Disclaimer: Yu-Gi-Oh! no me pertenece. Sólo esta historia llena de clichés y el OC.
Les recuerdo que las respuesta a reviews anónimos/de invitados están al final del capítulo anterior. Este se editará con las respuestas a medida que los vaya aprobando y respondiendo (siempre que sean reviews de este capítulo o generales de la historia, y no más de una respuesta por persona).
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LIBRO III
Capítulo 47
Mensaje Espiritual "E"
[Mágica/Continua]
Esta carta sólo puede ser puesta en el Campo por efecto de "Tablero del Destino".
Ya eran más de las siete y treinta de la noche cuando entré en la cafetería. Las bandejas de la comida estaban casi vacías, y muchos estudiantes ya se habían retirado tras terminar de cenar; algunos a sus habitaciones, otros a la sala de estudio.
Curiosamente, no me di cuenta de cuán hambriento estaba en realidad hasta que entré allí y el aroma de la comida llenó mi olfato.
De acuerdo con Judai, si había algo que no cambió en el dormitorio Osiris de una línea del tiempo a la otra, esa fue la comida. Daitokuji no era un chef profesional, a diferencia del profesor Kabayama, pero su cocina se defendía contra la del director de Ra. Ahora, técnicamente, hacerse cargo de eso no estaba dentro de sus responsabilidades, solo lo hacía porque, según él, era su hobby.
El hecho de que tuviera tan buena sazón explicaba cómo, a pesar de sus quejas con respecto a vivir en Osiris, en aquella otra realidad Manjoume siempre tomó como una grave ofensa el que alguien robara la comida de su plato. O, incluso, como es que nunca contrató a un cocinero particular cuando tenía los medios para hacerlo.
De regreso a la cocina del profesor, algunas veces llegué a cuestionarme si esto podría deberse a que él era un alquimista experto. La alquimia era, en ciertos sentidos, como cocinar. Básicamente, era lo que sería la química, si en vez de hablar de compuestos, mezclas y reacciones se tratará de ingredientes, cocción y demás. Así que, tal vez, el uso del término «cocinar» cuando hablaba de la fabricación de drogas era más o menos correcto.
Daitokuji me miró, de tal forma que el brillo de sus gafas ocultaba sus ojos. Ese detalle siempre me provocó escalofríos.
—Buenas noches, joven Satou. Me alegra ver que decidió acompañarnos a la cena esta noche. Se saltó la cena ayer y casi no comió nada esta mañana.
Hice una mueca al escuchar, casi textualmente, las mismas palabras que Johan había usado el día anterior.
—Podría afectar mucho su salud si no come adecuadamente —prosiguió el profesor.
—Gracias por preocuparse. Yo… trataré de cuidar más eso.
El profesor asintió, antes de sacudir sus manos y, posteriormente, desaparecer en la puerta que llevaba a la cocina. Al parecer, yo era el último alumno a quien iba a servir esa noche.
Tomé mi bandeja y me dirigí hacia la mesa de siempre.
—¡Hermanito!
Sentí que mis dientes chirriaban al escuchar a Fubuki, y la punzada de molestia, causada por su descaro de unas horas atrás, regresó.
La mesa de costumbre estaba un poco más llena. Bueno, solo tres espacios extra: Fubuki, Fujiwara y Kaiser. No era una imagen tan extraña como podría pensarse. Dado que en esta versión de la Academia los rangos se ganaban por verdaderos méritos, no era extraño que estudiantes de diferentes dormitorios fueran a visitar sus amigos, e incluso se quedaran a cenar.
Además de lo anterior, si se consideraba que tanto Ryo como Fubuki tenían familiares que hasta muy poco tiempo atrás habían sido Osiris, su presencia allí no levantaba suspicacias pese a ser los mejores duelistas de la Academia.
Fubuki agitó su mano derecha para llamar mi atención. Suspiré. No era necesario, con la mitad de las mesas desocupadas. Además de ser la mesa que siempre usábamos en el almuerzo. Esta acción de su parte le provocó a Asuka un suspiro de resignación por las payasadas de su hermano mayor. Yusuke, como de costumbre, me saludó con un asentimiento de cabeza. Ryo no dijo nada, limitándose a observarme con un gesto crítico.
Podía asumir que el profesor Chronos le había pedido lo mismo que a mí: ser discreto con todo el asunto de las diferencias del duelo entre un mundo y otro. Cuando fuera el momento de discutir eso, sería en privado.
—¿Visitando a los novatos? —les pregunté.
Fubuki frunció un poco el ceño. Tal vez había sonado un poco más condescendiente de lo que pretendía.
El estudiante mayor pareció dejar pasar eso de momento, ya que enseguida recupero su semblante jovial de siempre.
—Ya sabes: la mitad de ustedes ya no dormirán aquí a partir de esta noche. ¡Así que esto es algo así como una cena de despedida! Hicimos lo mismo cuando los tres ascendimos a Ra.
Ah, eso tenía sentido.
