(The procedure - Alex Heffes)
—La primera vez lo vi de pie detrás de Kagami, tratando de disimular su presencia en el aura poderosa de la joven Tsurugi. Son astutos, siempre lo son. Y buscan ocultarse en las sombras de aquellos que irradian una poderosa luz…
Los hermanos Mathieu habían instalado sus sensores infrarrojos por todo el pasillo, asegurándose de fijar el cableado en el suelo de madera para no comprometer la integridad de los tapices, Marinette había sido tajante al decir que mucho se perdía en esa clase de batallas como para sumarle más desastres a la casa.
—La segunda vez fue en la cocina, se arremolinaba sobre las tuberías del extractor, como si quisiera mantenerse lejos de nuestro alcance, pero lo suficientemente cerca como para seguir escuchando.
Habían colocado polaroids automáticas en esquinas estratégicas, de manera que si pasaba algo, las cámaras capturarían pasillos completos. Todas ellas con su sistema de detección, esta vez con tecnología de punta para la época: infrarrojo, lectores de calor, lentes para luz ultravioleta y algo más que no habían querido compartir con el resto. "Lo que hace la verdadera magia" había dicho Ethan con una sonrisa radiante, explicando que ese componente era lo que en realidad disparaba las fotos cuando había algo sobrenatural de por medio.
—La tercera vez fue en el rellano de la escalera, esa fue la más contundente, porque se recortaba contra la silueta de Tomoe y al mismo tiempo se aferraba a ella, como si quisiera apoderarse de su alma. Pero Tomoe es una mujer fuerte, cualquier otra persona habría sucumbido hace mucho tiempo.
La colocación de micrófonos la hicieron solos, Ethan y Erik se movieron por la casa como sombras silentes, dejando micrófonos ocultos por todos lados, suficientemente finos como para detectar hasta el latido del corazón humano con la configuración correcta, conectados a una consola de control para aislar solo los sonidos que necesitaban para la investigación.
—Hay algo oscuro en esta finca. No es sólo un espíritu aquejando a la señora Tomoe, algo oscuro y antiguo reside en los rincones de esta tierra, y no está dispuesto a mostrarse por las buenas. Siente que el lugar le pertenece y que no hay nada que podamos hacer para quitárselo.
—¿Por qué ahora? —La voz de Kagami se alzó lastimera en medio del silencio sepulcral de la sala de estar que siguió a las palabras de Marinette.
La joven se asió con fuerzas de la mano de su madre mientras todas las miradas caían sobre ellas.
Ethan y Erik intercambiaron una mirada pesada mientras Luka tomaba la palabra.
—La mayoría de poltergeist que habitan fincas antiguas pueden pasar décadas durmiendo, y luego ocurre algo que los detona, los despierta.
—En el caso de los espíritus inhumanos —prosiguió Marinette con calma, hablando despacio para no inquietar más a los presentes—, las entidades que se dedican a la creación y propagación del mal, es distinto. Ellos se alimentan de aquello que nos atormenta, se fortalecen en nuestro sufrimiento y lo usan contra nosotros. Entre más sufrimos, más fuertes se vuelven ellos.
—Pero por eso no lo entiendo —insistió Kagami aferrando la mano de su madre con más fuerza—, llevamos una vida buena aquí, somos felices, no ha faltado nada y…
—A veces —interrumpió Luka al ver la expresión contraída en el rostro de Tomoe—, la actividad sobrenatural se despierta intencionalmente.
—Pero, nosotras no…
—La cuarta vez que vi ese espíritu —atajó Marinette esta vez—, fue en una visión sobre unos niños jugando en el campo a espaldas de la casa, en el viejo pozo. Invocaron algo, ¿no es así? Lo despertaron.
—Sí —respondió fríamente Tomoe mientras todas las miradas caían sobre ella y la incredulidad llenaba el rostro de Kagami.
—Prometieron cosas que todavía no tenían a cambio de algo, y ahora les están cobrando.
—Le ofrecí mis ojos cuando entendí el verdadero valor que tenía la promesa que hice —gruñó la mujer cada vez más tensa, comenzando a sentir la opresión en el pecho del espíritu que la atormentaba—. Nunca fue mi intención…
—Lo sabemos —murmuró Marinette al final, sonriendo—, y vamos a conseguir las pruebas necesarias para que la iglesia envíe a su mejor exorcista.
