Capitulo 11: La gran biblioteca.

Contuvo el aliento, advirtiendo que el silencio que la rodeaba llegaba a producirle escalofríos. Observó con curiosidad el tapiz que pendía de la pared de piedra de su nueva habitación.

- La Coronación del Gran Rey- dijo, acertando el tema que estaba bordado en la tela.

Se estremeció involuntariamente, el aire frío corría, a pesar del calor típico del verano. Se dejó caer sobre la mullida cama y sus sabanas de fina tela con encajes en forma de estrella; suspiró y posó su mirada en el escudo que adornaba la pilastra entre dos ventanas, un escudo de negra esteatita, con un árbol y siete estrellas en plata.

- Definitivamente no escatiman en publicidad – se dijo con una sonrisa burlona.

Durante largos minutos sus ojos solo permanecieron atentos a las piedras grises del techo, aquella habitación que el rey le había asignado era realmente enorme, mucho más que la que ella poseía en Emyn Arnen, pero aún así, le parecía fría en todos los sentidos.

No negaba que le hubiera decepcionado la imposibilidad de ver al Gran Rey en persona, evidentemente sus ocupaciones serían demasiado numerosas. Aunque no podía quejarse del trato que le habían ofrecido.

Una sonrisa divertida y a la vez maliciosa surgía de su rostro cada vez que recordaba como aquel ujier tan desagradable que les había impedido el paso, el cual había vuelto tras varios minutos con la cabeza gacha y mostrándose extremadamente servil con la "protegida de los príncipes de Ithilien".
No podía evitar la sonrisa socarrona de sus labios ¿A quién no le gusta sentirse importante?

El sonido de la puerta siendo golpeada, interrumpió sus pensamientos (no exentos de cierto regodeo) y se incorporó de un salto, al tiempo que la madera de la puerta crujía al abrirse.

La muchacha se quedó en pie, observando llena de curiosidad al intruso que había entrado en su nueva habitación.

- ¿Quién eres?

- Oh, señorita, no sabía que estuviera aquí.

Era un mayordomo de la corte real, lo supo nada más ver su elegante atuendo negro y su aire refinado.

- Tenga usted, señorita Hareth- dijo haciendo una ligera inclinación de cabeza y tendiéndole un carta sellada.

Ella la tomó, sorprendida por la entrega. El mayordomo sonrió.

- Es de parte del señor Bergil, su escolta si mal no me dio a entender.

- Sí, es mi escolta- respondió la muchacha - ¿sabe si quería algo de mi?

- Pues no lo se, señorita, no es de mi incumbencia lo que un acompañante quiera escribir a una dama.- respondió.

- Oye, no te vayas a imaginar cosas raras ¿eh?- dijo Hareth arqueando una ceja.

Él sonrió divertido. – No imagino nada, señorita.

- Bien…

- Si no desea nada, me retiraré.

- Espera un segundo por favor- exclamó ella, antes que el mayordomo saliera por la puerta.

- ¿Si?

- ¿Podrías indicarme donde se encuentra la biblioteca?- pidió.

- Por supuesto. Si lo desea la acompañaré.

- Muchas gracias.

Hareth se apresuró a guardar la carta de Bergil en un bolsillo y echó a correr tras el mayordomo que ya desaparecía por las escaleras.

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- ¡Wuau! Es enorme!

La sonrisa del hombre se tornó orgullosa al escuchar la exclamación de la muchacha.

Hareth entornó los ojos hacia la cúpula que cerraba la alta estancia de la biblioteca. Cientos y cientos de pergaminos se agolpaban en las paredes bajo la luz tenue que los alcanzaba a través de las ventanas apuntadas.

- Es libre de leer cualquiera de los pergaminos y libros que se encuentran en esta biblioteca- le aseguró el mayordomo- Si busca algo en particular hable con Agathor, él podrá ayudarla en lo que necesite.

- ¿Agathor?

- Sí, ahí mismo le tiene- señaló el hombre.

Hareth observó con curiosidad sobre una mesa la montaña de pergaminos que le había indicado.

- He de marcharme señorita, espero haberla ayudado- dijo el mayordomo.

- Sí, muchas gracias.

Tras una ligera reverencia, desapareció.

La muchacha permaneció sin moverse unos segundos, dudando qué hacer. Finalmente se acercó unos pasos en silencio a los pergaminos, y pronto descubrió tras ellos a un anciano de larga barba gris, inclinado hacia la mesa sobre la cual escribía afanosamente un documento.

- Esto…hola.

El anciano levantó la vista ligeramente, parecía desconcertado.

- ¿Es usted Agathor?- preguntó la muchacha.

- Sí, así es- respondió irguiéndose y clavándole sus ojos oscuros.

- Yo…bueno, es que me habían dicho, que quizás usted podría ayudarme a buscar unos libros que…

- ¿Deseas leer algo de esta biblioteca, jovencita?- inquirió el anciano, con un tono que se debatía entre la sorpresa y la incredulidad.

- Pues sí.- afirmó Hareth.

- ¡Je! Que Eru bendiga mis viejos oídos- exclamó Agathor con una sonrisa divertida- Es la mejor noticia que he escuchado en años.

La muchacha no puedo evitar que un gran interrogante se formara en su rostro.

- ¿Cómo te llamas?

- Hareth, señor.

- ¿Hareth? No eres de por aquí ¿verdad?- dijo él, acariciándose la barba pensativo.

- No, señor…bueno, nací en la ciudad pero he vivido casi toda mi vida en Ithilien.

