Limitada por la muralla de piedra gris, y junto al pozo que abastecía
el castillo, se encontraba la palestra, un lugar donde los soldados y algunos
nobles de la ciudad hacían sus prácticas en el arte de la lucha.
Desde lo alto de la escalinata, Hareth contempló con curiosidad a los
jóvenes que blandían sus espadas y las hacían girar de
un lado a otro, a los jinetes que practicaban puntería con sus lanzas,
y a los hombres que enseñaban a varios muchachos cómo coger un
arma correctamente.
- Sígueme- dijo Eowyn al tiempo que descendía rápidamente
por las escaleras.
Hareth la siguió de cerca, no quería perderse en aquel lugar
donde por descuido podían cortarle la cabeza.
Muchos de los soldados con los que se cruzaron interrumpieron sus ejercicios
para saludar cortésmente a la dama de Ithilien, Hareth se preguntaba
como era posible que Eowyn conociera el nombre de todos aquellos con los que
se cruzaban.
Finalmente se detuvieron ante la armería, frente a la cual un hombre
joven detenía con soltura los golpes de espada que le propinaba un muchacho
de apenas la mitad de su altura.
- Elboron- dijo la dama en voz alta.
El muchacho interrumpió el golpe que iba a lanzar a su contrincante,
para mirarla.
- ¿Madre?- dijo con curiosidad en su voz.
- ¿Interrumpo?- preguntó Eowyn con una sonrisa.
- No interrumpís, mi señora- respondió el hombre haciendo
una reverencia- Estaba a punto de decirle a vuestro hijo que ya es hora de tomarnos
un descanso. Continuaremos con el entrenamiento más tarde ¿de
acuerdo, Elboron?
El muchacho asintió y dejó de lado la espada corta que había
estado empuñando.
- ¿Ocurre algo?- preguntó Elboron, mirando de reojo a Hareth,
que se encontraba junto a su madre.
Eowyn sonrió y tomando la mano de la niña, le hizo dar un paso
adelante.
- Quería presentarte a Hareth, vivirá con nosotros en el castillo
a partir de ahora. Pequeña Hareth, este es mi hijo Elboron, espero que
os llevéis bien, pronto seréis casi como hermanos.
Los dos se estudiaron durante unos segundos. La niña advirtió
en él los ojos grises heredados de su madre y el cabello castaño
de su padre, era muy delgado y no demasiado alto, tenía la tez clara
y llena de pecas, y fruncía ligeramente el ceño provocándole
un gesto un tanto peculiar.
- Encantado- dijo él haciendo una inclinación de cabeza.
- Es un placer- respondió Hareth con cortesía.
Eowyn sonrió complacida.
- Por qué no os conocéis mejor, yo debo hablar con Beregond un
momento, regresaré enseguida.
La dama desapareció en un instante tras las vallas donde permanecían
atados los corceles. Los niños se quedaron en silencio durante algunos
minutos, mirándose.
- ¿De donde eres?- preguntó Elboron con un tono que distaba mucho
de ser cordial.
- Nací en Minas Tirith- replicó Hareth cruzándose de brazos.
- Ahora lo entiendo- masculló él.
- ¿Qué entiendes?
- Seguro que estás aquí porque alguno de esos tontos de la capital
quería deshacerse de ti, y mi madre como es tan buena, se dejó
convencer para hacerte de niñera.- respondió él, haciendo
un gesto con la mano.
- Eres un principito muy estúpido ¿lo sabías?- dijo ella
poniéndole una mueca. - Nadie ha convencido a tu madre para que me haga
de niñera.
- ¿Y entonces que haces aquí, enana?- replicó Elboron.
- ¿Enana yo? Mira quien fue a hablarsi apenas levantas un palmo
del suelo.
- Soy más alto que tú, boba, y además las chicas no deberían
hablar de forma tan grosera.
- Y tu que sabrás, yo hablo como me da la gana.
- No sé como a mi madre se le ha ocurrido acogerte aquí, pero
te diré una cosa- dijo él lanzándole una mirada asesina-
este castillo es de mis padres y mío, así que no intentes nada
o te arrepentirás.