Dejé la bandeja en la mesa y me senté. Johan me miró un momento, como buscando alguna señal de que estuviera herido o de algún malestar; un gesto que había copiado de la tía Megumi.
—El superior Fubuki dijo que fuiste a la enfermería.
—Sí. El profesor Chronos quería asegurarse de que… Bueno, de que todo estaba bien. Ya sabes, porque me salté la cena anoche.
Eso no pareció calmarlo; ni a él ni a los otros.
—Estoy bien. Ahora, si lo que quieren es saber por qué me ausente anoche, es un asunto para tratarse más tarde. No en un lugar tan público.
Varios de ellos asintieron, entendiendo lo que quería decir entre líneas, una habilidad muy útil, dadas las cosas en las que nos implicábamos con regularidad.
—Eso sin contar con que tenemos algunos asuntos más que discutir —agregó Edo.
Muy cierto. Las nuevas invocaciones, cosas sobre el futuro, el viaje en el tiempo, quizá discutir de nuevo aspectos que ya había hablado con los mayores en la oficina del Profesor Chronos… En fin, detalles con los que había que ser muy cuidadosos y actuar con la mayor discreción posible. He allí porque mi discusión con Kaiser fue algo, por lo que me había ganado una advertencia; y esperaba que Ryo también.
Por otro lado, hablando de esas cosas, me di cuenta de que encontrar un lugar para reunirnos y tratar todo eso fuera de los oídos indiscretos iba a ser un problema. Especialmente ahora que, como dijo Fubuki, todos estaríamos más divididos entre los tres dormitorios.
En teoría, podíamos usar la oficina del profesor Chronos para eso. Pero, imaginé que eso podría hacer que se levantaran algunas cejas suspicaces entre el personal que no estaba involucrado en todo este asunto.
Se necesitaba un sitio neutral, apartado, seguro… Tuve una idea: ¡la casa de Erzsébet!
Convertirla en nuestra base de operaciones era renunciar a un secreto valioso, sí. No obstante, dada la presencia de Daitokuji y Haou allí, era posible que ellos hubieran llegado a la misma conclusión, y tuvieran la intención de guardar ese secreto para sí mismos. Y, en esos momentos, me sentía lo suficiente mezquino hacia ellos como para arruinarles eso.
Aunque, primero iba a consultarlo con William. Era algo así como la casa de su hija. Incluso cuando ya me había tomado la libertad de utilizar el invernadero, no era lo mismo que meter a un montón de personas sin el permiso de su dueña.
Casi todos habían terminado de comer, así que me apresuré y devoré mis propios alimentos en menos de quince minutos. Tal vez no era algo muy sano, pues el arroz prácticamente no lo mastique, pero… en fin.
—No pensé que alguien pudiera comer a la misma velocidad que Aniki —comentó Sho, un poco impresionado.
—Así es cuando tiene prisa —suspiró Johan—. Por más que le digamos que eso no es sano.
—¡Oye! Hay muchas cosas que hablar —me defendí—. Aunque, claro, no podemos tratarlo todo eso esta noche. No hay suficiente tiempo.
Era verdad. Había tantas cosas pendientes, las horas que quedaban hasta el toque de queda sencillamente no bastaban. Sin contar con que la mayoría de ellos tenía que irse con varios minutos de antelación para llegar a sus propios dormitorios antes de dicha hora y no meterse en problemas. En especial los tres estudiantes de Obelisco. Siendo quienes estaban en la cima de la Academia, su deber era ser un ejemplo para todos los estudiantes. Sobre todo, Kaiser y Fubuki.
—Tendremos que esperar para eso —dijo Ryo.
Como es de esperarse, no todos querían esperar. Aunque, a final de cuentas, la palabra del Kaiser tenía mucho peso para todos los allí presentes… Incluso para Edo. Este mundo no era como en el anime, donde ambos en teoría tenían un «rango» similar, en el sentido de que allí los dos eran profesionales; uno con más experiencia que el otro, pero, a fin de cuentas, profesionales.
Hablando de Edo, no tenía idea de qué tipo de vida había tenido su versión del canon, más allá de que DD lo había adoptado, que había obtenido varios títulos universitarios pese a su edad, y que conoció a los hermanos Saiou a una edad temprana. En este mundo, al menos sabía que, pese a los momentos amargos, tuvo la ocasión de seguir siendo un niño. Pegasus mismo se ocupó de que fuera así. Como consecuencia, no se había visto forzado a madurar tan rápido para ser un adulto con tan solo quince años.
Supongo que también ayudaba el hecho de que había más gente a su alrededor que lo comprendía y en la que podía apoyarse. Muchos, pese a nuestra edad tan joven, ya habíamos experimentado lo que era perder a nuestros padres.
—De acuerdo —Fubuki secundo a Ryo—. Además, luego de todos esos viajes de ida y venida entre este dormitorio y el de Ra, mejor descansar por esta noche.
