XVIII – Deshielo

Sansker se puso de pie, a su lado Ibuki hizo lo mismo. Por un momento ambos hombres se miraron. John casi esperaba ver la determinación regresar a los ojos de su compañero, pero Ibuki se vio incapaz de sostenerle la mirada. Las heridas tan profundas como las del lancero no podían sanar tan rápido.

—Maldición… yo… yo…—mascullo Ibuki, apretando los puños. Al final se apartó, dándole la espalda—Apresúrate, vas a llegar tarde si no te marchas.

—Ibuki…

— ¡Vete! La aldea te necesita, no pierdas el tiempo—exclamo Ibuki alzando la voz—Yo no puedo… lo siento… no me pidas lo imposible.

Sansker extendió una mano, pero se detuvo. La alarma volvió a sonar, recordándole que estaba ante una emergencia. Había tanto que quería decir. John podía entender la herida de su compañero, era la misma que él tenía, pero Ibuki nunca pudo dejarla sanar, prefiriendo ahogarla con aparente indiferencia y falsa alegría. Hasta que se dio cuenta que su herida no dolía tanto como antes y no pudo perdonarse. Sansker maldijo y salió de la taberna, corriendo hacia el cuartel. Al menos tenía que saber que estaba ocurriendo primero, ya podría tomar una decisión entonces.

Encontró a Nagi, Fugaku y Hayatori ya en la recepción junto a Yamato. El jefe estaba dándoles el informe, pero volvió sobre lo básico al verlo llegar.

—La unidad de Ōka ha enviado la señal de humo—dijo Yamato—Parece ser que hemos tenido suerte y han localizado al Mizuchime que estábamos buscando, el responsable por la Enfermedad del Sueño.

— ¡Lo lograron!—exclamo Fugaku chocando un puño contra su palma—Finalmente podremos acabarlo.

Sansker asintió, esta era la noticia que habían estado esperando con tantas ganas. La idea de poder salvar a Hatsuho le hizo recuperar la motivación. Pero Yamato no había terminado.

—Lamentablemente fueron emboscados—continuo el jefe—están siendo atacados por un Takeikusa. Deben a ver predicho nuestra estrategia y preparado un ataque, parece que tenías razón en esto, Nagi.

—Era lo que me temía—asintió la arquera.

Las estrategias del enemigo eran sencillas, pero sus resultados comenzaban a hacerse valer. Esta vez habían estado esperando la emboscada, así que con suerte podrían rescatar a los exploradores. Sansker sabía que Ōka tendría cuidado y los cubriría, pero solo era una Asesina.

—Por fortuna han logrado evadirse, aun así, necesitaran ayuda para cubrir su retirada—dijo Yamato como si pudiera leerle la mente—Sansker, te enviare a ti, llévate a Ibuki, sé que ha luchado contra Takeikusa en el pasado, será perfecto para esta misión.

—Yo…—Sansker sintió como si le dieran un baño de agua fría al escuchar al jefe. No le había contado a Yamato sobre su pelea con Ibuki ni su 'retiro' de la lucha. Confiaba en poder convencer al lancero de volver antes de que fuera necesario, y ahora los Oni estaban destruyendo esa idea—Lo que sucede es…

—Hablando de Ibuki ¿Dónde está metido?—preguntó Yamato que no lo escucho—Ya debería estar aquí.

—Jefe, con respecto a Ibuki…—Nagi intervino al ver que Sansker no encontraba las palabras—me temo que ya no está en condiciones de luchar.

— ¿A qué te refieres?

Nagi explico la historia en pocas palabras. Sansker apretó la quijada, sintiéndose responsable por no haber informado como debería. El tiempo jugaba en su contra, como había hecho tantas veces.

— ¿Eso fue lo que ocurrió? —pregunto el jefe para confirmar, mirándolo a él. John asintió. Si Yamato tenía alguna opinión sobre el asunto no dejo ver nada en su expresión.

— ¿Qué hacemos?—preguntó Nagi.

—Dejemos a ese idiota solo—intervino Fugaku, encogiéndose en hombros—Es su decisión.

—Fugaku…—Nagi se llevó una mano al pecho.

—… No tenemos tiempo para esperar, si ese es el caso… Hayatori—Yamato se volvió hacia el Asesino silencioso—Tú iras en lugar de Ibuki.

—Entendido—respondió Hayatori.

—Sansker ¿estás de acuerdo?—preguntó Yamato clavando su único ojo en él.