- ¡Mira como tiemblo!- exclamó Hareth con sarcasmo, sacándole
la lengua.
Elboron arrugó el entrecejo con enfado.
- Eres una pequeña estúp
- Bien, ¿ya os habéis conocido mejor?
La voz de Eowyn los sobresaltó a los dos, habían estado demasiado
inmersos en su pelea como para darse cuenta que la dama había vuelto.
- Símejor- masculló Elboron.
- Estupendo- sonrió Eowyn, sin percatarse de que ambos se lanzaban miradas
asesinas.- Me llevaré a Hareth, aún tiene que familiarizarse con
el castillo e imagino que querrás continuar con tus clases. Nos veremos
en la cena.
La dama se despidió de su hijo, y junto con la niña se dirigió
al interior del castillo, mas antes de entrar, Hareth, nada acostumbrada a llevar
vestido, tropezó con la falda cayendo sobre los escalones.
- ¿Te has hecho daño?- dijo Eowyn, ayudándola a levantar.
- No, estoy bien- respondió la niña con una mueca, pues aunque
no tenía ninguna herida, su orgullo estaba muy afectado.
No tardó en escuchar las risas de Elboron a lo lejos, que había
presenciado el accidente. Hareth se mordió el labio, no le iba a permitir
que se burlara de ella, nadie se reía ella. Nunca.
****
Cuando Hareth estuvo de regreso a su habitación del torreón,
se dejó caer sobre la cama. Estaba exhausta, jamás habría
imaginado que recorrer cada recoveco de aquel lugar resultara tan agotador.
Eowyn le había mostrado todos los pasillos, escaleras y habitaciones
del castillo, y le había contado muchas cosas sobre la ciudadela, sobre
ella y sobre el señor de Ithilien. Aunque a la niña le costara
admitirlo, cada vez la dama le gustaba más.
Se levantó para mirarse en el espejo.
- Si ni siquiera parezco yo- dijo en voz alta a su reflejo.
Aún no se acostumbraba a verse con un vestido, la cara limpia y el cabello
suelto y bien cepillado.
De pronto, alguien llamó a la puerta, interrumpiendo sus pensamientos
acerca de su aspecto.
- Adelante.
Emerwen, la doncella que la había atendido aquella mañana, asomó
la cabeza con una amplia sonrisa.
- Señorita Hareth, venga conmigo por favor.
Ella se encogió de hombros y salió de la habitación, siguiendo
a la mujer escaleras abajo.
- La dama Eowyn me ha pedido que la ayudara a trasladarse de habitación-
dijo la doncella según caminaban.
- ¿Tendré una habitación nueva?- preguntó la niña
sin creerlo.
- Pues claro que si, señorita- respondió Emerwen- el torreón
está bien para unos días, pero las noches en él son frías
y el viento ulula tan fuerte entre las piedras que es casi imposible dormir.
Hareth estaba segura de que no le habría importado demasiado haberse
quedado en el torreón, al fin y al cabo, había estado en sitios
peores.
La mujer la guió por un largo pasillo hasta alcanzar una puerta labrada,
que al abrir le mostró a la niña la más increíble
de las habitaciones que hubiera visto en su vida.
Era amplia y luminosa, con ventanales de decoración florida, y con una
gran alfombra de múltiples colores que ocultaba los suelos de teselas
perfectamente alineadas. Los muebles eran de madera oscura, al igual que la
cama con dosel de la que pendían brillantes telas blancas.
Hareth abrió y cerró la boca varias veces, pues no le salían
las palabras.
- Esta será su habitación- sonrió Emerwen.
- ¡Si parece la habitación de una reina!- exclamó la niña
con asombro.
La doncella se echó a reír.
- Solo es una habitación para invitados, y por lo que veo, se sentirá
muy a gusto en ella a pesar de ser poco lujosa.
Hareth entró corriendo en la habitación y se puso a dar vueltas
por ella. Jamás habría imaginado que llegaría a tener una
habitación como aquella, era como un sueño.
- La dama Eowyn me pidió que os ayudara a vestiros para la cena, os
ha traído un vestido muy hermoso, estaréis preciosa esta noche,
señorita Hareth.- dijo Emerwen mostrándole un sencillo vestido
de color azafrán.