Según supe, habían hecho al menos tres viajes como el que dijo. Si bien la mayoría no teníamos un equipaje muy voluminoso, casi todos habíamos llegado con al menos tres maletas llenas. Por mi parte: una grande para mi ropa, una de mano llena de cartas y una mediana para artículos personales (que incluía varios libros, gadgets, y dos consolas de videojuegos acompañadas por esos títulos que me había propuesto terminar, aprovechando que estaría lejos de mi colección completa y de la tentación de re-jugar algunos de mis favoritos). A eso se sumaba una mochila con útiles escolares y la laptop.
No obstante, había algo más. Para mí, siendo tan observador, no pasó desapercibida la pequeña mirada que intercambió con Johan y Judai. Supe que su sugerencia de aplazar la «reunión general» era para darles tiempo de hablar conmigo a solas sobre lo ocurrido. Tuve que reprimir un suspiro. Ya podía oír sus regaños.
Fui a dejar la bandeja vacía. Cuando regresé, la mayoría estaban listos para marcharse. Así que, en realidad, nos despedimos por esa noche. Salvo por un detalle: Johan y Judai no iban a dejar las cosas así. Querían estar seguros de que, de verdad, las cosas estaban bien después de lo que había pasado la noche anterior.
—Se siente un poco extraño que, luego de tantos años, por fin tendré una habitación para mí solo otra vez —comenté de manera casual, mientras íbamos caminando hacia mi habitación.
—Y eso solo hace que me preocupe sobre en qué problemas vas a meterte estando tú solo.
—Tal vez debas mudarte conmigo y a Hayato.
Hice una mueca ante esas palabras por parte de esos dos.
—No, gracias.
Muy bien. Lo primero que noté era que la litera triple había sido reemplazada por una cama individual. O, más bien, se había replegado. Es decir, ahora que solo quedaba un estudiante allí, las camas de arriba se habían bajado, como una especie de ascensor, quedando las otras dos ocultas debajo de la más alta.
Me pareció un sistema un poco peligroso. ¿Qué pasaría si fallaba y las literas se replegaban mientras alguien estaba acostado en una de las camas de abajo? Aunque, siendo algo desarrollado por Corporación Kaiba, seguramente tenía alguna clase de seguro para evitar que eso pasara. Con lo perfeccionista que era Kaiba, no me extrañaría que hubieran sido desarrolladas teniendo en cuenta hasta el más improbable de los escenarios.
—Está bien: habla —dijo Johan en cuanto él y Judai se sentaron, precisamente sobre la cama; mientras que yo ocupe la silla de mi escritorio—. Anoche, me dijiste que querías descansar luego de todo eso; ahora ya lo hiciste, y ¡hasta fuiste a enfermería! Así que, ¿puedes decirme exactamente qué pasó anoche y qué tuvo que ver Haou en todo esto?
Judai frunció el ceño en cuanto escuchó eso último.
—¿Él estaba allí? —me cuestionó con un tono de voz que casi no hacía nada para ocultar una mezcla de enfado y… ¿Decepción?
Asentí de manera rígida. Decirles o no las sospechas de Banshee, he allí el dilema…
—Creo que primero tengo que empezar por el principio.
Y eso hice. Banshee me había estado insistiendo en que confiara en ellos, e iba a hacerlo… Al menos para las cosas en las que estaban involucrados directamente.
—Desde ese asunto en el pozo, he estado pensando que tenía que ser más fuerte. Se me ocurrió una cosa: ¿y si en vez de esperar a que el señor Pegasus hiciera públicas las otras invocaciones, atraía a los espíritus? Sabemos por buenas fuentes que ellos ya pueden usarlas.
Johan asintió. Yo le había dicho sobre eso la noche anterior. Sin embargo, parecía que esa idea mía no le cuadraba del todo.
—¿Atraerlos? —me cuestionó.
—Sí. Ya sabes: Yubel se las arregló para llegar hasta Judai y Haou. Igual las Bestias de Cristal contigo. Además, el Señor de los Vampiros me ha contado que él sintió cierta compatibilidad entre mi alma y su clan, por eso decidió unirse a mí. Ni hablar de Zombino y Zombina… Ya saben cuál es mi teoría con respecto a ellos.
—Así que creíste que podía funcionar al revés —completó Johan—. ¿Estabas tratando de contactar a los espíritus?
—Lo admito, no puedo negar el hecho de que me precipite un poco.
—Eso hiciste… ¡Peor! Lo hiciste sin saber si iba a funcionar o no.
Johan era bueno en usar ese tono de molestia-amable de la tía Megumi. Supongo que era una consecuencia de que, prácticamente, era la única figura materna en su vida. Él tenía menos de tres años cuando sus padres habían muerto en un incendio, así que en realidad no tenía más que un puñado de memorias sobre ellos, y unas pocas fotografías que se pudieron salvar de las cenizas de su casa en Oslo.
—En la otra línea del tiempo, funcionó algunas veces —me defendí—. Judai prácticamente atrapó a Honesto…
—No fue exactamente así —susurró Judai.