John frunció el ceño ligeramente. Yamato no era del tipo que permitía que cuestionaran sus decisiones. No era terco, pero cuando tomaba un camino era un asunto zanjado. ¿A que venía eso de pedir su visto bueno? Sansker le devolvió la mirada, tratando de entender. Yamato no parecía acusador, su expresión era tranquila, de hecho, estaba esperando pacientemente a que respondiera. El jefe no le estaba preguntando si aprobaba o no su decisión, quería saber que era lo que pensaba hacer. Era su manera de demostrar que no lo criticaba por ocultar lo de Ibuki, estaba confiando en su criterio como capitán de los Asesinos.

Ese era el tipo de líder que Yamato era y quería ver cuál sería el tipo de líder en que Sansker estaba convirtiéndose. John tuvo el deseo de reírse. Hablar con Yu le hizo darse cuenta de lo que ella hacía para ayudar a otros y de lo que él quería hacer como Asesino en Ukataka.

—Puedo convencer a Ibuki de marchar con nosotros—dijo Sansker finalmente—Solo necesito 10 minutos.

—No tenemos demasiado tiempo para esperarlo—replicó Yamato, pero cerro su ojo, dando un suspiro— tienes 5 minutos, Ōka no podrá aguantar demasiado sola. Si crees que puedes, ve a buscarlo.

Sansker asintió y prácticamente salió corriendo del cuartel. Solo tenía una oportunidad más, y tendría que aprovecharla. Regreso a la taberna, donde encontró a Ibuki sentado en el mismo lugar. El lancero levanto una ceja al verlo otra vez, dedicándole una mueca que hubiera podido pasar por una sonrisa en otra situación.

—Mira si eres terco…—mascullo Ibuki dándose la vuelta—Creía que estaba todo claro.

—Ōka está en problemas—dijo Sansker directamente. Esta vez no tenía tiempo para seguirle el juego—Descubrieron al Oni que estábamos buscando, pero su unidad fue emboscada. Están siendo atacados por un Takeikusa, necesitamos tu ayuda.

Eso consiguió una reacción del lancero. Ibuki se puso de pie, alejándose de la barra. La luz pareció regresar a sus ojos al darse cuenta de lo que estaba diciendo.

— ¿Ōka está en peligro?—dijo Ibuki apretando los puños. Por un momento pareció como si fuera a avanzar, pero su mirada flaqueo en el último segundo—Yo… maldita sea… No… no puedo ayudarla.

—Ibuki, ella nos necesita… te necesita. Más allá de que clase de Oni sea al que enfrentan—insistió Sansker—Te quiero a mi lado en esta batalla.

— ¿A mi?—Ibuki negó con la cabeza y soltó una risa amarga. Extendió los brazos a ambos lados—Solo mira el desastre que estoy hecho ¿De verdad me necesitas? Solo… vete, no puedo ayudarte.

—Eres un verdadero idiota—dijo otra voz.

Sansker se giró en redondo y para su sorpresa vio a Fugaku parado en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho. El Asesino tenía que haberlo seguido cuando salió del cuartel. Ibuki apretó la mandíbula.

— ¿Y qué es lo que tú quieres?—preguntó Ibuki.

—El gran bebe está teniendo un berrinche—dijo Fugaku imitando la voz de un niño llorón mientras avanzaba—Así que vine a meterte algo de sentido común, cobarde.

Fugaku estiro la mano, extendiendo sus dedos hacia el peine de mujer que Ibuki llevaba al cuello y tirando de el. El lancero reacciono rápido arrancándole el objeto de las manos y dando un paso al frente, sosteniéndole la mirada al otro Asesino.

— ¡¿Qué crees que haces?!

—Oh… parece que aún tienes espíritu—dijo Fugaku bajando la mano—Mira, no sé qué te pasa y la verdad no me interesa. Lo único que sé es que si no te levantas y vienes a esta lucha… estas acabado. Nunca podrás volver a luchar otra vez ¿Es eso lo que quieres?

Sansker se mantuvo al margen, sorprendido por las palabras de Fugaku. Ibuki había sido agresivo con él, incluso llegando a insultarlo de una manera que no pensaba que fuera a perdonar. No obstante, estaba dispuesto a darle una mano. Fugaku podía entender que Ibuki sufría y no se tomaba ese dolor a la ligera, pero su manera de lidiar con ello era mucho más dura. Sansker no pudo menos que admirar eso.

—No sabes de que estas hablando—replicó Ibuki con la voz cargada de amargura—Yo ya estoy muerto. Mori hace mucho tiempo. Hace 8 años cuando deje morir a la chica de mis sueños. Esto que tienes delante es solo un fantasma. No valgo el tiempo ni el esfuerzo de nadie.