—Un momento —pidió Kagami confundida—, pensaba que ustedes eran los mejores especialistas.
—Especialistas sí, pero el nivel de exorcismo que esta casa requiere sobrepasa nuestras capacidades —confesó Luka tranquilamente—, además, no tenemos autorización de realizar ningún ritual sin el permiso y compañía de un exorcista certificado por el vaticano, así que lo mejor que podemos hacer, es resistir con ustedes mientras llega la caballería.
—Y eso es lo que haremos —prometió vehemente Marinette—.
95.-La voz de los videntes
Sonrais777: Prometo un poco de calma pronto, pero no sé cuánto dure estando tan cerca del cap 100, saludos.
Manu: Ya hay agenda establecida, no hay espacio para meter más ideas de one shots de por medio, y el tiempo no me da ni para actualizar lo que ya tengo planeado, lo siento si te decepciono, pero he de ser fiel a mi historia y a lo que mis personajes me están pidiendo. Sigo sin ver la 4T y menos la 5, y no creo que lo haga pronto, no quiero salirme de mi canon establecido, menos ahora que viene algo que tengo tantos capítulos postergando.
Mu bug moon: Sí está planeada una continuación del de septiembre, no sé cuándo se publique, no será antes del cap 100, lo siento jaja, pero, habrá mucha emoción mientras tanto, eso sí lo prometo.
Sus pies colgaban por el borde de la silla, tenía los talones cruzados y movía las piernitas ida y vuelta al ritmo de la canción que sonaba en la radio. Estaba concentrado en sus dibujos, cambiando de colores cada tantos segundos, ajeno al hecho de que su tía le dedicaba miradas de reojo para asegurarse de que el menor estuviera bien.
Sus mejillas sonrosadas reflejaban la dulzura de la infancia, sus ojos abiertos de par en par rebosaban de ilusión e inocencia, y su sonrisa había conquistado los corazones de todo aquel que conoció viajando con sus padres cuando estos daban clases a las diversas universidades del país.
Ese fin de semana se quedaba con ella, puesto que al desconocer el entorno al que se habían movido, Luka y Marinette habían preferido dejarlo en un lugar seguro.
—Tía Juleka —murmuró el pequeño de diez años mientras colocaba una hoja nueva frente a sí con aires distraídos—, mamá y papá están en un caso difícil, ¿verdad?
La aludida se secó las manos en el delantal antes de mirar a su sobrino con un gesto de confusión y alargar una mano para apagar la estufa.
—No, cielo —dijo con voz maternal observando la cabellera del menor, percatándose de que Louis garabateaba distraídamente en la hoja que estaba más cerca del borde de la mesa—, ellos dijeron que sólo pasarían el fin de semana observando la casa porque quieren ayudar a estas personas. Sólo tienen que asegurarse de que la casa esté enferma y regresarán con nosotros.
—Está enferma, tía Juleka —musitó con voz lúgubre, aumentando la velocidad de su garabatear por las hojas, empujándolas lejos de él cada vez con más fuerza—. Toda la casa está muy enferma, y está enfermando a los que están viviendo ahí.
—Louis —llamó cautelosa Juleka acercándose a su sobrino al ver que cambiaba una página a la siguiente ahora que estaban todas desperdigadas, cubriendo de tachones el trabajo de toda la mañana.
Tal vez fueron las nubes fortuitas que ocultaron el sol un momento, tal vez fue algo más. La habitación se oscureció en torno al sitio en el que se encontraba el pequeño, la temperatura descendió un par de grados, y, por un segundo, a Juleka le pareció ver que la piel del niño tenía un color pálido y oscurecido, como si estuviera…
—La casa está enferma, tía Juleka —musitó con voz sombría, con eco, un sonido de ultratumba que consiguió paralizar a la joven en su sitio, con la mano extendida hacia el menor, que de pronto le provocó un profundo miedo—, y mi papá se va a enfermar con ella.
La habitación se oscureció un poco más, Juleka retrocedió medio paso, horrorizada, preguntándose dónde había quedado su sobrino y qué era aquel ente que le había reemplazado, considerando huir inmediatamente para ir a buscar a Louis Couffaine y ponerlo a salvo de monstruo que estaba sentado en su cocina.
El niño volvió el rostro hacia su tía, tenía las mejillas calientes, la nariz enrojecida, la boca apretada en un puchero y con sus enormes ojos azules estaban a punto de deshacerse en agua.