—… y ni hablar de los Ojama de Manjoume; por no mencionar a los Escorpiones Oscuros…, que en realidad nunca supe qué pasó con ellos.
—Los conservó un tiempo —admitió Judai—. Hasta mucho después de la graduación, en realidad. Al final, se los cedió a un niño. Era su fan, estaba enfermo y había perdido a su familia en… En el incidente… —Se refería a la Reversa Cero que había devastado y dividido a ciudad Domino.
En sus labios se formó una sonrisa triste.
—Ellos, a pesar de todo, eran buenos. Ese niño no podía verlos, pero ellos lo cuidaban, como si fuera una familia formada por dos padres y un puñado de tíos un poco locos.
Pues, al parecer, ese montón de ladrones incompetentes no eran realmente tan malos.
—¿Manjoume tenía fans? —preguntó Johan de pronto.
—¡Oh, vaya que los tenía! —respondí—. En la Academia Norte. Y, pues, supongo que como duelista profesional también. —En especial si tomaba en cuenta que Edo había sido algo así como su padrino en las ligas profesionales (por no decir su esclavista).
—También tú tenías los tuyos.
Johan miró a Judai con una expresión mitad sorpresa, mitad horror.
—Espero que no sean como… ya saben.
—¿Cómo? —preguntó Judai.
—Como sus fangirls —me reí.
Johan me fulminó con la mirada, yo solo le saqué la lengua.
—¡Ah!, más o menos.
Ahora la expresión de mi primo pasó al horror puro.
—Bueno, primo, considera que los duelistas profesionales son figuras públicas. Y los más famosos hasta tienen sus líneas de mercancía oficial. Si vas a ser profesional, tendrás que lidiar con eso.
—Bastante he tenido con las revistas de adolescentes para una vida entera.
Ahora fue mi turno de sentir el horror. Estúpidos paparazzi tratando de conseguir exclusivas sobre el Rey de los Duelistas y sus hijos adoptivos. Ni hablar de lo horrible que había sido para mí cuando uno de esos, de alguna forma, consiguió los expedientes médicos de mis padres y se enteró de la «horrible tragedia» (tales fueron los titulares de la prensa de duelo y la prensa rosa en los siguientes días). Por supuesto, eso hizo que las demandas llovieran, pero el daño ya estaba hecho. Según supe, mis padres habían tenido una crisis que casi los lleva a ser internados de manera permanente en una clínica a causa de enterarse de que de hecho tenían un hijo.
Estaba muy molesto con la prensa.
Recordar eso me hizo desear más que nunca perderme en el anonimato una vez más. En el futuro, como programador de videojuegos y escritor, esperaba que, a lo más que llegaría, fuera a dar alguna entrevista para las versiones de este mundo de Kotaku, Famitsu, y otros sitios y revistas similares.
—Hace que uno se replantee su elección de carrera —admitió Johan con cara descompuesta.
Asentí de acuerdo con él. No pensaba ser profesional yo mismo, aunque no por esos motivos exactamente. Ahora, no es que no hubiera fans psicóticos que persiguieran a otras figuras públicas. Según sabía, alguna vez un loco se había colado en la casa de Stephen King mientras su esposa, Tabitha, estaba sola. Según ese tipo, el escritor le había robado las ideas de su cabeza, así que iba a matarlo con una bomba. Aterrador, cuando menos.
Claro, estaba esa promesa infantil con Judai de ser profesionales juntos. Una que, cada año que pasaba, parecía ser una de tantas que dicen los niños sin tener verdaderas intenciones de cumplirlas. Él mismo ya no hablaba de eso. Lo que podía asumir, era que ya no era algo que considerar para su futuro.
No lo culpaba, luego de todo lo que había pasado. Además, ahora tenía los recuerdos del futuro. Quizá, su plan ahora era retomar lo que hacía al final del anime: viajar por el mundo y ayudar a la gente.
—¿Qué pasó con los espíritus? —Fue Judai quien nos trajo de regreso al punto de la conversación.
—¡Oh, claro! Bueno, creí que podía atraerlos y, no sé, desafiarlos a una batalla para hacer que se unieran a mí. Como en un RPG de demonios. —Bendito Shin Megami…
—¿Sabes que la vida real no es un juego? —me cuestionó Johan.
—Claro, porque no nos jugamos la vida y el destino del mundo en un juego de cartas para niños.
—Eso no es…
—Johan: este mundo entero está construido alrededor de los juegos… Pero, admito que no es tan simple como supuse que sería. Aunque, en teoría funcionó. Primero con Erzsébet, si bien, de manera estricta, ella no se unió a mi «party», sí se volvió una aliada valiosa.
—¿Quién es Erzsébet?
—La madre del Bebé Vampiro.
Johan frunció el ceño. Seguramente recordó que yo le había dado de beber mi sangre.
—Funcionó con ella y… —Judai volvió a encauzar la conversación.
—Es el espíritu al que llamamos ayer.
—¿Cómo exactamente acabaste en esa situación? —insistió Johan.
