Capitulo 17

- Vamos, Hareth, no puedo creer que seas tan lenta.

La muchacha le dirigió una mirada molesta sobre las profundas ojeras que marcaban su rostro, apenas había descansado una hora cuando Bergil había entrado en su habitación dando gritos.

- Lo hago todo lo deprisa que mi cuerpo me lo permite- respondió- y precisamente no me estás ayudando.

El joven suspiró, poniendo cara de mártir.
- Está bien, está bien, iré a llevar el resto del equipaje al carro.

- ¿Al carro?- preguntó Hareth, extrañada.

- Sí, mi señora- respondió con gesto galante, sonriendo- he dispuesto un bello carruaje solo para vos.

La muchacha parpadeó. - ¿Por qué?

- Solo hay que verte la cara para saber que no aguantarías sobre la grupa del caballo ni dos minutos. ¿Qué has estado haciendo esta noche? Parece que no hayas dormido.

Ella hizo un ademán con la mano - Mejor no quieras saberlo.

Bergil puso una mueca divertida.- Me fiaré de ti. Te espero en el portón principal dentro de cinco minutos ¿de acuerdo?

- Sí, sí- asintió Hareth con la cabeza.

Cuando el joven hubo desaparecido tras la puerta, la muchacha tomó varias hojas de papiro escritas de su puño y letra, y los guardó cuidadosamente en un pequeño saco de cuero.

- Aún tengo pociones que probar- se dijo, esbozando una sonrisa mientras observaba sus apuntes.

En ese momento, un pequeño ruiseñor se posó en el alfeizar de su ventana y comenzó a cantar. Hareth amplió su sonrisa y se acercó. Al menos aquella ciudad la despedía con un detalle hermoso, nunca había visto un tinuviel tan de cerca.

De pronto, recordó algo que le hizo alzar la cabeza hacia el horizonte donde nacía el sol, olvidándose por un instante del pajarillo.

- Espero que ya haya despertado, con ese golpe…- dijo en un susurro.

- ¡Hareeeeeeeeth!

El grito que provenía del exterior provocó que el animalillo se asustara y saliera volando.

- ¡Ya voy!- exclamó ella, corriendo hacia la cama y tomando lo que quedaba de su equipaje.

Se detuvo un segundo en la puerta y echó un último vistazo a la habitación que durante tanto tiempo la había acogido.

- ¡Adiós! ¡quizás vuelva algún día!- le dijo a la silenciosa alcoba.

Y sin perder un instante echó a correr hacia el lugar de donde provenían los irritados gritos de Bergil.

*

- ¡Argh! Por favor tapa esa ventana.

La risa de Eldarion resonó en toda la habitación, al tiempo que se acercaba a la ventana y corría la cortina.

- Cualquiera diría que eres un murciélago- comentó aun sonriendo, sentándose en una silla que había junto a la pared.

Elboron, que descansaba sobre una mullida cama le dirigió una mirada que reflejaba su fastidio.

- Es culpa tuya, aun no me explico porqué me golpeaste ¡demonios! Esta me las vas a pagar.- dijo poniendo la mano sobre su cabeza en gesto dolorido.

- Oh, vamos, yo solo actué como debe hacerlo un caballero.

- ¿Un caballero golpea a su mejor amigo?- inquirió Elboron.

- Un caballero defiende a las damas indefensas aún de su mejor amigo- rectificó el príncipe.

- ¿Dama indefensa?- el joven soltó una risa socarrona- No estarás hablando de Hareth ¿verdad?

- Sé que es una dama que sabe defenderse, aunque necesita alguna ayuda de vez en cuando.

- Yo no diría que es una dama…

Eldarion rió de nuevo. – Lo que pasa es que no quieres admitir que te gusta.

- ¡No digas estupideces!- exclamó su amigo, sin poder ocultarle el calor que se instaló en sus mejillas.

El príncipe continuó riendo.
- Ay, que poco te conoces a ti mismo- dijo guiñándole un ojo.

- Sabes que esa bocaza tuya te va a traer muchos problemas ¿verdad?

El joven sonrió divertido

- ¿Por qué te pones así? Hareth no está aquí y no sabe nada.

Elboron bufó. – Esa no es la cuestión…y por cierto, ¿por qué no está? Debería estar aquí haciendo algo para aliviar el dolor de cabeza que tengo por su culpa.

- Vaya, entonces ese amuleto que te colgó del cuello parece que no es tan eficaz.

El joven observó con curiosidad aquella piedra de color lavanda que pendía de su cuello, labrada con un signo extraño y que parecía antiguo.

- Dijo que era para que te recuperaras rápidamente y que prevenía de cualquier enfermedad o dolencia.- le explicó Eldarion.

