Capitulo 2: Una mazmorra peculiar.
Cuando el soldado obligó a Hareth a detenerse frente a la gran puerta
del castillo, ella sintió un escalofrío. Había oído
cosas horribles de las mazmorras, y de esos reyes crueles que encerraban a los
prisioneros hasta que se morían de hambre¿sería eso
lo que le harían a ella? ¿Cómo sería el príncipe
de Ithilien? Quizás un hombre grande y fuerte, pues según le había
contado Angol, era un gran guerrero, capaz de estrangular a un orco solo con
sus manosesperaba que no quisiera estrangularla a ella.
Cuando las puertas se abrieron de par en par, apareció ante ellos un
largo pasillo de grandes ventanas. Hareth tragó saliva, cada vez estaba
más cerca.
- Seguidme- dijo la dama.
Caminaron en silencio hasta que se detuvieron frente a unas puertas oscuras
decoradas en plata. Allí, un soldado de unos cuarenta y tantos años,
montaba guardia con aire aburrido, seguramente porque allí nunca ocurría
nada.
- Beregond- lo llamó Eowyn con suavidad.
El soldado irguió la espalda y sonrió a la dama.
- ¿Sí, mi señora?
- Te importaría escoltar a esta jovencita hasta el torreón.
- Por supuesto. -respondió con una leve reverencia mientras echaba miradas
curiosas a la niña.
- Iré a hablar con Faramir- dijo Eowyn - Id a descansar Dagnir, yo me
ocuparé de todo.
El soldado hizo una inclinación de cabeza y se retiró por el
pasillo no sin antes sonreír con malicia a una aterrada Hareth.
La dama desapareció tras la puerta oscura al tiempo que Beregond empujaba
con suavidad a la niña para que caminara.
Hareth procuraba caminar despacio, con pasos cortos y silenciosos, mientras
observaba al hombre que la escoltaba. Tenía los ojos y el cabello oscuro,
parecía pensar en otra cosa pero su mano no se despegaba un segundo del
hombro de la niña, seguramente para evitar que echara a correr. Observó
con curiosidad la insignia en forma de luna creciente que pendía de su
pecho. ¿Qué significaría?
- ¿Te gusta?- le preguntó el soldado.
Hareth levantó la vista y lo vio sonreír.
- Es el distintivo de la Compañía Blanca de Ithilien, del cual
soy capitán.- le explicó.
Ella se puso aún más pálida de lo que ya estaba y Beregond
la observó con rostro preocupado.
- ¿Te sientes bien?
Hareth asintió con la cabeza pero no pronunció una palabra. Ahora
estaba segura de que no tenía salida, Eowyn la había dejado al
cargo del capitán de la guardia, cualquier mínima posibilidad
de escaparse de allí se había esfumado en aquel instante.
Al llegar a las escaleras que ascendían al torreón, comprendió
que aquello se iba a convertir en su particular mazmorra. Solo había
dos formas de entrar y salir de la torre, por las escaleras o volando por la
ventana, y definitivamente, descartaba la ventana.
Subieron en silencio hasta que alcanzaron una puerta de roble macizo que se
abrió con un chirrido y que a ella le recordó a la vieja casa
abandona en la que solía dormir.
Aunque para su sorpresa, el interior no se parecía en nada a su antiguo
lugar de descanso.
Era una habitación espaciosa con amplias ventanas apuntadas que llenaban
de luz el interior. Una gran alfombra roja cubría el suelo de fría
piedra, y sobre ella descansaban una cama con dosel, un pequeño armario
y un tocador con espejo tras un biombo.
- Esto no es una mazmorra- exclamó Hareth aún con asombro.
- ¿Una mazmorra?- repitió Beregond con extrañeza.- ¿Por
qué tendría que serlo?
Ella no respondió y se quedó contemplando cada detalle de la
habitación. Era bastante bonita y desde luego mucho mejor a lo que ella
había tenido hasta ahora.
- Imagino que estarás aquí hasta que la dama Eowyn te encuentre
otro lugar.- comentó el capitán de la guardia. - Quédate
aquí y no hagas mucho ruido. Estaré abajo junto a las escaleras.
Hareth se dejó caer sobre la cama con un suspiro. Claro, era demasiado
bonito para ser verdad, la habían metido allí porque seguramente
tenían las mazmorras llenas de ladrones y no había sitio para
ella. En cuanto les quedara un poco de espacio libre, irían a buscarla
y la encerrarían.
- No puedo escapar- murmuró- el soldado ese está abajo.
Cerró los ojos al tiempo que su estómago empezaba a gruñir.
Al menos intentaría dormir, ya que tenía una cama tan cómoda
era mejor aprovecharla.
Soñó con un jardín, era un jardín soleado donde
crecían flores brillantes y de todos los colores, corría un arroyo
alegre y serpenteante, que llevaba el aroma de las flores
- Despierta
Al abrir los ojos se topó con una cara sonriente, una cara que en verdad
no se alegró demasiado de ver. Era la dama Eowyn.