—Sí, bien… Yo sabía que ellos, me refiero al Club de Esoterismo, habían conseguido llamar a un espíritu en la otra línea del tiempo…
—Uno que casi los mató —me recordó Judai.
—Detalles…
Johan frunció el ceño. Yo alcé las manos, como una especie de defensa contra la recriminación que sabía venía de su parte:
—Admito que no creí que fueran a llamar algo grande; al menos no tan pronto. Es decir, se supone que era la primera reunión oficial.
Por otro lado, ahora que lo pensaba bien, esos tres podrían haber estado un rato reuniéndose antes de todo ese embrollo. Quizá habían probado varios rituales, hasta que dieron con ese de los puntos cardinales y decidieron incluir a un cuarto miembro en su grupo, aprovechándose de los clubes escolares para buscar a alguien interesado.
—Calculé mal —admití—. A final de cuentas, sí que acudió un espíritu poderoso.
—¿Jinzo? —preguntó Judai.
—No. Es decir, de haber sido Jinzo, las cosas quizá habrían tomado un poco más el rumbo de una historia de terror con un acosador tipo slasher. Él, con esa gabardina, persiguiendo a los que lo habrían invocado… —Hice una mueca—. Si se dan cuenta, es como una versión light de Sé lo que hicieron el verano pasado. Con duelos oscuros en vez de asesinatos, claro.
—Regresemos a lo que estábamos diciendo —me sugirió Johan, con los brazos cruzados—. Digo, en vez de divagar sobre espíritus y todo eso.
—Eso estaba haciendo, ¿no?
Retomé mi relato, aunque, me guardé para mí el hecho de que, tal vez, estaba un poco molesto tras la actitud de Kaiser mientras le respondía sus dudas con respecto al juego en mi mundo. En ese sentido, el anuncio del Club de Esoterismo se sintió como una buena oportunidad de distraerme de todo eso.
Claro, sabía que, si eran ellos, las cosas podían moverse en esa dirección. Sin embargo, como les dije a Judai y a Johan, no creí que fueran a desbordarse tan pronto, siendo la primera reunión del club. Pese a que, si hacía algunos cálculos de cómo había avanzado el anime desde el comienzo hasta el episodio de Jinzo, en la línea del tiempo original debía de haber ocurrido durante las vacaciones de la Golden Week, dado su cercanía con el comienzo del año escolar.
También, admití que mi intención había sido descubrir si, más allá de su intento de darle vida a Jinzo, se podía emplear el ritual que usaron para llamar a otros espíritus. No algo realmente fuerte, quizá algunos pequeños para probar y luego, tras medir la efectividad de dicho ritual, ir trayendo a los más grandes.
—¿Para qué exactamente? —me cuestionó Johan—. Debe haber una buena razón para arriesgarte a ti mismo y a otros de otra forma.
No me atreví a ver a Judai a la cara. Podía sentir sobre mí esa mirada melancólica que tenía cuando éramos niños.
—Necesitaba ser…
—Más fuerte, sí. Pero, no veo cómo llamar espíritus sea necesario. Hay un pozo llenó de ellos. Podrías haber vuelto allí para convencer a algunos de unirse a ti.
Muy bien, me acorraló. Suspiré y les conté lo que ya le había dicho al profesor Chronos.
—Déjame ver si entiendo. Está este espíritu enorme y malvado, que conquistó esas llamadas «Tierras Inferiores», y pretendías traerlo aquí. Además, no estás hablando del Ha Des que es un monstruo de efecto, sino de su versión evolucionada y más poderosa que es uno de estos llamados Monstruos de Sincronía. Exactamente, ¿qué parte de eso te pareció una buena idea?
—La parte de que hay una guerra y estaría privando al enemigo de un arma poderosa.
—¡Una que ni siquiera sabías si podrías controlar!
—Por eso iba a ir poco a poco, tentando el terreno antes de avanzar. ¡No es como si pretendiera llamarlo al primer intento y luego ver qué pasaba! Estas cosas no se improvisan, ¿sabes?
—¡Pero eso es exactamente lo que estabas haciendo! Tuviste una idea en tres segundos y fuiste a probar sin siquiera consultar con nadie más.
—Eso no…
Por su mirada, supe con claridad que Johan no me creía y no iba a convencerlo de lo contrario.
Fruncí el ceño y apreté los puños.
—¿Piensas que no sé lo que hago? La primera regla en esto es jamás llamar a algo que sea tan poderoso que no podrás controlarlo.
—Hablas como si tuvieras mucha experiencia.
Yubel por fin hizo acto de presencia. Hasta donde sabía, podría haber estado escuchando todo desde las sombras. Lo mismo con Haou.
—Ta vez sí… es muy probable —admití.
Cada vez era más frustrante mi situación. Antes, pese haber renacido en un mundo en el que la magia es una cosa real, siempre podía afrontarla con un cierto grado de escepticismo. Como le había dicho a Saiou hacía tanto tiempo: hasta cierto punto, era sano hacer eso.