Juleka no lo pensó, saltó hacia el niño y le abrazó con fuerzas, sentándose en el suelo con el menor en su regazo y meciéndose atrás y adelante para tratar de brindarle algo de calma luego del horror que debía haber presenciado en su visión. Después de todo, el menor había heredado y combinado los dones de sus padres.
Lo último en lo que Juleka reparó fue en la mesa, en todas las hojas llenas de garabatos hechos a tinta negra y color rojo, la mayoría de ellos sin sentido, pero dejó pasar por alto aquello y se concentró en reconfortar al menor, quien rompió en llanto sin percatarse de lo que había dicho, visto y hecho, y sin imaginarse que había dejado en la mesa una pista del horror que sus padres estaban a punto de enfrentar.
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La tarde trajo consigo un viento helado y húmedo, propio de las noches de tormenta en medio del bosque. Los trabajadores de la finca se retiraron con el permiso de la señora en cuanto la luz comenzó a escasear, todos ellos demasiado aterrados ante la idea de permanecer en la casa más tiempo del necesario.
Por un momento, Nino consideró quedarse a acompañar a los jóvenes mientras los especialistas hacían su trabajo, pero la sonrisa cálida de Marinette le hizo comprender que sumaba más retirándose, así que se fue prometiendo estar a primera hora de la mañana, con la contra-promesa de Luka, quien afirmó que todo estaría mejor cuando volvieran.
—¿De verdad le creen a estos payasos —cuestionó Andree mientras avanzaba la partida de ajedrez contra Ethan, convencido de que ganaría—?
—Hemos trabajado con ellos durante cuatro años —informó Erik desde la barra, recibiendo en manos la taza de café caliente que Kagami ofreció—, y hemos visto un par de cosas.
—Por favor —se quejó el sheriff avanzado su alfil—, todas las casas hacen ruido, y todo eso tiene explicaciones científicas, estoy seguro.
Ethan rió discretamente antes de cambiar la posición de su caballo, haciendo dudar un momento a Andree respecto a si se estaría burlando de su juego o de sus palabras.
—¿Nunca en su vida ha visto un fantasma?
—Kid-o, he estado en tiroteos, en persecuciones y en hospitales más veces que tú y tu hermano en toda su vida, y nunca he visto nada.
Ethan habló en voz baja, entre dientes, rápido mientras Andree usaba un peón para devorar a la torre del rey.
—Sólo las personas realmente extraordinarias son capaces de ver más allá de lo natural.
—¿Qué fue eso —inquirió el sheriff—?
—Es algo que suele decir mi esposa —anunció Luka entrando a la habitación mientras se doblaba las mangas de la camisa—, si ya llegamos al uso de esa frase, quiere decir que nuestro sheriff es un incrédulo.
—Me considero agnóstico, no incrédulo. Y en doce años de servicio…
—Sí, sí, sí —espetó Erik rebasando la mesa y acercándose a Luka— ¿iniciaremos con lo bueno?
—No he terminado de hablar, ni tampoco mi partida —se quejó Andree frunciendo el entrecejo.
—Comenzamos —exclamó Ethan moviendo su torre y dejando en jaque al rey.
—No, no-no-no —exclamó el oficial observando el tablero a detalle, planeando un movimiento y viendo que Ethan parecía tener cubiertas todas las posibilidades para poner a la reina en jaque mate.
Los hermanos rieron por lo bajo chocando palmas discretamente mientras el sheriff recargaba una mano contra su boca, analizando otras posibles jugadas y percatándose de lo perdido que estaba, no había manera de ganar aquella partida, pero no se iba a rendir antes de analizar todos los movimientos disponibles.
—Tampoco creo que sea agnóstico —admitió Marinette bajando las escaleras—, más bien creo que es obstinado.
—¿Cómo van arriba?
—La señora Tsurugi está cansada, pero se unirá a nosotros más tarde, nos pidió comenzar con lo nuestro mientras duerme una siesta.
—¿Es buena idea que duerma?
—Creo que la actividad en esta casa se tiene que provocar —admitió pensativa la especialista, recibiendo una mirada sombría y de reproche por parte de su esposo.
—¿Y qué harán? ¿Poner una mesa redonda con velas y un tablero de ouija al centro?
La burla en la voz de Andree ni siquiera hizo mella, Marinette y Luka intercambiaron una mirada sombría antes de que la especialista se acercara al sheriff, quien se cruzó de brazos, esperando el sarcasmo.
