Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus autoras Mizuki e Igarashi. Esta historia es de mi autoría como todas las que he escrito y lo hago sin fines de lucro, solo por entretención.
CAPITULO XXIV
Siempre te ha amado
Tras el rencuentro de Candy y el conde, Pauna se encontraba mejor y Albert la iba a visitar todos los días a la mansión de Karen, sin que nadie se enterara que había encontrado a su hija, menos Flammy a la que en muchas ocasiones quiso enfrentar, pero se contuvo, ya que el plan de desenmascarara, era otro.
Candy tenía todo listo para por fin enfrentarse a su rival y hacerle pagar todo lo que le hiso. Estaba consciente que era arriesgado enfrentarse a Flammy, pero sabía que era la mejor manera de que confesara toda la verdad.
Esa noche Candy y se puso de acuerdo con Albert, para ir a la mansión y ver a Flammy. Esta que seguía fingiendo un embarazo que no tenía, se acostó temprano después de cenar con Albert en el comedor. El la acompaño y la ayudo a acomodarse en la cama.
—Me siento muy cansada -dijo Flammy metiéndose a la cama.
—Me imagino, estas esperando a nuestro hijo -dijo Albert en forma irónica.
—Si, ya quiero que nazca pronto.
—Duerme. Te vas a sentir mejor.
—William, quédate conmigo.
—Está bien -le dijo acostándose a su lado.
Espero que Flammy se quedara dormida y salió de la habitación para que en su lugar entrará Candy.
—¡Flammy! ¡Flammy! -la comenzó a llamar en medio de la oscuridad del cuarto.
La condesa comenzó abrir sus ojos, encontrándose con la presencia de la rubia.
—¡Candy! -la nombró mirándola espantada.
—¿Como estas Flammy?
—¡Tu está muerta!
—Si, recuerda que fue por tu culpa.
—Yo no tengo nada que ver en eso, moriste en ese naufragio.
—Confiesa Flammy, tu planeaste todo para que Terry me llevará con él.
—¡Cállate! -le gritó alterada -. ¡Vete de mi habitación!
—Lo hare hasta que confieses todos tus crímenes.
—Yo no he cometido ningún crimen.
—Si, asesinaste a Sara y a tu amante Tom, aparte de empujar a tía Elroy por las escaleras e intentar envenenarme años atrás, se todo lo que hace hecho Flammy, tarde o temprano vas a pagar lo malvada que has sido.
—¡Siiiii yo hice todo eso y no me arrepiento! -gritó Flammy bajándose de la cama y acercándose a Candy dándose cuenta que no era un fantasma -. Tu no estas muerta.
—Así es, no morí en el naufragio, regresé para recuperar todo lo que me quitaste.
Flammy negó con la cabeza.
—Desgraciada, ahora si te vas a morir -le dijo tirándose en cima para estrangularla.
En eso Albert entro al cuarto con dos autoridades de la policía.
—Llévense a esta mujer -ordenó el conde.
Ambos hombres se acercaron a Flammy.
—¡Suéltenme! -gritó Flammy -. William tú no puedes hacerme esto.
—No me pidas nada, como pudiste hacer tanto daño.
—Todo lo hice por el amor que sentía por ti.
—Una persona que ama jamás comete tantas maldades como la que hiciste tu. ¡Te desprecio! -le gritó Albert enfurecido.
—No me digas eso, voy a darte un hijo.
—Esa es otra de tus mentiras, no quiero verte nunca más en mi vida. ¡Sáquenla de aquí!
La policía se llevó a Flammy, dejando a Albert y Candy solos en la habitación.
—¿Estas bien? -le preguntó el conde a la rubia.
—Si, Albert -respondió ella sentándose en la cama, todo había sido muy intenso que necesitaba descansar.
Él se sentó a su lado.
—Como pude ser tan ciego con Flammy -dijo Albert tratando de asimilar con la mujer con la que se había casado.
—Ella fingió muy bien.
—Si, nos engañó a todos.
—Tranquilo Albert. Todo paso, ella no volverá hacer más daño.
—Candy -la miro y le tomo una mano -. No sabes lo feliz que me siento tenerte aquí, a pesar de todo lo que ocurrió nunca pude olvidarte, siempre estuviste presente en mi corazón.
—Yo tampoco te olvide Albert.
—Candy -le beso la mano -. Mi amada Candy.
Ella se paró bruscamente.
—¡No Albert...!
—Lo siento, no quise incomodarte.
—Yo regrese por mi hija, es lo único que me importa.