—… No eres el único ¿sabes?—dijo Fugaku bajado la cabeza—Yo también tenía gente a la que quería proteger. Uno de los que vi morir fue una niña de solo 10 años. La conocía muy bien. Y la vi morir frente a mi. Sin poder ayudarla.

—Fugaku…—Sansker nunca lo había oído hablar con tanta tristeza. Tenía que referirse a la destrucción de su aldea. Era un tema que Fugaku nunca tocaba, y si alguien lo traía a colación era el primero en reducirlo a nada. Esta era la primera vez que daba un detalle así.

—… Detente—susurro Ibuki, apretando las manos.

—Y no solo ella, vi morir a todos, aplastados como insectos delante de mi—continuo Fugaku, ignorándolo—Cuando termino todo mi hogar había sido destruido, mi gente estaba muerta. Solo quedaba yo. Dejé que una niña muriera y yo sobreviví ¿Y sabes cuales fueron sus últimas palabras?

— ¿Qué fue lo que dijo?—preguntó Ibuki, incapaz de detenerse.

—Gracias por protegernos—respondió Fugaku alzando la mirada—Pero yo sobreviví, así que tengo que luchar. No me importa lo que hagas. Quédate aquí y lloriquea por el resto de tu vida si quieres.

Ibuki no podía mirar a Fugaku a la cara, tampoco parecía capaz de responderle. La duda y la vergüenza le impedían enfrentarse a sus compañeros.

—Vamos, novato. Tú y Hayatori tienen un trabajo que hacer—dijo Fugaku volviéndose hacia él y dándole la espalda a Ibuki—Nos vemos, chico bonito.

Sansker asintió y salió detrás de Fugaku, dedicándole una última mirada a Ibuki. No tenía nada que añadir. Lo habían intentado, ahora era el turno de Ibuki para decidir qué hacer.


Finalmente se marcharon. Ibuki no los miro salir, pero escucho sus pasos. "Ese maldito sabelotodo, siempre abriendo su boca…" pensó, apretando el peine entre sus dedos "Y Sansker también… ¿por qué tiene que ser tan amable?" Sería más fácil odiarlos si sus palabras no le calaran tan profundo. Incluso ellos pensaban que tenía algo que ofrecer, a pesar de todo lo que había hecho.

—Kanade… si estuvieras viva me hubieras dicho algo parecido…—murmuro Ibuki, sintiendo otra punzada de culpa al darse cuenta de ello—me convertí en un Asesino para protegerte y sin embargo…

Ibuki apretó los ojos con fuerza, sintiendo como comenzaban a arderle. No importaba lo que esos dos dijeran, él…

—Esto… disculpa—dijo una voz femenina.

El lancero volvió la cabeza y se encontró con un rostro joven que le resulto muy familiar. Era una joven aldeana, vistiendo el típico kimono gris con adornos de colores que se utilizaba en Ukataka. Ibuki parpadeo, intentando recordar donde la había visto. Fue entonces cuando lo recordó. Era la esposa del explorador que había dejado morir. Ibuki estuvo a punto de soltar una carcajada amarga, era como si el universo quisiera escupirle por siquiera pensar que podía valer algo.

—No estaba segura, pero eres tú ¿verdad?—dijo la aldeana, juntando sus manos frente a ella—El Asesino que fue en busca de mi esposo.

—… Así es, soy el hombre que dejo morir a tu marido—respondió Ibuki, bajo la cabeza y abrió sus brazos, con las palmas hacia ella—Adelante, haz conmigo lo que quieras.

Era lo mejor. No sería justo que decidiera su propio destino. Quizás podría expiar parte de su culpa dejando que ella fuera la que decidiera.

—N-no, no es por eso por lo que estoy aquí—replicó la mujer—Yo… antes no pude decirlo… la pena me nubló la cabeza, y dije cosas muy injustas, así que lo diré ahora… gracias. Gracias por intentar salvarlo.

—Pero…—Ibuki levanto la mirada, confundido—Yo no pude traerlo, fracasé…

—No, eso no fue tu culpa—interrumpió la mujer negando con la cabeza—Tu capitán me conto lo que sucedió, como lo intentaste con toda tu fuerza, lo mucho que te importaba… yo no soy nadie, mi marido era un simple explorador, pero tú intentaste todo para salvarlo solo porque yo lo pedí… no pude agradecerte como debía en su momento. Significa mucho que lo hayas intentado.