Sin embargo, desde que había llegado a la Isla Academia, la magia estaba cada vez más presente en mi vida. Antes mi contacto con ella era William, Zombino y Zombina. De vez en cuando, en especial en los días en Judai era una constante en mi vida, se sumaba alguna otra cosa sobrenatural y relacionada con nuestra guerra y los Juegos de lo Oscuro. Ahora la magia estaba allí todo el tiempo. ¡Joder, incluso yo mismo me presenté como un mago! Ni hablar del hecho de que, de pronto, se sentía completamente natural para mí hablar sobre sigilos, invocaciones y grimorios como alguien que practica la magia, y no solo como un curioso que se asoma a ese mundo para satisfacer un gusto por el misterio y lo macabro.
Y eso sin siquiera acercarme a la presencia cada vez más constante de las entidades.
Esto último me dejó un sabor amargo en la boca. Junto con la regla principal de las evocaciones, que ya había repetido varias veces en los últimos días, me hacía recordar las palabras que Lovecraft había puesto en labios del doctor Willett en El caso de Charles Dexter Ward: «Hay sacrilegios y abominaciones que no pueden ser tolerados, y creo que, quien escribió aquellas palabras, acabará con sus socios Orne y Hutchinson. Recuerde que uno de esos dos le advirtió en cierta ocasión que jamás cometiera el error de llamar a su presencia a nadie a quien no pudiera dominar. ¡Tenía mucha razón, Curwen! No se puede jugar con la naturaleza a partir de ciertos límites. ¡Y ahora, todos los horrores que ha invocado se volverán contra usted!».
Curiosamente, había sido el mismo Yog-Sothoth, evocado por el doctor, quien había acudido para castigar a Joseph Curwen por sus crímenes en contra de la naturaleza. El hechicero había usado las Sales Esenciales para resucitar a los muertos, de esa manera acumular conocimientos prohibidos y, más tarde, para engañar a la misma muerte. ¿Había hecho algo similar? ¿Qué clase de trato había hecho con Yog-Sothoth o con ese hombre que parecía ser un gánster de los años veinte…?
Mi boca se secó cuando lo recordé. Un aspecto humano, la comprensión de que botones debía tocar para molestarme, como parecía deleitarse en mi dolor.
Nyarlathotep.
Porque es Nyarlathotep, horror de infinitas formas y de espíritu terrible…
Me hundí en la silla, por un momento los bordes de mi mirada se oscurecieron.
«No te derrumbes», susurró una voz en mi cabeza. «No frente a Judai».
Era una voz curiosa. No podía identificar ningún aspecto de ella, pese a que sonaba muy familiar para mí. No sabía si era una voz masculina o femenina, cuál era su tono… Cualquier detalle que podría permitirme reconocerla se borrara de mi mente una vez que terminaba de hablar, como un mensaje que no deja registro.
Alcé la mirada. ¿Debía contarles? Tal vez no todo, decidí. Solo lo suficiente.
«Y sin mencionar a las Entidades», volvió a susurrar la voz. «Yo te daré las armas contra ellas, pero no mezcles a mi Judai en esto… No todavía».
Le creí. Era lo único que podía hacer.
—Cuando… —comencé de nuevo mi relato—. Cuando Erzsébet bebió mi sangre, recordé algo. Creo que, mucho antes de venir aquí… Incluso antes de la vida que recuerdo antes de esta, yo ya había vivido al menos otra. Y en esa vida hice algo que no…
Sacudí la cabeza.
—En realidad, hablar sobre magia… Usar la magia, se siente como algo natural para mí.
—¿Eres un mago? —me cuestionó Johan—. Un mago de verdad, no de los que hacen trucos, como en Las Vegas.
—Si fuera uno de esos, probablemente me dedicaría a robar gemas —traté de bromear.
—¿Cómo?
Suspiré. Claro, no había Kaito Kid en este mundo.
—¿Otras vidas? —me preguntó Judai.
Asentí.
—No estoy del todo seguro, pero es lo más probable.
Yubel me miró con una ceja alzada.
—No es tan raro, ¿verdad? Quiero decir, sabemos que la reencarnación es algo real. Quizá, como se acepta en muchas culturas y religiones, es un ciclo continuo para todos. Al menos puedo decir que, en ciertas ramas del budismo, se tiene la creencia de que la duración de una reencarnación depende de que tan cerca estés de alcanzar la iluminación. Es decir, el proceso solo dura hasta que logres trascender; y, entre más cerca estés, menos dura cada vida.
Yubel frunció los labios.
—No puede ser tan simple —dijo.
¿Se refería a la situación de Judai y Haou? No creí que eso fuera algo comparable a mi caso. Es decir, la muerte y el renacimiento estaban en su naturaleza, al menos mientras la guerra contra la Luz continuará. Para las almas de los humanos, como pensaba que era la mía, no podía funcionar de la misma manera. No estábamos hechos para eso. Esa parecía la razón de que, en todos los casos documentados de reencarnación que recordaba de mi vida pasada, ocurría lo contrario a las historias isekai: los niños recordaban sus vidas pasadas mientras crecían, pero, llegados a cierta edad, perdían sus recuerdos de forma irreversible y seguían desarrollándose como cualquier niño ordinario.