—Nunca me vas a perdonar que me haya casado con Flammy, ¿verdad? -le preguntó el conde
—No quiero hablar sobre eso.
—¿Te vas a llevar a Pauna América con George?
—No, ella jamás se iría conmigo, para Pauna soy una desconocida.
—Ella debe saber que tú eres su verdadera madre, yo mismo se lo voy a decir.
—Crees que me llegue a querer algún día.
—Si, cuando se dé cuenta de la madre tan maravillosa que tiene.
—Gracias Albert -le sonrió Candy.
—Es lo menos que puedo hacer para reparar un poco todo lo que has sufrido.
…
Una semana después del arresto de Flammy, esta se encontraba presa en una oscura celda, donde comenzaría a pagar todas sus maldades. Sin ningún signo de arrepentimiento, Flammy estaba sentada en un suelo húmedo y frio con el corazón inundado de rencor, por las personas que la habían colocado en ese lugar, especial Candy que seguramente ahora estaba feliz con William.
—Como te odio pueblerina, no voy a dejar que me quites a William nuevamente -dijo Flammy llena de rencor -. Él es solo mío, mío.
—Hablando sola -le dijo una voz que reconoció de inmediato.
Levanto sus ojos encontrándose con alguien que no esperaba ver.
—¿Usted que hace aquí? -le preguntó al marqués de Kless.
—Quería saber, ¿cómo estás?
—Ya me ve, en esta cárcel.
—¿Por qué asesinaste a Sara? Ella era tu hermana.
—Yo no lo sabía en ese tiempo, en todo caso igual lo habría hecho, ella quería quitarme a William.
—Estas muy mal, me alegra no haberte reconocido como hija.
—¡Usted no es mi padre! -le gritó Flammy.
—Qué bueno que pienses así, espero que no te atrevas a decirlo a nadie.
—¿Se avergüenza tener una hija como yo?
—Claro que sí, asesina.
—Yo también me avergüenzo de tener un padre como usted. Ahora váyase de aquí.
—Me voy, pero me voy a encargar de que pases en esta cárcel el resto de tu vida -dijo el marques y se marchó.
…
Tras los acontecimientos ocurridos el conde tomo la decisión que su hija Pauna se fuera con Candy América, era lo mejor para la niña, que se criara lejos de Londres y del recuerdo de Flammy. No iba ser fácil para el separarse de su pequeña, la amaba con toda su alma, pero encontraba justo que ahora estuviera al lado de la rubia.
Esa tarde se sentó con la niña en el salón y le conto cuidadosamente que Candy era su verdadera madre.
—¿Y mi mama Flammy? -preguntó la niña confundida.
—Ella te cuido, mientras que Candy estaba de viaje.
—Yo quiero a mama Flammy.
—Ella se fue muy lejos, ahora tienes que estar con tu mama Candy, ella te va a cuidar y entregar todo su cariño.
—¡No quiero!
—Pauna, Candy es muy buena y te quiere muchísimo. Debes darle una oportunidad. ¿Te gustaría hacer un viaje en barco con ella?
—¿En barco?
—Si, a ti siempre te han gustado los barcos.
—¡Me encantan!
—Entonces, te iras con Candy en un bello barco.
—¿Y tú papa?
—Yo iré después, te lo prometo -le dijo Albert pensativo.
…
Una semana después…
Candy emprendía su viaje de regreso hacia América, junto a su tía Pony e hija Pauna, donde comenzaría una nueva vida, dejando atrás todo el daño que le causo Flammy. Esta fue condenada a cadena perpetua, por lo que nunca más saldría de la cárcel.
El conde con mucha tristeza regresaba después de ir a dejar a su hija al puerto. Despedirse de ella le rompía el corazón, sin embargo, sabía que Pauna estaría bien junto a Candy, una persona maravillosa que la cuidaría con todo su amor.
Al entrar al salón luciendo un traje azulado, se encontró con madame Elroy que lo estaba esperando.
—¿William, Pauna ya se fue? -le preguntó viendo el rostro de tristeza de su sobrino.
El caminó hasta uno de los sofás donde se desplomo.
—Si, se fue con Candy -respondió.
—Esta mansión no va ser lo mismo sin ella.
—Así es tía, Pauna era la alegría de este lugar, creo que no voy a poder vivir sin ella.
—Y sin Candy, ¿verdad?
—Si la amo como el primer día, si Flammy no se hubiera interpuesto ahora estaríamos aquí felices.
—¡Esa desgraciada! -exclamó Elroy con rabia.
—Es mejor no hablar de ella.