—Yo…—Ibuki abrió y cerro la boca sin saber que decir ¿Se sentía aliviado? ¿Acaso esto era su expiación? Las palabras de Fugaku ahora le pesaban como una piedra al cuello—No sé si merezco eso…

— ¡Por supuesto! En este mundo es muy fácil olvidar o solo aceptar las cosas como son—dijo la mujer. Cerro los ojos un momento, y se limpió una lagrima que resbalo por su mejilla—Mi marido siempre decía que los Asesinos luchan por nuestras vidas. No solo contra los Oni, si no contra el mundo. Incluso con todo en contra podemos vivir, reír y llorar gracias a sus sacrificios. Sé que él querría que siguiera adelante y estaría de acuerdo conmigo. Nosotros cargamos la voluntad de aquellos que ya no están, y lo mejor que podemos hacer es continuar en su nombre. Así que muchas gracias y por favor no te culpes más.

La mujer se inclinó levemente a modo de despedida y se marchó, dejando a Ibuki solo. El lancero sacudió la cabeza, por un segundo casi había sentido como si Kanade fuera la que le hubiera hablado. Ella siempre podía hacerlo entrar en razón, y si pudiera verlo ahora lo hubiera golpeado por ser tan terco.

—Lo siento, Kanade… pero ahora sé lo que tengo que hacer—murmuro Ibuki.

Se dio media vuelta y salió corriendo de la cantina, dirigiéndose hacia el cuartel. Había pasado demasiado tiempo, pero quizás aún tuviera una oportunidad de enmendar su estupidez. Atravesó la aldea sin fijarse en nada, solo asegurándose de no chocar con nadie. Al llegar a los escalones los subió saltando de tres en tres, y casi que atravesó la entrada de un impulso, deteniéndose en el centro del cuartel.

— ¡Espera!—exclamó en voz alta.

Sansker y su grupo aún seguían ahí. Los había alcanzado justo cuando estaban a punto de cruzar el puente para salir de la aldea. Fugaku arqueo una ceja, cruzándose de brazos. Hayatori solo volvió a verlo, su rostro oculto como siempre. Yamato también estaba presente, despidiendo a los Asesinos. El jefe fue quien se volvió hacia él, su único ojo atravesándolo más profundamente que ninguna lanza.

—Ibuki, me han dicho que estabas indispuesto—dijo Yamato en un tono duro—Dedicándote a la bebida, decidido a no luchar más… Solo necesito personas dedicadas a su trabajo. Un Asesino sin convicción es más una carga que una ayuda. Si lo que he escuchado es cierto, tú tomaste una decisión, ¿qué es lo que estás haciendo aquí?

La pregunta fue dura pero justa. Ibuki había actuado como un necio, el jefe tenía razón en no confiar en él. Si era tan poco firme que sus decisiones cambiaban con su ánimo, nadie debería volver a creerle, pero Ibuki sabía que era más fuerte que eso. Kanade lo había creído, la mujer del explorador también.

—Yo… ¡Dejaré de beber!—respondió Ibuki sin amedrentarse—No pienso tomar una gota más… por eso… si me deja, quiero ir a ayudar a Ōka y los demás. Si tengo la oportunidad de salvar a alguien… ¡Quisiera al menos intentarlo! Ahora sé el valor que se necesita solo para pensar así. Por favor, déjeme ir en esta misión, jefe. No pienso fallar esta vez.

—Si cambiaste de opinión tan rápidamente, no hay garantía de que podrás mantener esa convicción—dijo Yamato con firmeza—Una mente afectada puede llevarnos a tomar decisiones precipitadas. Tendrás que demostrar la verdadera naturaleza de tu decisión en el campo de batalla, pero no me corresponde a mi. Sansker, tú eres el capitán, la decisión es tuya.

—Llegas tarde—dijo Sansker simplemente, dándole una media sonrisa—Y eso que tome el camino largo para volver.

—Estoy en deuda contigo—dijo Ibuki bajando la cabeza en agradecimiento.

—En lo absoluto. Ahora vamos, Fugaku, tú también vienes. Hayatori te quedas a proteger la aldea con Nagi—Sansker se dio la vuelta—Ōka nos ha esperado lo suficiente ¡Adelante!


Los Oni eran implacables. Ōka corrió hacia un Aullador y lo ensarto con Suzakura, empujando con toda su fuerza para hundir la espada hasta su empuñadura, dando un salto sobre el Oni, liberando su arma en un arco de sangre purpura y negra. Su giro le permitió golpear a un Diablillo al aterrizar, partiéndolo limpiamente en dos.