No, Marinette no le habló con sarcasmo, le miró amablemente antes de extender una mano, pidiendo la del oficial en un gesto silente antes de dar una explicación.
—Una vez asistimos a una casa que reportaron infestada —había melancolía en la voz de la joven, así que el sheriff le entregó la mano izquierda con un suspiro de resignación—. Creíamos que sería una tarea sencilla, un diagnóstico rápido. La mayoría de las casas a las que vamos tienen problemas de plomería, no de posesión. Así que nos dirigimos allá confiados en que sería un trabajo sencillo.
Marinette tomó la mano del sheriff y, contrario a lo que el oficial creyó que haría, la joven la puso bocabajo y la sostuvo suavemente entre las suyas.
—El hijo mayor de ese caso jugaba con una ouija —continuó Luka levantándose a recibir la taza de café de Kagami, percatándose de lo sombrío que se había puesto todo—. Mi esposa lo vio primero.
(Angelina's story - Alex Heffes)
—¿Al niño? —Y aunque Andree pretendió que su voz sonara firme, Marinette pudo sentir el miedo fluyendo por la piel de aquel hombre.
—Al demonio que pretendía poseer la casa.
—Oficial —llamó la especialista con el entrecejo fruncido—, a usted no le es indiferente el mal, ha peleado una o dos batallas cara a cara sin querer.
—Nah —espetó quitándole importancia, percatándose de lo frías que se habían puesto las manos de aquella mujer—, sólo he confrontado al mal real, al de los hombres.
—Fue en la capital, hace siete años más o menos —inició la joven desviando el rostro y soltando a Andree, alejándose un par de pasos mientras se llevaba la mano a la frente.
Erik recibió la taza de manos de Luka para que él pudiera dirigirse hacia su esposa, tomando el saco entre manos a la pasada para cubrirle los hombros.
El resto estaba confundido, no sabían qué esperar, porque Marinette se había puesto repentinamente pálida sin motivo obvio.
—Usted estaba en un caso difícil, tenían meses persiguiendo al mismo sujeto.
—Oiga, oiga —inició Andree levantando una mano hacia Marinette y llevando la otra al seguro de su arma, una costumbre que tenía demasiado arraigada por el nerviosismo acumulado con los años.
—Su hija era apenas una niña de tres años, usted estaba furioso, era un asesino, perseguían a un asesino en ese tiempo, las víctimas eran menores de edad y le frustraba saber que no había intentos de violación ni tráfico de órganos, sólo las muertes de esos infantes.
—¿Cómo demonios…?
—Asesinatos sangrientos cometidos sin escrúpulos que lo tenían asqueado.
—Nunca se reveló que…
—Lo acababan de ascender a patrullero, estaba orgulloso de ese trabajo, y su esposa temía por usted; aunque apoyaba su carrera, ella no quería que se convirtiera en capitán.
Andree palideció ante las palabras de la joven, preguntándose de dónde había sacado ella toda esa información.
Al levantar la mirada en dirección a los hermanos y ver la tranquilidad con la que escuchaban, ver la curiosidad en sus ojos, le hizo considerar, por un segundo, que aquello fuera real, que el terror fuera real.
Porque de otro modo, Marinette no podía saber todo lo que narraría a continuación.
—Debió ser terrible para usted —añadió Marinette mientras las lágrimas bajaban a raudales por sus mejillas en medio de una expresión ausente—, el terror de pensar que su pequeña podía ser la siguiente sin imaginarse que estaba a salvo.
—¡Usted no sabe nada de mí —gritó furioso, aterrado, haciendo un aspaviento con la mano para dejar claro el punto y consiguiendo que Ethan y Erik se interpusieran, en caso de ser necesario contenerlo—!
—Pero lo atraparon, ¿no es así?
La voz de Marinette emergió sombría mientras ella volvía un poco el rostro, con expresión vacía.
—Basta…
—Lo emboscaron una tarde de Abril.
—No siga —suplicó Andree retrocediendo, sintiendo que el miedo y la culpa crecían en su interior.
—Lo rodearon en el edificio en el que vivía, y luego lo acorralaron en la azotea.
El sonido del disparo de una cámara proveniente del segundo piso no fue suficiente para llamar la atención de los muchachos, inmersos en la historia que contaba Marinette a expensas del terror del Sheriff.