—Tienes razón William, no pierdas la fe, quizás algún día tú y Candy vuelvan a estar juntos.
—No tía, ella se va casar con George. Yo no me la merezco.
—No digas eso Albert -se escuchó la voz de Candy en el salón.
El conde de inmediato se paró y la vio ahí parada frente de él junto a Pauna.
—¡Papa! ¡papa! -exclamó la niña corriendo a sus brazos.
—Mi pequeña -la nombró abrazándola con fuerza.
—No nos fuimos en el barco.
—¿Y eso? -miro a Candy.
Ella camino hasta él.
—Albert...yo no puedo irme sin ti...
—¿Y George...?
—Entre George y yo nunca ha habido nada. Yo te sigo amando a ti.
—¡Oh mi amor! -la beso en los labios -. ¿Eso significa que te vas a quedar conmigo?
—No.
—Entonces...
—Significa que tú te vas a venir conmigo a América. No crees que sería bueno comenzar una nueva vida en otro lugar.
—Me parece perfecto -contestó Albert con alegría -. Voy a preparar todo para irnos América.
—¡Me alegra mucho por ustedes, van hacer muy felices! -expreso madame Elroy emocionada.
Candy se acercó a ella.
—Usted va a venir con nosotros.
—No Candy, en este estado, sería una carga para ustedes.
—Tía no digas eso, estoy seguro que te hará muy bien los aires de América -le dijo Albert acercándose también.
—Y mi tía Pony va tener con quien platicar -añadió Candy.
—¿Y ella donde esta? -le preguntó el conde.
—Se quedo en el carruaje.
—Ve a buscarla -le dijo madame Elroy -. Voy a mandar a preparar una gran cena para celebrar.
Esa noche se realizó una cena en familia, donde todos compartieron en el comedor, felices de por fin estar juntos. Después de comer Albert y Candy llevaron a su hija a dormir a su cuarto, para después ellos ir al suyo donde se rencontraron apasionadamente, en una noche rodeada de bellos recuerdos y mucho amor.
...
EPÍLOGO
Años después...
Candy y Albert vivían felices en Nueva York en una bella residencia, junto a Pauna y dos hijos más que tuvo la pareja, dos hermosos niños muy parecidos al conde. Candy se dedicaba al cuidado de la familia, mientras que Albert administraba sus negocios hoteleros con los que ha tenido mucho éxito. Aquel negocio lo hiso George con el que retomó su antigua amistad. George se terminó casando con Karen Kless y con la que tiene dos hijos. Dorothy también se fue con ellos América y encontró el amor con un joven americano con el que se casó.
Todos los domingos la pareja de rubios almorzaban en el jardín de su casa, un lugar muy grande con muchos árboles y una gran piscina. Pauna y sus hermanos corrían alegres por todos lados, siendo admirados por Candy y Albert, sintiéndose felices de la familia que habían formado.
—Están tan grandes nuestros hijos -comentó Albert.
—Si, ha pasado rápido el tiempo -contestó Candy.
—Sabes lo que he estado pensando.
—¿Que Albert?
—Que podríamos hacer un viaje en barco, para celebrar nuestro aniversario de matrimonio.
—¿En serio?
—Si, pero sin los niños. Un viaje solo tu y yo.
—Albert no podemos dejarlos solos.
—No se van a quedar solos, tu tía Pony los puede cuidar, ya le pregunté y me dijo que encantada.
—Veo que tenías todo pensado -dijo Candy dudosa.
El conde le tomo una mano.
—Haber mi condesa, no quieres viajar conmigo. Parece que se te olvidó que nos conocimos en un barco.
—Claro que no se me ha olvidado, iba viajando de polizonte y gracias a ti pude terminar el viaje -le dijo mirándolo con amor -. Y aunque cuando llegue a Londres, me di cuenta que Terry, me había hecho falsas promesa porque se terminó casando con otra, no me arrepiento de haber hecho ese viaje.
—Lo sé, gracias a eso nos conocimos.
—Así es, tú me hiciste volver a creer en el amor.
—Entonces mi condesa, hacemos el viaje.
—De acuerdo, mi amado conde -contestó Candy besándolo con mucha pasión.
*FIN*
Hola mis lindas chicas.
Espero que se encuentren muy bien. Lo prometido es deuda, aquí les dejo el final de este fic, con mucho cariño.
Muchas gracias por todos sus reviews y todo el apoyo que me dieron en toda la historia.
Un gran abrazo a cada una de ustedes y si Dios quiere espero leerlas pronto con otra historia de nuestros rubios.
