Capitulo 4: Vivir en el castillo.


Cuando las primeras luces del amanecer se colaron entre las cortinas, Hareth se vio obligada a levantarse ante una insistente doncella que no paraba de llamarla.
Apenas había puesto los pies en el suelo, una mujer de cara redonda y sonriente, entró en la habitación acompañada de Emerwen, y tras saludarla con entusiasmo, se puso a tomarle medidas a la niña, que aún adormilada, intentaba asimilar lo que pasaba.

La mujer, una costurera de gran renombre en la ciudad, según le dijo más tarde Emerwen, garabateó algunos datos en una hoja de papel y al finalizar, se despidió rápidamente y desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

Hareth la envidió por tener tanta energía desde tan temprano.

- Vamos señorita- dijo la doncella que se había quedado con ella en la habitación- Hay que apresurarse, no querrá llegar tarde a su primera clase ¿verdad?

La niña no tuvo tiempo para preguntar a lo que se refería, pues Emerwen la obligó a lavarse y vestirse en un tiempo record, para más tarde, llevarla a la cocina donde tras tomar un poco de leche y pan, salieron disparadas nuevamente hacia una pequeña sala del castillo.

Al entrar, Hareth parpadeó varias veces, llena de curiosidad. Allí, en pie, se encontraba un hombre vestido de azul y blanco, tenía el cabello oscuro al igual que sus ojos, los rasgos finos y la tez clara. A su lado se encontraba Elboron, sentado en una mesa, con la cabeza sumida en un pergamino, ignorando completamente a la recién llegada.

- ¡Ah! - exclamó el hombre al verla llegar- tu debes ser Hareth ¿verdad?

Ella asintió en silencio.

- Acércate, jovencita- dijo él en tono afable- permíteme presentarme, soy Veantur y seré tu nuevo maestro.

- ¿Maestro?- repitió Hareth.

- Exacto- sonrió él- ven, siéntate aquí.

La niña se acomodó en el banco de madera junto a la mesa que el hombre le indicaba.

- Bueno, a ver por donde podemos empezarqué tal algo de historia ¿eh? ¿has leído algo sobre las primeras historias de los hombres?- preguntó.

- Eeeeeno.- respondió ella.

- ¿Sobre la historia de Gondor y Rohan?

- No.

- Dime Hareth, ¿qué es lo ultimo que has leído?

La niña hizo un gesto pensativo.

- El Cuento de Lossiel - respondió finalmente.

- Síeso es algo- dijo Veantur sin saber muy bien que responder.

Elboron empezó a reír entre dientes, la leyenda de Lossiel era un cuento infantil que solía contarse a los niños más pequeños, y que nadie leía después de los seis o siete años.

- ¿Y que tal se te da escribir?- preguntó el hombre.

- Pues- Hareth dudó, no había cogido una pluma desde hacía años.

Veantur suspiró ligeramente.- Parece que tendremos que empezar desde el principio.

Ella se encogió de hombros, nunca le había prestado demasiada atención a la lectura y a la escritura, no era algo esencial en su vida.

La mañana transcurrió rápidamente mientras el nuevo maestro de Hareth le enseñaba a escribir correctamente y leer sin titubear. Aunque le estaba costando más de lo que hubiera imaginado, pues prácticamente se había olvidado de todo.

Cuando salió de la pequeña sala, Veantur le aseguró que no debía preocuparse, que era una doncella inteligente y que aprendía deprisa. Ella sonrió, agradecida por el elogio, y se encaminó hacia la cocina a por algo de comer.

- Eres más tonta de lo que había creído.

La voz de Elboron la hizo detenerse en seco.

- ¿El cuento de Lossiel? Solo los niños leen eso.

Hareth le dirigió una mirada fulminante.

- Haz un favor al mundo y piérdete.- replicó ella, dándole la espalda y saliendo con paso apretado por el pasillo.

- Idiota- masculló Elboron, girándose y echando a andar por el lado contrario.

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Guardó silencio, aguzando el oído. Parecía que no había nadie por los alrededores. Hareth suspiró con alivio y abrió la puerta.

Demasiado tarde se dio cuenta de que en el interior de la habitación había alguien más, no pudo reaccionar cuando un cubo lleno de agua y heno se volcó sobre su cabeza. Abrió la boca cuando el agua fría la empapó de arriba abajo, mas no gritó, la sorpresa se reflejaba en su cara.