— ¡Retrocedan!—exclamo Ōka. Movió su espada en un tajo ascendente para cortar a otro Oni que intento atacarla por el costado—No dejen que los alcancen.

Los dos Asesinos que la acompañaban también ponían de su parte, pero eran solo tres contra una horda. El grupo de exploradores los había alcanzado en la Era de Gracia, informándoles del avistamiento del Mizuchime, cuando de repente un Takeikusa apareció, liderando un grupo enorme de Oni pequeños. De haber estado solos los Asesinos hubiera podido luchar o escapar, hacerlo ahora significaría abandonar a los exploradores.

El grupo mando la señal de auxilio y Ōka intento liderarlos de regreso a la aldea, pero los Oni habían bloqueado el paso cuando intentaron escapar por una elevación, atrapándolos entre el Takeikusa y los Oni pequeños. Ahora solo podían resistir el asedio hasta que llegara la ayuda. Y no era que tuvieran demasiado espacio para moverse, el camino que tomaron los condujo justo a una de las cascadas que decoraban el paisaje de la Era de Gracia, dejándoles un muro imposible de escalar del cual descendía el agua, y un barranco al otro extremo. Los restos de un templo budista coronaban la zona y el camino conducía hasta la cima del templo o hacia la base donde estaba la laguna donde terminaba la cascada y esperaba el Takeikusa.

— ¡Maldición!—dijo Ōka levantando su katana. Los Oni los tenían literalmente contra la pared, los exploradores atrapados detrás de los Asesinos.

Al menos unos 30 Oni, entre todo tipo, los rodeaban. Ōka dejo salir aire y se concentró en su Mitama. Era mala escuchando las voces de los espíritus, pero el alma en su interior respondió a su llamado con facilidad. Los Oni atacaron solo para estrellarse contra una barrera de energía dorada que Ōka levanto en el último segundo, creando una barrera entre los demonios y humanos. A diferencia de Kikka, la barrera de Ōka era pequeña y aunque fuerte ella sabía que no podría durar mucho. Solo el esfuerzo de levantarla era enorme.

De repente dos pozos de luz blanca aparecieron debajo de los Oni que los rodeaban. Una lluvia de cuchillas espirituales emergió de la luz, atacando a los demonios y destruyendo a varios de ellos, cortándolos en pedazos o hiriéndolos de gravedad. Los pocos que sobrevivieron fueron atacados rápidamente por varios proyectiles de luz, rompiendo el cerco en unos pocos golpes. Una figura en verde, blandiendo una lanza apareció frente a ellos.

— ¡Ōka, sigues con vida!

— ¡Ibuki!—exclamo Ōka levantando la mirada.

El lancero tenía una expresión seria, pero sus ojos estaban libres de esa sombra que le notara la última vez que se vieron y ya no apestaba a alcohol. Detrás de él Sansker y Fugaku se ocuparon de los pocos Oni que quedaban, despejando el camino.

—Aún quedan más, pero con esto deberían poder retirarse—dijo Ibuki—Nosotros nos ocuparemos de todo, ustedes corran y no miren atrás.

— ¡Cuida tus palabras Ibuki! Aún puedo defender la retaguardia—replicó Ōka, pero por dentro se sentía aliviada. No solo por el rescate, sino por ver a su amigo recuperado.

—Fugaku, ayuda a los exploradores, ustedes dos también—dijo Sansker señalando a los Asesinos de la armadura roja—Ōka, Ibuki, nos ocuparemos del Takeikusa ¡Esta vez no morirá nadie!


Al correr por el camino, siguiendo la ruta descendente, Ibuki aferro su lanza con fuerza. Tenían que doblar una esquina adelante y podía adivinar la visión que los recibiría. Igual que aquel día con los exploradores, igual que aquel día hacia tantos años. Sansker tomo la delantera, pero apenas por unos segundos. Ibuki doblo la esquina y el Takeikusa estaba allí, esperando por ellos.

El Oni había arrastrado su enorme masa por la montaña, deteniéndose donde el camino se dividía. La ruta por donde bajaban los Asesinos que llegaba a la cima y conectaba con la meseta cercana, y otro camino que llevaba a las ruinas de un pueblo y a adentrarse más en el Otro Mundo. Como resultado había más espacio para moverse, el Takeikusa rugió al verlos, avanzando lentamente, son sus cuatro brazos turnándose para empujarlo hacia adelante.

—Algo no está bien…—murmuro Ibuki. Los movimientos del Takeikusa estaban mal. Si había estado arrastrándose hasta allí ¿por qué no se veía un rastro? Fue entonces que noto las marcas en el suelo, el cráter del impacto— ¡Cuidado! ¡Está en frenesí!