- ¡Ah! Ithilien, que hermoso lugar, bien, bien…y dime, ¿qué libro es el que buscas?

- Pues buscaba algo sobre…magia.

- ¿Magia? Hummm- Agathor hizo una mueca con su agrietada boca.

La joven bajó la cabeza, ya se temía lo peor.

- Creo que al lado de la historia de Gondor, la última estantería.- dijo el anciano.

- ¡Genial!- exclamó Hareth.

- Vamos, te acompañaré.

La muchacha siguió los pasos de Agathor, quien para su sorpresa, se movía a una velocidad desconcertante para alguien de su edad. Descendieron unas pocas escaleras cubiertas de polvo y Hareth no pudo evitar estornudar.

- Ah, lo lamento, este lugar está tan sucio como una cueva de trolls, pero ya nadie viene a limpiar. Como antaño, los libros han quedado en el olvido.- se lamentó el anciano.

- ¿No viene nadie por aquí? – inquirió ella con curiosidad.

- Hace años que nadie, a parte de mi, pone un pie en estas escaleras- le aseguró, agitando el brazo para librarse de un par de mosquitos que revoloteaban a su alrededor.- Estúpidos bichos- masculló.

- Siendo la biblioteca más grande de Gondor, yo me imaginaba que sería la más visitada.
Agathor soltó una sonora risotada.

- Ay, pequeña, me temo que el conocimiento no es atractivo para los habitantes de este país.

- Pues yo no es que sea muy sabia, pero conocimiento es poder ¿no es así?

- Muy cierto, muy cierto. Pero no se lo digas a nadie- le susurró con una sonrisa.
Hareth rió divertida.

- Aquí lo tienes.

El anciano dejó caer un pesado volumen sobre la mesa levantando una gran polvareda.

- ¿Es eso? Parece muy viejo - dijo ella.

- Sí, lo es- asintió él- tiene una gran cantidad de documentos, aunque no recuerdo nadie que haya deseado leerlo…

- ¿Y eso por qué?

- La magia no está muy bien vista por estos lugares.- respondió encogiéndose de hombros.

- Ah.- Hareth pasó una mano sobre la tapa oscura cubierta de polvo.

- Te dejaré para que lo ojees con tranquilidad, si lo deseas puedes llevártelo unos días- sonrió Agathor.

- Muchas gracias.

La muchacha tomó asiento en un taburete que crujió bajo su peso al tiempo que el eco de los pasos del anciano se alejaba cada vez más.

Abrió el libro lentamente, casi como si temiera hacerlo, las páginas estaban amarillas y arrugadas por el tiempo, pero el contenido era fácilmente legible.

- Es…curioso- dijo para sí.

Aquel libro no parecía seguir una línea definida, se componía de cientos y cientos de pequeños apuntes de todo tipo, desde como elaborar una poción que hiciera dormir a un dragón hasta un hechizo crecepelo para enanos.
Hareth sonrió divertida ¿Para qué querría alguien un crecepelo para enanos?

- Creo que será una buena idea llevármelo unos días.

Metió la mano en su bolsillo para limpiar con su pañuelo el polvo que se acumulaba entre las hojas cuando sintió el tacto suave de la carta lacada de Bergil. La curiosidad la invadió de pronto.

- Veré que quiere éste ahora- se dijo, sacando la carta y abriéndola con delicadeza.

Querida Hareth,
Necesito hablar contigo de algo importante
Te espero mañana a mediodía junto al Gran Árbol Blanco.
Atentamente Bergil.

- Mmmmm… concisa, correcta e intrigante- susurró, mientras apoyaba un dedo en el labio en gesto pensativo.

Suspiró profundamente, había llegado a creer que su visita a la capital podría resultar tranquila. Evidentemente, el destino parecía tener otros planes para ella.

- Pues tendré que ir- se dijo encogiéndose de hombros.

Volvió a introducir la carta en su bolsillo, y con esfuerzo tomó el grueso libro que descansaba sobre la mesa y se encaminó hacia la puerta principal.

- ¿Te lo llevas?

La voz del anciano Agathor la sobresaltó.

- Sí, quiero decir, si no le importa- respondió ella.

- Oh no, adelante Hareth, seguro que te resultará de lo más interesante- sonrió él pícaramente.

- Se lo devolveré pronto.- le aseguró.

- Que disfrutes de tu lectura, y si por casualidad encuentras alguna forma de librarse de estos infernales mosquitos, avísame por favor.

La muchacha río alegre. – Por supuesto.

Pronto, el suave sonido de sus pasos desapareció y nuevamente la biblioteca volvió a sumirse en su habitual silencio. Agathor se acarició la barba, con sus ojos oscuros aun pendientes de la puerta principal que Hareth acababa de atravesar.

- Espero que sepa lo que hace- susurró- Ya lo advertí al rey, como hice a los Senescales en su día, pero nadie me escucha…ah, estoy muy viejo para esto, si esa muchacha conjura un dragón que nadie venga a pedirme explicaciones.

Y tras un gesto de cabeza, volvió sus pensamientos a los libros.

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Wuahahahahaha ya toy aqui otra vez XDD despues de mi ultimo y desastroso examen soy libre al fin!!! Espero ke les haya gustao el capi aunke me haya quedao cortito (es ke tuve que ir a pescar mi inspiracion de nuevo XP) en fin, espero recuperar el ritmo de nuevo XD

muchas gracias por los reviews a tooss!!!