- Ya veo que te ha gustado la cama.- sonrió ella.
Hareth se incorporó hasta quedar sentada, hizo un mohín pero
no respondió.
- Aún no me has dicho cómo te llamas, pequeña.
- Hareth- respondió.
- Bien, Hareth- sonrió Eowyn- imagino que tendrás hambre.
La niña levantó una ceja con curiosidad.
- Pues sí.- respondió.
- Pediré que te traigan algo, aunque te aconsejo que te laves un poco.
- ¿Para qué?- replicó Hareth.
- Porque no es muy correcto comer con la cara llena de polvo- rió Eowyn.
- Eso es una tontería, cuando uno está en una mazmorra no importa
si estás limpio o sucio- replicó la niña.
- ¿Una mazmorra?- repitió la dama con curiosidad- Esto no es
una mazmorra.
- Ya lo sé, pero si me va a enviar a una pues ni me molesto en lavarme.
Si alguna reacción hubiera esperado, definitivamente no habría
sido aquella. Eowyn empezó a reírse y Hareth habría jurado
que se le saltaban las lágrimas de la risa.
La dama se sentó en el borde de la cama y sonrió divertida.
- No voy a meterte en una mazmorra.
- ¿No?- dijo la niña con incredulidad.
- No - confirmó.
- ¿No me va a encerrar en una celda ni nada de eso?
- No.
El rostro de Hareth se iluminó de felicidad.
- Entonces ¿puedo irme?
- Puesme temo que no.
- ¿Por qué no?- preguntó la niña, confusa.
Eowyn sonrió.
- He hablado con Faramir
- ¿El señor de Ithilien?- le interrumpió Hareth.
- Sí, el señor de Ithilien.- afirmó- Y está de
acuerdo conmigo en que no puedes seguir viviendo como hasta ahora.
- Pero no irá a mandarme a ese hogar para huérfanos ¿verdad?-
dijo la niña con las lágrimas a punto de saltársele- ¡No
puede! ¡Por favor, no lo haga! Se lo ruego, haré lo que quiera
pero no me envíe a Minas Tirith.
La dama sonrió y le pasó una mano por el cabello revuelto.
- No voy a enviarte a Minas Tirith.
Hareth suspiró aliviada.
- Te quedarás con nosotros.- le dijo finalmente.
- ¡¿Qué?! - gritó la niña.
- Tú misma dijiste que si fueras como yo no tendrías problemas,
pues espero que así sea.- le sonrió- te quedarás aquí
y se te dará una educación completa y te convertirás en
una joven noble.
Hareth titubeó algunas palabras pero su cerebro no acababa de asimilar
lo que la dama le estaba diciendo. ¿Ella? ¿Parte de la corte de
Ithilien? La sola idea le hacía sentir un nudo en el estomago.
- ¿Te parece una buena idea?- le dijo Eowyn.
Levantó la vista para fijarla en los ojos grises de la dama.
- ¿Puedo desmayarme y responderle más tarde?
Eowyn soltó una risa divertida.
- Creo que lo que necesitas es un buen baño y algo de comer. Una doncella
vendrá enseguida a ayudarte, aunque tardaremos un poco en conseguir ropa
a tu medida.
Hareth se quedó muda ¿Qué palabra coherente podría
decir en semejante momento?
La dama de Ithilien sonrió de nuevo y se levantó, pero antes
de cruzar la puerta, la niña se levantó de un brinco de la cama
y la llamó.
- ¡Dama Eowyn!
Ella se giró con curiosidad. - ¿Si?
- Gracias. - dijo Hareth con timidez.
- No hay de qué.
Y con una sonrisa, desapareció tras la puerta.
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- ¡Ah, no! ¡eso si que no!
La doncella suspiró exasperada.
- Señorita, es lo único que hemos conseguido, sé que no
es una prenda hermosa pero muy pronto tendremos vestidos para usted más
hermosos que éste.
Hareth negó con la cabeza, mientras continuaba con los brazos cruzados,
completamente mojada, envuelta en una tela de lino.
- No, no, no, creo que no me entiendes. El problema no es que sea un vestido
feo, sino que ES un vestido.
- No comprendo, señorita.
- La ultima vez que me puse un vestido tenía seis años, y la
verdad, recuerdo a la perfección que era muy incómodo.
- ¿Ha vestido siempre con ropa de hombre?- dijo con asombro la doncella.
- Pues sí ¿qué pasa?
- Eso es indecoroso, señorita- respondió con semblante serio.
- Si te haces pasar por hombre no- dijo Hareth encogiéndose de hombros.
La mujer miró a la niña como si le acabara de confesar un crimen,
y se acercó a ella para secarle y peinarle el cabello.
- Pero no puede vestir como un hombre, el señor Faramir se disgustaría.
- ¿Y qué tiene que ver el señor de Ithilien con mi vestido?-
inquirió la niña.