La risa de Elboron rebotó por todo el castillo, el muchacho se apretaba el estómago intentando calmar sus carcajadas mientras Hareth le dirigía una mirada asesina tras los cabellos mojados.

- ¡Has caído, has caído!- reía Elboron señalándola.

- Esta me la vas a pagar- replicó la niña roja de furia, dando media vuelta y saliendo de la habitación.

En realidad aquella broma era la venganza del muchacho y ella lo sabía, ya que el día anterior Hareth le había metido un sapo en los pantalones haciendo que se pusiera a correr de un lado a otro como un loco al no poder sacárselo.

Desde que se habían conocido no habían dejado de hacerse jugarretas prácticamente a diario, siempre intentando que el resto de los habitantes del castillo no se percatara de lo que tramaban el uno contra el otro.

La planificación que dedicaban a cada broma era recompensada, pues ambos caían siempre en ellas, y nadie más se daba cuenta de ello. Tanto Eowyn como Faramir creían que los muchachos se llevaban bien, solo que eran un poco tímidos y que por ello apenas se hablaban cuando estaban juntos.

Aquella explicación habría sido perfectamente normal si no fuera porque había transcurrido casi un año desde que Hareth había llegado al castillo. Pero nadie les prestaba demasiada atención, la vida de la corte de Ithilien era muy activa, y les daba toda la libertad que pudieran desear. Quizás demasiada.

- Se va a acordar de midejaré caer estiércol sobre su cabezano, mejor le llenaré de miel los zapatos

Hareth le contaba a su reflejo del espejo las posibles jugarretas que podía hacerle al muchacho. Se quitó su vestido empapado, mientras seguía maquinando más bromas, con cuidado se quitó todo el heno que tenía enredado en el cabello y sacó del armario otro vestido limpio. Ahora poseía tantos vestidos que se olvidaba a menudo de cuantos tenía y lo mismo sucedía con los adornos de bronce y las cintas de colores para el cabello.
Colocó los zapatos sobre el alfeizar de la ventana para que el sol de los últimos días del invierno los secara, y se dejó caer sobre la cama, con la vista clavada en dosel.

- Tengo que pensar en algo grande- se dijo - Iré a pasear un ratono podré concentrarme sabiendo que Elboron puede estar espiándome.

Así que tras cambiarse el vestido y peinarse un poco, cogió la capa y salió de su habitación, dirigiéndose hacia la puerta principal.

Los soldados la saludaron con un gesto de la mano, ya todos la conocían y la trataban muy bien, excepto aquel soldado que la había arrestado la primera vezDagnir se limitaba a mirarla cuando se tropezaban y ella cada vez que lo veía le "saludaba" sacándole la lengua.

Aspiró el aire frío de la mañana, el olor inconfundible de las verduras y frutas del mercado se abría paso entre las calles, Hareth se preguntó cuanto tiempo había transcurrido desde que no paseaba sola por las intrincadas callejuelas de Emyn Arnen. La respuesta era que demasiado tiempo.

Al atravesar el gran arco por el que se accedía al mercado, la niña sonrió, nada cambiaba allí, los mismos mercaderes con las mismas mercancías vociferaban lo mismo desde que tenía memoria. El juglar continuaba cantando baladas a los jóvenes espectadores, mientras otros niños correteaban entre los puestos.

Pasó frente a la taberna del viejo Gundor, y al echar un vistazo al interior del local, sonrió divertida, el hombre parecía bastante apurado intentando complacer las exigencias de sus clientes. Situación que podría haber solucionado si no hubiera sido tan avaro y hubiera contratado a alguien para que lo ayudara.
Hareth continuó su paseo sonriendo, las cosas no cambiaban nunca.

Se detuvo frente a un pequeño puesto y contempló los espejos de bronce delicadamente labrados.

- ¿Puedo ayudarla en algo, señorita?

La niña levantó la vista hacia el mercader de poblado bigote oscuro.

- Hace un año no me habrías preguntado eso- pensó Hareth.- No, gracias, tan solo miraba.- se apresuró a responder.

El hombre asintió y volvió a sus quehaceres.

A ella le sorprendió que el mercader no la hubiera reconocido, al fin y al cabo, la había llamado "ladronzuelo del demonio" en más de una ocasión. Se encogió de hombros, tal vez era mejor así.

Continuó su paseo cuando de pronto algo llamó su atención y se detuvo. Sonrió ampliamente, y con un gesto de la mano llamó a la señora que se encontraba al otro lado del puesto.