- ¿De verdad?

Su amigo asintió. – Estuvo mucho tiempo labrando y preparando esa piedra…ya ves que se preocupa por ti.

- Supongo que debo darle las gracias…- dijo un poco avergonzado- ¿Sabes si vendrá por aquí esta tarde?

Eldarion observó a su amigo ligeramente sorprendido.

- Pero Elboron, Hareth se ha marchado a Emyn Arnen, Bergil se la ha llevado esta mañana.

- ¿Es una broma?

- Pensaba que lo sabías.- respondió con un gesto de cabeza.

El joven se quedó en silencio, con rostro contrariado. Se recostó sobre la almohada y soltó un suave suspiro.

El príncipe se levantó de su asiento, y se acercó a la cama para sentarse en ella, junto a su amigo.

- Ya es hora de madurar ¿no te parece?- dijo con voz calma.

Elboron se mostró confuso.

- Debes volver a casa- continuó Eldarion- No dejes que se te escape o te arrepentirás el resto de tu vida.

El joven bajó la mirada y rehusó hacer comentario alguno.

*

Bajo el brillante sol, las sombras cambiaban sus formas lentamente. Hareth observaba las piedras y pequeñas hierbas del camino, apoyada en la ventana del carruaje que se zarandeaba arriba y abajo al ritmo del trote de los caballos. En unos minutos alcanzarían Osgiliath y a pocos metros el puente que les permitiría cruzar el río. Sin darse cuenta, comenzó a tararear una vieja canción que había escuchado en sus pocos años de vida en el orfanato.
El camino sigue y sigue
desde la puerta.
El camino ha ido muy lejos,
y que otros lo sigan si pueden…

- Estoy tan cansada- susurró para sí.

Sus ojos se posaron sobre las ruinas que habían alcanzado, y lamentó que ningún rey las hubiera reconstruido en tantos años, antaño habría sido esplendorosa, no lo dudaba.

- Hay alguien en el camino- informó el cochero en voz alta.

Bergil, que había estado sentado frente a la joven, abandonó su asiento y sacó la mitad de su cuerpo por la ventana.

- ¿Quién va?- gritó con fuerza al transeúnte solitario que les aventajaba en pocos metros.

- Solo una anciana que comparte vuestro sendero- respondió una voz alegre.

Hareth, asomó la cabeza con curiosidad y observó una figura ataviada con ropajes pardos y rojos, forzando su vista, distinguió un cabello oscuro de vetas plateadas y un gran conjunto de collares de luminosos colores.

Apenas pudo contener su sorpresa, y rápidamente abrió la puerta y salió del carruaje.

- ¡Hareth! ¿qué haces?!- exclamó Bergil.

La muchacha corrió hasta la anciana, y solo a un metro de ella, se detuvo.

- Hiril…eres tú.

La mujer sonrió divertida.

- Pequeña Hareth, vaya, rápido pasa el tiempo pues ya sois toda una dama.

- En algunos momentos creí que nuestro encuentro había sido solo una ilusión- respondió ella- Me cuesta creer que nos hayamos encontrado de nuevo. Nunca pude agradecerte tu ayuda.

Hiril amplió su sonrisa.
- Solo estaba donde debía estar, igual que tú.

- ¡Hareth!- gritó Bergil desde el carruaje.

- Dame unos minutos- pidió la joven.

El joven soldado suspiró, pero terminó por asentir con la cabeza.

- ¿A dónde vais, Hiril?- preguntó Hareth.

- A casa- respondió la anciana.

- ¿A Dor- en- Ernil?

Asintió con la cabeza.- Mucho tiempo he estado lejos de mi hogar.

- Te comprendo.

Hiril acarició sus tintineantes collares y lanzó una mirada furtiva al carruaje que había tras ellas.

- ¿Y como fue vuestro viaje?

Hareth se mostró sorprendida por la pregunta, mas no tardó en recordar las palabras que la mujer le dedicara tiempo atrás.
…te espera un viaje… un viaje corto, pero que será importante para tu vida futura

- Ha sido…un viaje muy instructivo- respondió la joven con una sonrisa.

La anciana le sostuvo la mirada unos segundos.
- Pero algo no salió como esperabais ¿no es cierto?- dijo de pronto.

Hareth se mostró dubitativa, muchas cosas no habían salido como ella había planeado en un principio ¿a qué se referiría exactamente?

- No debéis preocuparos- le dijo Hiril al ver su reacción.- Lo que habéis dado se os devolverá con más intensidad de lo que imagináis.

- Me recordáis a los elfos del bosque, sabios pero a la hora de explicarse son casi ininteligibles.

La anciana rió divertida.

- ¡Hareth debemos darnos prisa!- gritó Bergil desde el carro.