La doncella suspiró nuevamente pero no contestó.
- ¡Ay!¡ay! me vas a dejar calva- replicó Hareth ante los
tirones que la mujer le daba al peinarla.
- Señorita, parece que se hubiera metido un gato rabioso en la cabeza.
Hareth puso una mueca, y continuó soltando exclamaciones de dolor. A
los pocos minutos, alguien llamó a la puerta.
- Adelante- dijo la doncella.
El capitán de la guardia asomó la cabeza.
- ¡Ah! Emerwen, no sabía que estuvieras aquí. Escuché
algunos gritos y vine a ver lo que ocurría.
- No pasa nada- sonrió la doncella- solo es que a la señorita
Hareth no le gusta mucho que la peinen.
- Estoy aquí delante ¿recordáis?- dijo Hareth frunciendo
el ceño- y no muy presentable todo sea dicho.
Beregond miró a la niña que estaba sentada sobre la cama, con
la mitad del cabello revuelto, y envuelta en la tela blanca de lino.
- Lo siento mucho- se disculpó el capitán- ya me marcho.
Hareth siguió refunfuñando hasta que la doncella la convenció
y en cierta medida la obligó, a ponerse el vestido que le había
llevado. Finalmente cuando salió de la habitación, vestida por
primera vez en cuatro años como una señorita, se sintió
ridícula.
- Estás preciosa- afirmó Eowyn al verla.
- Parezco una gallina con un lazo.- masculló Hareth cruzándose
de brazos.
La dama rió entre dientes pero no dijo nada. La llevó por el
mismo pasillo por el que había llegado, y juntas entraron en un gran
salón en cuyo centro tenía una mesa oscura. Estaba lleno de tapices
de colores y tenía grandes ventanas que lo iluminaban, la niña
abría la boca constantemente, queriendo preguntar muchas cosas, pero
nunca decía nada pues no quería que la tomaran por tonta.
Hareth se quedó de piedra al advertir que no estaban solas en el salón.
Junto a una de las ventanas, y admirando el cielo, había un hombre de
cabellos castaños, vestido elegantemente de gris y azul. Se giró
con una sonrisa al advertir su presencia y se acercó a ellas a grandes
pasos.
- Faramir- dijo Eowyn- quiero presentarte a Hareth, nuestra pequeña
invitada.
El hombre se inclinó hacia la niña.- Un placer conoceros.
- Hareth, te presento a Faramir, señor de Ithilien- continuó
la dama.
Ella lo observaba con curiosidad, y omitiendo cualquier cortesía tocó
el brazo de Faramir, al tiempo que arrugaba la nariz.
- ¿De verdad puede estrangular a un orco con sus manos? No parece muy
fuerte.- dijo Hareth.
El señor de Ithilien miró un instante a la niña y tras
esto, estalló en carcajadas.
- ¿Estrangular a un orco con mis manos? ¿De dónde has
sacado semejante idea?- rió él.
- Es lo que dice la gente- replicó Hareth- mi amigo Angol decía
que ganamos la guerra gracias a que usted podía matar a los enemigos
solo con sus manos.
Faramir sonrió.- Ojalá eso hubiera sido cierto, nos habríamos
ahorrado muchos pesares.
Eowyn sonrió y apoyó una mano en el brazo de su esposo.
- ¿Dónde está Elboron? Me gustaría que conociera
a Hareth.
- Imagino que estará en la palestra- dijo Faramir con una mueca divertida-
intentando que alguno de los soldados le rete a un verdadero duelo.
La dama negó con la cabeza.- Es incorregible, acabará por hacerse
daño.
- Los muchachos lo vigilan, no le pasará nada.
Hareth los observaba sin comprender del todo, aunque tampoco quería
inmiscuirse en la conversación.
Eowyn se volvió hacia ella y le sonrió.
- Elboron es nuestro hijo, tiene dos años más que tú.
Estoy segura de que os llevareis muy bien.
La muchacha asintió, pero no hizo ningún comentario al respecto.
- Bien, debo volver a batallar con el papeleo que requiere de mi firma- sonrió
Faramir.
- Llevaré a Hareth a la palestra, nos veremos en la cena.- dijo Eowyn.
- Esperaré impaciente la compañía de vuestra luminosa
belleza, mi señora.- dijo él haciendo una inclinación de
cabeza y saliendo del salón a grandes pasos.
Hareth miró a la dama con curiosidad, al ver que ésta se sonrojaba
ligeramente.
- Nunca se cansa de decirme cosas hermosas.- sonrió Eowyn- Vamos, pequeña
Hareth.
La tomó de la mano y se encaminó hacia el exterior, con la aun
confundida muchacha a su lado.
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Bueno, aqui está por fin el segundo capi, y aunque lo que ha pasado se veía venir ( o eso creo) espero que les haya gustado ^^ (aunque me he guardao unas sorpresillas para el prox. capi jejeje)
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Muchas gracias por los reviews!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! de verdad que me animais mucho!!!