Solo que ese no era mi caso. ¿Tenía que ver con la manera en la que fui traído aquí? De alguna forma, sentía que ese no era el verdadero motivo, pero estaba lo bastante cerca. Erzsébet dijo que me privaron de mis memorias cuando llegué a este mundo, usando mi verdadero nombre como llave. Ahora no estaba seguro si el nombre que me habían dado mis padres en la vida inmediatamente anterior a la actual era el correcto. ¿Cuántos nombres había tenido en otras vidas? ¿Cuál era el verdadero?
Los egipcios creían que el nombre, el ren, de una persona, era único para cada ser: una parte de su alma, algo entregado por los dioses, ese individuo y solo para él. ¿Era el nombre una cosa más espiritual? Si era así, tenía sentido que la respuesta estuviera en los registros akáshicos como Banshee me había dicho.
—Así que eras una especie de mago —habló Johan, encausando de nuevo la conversación al punto inicial—. ¿Pensaste que por eso serías capaz de controlar lo que iban a invocar?
—En este caso, el término correcto es «evocar». Y no, no fue así. —Inhale aire, en un intento por enfocarme de nuevo—. Hicimos una sesión espiritista con una Ouija. Es decir, un juguete diseñado para, supuestamente, entablar contacto con los espíritus.
»Quitemos la parte sobrenatural por un momento. Cuando se usa la Ouija esta no se mueve por sí sola, lo hace mediante pequeños impulsos musculares imperceptibles por parte de los participantes. ¿Cómo sabe las respuestas? Bueno, es una mezcla de la sugestión con el conocimiento subconsciente de cada participante.
»Vamos a imaginar que preguntamos cuál es la capital de un país, y ninguno de los que estamos aquí la recordamos. Pero, al menos uno de nosotros conoce la respuesta porque la vieron meses atrás en su clase de geografía. Inconscientemente, esa persona guiará al oráculo a la respuesta correcta.
»Si hubiera sido una sesión ordinaria, probablemente eso habría pasado. Pero, estamos en una Isla llena de espíritus, y ellos realizaron un ritual. Admito que fue un error participar en algo que yo mismo no había iniciado. Es decir, si ves que tres tipos están robando un banco no llegas y los ayudas, así que, primo, voy a darte la razón en que fue una tontería de mi parte hacer eso.
»Y allí es donde cometimos el otro error: nos asustamos y salimos de allí sin molestarnos en cerrar lo que habíamos comenzado. Fue entonces que te mandé ese mensaje —le dije a Judai— y decidí convencer a los otros de volver para ocuparnos de la Ouija. En circunstancias normales, de haber habido algo de probable origen sobrenatural, habría bastado con un ritual de sellado. Pero, de nuevo, isla infestada de espíritus.
Hice una pausa. Todo el horror que me había sobrevenido antes pareció esfumarse. Entre más hablaba, más seguras eran mis palabras. Por un momento, incluso sentí que, quien fuera que había hablado antes en mi cabeza, por fin se retiraba… aunque no del todo, seguía expectante. Quizá para intervenir si decía algo que no debía.
—¿Fue allí que acudió el espíritu? —me preguntó Judai, interviniendo por primera vez.
—No exactamente.
Yubel frunció el ceño, pero no dijo nada. Apreté los puños y le dije a Judai lo que había pasado: la aparición de Necrofear Oscuro, quien pareció traer al Cazador de Vampiros, quién resultó ser el espíritu que se había conectado con nosotros (el club de esoterismo). Le dije también que tanto Yubel como Haou se presentaron antes que ellos. Y la apuesta que le propusieron al Cazador usando las almas de Takadera, Mukouda e Isaka como moneda de cambio.
La mirada de Judai se dirigió hacia Yubel.
Johan iba a decir algo. Al final, cerró la boca. Algo en el aura de Judai se sentía realmente peligroso. Casi como si el que estuviera allí fuera Haou y no él.
Yubel le sostuvo la mirada a su protegido. Aun así, tuve la impresión de que, si eso duraba mucho más, sería el espíritu quien acabaría retrocediendo.
La oscuridad dentro de mi alma se agitó, como preparándose para ir a la batalla. Una sensación que había tenido hace mucho tiempo atrás, aquella vez que nos sentamos en el comedor de la casa de mis padres –ese lugar ya no se sentía como mi hogar– a discutir lo que Yugi y los otros habían hecho.
Al final, Judai suspiró y se obligó a relajarse.
—Después —susurró con dureza.
Yubel desapareció.
Judai se puso de pie.
—Lo siento —me dijo—. Hace años, cuando estaba solo, fuiste el único que se detuvo y me tendió la mano. Eso a pesar de que querías dar media vuelta y huir…
Hice una mueca. Así que lo supo todo el tiempo.