—Sus compañeros cubrieron la retaguardia, usted fue el primero en entrar, su pareja de patrullaje no estaba en servicio, le advirtieron que no subiera.
—No…
—Y disparó…
—No…
—El primer disparo fue a las rodillas para neutralizarlo, pero él estaba desarmado, no tenía por qué herirlo…
—No —suplicó Andree horrorizado, reviviendo aquellas escenas como si estuviese ahí. Como si pudiera ver su propio cuerpo a través de Marinette, quien simuló levantar un arma, cortar cartucho, apuntar…
Disparar…
Uno, dos, tres disparos, Andree disparó primero a la rodilla derecha, luego al costado, luego al hombro, todos ellos disparos precisos para herir al infeliz que había aterrorizado a su ciudad sin poner su vida en peligro inmediato. Pensando seriamente irse a los golpes, acabar con aquel sujeto usando sus propias manos y poder confirmar que el alma se le escapaba de los ojos mientras se bañaba en su sangre.
Otro disparo fotográfico, que no llamó la atención de nadie, hizo evidente que algo se acercaba lentamente.
—Pero no lo hizo —añadió Marinette guardando el arma en su costado antes de agacharse sobre el cuerpo ensangrentado de aquel hombre y tomarle las solapas para mirarle a los ojos—. Tu vas a vivir, maldito hijo de perra, vas a vivir y pagarás por tus crímenes…
En un segundo, Tomoe ya estaba de pie detrás de Marinette, levantando un hacha que apuntaba a su cuello.
–¡No —gritaron todos los presentes, horrorizados ante la idea, mientras el rayo los deslumbraba un instante—!
Al siguiente, el hacha estaba en el suelo, y Tomoe no estaba.
Marinette levantó los ojos, azorada, confundida por recién salir de su trance, notando el hacha a su lado y la energía refulgente por toda la casa.
—Va a comenzar —inquirió ella buscando a Luka con la mirada mientras él analizaba el rellano de la escalera, a Tomoe que parecía estar observando desde su trinchera.
—Ya comenzó.
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Juleka llegó a casa de su madre tomando la mano de Louis con firmeza, llevando en su bolso todos los dibujos hechos por el menor.
Marinette y Luka siempre instaban al pequeño a pulir sus habilidades y no tener miedo de los muertos, del pasado y del futuro, de sus visiones. Ambos sabían perfectamente que aquella carga era pesada, después de todo habían crecido en un entorno que desconocía hasta cierto punto la veracidad del más allá.
Pero Louis los tenía a ellos, y se encargarían de que nunca le faltar guía y cariño para poder aprender a manejar sus dones.
En pocos segundos estuvieron dentro, Louis sentado frente al televisor viendo caricaturas mientras Anarka y Juleka revisaban con ojo crítico los dibujos del pequeño.
—No lo entiendo —admitió Anarka levantando uno de los dibujos.
—Sólo dijo eso, que la casa estaba muy enferma y que Luka enfermaría también.
—¿Trataste de ordenarlos?
Juleka asintió levantando otra hoja, algunas de ellas tenían números escritos en puntos aparentemente aleatorios, pero pese a que algunos de los dibujos contenían escenas nítidas de niños en el bosque, otros eran sólo tachones negros que si acaso contenían cosas como un ojo o rayones en color rojo brillante, no daban para entender nada.
—Algunos números están repetidos, no tiene caso, y las imágenes no tienen secuencia tampoco.
—Ya veo…
—Luka y Marinette prometieron volver mañana, pero temo por ellos.
Anarka suspiró asintiendo, dejando la hoja sobre el montón antes de quitarse los lentes para presionar el puente de la nariz.
—Al menos esta vez —inició frustrada al percatarse de que no sería de utilidad—, creo que debemos dejarlos hacerlo solos. ¿Quieres café?
No respondió de inmediato. Juleka tenía la mirada fija en la mesa.
Anarka levantó la mirada en dirección a su hija y frunció el entrecejo al verla mirar concentrada la mesa mientras daba pasos cortos, rodeándola, como si acechara algo.
Anarka volvió la mirada a los dibujos y comprendió por fin qué era lo que estaba viendo su hija, que la tenía absorta.
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Luka y Marinette hablaban con Tomoe en la sala mientras el resto esperaba en la cocina. Erik llevaba puestos los audífonos y escuchaba atentamente la charla mientras el resto se acomodaba en torno a la mesa, nerviosos por lo ocurrido.