- Enseguida- replicó la joven.

- Es la hora de la despedida.- dijo Hiril estrechando su mano.

- Podemos llevarte a la ciudad si lo deseas- sugirió Hareth.

Pero la mujer negó con la cabeza.
- Nuestros caminos se separan aquí.

- Como desees. Que Eru te guarde entonces y te lleve pronto a tu hogar.

- Lo mismo os deseo, y no olvidéis que las estrellas os esperan para que habléis con ellas durante la luna llena.

- ¡Hareth!- exclamó Bergil nuevamente.

La joven se volvió hacia él un tanto irritada.

- ¡Un momento por favor!- le gritó, para volverse hacia su interlocutora con un suspiro- bueno, ¿a qué os referís con eso de…

Pero la pregunta no terminó de formularse, pues al girarse de nuevo, la anciana Hiril había desaparecido como una bocanada de humo en el aire.

- Otra vez desaparece.- suspiró.

- Si habláis con ellas, os devolverán lo que habéis entregado.

Hareth se giró a su alrededor pero aquella ultima frase parecía haber surgido del mismo viento.

- Hiril ¿Dónde estás?- musitó, visiblemente contrariada.

De pronto, sintió una mano en su hombro. Era Bergil que la observaba con curiosidad.

- ¿Conocías a esa mujer?- preguntó.

Ella asintió.

- Vamos, si no nos apresuramos la noche caerá sobre nosotros.

Hareth suspiró.- De acuerdo.

Cuando el carruaje se puso en movimiento la joven no pudo apartar la mirada de las grandes piedras que dejaban atrás en el camino, preguntándose que habría querido decir la anciana con aquella última y enigmática frase.

*

Abrió los ojos y la luz de luna la saludó, por un instante, aquel detalle la sorprendió, más no tardó en recordar que tan cansada estaba a su llegada a Emyn Arnen, que olvidando que el sol hacía pocas horas que había salido tras las montañas, se tumbó sobre su cama y cerró los ojos. No era de extrañar que ahora, en plena noche, estuviera tan despierta como un búho.

Decidió dar un pequeño paseo, y cansar un poco sus piernas para poder retomar su confortable lecho en algunas horas. Así, con una gruesa capa sobre sus hombros, Hareth se deslizó con sigilo al exterior del castillo.

Las calles brillaban débilmente gracias a las lámparas de aceite que pendían de los aleros de las casas, solo las aves nocturnas perturbaban el silencio en que se sumía la ciudad cuando el sol caía.

- Es perfecto para disfrutar de las vistas- pensó.

Y sin demora, escogió un diminuto camino de piedras que rodeaba la herrería y la guiaba hasta la torre más alta de la ciudad, donde se situaban las campanas de plata que cada día repiqueteaban al atardecer.

A aquellas horas de la noche no podría acceder a lo más alto, pero el pequeño balcón que se situaba sobre el jardín construido al lado de la torre, era perfecto.
Los altos escalones le supusieron algún disgusto debido a la poca visibilidad, pero al alcanzar su destino, sonrió, olvidando cualquier otra cosa que no fuera aquella hermosa visión de paisaje.

El viento era frío, pero no le importaba, lo que admiraba no eran solo las pequeñas luces que salpicaban la colina de Emyn Arnen en la oscuridad, sino la visión de todo aquel valle inmerso en la noche, y más allá una ciudad de mil luces que formaba una pirámide bajo el auspicio de una montaña negra de picos azules y la gran torre blanca, ahora solo perfilada por los brillos lunares que apuntaba hacia el inmenso cielo plagado de estrellas y donde asomaba una gran luna llena.

- Luna llena- musitó- las estrellas esperaban para hablar cuando la luna llena…

Hareth apoyó los codos sobre la piedra fría que conformaba el balcón y clavó su mirada en el cielo.

- Bien aquí estoy- dijo con una sonrisa- Ya podéis contarme lo que queráis, y no os olvidéis de devolverme lo que he entregado.- apuntó, sin saber exactamente que esperaba que le devolvieran.

- Que frío hace.

La joven se irguió, sorprendida por aquella inesperada voz. ¿De donde habría salido?

- Si ahora resulta que las estrellas pueden hablar, es que definitivamente he perdido el juicio.- se dijo en un susurro.

Escuchó el sonido de pasos, y fue entonces cuando miró hacia abajo, donde se encontraba el jardín, para descubrir que una sombra se movía entre los árboles y las flores. Inclinó su cuerpo sobre el balaustre del balcón y clavó sus ojos ambarinos en aquel extraño.

- Bien, ahora que estoy aquí debo pensar en algo- dijo el desconocido

Hablaba para sí, pero lo hacía lo suficientemente alto como para que Hareth lo escuchara.