—Luego de todo lo pasado en las últimas semanas, pensé que esa amistad ya no existía. Que, luego de todo lo que te hicimos, Haou, Yubel y yo, ya no podías confiar en mí.
—Lo qué Haou y Yubel hicieron —lo corregí.
—No ser lo suficientemente fuerte para enfrentarme a ellos y detenerlos es igual a ser cómplice.
Dio media vuelta y caminó hacia la puerta.
—Tal vez eso habría sido lo mejor, que todo terminara así…
—No vas a hacer lo que hiciste al final de tu tercer año, ¿verdad? —le pregunté—. Ya estamos metidos en esto hasta el cuello.
—Más que eso —suspiró Johan.
—Además, sería muy hipócrita de tu parte hacer eso, luego de todo lo que le dijiste a Haou hace unos días.
Judai se detuvo en la puerta por un momento.
—Hablaré con Haou. Él no puede seguir haciendo las cosas de esta manera.
—Claro —admití—. Quizá sea hora de que aprenda que no puede ir por allí haciendo cosas buenas que parezcan malas.
Judai soltó una pequeña carcajada, me pareció bastante hueca, sin humor alguno.
—Sé que no va a detenerse en sus planes. No obstante, me aseguraré de que ya no tengas que lidiar con él. Todo este asunto de los caballeros… Si de verdad se concreta, no será ante él quien hagas ese juramento. Si es inevitable, solo recuerda que eres mi caballero, no el de Haou.
Johan, desconcertado, abrió la boca. Antes de que pudiera preguntar nada, le hice una señal para indicarle que le explicaría después. Me di cuenta entonces que, aunque antes ya habíamos tocado el tema de los caballeros cuando hablamos sobre el pasado, en realidad nunca se mencionó mi trato con Haou. En realidad, casi nadie sabía sobre eso.
—Creo que tienes razón con respecto a Haou: debe dejar de ir por allí y hacer las cosas por su cuenta.
—Tú también —dijo Johan.
—Sí, también yo —mascullé. Sacudí la cabeza y retomé mi punto anterior—: Hemos visto los roces entre Kaiba, Pegasus y Yugi cuando el primero hace algo sin consultar a los otros. Nos está pasando lo mismo. Si vamos a hacer frente a la Luz y a… cualquier otro enemigo que aparezca en el futuro, quizá sea hora de seguir el ejemplo de nuestro enemigo.
Judai me miró. Por un momento se sintió como si fuera Haou.
—La Luz es buena creando organizaciones. La Sociedad de la Luz fue una muestra de eso. No digo que hagamos lo mismo, pero es hora de unificar esfuerzos. Hacer las reuniones que hemos estado haciendo, pero más que explicar cosas, comenzar a planear. En términos simples, hacer un consejo de guerra.
Judai cerró los ojos un momento.
—Sí, es probable. Lo hablaremos mañana.
Abrió la puerta y salió de la habitación.
—¿Qué es todo eso de los caballeros? —inquirió Johan.
Miré mi reloj. Habíamos estado hablando por casi dos horas.
—Mañana —dije—. Tienes treinta minutos antes del toque de queda.
Johan frunció el ceño.
—Bien —aceptó.
Suspiré, me puse de pie y fui a arrojarme a la cama. Estaba tan cansado de todo.
—William —llamé a mi socio espiritual—, quiero usar la casa de Erzsébet como sede de ese Consejo de Guerra.
La presencia del Señor de los Vampiros llenó la habitación.
—Sí, creo que eso sería lo mejor. Pero, no podemos estar seguros de que todo ellos podrán ver el lugar. Se mantiene gracias a la energía espiritual de la isla, pero eso no significa que todos en la corte podrán verla.
—Porque no todos podemos ver espíritus, pese a lo que pasó en el pozo —me di cuenta—. No obstante, todos ellos están relacionados con lo que pasó en el pasado. O, tal vez, en realidad no es nacer con la habilidad o no. ¿Y si en realidad todos tienen ese «sexto sentido»? Quizá, para ver a los espíritus, sea necesario «desbloquearlo».
—¿Cómo en la magia? —me preguntó Banshee.
—¿La magia?
—Quiero decir, la energía de duelo es algo así como la magia, pero está presente en todos los seres. Sin importar si son físicos o espíritus; si son duelistas o no. Así que…
—En realidad, todos deberían ser capaces de usarla en menor o mayor medida.
—Solo necesitas desbloquear el conocimiento —terminó Banshee.
Suspiré.
—Pese a lo que dijo Johan, si parece de RPG.
Banshee se rio.
—Los juegos son arte, y el arte imita a la vida. Ahora, ve a dormir que tienes clases mañana.
—¿Y ahora vas a ser como mi madre?
—Estoy vigilando tus calificaciones. Quiero verte en Ra antes de que acabe este año.
—¿No en el siguiente examen?
—Con lo que hemos estado haciendo, tendrás suerte si no te extienden el castigo y te degradan de rango.
Por lo menos estaba admitiendo que en parte era responsable.
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