sentía cómo sus dedos casi lo arañaban dejándole un dolor placentero, del que no podía saciarse por completo. Nunca jamás estuvo más feliz de hacer su voluntad. Sus brazos fueron a posarse en su cintura nuevamente y la amoldaron a su figura sin mayor problema.

Olvidó que esos mismos labios la habían besado antes, lo sintió tan nuevo, tan necesario para su existencia en ese momento que desprenderse del contacto ni siquiera pasó por su cabeza, hubiese sido un pecado. No se dio cuenta cuando los brazos de Kenshin soltaron su cintura y la cogieron de los hombros. La hizo retroceder un poco y la apoyó en una de las paredes. Uno de sus dos manos estaba apoyada al lado izquierdo de la cabeza de Kaoru y la otra la tomó del mentón e inclinó su cabeza un tanto hacia atrás.


Ambos se habían olvidado del mundo y sus problemas, el pasado no existía y el futuro les tenía sin cuidado. El presente, vivir a intensidad ese momento que si hubieran podido lo hubiesen convertido en infinito era aquello que los envolvía y los hacía provenientes de un mundo independiente que acababan de crear. Ellos finalmente 'eran' el uno con el otro, no solo existían, 'eran'.


Kenshin sintió que una gota de agua rodaba por su pecho. Saliendo del trance en el que aquel beso le había puesto se separó de ella y vio cómo caían de sus ojos semi-cerrados lágrimas. La culpa ahora se apoderaba de él sin siquiera haber averiguado primero qué era lo que sucedía. Las manos de Kaoru lo obligaban a volver a donde estaba antes mas él no la volvió a besar. Como recién dándose cuenta de lo que sucedía y estando seguro de que él era el causante de sus lágrimas él le hizo una pregunta que ella no logró oír bien pues aún seguía consumida en esa sensación de la que comenzaba a despertar lentamente.


- ¿Daijoubu?


Ella no respondió ¿Qué podía pasar? Kenshin comenzaba a desesperarse, no sabía qué hacer, ella no reaccionaba y seguía llorando. Kaoru comenzó a estar consciente poco a poco de su alrededor, abrió los ojos y...


- ¿Kaoru-dono?


...y el mundo se derrumbó de un momento a otro frente a sus ojos. No más sensaciones placenteras, no más esperanza o felicidad. Era increíble cómo un solo sufijo acompañando a su nombre podía cambiar y herir tanto.



NOTAS FINALES:

O.O!!!!! ¡¡¡¡¡Seesha no puede creer que escribió todo eso!!!!! -.-UUUU

Bueno, van a tener que comprender que yo no soy una escritora de romance per se (la reina es Hitokiri Lady! ^__^ ¡Y sé que todos están de acuerdo conmigo!) y esta escena no puede ser calificada de romántica pues yo, Shiomei, no quería que fuera romántica. ¡Sensaciones revueltas, tensión y confusión fueron lo más importante aquí! Bueno, bueno, quizá no haya sido tan impactante como quería hacerla pero al menos deben decirme cómo estuvo la última escena ok?

¡Pobre Kaoru! ¡Está confundida! ¡Creo que a estas alturas todos sabemos qué es lo que le pasa a la pobre! ^^UUU

¡¡¡OK, amigos míos, solo les queda darle un clic a 'submit review' y dejarme un comentario ya que necesito estímulo pues estoy pensando actualizar pronto ya que estoy de vacaciones!!!


Ja ne!


Shiomei


(cheerfulandsmilinggirl@hotmail.com) o (sakura_shiomei@yahoo.es) Si desean pueden contactarme a esas direcciones vía Messenger o a mi correo electrónico (a20020834@pucp.edu.pe) . ¡Estaré más que feliz de contactarme con ustedes! ^__^


-----Agradecimientos particulares-----


AH!!!!!!!! ¿Me podrían creer, queridos reviewers, que no sé qué pasó pero ya respondí a la mayoría de los reviews del capítulo pasado en el mismo capítulo? ¡eso es imposible! ¡son dos cosas: ff net está loco o soy yo la cruzada! Por lo que sé con este son 9 capítulos, es decir, en este debería estar respondiendo los reviews del capítulo 8 ¡¿no es verdad?! ¡Pues fíjense que por cosas del destino ya están respondidos en el capítulo anterior (al menos la mayoría)! ¡¡¡eso es simplemente imposible!!! T_______________T Bueno solo me queda agradecerles mucho por sus reviews! Y gracias a todos los que saben que dejaron sus reviews muy amablemente.

¡Espero que este tipo de locuras no sucedan otra vez!

MUCHAS GRACIAS TAMBIÉN A TODOS LOS QUE ESTAN LEYENDO ESTE FIC Y POR ALGUNA RAZÓN NO HAN DEJADO UN REVIEW. SI TIENEN TIEMPO, HÁGANME LLEGAR SUS COMENTARIOS, ¡¡¡LO APRECERIARÍA MUCHO!!! ¡¡¡DOMO ARIGATO DE GOZARU YO!!!

................. HASTA EL PROXIMO CAPITULO.................


"En la amistad como en el amor se es a menudo más feliz por las cosas que se ignoran que por las que se saben" Francois de la Rochefoucauld.