- Pero, esto es tan complicado…¿qué le digo?- exclamó, continuando con el monologo-
Quizás debería hacer lo que me dijo ese payaso…pero no, no puedo decirle que es muy bella y todas esas tonterías, aunque es cierto…no, no, no, pensaría que me estoy burlando de ella.

La joven forzó la vista aún más, pues a cada palabra, aquella singular voz le resultaba cada vez más familiar.

- Después de tantos años de peleas, supongo que no puedo ganarla en una noche- suspiró el desconocido.

Hareth abrió la boca, sorprendida como nunca en su vida. ¡Por supuesto que reconocía aquella voz! ¿Cómo no hacerlo?

- Primero le devolveré el colgante, un gesto de buena voluntad y lo demás…bien, tendré que ganármelo poco a poco.- continuó con otro suspiro- Que complicadas son la chicas.

- ¡O que simples son los chicos!

La voz clara de la joven le produjo tal sorpresa, que largos segundos le costaron decidirse a echar un vistazo hacia lo alto de la torre, en el balcón del que Hareth continuaba observándole, sonriendo divertida.

- Tu…tu…¿Cuánto llevas ahí?

Ella amplió su sonrisa.

- El suficiente Elboron.

El joven bajó la cabeza rojo de verguenza, por un segundo había esperado que no le hubiera reconocido, pero…¿Y ahora qué? Aquella situación si que era inesperada.

- ¿No ibas a devolverme algo?- inquirió ella con tono divertido.

- Eeee…si, claro.- respondió Elboron, tomando la piedra que colgaba de su cuello.- Esto…¿quieres que la lance hasta allá arriba?

Hareth rió. – No, ahora mismo bajo. No quisiera que se estropeara por el golpe.

En unos minutos, la joven apareció en el jardín y se detuvo a apenas dos pasos de Elboron. Él le tendió la piedra y ella la tomó con suavidad.

Durante algunos minutos, observó la superficie pulida del amuleto en completo silencio.

- Esto…¿pasa algo?- dijo Elboron, incomodo por aquella mudez.

- ¿Cuándo llegaste a la ciudad?- preguntó ella.

- Pues hace unas horas, salí de Minas Tirith ayer antes de la puesta de sol.- respondió.

- Ah…

De nuevo el silencio cayó sobre ellos durante un segundos que parecían eternos.

- ¿Quién era el payaso del que hablabas?- le inquirió Hareth de pronto.

El joven se rascó la cabeza, ligeramente avergonzado.

- Pues…me refería a Eldarion.

- Ah…¿él piensa que soy bella?

- Sí, pero…

-¿Pero?- repitió Hareth con curiosidad.

- Yo también lo pienso.

Ella sonrió, y se acercó aun más a él. Elboron se mostró confundido ante tal actitud, y no pudo evitar que su espalda se pusiera rígida. Cuando apenas un centímetro los separaban, Hareth sonrió de nuevo y tomando la piedra, la volvió a colocar en el cuello del joven, ante la total sorpresa del mismo.

- Fue un regalo, debes quedártelo.- le dijo con suavidad.

- Lo guardaré…como un tesoro.

La joven cerró los ojos un instante, sin borrar la sonrisa de su cara.

- Hiril tenía razón

- ¿Quién?- dijo Elboron, sin comprender.

- Hiril…ella me dijo que lo que había entregado me seria devuelto.

- ¿Hablas del amuleto?

Entonces Hareth rió con suavidad, y apoyando la mano en sus brazos, se inclinó hacia a él, y le besó.

- No, hablaba de otra cosa.- respondió, señalando con el dedo índice el pecho de Elboron, a la altura del corazón.

- Ah…

Hareth rió con fuerza al ver el rostro del joven con aquella expresión mezcla de sorpresa y rubor. Antes de que Elboron fuera capaz de articular palabra, ella alzó la cabeza al cielo y sonrió a las brillantes estrellas.

- Gracias.- les susurró.

- ¿Gracias?- repitió el joven, confundido.

- Sí, gracias- respondió ella sonriente.

Y sin dejarle hacer más preguntas, tomó su brazo y lo arrastró hacia las calles de la ciudad, bajo la luz de la luna.

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Mmmm pos este es el final ya se ke me he tardao pero…la inspiración es asi! :P ya estaba deseando terminar el fic XP con final ligeramente romántico (porque sé que si no lo hago después me llueven las amenazas de muerte -.-). Así que bueno, espero que haya gustao aunque sea un poquillo…y bueno si me vuelve la inspiración volveré con otro fic jejeje siempre toy igual :P
Muchas gracias por leer el fic! Y por los reviews claro!!! ;)