- ¡Ya sabía yo que esto tenía que tener alguna pega!- dijo
la niña sentándose sobre la enorme cama, y arrugando la nariz
con disgusto.
La doncella suspiró, pues de nuevo tuvo que vérselas con un pequeño
torbellino al que no le hacía ninguna gracia que la acicalaran como si
fueran a exhibirla en la plaza de la ciudad.
Finalmente, Hareth llegó al salón, escoltada por Emerwen, con
su vestido nuevo y el cabello trenzado con cintas de colores.
La dama Eowyn sonrió complacida al verla llegar, y tomándola
de la mano la condujo a la mesa donde en aquel momento gran cantidad de hombres
charlaban animadamente frente a las fuentes de plata repletas de comida. En
la cabecera de la mesa se encontraba Faramir, con su hijo, Elboron, sentado
a su izquierda.
Eowyn se acomodó a la derecha de su marido y Hareth se sentó entre
ella y un hombre corpulento de cabello rubio.
Pronto se sumieron todos en conversaciones acerca de las noticias que llegaban
del norte, excepto Hareth que permanecía concentrada en el pedazo de
pollo que tenía delante y que devoraba con una sonrisa de satisfacción.
El hombre sentado a su derecha, cuyo nombre era Eothain, la observaba divertido
mientras hablaba de las nuevas traídas de Rohan.
La niña habría disfrutado plenamente de la comida si no hubiera
sido porque algo interrumpió su cena. Un pedazo de pan aterrizó
en su copa. Hareth levantó la vista hacia el muchacho que tenía
enfrente, quien volvió a lanzarle un pedazo de pan, esta vez a la cabeza.
Elboron le dirigía una mirada asesina, a lo que ella respondió
con una mueca y una patada en la espinilla por debajo de la mesa.
El muchacho tuvo que aguantarse para no gritar, pero se puso rojo, tanto, que
su padre lo miró preocupado.
- ¿Estás bien, Elboron?
- Síestoy bien- respondió él, apretando los dientes
de rabia.
El muchacho se volvió de nuevo hacia Hareth y en voz baja, pero de forma
perfectamente entendible, le dijo que era una pequeña bruja. Ella le
sacó la lengua como respuesta.
El resto de comensales no parecía darse cuenta de la pelea que mantenían
los dos niños, aunque estos llegaran a lanzarse comida el uno al otro.
Cuando Faramir se levantó y anunció que la cena había concluido
y que era hora de ir a descansar, Hareth lo miró agradecida, cuanto antes
pudiera quitarse de delante a Elboron, mucho mejor.
Al llegar a su habitación, Hareth se desplomó en la cama. Estaba
agotada y no era para menos, pues en un solo día su vida acababa de cambiar
de forma asombrosa.
Se quitó el vestido y lo cambió por un camisón de lino
que le quedaba grande, para meterse entre las suaves sábanas y los mullidos
almohadones. Sonrió con la mirada clavada en el dosel de la cama.
- Al fin mi suerte ha cambiado- dijo en voz alta - Todo es perfectobueno,
casi perfecto.
La imagen de Elboron le había acudido a la mente provocándole
una mueca de disgusto. Se preguntó como era posible que alguien tan idiota
tuviera unos padres tan estupendos.
Suspiró y frotó la cara contra la almohada.
- Bueno, las desgracias se cuelan en todas partes.
Y tras un bostezo, se quedó dormida.
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Ya sé que me quedó un poco corto, pero es que ultimamente no tengo mucho tiempo y hacer capis largos cuesta mucho
Y ahora me haré a mi misma un poco de propaganda, para que vean lo egocentrica que puedo llegar a ser XDDDDD por que ¡hoy estoy de aniversario! imagino que se preguntarán que tipo de aniversario, pues verán, me he dado cuenta, que tal dia como hoy, hace un año, terminé mi primer fic publicado aqui, ¡que rápido pasa el tiempo! pero bueno, ahora que me felicitado a mi misma, ya puedo continuar ^^
¡¡¡muchas gracias por los reviews!!! espero que les haya gustado este capi, y ya saben que acepto sugerencias y criticas ^^ ¡y gracias otra vez!