—Escuché ruido en la planta baja —había comentado Tomoe adormilada mientras Marinette le echaba una manta sobre los hombros—, me sentía aturdida, como si me hubiera quedado dormida. Cuando bajé a ver, estaban en torno a la señora de Couffaine, y el hacha del cobertizo estaba a su lado, aunque desde la escalera no vi mucho más.
—¿Le creen? —inquirió Andree escuchando en el altavoz que Ethan había instalado al costado, para solicitar apoyo con el monitoreo.
—Para mí suena muy humana —murmuró Erik tomando nota en su libreta antes de ajustar las perillas de su consola.
Andree guardó silencio unos segundos observando la forma dulce en que Adrien tomaba las manos de Kagami y le sonreía con franqueza, una promesa silente.
—¿Cómo terminaron trabajando para ellos?
Había tanta incredulidad y sorpresa mezclada en la voz del Sheriff que los hermanos Mathieu supieron que era momento de dejarlo en paz un rato.
—No trabajamos para ellos —comenzó Ethan poniendo una taza de café al lado del oficial—, trabajamos con ellos, es diferente.
—Mi hermano siempre creyó en fantasmas —añadió Erik recorriendo un auricular para escuchar mejor la charla—, cuando éramos niños vio un documental que trataba de las psicofonías estudiadas por la sociedad espritista, quedó fascinado. Y luego hizo su propio spirit-box con una vieja radio de bolsillo de papá.
—Casi se infarta —recordó el menor entre risas nerviosas— cuando supo que mi interés era más paranormal que científico.
Erik rompió en carcajadas al recordar aquella anécdota, asintiendo para darle la razón a su hermanito mientras trataba de calmarse.
—Había un par de cursos y diplomados de las paraciencias en varias universidades, pero nada serio. Decidí comenzar a investigar por mi cuenta.
—Unos amigos nos contactaron hace cuatro años —dijo Erik un poco más controlado de sus carcajadas, limpiándose las lágrimas de los ojos—, dijeron que tenían una auténtica casa encantada y que necesitaban alguien que documentara la actividad para poder solicitar ayuda a la iglesia. Como yo estudiaba ingeniería en audio y video, creyeron que haría un trabajo de calidad, además de que sabían que mi hermano era fan de lo paranormal.
Silencio, guardaron silencio un instante mientras las palabras del muchacho caían en su lugar.
Kagami fue la primera en comprender que había mucho más de fondo.
—La señora de Couffaine nos miró y —comenzó Ethan, inseguro de sus palabras—, bueno, ella dijo que el camino sería mucho más que sólo difícil.
—Casi nos convencen de no acompañarlos esa vez —añadió Erik sombrío—, Marinette sabía que nos enfrentaríamos al mal cara a cara, ella sabía desde antes lo que había en la casa y trató de ponernos a salvo.
—Pero la ignoraron —dedujo Adrien conmovido.
—¡Por supuesto que la ignoramos! La historia no tendría final feliz si le hubiéramos hecho caso.
Kagami dejó escapar una carcajada mientras Andree asentía, dándoles la razón.
—Cuatro años, aquí seguimos.
—¿Todavía se asustan?
La pregunta emergió de los labios de Andree con tanta naturalidad que el sheriff tuvo que recordarse a sí mismo que era incrédulo, aunque luego de lo que presenció con Marinette, creer lo contrario habría sido sencillo.
—Bueno, nosotros no…
Puertas azotándose, una silla levitando antes de ser lanzada hacia la pared, todas las cámaras disparándose al mismo tiempo y los gritos desgarradores, gemidos, aullidos y alaridos que se proyectaron en las bocinas y en los audífonos de Erik.
Luka entró corriendo a la cocina, cubriendo a Tomoe por los hombros mientras Marinette permanecía en medio del lobby, con todo el caos, los ruidos y la maldad girando en torno a ella.
Un segundo de calma…
Sólo uno de calma y silencio antes de que todas las ventanas se azotaran al mismo tiempo y la casa pareciera proferir una exhalación.
Los hermanos Mathieu se levantaron como impulsados por un resorte, corrieron escaleras arriba a recuperar las cámaras de fotografía mientras Luka volvía sobre sus pasos hacia Marinette para ponerla a salvo.
Y el resto lo comprendió: Retirada.