El Takeikusa respondió impulsándose hacia delante de un salto. Fue extraño ver a un ser tan grande hacer un movimiento tan rápido. El Oni empujo con sus manos delanteras saltando en el aire y cayendo sobre ellos como un peñasco. Ibuki se hizo a un lado, Sansker y Ōka fueron capaces de rodar fuera de peligro. El Takeikusa aterrizo sobre sus 4 manos, colocándolas en el suelo como si fueran patas de una araña deforme, su torso coronando la cabeza, al revés, que lanzo un rugido y escupió un chorro de fuego y hielo, girando sobre si mismo a sorprendente velocidad, arrojando llamas y trozos de hielo en todas direcciones.

Ibuki corrió en diagonal, acercándose al Takeikusa. El Oni siguo con su giro, pero al quedar uno de sus brazos en el camino tuvo que girar para ajustarse, creando la ventana que Ibuki estaba buscando. Se arrojo al suelo, sintiendo el fuego pasar sobre su cabeza mientras el hielo intentaba congelar la roca debajo de él. Ibuki se empujó hacia adelante, blandiendo su lanza para buscar un punto débil. Pero una de las patas del Oni se alzó junto a él, con la palma envuelta en llamas mientras descendia, golpeando el suelo a un metro de distancia y levantando una explosión de fuego y aire que lo repelió, empujándolo a un costado. Ibuki rodo por el suelo para apagar las llamas, levantando la cabeza para ver que hacían sus compañeros.

Sansker avanzo hacia el Takeikusa sosteniendo su escudo por delante, atravesando el rayo de fuego y hielo, mientras su cuerpo resplandecía con el aura de su Mitama. En el último momento ataco con su espada negra, pero el golpe fue ciego, y el Oni movió la cabeza, por lo que la espada golpeo contra uno de sus cuernos, cortando, pero sin hacer daño. El Takeikusa se inclinó hacia atrás, liberando sus brazos para moverse y tratar de aplastar a Sansker. El Asesino retiro su arma y se escabullo entre los ataques, golpeando una de las garras y arrancando un fragmento de la piel del Oni.

Ōka apareció en ese momento, blandiendo su katana. La hoja plateada golpeo una de las muñecas traseras del demonio, cortando profundamente y cercenando la mano de un golpe. El Takeikusa rugió de dolor, pero mantuvo el equilibrio, cambiando de manos sobre las que se apoyaba y usando la otra para arrojarle a Ōka una serie de proyectiles de hielo. La espadachina bloqueo el ataque, desviando el hielo con su espada, aunque no pudo evitar que el Oni regenerara la mano perdida y atacara con un chorro de llamas, envolviendo a Ōka en el infierno.

— ¡Ōka!—Ibuki concentro su propio poder, llamando a su Mitama. Un pozo de luz blanca surgió debajo del Takeikusa y las cuchillas de luz surgieron para atacarlo, pero la mayoría se hicieron añicos contra su piel, cortándolo superficialmente en los pocos lugares donde pudieron penetrar. Su poder no era suficiente—Maldición…

Un resplandor azul estallo al otro lado del Takeikusa y Sansker apareció corriendo, blandiendo un Destructor en la hoja de su espada. Esta creció, infundida con el poder espiritual, y Sansker lanzo un mandoble en diagonal, apuntando a las manos y la cabeza del Oni. El Takeikusa lo vio venir, porque se impulso con sus brazos, creando una explosión de hielo y fuego, arrojando la mole de su cuerpo en el aire y evitando el Destructor. El Oni cayo pesadamente al suelo, apoyándose una vez más en sus cuatro manos.

Ibuki lo ignoro y corrió hacia Ōka. La Asesina estaba bien, habiendo creado una barrera en el último segundo para protegerse, aun así su ropa humeaba y apestaba a cabello quemado.

—No sabía que podían ser tan rápidos—dijo Ōka tosiendo por el humo.

—Es el frenesí, debe estar desesperado por matarnos—respondió Ibuki—Si pudiera detenerlo un momento…

—Estamos en esto juntos, Ibuki—dijo Ōka aferrándolo por el brazo—Si necesitas ayuda, solo tienes que pedirla. Juntos podemos hacerlo, no dudes ahora.

—Tienes razón—asintió Ibuki, casi había dejado que su desesperación volviera. Solo no tenía esperanza, pero con sus amigos allí, las cosas serían diferentes—Tengo una idea, dile a Sansker, si ustedes hacen su parte, yo lo acabare.