- ¿Qué deseas, pequeña?- preguntó la mujer en tono amable.

- ¿Cuánto pide por el tarro de miel?- inquirió la niña.

- Una moneda de bronce.

- ¿Y por los pasteles?

- Dos monedas.

Hareth sonrió con malicia, mientras su cerebro trabajaba a gran velocidad. Sacó unas monedas de bronce del bolsillo y pagó a la mujer, llevándose la miel y un par de pastelillos.

- Esta será la broma del siglo- rió Hareth mientras continuaba su camino.

Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que un muchacho enfundado en un grueso abrigo pardo llegaba por el lado contrario y sin quererlo, se tropezó con él haciendo que la niña casi cayera al suelo.

- Discúlpeme- dijo el muchacho, visiblemente consternado.

Hareth parpadeó varias veces, sorprendida.

- ¿Angol?

- ¿Cómo sabe mi- el muchacho abrió los ojos como platos tras observarla unos segundos - ¡Hareth!

Angol la abrazó sin cruzar más palabras, y ella habría jurado que se le saltaba una lágrima al hacerlo.

- No puedo creerlopensaba que estabas en Minas Tirith!- dijo él.

- ¿En Minas Tirith? ¿Por qué tendría que estar allí?

- Porquete arrestaron y aquel soldado me dijo que te llevarían de nuevo a ese hogar para huérfanos. - dijo Angol agitando los brazos, presa de los nervios.

Hareth arrugó la nariz. - Que mentiroso

- Pero, es que no entiendo nada¡mírate! si pareces una princesa!- exclamó él- ¿Dónde has estado? Cuéntame que te ocurrió.

La niña sonrió a su amigo y tomándolo del brazo tiró de él, saliendo del bullicioso mercado y yendo a sentarse junto a un viejo olmo, muy cerca de la panadería, donde el olor a pan recién hecho flotaba por doquier.

Con tranquilidad y todo detalle, Hareth narró a Angol todo lo sucedido desde que se separan la última vez. El muchacho abría y cerraba la boca a cada momento y soltaba exclamaciones de asombro que provocaban la risa de la niña.

- Es lo más increíble que he escuchado nunca- sentenció Angol aun con los ojos muy abiertos.

Hareth hizo un gesto con la mano, quitándole importancia. - No es para tanto, solo tuve suerte.

- ¡Y tanta suerte! Y dime¿eres feliz en el castillo?

Aquella pregunta la tomó por sorpresa.

- Puessí, me tratan muy bien y la dama Eowyn me mima mucho- sonrió Hareth un poco avergonzada - Soy muy feliz.

El muchacho sonrió ligeramente. - Me alegro mucho por ti

- Ahora ya podremos seguir jugando juntos sin preocuparnos de que tu madre nos vea- dijo Hareth.

Angol se echó a reír. - Mi madre se sentirá honrada de que una doncella de la corte sea mi amiga.

- ¡Bah! No digas tonterías- exclamó ella, provocando de nuevo la risa de su amigo.

- Eso que me recuerda que mi madre debe estar esperándome para comer.- dijo él con un suspiro.- Espero verte pronto otra vez.

- ¡Claro que si!- respondió Hareth poniéndose en pie de un salto- además siempre puedes pasar por el castillo, pregunta por mi, allí todos me conocen.

- Que importante te has vuelto- dijo Angol con una mueca divertida.- ¿Seguro que te dejan juntarte con gente como yo?

Ella golpeó su brazo. - Ya deja de decir bobadas.

El muchacho rió - Hasta pronto Hareth, cuídate y no hagas tonterías.

- ¿Tonterías yo?- dijo ella, mientras daba vueltas al bote miel entre las manos - Nunca hago tonterías.

Escuchó la risa de su amigo mientras lo veía alejarse y su cabello oscuro desaparecía entre la multitud.

La niña tras perderlo de vista, dirigió la mirada hacia sus compras y sonrió.

- Si todo lo demás sale como lo he planeado, hoy será un gran día

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Ya sé que me salió cortito pero espero que les haya gustado ^_^

Mmmmm...procuraré no tardarme mucho con el proximo capi, estoy segura que más de una tiene ganas de saber lo que pasa por la mente retorcida de esta niña XDDDD

Bueno, muchas gracias por los reviews!!!!!!!!!!!!!!! las adoro!!!!!!!