CAPÍTULO 1
Verde, verde... ¿Qué era verde? Un color se encargó de responder su mente. Todo era un caos en sus pensamientos. Solo podía evocar ese color lleno de vitalidad y alegría. ¿el pasto? ¿los árboles? Algo en el respondía a esas imágenes, pero sabía que no era eso lo que buscaba.
América ...su mente le proporciono otra palabra… chicago… un lugar, pero ¿Qué había ahí? ¿Quién? Se sintió aturdido por la inyección que le daban una y otra vez. Todo era un ciclo, sabia que debía ir a chicago, pero no sabía por qué.
Poco a poco comenzó a sentir los efectos del sedante desvanecerse, abrió los ojos y se encontró solo, al menos no lo dormirían de nuevo…aun. Miro a su alrededor, se encontraba en una habitación sucia y vieja con una gran ventana. Cuando sentí que tenia fuerzas suficientes se levanto y miro hacia afuera, estaba en un hospital o al menos eso suponía por la cantidad de personas de blanco que veía a través del cristal. Era confuso como su mente le proporcionaba el nombre de algunas cosas, pero no el suyo propio ni sus recuerdos.
En ese momento escucho la puerta abrirse.
-Buen día Albert…oh…-giro. Frente a el estaba una mujer de cabello rubio y rebelde. Vestía de blanco y cargaba con frutas y medicinas, pero lo que más llamo su atención eran sus ojos, eran color verde, el mismo color con el que tanto soñaba.
- ¿Quién es usted? -pudo notar un gesto de dolor cruzar su rostro y se lamentó por no poder reconocerla. La joven salió de su sorpresa y le pidió descansara- ¿Dónde estoy?
-En un hospital de chicago.
-Quiere decir que me mandaron…América…chicago…-lo repitió una y otra vez esforzándose por recordar. Su cabeza comenzó a dar vueltas. La joven lo ayudo a recostarse mientras lo llamaba nuevamente de aquel modo- ¿Quién es Albert? ¿Por qué sigue llamándome así? -insistir, quizás aquel joven pudiera decirle a quien era el, su esperanza se desvaneció cuando ella se disculpo y comento que el nombre era de su hermano al que él se parecía-entonces… ¿cuál es mi nombre? -sostuvo su cabeza y nuevamente la enfermera lo tranquilizo. Había algo en ella que hasta ahora nadie mas tenia que lo hacia tranquilizarse y sentirse seguro- ¿Cuál es su nombre señorita?
-Me llamo Candy-sonrió.
-Candy…-una sensación cálida se apoderó de el al decir su nombre.
-Y él es Marioneta.
- ¿títere? -miro a la pequeña mofeta quien lamio su mano, sonrió. Desde que había perdido la memoria no se sintió tan reconfortado. Quizá con el tiempo podría recordar quién era él.
Pero conforme pasaban los días se sentía mas frustrado y molesto, incluso llego a ser brusco con Candy, cosa que lamento de inmediato; ella era tan buena y atenta con él, lo trajeron como nadie lo había echo hasta ahora y la mofeta también le hacia compañía, sin ellos no sabría como estarían en ese momento.
Cuando ella dejo de ir por un par de días, lo supo.