Le explicó a Ōka tan rápido como pudo y ambos se separaron. El Oni había concentrado toda su atención en Sansker, quien intentaba encontrar una abertura para golpear con su espada, moviéndose alrededor de la bestia, esquivando explosiones de fuego y fragmentos de hielo. Ibuki volvió a concentrar el aura de su Mitama y levanto las manos, disparando un proyectil de energía espiritual más grande que antes. El ataque estallo contra uno de los brazos del Takeikusa sin hacer mucho daño, pero hizo girar a la bestia, que enfoco esos ojos malignos en él. Ibuki volvió a concentrar otro disparo de energía desde sus manos, poniendo toda su fuerza en el proyectil. Este segundo impacto logro hacer que el Oni se doblara por el golpe, aunque se mantuvo firme.

—Vamos… sé que quieres atraparme…—murmuro Ibuki— ¡Vamos!

Finalmente el Takeikusa decidió dejar a Sansker y lanzarse detrás de él. Ibuki sonrió y corrió en la dirección opuesta, dándole la espalda al Oni, como si estuviera huyendo. Podía escuchar los pesados golpes del demonio, sus manos eran casi tan rápidas como las patas de un Mifuchi. Tendría que confiar que Ōka pudiera explicar su plan y que ella y Sansker fueran capaces de actuar antes que el Takeikusa lo alcanzara. Ibuki apretó el paso, podía contar con ellos así que tendría que poner de su parte. El demonio abrió su boca y disparo un rayo de fuego hacia él, Ibuki rodo hacia un lado y trato de seguir, pero su camino se vio bloqueado por un muro de fuego.

No había salida. El lancero se dio la vuelta, tomando su arma una vez más. El Oni volvió a abrir la boca, cargando otro ataque dentro de su garganta. Ibuki aferro su lanza con más fuerza y tomo una breve bocanada de aire. Casi al mismo tiempo sus compañeros lo alcanzaron. Sansker se movió hacia la derecha mientras que Ōka lo hizo a la izquierda. Los dos ignoraron el cuerpo principal del Takeikusa y en su lugar fueron hacia sus manos, que estaban sosteniéndolo firmemente contra el suelo. Ibuki dejo salir el aire y concentro su poder en su lanza, que comenzó a brillar con fuerza, en el momento que el Oni disparaba su rayo de fuego y hielo.

Todo ocurrió al mismo tiempo. El Takeikusa lanzo su ataque e Ibuki corrió hacia un lado para esquivarlo. Al intentar girar para atraparlo, el Oni ignoro a Sansker y Ōka que golpearon al mismo tiempo, cada uno atacando un lado diferente del demonio. Sus espadas atravesaron la gruesa piel del Oni y cercenaron sus manos, haciéndole perder un punto de apoyo. El Takeikusa pudo sostenerse con sus otras dos manos, pero no girar a tiempo para detener a Ibuki que cambio de dirección y se arrojó contra el Oni, tirando su lanza hacia adelante como una jabalina.

—Muy lento ¡Te tengó!—gritó Ibuki dejando ir su arma. El Destructor que había cargado en su lanza la hizo brillar como una bola de fuego azul, avanzando a toda velocidad, dando a un costado de la cabeza del Oni, destrozando las escamas y el hueso para volcar todo ese poder espiritual dentro del demonio. Se escucho un rugido agónico de la criatura y su cabeza estallo en una mescla de luz azul, fuego y hielo.

Ibuki fue golpeado por la honda y cayó hacia atrás, impactando el suelo con fuerza. Su lanza salió despedida del Oni y se elevó por los aires, girando sin control hasta que volvió a descender, golpeando el suelo a escasos metros de él, donde se quedó temblando. Ibuki no pudo evitar reírse, sentándose y mirando el cuerpo del Takeikusa, que finalmente colapso sobre si mismo, golpeando el suelo fuertemente.

— ¡Lo hicimos!—exclamo Ibuki, sonriendo abiertamente. Su mano busco el peine en su cuello, tomándolo una vez más entre sus dedos—Lo hicimos… ¿No es así, Kanade?...

—Todos lograron retirarse a tiempo—dijo Ōka, apareciendo junto a él. Le ofreció una mano para ayudarlo a ponerse de pie—El Oni está muerto… creo que es tiempo de que nos retiremos también.

Ibuki asintió, aceptando la ayuda, y parpadeando fuertemente, dejando que una única lagrima escapara de sus ojos. El alivio que sentía no podía expresarlo de ninguna otra forma.


