Capitulo 7: Perdida de nuevo.

Los gorriones que cantaban entre las ramas salieron revoloteando, asustados por el repentino sonido de cascos que se abrían paso en el bosque.

Entre los árboles cruzaban briosos corceles montados por no menos imponentes caballeros de brillantes armaduras y afiladas lanzas. Bajo las capas grises que se balanceaban al ritmo de sus cabalgaduras, se distinguía una insignia en forma de luna creciente que en muchas ocasiones había sido motivo de huída para ladrones y otros individuos nada deseables.

Poderosas voces se escuchaban, dando órdenes aquí y allá, y entre ellas la más imponente hacía llegar su eco hasta lo más profundo del bosque.

- ¡Hay que registrar el lugar palmo a palmo! ¡mantened los ojos abiertos!
Aquella orden llegó con el viento a los oídos de los elfos del bosque, mas no a la joven que los seguía con la boca llena de tiernas y sabrosas cerezas.

- No pierda el camino señorita - dijo uno de los elfos.

Hareth alzó la vista y se limpió la boca con la manga de su vestido.

- No me perderé, no soy un bebé.

El elfo sonrió y tras asentir con la cabeza, se giró nuevamente

La muchacha continuó su paso contemplando con curiosidad los pájaros de alas pardas que se posaban entre los árboles oscuros de floras rojas, nunca había visto flores parecidas y se preguntaba cómo se llamarían.

- Tendré que preguntarle a algunos de estos elfos.- se dijo.

Saboreó de nuevo otra de aquellas cerezas que Itheryn le había dado, mientras continuaba con los ojos clavados en el cielo azul.

Tras algunos minutos de caminata entre frondosos abedules, el pequeño grupo de elfos salió a un largo prado verde. Para su sorpresa, se toparon con que aquel día, en vez de encontrar las habituales florecillas blancas que salpicaban la hierba, había sobre ellas unas enormes siluetas que salpicaban todo el horizonte.

Uno de los elfos sonrió ligeramente divertido, le costaba creer que semejante ejército se hubiera movilizado solo para buscar a una niña extraviada en el bosque.

Levantó un brazo y emitió un largo silbido que flotó hasta el río que se veía en la lejanía. Aquello provocó que todos los jinetes se volvieran hacia ellos.

Uno de los caballeros azuzó con suaves golpes a su corcel que trotó hasta detenerse frente al elfo.

- Amigo mío- lo saludó sonriente - Me alegro de verte.

- Faramir- exclamó el elfo - veo que necesitas de ayuda.

- Así es, amigo Legolas- confirmó el príncipe de Ithilien - una muchacha se ha extraviado en el bosque.

- Lo sé, Hareth es su nombre ¿no es así?

- ¡Exacto! ¿La habéis visto?

- Sí, se tropezó con Itheryn en el bosque y ella la llevó hasta nosotros. Pronto, escuchamos a vuestra compañía llamando a gritos a la joven, así que la trajimos.

Itheryn apoyó una mano en su brazo deteniendo la conversación.

- Esto.siento interrumpir, pero lamento decir que Hareth, mi ayudante, se ha extraviado.otra vez.

Ambos intercambiaron miradas preocupadas ¿A dónde podría haber ido?

Estornudó. Hareth se frotó la nariz, intentando calentarla. El sol desaparecería en unos minutos tras la línea del horizonte y el frío comenzaba a hacerse notar. No sabía donde se habían metido los elfos del bosque, en apenas un minuto se había encontrado sola nuevamente vagando entre los árboles.

Agudizó el oído esperando escuchar alguna voz, pero lo único que llegaba a sus oídos era el sonido del agua del río. Decidió continuar junto a la orilla del Anduin, pues sabía que siempre que continuara hacia el sur, en algún momento llegaría a Emyn Arnen. No quería arriesgarse nuevamente a perderse en el bosque, había demasiadas probabilidades de encontrarse con un animal salvaje.

Se recogió el vestido, sosteniéndolo con un cinturón de cuero, dejando al descubierto sus rodillas, lista para emprender la marcha por la orilla embarrada.

La luna y las estrellas le ofrecían una distracción mientras caminaba. No se sentía sola, ni tenía miedo, demasiado tiempo había vivido con la única compañía de los muebles rotos de las casas abandonas. Aquello casi le parecía una excursión.

Divisó de repente unas sombras oscuras que se alzaban en el horizonte, mas no las identificó como la colina de Emyn Arnen ni sus altas torres. Aquellas eran más irregulares, pero sin duda era algún tipo de construcción que se levantaba en mitad del cauce del río.

Apretó el paso y en apenas unos minutos llegó a lo que antaño había sido una majestuosa puerta de mármol negro, la entrada a una gran ciudad que se había perdido en el tiempo.

De pronto algo llamó su atención. Un débil resplandor dorado provocaba sombras en movimiento sobre las piedras pulidas, era sin duda un fuego pequeño, y por el olor que desprendía podría asegurar que estaba alimentado con ramas de manzano.

Hareth se apresuró a quitarse los zapatos y se deslizó silenciosa junto a los muros derruidos y plagados de enredaderas, con intención de averiguar quien había encendido aquel fuego y si había alguna posibilidad de unirse a él.

Al asomar sus ojos ambarinos tras una enorme escultura de piedra caliza, observó con curiosidad como frente a las llamas se encontraba un cuerpo envuelto en mantas oscuras, que parecía absorto en la contemplación de la luna, dándole la espalda a la joven.