La visión que les dio la bienvenida al regresar a la aldea hizo sonreír a Sansker. Los exploradores estaban reuniéndose con sus familias, todos aliviados de haber sobrevivido. Una joven exploradora se abrazaba con otro joven de su misma edad, claramente su pareja, contentos de estar juntos. Un explorador veterano intentaba calmar a su esposa que estaba dividida entre regañarlo, llorar aliviada o ponerse histérica. Un par más contaban sus historias a sus padres o hermanos, pero en general el ambiente del cuartel era uno de alegría y alivio.

—Hacía tiempo que no teníamos una victoria que celebrar—dijo Sansker, mirando a Ibuki que entro detrás de él—Todo esto es gracias a ti, Ibuki.

El lancero negó con la cabeza, aunque su mirada se paseó por el cuartel, tomando el ambiente. Ibuki sujeto el peine que siempre llevaba al cuello entre sus dedos.

—Hace 8 años no pude proteger a la mujer que amaba. Eso dejo un vacío en mi que nunca podrá ser llenado. Por años sentí que sin importar lo que dijera o pensará, mi corazón estaba cubierto de hielo—dijo Ibuki mirando a los exploradores y sus familias—Pero hoy… por primera vez en mucho tiempo me siento verdaderamente feliz y es todo gracias a ti, Sansker. Gracias… gracias por no darte por vencido conmigo.

John se quedó sorprendido por la intensidad de la declaración, pero pudo asentir.

—Lo siento—se disculpó el lancero rascándose la cabeza—Nos estoy avergonzando a ambos ¿verdad?

—Ibuki… ¿ya te sientes mejor?—preguntó Ōka. Los demás se aproximaron también.

—Así es. Lo siento, actúe como un tonto antes—respondió Ibuki—Ahora no volveré a perder mi camino.

—Es imposible saber si vas o vienes—dijo Fugaku con hastió. El Asesino soltó un bufido, pero su expresión se suavizo bastante—espero que ahora si estes con nosotros. Aunque… lo hiciste bien ahí afuera, niño bonito.

—Sé que lo has dicho antes, pero…—dijo Ibuki mirando al otro Asesino seriamente, dedicándole una sonrisa sincera—Este día tus palabras realmente significan mucho para mí. Gracias.

— Nunca sé si es que se llevan bien o no pueden soportarse…—dijo Sansker reprimiendo una risilla y mirando a Ōka.

— ¿Un poco de ambos?—respondió ella, sonriéndole.

— ¡Cállense!—gruño Fugaku volviéndose hacia ellos— ¡¿Es que un hombre no puede hacer algo amable sin que se burlen de él?!

—Fugaku se abochorna fácilmente—dijo Nagi, asintiendo.

Eso hizo reír a todos, para gran disgusto del aludido, pero Ibuki fue el primero en cambiar de tema.

—A pesar de todo, voy a intentarlo—dijo, mirándolos a todos por turno, pero al final se concentró en Sansker—Esta idea de vivir la vida aquí y ahora. No sé si estás en lo cierto, pero creo que te debo eso al menos. Aunque claro, encontrare tiempo para relajarme también.

—De eso no me cabe la menor duda—replicó Sansker.

Ibuki asintió y entonces su cuerpo comenzó a brillar con un resplandor azul. Sansker sintió la presencia de la Mitama de Ibuki y vio su silueta manifestarse dentro de él. Una mujer hermosa, con un kimono rojo corto, sosteniendo un paraguas, y con el cabello de color negro le sonrió y avanzo hacia John, entrando dentro de su cuerpo con un resplandor azul.

Soy Izumo no Okuni. Y juntos les daremos un espectáculo que jamás olvidaran.

Sansker puso una mano en su pecho al sentir el alma entrar en él, levantando la mirada para verla parada junto a él mientras que su reflejo seguía junto a Ibuki, asintiéndole.

— ¿Mi Mitama…?—Ibuki parpadeo, sorprendido—Vaya, esa es una parte de mi alma. Llévala siempre contigo, Sansker… eres un verdadero amigo, gracias por todo.

—Me asegurare de cuidarla—dijo Sansker asintiendo. El calor de una nueva Mitama y el alivio de ver a todos a salvo eran un buen bálsamo para el corazón, pero aun así no podía olvidar su misión original. La razón por la cual Ōka y su grupo estaban cazando Oni en lo profundo del Otro Mundo—Hoy hemos ganado, pero aún no terminamos. Hay alguien más que tenemos que recuperar. Tenemos que traer a Hatusho de regreso, y a todos los que han caído víctimas de la Enfermedad del Sueño.