Hareth arrugó la nariz, aunque no pudiera ver de quien se trataba tenía todo el aspecto de ser uno de esos salteadores de caminos que tanto molestaban a las caravanas de comerciantes. Estaba dispuesta a dar media vuelta y continuar su camino en silencio, cuando de pronto, una voz que no habría esperado, la hizo detenerse, irguiendo la espalda con la piel erizada.

- Ven aquí pequeña, siéntate conmigo, el fuego nos calentará a las dos.

Hareth titubeó, la voz era la de una anciana, aunque resultaba alegre, casi divertida.

Se giró hacia ella, y vio como se desprendía de la capa que ocultaba su cabeza, descubriendo su cabello oscuro de vetas plateadas y su rostro moreno cubierto de arrugas que contrastaban con sus ojos azules como el mar.

- No tengas miedo- dijo sonriendo afable - Debes tener frío, acércate.

La muchacha tomó aire y armándose de valor, se acercó a la mujer de rostro amable, que vestía con telas pardas y rojas, y estaba adornada con multitud de collares de cuentas que tintineaban a cada movimiento de su dueña.

- Siéntate, ¿tienes hambre?

Hareth asintió, aún un poco sorprendida y confusa.

La mujer tomó un cuenco de madera y lo introdujo en un caldero humeante que descansaba a su lado, para tendérselo a Hareth con una sonrisa.

- Sopa - le dijo, al ver que ella observaba el contenido del cuenco con curiosidad.

La muchacha asintió y tomó un sorbo para inmediatamente arrugar la nariz. La mujer rió divertida.

- Quizás me haya pasado un poco con las especias.

- Me parece que si- confirmó Hareth.

- Pero es bueno para combatir el frío. Y no es bueno para una niña tan bonita enfermar de frío.

La mujer la instó con un gesto a que terminara de tomarse la sopa.

- Pon tus zapatos junto al fuego, el barro seco es más fácil de quitar.

Hareth la miró con curiosidad.

- ¿Cómo sabe que mis zapatos están llenos de barro?

La mujer sonrió - Me parece obvio, si no, no irías descalza me parece.

Hareth se encogió de hombros y obedeció, colocando sus zapatos junto al fuego.

- Mi nombre es Hareth, ¿Cómo se llama usted?

- Hiril- respondió.

- ¿Es usted de por aquí?

La mujer soltó una risita divertida- No pequeña, mi tierra está más allá de Dor-en-Ernil.

- Vaya, está muy lejos de casa.- comentó Hareth al tiempo que apuraba lo que le quedaba de sopa.

- Sí, es cierto, pero aquí es donde debo estar.

- ¿Por qué?

Hiril sonrió y miró al cielo. - Porque las estrellas me lo dijeron.

Hareth parpadeó, sin comprender.

- Ellas también me dijeron que tú vendrías, helada y hambrienta- dijo dedicándole una sonrisa.

- ¿Le dijeron que yo vendría por aquí?- dijo ella incrédula.

- Sí, ellas son sabias, tienen un lenguaje muy especial y si las sabes escuchar te cuentan muchas cosas.

- Me toma el pelo- río Hareth.

- No, pequeña, mira- dijo Hiril señalando el cielo- Ves lo que dicen..oh, es muy interesante.

- ¿Qué dicen? - inquirió la muchacha con curiosidad.

- Oh.mira, parece que te espera un viaje..

- ¿A mi? ¿Un viaje?

- Sí, será un viaje corto, pero será importante para tu vida futura.sí, vaya, en verdad que te espera una vida intensa- sonrió la mujer.

Hareth la miraba con los ojos muy abiertos, llena de curiosidad.

- ¿No dicen nada mas?

Hiril sonrió divertida. - Dicen muchas cosas más, pero no es bueno conocer el futuro de antemano, pequeña. Quizás algún día tú también aprendas a leer en las estrellas y tomar de ellas los buenos consejos que estas te ofrecen.

Hareth hizo un mohín, pero no protestó. Le hubiera gustado conocer todo lo que las estrellas decían, de hecho, en su mente ya empezaban a formarse ideas para acceder a aquel conocimiento que en ese momento se encontraba fuera de su alcance.

- Intenta dormir- le aconsejó Hiril- mañana te acompañaré a la ciudad, no es aconsejable viajar solo por estos parajes.

- Gracias.

- No hay de qué, además si no vuelves pronto todos se preocuparán y será un verdadero caos.- dijo ligeramente divertida.

Hareth la miró sin comprender del todo aquella afirmación. Hiril respondió con una sonrisa y tomando una gruesa capa gris se la colocó sobre los hombros.

- Duerme ahora y descansa- le dijo con suavidad.

Ella asintió y se recostó sobre las pieles que había bajo ella, mientras clavaba sus ojos en la inmensidad de la noche y las brillantes estrellas. El cielo nocturno nunca le volvió a parecer igual, pues como bien le dijo más tarde Hiril, en ningún lugar podían contemplarse los astros como en Osgiliath, la ciudadela de las estrellas.

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Weno, despues de un millón de años estoy aqui :P espero que les haya gustado un poquito ^^ porque hasta yo lo veo medio raro :P (y espero que no me quieran matar por haber tardado tanto)

gracias a todas por los reviews, de verdad me hacen feliz!! ^^